Universidad de Granada Departamento de Psicología Social y Metodología de las Ciencias del Comportamiento ANÁLISIS PSICOSOCIAL DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO: SEXISMO, PODER Y AMENAZA COMO FACTORES EXPLICATIVOS Tesis Doctoral María del Carmen Herrera Enríquez Directores: Francisca Expósito Jiménez Miguel C. Moya Morales Granada, 2009 Editor: Editorial de la Universidad de Granada Autor: María del Carmen Herrera Enríquez D.L.: GR 2255-2010 ISBN: 978-84-692-7864-2 El presente trabajo de investigación ha sido realizado gracias al programa de becas de Formación de Personal Investigador (FPI), del Ministerio de Innovación y Ciencia, al que ha estado vinculada la autora durante los años 2005 a 2009. Asimismo, esta tesis doctoral se ha desarrollado dentro del proyecto de investigación I+D SEJ200402817/PSIC titulado “Diferencias de poder y género: aspectos psicosociales” Agradecimientos Han sido algo más de cuatro años de duro trabajo, esfuerzo y sacrificio; durante todo este tiempo, he tenido la gran suerte de contar con muchas personas que me han acompañado en este camino. Ha llegado el momento de agradecer a todas ellas toda su ayuda y apoyo: En primer lugar, GRACIAS a Paqui, sí, gracias con mayúsculas, porque esta tesis sin ti, simplemente no existiría. Gracias por creer en mí desde el principio y conseguir que yo también lo hiciera. Gracias por escucharme y saberme guiar de la mejor manera que puedo imaginar. Siempre has tenido una palabra o un gesto de cariño, de ánimo, y eso me ha hecho seguir adelante y no tirar la toalla en los momentos más difíciles. Gracias por compartir conmigo tus brillantes ideas y por despertar en mí el entusiasmo por nuestro trabajo. Hemos pasado juntas por este proceso, hemos vivido momentos buenos (los más) y otros no tan buenos (los menos) y me he acostumbrado a contar contigo en todos ellos. Gracias por todo lo que me has enseñado y gracias por apostar por mí. Me enorgullece decir que después de todos estos años, mi directora de tesis es también una de mis mejores amigas. Gracias por todo de corazón. A Miguel, el otro gran pilar de esta tesis. Muchas gracias por aceptar gustosamente formar parte de este trabajo. Gracias por tu tiempo, tus consejos, tu cercanía y por transmitirme las ganas de aprender y mejorar. Gracias por reforzar cada pequeño paso y por entusiasmarte con cada nuevo descubrimiento. Por hacerme saber que si no encontrábamos el camino, crearíamos uno nuevo; y por poner sensatez y cordura cuando las ideas y explicaciones parecían desbordarse. Ha sido un placer y un honor poder contar contigo. A Diane Houston, thank you very much for accepted me in your department. I’m very grateful for your attention and your kind treatment, thank you for open the door of your office and your home. A Inma, gracias por ser mi amiga; ha sido inolvidable vivir todo el proceso contigo; hemos reído, disfrutado, luchado y sufrido juntas, y por eso, porque no hay nada más bonito que compartir un sueño, esta tesis también tiene un poquito de ti. Sólo espero que nos queden innumerables momentos que vivir juntas todavía. Gracias por estar en mi vida. A Elena, porque aún en la distancia te he sentido muy cerca. Desde el primer momento has sido mi modelo a seguir, tanto académicamente como personalmente, gracias por tener siempre una palabra o una mirada cómplice conmigo. Gracias a todo el grupo de investigación en general, que ha crecido tanto que ¡espero no olvidarme de nadie! gracias a Rosa, porque siempre has mostrado interés por mi trabajo y me has brindado tu ayuda. A Pepy, por tener siempre una palabra de ánimo. A Marisol, porque desde el principio me has apoyado y ayudado; Susana, Jesús, gracias a todos. Gracias Guillermo por tu ayuda con el e-prime, mis dudas metodológicas, y la maquetación, por ayudarme con mis preparativos para Canterbury, y por compartir conmigo todo este tiempo, ¡no hubiera sido lo mismo sin tenerte a mi derecha! Gracias también a Rocío, por estar ahí, por transmitirme tranquilidad antes de cada presentación que nos ha tocado compartir, y por ser parte activa del comité organizador de eventos. Gracias a Gloria por la alegría y energía renovadas que ha traído a la “happy”. Gracias al resto de mis compañeras Mónica, Mercedes, Bea, Sole, porque ha sido un placer compartir despacho y vivencias todos estos años con vosotras. Gracias a todos los amigos que dejé en Canterbury, donde me hicieron sentir como en casa. Thanks to Sofia and Afroditi, efharisto! Thank you for your encouragement to deal with the last period of my thesis, for all the coffees, chats…. Angie, thanks for all this and for your smile; Miki, thanks for your welcome and help in the first days; Letitia, thank you for every moment, Olga thanks for your happiness and your bedroom; thanks to my housemate and friend Vagelis; Thanks to Kat, Philipp, Roger, Tirza, Mario, Gosia, Michele, etc. I’m absolutely grateful with all of you. I spent in Canterbury six months working in my PhD and all of you helped me a lot during my stay there, you made me feel like at home in an important period of my life. Gracias, como no, a todos los alumnos por su participación en innumerables experimentos y pasación de cuestionarios, sin ellos este trabajo no hubiera sido posible. A todos mis amigos, los nuevos y los de toda la vida, Caro, Merche, Pedro, Carolina, Cristina…gracias por vuestro apoyo y por saber entender que no siempre he tenido tiempo para vosotros. Gracias a mis padres, a los que les debo todo; gracias por vuestro apoyo en todos los momentos de mi vida. Gracias por inculcarme el espíritu de sacrificio y enseñarme a luchar por lo que uno cree. Gracias por aportarme todas las herramientas y valores necesarios para seguir siempre creciendo y aprendiendo, por enseñarme a distinguir las cosas realmente importantes en la vida y porque siempre puedo contar con vosotros. Gracias a mi hermano Antonio, porque siempre estás conmigo, por recordarme que hay otras cosas que no debo dejar de lado, y por ese humor que siempre me arranca una sonrisa hasta en los peores momentos, gracias por ser como eres. A mis primos Alejandro y Antonio, porque el verlos crecer y descubrir el mundo ha sido toda una experiencia y una motivación más para seguir adelante. Y como no, a los padres de los niños, mis primos Juan Antonio y Maria José, por interesarse por mis cosas y sentirlos siempre cerca. A mi abuela, que a pesar de no entender muy bien qué es eso de ser doctora, siempre se ha interesado por lo que hacía; a mis tías, tíos, primos/as y todos los demás miembros de mi “gran familia”, especialmente a aquellos que han tenido alguna palabra de ánimo, que han mostrado interés por mi trabajo y que simplemente he notado que han estado ahí. Gracias a “Calcetines”, quien en silencio ha sido mi fiel compañera en tantas horas de soledad. Termina una etapa y es el momento de seguir adelante y empezar otra nueva aventura, en la que espero contar con todos vosotros. GRACIAS por todo, ha sido un autentico placer coincidir con vosotros en la vida. ÍNDICE GENERAL Summary__________________________________________________________________________ 11 Introducción General_______________________________________________________________ 19 1. Aproximación psicosocial a la violencia de género____________________________________ 24 1.1. Desigualdad de género_______________________________________________________ 25 1.2. Patriarcado como sistema social legitimador de las diferencias de género: ideología y poder 27 1.2.1. Ideología de género_____________________________________________________ 29 1.2.2. Poder y género_________________________________________________________ 33 2. Sexismo y violencia de género____________________________________________________ 39 3. Relaciones de poder y violencia de género: el papel de la percepción de amenaza____________ 42 Estudios empíricos_________________________________________________________________ 47 Estudio 1. Social Perception of Violence Against Women: Individual and Psychosocial Characteristics of Victims And Abusers________________________________________________ 49 1. Introduction___________________________________________________________________ 52 2. Method_______________________________________________________________________ 57 3. Results_______________________________________________________________________ 61 4. Discussion____________________________________________________________________ 64 Estudio 2. Perceived impact of female promotion at work on the likelihood of domestic violence 71 1. Introduction___________________________________________________________________ 74 2. Method_______________________________________________________________________ 81 3. Results_______________________________________________________________________ 86 4. Discussion____________________________________________________________________ 94 Estudio 3. Don’t Rock the Boat: Women’s Benevolent Sexism Predicts Fears of Marital Violence__________________________________________________________________________ 1. Introduction___________________________________________________________________ 101 104 2. Method_______________________________________________________________________ 108 3. Results_______________________________________________________________________ 112 4. Discussion____________________________________________________________________ 117 Estudio 4. Reacciones negativas de los hombres ante la pérdida de poder en las relaciones de género: Lilith vs. Eva_______________________________________________________________ 123 1. Introducción___________________________________________________________________ 126 2. Método_______________________________________________________________________ 134 3. Resultados____________________________________________________________________ 139 4. Discusión_____________________________________________________________________ 148 Conclusiones______________________________________________________________________ 155 Referencias Bibliográficas___________________________________________________________ 165 Anexos___________________________________________________________________________ 187 Summary Summary____________________________________________________________13 Gender violence involves violence perpetrated by men against women, in which the gender of the aggressor and the victim plays a causal role. Gender discrimination has existed throughout human history, and has been maintained and justified by societies anchored in cultures of honor and in ancestral traditions and views that place women subordinate to men. Stemming from this social and ideological base, violence against women is no more than the result of male domination and the values that stem from a position of power over women, values that have been harbored for centuries. Although violence against women has always existed as a form of control, only recently has it gone from being considered a private matter to transcending public and social awareness. For this reason, today, violence against women is recognized as probably the most frequent violation of human rights, affecting the largest number of people and occurring in every country and in every social class. There exists a consensus that the causes of gender violence are complex and difficult to solve. Myriad explanations have been suggested, including substance abuse, alcohol consumption in males, unemployment issues in the family, and pathological jealousy in the abuser. However, a psychosocial analysis of the topic suggests that the principal causes of this behavior may be found in both the traditional sexist ideology and in the inequality and power asymmetry that have characterized male-female relationships (Expósito & Moya, 2005; Pratto & Walker, 2004). In fact, a number of studies on gender violence have suggested that sexism is one of the best predictors of violence against women and attitudes toward them (Johnson, 1995; White & Kowalski, 1998). One of the more recent psychosocial theories of sexism is that of ambivalent sexism (Glick & Fiske, 1996). The theory suggests that sexism has opposite but related components: hostile sexism and benevolent sexism. Overall, sexism is ambivalent because it involves antipathy 14____________________________________________________________________ coexisting with positive feelings toward women. While hostile sexism is directed at women who threaten male power (for example, feminists, executives, seductresses), benevolent sexism rewards women who adapt to traditional roles (subordinate to men) (Glick & Fiske, 2001b). This combination of reward and punishment may be particularly effective for maintaining and justifying gender inequality, and in more extreme cases, violence against women. In support of ambivalent sexism, studies indeed suggest that both hostile and benevolent sexism are related to gender violence. Patriarchal and sexist ideologies undoubtedly play a major role in violence against women. But we believe sexism alone is not enough to predict or explain the negative actions of some men against women. A factor of crucial importance is the difference in power between the two, and the need of the former to dominate and control the latter (Mahlstedt & Welsh, 2005). Because a number of studies have signaled the importance of power in male-female relationships, one of our primary goals is to analyze the effect of sexism when the relationship involves power asymmetry and when the man feels that his power has been challenged or threatened. Research on interpersonal conflicts has indicated that in threatening situations, people react by initiating mechanisms to recover control (or power) lost or threatened in the relationship. Some explanations of gender violence suggest that male aggression against women (aggression with which the man maintains or has maintained the affective relationship) could be motivated by the mere perception of losing power by men who believe they legitimately deserve, because of culture and tradition, to hold the reins in an intimate relationship (Dutton, 1988). Altogether, this suggests perceived threat, or perceived loss of control, are fundamental to the violent reaction displayed by some men in the face of social changes in the way male-female relationships, and specifically intimate relationships, are defined. Summary____________________________________________________________15 This thesis approaches the topic of violence against women from a psychosocial perspective, and is based on two of the explanatory factors that we consider most important: sexism and power asymmetry in the relationship. Specifically, we intend to go one step further, and examine the role that perceived threat to power plays in gender violence. Across four studies we will explore several factors, ranging from social perceptions of gender violence, to the influence of sexism and power asymmetry, to the perception of threat, with each factor contributing to a more complete understanding of this complex phenomenon. In the first section, we offer a theoretical justification for our studies, and review the principal factors related to domestic violence from a social psychological perspective. Specifically, we discuss sexist ideology, focusing on ambivalent sexism theory (Glick & Fliske, 1996), as well as power distribution in couples, discussing among others the model of gendered power (Pratto & Walker, 2004). In the next section, we present empirical studies. In the first of these, the fundamental purpose is to determine the general social perceptions of gender violence, and to analyze the distinct characteristics attributed to the victims and the abusers, both individual and social, especially those characteristics related to power distribution in couples, one of our primary interests. Along with the asymmetrical distribution of power in couples, some other factors that have been shown to promote violence are a belief in male superiority and a differentiation of gender roles. These are accepted and sustained as much by women as by men. In our second study, the main objective was to examine the possible consequences of violating traditional roles (the occupational advancement of the woman) in a relationship, as well as the impact of a sexist ideology. Only women participated in this study, because we believe it is vital to understand their perceptions 16____________________________________________________________________ as potential victims of gender violence, as well as to analyze the influence that sexist ideology (essentially benevolent) has on the persistence of potentially risky behaviors. Specifically, we aimed to explore how sexism and the uneven distribution of power in couples could generate perceptions of threat and increase the probability of violence. The third study more thoroughly explored the impact of a sexist ideology in women, and their perceptions of role transgressions. Through hypothetical situations in which we manipulated the level of sexism of the man, we examined whether the women in our study believed that these men would feel threatened by the occupational success of their partners and would act violently towards them. As we have indicated, studies 2 and 3 were conducted with female participants because we believe it is fundamentally important to understand their perceptions as potential victims of gender violence. Of course, we must not leave out the other fundamental element, men. The primary objective of our final study was to analyze the reactions of men when they perceive a loss of authority to a woman, in a situation in which male power is ordinarily legitimized by society. Thus, we set out to study the effect of a sexist ideology in men on their responses to perceived threat and loss of power, as well as the mediating role of the threat perceived in those responses. Finally, in light of the results, we present the general conclusions offered by our studies. We would like to mention that, due to the European doctoral rules that apply to the University of Granada, which states that doctoral theses must be written in two languages, some chapters of this work are written in Spanish and others in English. In addition, the empirical portion of this thesis was written with the goal of publication in a scientific journal, and this is why some theories and basic concepts are explained Summary____________________________________________________________17 several times throughout the text, which therefore necessarily makes some parts repetitive. Introducción General Introducción General___________________________________________________21 La violencia de género es aquella violencia ejercida por los hombres contra las mujeres, en la que el género del agresor y el de la víctima van íntimamente unidos a la explicación de dicho comportamiento. La violencia de género es aquella que afecta a las mujeres por el mero hecho de serlo, un tipo de violencia que los hombres ejercen para mantener el control y el dominio sobre ellas. Es por eso que el término violencia de género se usa para señalar la importancia de la cultura y enfatizar la construcción social del fenómeno, remarcando que son las mujeres las que sufren éste tipo de violencia así como los motivos por los que la sufren. Además, en esta concepción de la violencia se incluyen todas las formas posibles, como el maltrato psicológico, abuso personal, explotación o agresión sexual, y agresión física. La violencia contra las mujeres es una realidad que arrastramos desde hace siglos, aunque ha sido recientemente cuando ha pasado de considerarse algo perteneciente al ámbito privado para trascender a la esfera pública y social, tomando una especial relevancia como problema social y como crimen reprochable e inadmisible en la sociedad actual. Ha sido precisamente este cambio de estatus del fenómeno de la violencia contra las mujeres el que ha hecho posible que se observe, analice y estudie desde diferentes disciplinas y que suponga, a día de hoy, uno de los principales retos de las sociedades más desarrolladas que lo consideran un problema social de primera magnitud. Una de las definiciones más completas y rigurosas de problema social es la de Sullivan, Thompson, Wright, Gross, y Spady (1980) según la cual “existe un problema social cuando un grupo de influencia es consciente de una condición social que afecta a sus valores, y que puede ser remediada mediante una acción colectiva”. Desde el momento en el que se toma conciencia de la violencia de género como problema social, se empieza a estudiar el fenómeno y a adoptar posiciones al respecto. Así, en 1975 Naciones Unidas fue el primer organismo que reparó en la gravedad de la 22____________________________________________________________________ violencia ejercida contra las mujeres y unos años más tarde, en 1980 se reconoció la violencia de género como el crimen encubierto más frecuente en el mundo. Hay que destacar en este proceso muy especialmente la “Declaración sobre eliminación de la violencia contra la mujer” (Res. A. G. 48/104, ONU, 1994) en la que se define la violencia contra la mujer (también llamada violencia de género