ALEXANDER VON HUMBOLDT: SU ESTANCIA EN ESPAÑA Y SU GRAN EXPEDICIÓN AMERICANA Sandra Rebok Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid Marta Fernández Bueno Facultad de Traducción e Interpretación, CES Felipe II (UCM) Resumen: Este artículo rememora la exposición habida en el CES Felipe II sobre la figura del científico y viajero alemán Alexander von Humboldt. Este investigador, mucho más considerado en los países de Iberoamérica que en nuestro país, visitó en diversas ocasiones Aranjuez cuando ultimaba los trámites administrativos de su gran expedición (1799-1804), que le llevaría por tierras americanas. En la Península estableció por un lado valiosos contactos de índole científica y diplomática y por otro puso a prueba los valiosos instrumentos de medición que le acompañarían en su viaje a ultramar. La contribución de Humboldt al panorama científico de la época es indudable: amplió los conocimientos existentes en el campo de la geografía y la botánica, así como de la fauna, la mineralogía, la antropología y la sociedad de las colonias americanas. Humboldt fue un espíritu curioso, que anhelaba entender las claves de la realidad que le circundaba, el investigador por antonomasia. Palabras clave: Humboldt, expediciones científicas, América, Historia de la Ciencia, Botánica, viajeros alemanes El pasado 28 de enero se clausuró en nuestro Centro la exposición “Alejandro de Humboldt y Aranjuez: El gran explorador alemán y sus vínculos con España”, inaugurada dos meses antes en el patio de la Casa del Gobernador. La muestra documental estuvo organizada por el Instituto de Historia del Centro Superior de Investigaciones Científicas, y el Goethe-Institut Madrid, en colaboración con el CES Felipe II. En ella se recogía una serie de testimonios del paso del investigador alemán por España, y vino a coincidir en el tiempo con la exhibida en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Lo novedoso del evento y la causa de la notable repercusión que tuvo radica en que se trataba de la primera exposición realizada en España sobre la figura del científico prusiano. La ciudad de Aranjuez representa un hito en la preparación administrativa y científica de la ambiciosa expedición de Humboldt, que le llevaría por las colonias españolas de América entre 1799 y 1804. Humboldt permaneció en nuestro país entre los meses de enero y junio de 1799, durante los cuales contactó con científicos e instituciones científicas españolas a fin de prepararse para su estancia en América y ampliar sus conocimientos sobre este continente. Además, aprovechó para realizar viajes de investigación por España, llevando a cabo numerosos estudios y poniendo a prueba sus nuevos instrumentos de medición. Resultado de esos estudios son, por ejemplo, dos perfiles de la Península (Valencia-La Coruña y PirineosMotril). A mediados de febrero visitó por primera vez Aranjuez junto al botánico francés Aimé Bonpland, que le acompañaría más tarde en su travesía americana. Probablemente mantuvieron entonces ya una primera entrevista con el embajador de Sajonia, el barón Philippe de Forell. A lo largo de su estancia en la capital, repitieron sus visitas al Real Sitio. El barón de Forell hizo posible el contacto de Humboldt con el ministro de Asuntos Exteriores Mariano Luis de Urquijo, quien mostró gran interés por el proyecto americano del alemán y le concertó a su vez una audiencia con el Rey. Ésta tendría lugar en Aranjuez en marzo de 1799. Humboldt presentó al monarca su proyecto de viaje y sus objetivos de investigación y él, después de examinarlos, le concedió la licencia para llevar a cabo su periplo americano, junto a varias cartas de presentación, que le posibilitaron el acceso a instituciones y a personas con cargos oficiales en América. Tampoco debemos olvidar que el motivo de la generosidad del rey bien puedo ser el interés que Humboldt había sabido despertar en él, presentándole un documento donde venía a demostrar a las autoridades españolas el beneficio inmediato que, gracias al viaje que él pretendía realizar, obtendría España de sus posesiones allende los mares. Al margen de estos trámites administrativos, Humboldt también llevó a cabo mediciones en Aranjuez: el 2 de mayo de 1799 midió la posición geográfica del Palacio Real, comparando luego la de Madrid con la de la localidad ribereña. Dada la relevancia de este científico y viajero prusiano para el desarrollo de la ciencia europea a lo largo de los siglos XVIII y XIX, merece la pena profundizar en su labor investigadora y en el significado que ha tenido nuestro país dentro de su proyecto americano. Sobre Humboldt se han realizado numerosos