La inconstitucional reforma en materia de Petróleo. Ha quedado claro

Anuncio
La inconstitucional reforma en materia de Petróleo.
Ha
quedado
claro;
la
iniciativa
de
reforma
a
varias
leyes
reglamentarias del artículo 27 constitucional, tiene esencialmente la
finalidad de permitir que inversionistas privados participen y obtengan
ganancias, por medio de contratos, en una actividad económica que,
por estratégica y de indisoluble relación con la seguridad y la
soberanía nacional, está reservada exclusivamente al dominio directo,
inalienable e imprescriptible de la Nación. No obstante su nítida
inconstitucionalidad, la mayoría de los diputados y senadores están
dispuestos a aprobar cuanto antes esas iniciativas propuestas por el
titular del ejecutivo federal.
Por su importancia para las nuevas generaciones de mexicanos,
el artículo 27, en su primer párrafo establece “La propiedad de las
tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio
nacional, corresponde originariamente a la Nación, la cual ha
tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los
particulares, constituyendo la propiedad privada”.
En su tercer párrafo dispone “La Nación tendrá en todo tiempo el
derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que
dicte el interés público, así como el de regular, en beneficio
social,
el
aprovechamiento
de
los
elementos
naturales
susceptibles de apropiación, con objeto de hacer una distribución
equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr
el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las
condiciones de vida de la población rural y urbana.-…”.
En su cuarto párrafo establece “Corresponde a la Nación el dominio
directo de todos los recursos naturales de la plataforma
continental y los zócalos submarinos de las islas; de todos los
minerales o sustancias que en vetas, mantos, masas o
yacimientos, constituyan depósitos cuya naturaleza sea distinta
de los componentes de los terrenos, tales como los minerales de
los que se extraigan metales y metaloides utilizados en la
industria; los yacimientos de piedras preciosas, de sal de gema y
las salinas formadas directamente por las aguas marinas; los
productos derivados de la descomposición de las rocas,…; los
yacimientos minerales u orgánicos de materias susceptibles de
ser utilizadas como fertilizantes; los combustibles minerales
sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos,
líquidos o gaseosos; y el espacio situado sobre el territorio
nacional, en la extensión y términos que fije el derecho
internacional.”
En el párrafo sexto, de manera clara y enfática, dispone que
“Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos,
líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán
concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso, se
hayan otorgado y la Nación llevará a cabo la explotación de esos
productos, en los términos que señale la ley reglamentaria
respectiva. …”.
Para tratar de justificar la iniciativa que contraviene lo dispuesto
por la ley suprema de la Nación, quien funge como titular del Poder
Ejecutivo Federal, presentó ante los legisladores el diagnóstico del
desastre y la desolación. Lo hizo sin mencionar un solo dato sobre la
responsabilidad de los gobernantes que, durante los últimos 25 años,
dejaron de invertir en el cuidado y mantenimiento de la infraestructura
y la planta industrial de Petróleos Mexicanos. También omitió señalar
el abandono a la investigación científica y tecnológica indispensable
para esta industria y el desmantelamiento gradual del Instituto
Mexicano del Petróleo. Tampoco hizo referencia alguna sobre la
corrupción, el despilfarro y la utilización de los ingresos petroleros para
apoyar campañas electorales. La catástrofe fue presentada como si
los problemas y deficiencias de la industria nacional más importante
hubiesen sido provocados por un siniestro natural y no por la acción y
la omisión deliberada de quienes han estado al frente del poder
público.
La argumentación presentada por el gobierno federal no resiste
ni el más elemental análisis real y objetivo. La Secretaria de Energía
primero dice que apenas tenemos reservas petroleras para los
próximos 9 años y después que tenemos más de cien mil millones de
barriles; que PEMEX no cuenta con recursos financieros suficientes
para invertir en la exploración y explotación de los yacimientos
localizados en aguas profundas del Golfo de México; dos mentiras
monumentales. PEMEX siempre ha sido rentable, sobre todo hoy que
obtiene más de ciento veinte dólares de ganancia por cada barril de
petróleo que extrae, pero el gobierno utiliza más del 45% de esas
ganancias para el gasto corriente porque, incumpliendo con el artículo
31 de la Constitución, deja de cobrar a los grandes empresarios e
inversionistas las contribuciones a que están obligados, de manera
proporcional y equitativa, es decir conforme a sus verdadera
capacidad económica.