o violencia sexista) como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. E incluye “la violencia física, sexual y psicológica en la familia, incluidos los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, la violencia ejercida por personas distintas del marido y la violencia relacionada con la explotación; la violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas las violaciones, los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros ámbitos, el tráfico de mujeres y la prostitución forzada; y la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra”. Dentro de las innumerables formas de violencia contra las mujeres nosotros nos vamos a centrar en la violencia doméstica, la violencia de pareja, porque consideramos que es una de las situaciones de violencia más extendida, justificada y oculta que existe, porque consideramos que esta es un tipo de violencia que genera muchas víctimas indirectas que no hacen sino contribuir a engordar las cifras y sobre todo porque muchas mujeres viven sin saberse víctimas reales o potenciales porque comparten la misma ideología que sus victimarios- y una gran parte de la sociedad-, y no cuentan con Introducción General___________________________________________________23 mecanismos de afrontamiento, o bien porque no han sabido descifrar correctamente el significado de la igualdad. Las estadísticas de su elevada tasa de incidencia no dejan lugar a dudas acerca de la magnitud del problema de la violencia en la pareja. Muestra de ello son los siguientes datos presentados por Amnistía Internacional: una de cada tres mujeres en el planeta ha sufrido abusos en algún momento de su vida; la violencia en la familia es la primera causa de muerte y de minusvalía para las mujeres, por encima del cáncer y los accidentes de tráfico. En Estados Unidos, el propio gobierno reconoce que la violencia en el ámbito familiar es la mayor amenaza para todas las mujeres, más que las violaciones, los atracos y los accidentes de tráfico juntos. En Rusia, 14.000 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o parientes en 1999, pero el país no dispone aún de una ley sobre violencia en el ámbito familiar. El 70% de las mujeres asesinadas en el mundo lo son a manos de sus parejas o ex-parejas. La violencia en el ámbito familiar es la principal causa de muerte y discapacidad entre las mujeres de 16 a 44 años (Amnistía Internacional, 2007). Ante la gravedad del problema, y bajo el actual clima de sensibilización, el gobierno español aprobó en Diciembre de 2004, no sin cierta polémica, la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género –LO 1/2004. Se trata pues de una Ley que trata de poner en marcha todos los resortes del Estado para terminar con esta lacra social, y que recoge la necesidad de valorar los casos de violencia desde una perspectiva global para que se conozcan todas las consecuencias de la violencia - no sólo de las agresiones. A pesar de las numerosas medidas tanto legales como sociales que se están tomando en España, y en todo el mundo, la violencia de género cobra su máxima crudeza cuando comprobamos que, en España, durante el año 2008, 76 mujeres han 24____________________________________________________________________ muerto a consecuencia de ella y durante lo que llevamos de 2009, la cifra asciende a 46 (Ministerio de Igualdad, 2009). Una de las consecuencias positivas que ha tenido el hecho de que la violencia de género haya sido considerada un problema social, ha sido, además del tratamiento legal que está recibiendo y que de forma paulatina trata de extinguir una situación que desde antiguo ha sido aceptada socialmente, el hecho de que está despertando el interés de diferentes campos del saber, en el que se incluye la Psicología Social, en cuanto a qué es la violencia de género y cuáles son las posibles causas que producen y mantienen comportamientos tan contrarios a los tiempos que corren y a los valores que proclamamos. 1. Aproximación psicosocial a la violencia de género Han sido muchas y variadas las explicaciones que se han vertido sobre la conducta violenta masculina hacia las mujeres (Anderson, 1997), las cuales han oscilado desde una consideración casi exclusiva de razones individuales- tales como el consumo de alcohol o drogas por parte del hombre (Jasinski, 1998; Sanday, 1990; Tjaden y Thoennes, 2000) o los celos patológicos (Cousins y Gangestad, 2007; Lloyd y Emery, 2000)-, hasta otras de índole más social, como el patriarcado o la ideología de género (Dobash y Dobash, 1998; Yllo, 1993), pasando por aquellas otras explicaciones que consideran que se trata de un fenómeno con etiología múltiple y compleja en la que están presentes factores de índole individual, social y de la interacción de ambos (Mahlstedt y Welsh, 2005; Medina-Ariza y Barberet, 2003). Un análisis psicosocial del tema apunta a que las principales causas de este hecho hay que buscarlas tanto en las situaciones de desigualdad (Varcoe, 1996, 2008) y de asimetría de poder (Fleury, Sullivan, y Bybee., 2000; Wuest, Ford-Gilboe, MerrittGray, y Berman, 2003) que han caracterizado a las relaciones entre hombres y mujeres, Introducción General___________________________________________________25 como en la ideología sexista tradicional (Expósito y Moya, 2005; Pratto y Walker, 2004). Tal desequilibrio de poder entre hombres y mujeres ha generado no solo la desigualdad y discriminación de género, sino también otras muchas situaciones de abuso y maltrato que ocurren en el ámbito privado de las relaciones hombre-mujer, sobre todo en las relaciones familiares (Lenton, 1995). 1.1. Desigualdad de género Las relaciones entre hombres y mujeres presentan una peculiaridad en comparación con la situación que se pueda generar en cualquier otra situación grupal, y consiste en que en las relaciones entre hombres y mujeres confluyen aspectos interpersonales e intergrupales de forma casi simultánea, de modo que aunque hombres y mujeres pudieran permanecer separados en algunas esferas de la vida (institucionales, laborales, sociales), están destinados a mantener relaciones interpersonales muy estrechas e intimas (especialmente en el ámbito familiar), algo que no es frecuente en las relaciones entre otros grupos. Es esta ambivalencia e interdependencia la que hace de las relaciones entre hombres y mujeres una relación única e idiosincrática. Hoy día, las mayores desigualdades entre hombres y mujeres en los países occidentales se ven representadas en el mundo del trabajo y en la conciliación entre la vida familiar y laboral, tal y como demuestran los siguientes datos. España, está situada en el puesto número ocho de los países de la UE con peor tasa de actividad femenina (54’7%), lejos de la media europea (58’3%). La Encuesta de Estructura Salarial (2008) indica que el salario promedio anual femenino que fue de 16.245’17 euros, supuso un 73’7% del masculino, que se situó en 22.051’08 euros. O lo que es lo mismo, las mujeres cobran por término medio un 26’3% menos que los hombres. A estos datos hay que añadir las dificultades para promocionar y acceder a 26____________________________________________________________________ puestos de decisión, la segregación ocupacional, la mayor precariedad en la contratación, con altísimo índices de empleo temporal y /o a tiempo parcial (en 2007, en España, había 2.383.100 personas ocupadas a tiempo parcial, de ellas, un 80’44% eran mujeres), así como las dificultades para conciliar la vida personal y familiar con la vida profesional (INE, 2008). Las mujeres también están muy infrarrepresentadas en la toma de decisiones económicas y en la política europea. Los bancos centrales de los 27 Estados miembros de la UE están dirigidos por hombres. La escasa representación femenina en los puestos más altos es todavía más patente en las grandes empresas, donde cerca del 90% de los miembros del consejo de las principales compañías (las que constituyen los valores de primer orden mundial) son hombres, una cifra que apenas ha mejorado en los últimos años (Comisión de las Comunidades Europeas, 2009). En el ámbito académico las mujeres representan el 59% del total de nuevos licenciados universitarios, sin embargo, a medida que vamos elevando el escalafón jerárquico, la mujer se ve infrarrepresentada en éste ámbito. En 2007, había el mismo número de profesoras y profesores ayudantes; 1.283 profesoras asociadas frente a 2.920 profesores asociados; 2.493 profesoras titulares frente a 4.590 profesores titulares; y 324 catedráticas frente a 1.531 catedráticos (Instituto de Estadística de Andalucía, 2009). Estos son, a modo de ejemplo, algunos datos que dejan constancia de la existencia de la discriminación y desigualdad que todavía hoy día existe entre hombres y mujeres, y que se ve sostenida por determinadas ideologías entre las que se encuentra la ideología patriarcal. Introducción General___________________________________________________27 1.2. Patriarcado como sistema social legitimador de las diferencias de género: ideología y poder El patriarcado, prácticamente universal, es un sistema social y político que otorga el poder a los hombres sobre las mujeres y los hijos, estableciendo diferentes mecanismos de control (Millet, 1995) y que se basa en una ideología sexista que legitima su existencia (Millet, 1995; Pratto, 1996; Prato y Walker, 2004). Numerosos estudios han comprobado la relación que existe entre diferentes formas de violencia y una atmósfera cultural que considera a las mujeres inferiores a los hombres (Finn, 1986; Hunnicutt, 2009; Murnen, Wright, y Kaluzny, 2002; Saltzman, 1992). La agresión contra las mujeres es reflejo de actitudes compartidas por un grupo, que rigen las relaciones interpersonales y afectan a todas las esferas de la vida. Así, las sociedades que difieren en incidencia de violencia, también difieren en los valores básicos o actitudinales (y sobre todo en aquellos relacionados con la desigualdad de género) que llevan a aceptar la violencia en las relaciones entre hombres y mujeres, de modo que aquellas sociedades con un menor índice de violencia se caracterizan por actitudes y conductas que reflejan mayor igualdad de género (Levinson, 1989). Existen variaciones culturales en las cifras de violencia que ejercen los hombres contra las mujeres, viéndose fuertemente relacionadas con las diferencias de estatus y poder existentes entre ambos grupos (Archer, 2006; Vandello y Cohen, 2006; Yodanis, 2004). Las sociedades donde la mujeres tienen generalmente un mayor estatus, mayores recursos y poder, también se caracterizan por tener menos violencia de género; en contraste, en sociedades donde las mujeres tienen un bajo estatus, pocos recursos y poco poder social, éstas se enfrentan a un mayor riesgo de ser víctimas de violencia ejercida por su pareja (Rudman y Glick, 2008). 28____________________________________________________________________ Numerosos estudios transculturales han mostrado que las creencias negativas hacia las mujeres están relacionadas con una mayor aceptación de normas restrictivas para éstas, como trabajar fuera de casa, o negociar determinadas decisiones en la relación de pareja (Nayak, Byrne, Martin, y Abraham, 2003). Además, este tipo de creencias respecto a lo adecuado para hombres y mujeres, son mantenidas tanto por ellos como por ellas, lo cuál es un claro indicador de esa influencia cultural (Glick et al., 2000; Haj-Yahia, 2000). Diversas investigaciones afirman que las actitudes y creencias misóginas constituyen uno de los factores de riesgo socioculturales en los casos de violencia de género (Echeburúa y Fernández-Montalvo, 1998; Ferrer, Bosch, Ramis, Torres, y Navarro, 2006). Se ha observado que las creencias relacionadas con el sistema patriarcal, en el que las mujeres se ven subordinadas a los varones y se apoya la dominación masculina, están relacionadas con la tendencia a culpabilizar a la víctima, a legitimar las actitudes y comportamientos de los maltratadores y a sostener mitos sobre la violencia de género (Berkel, Vandiver, y Bahner, 2004; Ferrer et al., 2006; Mullender, 2000; Willis, Hallinan, y Melby, 1996). Una de las principales consecuencias del mantenimiento de una ideología patriarcal ha sido la diferenciación de género y la creación de roles diferentes para hombres y para mujeres tanto dentro de la familia como en los contextos organizacionales y sociales, de modo que generalmente mientras que los hombres se encargan de la adquisición de recursos económicos, las mujeres se ocupan de proveer cuidados (Brown, 1991; Eagly, Wood, y Johannesen-Schmidt, 2004). Precisamente, cuando las expectativas asociadas a cada género (roles tradicionales de esposa y madre en el caso de las mujeres) no se ven cumplidas, pueden sucederse una serie de consecuencias como la hostilidad contra las transgresoras de lo establecido, discriminación hacia las mujeres o en su vertiente más trágica, la violencia en su sentido Introducción General___________________________________________________29 más amplio. Actitudes más igualitarias hacia los roles de género se ven asociadas con una menor justificación de la violencia de género (Bhanot y Senn, 2007). Los roles y estereotipos de género, junto con las consecuencias que de ellos se derivan, así como las diferencias en el proceso de socialización en cuanto capacidad para relacionarse con los demás y con el entorno -(a las mujeres se les educa para pensar sobre las emociones y ponerse en el lugar de los demás, mientras que a los hombres se les refuerza en mayor medida expresar la expresión de ira y la hostilidad) (Díaz-Aguado, 2003)-,), constituyen elementos de suma importancia en la construcción de la violencia de género, así como en su explicación e intervención para su reducción (Mahlstedt y Welsh, 2005; Murnen et al., 2002). En este sentido, existe cierto consenso acerca de que la agresión y la violencia están muy influenciadas por el género, entendiendo el género como constructo social que excede lo puramente biológico. Sin embargo, las mujeres no han nacido víctimas ni los hombres están predeterminados biológicamente para ser sus agresores; más bien, los estereotipos sobre cómo hombres y mujeres deben comportarse y las experiencias que refuerzan esas conductas estereotípicas, contribuyen a crear patrones que legitiman la violencia de género a lo largo de la vida (White, 2001), y más concretamente en las relaciones de pareja. Igual que ocurre en toda relación de desigualdad de poder, cuando un grupo domina a otro, el primero suele generar una ideología que le facilite perpetuar dicha dominación. En el caso de hombres y mujeres, esa ideología es el sexismo. 1.2.1. Ideología de género También denominada “ideología de rol sexual” o “sexismo”, consiste en las “actitudes acerca de los roles y responsabilidades consideradas apropiadas para hombres y mujeres, así como las creencias acerca de las relaciones que los miembros 30____________________________________________________________________ de ambas categorías deben mantener entre sí” (Moya, 2003). Por sexismo se entiende una actitud dirigida hacia las personas en virtud de su pertenencia a los grupos basados en el sexo biológico, hombres o mujeres, de modo que cualquier consideración que se haga de una persona atendiendo a la categoría sexual biológica a la que pertenece puede ser etiquetada como “sexista”, tanto si es negativa como positiva y tanto si se refiere al hombre como a la mujer. Sexismo Ambivalente Una de las concepciones más recientes sobre el sexismo es la del sexismo ambivalente (Glick y Fiske, 1996). Estos autores han argumentado que aunque los hombres podrían desear excluir a las mujeres de ciertas actividades y roles, también las necesitan en las relaciones íntimas y sexuales. De acuerdo con Glick y Fiske (1997, p. 121), "la existencia simultanea del poder estructural de los varones y el poder diádico de las mujeres (basado en la interdependencia en las relaciones) crean ideologías sexistas ambivalentes, compuestas del sexismo hostil y el sexismo benévolo". El sexismo es ambivalente porque la antipatía sexista coexiste con sentimientos positivos hacia las mujeres. En el sexismo, pues, habría dos componentes claramente diferenciados, aunque relacionados entre sí: el sexismo hostil y el sexismo benévolo. La dimensión hostil refleja una clara visión negativa de las mujeres, especialmente hacia aquellas que ocupan roles no tradicionales y son percibidas como amenazadoras para la superioridad o dominio de los varones (e.g. feministas, profesionales). Si bien es cierto que este tipo de ideología ha perdido fuerza como consecuencia del progreso hacia una mayor igualdad entre hombres y mujeres, el sexismo sigue existiendo, aunque adornado de tintes más benevolentes. La segunda dimensión de este tipo de ideología de género, el sexismo benévolo, se define como “un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia Introducción General___________________________________________________31 las mujeres que son sexistas en cuanto las considera de forma estereotipada y limitada a ciertos roles (madre, esposa), pero que tiene un tono afectivo (para el perceptor) y tiende a suscitar en él conductas consideradas como prosociales (ayuda) o de búsqueda de intimidad (revelación de uno mismo)” (Glick y Fiske, 1996). El sexismo benévolo tiene, a su vez, tres componentes: 1) paternalismo protector (las mujeres tienen que ser protegidas, pero con un estilo positivo, sería como los comprensivos padres “modernos” en oposición a los padres autoritarios). 2) diferenciación de género complementaria (hombres y mujeres son diferentes, pero sus roles y características tienen igual valor, incluso las de las mujeres pueden ser de mayor valía). 3) intimidad heterosexual (los hombres necesitan a las mujeres para ser felices). En contraste con el sexismo hostil, las mujeres que se mantienen en sus roles tradicionales son particularmente valoradas a causa del sexismo benévolo, que enfatiza la diferenciación de géneros y la dependencia hacia los hombres por parte de las mujeres. Este sexismo debilita la resistencia de las mujeres ante el patriarcado, ofreciéndoles las recompensas de protección, idealización y afecto, para aquellas que acepten sus roles tradicionales y satisfagan las necesidades de los hombres (Glick y Fiske, 2001b). Ambos componentes (hostil y benévolo) son las dos caras de la misma moneda: si la mujer se somete a las prescripciones de rol tradicionales, recibe el sexismo benévolo, si se desvía, el hostil. La ambivalencia no se caracteriza generalmente por la experiencia simultánea de ambos sentimientos contrapuestos hacia una misma persona, y en un mismo momento. Algunos tipos de mujeres como las ejecutivas, las feministas o las lesbianas, merecen ser tratadas con hostilidad (Eagly y Karau, 2002), ya que se no se corresponden con los roles de género tradicionales y 32____________________________________________________________________ presentan una amenaza para la dominación del tradicional sistema patriarcal (Chen, Fiske, y Lee, 2009). Por otro lado, aquellas mujeres que reflejan y respetan los roles tradicionales (madres, amas de casa), sin presentar ningún tipo de amenaza al poder de los hombres, se van a ver recompensadas por el sexismo benévolo (Glick y Fiske, 2001b). Esta combinación de recompensas y castigos puede ser particularmente efectiva para mantener y justificar las desigualdades de género (Glick y Fiske, 2001b). El sexismo es expresado de diversas maneras, unas más sutiles que otras. Si las formas obvias de sexismo son a menudo condenadas socialmente, las formas sutiles no lo son tanto. O lo que es peor, a veces son fomentadas porque pueden conllevar un tono positivo o galante (por ejemplo, un hombre que ayuda a una mujer a llevar el equipaje o paga por su comida en un restaurante). El problema que plantean estas formas más sutiles o encubiertas de sexismo es que las personas no perciben que tales comportamientos pueden ser peligrosos o dañinos, ignorando que pueden ser una expresión más del paternalismo aun dominante en nuestra sociedad, a la vez que sugieren que las mujeres son inferiores (Dardenne, Dumont, y Bollier, 2007). Las creencias sexistas ambivalentes pueden, y normalmente son, asumidas por las propias mujeres, especialmente las de tipo benévolo, dado que suponen una visión positiva de sí mismas, siendo consistente con el hecho de que el sexismo benévolo es normalmente más sutil y aceptado que el sexismo hostil. Además, dada su apariencia, muchas veces tales creencias no son reconocidas como sexistas, por lo que resulta más difícil luchar contra ellas (Barreto y Ellemers, 2005). Por este motivo, estudiar el sexismo entre las mujeres puede ser muy importante y necesario ya que un factor que dificulta el cambio social en los grupos que sufren el prejuicio y la discriminación es el hecho de que sus miembros asuman y estén de acuerdo con su situación de inferioridad, y, en consecuencia, la justifiquen y perpetúen (Jost y Kay, 2005). Introducción General___________________________________________________33 Numerosas teorías hacen hincapié en la importancia que juegan el sexismo (especialmente el benévolo) y algunas otras ideologías, en la propia aceptación y justificación por parte de de los grupos desaventajados de su status quo (Jost y Kay, 2005). Glick y Fiske (1996, 2001b; Glick et al., 2000) han argumentado constantemente, que el sexismo benévolo y el ideal de que “las mujeres son maravillosas” (Eagly y Mladinic, 1989, 1993), sirven para incrementar la desigualdad de género. Otras teorías, como la de la Justificación del Sistema (Jost y Banaji, 1994), la de la Dominancia Social (Sidanius y Pratto, 1999), o la del contenido de los estereotipos (Cuddy, Fiske, y Glick, 2008), también han trabajado sobre los mecanismos y herramientas que ayudan a los grupos de alto estatus a mantenerse en su posición privilegiada, al tiempo que mantienen a los grupos de bajo estatus en estado de subordinación. 