estudios y trabajos de investigación, sin embargo, lo relacionado con su estancia en España en 1799, así como sus vínculos con nuestro país, ha permanecido en el olvido durante mucho tiempo1. Esto resulta del todo inexplicable, si tenemos en cuenta la relevancia que España ha tenido en su obra a lo largo de su vida. En este sentido, no se debería olvidar que los países latinoamericanos que Humboldt visitó pertenecían en ese momento al Imperio español; es decir, que en gran parte eran españoles y se encontraban bajo la influencia directa de España. Esta consideración es importante, dado que la actitud de la metrópoli hacia sus colonias fue siempre la de protegerlas de influencias externas. Por lo tanto, la investigación de estas vastas regiones por lo regular solamente podía llevarse a cabo por viajeros e investigadores súbditos de la Corona española. No en vano, Humboldt fue el primer científico extranjero a quien se concedía un permiso tan amplio para una estancia larga en las colonias españolas. Por esa misma razón, el prusiano mantuvo durante toda su estadía un cierto distanciamiento de la política colonial española, teniendo cuidado de no involucrarse en situaciones comprometidas. No enfocó sus investigaciones desde la crítica de las circunstancias existentes, sino dedicándose sólo a lo intrínsecamente científico. Después de su regreso de América, Humboldt se centró de manera intensiva en el estudio del pasado de las colonias españolas. Su orientación historicista le llevaba a querer conocer el pasado de una región para comprender mejor su presente. Lo hizo sobre todo a través de la lectura y el estudio de los relatos de los primeros cronistas, misioneros, viajeros y funcionarios, así como de las recopilaciones e interpretaciones de investigadores de los siglos XVII y XVIII. A través de este análisis de toda la literatura escrita hasta entonces sobre América, Humboldt llegó a convertirse en un verdadero experto en la historia de los indios de las colonias españolas, confiriendo un nuevo valor a estas obras, durante mucho tiempo denostadas. 1. Prolegómenos del viaje Alexander von Humboldt creció durante la época de las grandes expediciones, como fueron las de Bougainville (1766-69), Bruce (1768-73), Niebuhrs (1761-67), Malaspina (1789-1794) o Cook (1768-71, 1772-75 y 1776-80). La literatura surgida en torno a estas aventuras fascinó al joven Humboldt ya desde temprana edad, y motivó en él un acercamiento romántico hacia las regiones de los trópicos, idealizadas en las obras de Rousseau y Buffon. El mundo exótico lo conocía también a través de Bernardin de Saint-Pierre, cuya obra Pablo y Virginia había leído en varias ocasiones. Además, le influyeron los escritos de su antiguo preceptor Joachim Heinrich Campe Descubrimiento de América y El nuevo Robinson. La lectura de estos libros le trasmitía escasos conocimientos concretos sobre las regiones descritas, pero las pintorescas narraciones de este mundo desconocido despertaron en él una gran pasión por viajar. Por lo tanto, ya desde muy joven fraguó el proyecto de realizar él mismo una expedición de estas características, algo que percibía como un reto personal, como manifiesta en su obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente: “Desde mi temprana juventud había sentido el ardiente deseo de hacer un viaje a regiones lejanas y poco visitadas por los europeos” (Humboldt, 1941-42, t. 1, p. 37). Para poder satisfacer este interés, realizó algunos viajes cortos dentro de Alemania, que extendió luego por Europa, visitando Inglaterra, Francia, Polonia, Italia y Suiza. A la muerte de su madre, en noviembre de 1796, Alexander von Humboldt heredó una inmensa fortuna, circunstancia que le permitió renunciar a su empleo estatal y dedicarse plenamente a la preparación de lo que por entonces era ya su “viaje a las Indias”. Los dos años siguientes los pasó en diferentes ciudades europeas: París, Weimar, Salzburgo, Dresde y Jena, donde se encontraban los centros científicos más prestigiosos por aquel entonces. En un principio, Humboldt planeaba su expedición como un viaje oficial. En esos momentos se estaba preparando en París un nuevo viaje alrededor del mundo, en el que Humboldt iba a participar. Pero este viaje sufrió constantes retrasos por motivos de índole económica, puesto que los costes de las guerras de Napoleón se dejaron sentir gravemente en el tesoro público. Humboldt aprovechó la espera para ultimar los preparativos de su viaje. Entretanto conoció al botánico francés Aimé Goujand Bonpland, que también sería miembro del equipo. Cuando se canceló finalmente la expedición francesa, Humboldt decidió