SU ESTANCIA EN ESPAÑA Y SU GRAN

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ALEXANDER VON HUMBOLDT:
SU ESTANCIA EN ESPAÑA Y SU GRAN EXPEDICIÓN AMERICANA
Sandra Rebok
Instituto de Historia, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid
Marta Fernández Bueno
Facultad de Traducción e Interpretación, CES Felipe II (UCM)
Resumen:
Este artículo rememora la exposición habida en el CES Felipe II sobre la figura del científico y viajero alemán
Alexander von Humboldt. Este investigador, mucho más considerado en los países de Iberoamérica que en
nuestro país, visitó en diversas ocasiones Aranjuez cuando ultimaba los trámites administrativos de su gran
expedición (1799-1804), que le llevaría por tierras americanas. En la Península estableció por un lado valiosos
contactos de índole científica y diplomática y por otro puso a prueba los valiosos instrumentos de medición que
le acompañarían en su viaje a ultramar. La contribución de Humboldt al panorama científico de la época es
indudable: amplió los conocimientos existentes en el campo de la geografía y la botánica, así como de la fauna,
la mineralogía, la antropología y la sociedad de las colonias americanas. Humboldt fue un espíritu curioso, que
anhelaba entender las claves de la realidad que le circundaba, el investigador por antonomasia.
Palabras clave: Humboldt, expediciones científicas, América, Historia de la Ciencia, Botánica, viajeros
alemanes
El pasado 28 de enero se clausuró en nuestro Centro la exposición “Alejandro de Humboldt y
Aranjuez: El gran explorador alemán y sus vínculos con España”, inaugurada dos meses antes
en el patio de la Casa del Gobernador. La muestra documental estuvo organizada por el
Instituto de Historia del Centro Superior de Investigaciones Científicas, y el Goethe-Institut
Madrid, en colaboración con el CES Felipe II. En ella se recogía una serie de testimonios del
paso del investigador alemán por España, y vino a coincidir en el tiempo con la exhibida en el
Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Lo novedoso del evento y la causa de la
notable repercusión que tuvo radica en que se trataba de la primera exposición realizada en
España sobre la figura del científico prusiano.
La ciudad de Aranjuez representa un hito en la preparación administrativa y científica de la
ambiciosa expedición de Humboldt, que le llevaría por las colonias españolas de América
entre 1799 y 1804. Humboldt permaneció en nuestro país entre los meses de enero y junio de
1799, durante los cuales contactó con científicos e instituciones científicas españolas a fin de
prepararse para su estancia en América y ampliar sus conocimientos sobre este continente.
Además, aprovechó para realizar viajes de investigación por España, llevando a cabo
numerosos estudios y poniendo a prueba sus nuevos instrumentos de medición. Resultado de
esos estudios son, por ejemplo, dos perfiles de la Península (Valencia-La Coruña y PirineosMotril).
A mediados de febrero visitó por primera vez Aranjuez junto al botánico francés Aimé
Bonpland, que le acompañaría más tarde en su travesía americana. Probablemente
mantuvieron entonces ya una primera entrevista con el embajador de Sajonia, el barón
Philippe de Forell. A lo largo de su estancia en la capital, repitieron sus visitas al Real Sitio.
El barón de Forell hizo posible el contacto de Humboldt con el ministro de Asuntos
Exteriores Mariano Luis de Urquijo, quien mostró gran interés por el proyecto americano del
alemán y le concertó a su vez una audiencia con el Rey. Ésta tendría lugar en Aranjuez en
marzo de 1799. Humboldt presentó al monarca su proyecto de viaje y sus objetivos de
investigación y él, después de examinarlos, le concedió la licencia para llevar a cabo su
periplo americano, junto a varias cartas de presentación, que le posibilitaron el acceso a
instituciones y a personas con cargos oficiales en América. Tampoco debemos olvidar que el
motivo de la generosidad del rey bien puedo ser el interés que Humboldt había sabido
despertar en él, presentándole un documento donde venía a demostrar a las autoridades
españolas el beneficio inmediato que, gracias al viaje que él pretendía realizar, obtendría
España de sus posesiones allende los mares.
