Macroeconomía Estructuralista del Desarrollo - Bresser

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Macroeconomía Estructuralista del Desarrollo
Luiz Carlos Bresser-Pereira
Paulo Gala
Este artigo foi publicado em português em
Revista de Economia Política, vol. 30, no 4 (120),
pp. 663-686, outubro-dezembro/2010. Em
espanhol, apenas em www.bresserpereira.org.br
Resumen. Este trabajo resume las políticas económicas que constituyen el Nuevo
Desarrollismo – una estrategia nacional desarrollo alternativa al consenso de
Washington – y presenta los modelos básicos de la Macroeconomía Estructuralista del
Desarrollo que justifica esa estrategia: la tendencia a la sobrevaluación del tipo de
cambio, la propensión a que los salarios crezcan menos que la productividad, la crítica
del crecimiento con ahorro externo y un nuevo modelo de la enfermedad holandesa.
Los autores sugieren que este puede ser un segundo momento de la teoría
estructuralista del desarrollo latinoamericana de los anos 1950s y 1960s. El nuevo
desarrollismo es una estrategia nacional de desarrollo basada en la experiencia de los
países asiáticos dinámicos que propone rollo estratégico para el Estado,
responsabilidad fiscal, responsabilidad de tipo de cambio, crecimiento con ahorro
interno, y política social activa.
Abstract. This paper resumes the economic policies that form New
Developmentalism – a national development strategy alternative to the Washington
consensus – and presents the basic models of a Structuralist Development
Macroeconomics that justifies scientifically such strategy: the tendency to the cyclical
overvaluation of the exchange rate, the tendency of wages to grow below the
productivity rate, the critique of the growth with foreign savings proposal, and a new
model of Dutch disease. The authors suggest that this may be a second moment of the
Latin American structuralist development economics of the 1950s and 1960s. New
developmentalism is a national development strategy based on the experience of the
fast growing Asian countries that proposes a strategic role for the state, fiscal
responsibility, exchange rate responsibility, growth with domestic savings, and active
social policy.
Key words: estructuralismo, macroeconomía del desarrollo, estrategia nacional,
desarrollismo
En el período comprendido entre 1930 y 1970 los países de América Latina,
sobre todo el Brasil y México, se industrializaron y registraron elevadas tasas de
crecimiento. Después de la Segunda Guerra Mundial, esta expansión –que
también cobraba impulso en los demás países en desarrollo– dio origen a la teoría
Profesor emérito de la Fundación Getulio Vargas, [email protected]; Profesor de la
Escola de Economia de São Paulo de la Fundación Getulio Vargas, [email protected]. Los
autores agradecen los comentarios de Osvaldo Sunkel, Fernando Ferrari Filho, Luiz Fernando
de Paula y Nelson Marconi.
estructuralista de la CEPAL. Esta teoría y su respectiva estrategia nacional de
desarrollo surgieron en el marco de la crisis de las oligarquías agroexportadoras
dependientes vinculadas a los países ricos, y sentaron las bases teóricas para las
coaliciones políticas nacionalistas, desarrollistas y promotoras de la industria que
involucraron a la burguesía industrial, la burocracia pública y los trabajadores
urbanos. Este desenvolvimiento teórico tuvo lugar en la periferia del capitalismo,
en el contexto más amplio del pensamiento keynesiano y de la teoría económica
del desarrollo. No obstante, la crisis económica que sufrieron los países centrales
en los años setenta preparó el terreno para la hegemonía de la ideología
neoliberal, el retorno de la teoría económica neoclásica como corriente de
pensamiento dominante y las políticas económicas convencionales basadas en la
hipótesis de mercados autorregulados.
Mientras esto ocurría en el centro del mundo capitalista, en América Latina
comenzaba la crisis de la teoría estructuralista, que fue contestada internamente
desde fines de los años sesenta por la teoría de la dependencia1. En tanto que la
grave crisis de la deuda externa en la década de 1980, causada por la política de
crecimiento con ahorro externo, volvió a los países de la región vulnerables a la
nueva hegemonía conservadora y a sus propuestas de reforma institucional y
políticas económicas: el Consenso de Washington. La ortodoxia convencional
predominante desde inicios de los años noventa no tardó en dar malos resultados,
primero en México (1994), que fue el primer país en adoptarla, después en el
Brasil (1998) y por último en el marco de la profunda crisis de la Argentina
(2001). La crisis de 1997 en cuatro países asiáticos en que se aceptó la política de
crecimiento con ahorro externo y, al año siguiente, la crisis de la Federación de
Rusia, que durante el gobierno de Boris Yeltsin se sometió completamente a las
directivas del Occidente, constituyeron otras señales del fracaso de la ortodoxia
convencional. Ese fracaso se volvió definitivo con la crisis mundial de 2008, en
la que algunos de los remedios que los países ricos recetaban a los países en
desarrollo (sobre todo la desregulación del sistema financiero) resultaron fatales
para los propios autores de las recetas.
El fracaso de la macroeconomía neoclásica y del Consenso de Washington y el
tiempo transcurrido desde la formulación de la teoría estructuralista
latinoamericana determinaron la necesidad de actualizar dicha teoría y su
respectiva estrategia nacional de desarrollo –el nacional-desarrollismo– para dar
cuenta de las nuevas realidades. Cuando se propuso la teoría estructuralista 60
años atrás, algunos países latinoamericanos estaban pasando por sus respectivas
revoluciones capitalistas –es decir, revoluciones nacionales e industriales–,
mientras que otros continuaban siendo países exportadores primarios y
dependientes. Los países del primer grupo, entre ellos la Argentina, el Brasil,
Chile, Costa Rica, México y el Uruguay, son en la actualidad países de ingresos
medios, capitalistas y democráticos, en los que se producen bienes
1
Véanse en Bresser-Pereira (2006 y 2009) las razones por las que la teoría de la dependencia –
sobre todo la teoría de la dependencia asociada– contribuyó internamente a la crítica del
pensamiento estructuralista latinoamericano al volverse predominante en la década de 1970.
2
manufacturados o servicios, se utiliza tecnología sofisticada, y que compiten en
el marco de la globalización. Además de los países, cambió el contexto
económico internacional en que deben competir para crecer, volviéndose
necesaria la modernización o actualización de las ideas –una macroeconomía
estructuralista del desarrollo y un nuevo desarrollismo adaptado a la nueva
realidad histórica.
Desde comienzos de la década de 2000, varios economistas latinoamericanos han
procurado formular una alternativa estructuralista y keynesiana respecto de los
países de ingresos medios, tanto en términos teóricos como de política
económica. En este trabajo se denomina “nuevo desarrollismo” a la estrategia
nacional de desarrollo adecuada a nuestro tiempo y “macroeconomía
estructuralista del desarrollo” al resultado de la iniciativa de añadir al
estructuralismo un enfoque más sistemático de macroeconomía del desarrollo. Se
advierte que este análisis es válido sobre todo para los países de ingresos medios
ya industrializados, pues su aplicación a los que todavía constituyen exportadores
primarios requeriría una serie de salvedades que escapan al objetivo de este
trabajo. El documento se divide en siete secciones, incluida esta Introducción. En
la segunda sección se presentan ocho tesis de la teoría estructuralista original,
mientras que en la tercera se describen cinco tesis adicionales de macroeconomía
estructuralista del desarrollo, referidas básicamente al tipo de cambio, la
enfermedad holandesa, el crecimiento con ahorro externo y la responsabilidad
fiscal. En la cuarta sección se incluye un análisis comparado sobre tres enfoques
alternativos de política cambiaria para los países en desarrollo, y en la quinta y
sexta secciones se compara el nuevo desarrollismo con el viejo nacionaldesarrollismo y la ortodoxia convencional, respectivamente. Por último, se
presentan las conclusiones de los autores. Para este trabajo se han tomado como
referencia los países de ingresos medios. Si bien estas ideas también pueden ser
útiles en el caso de los países pobres, es necesario adaptarlas.
Cuadro 1 - América Latina (países seleccionados)a y países asiáticos
dinámicosb: tasa de crecimiento per cápita - (En porcentajes)
1951-1980
1981-2007
América Latina:
países de mayor
tamaño relativo
2,61
1,11
Países asiáticos
dinámicos
3,98
4,99
Fuente: Alan Heston, Robert Summers y Bettina Aten, Penn World Table Version 6.3, Center for
International Comparisons of Production, Income and Prices, University of Pennsylvania, agosto de 2009
[en línea]http://pwt.econ.upenn.edu/php_site/pwt_index.php
a
Países de mayor tamaño relativo de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y
República Bolivariana de Venezuela.
b
Países asiáticos dinámicos: China, India, Indonesia, Malasia, República de Corea, Singapur, Tailandia,
provincia china de Taiwán, Viet Nam.
