Isla de Juan Fernández

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ARCHIPIÉLAGO DE JUAN FERNÁNDEZ. DE LA HISTORIA
VERDADERA DE ALEJANDRO SELKIRK A LA NOVELA “ROBINSON
CRUSOE” DE DANIEL DEFOE.
Archipiélago de Juan Fernández, 1822
Graham, Mary, 1785-1842
“Journal of a residence in Chile, during the year 1822 and a voyage from Chile to Brazil in 1823”
Diario de residencia en Chile durante el año 1822 y viaje desde Chile a Brasil en 1823.
Departamento Educativo
Museo Histórico Nacional
Archipiélago mítico de piratas y tesoros. Su leyenda está labrada por la novela que narra
las aventuras de Robinson Crusoe, personaje mundialmente conocido y cuya tragedia tenía
una buena dosis de realidad. Se basaba en la historia verdadera del marinero escocés
Alexander Selkirk, el que abandonado por el capitán de su barco, permaneció en la isla
totalmente solo por 4 años y cuatro meses.
Declarado uno de los diez lugares más aislados del mundo, el Archipiélago de Juan
Fernández se ubica en el Océano Pacífico a 674 kms. del puerto de San Antonio.
Comprende tres Islas: ex Masatierra, ahora Robinson Crusoe (4.794 ha.) con sus islotes El
Verdugo, Las Rosas, Los Chamelos, Vinillo, Juanango y El Viudo; Santa Clara (221 ha.) a
500 metros al suroeste de Robinson, y Marinero Alejandro Selkirk (4.952 ha.), ex
Masafuera a 187 kms. al oeste de Robinson Crusoe.
Descubrimiento del Archipiélago
Un 22 de noviembre de 1574 el piloto portugués al servicio de la Corona española,
Juan Fernández, descubrió este grupo de islas. En esta expedición, cuyo objetivo era
descubrir la ruta más rápida entre Perú y Chile, el barco se apartó de la costa continental de
Chile llegando a este deshabitado territorio.
Tras infructuosos intentos de colonización realizados por Juan Fernández y luego
por los jesuitas, este conjunto de islas se convirtió durante los siglos XVII y XVIII en
refugio de piratas y corsarios, principalmente ingleses y franceses. Ellos dejaron semillas y
diversas evidencias de su paso por este territorio.
En 1643, interesado en la flora y fauna americana, Mauricio de Nassau envió una
expedición encabezada por Hendrick Browver quien descubrió el sándalo de Juan
Fernández, árbol aromático, entre otras muchas especies.
Luego, en 1741, el corsario inglés Lord George Anson, desembarcó tres naves en la
isla, bautizando su bahía como Cumberland (Tierra de la Obstrucción).Este sea quizá el
origen de la leyenda que atribuye al Archipiélago de Juan Fernandez la cualidad de ser un
lugar mítico repleto de leyendas y tesoros enterrados por los piratas.
Los españoles decidieron fortificar la isla, fundando en 1750 el actual poblado de
San Juan Bautista, el que se transformó, gracias a su aislamiento, en un presidio. La
población civil, a causa de los desastres naturales, desórdenes y rebeliones, emigra al
continente sucediéndose una serie de fundaciones y refundaciones para esta conflictiva
colonia.
Durante el siglo XIX las islas fueron lugar de caza ilegal e indiscriminada de lobos
marinos por parte de loberos (skinners) ingleses, franceses y norteamericanos los que
prácticamente exterminaron a la población de estos animales, que eran cazados por la piel
y la grasa.
Durante los años de la Independencia de Chile, en 1814, tras el desastre de
Rancagua, varios ilustres patriotas chilenos fueron desterrados al archipiélago, militares e
intelectuales, como Manuel Blanco Encalada, Juan y Mariano Egaña, Manuel de Salas, José
Ignacio Carrera Pinto y Luis Ovalle. Un incendio destruyó sus chozas, e hicieron unas
cuevas en el cerro para mayor seguridad. Actualmente existen siete cuevas con unos cuatro
metros de altura y diez de profundidad, que testimonian sus durísimas condiciones de vida.
Las islas del archipiélago de Juan Fernández fueron declaradas oficialmente como
territorio chileno en 1819.
La historia de las siete cárceles existentes, sólo terminó en 1930, con el cierre del
penal agrícola de Selkirk.
En 1891, el velero francés Telegrahp naufragó sobreviviendo sólo un hombre, el
francés Desiderio Charpentier, quien se queda en la isla e inicia la explotación comercial
de la langosta, uno de los pilares de la economía del archipiélago hasta el día de hoy.
En 1915, durante la Primera Guerra Mundial, fondea en Robinson el crucero alemán
Dresden, último sobreviviente de la escuadra del almirante Von Spee, que había sido
destruida en las islas Malvinas. Tras una larga persecución de tres meses, los cruceros
ingleses Kent y Glasgow y el transporte armado Orama lo rodean en Cumberland. La
batalla culminó con el hundimiento del Dresden por su propia tripulación.