Al margen de estos trámites administrativos, Humboldt también llevó a cabo mediciones en
Aranjuez: el 2 de mayo de 1799 midió la posición geográfica del Palacio Real, comparando
luego la de Madrid con la de la localidad ribereña.
Dada la relevancia de este científico y viajero prusiano para el desarrollo de la ciencia europea
a lo largo de los siglos XVIII y XIX, merece la pena profundizar en su labor investigadora y
en el significado que ha tenido nuestro país dentro de su proyecto americano. Sobre Humboldt
se han realizado numerosos estudios y trabajos de investigación, sin embargo, lo relacionado
con su estancia en España en 1799, así como sus vínculos con nuestro país, ha permanecido
en el olvido durante mucho tiempo1. Esto resulta del todo inexplicable, si tenemos en cuenta
la relevancia que España ha tenido en su obra a lo largo de su vida.
En este sentido, no se debería olvidar que los países latinoamericanos que Humboldt visitó
pertenecían en ese momento al Imperio español; es decir, que en gran parte eran españoles y
se encontraban bajo la influencia directa de España. Esta consideración es importante, dado
que la actitud de la metrópoli hacia sus colonias fue siempre la de protegerlas de influencias
externas. Por lo tanto, la investigación de estas vastas regiones por lo regular solamente podía
llevarse a cabo por viajeros e investigadores súbditos de la Corona española. No en vano,
Humboldt fue el primer científico extranjero a quien se concedía un permiso tan amplio para
una estancia larga en las colonias españolas. Por esa misma razón, el prusiano mantuvo
durante toda su estadía un cierto distanciamiento de la política colonial española, teniendo
cuidado de no involucrarse en situaciones comprometidas. No enfocó sus investigaciones
desde la crítica de las circunstancias existentes, sino dedicándose sólo a lo intrínsecamente
científico.
Después de su regreso de América, Humboldt se centró de manera intensiva en el estudio del
pasado de las colonias españolas. Su orientación historicista le llevaba a querer conocer el
pasado de una región para comprender mejor su presente. Lo hizo sobre todo a través de la
lectura y el estudio de los relatos de los primeros cronistas, misioneros, viajeros y
funcionarios, así como de las recopilaciones e interpretaciones de investigadores de los siglos
XVII y XVIII. A través de este análisis de toda la literatura escrita hasta entonces sobre
América, Humboldt llegó a convertirse en un verdadero experto en la historia de los indios de
las colonias españolas, confiriendo un nuevo valor a estas obras, durante mucho tiempo
denostadas.
1. Prolegómenos del viaje
Alexander von Humboldt creció durante la época de las grandes expediciones, como fueron
las de Bougainville (1766-69), Bruce (1768-73), Niebuhrs (1761-67), Malaspina (1789-1794)
o Cook (1768-71, 1772-75 y 1776-80). La literatura surgida en torno a estas aventuras fascinó
al joven Humboldt ya desde temprana edad, y motivó en él un acercamiento romántico hacia
las regiones de los trópicos, idealizadas en las obras de Rousseau y Buffon. El mundo exótico
lo conocía también a través de Bernardin de Saint-Pierre, cuya obra Pablo y Virginia había
leído en varias ocasiones. Además, le influyeron los escritos de su antiguo preceptor Joachim
Heinrich Campe Descubrimiento de América y El nuevo Robinson.
La lectura de estos libros le trasmitía escasos conocimientos concretos sobre las regiones
descritas, pero las pintorescas narraciones de este mundo desconocido despertaron en él una
gran pasión por viajar. Por lo tanto, ya desde muy joven fraguó el proyecto de realizar él
mismo una expedición de estas características, algo que percibía como un reto personal, como
manifiesta en su obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente: “Desde mi
temprana juventud había sentido el ardiente deseo de hacer un viaje a regiones lejanas y poco
visitadas por los europeos” (Humboldt, 1941-42, t. 1, p. 37).
