"La Ética, la Política y el Estado".

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INSTITUTO DE ESTUDIOS ESTRATÉGICOS DE BUENOS AIRES
LA ETICA, LA POLITICA Y EL ESTADO
(Verano de 1999)
...cuando comienza la confusión, empieza la decadencia...
Dante Alighieri
Hace unos años tuvimos el privilegio de escuchar al Dr Julián Marías, en una conferencia
dictada en los salones del Circulo Militar. Entre otros importantísimos conceptos, señaló
que nuestra sociedad actual no es ni mejor ni peor que otras del pasado, pero que el nivel de
confusión que la abarca, supera al de cualquier tiempo pretérito
Esta reflexión del filósofo español, a la luz de la sentencia del Dante, debe conmover a los
argentinos de hoy. Nuestra decadencia es centenaria y, si la profundidad de las crisis
actuales no se transforma en una oportunidad para superarlas, con motivo del percibido
nivel de confusión que envuelve a las dirigencias y al electorado, el futuro puede ser
dramático para nosotros.
Razones no faltan, en éste tiempo, para que reine una gran confusión, que a veces toma el
nombre de perplejidad.
Vivimos el fin de un siglo y de un milenio caracterizados por el ritmo progresivo de la
aceleración histórica. El fin de una etapa de la civilización industrial, impulsada por la
revolución científica-tecnológica. Esta no solo alcanza al campo económico sino que afecta
al hombre, exigiéndole ser más persona; a la sociedad exigiéndole recuperar su identidad,
su cultura y al mundo, transformándolo en una aldea.
Pero además, vivimos un trasiego imperial. La bipolaridad del terror, fundada en la mutua
amenaza de destrucción nuclear entre las Repúblicas Imperiales, ha dado paso a la
cooperación multilateral de un inédito Imperio Global, fundado en la alianza de la tríada de
los países altamente industrializados, representados en el G7.
La nueva alianza acepta y adopta el modelo de la Revolución Americana y cambia el signo
de la Pax del Terror por una cooperación de molde romano, en el citado Imperio Global,
Planetario y Espacial.
La gravitación y naturaleza de estos acontecimientos históricos, desencadenados en tan
breve lapso, no siempre son asimiladas según el ritmo que exige la toma de decisiones
políticas. La envoltura ideológica del último medio siglo, mantiene su influencia al alcanzar
el 2000. Su inercia oscurece la representación correcta de la situación que nos condiciona.
La perplejidad de las elites acarrea la confusión de las masas y sobreviene la
percepción de la desesperanza, en reemplazo de la actitud sinérgica y valiente de un
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pueblo joven y sano, frente a los desafíos. La reacción tibia y tardía, nos coloca detrás
de los acontecimientos, prisioneros de las circunstancias.
Con la sabiduría que le caracteriza, Don Julián Marías indicó el sencillo camino de salida
de la confusión. Nos dijo que, ante la duda, lo BUENO ES LO MEJOR.
Desde el punto de vista de la Gran Política, lo mejor, lo bueno, es el Bien Común. En él
tiene su razón de ser el Sistema Político. Gaudium et Spes define al Bien Común en pocas
palabras: “...es el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los
hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad, su
propia perfección”.
Cabe preguntarnos, en la intimidad de nuestras conciencias, si en la búsqueda de lo bueno
estamos haciendo lo mejor, para alcanzar nuestra mayor perfección.
Esta responsabilidad, como ya lo señalamos, es de La Política, como inteligencia del
Estado.
La Política es una responsabilidad comunitaria, un deber del conjunto social. Ante la
confusión y la perplejidad que con acierto señala Marías, lo es en particular de quienes
están mejor dotados intelectualmente para asimilar el ritmo de éste tiempo, entender la
naturaleza de la compleja evolución finisecular y encontrar así la salida de la larga noche de
la decadencia argentina.
Este grupo social tiene hoy un desafío y una deuda. Un desafío, para no volver a equivocar
el camino, como ya lo hizo en el pasado. Una deuda para con el pueblo, víctima principal
de los extravíos dirigenciales.
Urge en consecuencia recuperar el Sistema Político, impulsando el Desarrollo Político,
para alcanzar la confianza, la representatividad y participación del soberano y la eficiencia
en el Gobierno del Estado.
En los días que corren, la continuidad del sistema, a pesar de los escándalos, permite la
catarsis contenida otrora por los golpes de estado, en tiempos en que el sistema "fugaba
hacia el futuro". Dicha continuidad exige ser conducida con acierto y firmeza.
El Estado, en todos sus niveles, es el instrumento institucional que nuestra cultura ha
encontrado, luego de duras luchas, como respuesta a las necesidades de convivencia social,
en consideración de la naturaleza humana en su diversidad y dinamismo impredecible.
Sin un Estado fuerte, no habrá libertad ni convivencia de la diversidad social, en un proceso
de cambios estructurales insoslayables.
Transitamos la tercera Reforma de Estado, pero somos conscientes de que estamos lejos de
su rehabilitación. El Estado prebendario, grande y débil que supimos conseguir, se está
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reformando por impulsos presupuestarios y sin el soporte de un sistema de ideas
relacionadas con el nuevo encuadramiento estratégico y político.
Las instituciones malversadas, tales como las Fuerzas Armadas y la Justicia, son percibidas
en los últimos años como excedentes o vaciadas, dando lugar a un extendido malestar
social por la corrupción generalizada, producto de la ausencia arbitral y disuasiva de la
autoridad y fuerza monopólica del Estado.
Como queda dicho, existe una íntima relación entre Ética, Política y Estado.
En un singular momento de nuestra vida como Nación, cuando somatizamos una compleja
crisis político institucional, que acarrea confusión y perplejidad en los dirigentes, es
oportuno recordar que sin Etica no hay credibilidad ni confianza en La Política. Que sin
Política, no hay inteligencia en el Estado y que sin éste, no hay convivencia de la diversidad
social en la VERDAD, LA JUSTICIA, EL AMOR Y LA LIBERTAD.
Es tiempo de decisiones, para romper con éste círculo vicioso. Es tiempo de virtuosos, de
visiones largas y profundas, que proyecten la unidad nacional hacia el futuro y motiven la
alegría del esfuerzo.
Es tiempo de recuperar nuestra identidad, centrada en una ética y cultura cristiana, que nos
define como hispano criollos.
Y ante los excluyentes análisis economicistas que abruman, tampoco está de más agregar,
como epílogo de estas reflexiones, una reciente afirmación de Henry Mintzberg, en la
Harvard Business Review: .. “lo que acaba de triunfar en Occidente, no es el capitalismo,
sino el equilibrio: un sector privado fuerte, un estado fuerte y un sector intermedio fuerte...
“
Una lectura corta y superficial de nuestra circunstancia, está poniendo excesivo énfasis en
la economía, en desmedro de la propia cultura y del Estado Necesario. Son quienes repiten
recetas Norte, escritas desde culturas y estados fuertes y consolidados, en nuestro Sur, con
identidades híbridas y estados débiles e ineficientes.
El equilibrio evitará una nueva frustración. Venimos de una larga crisis política, con
economía cerrada. La resolución de la crisis del sistema y la apertura de la economía, no
deben ni pueden hacerse desde la confusión.
LO BUENO ES LO MEJOR. Y LO MEJOR PARA NOSOTROS ES EMPEZAR POR LA
COHERENCIA ENTRE LO QUE CIERTAMENTE SOMOS Y LO QUE DESEAMOS SER.
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