emprender su viaje por cuenta propia, acompañado por Bonpland. Un motivo más para tomar esta decisión fue que Georg Forster, a quien Humboldt tanto admiraba, tuvo grandes dificultades para publicar los resultados de la expedición realizada con James Cook. Así, Humboldt valoró aún más si cabe las ventajas de su propia autonomía frente a instituciones ajenas u otras personas. Antes de partir a tierras americanas pretendían realizar un viaje preparatorio al norte de África. Tras esperar en vano durante dos meses en Marsella a recibir el permiso para trasladarse a Túnez –que al final fue denegado debido a la persecución que sufrían los franceses en esta región– Humboldt y Bonpland tomaron la decisión de viajar a España para, desde allí, emprender su viaje africano. Sin embargo, el destino trastocaría nuevamente sus planes: el viaje de preparación fue suspendido y la gran expedición a América tomó su inicio directamente desde España. 2. Preparación científica del viaje en España A finales de diciembre de 1798, Humboldt y Bonpland emprendieron viaje a Madrid, adonde llegarían a principios de febrero de 1799. Aprovecharon el trayecto de seis semanas para probar sus instrumentos de medición –sextante, cronómetro, barómetro y termómetro– y determinar con ellos la altura sobre el nivel del mar y la ubicación astronómica de puntos destacables en términos geográficos. Además, estudiaron las formaciones geológicas del altiplano de Castilla y subieron a Montserrat. De alguna manera, se puede considerar el viaje por España como un ensayo del proyecto americano, ya que realizaron el mismo tipo de investigaciones con las que querían comenzar en el Nuevo Continente2. Varios fueron los motivos que trajeron a Humboldt hasta nuestro país. Por un lado, económico: tenía que ponerse en contacto con un banco español que avalase su crédito en Berlín y que estuviese dispuesto a subvencionarle también en las colonias españolas. Y por otro, diplomático: necesitaba el permiso del monarca español para investigar en las regiones que le interesaban, dado que pertenecían al Imperio español. En parte debido a sus indudables dotes diplomáticas, pero en mayor medida a los contactos que mantenía con personas influyentes y, en último lugar, merced a una buena dosis de suerte, Humboldt consiguió del rey de España el permiso indispensable para la realización de su proyecto americano, gesto que el alemán reconocería y agradecería vivamente, como revela en su obra Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente: “Nunca había sido acordado a un viajero permiso más lato; nunca un extranjero había sido honrado con mayor confianza de parte del gobierno español” (Humboldt, 1941-42, t. 1, p. 45). De hecho, el pasaporte contenía formulaciones bastante generosas permitiendo que Humboldt fuese a América “a fin de continuar el estudio de las minas, y hacer colecciones, observaciones, y descubrimientos útiles para el progreso de las ciencias naturales” (ibid. rescribía que nadie debería impedirle “por ningún motivo la conducción de sus instrumentos de Física, Química, Astronomía, y Matemáticas, ni hacer en todas las referidas posesiones las observaciones y experimentos que juzgue útiles, como también el recolectar libremente plantas, animales, semillas, y minerales, medir la altura de los montes, examinar la naturaleza de éstos, y hacer observaciones astronómicas” (Puig-Samper, 1999, p. 341). El barón de Forell, a quien ya hemos mencionado, no solo abrió a Humboldt las puertas de la corte real, sino que además le introdujo en el ambiente científico de Madrid. Forell también se movía en estos círculos, por lo que fácilmente le podía presentar a los científicos más célebres, y así establecer los contactos necesarios para la preparación del proyecto americano. De esa manera, Humboldt podía llevar a cabo su labor de documentación para el viaje y aumentar sus conocimientos acerca de los territorios americanos, ya que en aquel tiempo no había otro lugar en Europa con tantas colecciones de Iberoamérica como Madrid. Forell le introdujo en el Círculo del Real Gabinete de Historia Natural, que había sido inaugurado en 1776, integrado por los científicos más competentes, muchos de ellos extranjeros. En su nómina de miembros se encontraban, entre otros, Louis Joseph Proust, profesor de Química en Segovia y que más adelante llegó a ser el director del Laboratorio Real bajo Carlos IV; Christian Herrgen, profesor de Mineralogía y director del departamento mineralógico del madrileño Museo de Ciencias Naturales; y Wilhelm Thalacker, un joven alemán que se encontraba por entonces en Madrid. De Proust y Thalacker recibió