Para poder satisfacer este interés, realizó algunos viajes cortos dentro de Alemania, que
extendió luego por Europa, visitando Inglaterra, Francia, Polonia, Italia y Suiza. A la muerte
de su madre, en noviembre de 1796, Alexander von Humboldt heredó una inmensa fortuna,
circunstancia que le permitió renunciar a su empleo estatal y dedicarse plenamente a la
preparación de lo que por entonces era ya su “viaje a las Indias”. Los dos años siguientes los
pasó en diferentes ciudades europeas: París, Weimar, Salzburgo, Dresde y Jena, donde se
encontraban los centros científicos más prestigiosos por aquel entonces.
En un principio, Humboldt planeaba su expedición como un viaje oficial. En esos momentos
se estaba preparando en París un nuevo viaje alrededor del mundo, en el que Humboldt iba a
participar. Pero este viaje sufrió constantes retrasos por motivos de índole económica, puesto
que los costes de las guerras de Napoleón se dejaron sentir gravemente en el tesoro público.
Humboldt aprovechó la espera para ultimar los preparativos de su viaje. Entretanto conoció al
botánico francés Aimé Goujand Bonpland, que también sería miembro del equipo. Cuando se
canceló finalmente la expedición francesa, Humboldt decidió emprender su viaje por cuenta
propia, acompañado por Bonpland. Un motivo más para tomar esta decisión fue que Georg
Forster, a quien Humboldt tanto admiraba, tuvo grandes dificultades para publicar los
resultados de la expedición realizada con James Cook. Así, Humboldt valoró aún más si cabe
las ventajas de su propia autonomía frente a instituciones ajenas u otras personas.
Antes de partir a tierras americanas pretendían realizar un viaje preparatorio al norte de
África. Tras esperar en vano durante dos meses en Marsella a recibir el permiso para
trasladarse a Túnez –que al final fue denegado debido a la persecución que sufrían los
franceses en esta región– Humboldt y Bonpland tomaron la decisión de viajar a España para,
desde allí, emprender su viaje africano. Sin embargo, el destino trastocaría nuevamente sus
planes: el viaje de preparación fue suspendido y la gran expedición a América tomó su inicio
directamente desde España.
2. Preparación científica del viaje en España
A finales de diciembre de 1798, Humboldt y Bonpland emprendieron viaje a Madrid, adonde
llegarían a principios de febrero de 1799. Aprovecharon el trayecto de seis semanas para
probar sus instrumentos de medición –sextante, cronómetro, barómetro y termómetro– y
determinar con ellos la altura sobre el nivel del mar y la ubicación astronómica de puntos
destacables en términos geográficos. Además, estudiaron las formaciones geológicas del
altiplano de Castilla y subieron a Montserrat. De alguna manera, se puede considerar el viaje
por España como un ensayo del proyecto americano, ya que realizaron el mismo tipo de
investigaciones con las que querían comenzar en el Nuevo Continente2.
Varios fueron los motivos que trajeron a Humboldt hasta nuestro país. Por un lado,
económico: tenía que ponerse en contacto con un banco español que avalase su crédito en
Berlín y que estuviese dispuesto a subvencionarle también en las colonias españolas. Y por
otro, diplomático: necesitaba el permiso del monarca español para investigar en las regiones
que le interesaban, dado que pertenecían al Imperio español. En parte debido a sus indudables
dotes diplomáticas, pero en mayor medida a los contactos que mantenía con personas
influyentes y, en último lugar, merced a una buena dosis de suerte, Humboldt consiguió del
rey de España el permiso indispensable para la realización de su proyecto americano, gesto
que el alemán reconocería y agradecería vivamente, como revela en su obra Viaje a las
regiones equinocciales del nuevo continente: “Nunca había sido acordado a un viajero
permiso más lato; nunca un extranjero había sido honrado con mayor confianza de parte del
gobierno español” (Humboldt, 1941-42, t. 1, p. 45).