2.2.2. Poder y género Un factor importante relacionado con la violencia de género tiene que ver con las diferencias de poder existentes entre hombres y mujeres, y la necesidad que los primeros tienen de dominar y controlar a las mujeres (Johnson y Ferraro, 2000; Mahlstedt y Welsh, 2005). Las investigaciones sobre psicología de la desigualdad se han centrado en el poder y en las diferencias de poder que caracterizan a la mayoría de las relaciones interpersonales e intergrupales. La existencia de una estructura de poder es un rasgo inherente a cualquier sociedad, ya que sin dicha estructura no podrían regularse las conductas de los ciudadanos (Daherendorf, 1968). El poder es un elemento básico en todas las relaciones, donde se dan situaciones de distribución asimétricas en la capacidad para controlar los resultados de uno mismo y de los demás (Turner, 2005). 34____________________________________________________________________ ¿Que es el poder? En la mayoría de las definiciones de poder que se ofrecen desde la Psicología Social está presente la idea de influencia. Así, Keltner, Gruenfeld, y Anderson (2003) definen el poder como la capacidad individual de modificar el estado de otros proporcionando o quitando recursos o administrando castigos. El poder también puede ser definido como el control que una persona tiene sobre los demás y sobre uno mismo (Fiske, 1993). Por su parte, Thibaut y Kelley (1959) lo han definido como la capacidad de influir en los resultados de otras personas, mientras que para Winter (1988) se refiere a la capacidad para impactar en el comportamiento o sentimientos de otras personas (citado en Lips, 2001, p. 848). El poder en las relaciones de pareja Con la posible excepción de la maternidad, no hay aspecto de la vida social más fuertemente asociado al género que el poder (Pratto y Walker, 2004). Así como tampoco hay sociedades conocidas en las que la mujer domine al hombre (Brown, 1991; Lenski, 1984). El poder es muy importante para comprender las desigualdades tanto de género como de raza, clase social, orientación sexual, etc., aunque la mayoría de teorías han descuidado la desigualdad en el género, centrándose en las demás y viendo las relaciones de poder entre estos grupos como conflictos intergrupales. No obstante, la relación entre género y poder no conviene explicarla como un conflicto intergrupal sin más, ya que también se refiere a relaciones íntimas o privadas como es la familia (Pratto y Walker, 2004). Rosaldo (1974) afirmaba que el uso del poder por parte de la mujer es a menudo visto como ilegitimo, al contrario que en el hombre y que incluso estas diferencias de género en la percepción y las experiencias de poder tienen ya su origen en la infancia. Algunos estudios han mostrado que como consecuencia de las diferencias Introducción General___________________________________________________35 en el tratamiento de niñas y niños por parte de padres y profesores, las niñas resultan estar culturalmente preparadas para ser menos poderosas, recibir menos atención y ser menos exitosas en sus intentos de influencia que los niños (Lips, 1991). Independientemente del origen de las diferencias de poder entre hombres y mujeres, lo que sí resulta incuestionable es su existencia. El poder es a menudo confundido con otros constructos como prestigio o riqueza, o considerado como relativo a una propiedad fija de personas o grupos. Sin embargo, en la actualidad son varios los autores que coinciden en la idea de que el poder debe analizarse teniendo en cuenta su dinamismo (Pratto y Walter, 2004; Turner, 2005). Aunque existe poco consenso sobre cómo definir el poder en las relaciones íntimas y sobre su relación con el género y la cultura (Jenkins, 2000), una definición ampliamente aceptada es la que se conoce como “poder marital” o poder en las relaciones de pareja y que se refiere a “la habilidad potencial de un miembro de la pareja de influir en el comportamiento del otro miembro de la pareja; dicha influencia queda manifestada en la habilidad para tomar decisiones que afectan la vida familiar” (Blood y Wolfe, 1960, p.11). Innumerables investigaciones sobre el poder en las relaciones entre hombres y mujeres han revelado que existe una asimetría de poder basada en el género que favorece al hombre en numerosas y distintas sociedades (Kim y Emery, 2003; Warner, Lee, y Lee, 1986). Un modelo que contempla el poder como elemento clave para explicar las relaciones entre hombres y mujeres ha sido desarrollado por Pratto y Walker (2004), quienes señalan que la desigualdad o asimetría de poder es una característica esencial de las relaciones entre hombres y mujeres, ya sean estas de tipo profesional o personal. Según estas autoras, el poder de género se sustenta en cuatro bases fundamentales: el 36____________________________________________________________________ uso de la fuerza o amenaza, el control de los recursos, las responsabilidades sociales asimétricas y la ideología de género: a) La mayor fuerza física del hombre ha vinculado la agresividad como parte inherente de su masculinidad e identidad masculina (Archer, 2000) y desde su nacimiento los niños son educados para responder con cierta agresividad a las situaciones sociales haciendo que se valore en ellos la capacidad para luchar, competir, conquistar, vencer, atacar, etc. (Pratto y Walker, 2004; White, 2001). Todos estos valores se realzan socialmente como signos de éxito y poder. Las niñas, por el contrario, aprenden a ceder, pactar, obedecer, cuidar, etc., aspectos todos ellos positivos pero en el ámbito privado y con menor valor social (Pratto y Walker, 2004; White, 2001). La amenaza de violencia física y psicológica del hombre contra la mujer ha sido analizada como una gran fuente de desigualdad de género. Hay datos que ponen de manifiesto que la violación y otras formas de violencia masculina contra las mujeres eran más frecuentes en sociedades en las que el hombre dominaba, que en las sociedades que no estaban tan estratificadas (Schwendinger y Schwendinger, 1983). En el ámbito interpersonal íntimo o familiar, la investigación ha señalado que cuando el hombre es violento con la mujer con la que convive, lo hace animado por la idea de que de esta manera podrá recobrar el poder que las creencias sexistas prescriben (Dutton, 1998; Sugihara y Warner, 2002). La violencia por tanto es más un mecanismo de control y poder, que una forma de agresión en si misma (Pratto y Walker, 2004). b) Respecto a la segunda base del poder, el control de los recursos, los hombres han dominado el espacio público y han extendido su autoridad también al ámbito privado, fundamentalmente en la familia. Los principales recursos difieren dependiendo de los sistemas económicos, pero en todos ellos se priva a la mujer de los mismos privilegios que a los hombres, en cuanto a sueldos, propiedades, etc. Numerosos Introducción General___________________________________________________37 estudios indican que están mejor pagados aquellos puestos de trabajo en los que predominan hombres y también van asociados a un mayor prestigio que los puestos en los que predominan mujeres. Este es un aspecto más de las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Incluso en puestos que requieren el mismo nivel de habilidades (Acker, 1989), cuando pasa de ser dominado por hombres a ser dominado por mujeres, el salario y el prestigio social disminuyen (Reskin, 1988; Sanday, 1974). Aunque una mujer tenga un puesto de alto estatus y un sueldo alto, suelen cobrar menos que un hombre en ese mismo puesto y dentro de las empresas, los hombres se concentran en los sectores superiores más provechosos. Los sistemas de remuneración económica, asociados al prestigio, seguridad, salud y libertad, favorecen al hombre sobre la mujer y los recursos de los que disfruta ésta dependen de sus relaciones familiares con los hombres (Pratto y Walker, 2000, 2001). c) La asimetría en las responsabilidades sociales (mayores para las mujeres) ha contribuido a fomentar y perpetuar la situación de aislamiento y dependencia de la mujer circunscribiéndola al ámbito familiar y doméstico como única o principal fuente de la que obtener identidad positiva y autoestima (sobrevalorando los roles de esposa y madre). Las labores domésticas y el cuidado de los niños y la familia son adjudicados a la mujer dentro del matrimonio. La naturaleza de estas obligaciones requiere que la mujer contribuya con su tiempo y esfuerzo sin remuneración, y este cuidado obligatorio limita su habilidad para conseguir control sobre otros recursos. De hecho, los empresarios y patrones tienden a contratar o promocionar menos a las mujeres porque asumen que las obligaciones familiares son incompatibles con el avance en sus carreras. La obligación de proporcionar cuidados constituye el centro del rol del género femenino, de hecho, realizan estos cuidados fuera de la familia más que los hombres, lo que les proporciona algunos aspectos positivos tales como afecto, autoafirmación y 38____________________________________________________________________ acceso a recursos. La gente que no tiene obligaciones sociales normalmente no puede experimentar los beneficios de las mismas, pero dentro de las relaciones, la parte con menos obligaciones es la que tiene más poder (Pratto y Walker, 2004). d) Y por último, como elemento aglutinador, la ideología (de rol sexual o de género). La forma más obvia de ideología relevante al género son los estereotipos, causantes de grandes diferencias de poder. Mediante los estereotipos se percibe a la mujer como cálida, comprensiva, útil y afectuosa, lo que provoca que se le asignen roles tales como el de ama de casa, madre, enfermera o secretaria. Sin embargo, los hombres son vistos como competentes, racionales, inteligentes y eficaces, lo que les proporciona una imagen de profesionales y se les asignan roles de dirección (Pratto y Walker, 2004). Mediante el proceso de socialización las personas asumimos reglas y normas de comportamiento generándose expectativas respecto a lo que resulta “adecuado” para hombres y mujeres. El no conformarse a estas normas puede tener diversos costes que van desde el rechazo por parte del propio grupo hasta la agresión por parte del otro grupo (Expósito y Moya, 2005). En esta misma línea, y en el ámbito de las relaciones de pareja, Cromwell y Olson (1975) definieron el poder en relación con tres dominios: bases, procesos y resultados del poder. Las bases del poder hacen referencia a los valores personales que cada uno tiene, como son el conocimiento, las habilidades, etc. que forman la base del control de uno sobre otro. Podríamos decir que las bases del poder hacen referencia a los recursos a los que aluden Pratto y Walker (2004), pero no solo a los de tipo económico sino a todos aquellos que cada uno aporta a la relación. Siguiendo con el modelo de Cromwell y Olson (1975), los procesos del poder hacen referencia a las técnicas interpersonales como asertividad, persuasión, solución de problemas, etc., o cualquier otro tipo de estrategias que el individuo utiliza o puede utilizar para ganar Introducción General___________________________________________________39 mayor control en la relación y mantener la asimetría. Los resultados del poder desde este modelo estarían relacionados con la decisión final o “quien gana” (Cromwell y Olson, 1975; McDonald, 1980). Manteniendo así vigente la ideología de género en la que predomina la superioridad del hombre sobre la mujer. Recientes cambios en muchas sociedades han conseguido dar a la mujer más control sobre los recursos, como una manera de aumentar su poder, y así, tratar de reducir la tasa de violencia, equilibrando las obligaciones sociales y cambiando las ideologías culturales, lo cual podría reducir la desigualdad que parece estar en la base de la violencia (Pratto y Walker, 2004). La desigualdad de género puede ser entendida examinando la dinámica de las cuatro bases del poder. Pratto y Walker sostienen que las mujeres tienen menos poder que los hombres en las cuatro bases y que el hecho de que las mujeres adquieran poder en una de las bases no supone reforzar las otras, como sí ocurre en el caso de los hombres. Dichas relaciones desiguales, junto con valores culturales que legitiman la dominación del débil por el fuerte, pueden desembocar en una violencia potencial, de manera que esta situación de desigualdad facilitaría que el miembro más poderoso en una relación interpersonal íntima pueda ejercer el control en todos los ámbitos de la pareja (Morales-Marente, 2005). En este sentido, algunos estudios indican que la necesidad de poder y control de los maltratadores está relacionada con la violencia ejercida en sus relaciones de pareja (Coleman y Strauss, 1986; Dutton y Painter, 1993; Hyden, 1995; Johnson y Ferraro, 2000; Tolman, 1989). 2. Sexismo y Violencia de Género Tal y como hemos indicado, el sexismo ambivalente, como cualquier otra ideología que legitima la discriminación, se basa en el mantenimiento del poder y de 40____________________________________________________________________ una identidad distintiva y positiva por parte de los hombres respecto a las mujeres, junto a deseos ambivalentes de intimidad y dominación sexual. El sexismo es uno de los factores que mejor predice la violencia de género (White y Kowalski, 1998; Johnson, 1995). La ideología de género o sexismo sostiene claramente que hombres y mujeres son diferentes y que unos y otras ocupan lugares también diferentes en la sociedad, a la vez que establece las conductas adecuadas para hombres y mujeres y lo que se espera de cada uno de ellos en una relación (Cameron, 1977; McHugh y Frieze, 1997). Es de esperar, por tanto, que la ideología sexista sea una variable de interés ante situaciones que supongan algún cambio en lo que respecta a la forma en la que hombres y mujeres han venido considerando adecuado y normal en su relación de pareja (por ejemplo, el que una mujer incorpore nuevos roles asumiendo trabajos de responsabilidad, o que deje de asumir tareas que tradicionalmente han sido su responsabilidad exclusiva). Así, Smith (1990) encontró que los maridos que tenían creencias que sostenían la idea de que los hombres son superiores a las mujeres, era más probable que fueran violentos. Por su parte, Sugarman y Frankel (1996) encontraron que los hombres que tenían creencias que legitimizaban el uso de la violencia para disciplinar y controlar a sus mujeres, era también más probable que fueran físicamente agresivos que aquellos que no tenían tales creencias. En nuestro contexto, Pérez, Páez y Navarro-Pertusa (2002) encontraron apoyo empírico para la idea de que la violencia doméstica es resultado de un conflicto entre mentalidades: por un lado, la anclada en el pasado y basada en la cultura del honor (ideología muy similar al sexismo), y por otro, la mentalidad actual de la liberación de la mujer. Este sistema de creencias o “ideologías legitimadoras” permiten además explicar y justificar el trato desigual que distintos grupos, entre los que se encuentran las mujeres, vienen sufriendo a lo largo de la historia (Jost y Hunyady, 2005; O’Brien y Major, 2005; Sutton et al., 2008). Introducción General___________________________________________________41 Si diferenciamos entre los dos tipos de sexismo que componen el sexismo ambivalente, en el caso del sexismo hostil, en un estudio sobre la tendencia hacia la violación en varones (Abrams, Viki, Masser, y Bohner, 2003) se encontró que cuanto mas sexistas hostiles eran los participantes, mayor era la probabilidad que indicaban de cometer violación, pero solo en el caso de que la mujer se saliera de los roles de género tradicionales. Otros estudios han demostrado como el sexismo hostil predecía una visión más negativa de las víctimas de violación (Sakalli-Urgulu, Yalcin, y Glick, 2007), así como una mayor tolerancia hacia los malos tratos (Sakalli, 2001). Por su parte, Frese, Moya, y López-Megías (2004) mostraron que la justificación de la agresión sexual ante la visualización de una escena de violación (en una situación en la que la mujer no se ajustaba a sus roles tradicionales) estaba relacionada con los niveles de sexismo hostil de los participantes. Finalmente, Expósito, Herrera, Moya, y Glick (en prensa) encontraron que cuando a los participantes se les presentaba un hombre descrito como sexista, se le atribuía una mayor probabilidad de cometer un episodio de violencia doméstica ante una situación de pareja conflictiva que cuando se describía un hombre no sexista. No sólo el sexismo hostil predice actitudes negativas hacia distintos tipos de violencia de género (e.g., actitudes hacia la violación), también lo hace el sexismo benévolo. Así, varias investigaciones han puesto de manifiesto cómo se este tipo de sexismo se relaciona con la tolerancia hacia los abusos sexuales (Russell y Trigg, 2004) o con la culpabilización de la víctima en caso de violación (Abrams et al., 2003; Viki y Abrams, 2002). Abrams y colaboradores (2003, Estudios 1 y 2), encontraron que los individuos que sostienen ideas sexistas benévolas atribuyen mayor responsabilidad a las mujeres víctimas de violación cuando se percibe que estas mujeres no cumplen las expectativas de roles de género tradicionales (en este caso, las mujeres invitaban a un 42____________________________________________________________________ hombre al que acababan de conocer a su apartamento). En el estudio 3 de esta investigación, se deja constancia de que la relación entre el sexismo benévolo de los participantes y la culpabilidad asignada a la víctima, estaba mediado por la percepción del comportamiento de la víctima como inapropiado (lo invita a su casa, por lo que transgrede los roles tradicionales). Así pues, tanto el sexismo hostil como el sexismo benévolo han aparecido relacionados con la violencia de género. 