En los datos del cuadro 1 se advierte que América Latina, que se desarrolló e
industrializó en forma acelerada de 1930 a 1980, quedó desde entonces rezagada
3
con respecto a los países asiáticos dinámicos. En la década de 2000 algunos
países latinoamericanos registraron tasas de crecimiento más satisfactorias, pero
estas derivaron del aumento de los precios de los productos básicos exportados y
no de un nuevo impulso a la industrialización. En general, ese crecimiento
supuso la apreciación de las monedas locales y no es sostenible a mediano plazo.
Se presupone que la competencia entre los Estados-nación se acrecentó en el
marco de la globalización, de modo que el desarrollo económico y la
recuperación del terreno perdido dependen de la adopción de estrategias
nacionales de desarrollo basadas en modelos económicos con las características
necesarias de explicación y previsión. Mientras esto no vuelva a ocurrir, los
países latinoamericanos podrán crecer, pero a tasas inferiores a las necesarias
para la recuperación y muy por debajo de las de los países asiáticos dinámicos. Si
bien es cierto que en esos países –cuyas estrategias de desarrollo son
esencialmente nuevo-desarrollistas– no se elaboró una nueva teoría económica,
sino que se aplicaron medidas pragmáticas, dicho pragmatismo no basta para
convencer a las sociedades latinoamericanas de adoptar una estrategia nacional
de desarrollo sin una sólida base teórica.
I.
Tesis originales de la teoría estructuralista latinoamericana
El estructuralismo latinoamericano surgió a fines de los años cuarenta en Chile,
en el ámbito de la CEPAL. Entre los economistas fundadores se encuentran Raúl
Prebisch, Celso Furtado, Aníbal Pinto y Osvaldo Sunkel. Las nuevas ideas
integraban una escuela de pensamiento más amplia, la economía del desarrollo
(development economics) originada en el Norte, en el ámbito de la transición de
la Sociedad de las Naciones a las Naciones Unidas2. El sistema de ideas que
constituye el estructuralismo latinoamericano original es complejo y la literatura
sobre el tema, abundante. Sobre la base del trabajo de Ricardo Bielschowsky
(1988), se puede sintetizar en ocho proposiciones:
i. La tendencia al deterioro de los términos de intercambio, del que se
dedujo la necesidad de intervención del Estado en la economía.
ii.
El papel central del Estado en la promoción del desarrollo económico.
iii.
El carácter estructural del desarrollo, que no tiene lugar con cualquier
combinación de sectores como presupone la teoría económica neoclásica,
sino debido a la transferencia de mano de obra a sectores con un valor
agregado per cápita más alto, motivo que justificó la política de
industrialización.
iv.
El entendimiento del subdesarrollo no como una etapa anterior al
desarrollo, sino como resultado de la subordinación de la periferia a los
2
Además de los cuatro economistas latinoamericanos citados, también participaron en la
macroeconomía del desarrollo original Albert Hirschman, Arthur Lewis, Gunnar Myrdal, Hans
Singer, Michael Kalecki, Ragnar Nurkse y Rosenstein-Rodan.
4
países que se industrializaron originalmente, fundamento de la tesis sobre
la necesidad de construir una nación en cada país y de una estrategia
nacional de desarrollo para que la recuperación sea satisfactoria.
v.
La oferta ilimitada de mano de obra, que contiene los salarios y causa la
insuficiencia de demanda o de oportunidades de inversión lucrativas para
los empresarios.
vi.
La tesis de la industria naciente, que justificaba la protección arancelaria
de la industria manufacturera y el modelo de industrialización mediante
sustitución de importaciones.
vii.
La convicción de que la estabilidad de precios al mismo nivel de los
países ricos era improbable debido a las imperfecciones del mercado, y
sobre todo a la lenta respuesta de la oferta de alimentos a los aumentos de
la demanda. y
viii.
La creencia de que los países latinoamericanos no disponían del ahorro
necesario para financiar el desarrollo y que la elasticidad-ingreso de sus
importaciones era mayor que la elasticidad-ingreso de sus exportaciones
de bienes primarios a los países ricos, lo que justificaba la búsqueda del
“gran empuje” o el crecimiento con ahorro externo.
Dada esta lista de proposiciones, que se resumen en el cuadro 2, es necesario
saber cuáles de ellas son todavía válidas y cuáles fueron relativamente superadas
dado el cambio de etapa de desarrollo de los países. No se resumirá el contenido
de las ocho tesis, pues se correría el riesgo de realizar una labor incompleta o
inexacta. El objetivo de este artículo es reafirmar la actualidad de por lo menos
cinco (por eso tantos economistas continúan siendo estructuralistas) y sugerir que
tres de ellas tal vez podrían abandonarse por haber sido superadas en el tiempo a
raíz del desarrollo de los países latinoamericanos. Estas últimas son la tesis de la
industria naciente, la tesis de la inflación estructural y la tesis de la necesidad de
ahorro externo para el desarrollo económico. A continuación se examinan
brevemente.
1. Tesis 5: argumento de la industria naciente
El estructuralismo original presuponía que las economías latinoamericanas
estaban apenas comenzando su proceso de industrialización y, en consecuencia,
sus promotores esgrimían el clásico argumento de la industria naciente,
originalmente formulado por Alexander Hamilton, y concluían que era necesario
proteger la industria manufacturera nacional y aplicar la estrategia de
industrialización mediante sustitución de importaciones. Si bien todavía se puede
hablar de industrias nacientes en los países pobres de América Latina, este
argumento no se sostiene más en el caso de los de ingresos medios, donde
continúa necesitándose una política industrial estratégica que apoye
especialmente a las empresas que tienen condiciones para ser competitivas, pero
precisan de un respaldo gubernamental transitorio.
5
2. Tesis 7: inflación estructural
Esta era la tesis más específicamente macroeconómica de la teoría estructuralista
y fue muy importante en el debate de las décadas de 1950 y 1960. No obstante,
también ha sido superada, por lo menos en los países de ingresos medios. Una de
las principales causas de la inflación estructural desde el punto de vista de la
oferta era la producción de bienes agrícolas para consumo interno, cuya oferta no
respondía con la rapidez necesaria a las variaciones en la demanda y en los
precios. El sector externo representaba otra fuente de inflación estructural. Estos
aspectos eran propios de economías en que la producción aún no había asumido
plenamente la lógica capitalista. Visto el desarrollo actual de los mercados de
alimentos y los demás mercados de los países de la región, el argumento de la
lenta respuesta a los aumentos de la demanda que la teoría de la inflación
estructural presuponía perdió gran parte de su validez.
Cuadro 2 - Teoría estructuralista original comparada con la
macroeconomía estructuralista del desarrollo
Tesis
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
Teoría estructuralista original
Macroeconomía estructuralista del
desarrollo
Tendencia al deterioro de los términos Mantenida
de intercambio
Carácter estructural del desarrollo
Mantenida
Papel central del Estado en el desarrollo Mantenida (y modificada): el Estado
desempeña un papel estratégico,
inductor del desarrollo económico
Subdesarrollo como contrapartida del Mantenida
desarrollo
Industria naciente que legitima la Superada (en los países de ingresos
protección arancelaria
medios)
Tendencia a que los salarios crezcan Mantenida (es una de las dos causas
menos que la productividad debido a la estructurales de la insuficiencia de
oferta ilimitada de mano de obra
demanda interna en los países en
desarrollo)
Inflación estructural
Superada (los países de ingresos medios
pueden presentar tasas de inflación
bajas)
Restricción externa o modelo de las dos Abandonada (debido a la crítica a la
brechas
política de crecimiento con ahorro
externo expuesta en la Tesis 11)
Añadida
Un tipo de cambio competitivo es
esencial para el aumento del ahorro
interno y la inversión
Añadida
Tendencia
estructural
a
la
sobrevaluación cíclica del tipo de
cambio (es la causa de insuficiencia de
demanda para exportaciones)
Añadida
Enfermedad holandesa, que sobrevalúa
permanentemente el tipo de cambio e
impide o dificulta la industrialización
Añadida
Crítica a la política de déficit en cuenta
corriente o de crecimiento con ahorro
6
13
externo que aumenta más el consumo
que las inversiones
Al igual que el equilibrio externo, el
equilibrio fiscal es esencial para el
desarrollo económico
Añadida
Fuente: Elaboración propia.