De hecho, el pasaporte contenía formulaciones bastante generosas permitiendo que
Humboldt fuese a América “a fin de continuar el estudio de las minas, y hacer colecciones,
observaciones, y descubrimientos útiles para el progreso de las ciencias naturales” (ibid.
rescribía que nadie debería impedirle “por ningún motivo la conducción de sus instrumentos
de Física, Química, Astronomía, y Matemáticas, ni hacer en todas las referidas posesiones las
observaciones y experimentos que juzgue útiles, como también el recolectar libremente
plantas, animales, semillas, y minerales, medir la altura de los montes, examinar la naturaleza
de éstos, y hacer observaciones astronómicas” (Puig-Samper, 1999, p. 341).
El barón de Forell, a quien ya hemos mencionado, no solo abrió a Humboldt las puertas de la
corte real, sino que además le introdujo en el ambiente científico de Madrid. Forell también se
movía en estos círculos, por lo que fácilmente le podía presentar a los científicos más
célebres, y así establecer los contactos necesarios para la preparación del proyecto americano.
De esa manera, Humboldt podía llevar a cabo su labor de documentación para el viaje y
aumentar sus conocimientos acerca de los territorios americanos, ya que en aquel tiempo no
había otro lugar en Europa con tantas colecciones de Iberoamérica como Madrid.
Forell le introdujo en el Círculo del Real Gabinete de Historia Natural, que había sido
inaugurado en 1776, integrado por los científicos más competentes, muchos de ellos
extranjeros. En su nómina de miembros se encontraban, entre otros, Louis Joseph Proust,
profesor de Química en Segovia y que más adelante llegó a ser el director del Laboratorio
Real bajo Carlos IV; Christian Herrgen, profesor de Mineralogía y director del departamento
mineralógico del madrileño Museo de Ciencias Naturales; y Wilhelm Thalacker, un joven
alemán que se encontraba por entonces en Madrid. De Proust y Thalacker recibió amplias
informaciones sobre minerales americanos, y junto con Thalacker publicó en los Anales de
Historia Natural; a través de ellos se estableció el contacto con José Clavijo y Fajardo, que a
la sazón era vicedirector del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid y traductor de las
obras de Buffon.
Durante su estancia en Madrid, también se puso en contacto con los miembros de la
expedición americana de Malaspina, que le brindaron sus conocimientos y experiencia. Así,
por ejemplo, José Espinosa y Tello le cedió mediciones cartográficas realizadas en América;
su intercambio con Louis Née, el botánico de la expedición de Malaspina, también resultó
muy fructífero, ya que aquel había traído a España los herbarios más completos que se habían
visto en Europa hasta entonces.
Asimismo, Humboldt aprovechó el tiempo que permaneció en Madrid para conocer el círculo
científico existente en torno al Jardín Botánico del Prado. Aquí es preciso mencionar sobre
todo al que luego sería director del Jardín Botánico, Antonio José Cavanilles, quien conocía al
antiguo profesor y amigo de Humboldt, el botánico Karl Ludwig Willdenow, y además era
discípulo y amigo de A. Laurent Jussieu. Cavanilles se encargó de divulgar en Europa los
resultados obtenidos en el campo de la Botánica en las expediciones españolas a América del
Sur, y también fue quien popularizó los trabajos del médico y botánico español José Celestino
Mutis, que vivía en Sudamérica, y a quien Humboldt más adelante conocería personalmente.
Además, no dejó pasar la oportunidad de estudiar las colecciones de Ruiz y Pavón en el Jardín
Botánico, que los mismos habían recopilado en Perú y Chile durante su expedición botánica
junto a J. Dombey.
Finalmente, también conoció Humboldt en Madrid al cronista oficial de Indias, Juan Bautista
Muñoz, que había fundado en el año 1785 en Sevilla el Archivo de las Indias, donde se habían
depositado todos los documentos sobre las colonias españolas en América.
