(23) DE CIENCIAS NATURALES 87 En varias aldeas del País Vasco son todavía muy celebradas algunas especies de árboles y arbustos, por sus misteriosas y ocultísimas virtudes, con las cuales, según se dice, protegen a los hombres, a los animales y hasta los frutos del campo, contra determinadas enfermedades y acometidas de espíritus dañinos. Son, pues, objetos mágicos, en todo el rigor de la palabra; y a veces son considerados como preservativos y remedios que obran en virtud de la simpatía, idea bastante general en ciertas profundidades sociales, por razones que fácilmente se comprenden. ¿Qué ofra cosa es, p. e., la práctica de colocar en medio de las piezas labradas, ramas de ciertos árboles, preferentemente de aquellos que conservan verdes sus hojas durante todo el año, a fin de conseguir que germinen las semillas? Si pudiéramos aplicar razonablemente este orden de ideas a las sencillas representaciones pictóricas de la cámara sepulcral de Faído, surgirían afirmaciones muy transcedentales, que por ahora no pueden pasar de la categoría de conjeturas, pero cuya indicación conviene recoger para cuando se hayan realizado estudios más complejos. Para esto harían falta muchos datos, cuya recopilación es siempre labor penosa; mas necesaria para la ciencia. Y aun después de esta labor no conseguiríamos hacer más que descripciones fragmentarias del citado intelectual y moral de los antiguos, tan separados de nosotros en sus creencias y costumbres, como en el tiempo que media entre su época y la nuestra. Por eso conviene no perder de vista las reglas del método estrictamente histórico y no entregarse demasiado al de la restitución hipotética, tan peligrosa para el progreso de nuestros conocimientos, si no es empleado con mucho discernimiento y una prudente parsimonia. Al descubrir las pinturas de Faido en la excursión del día 13 de junio de 1917, nos inclinamos a atribuirles algún significado religioso, dado el carácter funerario de la