3. Relaciones de poder y violencia de género: el papel de la Percepción de amenaza Que la sociedad patriarcal y las creencias e ideologías que la sostiene tienen un gran peso en la violencia de género, esta fuera de dudas. Sin embargo, no está aún suficientemente probado porqué algunos hombres usan la violencia contra sus mujeres y otros educados en la misma sociedad e ideología y que comparten las mismas creencias, no lo hacen. Como hemos comentado en párrafos anteriores, la mayoría de autores coinciden en indicar que el poder en las relaciones de pareja se ve reflejado en la influencia que ejerce un miembro de la pareja sobre el otro (e.g. Blood y Wolf, 1960; Goode, 1971). Sin embargo, en la literatura sobre el tema se le ha prestado poca atención a otro concepto, que a nuestro juicio, resulta igual de importante para comprender las asimetrías de poder dentro de las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres, nos estamos refiriendo a la percepción de amenaza al poder. Dado que el poder ha sido descrito como una fuerza básica en las relaciones sociales y en la dinámica y estructura de la personalidad, Fiske, Morling, y Stevens (1996) afirman que cuando se percibe una amenaza hacia las necesidades humanas Introducción General___________________________________________________43 básicas, las personas entran en estados de ansiedad y agitación e intentan recuperar el poder perdido. La investigación sobre la influencia de la amenaza percibida en el funcionamiento social, afirma que dicha amenaza percibida ejerce una influencia directa sobre las actitudes, creencias sociales y comportamientos, llevando a las personas a asumir una postura defensiva o agresiva, dependiendo del caso, en un intento de recuperar ese poder amenazado o perdido (Crowson, Debacker, y Thoma, 2006). Históricamente ha sido considerado como un aspecto esencial de la relación marital el que el marido controlara los recursos de la familia y ostentara todo el poder y control de los bienes, incluidos entre ellos la esposa y los hijos. Incluso era considerada como aceptable cualquier conducta “correctora” que tuviera como finalidad modificar cualquier comportamiento que interfiriera con el buen funcionamiento de este sistema o que supusiera una alteración del mismo. Desde este planteamiento, era frecuente e incluso no estaba mal visto, que el marido castigara a su esposa mediante el uso de la fuerza física, si fuera necesario (Dobash y Dobash, 1977). Un ejemplo concreto de esta justificación de la agresión, referida al caso del adulterio, es el artículo 438 del Código Penal de 1870, que decía:”El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer, matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare cualesquiera lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjera lesiones de otra clase, quedara exento de pena. Estas reglas son aplicables, en análogas circunstancias, a los padres respecto de sus hijas menores de veintitrés años y sus corruptores mientras aquéllas vivieren en la casa paterna”. La jerarquía de poder en las relaciones de pareja puede contribuir a la violencia contra las mujeres. En este sentido, algunas explicaciones del fenómeno de la violencia de género sugieren que la agresión de un hombre hacia una mujer (con la que mantiene 44____________________________________________________________________ o ha mantenido una relación afectiva) podría estar motivada por la mera percepción de pérdida de control o poder por parte de aquellos hombres que creen que son ellos quienes de manera legítima (porque la cultura así lo establece) deben llevar las riendas en las relaciones íntimas (pareja y familia) (Dutton, 1988). La perspectiva patriarcal también argumenta que la violencia puede ser una respuesta del hombre que se siente con poco poder y que se siente amenazado por una pérdida de control sobre una mujer independiente (Sugihara y Warner, 2002). En este mismo sentido, en aquellas relaciones en las que existen diferencias de poder pero es el hombre el que se ve subordinado a la mujer en algunos aspectos, es probable que éste trate de recuperar su poder usando la violencia. Como hemos apuntado anteriormente, la percepción de amenaza o de pérdida de control parece clave en la reacción violenta de los hombres ante los cambios sociales en las relaciones de género. Bograd (1988) afirmó que una de las justificaciones más comunes que los maridos daban a su comportamiento violento hacia sus esposas era que no conseguían manejar el conflicto. Es evidente que no todos los hombres, incluso compartiendo la misma ideología patriarcal, pegan o maltratan a sus mujeres. Por lo que un elemento determinante parece ser el desafío real o percibido de la autoridad y del control del hombre (Dobash y Dobash, 1977). Concretamente las mujeres maltratadas informan de que sus maridos tienen más poder del que ellos perciben tener (Babcock, Waltz, Jacobson, y Gottman, 1993; Frieze y McHugh, 1992) mientras que los maridos maltratadores se sienten menos poderosos que sus mujeres (Johnson, 1995; Sagrestano, Heavey, y Christensen, 1999). La percepción de control o poder es un aspecto importante para entender la dinámica de las relaciones interpersonales, sobre todo aquellas en las que existe un alto grado de implicación y compromiso, y la persona reacciona poniendo en marcha mecanismos Introducción General___________________________________________________45 para recuperar el control (poder) perdido o amenazado. Los hombres con un nivel económico, educativo o estatus ocupacional más bajo que el de sus mujeres (Hornung, McCullough, y Sigimoto, 1981) y aquellos que se perciben a sí mismos con menos poder de decisión que sus mujeres (Babcock et al., 1993) es más probable que usen la violencia como herramienta para recuperar el poder en la relación. En estudios similares, Hotalling y Sugarman (1986) concluyeron que si la esposa tenía más educación o mayores ingresos que su marido, la probabilidad de violencia dentro de la pareja aumentaba. Umberson, Anderson, Glick, y Shapiro (1998) demostraron que los perpetradores tenían una menor sensación de control personal y una alta necesidad de poder y control, lo que desembocaba en provocar incidentes violentos. La insatisfacción con el poder también ha sido asociada con el uso de la violencia en las relaciones establecidas en las citas (dating) (Kaura y Allen, 2004; Ronfeldt, Kimerling, y Arias, 1998). En definitiva, el poder puede ser considerado como un elemento importante en la etiología de la violencia (Babcock et al., 1993; Coleman y Straus, 1986;; Frieze y McHugh, 1992; Hornung et al., 1981; Kim y Emery, 2003; Murphy y Meyer, 1991; Sartin, Hansen, y Huss, 2006), por lo que cualquier cambio en el reparto del mismo puede ser considerado un factor de riesgo en la conducta violenta. Y, aunque no podemos afirmar que esta asimetría de poder sea directamente la causa de la violencia contra las mujeres, sí que sienta las bases para que aparezca (Babcock et al., 1993; Frieze y McHugh, 1992; Hornung et al., 1981). Estudios Empíricos Estudio 1 Social Perception of Violence Against Women: Individual and Psychosocial Characteristics of Victims and Abusers Social Perception of Violence Against Women_______________________________51 Social Perception of Violence Against Women: Individual and Psychosocial Characteristics of Victims And Abusers 1 Abstract Violence against women in close relationships is one of the most worrying and controversial situations in modern society. The main goal of this study was to identify the social perception that people generally have of gender violence in order to obtain profiles of both men who resort to violence against their partners and women who are victims of abuse, identifying both individual (e.g. self-esteem) and social (power in relationship) characteristics related to gender violence. Using a questionnaire (designed between groups), 268 participants were asked to estimate the probability of men (Batterers vs. Non-batterers) and women (Victims vs. Non-victims) displaying certain behaviours, beliefs or attitudes. The results revealed the existence of clear social profiles of both aggressors and victims, comprising both individual and psychosocial characteristics. These profiles contained aspects that coincide with the roles traditionally associated with men and women, thus highlighting inequality between both sexes, and which seems to be one of the main causes of gender violence. 1 Expósito, F. & Herrera, M.C. (2009). Social Perception of Violence against Women: Individual and Psychosocial Characteristics of Victims and Abusers. European Journal of Psychology Applied to Legal Context, 1, 123-145. 52____________________________________________________________________ 1. Introduction After many years of research and hard work, and in particular the death of many victims, gender violence is now considered to be one of the most serious problems affecting societies worldwide (Nabors, Dietz, & Jasinski, 2006). There are different theoretical frameworks for addressing and explaining this problem. These include, for example, psychodynamic approaches or methods focusing on anger management which claim that certain individual characteristics are the main causes of violence, systemic perspectives in which violence is seen as a mechanism for maintaining certain family dynamics and/or resolving conflicts, or social and cultural theories that highlight aspects such as control and power as the main causes of this type of violence. These psychosocial theories claim that violence against women is strongly linked to widely-embraced cultural beliefs, as well as to differences in power and some men’s need to exercise control (Expósito & Moya, 2005). The complexity of the phenomenon of gender violence and the different study perspectives have generated a huge amount of data which is sometimes unconnected and contradictory, making it difficult to approach this complex problem, and resulting instead in multiple perspectives focusing on the study of the individual characteristics of either aggressors or victims, as if these were independent from one another. Thus, some studies focusing on aggressors have identified certain elements considered characteristics of male batterers: hostility against women, low responsibility, rigid and stereotyped, attributes of hypermasculinity, as well as narcissistic tendencies (Holtzworth-Munroe & Stuart, 1994; Lorente, 2001). As regards victims, studies have shown that these women display typically feminine characteristics; for example, they conform perfectly to the role of traditional women, and they display psychological disorders such as Posttraumatic Social Perception of Violence Against Women_______________________________53 Stress Disorder, depression and low self-esteem (Patró, Corbalán, & Limiñana, 2007; Walker, 1984), among other characteristics. Regardless of the perspective adopted, one of the most interesting findings reported in studies performed with victims and aggressors is undoubtedly the fact that the distinctive characteristics of both groups are attributes associated with their belonging to a specific group: men are hypermasculine and women play the role of traditional women. One of the psychosocial concepts most related to belonging to a group is gender identity. This concept has been conceived as social identity deriving from belonging to a specific group, such as self-perception in masculine or feminine terms and ego. People can be classified according to many different criteria; one criterion is sex. Traditionally, masculinity has been associated with instrumentality (tasks and problem solving) whereas femininity has been associated with expressiveness (contributing to group harmony and well-being). In this connection, many research studies have observed the existence of different beliefs regarding the characteristics typically attributed to men and women (e.g. Diekman & Eagly, 2000; Prentice & Carranza, 2002), basically differentiating between sociability and competition; while sociability is perceived as typical of women (sensitivity, skills at looking after and taking care of others), competition is perceived as a typically male characteristic (control, security). One of the main consequences of these gender stereotypes has been the creation of different roles for men and women within both families and organisational and social contexts; as a result, men normally obtain economic resources, while women provide care (Brown, 1991; Eagly et al., 2004). One of the main effects of belonging to gender groups is the self-esteem this gives. Studies in this field have shown that belonging to a group of inferior status (such 54____________________________________________________________________ as women) is associated with lower self-esteem than that of higher status groups (such as men). In relation to gender violence, different studies have focused on evaluating self-esteem in both victims and aggressors, with uneven results. As regards victims, there is a clear consensus that the distinctive feature of women who are victims of gender violence is low self-esteem (Matud, 2004). However, results for aggressors are contradictory and are summarised in the research carried out by Prince and Arias (1994). These authors identified two profiles of aggressors: one profile corresponded to men with high self-esteem and low sense of control over their lives who use violence to feel greater control; and the other corresponded to men with low self-esteem and low control who respond violently to their frustration. For this reason, gender roles and stereotypes and their consequences, as well as differences in socialisation processes in terms of their capacity to relate to others and to the environment (women are taught to think about emotions and put themselves in other people’s shoes, whereas men are taught mainly to express rage and hostility) (DíazAguado, 2003), are extremely important elements in the construction of gender violence (Mahlstedt & Welsh, 2005; Murnen et al., 2002). In this sense, there is a certain consensus that aggression and violence are strongly influenced by gender, understanding gender as a social construct beyond purely biological sexual differences. However, women are not born victims and men are not biologically predestined to become aggressors. Instead, stereotypes regarding how men and women should behave and experiences that reinforce such stereotypic behaviour contribute to the creation of patterns that legitimise gender violence through life (White, 2001) and more specifically in close relationships. As regards the importance of socio-structural factors in the genesis and the legitimation of gender violence, literature on this subject highlights that power is a basic Social Perception of Violence Against Women_______________________________55 element in all interpersonal and intergroup relationships. Therefore, this is a social aspect strongly associated with gender and very important for understanding inequalities between men and women (Expósito & Moya, 2005; Pratto & Walker, 2004). These unequal relations, together with cultural values that legitimise the domination of the weak by the strong, may result in potential violence; hence, this situation of inequality would make it easier for the more powerful member in an intimate interpersonal relationship to exercise control in all areas of the couple’s relationship (Morales-Marente, 2005). In this respect, some studies claim that batterers’ need for power and control is related to violence exercised in their relationships with their partners (Coleman & Strauss, 1986; Dutton & Painter, 1993; Hyden, 1995; Tolman, 1989). Therefore, we may affirm that inequality between men and women based on the supposed superiority of one sex over the other has given rise to an evident asymmetry of power. Power is the key element for explaining relationships between men and women in the model developed by Pratto and Walker (2004), called “The bases of gendered power”, and is based on four fundamental bases or pillars: a) strength or threat (both physical and psychological): men’s greater physical strength, linking aggressiveness as an inherent part of their masculinity and identity; b) control of resources: there are differences in the control of, and access to, basic resources, ranging from wage differences to the types of occupations performed by men and women; c) social obligations: the role of women par excellence is the obligation to provide care and this limits women’s opportunities to access other bases of power; and d) ideology: sexist ideology or the set of beliefs that explain inequality and/or differences in power between men and women. 56____________________________________________________________________ Although we cannot affirm that this asymmetry of power and some of its consequences are the direct cause of violence against women, they do provide the bases or prepare the terrain for this to be possible. For all these reasons, this study had two objectives: firstly, to determine the distinctive characteristics people attribute to batterers and victims, both individual characteristics and those related to the bases of power proposed in the abovementioned model and thus obtain profiles of men who use violence against their partners and women who suffer gender violence; and secondly, to determine whether there were differences in people’s social perception of male batterers and non-batterers, as well as of women victims of gender violence and women who are not victims of gender violence. The main hypotheses were the following: 1- As indicated in existing literature on this subject (Herrera, 2005; Lorente, 2001; Morales-Marente, 2005; Walker, 1984), we expected male batterers - unlike their victims - to be perceived as having the following characteristics: hypermasculinity, greater self-esteem, greater strength, greater control of resources, sexist ideology and fewer social obligations. In the case of victims, we expected these to be perceived as having typically feminine attributes, characteristic of traditional women, low selfesteem, less control of resources, more social obligations and sexist ideology. 2- When comparing men who used violence against women with men who do not, we expected batterers would be perceived as having more masculine features, lower selfesteem, less control of resources, greater strength, sexist ideas and fewer social obligations than non-batterers. 3- When comparing women victims of gender violence with non-victims, we expected victims to be perceived as having more feminine characteristics, lower self-esteem, less Social Perception of Violence Against Women_______________________________57 control of resources, less strength, sexist ideas and more social obligations than women who were not victims of gender violence. 2. Method Participants This research was performed with 268 participants with an average age of 38.14 (SD = 14.14): 37.6% were men and 62.4% women. 57.3% of the sample had completed or were studying at university, 24% had completed Bachiller Superior (high school), 9.4% had completed Vocational Training, 6.7% had completed Bachiller Elemental (secondary education) or similar education, and 2.6% primary education. In terms of employment, 28.5% were unemployed and 71.5% were employed. 92.9% had or had been in a close relationship. 15.5% stated they were not at all religious compared with 3% who described themselves as very religious. The average score for this variable was 4.17 (SD = 2.04), i.e. the majority considered themselves to be moderately religious (response scores ranging from 0 to 7; the higher the score, the more religious). In terms of political ideology, 0.4% stated they were very conservative compared with 8.7% who described themselves as very progressist. The average score was 6.20 (SD = 1.63), with response scores ranging from 0 to 7 points (the higher the score, the more progressist). Procedure and Design Four different questionnaires were constructed, each containing questions on the targeted study groups: male batterers, male non-batterers, women victims of gender violence and women not victims of gender violence. Random sampling techniques were used by a group of researchers from the University of Granada to obtain the sample from different employment, sports and educational centres in the city. Each participant was asked to estimate the probability of male batterers, male non-batterers, female 58____________________________________________________________________ victims of gender violence and female non-victims displaying certain types of behaviour or possessing certain beliefs or attitudes. The test was self-administered and applied individually. Measurement instruments The questionnaire contained the following sections: 1. Sociodemographic characteristics: age, sex, education, religiousness, political ideology, labour and emotional situation and/or close relationship. 2. Gender identity. An own scale was used containing items to measure the gender identity of the individuals in masculine (instrumental) or feminine (expressive) terms. Nine of these items were obtained from Spence, Helmreich and Stapp’s Personal Attributes Questionnaire (1974) and the rest from a scale prepared by Expósito (1997). The instrumental items included the following: ambitious, independent, self-confident, individualist, leadership capacity, strong. The expressive items included the following: devoted to others, friendly, warm, sensitive to praise, emotional, able to capture the feelings of others. Each participant had to indicate how applicable each item was to men who used violence in their close relationships/men who did not use violence in their close relationships/women victims/women non-victims, on a 7-point response scale (from 1 = nothing to 7 = a lot) (each participant only responded to one of the four stimuli). The alpha coefficients of the instrumentality and expressiveness subscales were .88 and .93, respectively. 3. Rosenberg’s Self-Esteem Scale (1965). This consisted of 10 items (5 formulated positively and 5 negatively). Responses were measured on a Likert 4-point scale (from agree strongly to disagree strongly); the higher the score, the lower the self-esteem. The alpha coefficient for our sample was .89. Social Perception of Violence Against Women_______________________________59 4. Battery of 48 items informing of possible behaviours, beliefs or attitudes referring to the different bases of power proposed in Pratto and Walker’s model (2004). Participants were asked to estimate the probability of male batterers, male non-batterers, female victims and female non-victims (according to the assigned condition) displaying the beliefs, behaviours and attitudes described in the battery of questions. The internal consistency of this measurement was .74. The items attempted to gather information on the following power bases: Strength: Physical strength was measured using 2 items: the probability of each of the four stimuli (male batterers/non-batterers; female victims/non-victims), according to the profile, generally “using physical strength to achieve their objectives”, “offering physical security to their partner”. The Pratto and Walker model (2004) conceptualises strength as “physical” strength. In this study, we also studied another type of strength we called “psychosocial” strength, referring to the capacity to calmly resolve and deal with problems and stressful situations. We measured psychosocial strength using 8 items, such as the “capacity to resolve conflicts”. The internal consistency of the overall scale of .53 was obtained (physical strength, alpha coefficient = .83; psychological strength, alpha coefficient = .42) Control of resources: One of the power bases in Pratto and Walker’s model (2004) is the control of resources, mainly economic resources. Based on prior studies by Morales-Marente (2005), we also considered another resource such as the capacity to influence decisions in the couple or family nucleus. We also considered social support as a resource, i.e. having a good social network for support and available when needed. Not having alternative resources was a strong limitation and one of the main reasons why women feel obliged to remain in abusive relationships (Heise & García-Moreno, 2002). The internal consistency of the overall scale was .89. 