3. El viaje por América
El 13 de mayo, Humboldt y Bonpland marcharon a La Coruña, desde donde partían los barcos
rumbo a las Indias. Algunos días después iniciarían su viaje de cinco años, que les llevaría
primero a Tenerife y desde allí a tierras americanas (Venezuela, Cuba, Ecuador, Perú y
México, y finalmente a los Estados Unidos), para regresar finalmente en agosto de 1804 a
Burdeos.
Se trataba de un viaje extremadamente heterogéneo: desplazamientos de varias semanas a lo
largo de ríos en las selvas tropicales de Venezuela, visitas a científicos, sobre todo de origen
español, que vivían en América, trabajo de investigación en archivos, etc. Estudiaron el
Nuevo Continente en sus aspectos más diversos: flora, fauna, geografía, geología,
mineralogía, meteorología, arqueología, y también antropología. En cuanto a la sociedad del
continente americano, Humboldt conoció diferentes grupos étnicos, tenía contacto con los
“indios salvajes” que vivían en tribus pequeñas y lejos de la civilización, otros que vivían en
las misiones, indios que estaban cerca de las civilizaciones europeas y se encontraban bajo su
influencia; llegó además a conocer mestizos de las sociedades coloniales por las que se movía
con mucha habilidad.
Durante toda la expedición hizo acopio de todo tipo de información, incluso de aquellas
regiones que no podía visitar personalmente. A tal efecto contactó con las personas más
capacitadas para buscar información in situ. Buscó el intercambio de conocimientos con ellos,
trabajó en archivos y comparó los datos obtenidos con los ofrecidos en las publicaciones
relacionadas con el tema. Uno de los científicos con los que Humboldt contactó, y en cuya
casa se hospedó durante dos meses, fue el botánico español José Celestino Mutis, a quien ya
nos hemos referido. Más aún, el objetivo de su viaje a Bogotá fue entrevistarse personalmente
con este conocido científico, a fin de intercambiar ideas sobre botánica. Su expedición
americana, por lo tanto, no solamente puede ser considerada como un viaje, sino también
como una “estancia de estudios”.
Humboldt redactó innumerables cartas, tanto privadas como profesionales, dirigidas a
diferentes personas de Europa. Estas misivas son fundamentales para el estudio de su
proyecto americano, ya que en ellas muestra sus emociones, impresiones y pensamientos
inmediatos formando una impresionante descripción del viaje, de las regiones visitadas y de
las personas que encontró allí. Una parte de su correspondencia iba dirigida a los científicos y
las instituciones que había conocido en Madrid antes de su partida. De esta manera remitió
con regularidad, por ejemplo, cartas al director del Jardín Botánico, José Antonio Cavanilles,
que fueron traducidas por Christian Herrgen y publicadas en la revista Anales de Historia
Natural, editada en 1799-1804, es decir, exactamente durante el viaje americano de
Humboldt. Herrgen puso mucho empeño en la difusión de los trabajos del prusiano, tradujo,
como acabamos de decir, cartas suyas y elaboró un tipo de exégesis de sus primeros
resultados científicos obtenidos en América.
4. Elaboración y publicación
Después de su vuelta a Europa en el año 1804, Humboldt comenzó con la elaboración y
publicación de los resultados de su investigación, lo que –al margen de algunas
interrupciones– le ocuparía hasta el fin de su vida. Este fue el motivo por el cual vivió los 23
años siguientes en París, ya que allí encontraría un ambiente científico bastante más
progresista que en Berlín. Además, la publicación de obras tan amplias, con numerosas
imágenes en color y grabados, le habría acarreado en Berlín muchos más problemas. Después
de su vuelta a la capital prusiana en 1827 redactó el Cosmos, suma de su pensamiento y
resultado de las investigaciones de toda una vida en casi todos los campos de las ciencias
naturales. Esta obra no se caracteriza por la novedad de las teorías en ella expuestas, es decir,
muchas de las ideas ya habían sido formuladas en otro contexto anteriormente. Sin embargo,
su finalidad era más bien presentar estos conceptos de una manera más sintética que ayudase a
la comprensión de la interconexión del todo.
