Un Spray Anti-Monstruos Por la noche, mientras todos dormían, un extraño ruido los despertó. Sonaba así: “RAASS”, “RAASS”, “ZAASS”, “ZAAAS”, “PLON”, “RAASS”, “RAASS”, ... Nuestros amiguitos, que eran hermanos mellizos, compartían habitación. Sus camas estaban unidas, y dentro de ellas se estaba muy calentito. “¿Has oído?, ¿Qué será?” - dijo Sara. “¡Es un monstruo!”- dijo Alberto susurrando – “Pero no te preocupes, tengo un plan”. Por la mañana, vaciando el bote de colonia que tenía mamá en el cuarto de baño, Alberto dijo: “¡Este servirá! Sara, vamos a hacer un spray anti-monstruo”. Llenaron medio bote de agua y le echaron: - Un poco de pimienta - “Para que le piquen los ojos”. - Una pizca de sal - “Por si tiene alguna pupa, que le escueza”. - Unas piedrecitas - “Para que le caigan en la cabeza y le duela”. - Un poco de jabón - “Para que al pisarlo se resbale”. Cerraron el bote con decisión y lo dejaron en la habitación. Esperaron a que fuera de noche. Esperaron a escuchar de nuevo el ruido. Esperaron, esperaron, esperaron, …, y cuando casi estaban dormidos volvieron a escuchar: “RAASS”, “RAASS”, “ZAASS”, “ZAAAS”, “PLON”, “RAASS”, “RAASS”, ... Rápidamente echaron spray por toda la habitación. De pronto, se escuchó un grito de dolor: “¡Ayyyy!”. A continuación, alguien en la oscuridad empezó a llorar: “Buaaa, …, buaaaa, …, buuuaaaaa”. Los hermanos, tristes y arrepentidos de haberle hecho daño a alguien, preguntaron: “¿Quién eres? ¿Qué te pasa?” “Soy Bidu, un pequeño monstruo. Tengo pupa, me pican los ojitos, me duele la cabeza y una manita. Resbalé y caí, por eso me duele el culete”. “Buuuaaaaa, ...” “Perdona Bidu. Pensábamos que eras un monstruo malo y que ibas a hacernos daño” - dijo Sara preocupada - “¿Quieres galletas? ¡Están muy ricas!”. “¡Sí! ¡Galletas! ¡Me gustan mucho las galletas!” - dijo Bidu mientras las cogía con su manita peluda. Bidu era muy peludo, de color morado, tenía unos ojos muy grandes y una nariz verde que brillaba en la oscuridad. “ÑAM, ÑAM, ÑAM, ARRSGG, …” “ÑAM, ÑAM” - Bidu hacía unos ruiditos muy graciosos mientras comía. “¿Tienes frío, Bidu? ¿Quieres acostarte con nosotros?” - preguntó Alberto. “¡Vale! Tengo frío, con vosotros dormiré muy calentito” - contestó Bidu sonriente. Por la mañana, cuando despertaron, Bidu no estaba. “¿Dónde habrá ido?”, se preguntaron durante todo el día. Por la noche, después de cenar y lavarse los dientes, Sara y Alberto se acostaron. Y cuando casi se estaban quedando dormidos: “RAASS”, “RAASS”, “ZAASS”, “ZAAAS”, “PLON”, “RAASS”, “RAASS”, ... “¡Biduuu!” - gritaron felices - “¡Has vuelto!”. “¡Claro que sí! ¿Tenéis más galletas? - dijo Bidu alegremente. “Toma. ¿Dónde estabas? ¿Dónde fuiste?” - preguntó Sara. “Al cole, a casa, de paseo con papi y mami. Después vine aquí, a dormir con vosotros” - dijo Bidu. “¡Qué bien! Nos gusta mucho que duermas aquí” - dijo Alberto abrazándolo. Y así fue como se conocieron. Pasaron muchas noches juntos, se contaban historias y reían justo antes de dormir. Quien les iba a decir que su mejor amigo iba a ser un monstruo. Conocer a Bidu les enseñó que no hay que temer a los que son diferentes.