3. Tesis 8: necesidad de ahorro externo
Por último, la tesis de la necesidad de ahorro externo –que como se verá es
central para la teoría convencional y estaba presente en la teoría estructuralista
mediante el modelo de las dos brechas– tampoco se sustenta y debe ser
abandonada. Ese modelo formalizaba la creencia de que los países
latinoamericanos enfrentan una permanente restricción de divisas externas, que
debería sanarse mediante déficits en cuenta corriente financiados por préstamos o
inversiones externas. Sin embargo, no se consideraba que los déficits en cuenta
corriente en que incurrían podían tener una causa más simple y de mercado: la
sobrevaluación crónica del tipo de cambio derivada de la tendencia a la
sobrevaluación cíclica del tipo de cambio (Tesis 10). Una de las causas de esta
última es la política de crecimiento con ahorro externo (Tesis 12), que conduce a
la apreciación de la moneda nacional y a la sustitución del ahorro externo por el
interno.
II.
Cinco tesis adicionales
La macroeconomía estructuralista del desarrollo parte del supuesto keynesiano de
que los principales obstáculos para el crecimiento y el pleno empleo se
relacionan con la demanda. Si bien la oferta también es muy importante –en
especial la educación, el progreso técnico y una buena infraestructura–, el
problema fundamental consiste en aprovechar los recursos disponibles mediante
inversiones que aumenten la capacidad de oferta del país. La macroeconomía
estructuralista que se está definiendo en la primera década del siglo XXI se
caracteriza por presentar dos tendencias estructurales que limitan las
oportunidades de inversión, a saber: la propensión a que la tasa de salarios crezca
menos que la productividad y la tendencia a la sobrevaluación cíclica del tipo de
cambio. La primera limita el crecimiento del mercado interno. Celso Furtado y
los demás miembros de la escuela estructuralista la examinaron y discutieron
ampliamente. La causa fundamental de esta tendencia estriba en la oferta
ilimitada de mano de obra en los países en desarrollo (que constituye la Tesis 6
de la teoría estructuralista).
Los economistas neoclásicos argumentaban que los países en desarrollo debían
crecer mediante la concentración de ingresos y, por ende, los salarios debían
crecer menos que la productividad “porque los ricos ahorran más que los
pobres”. En la práctica esa tesis no se sostiene, en primer lugar, porque no es el
ahorro lo que determina la inversión, sino que es esta la que (debidamente
financiada en forma interna) determina el ahorro y, en segundo lugar, porque los
7
ricos tienen una gran propensión a consumir y su consumo tiende a orientarse a
bienes importados. Por otra parte, cabe recordar que –a largo plazo y suponiendo
un progreso técnico neutro– el aumento de los salarios a la misma tasa del
incremento de la productividad no solo es necesario para que existan
oportunidades de inversión lucrativas para los empresarios, sino que es
compatible con el mantenimiento de la tasa de beneficios a un nivel satisfactorio.
La segunda tendencia y la maniobra intelectual correlacionada de “liberar” al tipo
de cambio del nicho de la teoría monetaria en que estaba escondido o preso y
colocarlo en el centro del proceso del desarrollo económico, son aspectos
esenciales de la nueva macroeconomía estructuralista del desarrollo. De las cinco
tesis adicionales, solo la número 13 (una tesis obvia, pero importante, según la
cual el déficit público debe evitarse responsablemente, excepto en situaciones de
recesión) no se relaciona directamente con el tipo de cambio3.
1. Tesis 9: el tipo de cambio es la variable clave del desarrollo económico
Un tipo de cambio competitivo es fundamental para el desarrollo económico,
porque pone la totalidad del mercado externo a disposición de las empresas
nacionales realmente competentes desde el punto de vista administrativo y
tecnológico. Dado el progreso técnico en curso (la variable básica del
crecimiento desde el punto de vista de la oferta), el desarrollo económico
depende de la tasa de inversión. Sin embargo, un tipo de cambio competitivo
incentiva las inversiones orientadas a la exportación y aumenta en forma
correspondiente el ahorro interno. Asimismo, estimula las inversiones de las
empresas que utilizan tecnología de punta mundial, que no serían competitivas en
el plano internacional si el tipo de cambio estuviera sobrevaluado crónicamente.
Cuando el nivel del tipo de cambio corresponde al “equilibrio industrial”, la
inmensa demanda externa es accesible para las empresas realmente competentes
que utilicen la mejor tecnología disponible. En un país que no sufre la
enfermedad holandesa (son pocos los países en que esto ocurre si se aplica el
concepto amplio), el tipo de cambio de “equilibrio corriente” es el que equilibra
intertemporalmente la cuenta corriente; en los demás países es el tipo que
restringe el desenvolvimiento de algunos sectores económicos que producen
bienes y servicios transables con la tecnología más avanzada.
2. Tesis 10: en los países en desarrollo existe una tendencia a la sobrevaluación
cíclica del tipo de cambio4
Se trata de una tendencia que tiene causas estructurales. En los países en
desarrollo el tipo de cambio no varía en torno de un tipo de equilibrio, como
supone la teoría económica, ni fluctúa en forma ordenada, como supone la teoría
3
Estas tesis y, en forma más amplia, la macroeconomía estructuralista del desarrollo y el nuevo
desarrollismo se abordan en Globalização e competição (Bresser-Pereira, 2010). Sin embargo,
la idea de que el conjunto de modelos presentes en ese libro constituye una macroeconomía
estructuralista del desarrollo no estaba clara para el autor.
4
Esta subsección se basa en Bresser-Pereira y Gala (2007).
8
convencional, ni de manera volátil, como afirman los economistas keynesianos.
Sus ciclos no están determinados por el mercado, sino por las crisis de la balanza
de pagos. Al no haber una política de administración del tipo de cambio que
neutralice esa tendencia, el ciclo comienza con una crisis que determina su
depreciación abrupta y pronunciada. El tipo de cambio que al comienzo del ciclo
está por debajo del “equilibrio corriente” (el que equilibra intertemporalmente la
cuenta corriente del país), se deprecia en forma drástica para luego apreciarse
empujado por dos factores estructurales. En primer lugar, la enfermedad
holandesa lo conduce al nivel de equilibrio corriente y, enseguida, los flujos de
capital atraídos por las tasas de beneficios e interés, que tienden a ser más
elevadas, continúan apreciándolo y generan un déficit en cuenta corriente. Esta
atracción estructural, sumada a políticas equivocadas que no son estructurales
pero sí recurrentes, sigue apreciando el tipo de cambio hasta que una nueva crisis
de la balanza de pagos interrumpe el proceso. Dichas políticas erróneas incluyen
la de crecimiento con ahorro externo, la de ancla cambiaria, la de ancla cambiaria
disfrazada de política de metas de inflación, la de “profundización financiera” y,
por último, el populismo cambiario. En la medida en que las autoridades del país
practiquen esas políticas, pero al mismo tiempo continúen negándose a
administrar el tipo de cambio, el país entrará en déficit en cuenta corriente, se
endeudará y gradualmente perderá la confianza de los acreedores. En
determinado momento, estos interrumpirán la financiación en forma repentina, es
decir, dejarán de prorrogar el pago de la deuda externa del país, y este entrará en
una crisis de la balanza de pagos que, una vez más, depreciará la moneda
nacional.
3. Tesis 11: enfermedad holandesa5
La enfermedad holandesa es una falla de mercado que sobrevalúa de manera
permanente el tipo de cambio, pero es compatible con el equilibrio intertemporal
de la cuenta corriente. Si bien Celso Furtado (2008) se acercó al concepto de
enfermedad holandesa al estudiar la economía venezolana, este obstáculo mayor
para la industrialización de los países en desarrollo no fue tenido en cuenta por la
teoría económica del desarrollo y la teoría estructuralista latinoamericana. No
obstante, esa falla de mercado se percibía en forma intuitiva. En última instancia,
los aranceles de importación defendidos por los estructuralistas latinoamericanos
no eran esencialmente proteccionistas, sino una forma efectiva de neutralizar esa
enfermedad desde el punto de vista de las importaciones. Por otra parte, en los
países en que se subsidiaron las exportaciones de bienes industriales en los años
setenta (entre ellos el Brasil y México), también se estaba neutralizando la
enfermedad holandesa desde el punto de vista de las exportaciones, sin que esto
estuviera claro para los promotores de los subsidios. El arancel, por una parte, y
el subsidio, del que quedaban excluidos los productos básicos que originaban la
enfermedad holandesa, por otra, terminan por ser equivalentes, en la práctica, a
un impuesto sobre esos productos básicos, impuesto que constituye la forma
5
Esta subsección se basa en Bresser-Pereira (2008).
