El pensamiento lógico-racional comienza su largo

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2. Explica brevemente el desarrollo de la Filosofía antigua. (2,5)
(Aquí se pide que narres una visión panorámica de la filosofía del periodo indicado. En la antigua hay que hablar
de los presocráticos, de Platón y de Aristóteles. Es importante que relaciones unos filósofos con otros, no des ideas
dispersas de autores disgregados. Si cae en la PAU, recuerda que deberás incluir algo de Aristóteles, que nosotros aún
no lo incluimos aquí porque todavía no hemos llegado. Recuerda que el espacio recomendado para responder cada
pregunta es 1,25 caras de folio.) Ejemplo de respuesta:
El pensamiento lógico-racional comienza su largo proceso de separación del
pensamiento mítico en la cultura occidental en las polis griegas del siglo VI a.C., de la
mano de los filósofos presocráticos, que centran su atención en la pregunta por el
funcionamiento físico del cosmos, y por su origen desde el caos. Estos pensadores, no
exentos de rasgos míticos, pretenden comprender el mundo que les rodea acudiendo a
elementos observables, como el agua o el fuego, sobre los que la razón pueda detectar
regularidades expresables en leyes, de manera que el ser humano entienda el cosmos
como algo previsible, no como el fruto de los caprichos de seres sobrenaturales. El
descubrimiento del orden subyacente bajo las apariencias es el punto de partida del
pensamiento racional. De esta manera, la cultura griega, debido a su relativa libertad y a
una religión no excesivamente intransigente, genera en primer lugar la escuela de Mileto,
tres autores (Tales, Anaximandro y Anaxímenes) que intentan explicar la multiplicidad
fenoménica reduciéndola a las regularidades de un primer principio observable (agua,
ápeiron, aire). Empédocles de Agrigento, por su parte, ampliará esta reflexión señalando
que las “raíces” o elementos deberían ser cuatro (agua, aire, tierra o fuego), en conjunción
con dos fuerzas de atracción o repulsión a las que dará nombres míticos (Fobos y Eros),
mientras que Heráclito volverá a señalar al fuego como elemento primordial, si bien de
una manera que pretende ser alegórica de la importancia que este autor otorga al devenir
en el cosmos. Parménides de Elea y su discípulo Zenón darán comienzo a la metafísica con
su argumento sobre la imposibilidad lógica del cambio y su intransigente conclusión que
nos lleva a desechar los sentidos y a aferrarnos a un monolítico Ser-Uno. También hay que
señalar a los pitagóricos, que descubren asombrados la exactitud matemática y ese
asombro les lleva a una fusión entre lo sagrado y lo racional que fascinará a Platón.
Anaxágoras de Clazomene y Demócrito de Abdera darán lugar a dos maneras muy
diferentes, y muy influyentes, de hacer cosmología: el primero de ellos señalará la
importancia de las explicaciones teleológicas, debido a que la materia sola no podría
haber formado el Cosmos desde el Caos sin la intervención de una Inteligencia superior.
Por su parte, el padre del atomismo señalará a los griegos que precisamente eso es lo que
sucede, y que todo debe ser explicado racionalmente en base a la materia (átomos) y sin
buscar ninguna finalidad, sino de manera mecánica. Esa disputa entre mecanicismo y
finalismo ha recorrido hasta hoy la historia de nuestro pensamiento.
El debate entre Sócrates y los sofistas dará un rumbo nuevo a la filosofía, que pasará a
interesarse ante todo por las cuestiones ético – políticas. Sócrates negaría ser maestro de
nada, pero su actitud de infatigable búsqueda de verdades absolutas, siempre desde el
diálogo para llegar desde la crítica a las opiniones particulares a la verdad común, marcará
profundamente a Platón. La educación socrática pretende facilitar que cada uno dé a luz
sus propias ideas (Mayéutica) y sea capaz de lanzarlas a la crítica común (dialéctica), desde
el reconocimiento de la propia ignorancia y la convicción de que nuestro intelecto dirige
nuestra conducta. Platón pretenderá completar la aporética filosofía socrática.
Los sofistas serán el contrapunto relativista del pensamiento socrático, pues ellos
cuestionarán la validez universal de toda idea humana, al situarlas a todas en el lado del
nómos (convención), opuesto a la Physis (naturaleza). Nuestro conocimiento es tan
limitado que nunca podemos estar seguros de ninguna verdad, de manera que la actividad
más útil sería la retórica, el arte de convencer acerca de cualquier cosa, porque todas
nuestras verdades puede ser que estén equivocadas. Este relativismo y uso de la retórica
encajan perfectamente con un planteamiento político democrático, su hábitat político.
De ese debate sobre el carácter absoluto de las verdades accesibles a la razón o su
carácter relativo y convencional será testigo privilegiado Platón, en el cual la injusta
ejecución de su maestro reafirmará la convicción de que el hallazgo de las Ideas absolutas
y universales es la finalidad última del ser humano, y sobre ellas debe asentarse tanto la
vida individual como la organización política. En esa concepción de las Ideas, pero alejado
ya de la modesta búsqueda socrática y de su diálogo en común con otros, Platón fundará
su filosofía, uno de cuyos puntos principales es la consecución de un orden político justo y
estable, basado en la Idea inmutable de la Justicia. Aplicando sus creencias en la
inmortalidad del alma, Platón propondrá ordenar la polis en función de las tres almas que
posee el individuo, de manera que cada uno pueda encontrar en ella acomodo. Aquellas
personas en las cuales el deseo de saber sea muy fuerte (alma racional) deberán ser
quienes gobiernen la polis, que de esta manera podría caracterizarse como una
aristocracia filósofos, o de un filósofo. Quienes encuentren dentro de sí que las pasiones
nobles son muy fuertes, deberán defender la polis, obedeciendo a sus dirigentes, y
finalmente la mayoría del pueblo, que centra su existencia ante todo en la satisfacción de
sus pasiones concupiscibles, deberá dedicarse a los trabajos manuales necesarios para el
sostenimiento material del conjunto, obedeciendo en todo momento las leyes, y siendo
conscientes de cuál es su lugar. De esta manera se conseguiría una polis justa y estable, el
gran anhelo de este filósofo.
Aristóteles supondrá la culminación del periodo clásico, pues sabrá sintetizar en un
sistema coherente y de enorme influencia numerosas aportaciones de sus predecesores,
armonizadas por la originalidad de sus ideas: desde los cuatro elementos clásicos de los
presocráticos, a la importancia de las Formas que le enseñó Platón, todo ello visto desde
la óptica del desarrollo desde la potencia al acto, en uno de los primeros intentos
occidentales de comprender racionalmente el cambio del mundo que nos rodea. Su
pensamiento representa el nacimiento de un buen número de ciencias en nuestra cultura.
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