En este punto es menester retornar a los vínculos de Humboldt con España: con el fin de
profundizar en los estudios que realizó en América acerca del mundo indígena local se
interesó por el pasado de aquellos pueblos, investigando a los cronistas españoles de los siglos
XVII y XVIII. Así, el científico ayudó a rehabilitar estos escritos, y elaboró de esta manera
una parte de la historia española, lo que a su vez despertó en España un interés más profundo
por sus estudios. Las crónicas de Indias en los tiempos de Humboldt no gozaban de mucho
crédito en ámbitos científicos. Tachadas de exageradas, había una actitud de escepticismo
hacia ellas. Humboldt, por el contrario, las empleó como fuentes fiables para rastrear el
pasado del indio americano.
Como él mismo argumenta: “La lectura de las obras que contienen las narraciones de los
conquistadores ha tenido para mí especial atractivo, y las investigaciones hechas en algunos
archivos de América y en bibliotecas de diferentes partes de Europa me han facilitado el
estudio de una rama descuidada de la literatura española” (Humboldt, 1992, p. 12). Además,
no solamente estudió los relatos de los primeros cronistas españoles, sino también los de
siglos posteriores, convirtiéndose así en un profundo conocedor de la población indígena
americana en las colonias españolas de América.
En definitiva, se puede afirmar que la obra americana de Humboldt no surgió únicamente de
su expedición, sino que fue resultado de un amplio trabajo sobre toda la literatura
americanista de España. Al “redescubrir” América también descubriría toda la historiografía
española clásica.
5. Su obra americana
El lugar sobresaliente que se reserva a Humboldt dentro de la investigación del continente
americano se debe al hecho de haber abierto la realidad americana a la ciencia. No en vano,
con frecuencia se le llama “el descubridor científico de América”. Su obra se puede
considerar como cumbre y, al mismo tiempo, punto final de la investigación enciclopedista de
la Ilustración, antes de que, a mediados del siglo XIX, las ciencias comenzaran a formarse y
definirse. En cierta forma, Humboldt era la persona indicada, en el tiempo y lugar adecuados,
ya que él tuvo la oportunidad de visitar e investigar los países sudamericanos antes de su
independencia.
Lo más innovador era su método de investigación científica. La idea que en aquel tiempo se
tenía de América era más bien imaginaria y apenas se basaba en datos fundados. Humboldt
puso fin a esto con sus detalladas descripciones etnográficas, con sus resultados de
investigación precisos y sus ilustraciones de carácter realista. Su obra se diferencia, por lo
tanto, de los escritos más bien filosóficos del resto de autores que habían descrito los pueblos
americanos y explicado su entorno vital sin haber visto jamás aquellos pueblos. Al contrario
que ellos, Humboldt unía diferentes aspectos en la preocupación por el mundo indígena de
América. Viajó durante mucho tiempo y consiguió de esta manera una impresión amplia
sobre diversas regiones; a veces permaneció también más tiempo en el mismo lugar para
profundizar sobre ciertos estudios, recogió la cultura material de los indios, se preocupó de las
fuentes antiguas, leyó las obras de varios autores contemporáneos y solamente después fundió
estos resultados con sus planteamientos filosóficos.
También a sus estudios antropológicos se les concede un gran valor porque presentaban una
tercera vía entre la dicotomía –muy corriente en aquel tiempo– del “buen salvaje” y el “mal
salvaje”. Es decir, una alternativa a los autores que describían el mundo indígena como un
paraíso y aquellos que, al destacar ciertas curiosidades incomprensibles para ellos, intentaban
dar a la realidad un toque todavía más bárbaro. Bien es verdad que ya en los tiempos de
Humboldt, e incluso un poco antes, había viajeros que se habían alejado de esta visión
filosófica –como, por ejemplo, Frézier, Cook, La Perouse y Bougainville–, aunque debido al
carácter de su viaje, su contacto con las culturas indígenas era bastante limitado y superficial.