Igualmente falsa resulta la urgencia de explorar y explotar en
aguas profundas, pues tal como lo han demostrado los científicos y
técnicos especialistas expertos en la materia, los yacimientos
localizados en tierra firme y en las aguas someras han sido explotados
apenas en un 30%.
Queda claro que no es la falta de recursos financieros ni la
necesidad urgente de explotar el petróleo localizado en aguas
profundas lo que motiva los cambios legales propuestos; es el
compromiso que contrajeron los gobiernos de la traición y el
entreguismo con los intereses extranjeros, a través de la firma del
Tratado de Libre Comercio (TLC) y después con la firma del Acuerdo
para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN). En
el segundo, Vicente Fox se comprometió prácticamente a entregar la
industria petrolera nacional a los intereses de las empresas petroleras
trasnacionales estadunidenses; por eso la prisa por convertir a
PEMEX en una empresa manejada por un consejo de administración
tan autónomo como ajeno a los intereses de nuestro país. Para eso
proponen una dirección empresarial que no rinda cuentas a nadie, que
haga y deshaga otorgando contratos y cediendo
el control de la
refinación, la transportación y la conducción de los hidrocarburos de la
Nación a las empresas extranjeras que esa dirección determine.
Para convencer a la mayoría de la población, han llevado a cabo
un bombardeo tan inmisericorde y permanente como en Irak, sólo que
en lugar de aviones de guerra, aquí utilizan los medios electrónicos de
comunicación masiva, principalmente al duopolio televisivo. Lo hacen
diciendo las mismas promesas que han utilizado desde 1982: que los
recursos de las privatizaciones ayudarán a quienes menos tienen, que
así se mejorará la infraestructura y los importantes servicios públicos
de salud, educación y para incrementar el empleo. Pero la realidad los
desmiente.
Después de 25 años de violar sistemáticamente la Constitución,
el capital financiero del país quedó en manos de un puñado de
banqueros extranjeros, igual que el 30 % de la generación de energía
eléctrica. Las aerolíneas, los ferrocarriles, los servicios de los puertos
marítimos y aéreos y otras igualmente importantes como las mineras,
de las carreteras y los Ingenios azucareros. Las mil empresas y
organismos
entonces
públicos
ahí
están,
desincorporados
y
generando enormes ganancias, pero ahora solamente para unos
cuantos que las detentan.
Los resultados de los gobernantes que han subvertido el orden
Constitucional son elocuentes. El desabasto y la dependencia
alimentaria es uno de sus grandes logros; hoy importamos casi el 40%
de lo que consumimos, incluido el maíz: el maravilloso grano aportado
por nuestros antepasados hace diez mil años. La pérdida del 80% del
poder adquisitivo de los salarios y la falta de empleo formal y
prestaciones legales para la mitad de la población económicamente
activa, es otro de sus logros. Un millón de niños en edad escolar que
no pueden asistir a la escuela. La mitad de la población total viviendo
en condiciones de pobreza. Más de diez millones de mexicanos que
han huido al vecino país del norte, para conseguir trabajo y poder
mantener a sus familias, muchas veces a costa de arriesgar su vida.
Hoy ocupamos el primer lugar mundial como el país que más
nacionales expulsa al año, y el último lugar en educación entre los 37
países integrantes de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE). El penúltimo lugar en América, en
calidad de vida, solamente arriba de Haití.
Pero no a todos les va mal. En la reciente lista de Forbes,
aparecen los diez mexicanos que juntos concentran 96 mil 200
millones de dólares, es decir el 10% del Producto Interno Bruto.