60____________________________________________________________________ Economic resources were evaluated using 7 standard items: the probability of men (batterers vs. non-batterers) and women (victims vs. non-victims), according to the specific profile in each case, generally perceived as “having a stable job”, “having a well-paid job”, etc. The scale obtained an internal consistency of .81. As regards the capacity to influence decisions taken by the couple or family nucleus, this resource was measured by 5 items, including the following: the probability of men (batterers vs. non-batterers) and women (victims vs. non-victims), according to the specific profile in each case, generally perceived as “having a say in decisions about decorating the home”, “influencing decisions on how to spend the couple’s income”, etc. An internal consistency of .77 was obtained. To measure social support, 3 items were included that estimated the probability of men (batterers vs. non-batterers) and women (victims vs. non-victims), according to the specific profile in each case, generally perceived as “maintaining frequent relations with their relatives and friends” for example. An internal consistency of .73 was obtained in this case. Social obligations: 11 items were included, such as the following: the probability of men (batterers vs. non-batterers) and women (victims vs. non-victims), according to the specific profile, generally perceived as “doing the daily shopping”, “being the ones who look after the children most of the time”. The internal consistency of the scale was .69. Ideology: 12 items were used to measure sexist ideology, such as the following: the probability of male batterers/non-batterers/ female victims/non-victims, according to the specific profile in each case, generally perceived as “thinking that attractive women are good for advertising”, “thinking that men must not worry about their physical appearance”. The internal consistency of the scale was .87. Social Perception of Violence Against Women_______________________________61 Analysis of data The sociodemographic characteristics in each of the four conditions were considered to avoid possible effects in our targeted study groups, and no differences were observed in the mean scores for age, political ideology, religiousness and education. These variables were not included in our analysis because they were not the main objective of this study. In order to test our hypotheses, an analysis of variance was carried out using as dependent variables the scores obtained in the different scales (gender identity, selfesteem and power bases), with the factors men (batterers vs. non-batterers) and women (victims vs. non-victims). 3. Results Perception of the Batterer vs. Víctim In general, differences were observed in the main measurements analysed. Thus, male batterers were perceived with higher scores on the instrumentality subscale; the participants attributed more typically masculine characteristics to male batterers than to victims and the former were perceived as having greater self-esteem than victims, although in both cases the scores were relatively low and below the theoretical mean. As regards the four power bases, batterers were perceived as having greater physical and psychological strength and more resources of all types (economic, decision-taking and social), as well as more sexist ideas, as shown in Table 1. Gender violence victims were perceived as being more expressive and were attributed more typically feminine features than batterers. In terms of the power bases, female victims only outscored batterers in social obligations, as shown in Table 1. 62____________________________________________________________________ Table 1. Mean scores and results obtained in the ANOVA for the “Batterers vs. Victims” factor Variables Batterers Victims F p Instrumentality 4.33 2.55 177.04 .000 Expressiveness 2.49 4.14 88.04 .000 Self-esteem 2.25 2.81 28.41 .000 Psychological strength 49.92 32.82 56.94 .000 Physical strength 65.72 28.36 116.15 .000 Economic resources 53.48 36.57 36.79 .000 Decision-taking resources 59.48 36.11 62.59 .000 Social resources 44.20 43.10 .135 .714 Social obligations 44.09 63.73 86.51 .000 Ideology 72.09 59.03 28.58 .000 Note: G.L.(1, 130) Perception of Batterers vs. Non-batterers To confirm people’s perception of male batterers compared with male nonbatterers, an ANOVA was carried out using the main individual and sociostructural measurements of interest as dependent variables. As the results show, significant differences were observed in most measurements. Male batterers were perceived as having greater strength, more resources for taking decisions, as well as more sexist ideas, as shown in Table 2. Men who do not use violence against their partners were perceived as having more typically feminine features, greater self-esteem, more economic and social resources and more social obligations than batterers, as shown in Table 2. No significant differences were observed in the instrumentality subscale or in terms of psychological strength. Social Perception of Violence Against Women_______________________________63 Table 2. Mean scores and results obtained in the ANOVA for the “Batterers vs. Non-batterers” factor Variables Batterers Non-batterers F p Instrumentality 4.34 4.16 2.177 .143 Expressiveness 2.49 4.98 179.1 .000 Self-esteem 2.25 1.80 20.83 .000 Psychological strength 49.92 51.45 .84 .361 Physical strength 65.72 40.28 57.29 .000 Economic resources 53.48 59.26 5.35 .022 Decision-taking resources 59.48 52.10 7.92 .006 Social resources 44.20 62.52 29.33 .000 Social obligations 44.09 61.60 88.98 .000 Ideology 72.09 42.24 134.37 .000 Note: G.L.(1, 132) Perception of Victims vs. Non-Victims When comparing people’s perception of female victims of gender violence and female non-victims, significant differences were observed in all the measurement variables. Female gender violence victims were perceived as having more social obligations and more sexist ideas than women who were not victims of such violence (see Table 3). The latter obtained higher scores on the instrumentality and expressiveness scales and were perceived as having greater self-esteem, greater physical and psychological strength and more resources (economic, decision-taking and social resources), as can be seen in Table 3. 64____________________________________________________________________ Table 3. Mean scores and results obtained in the ANOVA for the “Victims vs. Non-victims” factor Variables Victims Non-Victims F p Instrumentality 2.55 4.25 128.53 .000 Expressiveness 4.14 4.56 6.54 .012 Self-esteem 2.81 1.71 150.27 .000 Psychological strength 32.82 49.51 39.02 .000 Physical strength 28.36 37.69 7.42 .007 Economic resources 36.57 55.99 38.05 .000 Decision-taking resources 36.11 56.29 34.62 .000 Social resources 43.10 55.82 12.01 .001 Social obligations 63.73 59.01 5.23 .024 Ideology 59.03 43.29 34.64 .000 Note: G.L. (1, 134) 4. Discussion Studies presenting findings on interpersonal violence have focused mainly on showing that gender violence is encompassed within a broad number of individual and social dimensions. We tried to obtain profiles of both men who use violence against their partners and women who are victims of abuse, including both individual and psychosocial characteristics in these profiles. The results of our research revealed a tendency for people to perceive male batterers (when compared with victims) as persons characterised by hypermasculinity, with few typically feminine features and greater self-esteem than victims. As regards self-esteem, although batterers were perceived as having greater self-esteem than victims, in general both the former and the latter were perceived as having low selfesteem, although it could be claimed that these findings are the result of different processes. Although the self-esteem of victims seems to be one of the many Social Perception of Violence Against Women_______________________________65 consequences of the process of victimisation they suffer, and not a feature of their personality in itself, in the case of male batterers low self-esteem does seem to be a feature of personality (Amor, Bohórquez, & Echeburúa, 2006; Matud, Gutiérrez, &Padilla, 2004) . As expected, the perception of our different stimuli in relation to the power variable was that batterers had greater physical and psychological strength, greater control of economic, decision-taking and social resources, fewer social obligations and sexist ideology (Herrera, 2005). It is worth highlighting that the description we obtained of male batterers could perfectly coincide with the description of a man when compared with a woman, i.e. using the four power bases as differentiating variables on which Pratto and Walker’s gendered power model (2004) described above is based. In our opinion, this finding also supports the increasingly widespread belief that the causes of gender violence must be sought in more socio-structural than individual factors. As indicated in the introduction, men and women are not born batterers or victims, respectively, for reasons of sex. In reality, socialisation processes have gradually established different roles for men and women, and culture has done the rest. It is precisely these differences that have produced asymmetries and inequalities that may give rise to situations of abuse, including violence. Men’s greater power in relationships is socially legitimised by the process of socialisation, thus widening the gap between both sexes. One interesting finding resulted from comparing men who use violence against their female partners with men who do not. As expected, in this case no differences were observed regarding typically masculine features. However, differences were observed in the expressiveness subscale, with non-batterers being perceived as having typically feminine features. This result may have been due to the fact that these types of 66____________________________________________________________________ men are considered to be more empathetic, a characteristic male batterers lack and which was seen as possibly related to the probability of using violence (Echauri, Fernández-Montalvo, Rodriguez, & Martínez, 2007; Jonson et al., 2006; Ruiz-Arias, 2007). Batterers were also perceived as having low self-esteem. However, as indicated previously, this feature does not derive from the process of violence as in the case of women and could rather be a feature of personality, although research carried out with male batterers receiving treatment report that self-esteem is not one of the main characteristics they lack (Echauri et al., 2007; Jonson et al., 2006; Ruiz-Arias, 2007). As regards the power bases, batterers were perceived as physically stronger; this was understood to mean that they were more likely to use physical force if necessary to achieve their objectives. They were also perceived as having fewer economic resources and fewer social obligations; this result has been corroborated by studies of interpersonal violence that show that male batterers are generally characterised by having fewer social and communication skills (Cromwell & Olson, 1975). The perception of these men having greater decision-taking resources and sexist ideas coincided with findings reported in other research studies. Sexist ideology would act as a type of network structuring all aspects related with close relationships and therefore decision taking, giving men power in this respect, which some power models refer to as the result of power (Cromwell & Olson, 1975). As regards the perception of women, female non-victims of gender violence were perceived as having typically masculine and feminine features, greater self-esteem, greater physical and psychological strength, more economic, decision-taking and social resources, suggesting that they are perceived as “superwomen”. These are women with feminine features, but they have also embraced typically masculine characteristics, thus reflecting the greater flexibility of female roles. Social Perception of Violence Against Women_______________________________67 Our participants’ perception of gender violence victims largely coincided with the description of such women in literature and the way they have been presented in the media in recent years. Victims were generally perceived as being more stereotyped and having fewer typically masculine features and lower self-esteem (presumably because of victimisation). When addressing the problem of gender violence, women victims of gender violence are often portrayed as weak (with less physical and psychological strength), dependent (with little or no control over any type of resources), low selfesteem and with family responsibilities (with greater social obligations). This image of women also tends to coincide with the image we all have of traditional women who unwaveringly accept their place in both relationships and society. This underlines the importance of sexist ideology in the maintenance of such situations by many women in our society; hence, consideration must be given to the “gender ideology” variable as the fundamental axis on which unequal relationships are normally constructed and maintained, particularly violent relationships. Today, there is still a certain tendency to blame victims for having certain allegedly weak characteristics and for not abandoning situations from which, as observers, we believe they could escape, if they wanted to. When making these types of judgements, a heuristic is being activated in the perceiver known as “counterfactual thought” (Macrae, Milne, & Griffiths, 1993). One consequence of this is that people easily see other options for victims that are different to existing ones; hence, we tend to think and even affirm that things could be different if they wanted them to be. This heuristic in attribution judgements is important because the easier it is for us to imagine different alternatives to existing situations, the greater the responsibility and guilt we attribute to victims. Before concluding, we would like to state that we are aware that the question of profiles is a very delicate issue and that their existence influences our subsequent 68____________________________________________________________________ judgements to some extent, creating prototypes that may be destructive in the case of victims because if a woman who suffers gender violence does not display the characteristics typically attributed to her group, her credibility may be questioned and she may subsequently suffer victimisation on two fronts (Moya & Expósito, 2007; Russell & Melillo, 2006). In view of these findings, we consider that the only condition women have to fulfil to be classified as victims of gender violence is simply their status as women (Walker, 1991). Similarly, one characteristic distinguishing male batterers from nonbatterers is their normality. Despite the potential limitations of this study, we nevertheless believe that we have shown the importance of inequality in power as one of the possible causes of gender violence and that violence can only be reduced by balancing these differences, although this is clearly insufficient. To conclude, we would like to highlight the importance of these types of social perception studies. Problems must be known in order for them to be resolved, and knowledge of people’s perceptions of gender violence can help us provide citizens with feedback and prevent the perpetuation of these social profiles, which are also causes of violence. Our perception of gender violence allows situations of violence to perpetuate and influences the way we make valuations. These types of studies are important because they help us understand and value how these types of situations are judged by all social agents, such as doctors, national security forces, judges, psychologists, etc., all actors with great responsibility for initiating a change in approach to dealing with the problem of gender violence. ____________________________________________________________________69 El propósito fundamental del estudio anterior fue conocer la percepción social que la gente tiene de la violencia de género, y por tanto, poder elaborar perfiles tanto de hombres que la ejercen violencia contra sus parejas, como de mujeres que son víctimas de ella, recogiendo características tanto individuales como sociales, asociadas al fenómeno de la violencia de género. El contenido de los perfiles obtenidos recoge aspectos que coinciden con los roles que tradicionalmente han sido asociados a hombres y mujeres, enfatizando una desigualdad manifiesta entre ambos géneros que se postula como una de las principales causas de la violencia de género. Es digno de resaltar que, la descripción que hemos obtenido del hombre maltratador, perfectamente podría coincidir con la descripción que se hace de un hombre cuando lo comparamos con una mujer, esto es, usando como variables de diferenciación las cuatro bases del poder y que constituye el eje vertebral del modelo de poder basado en el género de Pratto y Walker (2004), anteriormente comentado. Este resultado, a nuestro juicio, constituye un dato más que apoya la creencia cada vez más extendida de que las causas de la violencia de género hay que buscarlas en factores más de tipo socio-estructurales que individuales. Han sido precisamente esas diferencias las que han generado una asimetría y desigualdad que puede originar situaciones de abuso, entre las que se incluye la violencia. La creencia en la superioridad del hombre y la diferenciación de roles asociados al género junto con la distribución asimétrica de poder en las relaciones de pareja, son algunos de los factores que hemos visto que favorecen la violencia, éste hecho es aceptado y mantenido tanto por hombres como por mujeres. Es digna de mención la importancia que la ideología sexista tiene en el mantenimiento de esta situación por parte de muchas mujeres, por lo que consideramos a dicha ideología el eje fundamental sobre el que se construye las situaciones que dan lugar a la violencia contra las mujeres. 70____________________________________________________________________ Nuestro segundo estudio, tiene por objeto examinar la percepción de las posibles consecuencias que puede tener la transgresión de roles tradicionales (ascenso laboral de una mujer) en una pareja, así como la influencia de la ideología sexista en tales percepciones. El estudio se llevara a cabo exclusivamente con mujeres ya que consideramos de gran interés conocer su percepción sobre el fenómeno de la violencia de género como víctimas potenciales, así como comprobar la importancia que la ideología sexista (esencialmente benévola) de las mujeres ejerce sobre el mantenimiento de determinadas conductas que puedan ser consideradas de riesgo en los casos de violencia de género. Estudio 2 Perceived Impact of Female Promotion at Work on the Likelihood of Domestic Violence Female promotion and domestic violence___________________________________73 Perceived impact of female promotion at work on the likelihood of domestic violence 2 Abstract Violence against women is deeply linked to differences in power, as well as the need of some men to control women. This study involved 219 women participants, who read an episode describing a couple having an argument and were asked to estimate the probability that the argument would escalate into the use of physical violence by the man against the woman and perception of threat. The main aim of the present study is to examine the perceived consequences of a work-related promotion for the female partner in a heterosexual relationship. We manipulated both the cause of the argument – the wife was promoted at work, which implied both partners share paid and domestic work (balance), male partner taking responsibility for all the domestic work (imbalance nontraditional) or female partner will continue to do all the domestic work (imbalance traditional) – and the husband’s ideology – sexist or non-sexist. Finally, the study examined gender ideology (hostile and benevolent) of participants, in order to examine the influence of sexist beliefs in perception of probability of a male partner feeling threatened and likelihood of an argument escalating into violence following their female partner’s promotion. The results showed that sexism was perceived as the cause of violence against women. Moreover, it seems that what makes people think that ideology causes violence is that sexist men will feel threatened. 