amplias informaciones sobre minerales americanos, y junto con Thalacker publicó en los Anales de Historia Natural; a través de ellos se estableció el contacto con José Clavijo y Fajardo, que a la sazón era vicedirector del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid y traductor de las obras de Buffon. Durante su estancia en Madrid, también se puso en contacto con los miembros de la expedición americana de Malaspina, que le brindaron sus conocimientos y experiencia. Así, por ejemplo, José Espinosa y Tello le cedió mediciones cartográficas realizadas en América; su intercambio con Louis Née, el botánico de la expedición de Malaspina, también resultó muy fructífero, ya que aquel había traído a España los herbarios más completos que se habían visto en Europa hasta entonces. Asimismo, Humboldt aprovechó el tiempo que permaneció en Madrid para conocer el círculo científico existente en torno al Jardín Botánico del Prado. Aquí es preciso mencionar sobre todo al que luego sería director del Jardín Botánico, Antonio José Cavanilles, quien conocía al antiguo profesor y amigo de Humboldt, el botánico Karl Ludwig Willdenow, y además era discípulo y amigo de A. Laurent Jussieu. Cavanilles se encargó de divulgar en Europa los resultados obtenidos en el campo de la Botánica en las expediciones españolas a América del Sur, y también fue quien popularizó los trabajos del médico y botánico español José Celestino Mutis, que vivía en Sudamérica, y a quien Humboldt más adelante conocería personalmente. Además, no dejó pasar la oportunidad de estudiar las colecciones de Ruiz y Pavón en el Jardín Botánico, que los mismos habían recopilado en Perú y Chile durante su expedición botánica junto a J. Dombey. Finalmente, también conoció Humboldt en Madrid al cronista oficial de Indias, Juan Bautista Muñoz, que había fundado en el año 1785 en Sevilla el Archivo de las Indias, donde se habían depositado todos los documentos sobre las colonias españolas en América. 3. El viaje por América El 13 de mayo, Humboldt y Bonpland marcharon a La Coruña, desde donde partían los barcos rumbo a las Indias. Algunos días después iniciarían su viaje de cinco años, que les llevaría primero a Tenerife y desde allí a tierras americanas (Venezuela, Cuba, Ecuador, Perú y México, y finalmente a los Estados Unidos), para regresar finalmente en agosto de 1804 a Burdeos. Se trataba de un viaje extremadamente heterogéneo: desplazamientos de varias semanas a lo largo de ríos en las selvas tropicales de Venezuela, visitas a científicos, sobre todo de origen español, que vivían en América, trabajo de investigación en archivos, etc. Estudiaron el Nuevo Continente en sus aspectos más diversos: flora, fauna, geografía, geología, mineralogía, meteorología, arqueología, y también antropología. En cuanto a la sociedad del continente americano, Humboldt conoció diferentes grupos étnicos, tenía contacto con los “indios salvajes” que vivían en tribus pequeñas y lejos de la civilización, otros que vivían en las misiones, indios que estaban cerca de las civilizaciones europeas y se encontraban bajo su influencia; llegó además a conocer mestizos de las sociedades coloniales por las que se movía con mucha habilidad. Durante toda la expedición hizo acopio de todo tipo de información, incluso de aquellas regiones que no podía visitar personalmente. A tal efecto contactó con las personas más capacitadas para buscar información in situ. Buscó el intercambio de conocimientos con ellos, trabajó en archivos y comparó los datos obtenidos con los ofrecidos en las publicaciones relacionadas con el tema. Uno de los científicos con los que Humboldt contactó, y en cuya casa se hospedó durante dos meses, fue el botánico español José Celestino Mutis, a quien ya nos hemos referido. Más aún, el objetivo de su viaje a Bogotá fue entrevistarse personalmente con este conocido científico, a fin de intercambiar ideas sobre botánica. Su expedición americana, por lo tanto, no solamente puede ser considerada como un viaje, sino también como una “estancia de estudios”. Humboldt redactó innumerables cartas, tanto privadas como profesionales, dirigidas a diferentes personas de Europa. Estas misivas son fundamentales para el estudio de su proyecto americano, ya que en ellas muestra sus emociones, impresiones y pensamientos inmediatos formando una impresionante descripción del viaje, de las regiones visitadas y de las personas que encontró allí. Una parte de su correspondencia iba dirigida a los científicos y las instituciones que había conocido en Madrid antes de su partida. De esta manera remitió con regularidad, por ejemplo, cartas al director del Jardín Botánico, José Antonio Cavanilles, que fueron traducidas por Christian Herrgen y publicadas en la revista Anales de Historia Natural, editada en 1799-1804, es decir, exactamente durante el viaje americano de Humboldt. Herrgen puso mucho empeño en la difusión de los trabajos del prusiano, tradujo, como acabamos de decir, cartas suyas y elaboró un tipo de exégesis de sus primeros resultados científicos obtenidos en América. 