9
correcta de neutralizarla6.
La enfermedad holandesa o la maldición de los recursos naturales pueden
definirse como la sobrevaluación crónica del tipo de cambio de un país. Esta es
causada por las rentas ricardianas que el país obtiene al explotar recursos
abundantes y baratos, cuya producción comercial es compatible con un tipo de
cambio de equilibrio corriente claramente más apreciado que el tipo de cambio
de equilibrio industrial –el que favorece la competitividad de los demás sectores
económicos productores de bienes transables que utilizan tecnología de punta
mundial. Definida en estos términos, la enfermedad holandesa es una falla de
mercado que, al no hacer viables sectores económicos de bienes transables
eficientes y sofisticados desde el punto de vista tecnológico, impide el cambio
estructural –la diversificación industrial del país– que caracteriza al desarrollo
económico. Algunos autores distinguen la enfermedad holandesa de la maldición
de los recursos naturales: mientras que la primera sería una falla de mercado, la
segunda derivaría de la corrupción o del sistema de captación de rentas que la
abundancia de esos recursos propicia en países con un Estado débil,
frecuentemente dominado por intereses privados. Si bien el problema de la
corrupción existe en todos los países y es más grave en países pobres donde las
rentas ricardianas son captadas por individuos corruptos, los dos conceptos no se
diferenciarán porque, por una parte, la corrupción no es un problema económico
sino criminal, y por otra, porque el énfasis en la corrupción supone dejar de lado
el fenómeno económico propiamente dicho: la sobrevaluación permanente o
crónica del tipo de cambio que la enfermedad holandesa o la maldición de los
recursos naturales provocan.
La enfermedad holandesa es un problema de larga data, propio de las economías
monetarias, pero recibió ese nombre porque fue identificada en Holanda en los
años sesenta, cuando los economistas de ese país verificaron que el
descubrimiento de gas natural y su exportación estaban apreciando el tipo de
cambio y amenazaban con destruir toda su industria. Los primeros trabajos
académicos aparecieron recién en la década de 1980 (Corden y Neary, 1982;
Corden, 1984) y la literatura sobre el tema es escasa e insuficiente aun en la
actualidad. La enfermedad holandesa es permanente o crónica porque el mercado
no la controla. Las exportaciones de productos básicos originan rentas ricardianas
para el país y al mismo tiempo definen el tipo de cambio de equilibrio corriente.
De ese modo, la sobrevaluación es compatible con el equilibrio intertemporal de
las cuentas externas y puede, por ende, producir efectos negativos en una
economía por tiempo indefinido.
Debido a que la enfermedad holandesa define el tipo de cambio de equilibrio
corriente a un nivel más apreciado que el del equilibrio industrial (diferencia que
6
Por ejemplo, en la década de 1970, el arancel medio de importación en el Brasil era del 50%,
mientras que el subsidio a la exportación de productos manufacturados era también del 50% en
promedio. De esta forma, los bienes agropecuarios que no contaban con el subsidio pagaban un
“impuesto disfrazado” del 33,3% sobre el precio exportado.
10
determina la gravedad de la maldición de los recursos naturales), los bienes
producidos con tecnología de punta no son viables económicamente en un
mercado competitivo. En consecuencia, en un país que padece esa enfermedad,
una empresa de bienes transables que adopta la mejor tecnología mundial solo
será viable si su productividad es superior a la de los demás países competidores
en un grado igual o mayor que la sobrevaluación causada por la enfermedad. Sin
embargo, se trata de una condición poco realista.
Los síntomas más importantes de la enfermedad holandesa son la sobrevaluación
cambiaria, el poco crecimiento del sector manufacturero, el rápido crecimiento
del sector de servicios, los salarios medios elevados con respecto al nivel de
desarrollo económico del país, y el desempleo (Oomes y Kalcheva, 2007). Al
tratarse de una falla de mercado relativa a la demanda que limita la existencia de
oportunidades de inversión en la industria manufacturera, esta solo existe cuando
hay desempleo o, en otras palabras, cuando el país dispone de condiciones
técnicas y administrativas para invertir en la producción de bienes con tecnología
más sofisticada y salarios más altos, pero el tipo de cambio vigente impide que
esas inversiones se realicen. No obstante el desempleo, la enfermedad holandesa
supone salarios artificialmente elevados. Sin embargo, también puede ocurrir que
los salarios sean bajos debido a la abundancia y desorganización de la mano de
obra. La distribución de las rentas ricardianas que conlleva la enfermedad
holandesa variará de país a país, dependiendo de la capacidad de presión o del
sistema de captación de rentas de los diversos grupos.
Los países afectados por la enfermedad holandesa exportan desde hace mucho
tiempo un recurso natural, pero nunca se industrializaron o lograron
industrializarse durante algún tiempo porque en ellos se neutralizó dicha
enfermedad (en forma consciente o inconsciente), pero al adoptar la apertura
financiera perdieron el control sobre el tipo de cambio y entraron en un proceso
de desindustrialziación prematura. En el primer caso, nunca se neutralizó la
enfermedad holandesa, que asume un carácter relativamente permanente. Un
síntoma evidente es el hecho de que ese país no produzca otros bienes transables,
excepto aquellos beneficiados por las rentas ricardianas de la enfermedad
holandesa. Si un país tiene una considerable producción y exportación de
recursos naturales que le permitieron acumular capital y crear una clase
empresarial importante, pero carece de una industria de bienes transables, es
signo de que sufre de un grave caso de enfermedad holandesa.
La gravedad de la enfermedad holandesa obedece a la diferencia entre el tipo de
cambio de equilibrio industrial y el de equilibrio corriente. Cuanto mayor sea la
diferencia, más grave será la enfermedad. Por otra parte, la neutralización de la
enfermedad holandesa se logra cuando la política de administración del tipo de
cambio promueve su competitividad, al llevarlo del nivel de equilibrio corriente
al nivel de equilibrio industrial. En consecuencia, un tipo de cambio competitivo
es igual al tipo de cambio de equilibrio industrial. La neutralización de la
enfermedad holandesa se realiza, sobre todo, mediante la aplicación de un
impuesto o retención sobre las exportaciones del producto básico igual a la
11
diferencia en moneda de los dos tipos de cambio, que implicaría una cuasi
contracción de la curva de la oferta hasta el nivel industrial. Esta medida es
eficaz porque, después del impuesto, las empresas que exportaban el producto
básico de forma rentable al tipo de cambio de equilibrio corriente, solo pueden
producir y exportar si el tipo de cambio se encuentra en el equilibrio industrial
que favorece la competitividad de los demás sectores económicos de bienes
transables. Al establecer un impuesto, sería ideal que el gobierno no gastara los
recursos, sino que los utilizara para crear e invertir en un fondo soberano, de
modo de no presionar el tipo de cambio con entradas de capitales del gobierno. Si
el tipo de cambio corresponde al equilibrio industrial, el país tendrá un superávit
en cuenta corriente y, si aplica el recurso en un fondo soberano, un superávit
fiscal.
¿Cómo se puede medir la gravedad de la enfermedad holandesa g? ¿Cuál debe
ser el impuesto sobre el valor de venta del bien que lo conduce del equilibrio
corriente al industrial? La gravedad de la enfermedad será igual a la diferencia
entre el tipo de cambio de equilibrio industrial: ei y el tipo de equilibrio corriente:
ec, dividida entre la exportación, x.
g = (ei - ec) / x
Un ejemplo sencillo ayuda a comprender el problema. Supongamos el país A y el
país B. En el país A la enfermedad holandesa es leve, de modo que el tipo de
cambio de equilibrio corriente (ec) es de 2 y el de equilibrio industrial (ei) es de 3
unidades monetarias del país A por dólar. En el país B la enfermedad es grave: el
tipo de cambio de equilibrio corriente es el mismo, pero el tipo de cambio de
equilibrio industrial es de 40 unidades monetarias de ese país por dólar. Por ende,
la gravedad de la enfermedad holandesa en el país A es relativamente pequeña,
del 33,3% en relación con el precio de venta del bien en moneda local, mientras
que en el país B es mucho mayor, pues alcanza al 95%.
gA = (3 – 2) / 3 = 33,3%
gB = (40 – 2) / 40 = 95%
Para neutralizar la enfermedad holandesa en el país A bastará un impuesto del
33,3%, mientras que en el país B será necesario un impuesto del 95%. En un país
productor de bienes agropecuarios la gravedad de la enfermedad holandesa
deberá ser similar al caso A, mientras que en un país exportador de petróleo
podrá llegar al nivel del caso B.