En la actualidad, el archipiélago de Juan Fernández, cuenta con el poblado de San
Juan Bautista, en donde viven 629 personas.
Alejandro Selkirk. El marinero solitario y verdadero
El personaje real en la historia de la Isla de Juan Fernández era un marinero escocés
que en el año de 1704, contando con 28 años, fue dejado en la entonces deshabitada, Isla
de Más a Tierra, por problemas con el capitán de su barco, el “Cinq Ports”.
Quedaba así en una remotísima isla, alejado de todas las rutas de navegación
habituales. Lo abandonaron junto a algunas cosas básicas para subsistir como; su ropa,
una cama, una libra de pólvora, algunas balas, algo de tabaco, un hacha, un cuchillo, una
caldera, una olla, una Biblia y algunos otros libros piadosos encontrando en la isla cabras
que habían soltado los españoles y de las cuales se alimentó y vistió durante todos los años
que duró su estancia solitaria.
Durante los casi 5 años que duró su aventura, Selkirk se construyó dos chozas y se
fabricó algunos muebles. Para alimentarse contaba con abundante agua dulce, langostas,
peces y cabras que mataba de acuerdo a su necesidad y contó con nabos, cuyas semillas
también, seguramente habían dejado otros piratas que visitaron este remoto paraje.
Se fabricó ropa con pieles de cabra y fue atormentado por la plaga de ratas y gatos
dejados por otros barcos y que se habían reproducido sin control.
Robinson Crusoe: el personaje creado por el escritor Daniel Defoe
Robinson Crusoe, considerada la primera novela de habla inglesa, fue publicada en
1719 por el escritor Daniel Defoe.
Es una autobiografía ficticia del protagonista, un náufrago inglés, que pasa
veintiocho años en una remota isla tropical. El título completo del libro es “La vida e
increíbles aventuras de Robinson Crusoe, marinero de York; quien tras ser el único
superviviente de un barco mercante, náufrago veintiocho años completamente solo en una
isla deshabitada cerca a la desembocadura del río Orinoco de América, y posteriormente
liberado insólitamente por piratas; escrito por él mismo”.
El éxito de la novela fue inmediato y universal y es uno de los libros más leídos de todos
los tiempos.
Robinson Crusoe es la historia de un
hombre que naufraga en una isla desierta, lo
que no lo convierte en un animal desesperado
por su mala suerte, sino que le hace tratar de
dominar la naturaleza y llevar un estilo de vida
inglés pese a la escasez de elementos con los
que contaba. En la soledad del océano descubre
su capacidad para sobrevivir en ese medio
hostil e imponerse a las adversidades pese a sus
limitadísimos medios y recursos. Es
considerada una alabanza a la civilización que
cada hombre, inglés para ser más preciso, lleva
consigo.
Portada de novela:Robinson Crusoe / Daniel Defoe;
ilustraciones de Lukas (Renzo Pecchenino Raggi) 2a. ed.
Santiago : Editorial Andrés Bello.
.
"Las increíbles y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe" (extracto)
EL DIARIO
30 de septiembre de 1659. Yo, pobre y miserable Robinson Crusoe, habiendo naufragado
durante una terrible tempestad, llegué más muerto que vivo a esta desdicha da isla a la que
llamé la Isla de la Desesperación, mientras que el resto de la tripulación del barco murió
ahogada.
Pasé el resto del día lamentándome de la triste condición en la que me hallaba, pues no
tenía comida, ni casa, ni ropa, ni armas, ni un lugar a donde huir, ni la más mínima
esperanza de alivio y no veía otra cosa que la muerte, ya fuera devorado por las bestias,
asesinado por los salvajes o asediado por el hambre. Al llegar la noche, dormí sobre un
árbol, al que subí por miedo a las criaturas salvajes, y logré dormir profundamente a pesar
de que llovió toda la noche.
1 de octubre. Por la mañana vi, para mi sorpresa, que el barco se había desencallado al
subir la marea y había sido arrastrado hasta muy cerca de la orilla. Por un lado, esto
supuso un consuelo, porque, estando erguido y no desbaratado en mil pedazos, tenía la
esperanza de subir a bordo cuando el viento amainara y rescatar los alimentos y las cosas
que me hicieran falta; por otro lado, renovó mi pena por la pérdida de mis compañeros, ya
que, de habernos quedado a bordo, habríamos salvado el barco o, al menos, no todos
habrían perecido ahogados; si los hombres se hubiesen salvado, tal vez habríamos
construido, con los restos del barco, un bote que nos pudiese llevar a alguna otra parte del
mundo. Pasé gran parte del día perplejo por todo esto, mas, viendo que el barco estaba
casi sobre seco, me acerqué todo lo que pude por la arena y luego nadé hasta él. Ese día
también llovía aunque no soplaba viento.