4. Elaboración y publicación Después de su vuelta a Europa en el año 1804, Humboldt comenzó con la elaboración y publicación de los resultados de su investigación, lo que –al margen de algunas interrupciones– le ocuparía hasta el fin de su vida. Este fue el motivo por el cual vivió los 23 años siguientes en París, ya que allí encontraría un ambiente científico bastante más progresista que en Berlín. Además, la publicación de obras tan amplias, con numerosas imágenes en color y grabados, le habría acarreado en Berlín muchos más problemas. Después de su vuelta a la capital prusiana en 1827 redactó el Cosmos, suma de su pensamiento y resultado de las investigaciones de toda una vida en casi todos los campos de las ciencias naturales. Esta obra no se caracteriza por la novedad de las teorías en ella expuestas, es decir, muchas de las ideas ya habían sido formuladas en otro contexto anteriormente. Sin embargo, su finalidad era más bien presentar estos conceptos de una manera más sintética que ayudase a la comprensión de la interconexión del todo. En este punto es menester retornar a los vínculos de Humboldt con España: con el fin de profundizar en los estudios que realizó en América acerca del mundo indígena local se interesó por el pasado de aquellos pueblos, investigando a los cronistas españoles de los siglos XVII y XVIII. Así, el científico ayudó a rehabilitar estos escritos, y elaboró de esta manera una parte de la historia española, lo que a su vez despertó en España un interés más profundo por sus estudios. Las crónicas de Indias en los tiempos de Humboldt no gozaban de mucho crédito en ámbitos científicos. Tachadas de exageradas, había una actitud de escepticismo hacia ellas. Humboldt, por el contrario, las empleó como fuentes fiables para rastrear el pasado del indio americano. Como él mismo argumenta: “La lectura de las obras que contienen las narraciones de los conquistadores ha tenido para mí especial atractivo, y las investigaciones hechas en algunos archivos de América y en bibliotecas de diferentes partes de Europa me han facilitado el estudio de una rama descuidada de la literatura española” (Humboldt, 1992, p. 12). Además, no solamente estudió los relatos de los primeros cronistas españoles, sino también los de siglos posteriores, convirtiéndose así en un profundo conocedor de la población indígena americana en las colonias españolas de América. En definitiva, se puede afirmar que la obra americana de Humboldt no surgió únicamente de su expedición, sino que fue resultado de un amplio trabajo sobre toda la literatura americanista de España. Al “redescubrir” América también descubriría toda la historiografía española clásica. 5. Su obra americana El lugar sobresaliente que se reserva a Humboldt dentro de la investigación del continente americano se debe al hecho de haber abierto la realidad americana a la ciencia. No en vano, con frecuencia se le llama “el descubridor científico de América”. Su obra se puede considerar como cumbre y, al mismo tiempo, punto final de la investigación enciclopedista de la Ilustración, antes de que, a mediados del siglo XIX, las ciencias comenzaran a formarse y definirse. En cierta forma, Humboldt era la persona indicada, en el tiempo y lugar adecuados, ya que él tuvo la oportunidad de visitar e investigar los países sudamericanos antes de su independencia. Lo más innovador era su método de investigación científica. La idea que en aquel tiempo se tenía de América era más bien imaginaria y apenas se basaba en datos fundados. Humboldt puso fin a esto con sus detalladas descripciones etnográficas, con sus resultados de investigación precisos y sus ilustraciones de carácter realista. Su obra se diferencia, por lo tanto, de los escritos más bien filosóficos del resto de autores que habían descrito los pueblos americanos y explicado su entorno vital sin haber visto jamás aquellos pueblos. Al contrario que ellos, Humboldt unía diferentes aspectos en la preocupación por el mundo indígena de América. Viajó durante mucho tiempo y consiguió de esta manera una impresión amplia sobre diversas regiones; a veces permaneció también más tiempo en el mismo lugar para profundizar sobre ciertos estudios, recogió la cultura