Además, según informe del Banco Mundial, entre 1982 y 2004, el
país entregó a los bancos extranjeros acreedores más de 400 mil
millones de dólares, solamente por concepto del pago de intereses y
servicio de la deuda externa; sin que al utilizarla se haya obtenido un
incremento en los ingresos públicos, violado así lo dispuesto en la
fracción VIII del artículo 73 Constitucional.
De acuerdo a información oficial, entre 2001 y 2007, el ingreso
petrolero del país ascendió a más de 410 mil millones de dólares
estadounidenses; sin que se sepa en qué se invirtieron esos
cuantiosos recursos.
La
pretendida
reforma
reglamentaria,
además
inconstitucional, también resulta contraria a lo dispuesto en
de
la
legislación internacional, como el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, y la Resolución 1803 de la
Asamblea General de la ONU, denominada “Soberanía Permanente
sobre los Recursos Naturales”, que regulan la protección de la
soberanía de las naciones y sus pueblos sobre los recursos naturales
y su beneficio.
Nuestro país, además de petróleo, tiene grandes costas, lagos,
lagunas, esteros, ríos, selvas, bosques, minerales como oro, plata,
cobre y otros; los combustibles nucleares, el espacio aéreo, el
espectro radioeléctrico, la telecomunicación y la comunicación
satelital,
que
le
pertenecen
exclusivamente
a
la
Nación.
Lamentablemente esa riqueza, junto con el trabajo de millones de
mexicanos, ha sido acaparada por unos cuantos privilegiados
extranjeros, nacidos dentro o fuera del país, pero extranjeros al fin, y lo
han logrado gracias a las decisiones y los actos de los gobernantes
que, desde 1982, han subvertido el orden y la legalidad constitucional.
Estamos ante el inminente peligro de que, quienes al tomar
posesión en los poderes Ejecutivo y Legislativo protestaron cumplir y
hacer cumplir la Constitución, la violen nuevamente; ahora para
entregar nuestra riqueza petrolera a las empresas trasnacionales.
Creen que para eso les pagamos los altísimos salarios, bonos,
seguros médicos, viajes, comidas y demás gastos onerosos.
Respecto a la industria petrolera de la Nación, no cabe ni
referéndum ni consulta alguna, la Constitución de la República se
debe cumplir. Las mexicanas y los mexicanos de hoy tenemos que
hacer respetar nuestra ley fundamental que, en el artículo 39,
establece
“La
soberanía
nacional
reside
esencial
y
originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del
pueblo y se instituye para beneficio de este. El pueblo tiene en
todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma
de su gobierno”. Para lograrlo debemos organizarnos en cada
escuela, barrio, colonia, poblado rural y centro de trabajo, advirtiendo
a
los
legisladores
federales
que
si
aprueban
las
reformas
mencionadas, aunque lo hagan por unanimidad, toda la parte que viole
lo expresamente dispuesto en el artículo 27 constitucional será nulo de
pleno derecho; y a los empresarios extranjeros, que todo lo que
inviertan, con base en los contratos prohibidos por la Constitución lo
perderán, porque la Nación no tendrá obligación alguna de cumplir con
contratos constitucionalmente inválidos e inexistentes.
Si los subversivos aprueban su reforma, los ciudadanos estaremos
obligados histórica, ética y constitucionalmente a defender los
intereses y el futuro de nuestra patria, conforme a lo dispuesto en los
artículos 39, 3º, 16, 27, 73, 87 y 136 Constitucionales. Ejerceremos la
respectiva demanda popular nacional y desconoceremos a los
gobernantes y legisladores que hayan actuado en contra de la Nación
y su Constitución. Lucharemos, estoy seguro, con todos los medios
legales a nuestro alcance dentro y fuera del país, para restablecer el
imperio de la ley suprema de la República y restaurar el Estado de
derecho.
Es la hora de la acción decidida a favor de lo más preciado que
tenemos la mayoría de los mexicanos: nuestra patria.
Descargar