Del 1 al 24 de octubre. Pasé todos estos días haciendo viajes para rescatar todo lo que
pudiese del barco y llevarlo hasta la orilla en una balsa cuando subiera la marea. Llovió
también en estos días aunque con intervalos de buen tiempo; al parecer, era la estación de
lluvia.
20 de octubre. Mi balsa volcó con toda la carga porque las cosas que llevaba eran
mayormente pesadas, pero como el agua no era demasiado profunda, pude recuperarlas
cuando bajó la marea.
25 de octubre. Llovió toda la noche y todo el día, con algunas ráfagas de viento. Durante
ese lapso de tiempo, el viento sopló con fuerza y destrozó el barco hasta que no quedó más
rastro de él, que algunos restos que aparecieron cuando bajó la marea. Me pasé todo el
día cubriendo y protegiendo los bienes que había rescatado para que la lluvia no los
estropeara.
26 de octubre. Durante casi todo el día recorrí la costa en busca de un lugar para
construir mi vivienda y estaba muy preocupado por ponerme a salvo de un ataque noctur
no, ya fuera de animales u hombres. Hacia la noche, encontré un lugar adecuado bajo una
roca y tracé un semicírculo para mi campamento, que decidí fortificar con una pared o
muro hecho de postes atados con cables por dentro y con matojos por fuera.
Del 26 al 30. Trabajé con gran empeño para transportar todos mis bienes a mi nueva
vivienda aunque llovió buena parte del tiempo.
El 31. Por la mañana, salí con mi escopeta a explorar la isla y a buscar alimento. Maté a
una cabra y su pequeño me siguió hasta casa y después tuve que matarlo porque no quería
comer.
1 de noviembre. Instalé mi tienda al pie de una roca y permanecí en ella por primera vez
toda la noche. La hice tan espaciosa como pude con las estacas que había traído para
poder colgar mi hamaca.
2 de noviembre. Coloqué mis arcones, las tablas y los pedazos de leña con los que había
hecho las balsas a modo de empalizada dentro del lugar que había marcado para mi
fortaleza.
3 de noviembre. Salí con mi escopeta y maté dos aves semejantes a patos, que estaban muy
buenas. Por la tarde me puse a construir una mesa.
4 de noviembre. Esta mañana organicé mi horario de trabajo, caza, descanso y
distracción; es decir, que todas las mañanas salía a cazar durante dos o tres horas, si no
llovía, entonces trabajaba hasta las once en punto, luego comía lo que tuviese y desde las
doce hasta las dos me echaba una siesta pues a esa hora hacía mucho calor; por la tarde
trabajaba otra vez. Dediqué las horas de trabajo de ese día y del siguiente a construir mi
mesa, pues aún era un pésimo trabajador, aunque el tiempo y la necesidad hicieron de mí
un excelente artesano en poco tiempo, como, pienso, le hubiese ocurrido a cualquiera.
5 de noviembre. Este día salí con mi escopeta y mi perro y cacé un gato salvaje que tenía la
piel muy suave aunque su carne era incomestible: siempre desollaba todos los animales
que cazaba y conservaba su piel. A la vuelta, por la orilla, vi muchos tipos de aves marinas
que no conocía y fui sorprendido y casi asustado por dos o tres focas que, mientras las
observaba sin saber qué eran, se echaron al mar y escaparon, por esa vez.
6 de noviembre. Después de mi paseo matutino, volví a trabajar en mi mesa y la terminé
aunque no a mi gusto; mas no pasó mucho tiempo antes de que aprendiera a arreglarla.
7 de noviembre. El tiempo comenzó a mejorar. Los días 7, 8, 9, 10 y parte del 12 (porque el
11 era domingo), me dediqué exclusivamente a construir una silla y, con mucho esfuerzo,
logre darle una forma aceptable aunque no llegó a gustarme nunca y eso que en el
proceso, la deshice varias veces. Nota: pronto descuidé la observancia del domingo porque
al no hacer una marca en el poste para indicarlos, olvidé cuándo caía ese día.
13 de noviembre. Este día llovió, lo cual refrescó mucho y enfrió la tierra pero la lluvia
vino acompañada de rayos y truenos; esto me hizo temer por mi pólvora. Tan pronto como
escampó decidí separar mi provisión de pólvora en tantos pequeños paquetes como fuese
posible, a fin de que no corriesen peligro.
14, 15 y 16 de noviembre. Pasé estos tres días haciendo pequeñas cajas y cofres que
pudieran contener una o dos libras de pólvora, a lo sumo y, guardando en ellos la pólvora,
la almacené en lugares seguros y tan distantes entre sí como pude. Uno de estos tres días
maté un gran pájaro que no era comestible y no sabía qué era.
Vista de la bahía de la isla Juan Fernández.
Año 1920
Fotografía de la colección del Museo Histórico Nacional
www.fotografiapatrimonial.cl
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