material de los indios, se preocupó de las fuentes antiguas, leyó las obras de varios autores contemporáneos y solamente después fundió estos resultados con sus planteamientos filosóficos. También a sus estudios antropológicos se les concede un gran valor porque presentaban una tercera vía entre la dicotomía –muy corriente en aquel tiempo– del “buen salvaje” y el “mal salvaje”. Es decir, una alternativa a los autores que describían el mundo indígena como un paraíso y aquellos que, al destacar ciertas curiosidades incomprensibles para ellos, intentaban dar a la realidad un toque todavía más bárbaro. Bien es verdad que ya en los tiempos de Humboldt, e incluso un poco antes, había viajeros que se habían alejado de esta visión filosófica –como, por ejemplo, Frézier, Cook, La Perouse y Bougainville–, aunque debido al carácter de su viaje, su contacto con las culturas indígenas era bastante limitado y superficial. Las obras de Humboldt, por el contrario, son bastante más extensas y fundamentadas que cualquier descripción que se hubiera hecho antes. En otro orden de cosas, este científico prusiano demostró tener un gran interés por la producción científica de España, al igual que por su historia, en consonancia con la curiosidad que despertaba en Alemania todo lo español, y que caracterizó tanto el Romanticismo como la Ilustración alemana. El espíritu germánico que se estaba fraguando en aquellos momentos se oponía de una forma deliberada al espíritu francés. En cierto sentido, podemos entender la “hispanofilia” de Humboldt como su intento de ponerse del lado de la tradición científica española, vista con unánime desconfianza en la Europa de las Luces. Para concluir, es preciso destacar que Humboldt tomó partido decididamente a favor de España con su aprecio y promoción de la ciencia española, su argumentación en contra de la supuesta inferioridad de América y de la Leyenda Negra, y por su revalorización de España tanto como poder colonial en el presente como por su pasado colonial, concediendo gran importancia a los escritos de los primeros cronistas. Su fama y el grado de reconocimiento internacional que había obtenido sí pueden haber influido en la visión que de España se tenía en el exterior. Posiblemente sea esta la contribución más importante de todo cuanto este famoso científico prusiano aportó a la imagen de España, ya que sus escasas descripciones del país en los aspectos tratados serían pronto superadas por las entusiastas narraciones de los viajeros románticos. Por otro lado, al pintar una imagen tan positiva de las colonias españolas en América, describiendo las maravillas de la naturaleza, en todos los sentidos, estudiando aquella realidad tan intensamente, Humboldt argumentaba indirectamente en contra de la idea de la supuesta inferioridad de América, tan vigente en aquella época. 6. Bibliografía Artola, J. M., “La vocación de Alexander von Humboldt y su relación con España”, en La imagen de España en la Ilustración alemana, Madrid, Görres-Gesellschaft, 1991, pp. 265286. Beck, H., Alexander von Humboldt, México, Fondo de Cultura Económica, 1971. Botting, D., Humboldt y el cosmos. 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NOTAS 1 También en España, hasta hace solo unos años, se ha investigado relativamente poco este extremo. Entre 1932 y 1933 el catedrático madrileño Amando Melón y Ruiz de Gordejuela quiso impulsar la investigación en este ámbito, pero su llamamiento no ha tenido ninguna resonancia durante bastante tiempo. Lo que a primera vista puede parecer asombroso, sí puede ser explicado, no obstante, por el hecho de que el estudio de este científico se llevó a cabo en un momento en el que los países de América Latina se encontraban en su proceso de independencia de la metrópoli española. Por consiguiente, su viaje se asocia más con una América implicada en movimientos independentistas que con España. Por el mismo motivo, hasta ahora han sido sobre todo científicos americanos quienes se han dedicado a las obras de Humboldt. 2 En 1825 Humboldt publicó los resultados de sus investigaciones en España bajo el título Über die Gestalt und das Klima des Hochlandes der Iberischen Halbinsel en la revista geográfica Hertha (tomo 4, p. 5-23). Una traducción al español se publicó en: Puig-Samper, M. Á.; Rebok, S.: “Un sabio en la meseta: el viaje de Alexander von Humboldt a España en 1799”. Revista de Occidente, 254-255 (2002), pp. 95-125. Puig-Samper, M. Á.; Rebok, S., “Un sabio en la meseta: el viaje de Alejandro de Humboldt a España en 1799”. Humboldt im Netz (http://www.uni-potsdam.de/u/romanistik/humboldt/hin), Berlín/Potsdam, núm. III, 5, 2002.