4. Tesis 12: la política de crecimiento con ahorro externo supone generalmente una
alta tasa de sustitución del ahorro interno por el externo7
La política de crecimiento con ahorro externo o déficits en cuenta corriente y
endeudamiento externo no se traduce en el aumento esperado de la inversión,
7
Esta subsección se basa en Bresser-Pereira (2010, cap. 4).
12
sino en la sobrevaluación del tipo de cambio y la sustitución del ahorro interno
por el externo. Como se ha mencionado, la tendencia a la sobrevaluación cíclica
del tipo de cambio se deriva, en primer lugar, de la enfermedad holandesa –que
lleva el tipo de cambio al equilibrio corriente– y, a continuación, de los factores
que estimulan la entrada de capitales. Entre esos factores, la política de
crecimiento con ahorro externo es el más importante, pues conlleva los mayores
peligros o riesgos para el país. Los autores de la macroeconomía estructuralista
del desarrollo consideran falsa la tesis “obvia” de la teoría económica
convencional, según la cual los países en desarrollo necesitan ahorro externo para
crecer. Solo en algunos casos el déficit en cuenta corriente, retóricamente
llamado de ahorro externo, ayuda al país a desarrollarse. En general, este provoca
una elevada tasa de sustitución del ahorro interno por el externo, de modo que
aumentan el consumo y la deuda externa en lugar de la inversión. Si las reservas
internacionales del país son constantes, el tipo de cambio se apreciará o será
competitivo, dependiendo del saldo o déficit en cuenta corriente propuesto por
los encargados de la formulación de políticas8. Cuanto más se aprecie el tipo de
cambio, más altos serán los salarios (de los trabajadores) y las remuneraciones
(de la clase media profesional) reales, porque baja el precio relativo de los bienes
de consumo transables internacionalmente con respecto a los precios de los
servicios no transables, entre los que se encuentran los salarios y las
remuneraciones. En consecuencia, las ganancias de los capitalistas disminuirán,
ya sea porque –desde el punto de vista de los ingresos– los salarios y las
remuneraciones aumentaron, como porque –desde el punto de vista de la
demanda– las empresas verán reducirse sus expectativas de beneficios respecto
de las inversiones orientadas a la exportación y, por ende, invertirán menos. La
elasticidad de los salarios y las remuneraciones reales en relación con la
variación del tipo de cambio será mayor para cada familia cuanto mayores sean
su propensión marginal a consumir y la sensibilidad de las exportaciones e
importaciones al tipo de cambio. Por consiguiente, además de depender
sustancialmente del nivel de productividad de la economía y de su patrón de
distribución del ingreso, los beneficios, salarios y remuneraciones dependen del
tipo de cambio.
En el supuesto de que los trabajadores reciben un salario nominal y adquieren
bienes transables y no transables, su costo de vida y su salario real dependerán
del cambio nominal y de la proporción de bienes transables en su canasta de
consumo. Suponiendo, además, que los precios se forman en la economía de
acuerdo con la conocida regla kaleckiana que relaciona el nivel de precios con el
salario nominal, el nivel de productividad y el margen de beneficio, se deduce
que una desvalorización del tipo de cambio (que por definición es el aumento del
precio de los bienes y servicios transables con respecto a los no transables)
8
La existencia de déficit en cuenta corriente se vincula con la relativa apreciación del cambio y,
por lo tanto, podría suponer una presión de mercado para depreciarlo y eliminar el déficit. Sin
embargo, hablar de una “estrategia” significa que las autoridades económicas están satisfechas
con el déficit y, sobre todo mediante una política de intereses altos, que procuran mantener el
tipo de cambio en el nivel relativamente apreciado compatible con este.
13
significará una reducción del salario real, pues la canasta de consumo del
trabajador –constituida principalmente por bienes transables– costará más.
Con respecto a los beneficios se sabe que, por una parte, la tasa de beneficio es lo
opuesto de la tasa de salario y, por otra, depende de las inversiones. A su vez,
además de depender de la tasa de beneficio esperada en virtud de la tasa de
interés, a tasa de inversiones depende de la demanda por exportaciones (que, por
su vez, dependen de la existencia de un tipo de cambio de equilibrio o
competitivo)..
Dadas esas premisas, se examinará la manera en que la política de crecimiento
con ahorro externo incrementará la tasa de sustitución del ahorro interno por el
externo. Este análisis se puede realizar tanto desde el punto de vista de la
demanda y de los ingresos, como de la oferta. En el primer caso, cuando el tipo
de cambio se aprecia disminuyen las expectativas de beneficios en la realización
de inversiones orientadas a las exportaciones y con ellas las ganancias y el ahorro
interno, de modo que el ahorro externo sustituye al interno en lugar de
aumentarlo. Desde el punto de vista de la oferta, el incremento real de los
salarios de los trabajadores y de las remuneraciones de la clase media profesional
supondrá un crecimiento del consumo. En consecuencia, disminuye el ahorro
interno y, del mismo modo, el ahorro externo lo sustituye en lugar de
acrecentarlo.
Se podría argumentar que el aumento de los salarios de los trabajadores en las
economías de desarrollo medio –en las que prevalece una elevada concentración
del ingreso– no es algo negativo y que no necesariamente reducirá la tasa de
beneficios si la demanda es insuficiente. Es preciso aclarar que los incrementos
salariales derivados de la disminución de los intereses, alquileres y ganancias
especulativas son siempre bienvenidos en una economía nacional. Después de
todo, el objetivo principal de las políticas de desarrollo económico es el de subir
los salarios o los niveles de vida. Sin embargo, no se considera que el aumento
artificial de los salarios mediante la sobrevaluación del tipo de cambio sea una
las formas deseables para hacerlo.
¿De qué depende la tasa de sustitución del ahorro interno por el externo? Desde
el punto de vista de la oferta o del ingreso, esa tasa depende de la variación de los
salarios y las remuneraciones con respecto a la apreciación del cambio, de la
variación de los beneficios en relación con el cambio (dos relaciones que pueden
considerarse razonablemente estables) y, sobre todo, de la propensión marginal al
consumo. Esta, a su vez, dependerá de la diferencia entre la tasa de interés y la
tasa de beneficios, o sea, de las oportunidades de inversión vigentes en la
economía. En una situación normal las oportunidades de inversión lucrativa serán
modestas y, en consecuencia, la propensión marginal al ahorro será elevada. Al
registrarse un crecimiento acelerado y grandes oportunidades de beneficios, la
clase capitalista destinará a la inversión una parte mayor de sus ingresos
esperados y obtenidos aumentando su tendencia marginal a invertir, y habrá
también un incremento de la tendencia marginal al consumo sobre la base del
14
crecimiento de los salarios de la clase obrera y, sobre todo, de las remuneraciones
de la clase media. Por consiguiente, la tasa de sustitución del ahorro interno por
el externo será menor de lo que sería si las expectativas de beneficios fueran
normales.
En términos formales, la tasa de sustitución del ahorro interno por el externo
puede medirse en forma simple. Dadas la propensión marginal al consumo y la
elasticidad de las inversiones con respecto a las exportaciones, la tasa de
sustitución del ahorro interno por el externo ( z ) es igual a 1 menos la variación
en la tasa de inversión (I/Y, siendo I la formación de capital e Y el producto) o
ahorro total dividida por la variación en la tasa de ahorro externo (S) en el
período considerado.
z = 1- (I/Yt – I/Yt-1) / (S/Yx1- S/Yxt-1)
Si, por ejemplo, en un determinado período la tasa de inversión varía del 20% al
21% del PIB, mientras que el déficit en cuenta corriente o ahorro externo
aumenta un 4% del PIB en ese mismo período, la tasa de sustitución del ahorro
interno por el externo será del 75%. Solo el 25% del dinero recibido del exterior
se transformará efectivamente en inversión, mientras que el 75% restante se
destinará al consumo.
5. Tesis 13. Responsabilidad fiscal: el déficit público debilita al Estado, causa
inflación y debe evitarse excepto en momentos de recesión
Esta tesis es evidente, estaba implícita en la teoría estructuralista y sus
principales representantes nunca la cuestionaron, pero fue objeto de una grave
distorsión en la medida que, sobre todo en los años ochenta, un determinado
sector del keynesianismo criticaba a los economistas ortodoxos por defender la
responsabilidad fiscal y proponía déficits fiscales crónicos para combatir la
insuficiencia de demanda. Keynes distinguió el presupuesto corriente del de
capital y reclamó el equilibrio del primero (Keynes, 1980, vol. 27, cap. 5).