Las obras de Humboldt, por el contrario, son bastante más extensas y fundamentadas que
cualquier descripción que se hubiera hecho antes.
En otro orden de cosas, este científico prusiano demostró tener un gran interés por la
producción científica de España, al igual que por su historia, en consonancia con la curiosidad
que despertaba en Alemania todo lo español, y que caracterizó tanto el Romanticismo como la
Ilustración alemana. El espíritu germánico que se estaba fraguando en aquellos momentos se
oponía de una forma deliberada al espíritu francés. En cierto sentido, podemos entender la
“hispanofilia” de Humboldt como su intento de ponerse del lado de la tradición científica
española, vista con unánime desconfianza en la Europa de las Luces.
Para concluir, es preciso destacar que Humboldt tomó partido decididamente a favor de
España con su aprecio y promoción de la ciencia española, su argumentación en contra de la
supuesta inferioridad de América y de la Leyenda Negra, y por su revalorización de España
tanto como poder colonial en el presente como por su pasado colonial, concediendo gran
importancia a los escritos de los primeros cronistas. Su fama y el grado de reconocimiento
internacional que había obtenido sí pueden haber influido en la visión que de España se tenía
en el exterior.
Posiblemente sea esta la contribución más importante de todo cuanto este famoso científico
prusiano aportó a la imagen de España, ya que sus escasas descripciones del país en los
aspectos tratados serían pronto superadas por las entusiastas narraciones de los viajeros
románticos. Por otro lado, al pintar una imagen tan positiva de las colonias españolas en
América, describiendo las maravillas de la naturaleza, en todos los sentidos, estudiando
aquella realidad tan intensamente, Humboldt argumentaba indirectamente en contra de la idea
de la supuesta inferioridad de América, tan vigente en aquella época.
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Puig-Samper, M. Á.; Rebok, S., “Un sabio en la meseta: el viaje de Alejandro de Humboldt a
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perspectivas. Alejandro de Humboldt y el mundo hispánico. La modernidad y la
Independencia americana, núm. 1, Madrid, Fundación Histórica Tavera, 2000, pp. 125-149.
NOTAS
1
También en España, hasta hace solo unos años, se ha investigado relativamente poco este extremo. Entre 1932
y 1933 el catedrático madrileño Amando Melón y Ruiz de Gordejuela quiso impulsar la investigación en este
ámbito, pero su llamamiento no ha tenido ninguna resonancia durante bastante tiempo. Lo que a primera vista
puede parecer asombroso, sí puede ser explicado, no obstante, por el hecho de que el estudio de este científico se
llevó a cabo en un momento en el que los países de América Latina se encontraban en su proceso de
independencia de la metrópoli española. Por consiguiente, su viaje se asocia más con una América implicada en
movimientos independentistas que con España. Por el mismo motivo, hasta ahora han sido sobre todo científicos
americanos quienes se han dedicado a las obras de Humboldt.
2
En 1825 Humboldt publicó los resultados de sus investigaciones en España bajo el título Über die Gestalt und
das Klima des Hochlandes der Iberischen Halbinsel en la revista geográfica Hertha (tomo 4, p. 5-23). Una
traducción al español se publicó en: Puig-Samper, M. Á.; Rebok, S.: “Un sabio en la meseta: el viaje de
Alexander von Humboldt a España en 1799”. Revista de Occidente, 254-255 (2002), pp. 95-125. Puig-Samper,
M. Á.; Rebok, S., “Un sabio en la meseta: el viaje de Alejandro de Humboldt a España en 1799”. Humboldt im
Netz (http://www.uni-potsdam.de/u/romanistik/humboldt/hin), Berlín/Potsdam, núm. III, 5, 2002.
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