2 Herrera, M.C., Expósito, F., Moya, M., & Houston, D.M. ( Manuscript in preparation). Perceived impact of female promotion at work on the likelihood of domestic violence. 74____________________________________________________________________ 1. Introduction According to recent reports published by Amnesty International (2007), one in every three women in the world has suffered some kind of violence or abuse. For European women between 16 and 44 years of age, domestic violence is the most frequent cause of injuries and death, outpacing even traffic accidents and cancer. Gender inequalities make women particularly vulnerable to violence within the home and marital relationship. Many different explanations have been given to the violent behaviour of men towards women (Anderson, 1997). They have ranged from person-oriented explanations, such as alcohol consumption by men (Sanday, 1990) or pathological jealousy (Sugarman & Hotaling, 1989), to social explanations, such as patriarchy and gender ideology (Dobash & Dobash, 1998; Yllo, 1993) or structural power asymmetry between men and women (Fleury et al., 2000; Wuest et al., 2003) Our research is focus in the former categories of causes; we adopt a psychosocial analysis that suggests that violence against women lies in the traditional power asymmetries that have characterized relations between men and women (Expósito & Moya, 2005; Pratto & Walker, 2004). Such a power imbalance between men and women has generated not only inequality and gender-based discrimination in the public arena, but also many of the situations of abuse that take place in the private sphere of male-female relations, especially in family relations (Lenton, 1995; Mahlstedt & Welsh, 2005). Some explanations of violence against women suggest that the abuse of women by a current or former male intimate partner may be caused by the perception of loss of control or power by men who believe they should legitimately be in control in an intimate relationship (Dutton, 1988). In relationships in which couples share the power Female promotion and domestic violence___________________________________75 and decision making, levels of violence are lower (Mahalik, Aldarondo, GilbertGokhale, & Shore, 2005). When power and decision making are not shared, significantly greater levels of dating violence take place (Felson & Messner, 2000; Frieze & McHugh, 1992). Abused women themselves report that their husbands have more power than they – the husbands – even realize (Babcock et al., 1993). However, abusive husbands feel less powerful than their wives (Sagrestano et al., 1999). There are several ways in which women can challenge men’s power. According to Pratto and Walker (2004), gendered power is supported by four bases: a) Physical force or an ability to threaten, which are features that have traditionally been associated with men and linked to their identity. b) Control of resources: men have greater control of and access to basic and important resources, as shown by differences in salaries or the kind of occupation carried out by each sex. c) Social obligations: the obligation of providing care is the quintessential female role and limits women’s possibilities of accessing other bases of power. d) Sexist ideology or the beliefs that justify inequality and/or power differences between both sexes. According to Pratto and Walker (2004), when a person gains power in one of the bases, this is reflected in the others. The relation between the bases of power is positive except in the case of social obligations – the greater the social obligations one has, the fewer the resources and vice versa (the greater the resources, the fewer the obligations). Thus, a woman with resources – a job, economic independence, a position with responsibility, and so on – is likely to devote less time to taking care of others – the household tasks and the children, for example. Given that it is a bidirectional 76____________________________________________________________________ relationship, the fewer the obligations one has, the greater the opportunity to access resources (Morales-Marente, 2005). The use of force has also been traditionally associated with men (Archer, 2000) and – sometimes – allows them to keep women separated from the control of resources and linked to social obligations (Pratto & Walker, 2004). Thus, men can maintain greater control of resources and stay away from social obligations. Indeed, violence against women – rape, for example – is perceived as being justified when women “neglect” their social obligations as housewives and mothers (Viki & Abrams, 2002), or when they make inroads into traditionally male occupations (Fiske & Glick, 1995). The relationship between “control of resources and social obligations” is not simple. The acquisition of more resources by women does not necessarily imply fewer social obligations for them. In western societies, in which women have recently gained more notable roles in the workplace and greater personal access to resources, they still tend to take primary responsibility for family and care. Women’s work also often reflects their role as partners and carers; for example, they tend to have more part-time contracts, postpone job promotions or even stop working for some time to take care of their family (Instituto de la Mujer, 2009). Thus, it can be argued that both an increase in women’s control of resources and a decrease in their social obligations can be perceived as a threat to the status quo, specifically to the men’s position of greater power in gender relations (Moya & Expósito, 2001; Tougas, Brown, Beaton, & Joly, 1995). Consequently, both conditions – in so far as they may generate a perception of threat in men – may be related to violence against women. The association between power asymmetry in intimate relationships and violence against women can be important both in reality and in terms of perception. Female promotion and domestic violence___________________________________77 Thus, one important aspect is that if women believe that violence may be a consequence of their male partner feeling threatened; this may maintain their subordinate position. Theorists (e.g., Jackman, 1994; Pratto & Walker, 2004) and social commentators (e.g., Millett, 1970) argue that women’s awareness and fear of male relationship violence can intimidate women from challenging male power. For example, if a woman believes that male partners generally feel threatened when their female partners challenge traditional gender roles (e.g., by achieving career success or seeking greater equality within marital roles) how might this affect her behaviour? One possibility is that she might try to avoid such “provocation” by taking on all of the traditional female roles in the home (e.g., attending to domestic tasks and children), rather than sharing them equally. And perhaps she might invest less in her career so as not to “compete” with her husband. Such strategies would, on the whole, act to reinforce gender inequality. Finally, Pratto and Walker (2004) propose that sexist ideology is an important tool to justify inequality and/or power differences between both sexes. One of the main constructs that explain the traditional beliefs about gender roles is sexism. Sexism is one of the best predictors of domestic violence (Johnson, 1995; White & Kowalski, 1998). Gender ideology or sexism is the belief that men and women are different and occupy different places in society. It also establishes the appropriate behaviour for men and women and what is expected of each of them in a relationship (Cameron, 1977; McHugh & Frieze, 1997). Sexist ideology can therefore be expected to be an interesting concept in contexts that involve a change in what has been considered appropriate and normal by men and women in their intimate relationships. Some examples of these changes are women playing new roles by taking on jobs with responsibilities, or women no longer performing tasks that were traditionally done only by them. Sexism, as others system of beliefs or “legitimizing ideologies” can also be used to explain and justify the 78____________________________________________________________________ unfair treatment several groups – including women – have suffered throughout history (Jost & Hunyady, 2005; O’Brien & Major, 2005). For instance, in the field of sexual aggressions, research show that rape is perceived as being justified when women “neglect” their social obligations as housewives and mothers and they behave in an “inadequate” way (Viki & Abrams, 2002). In this research also was found that perceptors’ benevolent sexism predicted victim’s blame in a rape’s case only when woman behave in a “inadequate” way (when she was presented as an unfaithful wife); participant’s BS didn’t predict victim’s blame when it was not specified that she was married. Sexist ideology can be considered also be from the perceptor’s perspective. So in the literature we found that when a person is sexist it is more probably he/she think that woman’s promotion can provoke an imbalance in the intimate relationships. This imbalance could have negative consequences for the man (e.g. he feels threatened). In the same way, people (sexist ideology apart) will believe that the husband will feel threatened as a consequence of woman’s promotion, if he holds sexist beliefs. Glick and Fiske (1996, 2001) have argued that patriarchy is upheld by a set of ambivalent ideologies toward women: benevolent sexism, which rewards women with paternalistic affection and protection for “staying in their place,” and hostile sexism, which punishes women who challenge traditional roles. Although women tend to reject hostile sexism, they often are more likely to endorse benevolent sexism – sometimes as much or more than men – presumably because benevolent sexism promises affection and provision in exchange for women’s enactment of traditional roles, e.g., as wives and mothers. More specifically, Fisher (2006) suggest that women may respond to the implied and overt threat of male violence by embracing BS, because BS promises that at least Female promotion and domestic violence___________________________________79 some men, typically a male relationship partner, will offer them protection (ironically, from other men). But this protection is conditional and, if a woman fails to hold up her end of the bargain (by maintaining a traditional role), she may risk violence from the very man she intended as her protector. Thus, women who make this traditional “deal” may be well aware of its limits and prone to believe that when a woman steps out of “her place,” her male partner my be threatened and even become violent. If so, she may choose to maintain, rather than challenge, her traditional role. Because this benevolently sexist ideal relies on both female and male partners’ endorsement of, and compliance with, traditional gender roles, women who endorse BS may be particularly likely to believe that a female partner who fails to uphold her traditional role risks “provoking” her male partner by “breaking the deal.” The present research The main aim of the present study is to examine the perceived consequences of a work-related promotion for the female partner in a heterosexual relationship. The basic premise being that the promotion will result in a change in traditional gender roles and it would be a threat to the power relationship between the two partners. Using an experimental manipulation the study explored the types of domestic context which would generate a greater perception of threat and probability of violence. Three scenarios were created: in one, both partners share paid and domestic work (“balance”); in second, the promotion results in the male partner taking responsibility for all the domestic work that had previously been done by the woman (“imbalance nontraditional”); and in the third that the female partner will continue to do all the domestic work (“imbalance traditional”). It is hypothesised that, when promotion has more consequences for the male partner, this will be perceived to result in greater threat and also be more likely to result in violence. 80____________________________________________________________________ The study also manipulated the sexist ideology of the male partner: in one condition the male partner is presented as sexist and in the other egalitarian. A further variable of interest was Life Role Salience (LRSS, Amatea, Cross, Clark, & Bobby, 1986) in terms of the respondents own preferences for work roles and non-work roles. The LRSS which measures the value and commitment individuals have to the roles of parenthood, occupation, relationship and homemaking. The LRSS has been used in various studies to measure men’s and women’s preferences for work and family roles (Franco, Sabattini, & Crosby, 2004; Perrone & Civiletto, 2004). Finally, the study examined gender ideology (hostile and benevolent) of participants, in order to examine the influence of sexist beliefs in perception of probability of a male partner feeling threatened and likelihood of an argument escalating into violence following their female partner’s promotion. Within this design there are two dependent variables: 1) perception of threat; 2) probability of violence by the male partner. Hypotheses Our first hypothesis the male partner will be perceived to be more threatened and also more likely to resort to violence when their female partner’s promotion will imply greater consequences for him. Perception of threat and probability of aggression will be greater when the male partner must take on domestic roles (“imbalance nontraditional”) versus both partners share domestic work (“balance”); and perception of threat and probability of aggression will be negligible when the female partner retains all domestic responsibilities (“imbalance traditional”) despite promotion. Our second hypothesis is that the sexist male partner will be perceived as being more likely to be threatened and also more likely to resort to violence than the male partner with egalitarian views. Female promotion and domestic violence___________________________________81 Finally (third hypothesis) we hope to find an interaction between sexism of participants and manipulation about consequences of promotion. Participants higher in benevolent sexism will perceive the male partner to be more threatened and also more likely to resort to violence when promotion implies that he does all the work at home (“imbalance non-traditional”), or he must to share the work with his female partner (“balance”). This association will be minor when promotion doesn’t imply consequences for the husband, because woman does all the work at home (“imbalance traditional”), like always. 2. Method Participants A total of 219 women participated; all were undergraduate students in Psychology at the University of Kent. They were asked to complete a questionnaire about work and family life, in return for a course credit. Of the participants, 98.2% were aged 18-30 years, mean participant age was 19.74 (SD = 4.36, range 18 to 59). 88.6% of the participants classified themselves as British, whereas 12.4% were non-British. Procedure Participants were recruited via the Psychology Department’s Research Participation Scheme’s (RPS) website. All participants read a vignette that included the experimental manipulations and subsequently completed the dependent measures. The instructions noted that participants would read a brief description about an interaction between a heterosexual couple and then to rate the couple on a number of dimensions. Instructions emphasized that there were no right or wrong answers, only personal opinions and that all responses were anonymous. After completing the questions, all participants completed the manipulation checks, the Ambivalent Sexism Inventory 82____________________________________________________________________ (Glick & Fiske, 1996) and the Life Role Salience Scales (Amatea et al., 1986). Finally, they provided demographic information (e.g., age, nationality). Design and Materials Participants were randomly assigned to one of the conditions according to a 3 (consequences of female partner’s promotion) x 2 (male partner’s sexist ideology) design. The conditions for male partner’s consequences of female partner’s promotion were: 1) both partners will share paid and domestic work (“balance”); 2) the male partner will have to assume almost all the domestic work (“imbalance non-traditional”); 3) the female partner will continue doing almost all the domestic work (“imbalance traditional”). The conditions for male partner’s sexist ideology were: sexist and egalitarian. The dependent variables assessed perceptions of how threatened the male partner would feel as a result of his female partner’s promotion and the probability that he might become violent toward her. Dependent measures. After reading the scenario, participants rated two questions designed to measure how participants thought the male partner would feel threatened: (1) To what extent do you think George feels threat to his authority in the family? (1- doesn’t feel threat, 7- feels threat); (2) To what extent do you think George feels a loss of power in the relationship? (1- doesn’t feel loss of power, 7- feels loss of power) (r = .78, p < .001). Participants also rated the extent to which they felt the conflict would result in violence from the male partner from 0 to 100%: How likely do you think it is that the situation will escalate into George becoming violent against Grace? To check on the effectiveness of the consequences of female partner’s promotion manipulation, participants responded to several items on a 1 to 7 scale: (a) People often use the term’ work-life balance’, to what extent, do you think Grace’s life Female promotion and domestic violence___________________________________83 is balanced? (1-strong focus on work, 4- balance, 7- strong focus on family); (b) People often use the term’ Work Life Balance’, to what extent, do you think George’s life is balanced? (1- Strong focus on work, 4- Balance, 7- Strong focus on family). To check on the effectiveness of the male partner’s ideology manipulation, participants also responded to a single item: To what extent do you think George is a sexist man? (1 non-sexist man, 7 sexist man). Ambivalent Sexism. Participants answered the 22-item Ambivalent Sexism Inventory (ASI; Glick & Fiske, 1996). The ASI comprises two 11-item subscales that measure hostile sexism and benevolent sexism. All items are statements to which participants respond on a 0 (strongly disagree) to 5 (strongly agree) scale. Sample hostile sexism items include: “Women are too easily offended,” “Feminists are seeking for women to have more power than men,” and “Most women fail to appreciate fully all that men do for them.” Sample benevolent sexism items include: “No matter how accomplished he is, a man is not truly complete as a person unless he has the love of a woman,” “In a disaster, women ought to be rescued before men,” and “Many women have a quality of purity that few men possess.” Consistent with prior research, the hostile sexism (α = .78) and benevolent sexism (α = .80) scales were positively correlated (r = .45, p < .001). Means, SDs, and correlations of the ambivalent sexism scales and dependent variables are presented in Table 1. 84____________________________________________________________________ Table 1. Means, Standard Deviations and Correlations among the main continuous variables Mean SD BS Perceived threat Perceived likelihood of husband’s violence HS 2.13 .69 BS 2.32 .77 .45** .01 .07 .05 .16* .35* Perceived threat to 5.26 1.23 32.74 19.37 husband Perceived likelihood male violence * p <.05; ** p <.01. Life Role Salience. Participants answered the 40-item Life Role Salience Scales (LRSS; Amatea et al., 1986). The LRSS comprises eight 5-item subscales that measure personal expectations concerning occupational, parental, marital and homecare roles. Two roles of personal role expectations were assessed by means of the scales: (a) the personal importance or value attributed to participation in a particular role; (b) the intended level of commitment of personal time and energy resources to enactment of a role. All items are statements to which participants respond on a 1 (strongly disagree) to 7 (strongly agree) scale. Sample items from the different subscales are the following: (1) Parental role reward value (“If I chose not to have children, I would regret it”) (α = .82); (2) Parental role commitment (“I expect to devote a significant amount of my time and energy to the rearing of children of my own”) (α = .81); (3) Occupation role reward value (“Having work/a career that is interesting and exciting to me is my most important life goal”) (α = .62); (4) Occupational role commitment (“ I value being involved in a career and expect to devote the time and effort needed to develop it”) (α = Female promotion and domestic violence___________________________________85 .78); (5) Marital role reward value (“My life would seem empty if I never married/ had a long-term relationship”) (α = .9); (6) Marital role commitment (“I expect to put a lot of time and effort into building and maintaining a marital/ long-term relationship”) (α = .77); (7) Homecare role reward value (“It is important to me to have a home of which I can be proud”) (α = .86); (8) Homecare role commitment (“I expect to devote the necessary time and attention to having a neat and attractive home”) (α = .84). Vignette. All participants read the following description: “George and Grace are married and have two children aged 6 and 12. One evening they were at home about to have dinner. As usual, they talked about their day and typical issues couples talk about. At one point, Grace said something to George and they started to argue. The argument gradually became more heated; they raised their voices and shouted at each other. They even made threatening gestures towards each other … Grace has worked in a bank for a number of years, and she has just been offered a promotion to a high level senior management role and she was telling her husband about it.” The consequences for the male partner of his female partner’s promotion were manipulated by providing participants with one of the following sets of information: (a) Balance: “Grace’s promotion will imply they both (George and Grace) must try to take turns to do the following: take care of the children, organize the weekly shopping, take responsibility for family cooking, cleaning the house, etc.