Bresser-Pereira y Fernando Dall’Acqua (1981) defendieron a Keynes contra ese
tipo de populismo. Recientemente, Robert Skidelsky (2009), el notable biógrafo
de Keynes, retomó el tema al afirmar que Keynes no era un apóstol de los
déficits fiscales, sino que al contrario él pensaba que en general los presupuestos
del Estado deberían presentar superávit. Luiz Fernando de Paula (2008, pág.
225), por su parte, señaló que “Keynes sostenía que el presupuesto ordinario
debería estar equilibrado todo el tiempo o inclusive registrar un superávit, que
debería transferirse al presupuesto de capital, visto que este podría estar
transitoriamente desequilibrado”.
Al igual que con respecto a los déficits en cuenta corriente, los teóricos de la
macroeconomía estructuralista del desarrollo se oponen a los déficits públicos,
excepto en situaciones especiales. Ellos consideran que ambos tipos de déficit
son formas que desorganizan y debilitan el sistema económico: en un caso se
trata de irresponsabilidad fiscal y en el otro de irresponsabilidad cambiaria. Para
que haya desarrollo con estabilidad es necesario que la economía del Estado15
nación sea solvente, mientras que los déficits en cuenta corriente debilitan al
Estado, lo vuelven dependiente de los acreedores externos y causan inflación.
También es necesario que el Estado sea capaz, porque esta institución es el
instrumento de acción colectiva por excelencia de la nación y de su
reglamentación depende el buen funcionamiento de los mercados. Los déficits
presupuestarios solo pueden debilitarlo.
III.
Análisis comparado de los enfoques cambiarios para los países en
desarrollo
Sobre la base de las cuatro tesis referidas al tipo de cambio, y en el marco del
ciclo cambiario, es posible ver y comparar en el gráfico 1 tres enfoques sobre el
tipo de cambio en los países en desarrollo: el enfoque de la teoría convencional,
según el cual el tipo de cambio varía en forma ordenada en torno del tipo de
cambio de equilibrio corriente; el de la teoría keynesiana, de acuerdo con el cual
el tipo de cambio varía en forma volátil, pero aún alrededor del tipo de cambio de
equilibrio corriente; y la tesis de la macroeconomía estructuralista del desarrollo,
que sostiene que hay una tendencia a la sobrevaluación cíclica del tipo de
cambio. Se presupone que el país sufre la enfermedad holandesa, de modo que se
distingue una línea para el tipo de cambio de equilibrio corriente y otra para el
tipo de cambio de equilibrio industrial. Mientras que para las teorías
convencional y keynesiana el mercado controla el tipo de cambio, en el caso de
la macroeconomía estructuralista del desarrollo ese papel corresponde a la crisis
de la balanza de pagos. En la ordenada del gráfico 1 se detalla el tipo de cambio
en términos de moneda nacional/moneda de reserva, de modo que cuanto más
baja sea la posición en la curva de cambio, más se apreciará la moneda nacional.
16
Gráfico 1
Tendencia del tipo de cambio a la sobrevaluación
?
e
e
Tipo de cambio de equilibrio industrial
?
1
Enfermedad holandesa
Tipo de cambio de equilibrio corriente
?
2
C
r
i
s
i
s
Déficit en cuenta
corriente
tendencia a sobrevalorizacao
equil indust
equil CC
C
r
i
s
i
s
ortodoxos
Fuente: Elaboración propia.
Dada la suposición de que el gobierno no administra el tipo de cambio, la
tendencia a la sobrevaluación cíclica del tipo de cambio ocurre bajo la forma de
un ciclo relativamente largo iniciado y terminado por crisis cambiarias o de la
balanza de pagos. Como puede observarse en el gráfico 1, en el momento de la
crisis –interrupción repentina de la financiación derivada de la pérdida de
confianza de los acreedores externos– tiene lugar una brusca depreciación que
puede conducir al tipo de cambio a un nivel superior al del equilibrio industrial.
A partir de ese momento, comienzan a operar las fuerzas que conducen a la
apreciación de la moneda nacional en los países en desarrollo. Si el país sufre la
enfermedad holandesa, esta llevará el tipo de cambio al nivel de equilibrio
corriente. Si la enfermedad es grave, este primer movimiento ya representará una
considerable apreciación. No obstante, como la enfermedad holandesa es
compatible con el equilibrio intertemporal de la cuenta corriente, la apreciación
causada por ella se detendrá en ese punto. A continuación, el tipo de cambio
continuará apreciándose y entrará en el área de déficit en cuenta corriente. La
causa estructural de este segundo movimiento radica en que los beneficios y los
intereses de mercado son más elevados en los países en desarrollo. Sin embargo,
son más importantes las causas de política económica que continúan presionando
a la baja al tipo de cambio porque atraen capitales externos: i) la política de
crecimiento con ahorro externo; ii) la política de ancla cambiaria; iii) la política
de metas de inflación, que en realidad utiliza el cambio como ancla cambiaria; y
17
keynesianos
iv) la “profundización financiera”, o sea, la elevación de los intereses reales para
“volver más racional la actividad económica” y atraer capitales. Estas cuatro
políticas forman parte del recetario convencional. A ellas se suma una práctica de
los políticos locales, el populismo cambiario, que consiste en fijar el tipo de
cambio o permitir que se aprecie para que la inflación disminuya, los salarios
reales aumenten y el político sea reelecto (si la crisis de la balanza de pagos no
sobreviene antes).
Cuando el tipo de cambio cruza la línea o faja de equilibrio corriente, el déficit
del país debe ser financiado. Asimismo, la deuda externa continuará necesitando
financiamiento. Durante un período considerable, la prórroga del pago y el
aumento de la deuda externa se hacen con facilidad, porque los acreedores
externos están satisfechos con los altos intereses y comisiones que reciben. Sin
embargo, a partir de un determinado momento, ya sea porque la relación entre la
deuda y las exportaciones se está volviendo demasiado elevada (explicación
básica para las crisis cambiarias en América Latina) o porque el ritmo del
crecimiento del déficit en cuenta corriente se acentúa demasiado (como ocurrió
en cuatro países asiáticos en 1997), los acreedores terminan por perder la
confianza y suspenden los nuevos préstamos, incluidos los de simple prórroga
del pago de la deuda. Entonces estalla la crisis y se registra nuevamente una
abrupta depreciación de la moneda nacional.
IV.
Viejo y nuevo desarrollismo
Después de esta breve presentación de la macroeconomía estructuralista del
desarrollo, se describirá en forma resumida el nuevo desarrollismo. La mejor
forma de hacerlo es compararlo con el viejo desarrollismo y, a continuación, con
la ortodoxia convencional o las políticas del Consenso de Washington. Se
continúa haciendo referencia a los países de ingresos medios. Si bien las tesis de
la macroeconomía estructuralista del desarrollo también se aplican a los países
pobres, es necesario realizar varias adaptaciones.
La comparación entre el viejo y el nuevo desarrollismo se resume claramente en
el cuadro 3. De esa forma, y debido a la limitación de espacio, en lugar de
discutir cada uno de los cinco pares de políticas, solo se describirán algunos
aspectos generales. Los cambios no constituyen una crítica al nacionaldesarrollismo, sino que reflejan el hecho de que esa estrategia nacional de
desarrollo se refiere a los países pobres, mientras que el nuevo desarrollismo
presupone países de ingresos medios. Para examinar la situación en los países
pobres es necesario hacer adaptaciones. La primera diferencia –la transición de
una industrialización sustitutiva de importaciones a una industrialización
orientada a las exportaciones– refleja bien este hecho. El nuevo desarrollismo
defiende el modelo exportador y considera que el modelo de sustitución de
importaciones ha sido superado. En el modelo exportador, los países en
desarrollo tienen la posibilidad de utilizar dos grandes ventajas: la mano de obra
barata y la posibilidad de comprar o copiar la tecnología disponible. Por otra
18
parte, si se adopta esa estrategia, las autoridades económicas que hacen política
industrial en favor de sus empresas pasarán a basarse en un criterio de eficiencia:
solo las empresas eficientes en la medida necesaria para exportar se beneficiarán
de la política industrial.
Cuadro 3 - Viejo y nuevo desarrollismo
Viejo desarrollismo
Nuevo desarrollismo
1. Industrialización orientada por el Estado y
basada en la sustitución de importaciones
1. Industrialización orientada a las
exportaciones, combinada con consumo
masivo en el mercado interno
2. Corresponde al Estado crear
oportunidades de inversión y reducir la
desigualdad económica
3. La política industrial es secundaria pero
estratégica
4. Oposición los dos déficits. Si el país sufre
la enfermedad holandesa, deberá presentar
superávit fiscal y en la cuenta corriente
5. Ninguna condescendencia con respecto a
la inflación
2. Papel central del Estado en la obtención
de ahorro forzado y la realización de
inversiones
3. La política industrial es central
4. Ambigüedad en relación con los déficits
público y en cuenta corriente
5. Relativa condescendencia con respecto a
la inflación
Fuente: Elaboración propia.
Según el nacional-desarrollismo, una de las tareas del Estado consistía en
completar la acumulación primitiva de capital y promover la revolución
industrial, en tanto que para el nuevo desarrollismo el papel del Estado
disminuye y el del mercado se acrecienta. De acuerdo con el nuevo
desarrollismo, el Estado todavía puede y debe promover el ahorro forzado e
invertir en algunos sectores estratégicos, pero el sector privado nacional tiene
recursos y capacidad empresarial para realizar buena parte de las inversiones
necesarias. En forma análoga, la política industrial, que era fundamental en el
marco del viejo desarrollismo, continúa siendo importante en el nuevo, pero es
estratégica y debe orientarse a sectores específicos y empresas con capacidad
para competir a nivel internacional.
El nuevo desarrollismo no es proteccionista, sino que hace hincapié en la
necesidad de un tipo de cambio competitivo y lo identifica con el tipo de cambio
de equilibrio industrial. Se presume que los países de desarrollo medio superaron
la fase de la industria naciente, pero todavía tienen que enfrentar el problema de
la “enfermedad holandesa” y por ello deben neutralizarla para crecer. La
neutralización de la enfermedad holandesa no supone proteccionismo, sino la
administración del tipo de cambio mediante, sobre todo, la aplicación de un
impuesto sobre los productos básicos que la originan. Como enseña la
microeconomía, un impuesto lleva la curva de la oferta del bien hacia arriba,
porque los productores solo estarán dispuestos a producir a un precio mayor. Si
se trata de exportación, y si el precio internacional estuviera dado, los
19
productores solo estarán dispuestos a producir si el tipo de cambio se deprecia
por el valor correspondiente al impuesto, conduciendo el tipo de cambio del
equilibrio corriente al equilibrio industrial para así mantener el producto básico
lucrativo, al mismo tiempo que se hace viable la competitividad a nivel
internacional del resto de la industria que utiliza tecnología de punta.
La estrategia no proteccionista del nuevo desarrollismo no implica que las
autoridades de los países deban estar dispuestas a una apertura indiscriminada.
Estas deben negociar pragmáticamente aperturas con contrapartida, en el ámbito
de la Organización Mundial del Comercio y de los acuerdos regionales. En
particular, no significa que el país deba renunciar a la implementación de
políticas industriales. Si bien el espacio para esas políticas se redujo como
resultado de los desfavorables acuerdos de la Ronda Uruguay, todavía hay
margen para la formulación de políticas estratégicas que tengan en cuenta las
ventajas comparativas futuras, en la medida en que las empresas apoyadas sean
exitosas.
V.
Ortodoxia convencional y nuevo desarrolismo
Pese a que se relacionan íntimamente, para comparar el nuevo desarrollismo con
la ortodoxia convencional se pueden distinguir las estrategias de desarrollo de las
de estabilidad macroeconómica. Se comenzará por las diferencias más
directamente vinculadas al desarrollo económico o al mediano plazo. Estas
diferencias están implícitas en el análisis de las 13 tesis y se resumen en el
cuadro 4, de modo que solo se presentará una breve discusión. Al contrario de lo
que ocurre al comparar el viejo y el nuevo desarrollismo, el problema general en
este caso no es un cambio de nivel de desarrollo, sino de políticas equivocadas:
en la ortodoxia convencional se propone un conjunto de reformas y políticas
económicas (muchas de las cuales están contaminadas por el fundamentalismo de
mercado) que no interesan a los países en desarrollo, pero sí a sus competidores
en el marco de la globalización, es decir, a los países ricos.
Cuadro 4 - Ortodoxia convencional y nuevo desarrollismo (crecimiento)
Ortodoxia convencional
1. La nación no tiene un papel económico
2. Las instituciones fundamentales para el
crecimiento son la garantía de los derechos
de propiedad y de los contratos
3. Se deben realizar reformas para reducir el
tamaño del Estado y desregular los
mercados
4. El Estado no debe realizar política industrial
ni política de redistribución
Nuevo desarrollismo
1. La nación es el agente responsable de la
definición de una estrategia nacional de
desarrollo
2. La institución clave para el crecimiento es la
estrategia nacional de desarrollo
5. No existen tendencias estructurales que han
de neutralizarse
20
3. Se deben realizar reformas para fortalecer al
Estado y a los mercados, que deben estar
bien regulados
4. La política industrial debe ser limitada y
estratégica, y jugar un papel destacado en
la distribución del ingreso
5. Se debe neutralizar la tendencia a la
sobrevaluación de la moneda y a que los
salarios crezcan menos que la
productividad
6. El crecimiento debe basarse en el ahorro
interno
6. El crecimiento debe ser financiado en buena
medida por ahorro externo
Fuente: Elaboración propia.
Mientras que la ortodoxia ignora el problema de la nación o presupone que en los
tiempos de la globalización los Estados-nación perdieron importancia, los
teóricos del nuevo desarrollismo afirman que la nación es el agente fundamental
del desarrollo económico en el marco de competencia generalizada que
caracteriza a la globalización. Porque a la nación –a las clases sociales
razonablemente de acuerdo entre sí– corresponde definir una estrategia nacional
de desarrollo o de competencia internacional. Al contrario de lo que afirman los
economistas y especialistas políticos neoinstitucionales, la institución
fundamental para el desarrollo no es la garantía de la propiedad y de los
contratos. Esa garantía es necesaria, pero los empresarios son hombres y mujeres
que aceptan el riesgo a cambio de la oportunidad de beneficiarse y crecer. La
institución o el conjunto de instituciones que desempeñan ese papel es la
estrategia nacional de desarrollo.
La ortodoxia convencional sostiene el fundamentalismo de mercado, la noción de
que “en el principio era el mercado”, una entidad que –de ser libre– coordina
todo en forma óptima. Por otra parte, en el nuevo desarrollismo se considera al
mercado como una institución eficiente para coordinar sistemas económicos,
pero se conocen sus limitaciones. Los buenos mercados, los mercados eficientes,
son mercados regulados. La tarea que mejor realizan consiste en la asignación de
los factores, pero aun en ese aspecto presentan problemas. Así, dejan mucho que
desear en lo referente al estímulo a la inversión y la innovación, y su capacidad
para mantener la estabilidad de los mercados financieros es insuficiente. En el
plano de la distribución del ingreso, los mercados son un mecanismo
definitivamente insatisfactorio, porque premian a los más fuertes y a los más
capaces. Los ortodoxos convencionales reconocen las falencias del mercado,
pero afirman que las fallas del Estado al intentar remediarlas son peores. El
nuevo desarrollismo rechaza ese pesimismo acerca de la capacidad de acción
colectiva y promueve la capacidad del Estado, no a expensas de los mercados,
sino para que estos también sean fuertes. Si los hombres son capaces de construir
instituciones para reglamentar las actividades humanas, incluido el propio
mercado, no hay motivo por el cual no serían capaces de fortalecer al Estado
como aparato u organización, aumentando la legitimidad de su gobierno, la
solidez de sus finanzas y la eficiencia de su administración, y como orden
jurídico, adecuando sus instituciones cada vez más a las necesidades sociales. La
política y la democracia existen precisamente para eso.
Tal como el nuevo desarrollismo se opone a la apertura o globalización
financiera, es favorable a la globalización comercial, a una economía
comercialmente abierta, competitiva. No obstante, sus defensores saben de la
necesidad de utilizar las negociaciones internacionales para obtener
contrapartidas, ya que los mercados mundiales están lejos de ser libres. Tanto el
21
nuevo desarrollismo como la ortodoxia convencional están en favor de mercados
de trabajo más flexibles, sin embargo, en el nuevo desarrollismo –sobre la base
de la experiencia originalmente escandinava, pero cada vez más europea, de la
“flexiguridad”– no se confunde flexibilidad con falta de protección, mientras que
la ortodoxia convencional propone una flexibilización que precariza la fuerza de
trabajo y reduce los salarios9.