“ (b) Imbalance nontraditional: “Grace’s promotion will imply she will have less time to take care of the home and children than she has had so far; these tasks will now become her husband’s responsibility. George will spend more time taking care of the children, he will organize the weekly shopping, Grace will rely on George to do more around the house, and George will take responsibility for family cooking and for cleaning the house.” (c) 86____________________________________________________________________ Imbalance traditional: “Grace’s promotion will not imply any changes at home, Grace will take care of the children, she will organize the weekly shopping, she will do the housework and she will take responsibility for family cooking, cleaning the house, etc.” The male partner’s sexist ideology was manipulated by providing participants with one of the following sets of information: (a) Sexist: “George has traditional beliefs regarding the roles each member of the couple should play. He considers it is the husband’s responsibility to bring home the money and take care of the family’s finances, while the woman’s place is at home looking after the home and the family.” (b) Egalitarian: “George is a man of our time regarding the roles each member of the couple should play. He thinks there should be equality in a marriage and that husband and wife should share work and taking care of the home and the children.” 3. Results Manipulation check To check the effectiveness of the consequences for the male partner of his female partner’s promotion, we computed two one-way ANOVA comparing the three experimental conditions in the two items designed to measure the consequences of female partner’s promotion. The analysis revealed a significant effect of consequences manipulation on the item “ People often use the term’ work-life balance’, to what extent, do you think Grace’s life is balanced”?(1 strong focus on work, 4 balance, 7 strong focus on family), F (2, 218) = 29.54, p < .001 (the female partner will continue doing almost all the housework = 4.34, both members of the couple will share housework = 3.66, the male partner will assume most of the housework = 3.01). Post hoc comparisons showed that all three means were significantly different (all ps <.001). Thus, participants estimated that the female partner’s life will be more focused on work Female promotion and domestic violence___________________________________87 when her male partner would do most of the housework, and less focused on work when she would continue doing most of the housework. The analysis also revealed a significant effect of consequences manipulation on the item “People often use the term ‘work- life balance’, to what extent, do you think George’s life is balanced?”, F (2, 218) = 5.75, p < .01, (the female partner will continue doing almost all the housework = 3.01, both members of the couple will share housework = 3.05, the male partner will assume most of the housework = 3.75). Post hoc comparisons showed that there were significant differences between the condition in which the male partner would do most of the housework and the conditions in which both partner share housework and female partner will continue doing most of the housework, ps <.01. To check the effectiveness of the male partner’s ideology manipulation, we computed a one-way ANOVA comparing the sexist and egalitarian conditions for the single item: To what extent do you think George is a sexist man? This analysis revealed a significant effect, F (1, 218) = 147.29, p < .001. The sexist male partner was viewed as the most traditional (M = 5.58), whereas the egalitarian male partner was viewed as least traditional (M = 3.32). If participants’ ASI scores (which we considered a trait measure) were affected by the manipulation of male partner’s ideology, this might suggest a potential flaw in the design because participants answered the ASI after the experimental manipulation. To make sure that this was not the case, we conducted a MANOVA with the type of scale (Hostile Sexism, Benevolent Sexism) as the dependent variables and male partner’s ideology as well as consequences of promotion for the male partner manipulations as between-subjects variables. Neither the manipulation of the male partner’s ideology, F(2, 212) = .08, p = .91, or the manipulation of the consequences of female partner’s promotion for her male partner, F(4, 426) = .76, p = .55 affected ASI 88____________________________________________________________________ scores, ruling out the possibility that the latter reflected a state measure that was affected by our experimental manipulations. Effects of participants’ sexism and experimental manipulations on threat perceived and likelihood of the male partner aggress How did the balance in relationship, male partner’s ideology and the participants’ ASI scores affect perception of threat? A 3 (balance type) x 2 (male partner’s ideology) ANOVA, in which centered scores on HS and BS were included as covariates, revealed two significant main effects and one interaction. First, there was a main effect of balance in relationship, F (2, 218) =3.9, p < .05. (balance = 5.05, imbalance non-traditional = 5.46, imbalance traditional = 5.28) Post hoc comparisons (Tukey test) showed significant differences between balance condition and imbalance non-traditional (p<.0.5) confirming the threat component of Hypothesis 1 female perceivers will view a male partner as more threatened when their female partner’s promotion challenges gender traditional marital roles and he must do most domestic work (imbalance non-traditional). Second, the male partner’s ideology exerted a main effect, F (1, 218) = 52.58, p<.001 (sexist = 5.85, egalitarian = 4.71). Confirming the threat component of Hypothesis 2 (female perceivers will view a sexist versus an egalitarian male partner as more threatened when their female partner’s promotion challenges gender traditional marital roles). In addition, there was an interaction between balance in relationship x male partner’s ideology, F (2, 218) = 3.73, p < .05. The nature of the interaction suggested that when we presented a sexist male partner, there were no differences in perception of threat (balance = 5.82, imbalance non-traditional = 5.77, imbalance traditional = 5.98 (all p n.s) participants thought that the man would feel threat in all conditions. When we Female promotion and domestic violence___________________________________89 presented a non-sexist male partner, there was more perception of threat when he must to do more domestic work and less when there is balance in relationship (balance =4.28, imbalance non-traditional =5.13, imbalance traditional = 4.74). Post hoc comparisons showed significant differences between balance condition and imbalance non-traditional (p<.0.5). Figure 1. shows the interactions. Figure 1. Perception of Threat as a Function of Consequences of Woman’s Promotion for Male Partner and Women’s BS Scores. 7 Sexist 6 Egalitarian Perception of threat 5 4 3 2 1 0 Balance Imbalance nontraditional Imbalance traditional Overall, then, participants thought there was more perception of threat when we presented a male partner who must take on more of the domestic work (compared to balance or traditional imbalance ) supporting Hypothesis 1; then sexist (as compared to egalitarian) male partner were more likely to be viewed as threatened by a woman’s promotion, supporting Hypothesis 2. Further, an interaction revealed that when we 90____________________________________________________________________ presented a sexist male partner, there were no differences in perception of threat but when we presented a non-sexist male partner, there was more perception of threat when he must take on most of the domestic work. We did not find an interaction between sexism of participants and manipulation about consequences of promotion, thus hypothesis 3 was not supported. How did the balance in relationship, the male partner’s ideology and the participants’ hostile and benevolent sexist beliefs affect the perceived probability of male violence? A 3 (balance in relationship: x 2 (male partner’s ideology) ANOVA in which centered scores on HS and BS were included as covariates revealed two significant main effects and two interactions. First, there was a main effect of balance in relationship, F (2, 218) = 3.83, p < .05. (balance = 30.37, imbalance non-traditional = 30.24, imbalance traditional = 37.60) Post hoc comparisons showed significant differences between balance condition and imbalance traditional (p <.0.5) and between imbalance non-traditional and imbalance traditional (p <.05). Participants felt there was greater probability of the conflict escalating into violence when the woman was to continue doing all domestic work (imbalance traditional). Second, there was a main effect of male partner’s ideology, F(1, 218) = 18.9, p < .001 (sexist = 38.21, egalitarian = 27.61). Confirming the violence component of Hypothesis 2 (female perceivers will view a sexist versus an egalitarian male partner as more probability of escalation into violence when their female partner’s promotion challenges gender traditional marital roles). There was, however, a significant interaction for Balance in relationship x Benevolent Sexism, F (2, 218) = 3.29, p =.04. To follow up on the benevolent sexism effect, we ran several regression analyses in which BS was entered as predictor of the Female promotion and domestic violence___________________________________91 male partner’s perceived likelihood of violence in the three different conditions reflection the consequences for husband of wife promotion. The regression revealed that participants BS scores predicted the escalation perceived of violence in imbalance non traditional condition β = .26, t = 2.27, p < .05, and marginally when male and female partners shared domestic work (balance), β = .20, t = 1.75, p =.08, and; however, when the female partner retains responsibility for domestic work (imbalance traditional), participants BS did no predict the likelihood of aggression, β = -.07, t = -.58, n.s., supporting partially hypotheses 3. On the other hand, the interaction between male partner’s ideology x Hostile Sexism was significant, F (2, 218) = 4.98, p= .03. To follow up on the Hostile Sexism effect, we ran two regression analyses (one for the condition in which the husband was described as sexist and other for when he was described as egalitarian) in which Hostile Sexism was entered as predictor of the male partner’s perceived tendency to violence. The regression revealed that people who scored higher in HS perceived escalation into violence as more likely to occur when the male partner is sexist β = .19, t = 1.97, p<.05 but not when the partner vs. egalitarian, β = -.008, t = -.082, n.s. In sum, contrary to Hypothesis 1, participants think there is greater likelihood of escalation into violence when we presented a traditional imbalanced relationship. Supporting Hypothesis 2, male partners with traditional attitudes about gender roles were perceived as more likely to become violent in a conflict in response to a woman’s promotion at work. However, contrary hypothesis 3, women benevolent sexists were more likely to expect male partner aggressive behaviour when the woman continues to have responsibility for all domestic work, than when this work is shared or done by the male partner. On the other hand, women who scored higher in HS saw the violence as more likely when the male partner held sexist views. 92____________________________________________________________________ Did Perceived Threat Mediate the Effect of Male Partner’s Ideology on Perceived escalation into violence? The perceived probability that the male partner would (a) feel threatened by the promotion and (b) escalate the conflict into violence, depended, in part, on whether the male participant had been characterized as sexist. We performed a mediational analysis to test the hypothesis that perceived threat to the male partner would mediate the effect of male partner’s ideology on the male partner’s perceived likelihood of aggression. As Figure 2 shows, the male partner’s ideology significantly predicted the perceived likelihood that he would become violent (the dependent variable) and (tested in a separate equation) also predicted perceived threat (the proposed mediator). A third equation showed that perceived threat predicted violence. Thus, all of the relationships necessary as preconditions for mediation were significant. Finally, we introduced both the male partner’s ideology and perceived threat as predictors of escalation into violence. In this case, the relationship between the proposed mediator (threat) and violence remained virtually the same. By contrast, the relationship between the male partner’s ideology and violence was not significant. A Sobel test showed that there was significant mediation, Sobel’s statistic = 4.06, p<.000. Thus, perceived threat appeared to fully mediate the effects of the male partner’s sexism on his perceived likelihood of violence. Female promotion and domestic violence___________________________________93 Figure 2. Effect of Husband’s Gender Ideology on Perceived Violence Mediated by Perceived Threat Threat .46*** .35*** (.29**) Male partner’s Sexism Violence .27*** (.14) Relationship between ambivalent sexism and roles life salience An additional aim in our research was to analyze if sexist beliefs, especially benevolent, were linked when the importance assigned to different roles in their life by participants. In table 2 appear correlations between hostile and benevolent sexism of our female participants and the LRSS. As we can see, hostile sexism is not correlated with any subscale; but benevolent sexism is positively correlated with every subscale associated with traditional feminine roles, and negatively correlated with two subscales associated with traditional masculine roles. Table 2. Correlations among hostile and benevolent sexism and the scores in the LRSS scales HS HS BS BS LRSS1 LRSS2 LRSS3 LRSS4 LRSS5 LRSS6 LRSS7 LRSS8 .45** -.045 -.105 .013 -.030 .029 .019 .054 .082 .268** .209* -.142* -.038 .293** .213* .192* .169* .45** * p <.05; ** p <.01. 94____________________________________________________________________ 4. Discussion The main goal of this study was to explore the perceived consequences of female work and domestic roles in relation to gender violence. We made explicit, through the experimental manipulation, the possible consequences for the male partner of their female partner’s promotion: he takes responsibility for most of the housework, that both partners will share these tasks, or that the female partner will continue doing most of the housework. We expected (hypothesis 1) that when the consequences were greater the women participant would think that the male partner would feel more threatened and would react with higher likelihood of aggression. The hypothesis that the male partner would feel more threatened when the consequences were stronger for him was supported. Contrary to Hypothesis 1, participants thought there was greater likelihood of escalation into violence when we presented a traditional imbalanced relationship. Participants appeared to feel that there is a greater likelihood of male aggression when the woman carries the predominant responsibility for domestic work in addition to her paid work. We also manipulated the supposed sexist ideology of the male partner (egalitarian or sexist) and expected that participants would think that the male partner would feel more threatened and would react with a higher likelihood of aggression when the male partner was described as sexist (hypothesis 2). Results supported this hypothesis in both in respect to the likelihood of aggression and in relation to threat perceived. Further, an interaction revealed that when we presented a sexist male partner, there are no differences in perception of threat, female participants think that man feels threat in any case, but when we presented a non-sexist male partner, there is more perception of threat when he must to do more domestic work and less when there is balance in relationship. Clearly participants feel that for a sexist man his partner’s Female promotion and domestic violence___________________________________95 promotion is a sufficient condition for threat regardless of the consequences for domestic life. For an egalitarian man there is a lower perception of threat across all three domestic outcomes, but when the man has to take the responsibility for domestic work this perception raises. Female participants in our study believe that, in marital conflict, the risk of the man using violence against the woman decreases if the man is not sexist. This confirms that, in people’s minds, sexist ideology plays a major part in eliciting violence against women. This has been shown by a number of studies and theories (Johnson, 1995; White, 2001; White & Kowalski, 1998). According to research on the influence of the perceived threat on social functioning, a perceived threat has a direct influence on attitudes, social beliefs and behaviors. This leads people to take a defensive or aggressive stance, as appropriate, in an attempt to regain the threatened or lost power (Crowson et al., 2006). Our results are consistent with those of other studies (Babcock et al. 1993; Frieze & McHugh, 1992; Hornung et al., 1981) which have found that men of lower economic or occupational status than their wives and those perceiving themselves as having less power than their wives are more likely to use violence as a means to regain power in the relationship. Thus, people’s beliefs about the causes of violence against women broadly match the actual causes of such violence. However, female benevolent sexists (vs. low BS) were more likely to predict that violence would be less likely to occur when the woman continues to have responsibility for all domestic work, than when this work is shared or done by the male partner. This seems to imply that women who hold traditional gender values are more likely to expect women to continue to serve their domestic roles despite greater involvement in paid work (Zuo & Bian, 2001). 