Al pasar del mediano al corto plazo se observa una diferencia fundamental entre
el nuevo desarrollismo y la ortodoxia convencional, que consiste en el hecho de
que esta última pregona con gran vigor algo que considera evidente: los países en
desarrollo no tendrían recursos para financiar su crecimiento y, por ende,
deberían recurrir al ahorro externo, es decir, incurrir en déficit en cuenta corriente
(definición de ahorro externo) y financiarlo con préstamos o financiación directa.
Ya se ha visto que esta política solo es eficaz en los pocos momentos en que el
país ya está creciendo mucho y la propensión marginal al ahorro disminuye. En
la gran mayoría de los casos es una política errónea que no aumenta la inversión,
sino que promueve la sustitución del ahorro interno por el externo. Según el
nuevo desarrollismo, crecer con los ahorros propios no solo es posible sino
necesario, como hacen todos los países que se desarrollaron originalmente y en la
actualidad son ricos. Esto no significa que el nuevo desarrollismo se oponga a la
inversión extranjera directa, sino que se opone a los déficits en cuenta corriente.
Es perfectamente posible beneficiarse de la tecnología que traen las inversiones
directas sin utilizarlas para financiar déficits en cuenta corriente, como se hace en
China.
Cuadro 5 - Ortodoxia convencional y nuevo desarrollismo (macro)
Ortodoxia convencional
Nuevo desarrollismo
7. El banco central tiene un único
mandato: la inflación. Los demás
objetivos deben ser perseguidos por
el resto del gobierno
8. El modelo fiscal debe definirse en
términos de superávit primario
7. El gobierno y el banco central tienen
tres mandatos: la inflación, el tipo de
cambio y el empleo –todos esenciales
para el desarrollo
8. El modelo fiscal debe definirse de
forma más rigurosa en términos de
déficit público y ahorro público
9. El tipo de cambio debe ser flotante pero
administrado; el objetivo es el tipo de
cambio de equilibrio industrial
10. El banco central y el gobierno pueden,
además, comprar reservas e imponer
controles de capital, entre otras cosas
9. El tipo de cambio debe ser flotante:
no debe haber metas ni políticas para
el tipo de cambio
10. El banco central y el gobierno
disponen cada uno de un único
instrumento de política: la tasa de
interés a corto plazo y la política
fiscal, respectivamente
11. No es necesaria o deseable una
política de ingresos
9
11. La política de salario mínimo e
ingresos debe contribuir a que los
salarios crezcan con la productividad
Véase el tema de la “flexiguridad” en Robert Boyer (2006).
22
Fuente: Elaboración propia.
Las políticas macroeconómicas comparadas en el cuadro 5 presuponen la
necesidad de estabilidad macroeconómica, pero la ortodoxia convencional
termina por restringir el concepto de estabilidad al control del gasto público y de
la inflación, mientras que el nuevo desarrollismo la define en forma más amplia e
incluye la estabilidad de precios, el equilibro de la balanza de pagos y el pleno
empleo razonable.
El enfoque de la ortodoxia convencional puede resumirse de la siguiente manera:
i) para garantizar la estabilidad macroeconómica se debe mantener un superávit
primario que sostenga la relación entre la deuda pública y el PIB a un nivel
aceptable para los acreedores; ii) el banco central debe tener un único mandato:
combatir la inflación, puesto que dispone de un único instrumento, la tasa de
interés a corto plazo; iii) dado el desequilibrio fiscal, esta tasa –que si bien
constituye el único instrumento, es esencialmente endógena, es decir, definida
por el mercado– debe ser alta para combatir la inflación; y iv) el tipo de cambio
también es endógeno y su equilibrio será asegurado por el mercado.
El nuevo desarrollismo presenta propuestas sustancialmente diferentes: i) el
ajuste fiscal no tiene como mero objetivo el superávit primario, sino un ahorro
público positivo y supone no solo la reducción de los gastos corrientes, sino
también de la tasa de interés; ii) el Banco Central del Brasil y el Ministerio de
Hacienda tienen tres mandatos: controlar la inflación, asegurar el pleno empleo y
mantener el tipo de cambio a un nivel compatible con la estabilidad de la balanza
de pagos y con el necesario estímulo a las inversiones orientadas a la
exportación. El Banco Central no cuenta solo con un instrumento (la tasa de
interés, contradictoriamente vista como endógena por la ortodoxia convencional),
sino con varios. La tasa de interés es un instrumento para combatir la inflación,
pero puede ser mucho más baja de lo que supone la ortodoxia convencional.
El tipo de cambio debe mantenerse flotante, pero administrado: no existe un tipo
de cambio completamente libre. En los países ricos en recursos naturales, como
casi todos los países latinoamericanos, es necesario reconocer que la enfermedad
holandesa aprecia artificialmente la moneda y causa la inviabilidad de la
industria. Su neutralización no es fácil porque supone depreciar la moneda. Esta
medida reduce los salarios a corto plazo (aunque los aumenta en forma
considerable a mediano plazo) y provoca una inflación transitoria, pero
indeseable. La forma correcta de neutralizar la enfermedad holandesa consiste en
establecer de forma negociada un impuesto variable sobre las exportaciones, que
mantenga la producción igualmente lucrativa ( por lo tanto, los productores no
pierden nada dado que el impuesto es compensado por la depreciación). Este
impuesto, que debe variar con la variación del precio internacional del bien,
deberá tener el valor necesario para llevar la curva de oferta del bien del
equilibrio corriente al equilibrio industrial. Los recursos del impuesto se deben
utilizar para constituir un fondo soberano. No se debe, en consecuencia, utilizar
los recursos de ese impuesto para gastos corrientes, con excepción de una
23
pequeña parte para: i) financiar políticas sociales que compensen la reducción de
los salarios; y ii) establecer un segundo fondo –un fondo de estabilización de los
productos básicos agropecuarios (de ser ellos y no el petróleo la causa de la
enfermedad holandesa). Este fondo es necesario porque la enfermedad holandesa
derivada de los bienes agropecuarios generalmente no es grave. Los precios de
estos bienes son muy inestables y, en algunos momentos, su contracción puede
volver inviable su producción inclusive con el impuesto anulado y el tipo de
cambio de equilibrio corriente, por lo que surge la necesidad de subsidiarlos.
Los ortodoxos convencionales acusan de populistas a los desarrollistas. Si el
populismo se entiende como gastar más de lo que se recauda, es posible
distinguir el populismo fiscal (expresado en el déficit público no justificado por
una política anticíclica) y el populismo cambiario (expresado en el déficit en
cuenta corriente). Los promotores del nuevo desarrollismo rechazan frontalmente
ambos populismos. Cuando se neutraliza la enfermedad holandesa se sostienen el
superávit en cuenta corriente (derivado de la variación del tipo de cambio hacia
el equilibrio industrial) y el superávit público (derivado de la no utilización de los
recursos del impuesto que neutraliza la enfermedad para financiar gastos
corrientes). Por otra parte, quienes apoyan la ortodoxia convencional se
conforman, en el plano fiscal, con un superávit primario que mantenga la deuda
pública a un nivel considerado seguro para los acreedores y los déficits en cuenta
corriente, porque por medio de ellos se crecería con ahorro externo.
VI.
Conclusiones
En este trabajo se presentaron las bases de una macroeconomía estructuralista del
desarrollo, que tal vez pueda considerarse un segundo momento de la teoría
estructuralista latinoamericana. Se trata de una visión estructuralista por tres
motivos principales: i) mantiene la idea de que el desarrollo económico es un
proceso de cambio estructural, de innovación en los sectores ya explotados y de
transferencia de mano de obra a sectores con valor agregado per cápita y salarios
medios cada vez más elevados; ii) presupone dos tendencias estructurales: la
tendencia a que la tasa de salarios crezca menos que la productividad y la
tendencia a la sobrevaluación cíclica del tipo de cambio; y iii) distingue dos
factores estructurales detrás de esta segunda tendencia: la enfermedad holandesa
y el hecho de que, debido a la escasez relativa de capitales, las tasas de beneficios
y de interés en los países en desarrollo son más altas que en los países ricos.
Para tener éxito en la gran competencia entre empresas y Estados-nación que es
la globalización, cada país debe tener una estrategia nacional de desarrollo
propia, pues esta constituye la institución fundamental para estimular la inversión
y el ahorro. Esa estrategia se denominó nuevo desarrollismo y se concluyó que su
éxito depende, esencialmente, de la neutralización de las dos tendencias que
limitan el desarrollo económico desde el punto de vista de la demanda: la
propensión a que la tasa de salarios crezca menos que la productividad limita la
demanda originada en el mercado interno, mientras que la tendencia a la
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sobrevaluación cíclica del tipo de cambio impide que los empresarios nacionales
accedan a los mercados externos.
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