96____________________________________________________________________ An interesting result of our study was the importance of participants’ benevolent sexism in the perception of the episodes described. Benevolent sexism is the essence of paternalism, since it involves a positive attitude toward subordinate groups – women in this case – that promotes and reinforces their low status and power (Jackman, 1994). Research in this field has shown that benevolent sexism predicts a positive view of women, provided that they stay in their traditional roles – essentially those of wives and mothers – (Glick et al, 2000, 2004). Our findings support this idea; the higher the benevolent sexism of participants, the more they consider that the man will act aggressively, most probably because the woman is stepping out of her traditional role. Research has shown that benevolent sexism shapes the interdependency that characterizes intimate relationships; benevolent sexism implicitly provides protection to the woman in exchange for respecting her traditional roles, essentially taking care of the home and the children (Moya et al., 2007). Perceived threat appeared to fully mediate the effects of the male partner’s sexism on his perceived likelihood of violence, indicating that sexist males are judged to be likely to become violent because they are more likely to feel threatened. (Is there other research that could be referenced here that is consistent with this?) Our results also suggest that people do not believe that sexism directly and certainly leads to violence against women; it is when sexist people feel threatened that they may use violence as a means to regain lost power or control. Therefore, the threat becomes a key element in the process of violence. This result also shows the importance in social perception of the interaction between ideological and attitudinal factors and the characteristics of the situation. In other words, people believe sexist individuals will not always react in the same way; instead, their reaction will depend on the situation: they will behave aggressively when Female promotion and domestic violence___________________________________97 faced with a situation that is ambiguous or justifies and legitimates a violent reaction – from their point of view (Frese et al., 2004). Overall, people appear to assume that sexist men will be more threatened by and more likely to aggress against a female romantic partner whose success threatens traditional power structures and roles within the relationship. We must conclude by pointing out a few limitations of our study. We have explored what people believe causes violence of a man against a woman – in a specific situation – and not the actual cause of the violence. However, we have argued that beliefs about when men will aggress toward female partners matter because such beliefs, in turn, may affect women’s behavior in ways that reinforce inequality. We believe our study essentially deals with the beliefs and perceptions that facilitate violence against women according to society. A task for future studies would be to confirm these results and to show that a heightened belief that men are threatened by non-traditional women, leads women to act in more traditional ways. ____________________________________________________________________99 En el estudio que acabamos de presentar, encontramos como uno de los resultados más sobresalientes el papel que juega la percepción de amenaza, así como la ideología sexista benévola de nuestras participantes en la percepción de la estimación de la probabilidad de violencia en el seno de la pareja. Las participantes de nuestro estudio, todas mujeres, creen que en un conflicto de pareja, el riesgo de que el hombre use la violencia contra la mujer disminuye si éste tiene una ideología igualitaria, lo que confirma que en la mente de la gente, la ideología sexista juega un papel importante. Los principales resultados obtenidos que mayor interés nos suscitan indican, en términos generales, que se percibe un mayor riesgo para la mujer (mayor amenaza del marido) cuando él marido es sexista, independientemente del tipo de relación que describamos, y que a mayor sexismo benévolo de las participantes, menos probabilidad de violencia se percibe cuando describimos una situación de desequilibrio en la que ella lo hace todo. Ambos resultados nos llevan a pensar una vez más en la importancia del sexismo, tanto en el caso del marido, como en el caso de la mujer, y como esta ideología sexista, conforma situaciones en las que se acepta como probable la ocurrencia de violencia en la pareja. Con el tercer estudio lo que pretendemos en explorar, con mayor detenimiento, la importancia de la ideología sexista de las mujeres, y cómo ésta influye en la percepción de la transgresión de roles de las mujeres en una relación de pareja. Mediante un diseño de situaciones hipotéticas en las que manipulamos el sexismo del hombre que protagonizaba dichas situaciones, estudiamos si las mujeres de nuestro estudio, creen que éstos se sentirían amenazados por el éxito laborar de su mujer, y les pedimos que estimen la probabilidad de que como consecuencia, se comporten de manera agresiva o violenta contra ella. Estudio 3 Don’t Rock the Boat: Women’s Benevolent Sexism Predicts Fears of Marital Violence Benevolently sexist women_____________________________________________103 Don’t Rock the Boat: Women’s Benevolent Sexism Predicts Fears of Marital Violence 3 Abstract We examined how Spanish women’s benevolent sexism (a sex role attitude) affects their perceptions of whether a hypothetical husband will feel threatened by a wife’s success at work. In a social perception study, female participants (N = 210) read a vignette in which a husband and his wife argued over her job promotion. Women’s benevolent sexism (but not hostile sexism) predicted viewing the husband as more threatened by his wife’s promotion and more likely to aggress against her (intimate partner violence). The effect of women’s benevolent sexism was robust and not mitigated when specific information about the husband's attitude (traditional, egalitarian, no information) was provided. Belief that a husband would feel threatened by a wife’s promotion partially mediated the relationship between women’s benevolent sexism scores and their anticipation that the husband would become violent. Benevolent sexist women may embrace traditional roles in relationships in part to avoid antagonizing male partners, ultimately maintaining the status quo. 3 Expósito, F., Herrera, M.C., Moya, M., & Glick, P. (In press). Don’t Rock the Boat: Women’s Benevolent Sexism Predicts Fears of Marital Violence. Psychology of Women Quarterly. 104___________________________________________________________________ 1. Introducción Women’s beliefs about sources of conflict in heterosexual relationships can affect their own ambitions and attitudes. For example, Rudman and Fairchild (2007) found that women who believe that feminism breeds conflict in heterosexual romantic relationship tend to avoid labeling themselves as feminists. The current study explores women’s beliefs about whether a wife’s success, which might challenge traditional role and status relations within a marriage, would cause a husband to feel threatened and, potentially, to aggress against her. The current paper focuses on how individual differences in ideology predict women’s assumptions about a husband’s reaction to his wife’s success. Specifically, we consider the role of women’s endorsement of benevolent sexism, an ideology suggesting that women receive men’s protection and provision in exchange for embracing a traditional gender role (Glick & Fiske, 1996). Glick and Fiske (1996, 2001a) have argued that patriarchy is upheld by a set of ambivalent ideologies toward women, encompassing both benevolent sexism, which rewards women with paternalistic affection and protection for “staying in their place,” and hostile sexism, which punishes women who challenge traditional roles. Although women tend to reject hostile sexism, they often are more likely to endorse benevolent sexism – sometimes as much or more than men – presumably because benevolent sexism promises affection and provision in exchange for women’s enactment of traditional roles (e.g., as wives and mothers). Past research shows that some women cope with the perceived threat of violence from men by endorsing benevolent sexism, an ideology that extols the virtues of the traditional woman. Glick et al. (2004) found that in nations where men exhibit more hostile sexism – an ideology that is threatening toward women – women more strongly endorse benevolent sexism, which promises protection for traditional women. Fischer Benevolently sexist women_____________________________________________105 (2006) followed up by showing a causal effect: When told that a national survey revealed that men’s attitudes toward women were generally hostile (as opposed to favorable or a no-information control), American college women showed increased endorsement of benevolent (but not hostile) sexism. In other words, in the face of male threat, at least some women respond not by challenging traditional gender relations, but rather by reinforcing them through benevolent sexism, an ideology in which female compliance with traditional roles elicits male protection. This past research suggests that women’s endorsement of benevolent sexism may represent an attempt to resolve the psychological conflict between the potential threat from, and the desire for, intimacy with a male partner. Further, it implies that women who accept benevolent sexism may do so because they tend to view men in general as hostile toward independent, nontraditional women. Thus, the central hypothesis in the current research is that women who score higher in benevolent sexism will be more likely to view a hypothetical husband as threatened by a wife’s success at work (which can be viewed as threatening traditional relationship roles) and thus more prone to aggress. Moreover, we do not expect women’s hostile sexist beliefs to play a role. Although women who score high in hostile sexism are more likely to personally disdain ambitious women (Glick & Fiske, 1996), the current study focuses on how women believe a husband would react, not on their own personal reactions or their reactions to other women. As noted above, women’s benevolent (but not hostile) sexist beliefs uniquely respond to their perceptions of men’s hostility to female independence (Fischer, 2006). Further, benevolent, in contrast to hostile, sexism focuses on women’s roles within intimate heterosexual relationships. Past research has shown, for example, that women’s acceptance of benevolent, but not of hostile, sexism predicts avoiding 106___________________________________________________________________ challenges to male partners by accepting gender role restrictions (Moya, Glick, Expósito, De Lemus, & Hart, 2007). The current study also explores whether women's benevolent sexism will influence attitudes toward a hypothetical husband regardless of whether he is said to have egalitarian or traditional gender role attitudes. Research has shown that men who hold traditional gender role attitudes are more likely to justify violence against female partners (Berkel et al., 2004; Ferrer et al., 2006; Willis et al., 1996). And such men are especially likely to resort to violence when they perceive a threat to their dominance within a heterosexual relationship (Johnson & Ferraro, 2000). Through observation, women may generally be aware of the relationship between a man’s gender ideology and hostile reactions to anything that might diminish their dominance within a relationship. We expect that female perceivers will generally believe that an explicitly traditional (as compared to egalitarian) husband will be more threatened by and aggressive toward a successful wife. More important, for the current study, is whether manipulating the husband's ideology will moderate, or fail to moderate, the effect of female perceivers' benevolent sexism.We have suggested that women who are high in benevolent sexism are more likely to assume that husbands are threatened by a wife’s success, but would they do so even when the husband is explicitly said to hold egalitarian beliefs? Although it would not be surprising to find that such explicit information would reduce the effect of perceivers’ benevolent sexism, women who are high in benevolent sexism may still assume that an allegedly egalitarian husband would be upset by his wife’s success. Glick et al. (2004) showed that women who endorse benevolent sexism are also likely to endorse the hostility toward men (HM), which includes items such as “even men who claim to be sensitive to women's rights really Benevolently sexist women_____________________________________________107 want a traditional relationship at home, with the woman performing most of the housekeeping and child care” (Glick & Fiske, 1999, p. 536). Thus, benevolently sexist women may remain more likely to assume that even a self-professed egalitarian husband would react defensively to a wife’s career success whereas women who do not accept benevolent sexism will consider that only traditional men (not egalitarian men) will be perceived as likely to be threatened and aggress. To summarize, Hypothesis 1 for this study is that the more strongly female perceivers endorse benevolent sexism (but not hostile sexism), the more they will believe (a) that a husband will be threatened by a wife’s career success and (b) that the husband will behave aggressively toward his wife. Hypothesis 2 predicts moderation of this effect by husband’s ideology such that traditional men will be perceived as likely to be threatened and to aggress regardless of women’s attitudes. However, even when the man’s ideology is expressly egalitarian, women scoring high in benevolent sexism will continue to expect threat and aggression unlike women scoring lower in benevolent sexism. The two former hypotheses refer to two separate dependent variables: belief that the husband will feel threatened and perceived likelihood that he will become violent. As noted above, we chose these two dependent variables because threat to male power is known to precipitate male violence, leading us to test whether benevolently sexist women are aware of this relationship and incorporate it into their lay theories of male partner aggression. Thus, if Hypothesis 1 is confirmed, we will explore whether the perceptions of how threatened the husband feels by his wife’s promotion will mediate the effects of female perceivers’ endorsement of benevolent sexism on their anticipated likelihood that the husband will become violent. 108___________________________________________________________________ 2. Method Participants A total of 210 women participated in our study. Participants included 74 students and the 136 friends or relatives they solicited for participation. Student undergraduates in Psychology courses at the Universidad de Granada in Spain were asked during class to complete a questionnaire about relations in marriage. They were also given an opportunity to recruit relatives and friends to complete the questionnaire to earn extra credit. Median participant age was 19 (SD = 7.16, range 17 to 63). About half the sample (50.7%) had finished only secondary school, 41.1% had a college degree or were currently university students, and 8.2% had completed only a primary school education. Procedure All participants agreed to answer an anonymous questionnaire. After providing demographic information (age and education), participants read a vignette that included the experimental manipulations and subsequently completed the dependent measures. Participants were informed that they would read a brief description about an interaction between a wife and husband, followed by questions about their perceptions of the couple. Particpants were told that there were no right or wrong answers, that we were interested in their own personal opinions, and that all answers were anonymous. Finally, all participants completed a manipulation check and the Spanish version of the Ambivalent Sexism Inventory (Expósito, Moya, & Glick, 1998; Glick & Fiske, 1996). Benevolently sexist women_____________________________________________109 Design and Materials Participants were randomly assigned to a condition based on a hypothetical husband’s ideology: gender traditional, egalitarian, and a no-information control4 The dependent variables assessed perceptions of how threatened the husband would feel as a result of his wife’s promotion and the probability that he would become violent toward her. Vignette. All participants read the complete, verbatim description as follows: “It all happened at home in the living room. Antonio and Pilar were about to have dinner. As they usually do every evening, they talked about their day and typical issues couples talk about. At one point, Pilar said something to Antonio and they started to argue. The argument gradually became more heated; they raised their voices and shouted at each other. They even made threatening gestures towards each other … Pilar works in a bank; she has just been offered a promotion and she was telling her husband, who works in the same bank, about it.” The husband’s ideology variable was manipulated by providing participants with one of the following sets of information: (a) Traditional: “Antonio is quite traditional regarding the roles each member of the couple should play. He considers it is the husband’s responsibility to bring home the money and take care of the family’s 4 We had also attempted to manipulate the salience of different potential consequences of the promotion by including information that either emphasized the threat to the man’s status and power (noting that the woman would be make more money than he and have increased personal resources) versus threat to his role within the marriage (noting that the woman would have less time to carry out traditional female duties, such as the laundry and child-care, requiring him to carry more of this load). Because manipulation checks revealed no significant effects due to this manipulation, we do not include this factor in the analyses presented here. 110___________________________________________________________________ finances, while the woman’s place is at home looking after the home and the family”; (b) Egalitarian: “Antonio is a modern man regarding the roles each member of the couple should play. He thinks there should be equality in a marriage and that the husband and wife should participate equally in family decisions, as well as in taking care of the home and the children. Antonio believes times have changed and therefore both members of the couple should bring money home and jointly provide for the family’s finances”; and (c) Control: No information was provided about the husband’s ideology. Antonio and Pilar are two common and traditional names in Spain. Dependent measures. After reading the scenario, participants answered the two sets of questions listed below by indicating the probability of current or future events from 0 to 100%. The first set of four questions pertained to the perceived likelihood of male partner aggression: “How likely do you think it is that the vignette you just read will escalate into Antonio becoming violent against Pilar?”; How likely do you think it is that Antonio uses physical violence in his family interactions?”; “How likely do you think it is that Antonio uses verbal or emotional violence in his family interactions?”; and “How likely do you think it is that Antonio uses physical force to reach his objectives?” (α = .91). The second set of two questions focused on the perceived likelihood that the male partner feels threatened by the promotion: “How likely do you think it is that Antonio’s behavior is due to the fact that he considers Pilar’s promotion as a threat to his authority in the family?” and “How likely do you think it is that Pilar’s promotion is understood by Antonio as a loss of power in the relationship?” (r = .80). Finally, to check on the effectiveness of the husband’s ideology manipulation, participants also responded to a single item: “To what extent do you think Antonio agrees with the idea that women should continue to be the only ones to take care of domestic tasks?” using a scale from 1 (completely agree) to 7 (completely disagree). Benevolently sexist women_____________________________________________111 Ambivalent sexism. Participants answered the 22-item Spanish-language version of the Ambivalent Sexism Inventory (ASI; Glick & Fiske, 1996). The Spanish ASI was developed through translation and back-translation by experts in Spanish and English; its validity and reliability have been well established in prior studies in Spain (Expósito et al., 1998; Glick et al., 2000, 2004). The ASI comprises two 11-item subscales that measure hostile sexism and benevolent sexism. All items are statements to which participants respond on a 0 (strongly disagree) to 5 (strongly agree) scale. Sample hostile sexism items include: “Women are too easily offended”; “Feminists are seeking for women to have more power than men”; and “Most women fail to appreciate fully all that men do for them.” Sample benevolent sexism items include: “No matter how accomplished he is, a man is not truly complete as a person unless he has the love of a woman”; “In a disaster, women ought to be rescued before men”; and “Many women have a quality of purity that few men possess.” Consistent with prior research, the hostile sexism (α = .86) and benevolent sexism (α = .86) scales were positively correlated (r = .54, p < .001). Means, standard deviations, and correlations for the ambivalent sexism subscales and dependent variables are presented in Table 1. Table 1. Descriptive Information among the Main Continuous Variables Correlations ________ __________________ ______________ Mean SD BS Perceived threat Aggression Hostile Sexism 1.57 .92 .54 (p < .001) .02 (p = .72) .06 (p =.36) Benevolent Sexism 1.98 1.05 Perceived threat to husband 62.71 25.80 42.18 22.19 Likelihood of aggression .19 (p = .006) .23 (p = .001) .60 (p < .001) 112___________________________________________________________________ 3. Results Manipulation Check To check the effectiveness of the husband’s ideology manipulation, we computed a one-way ANOVA comparing the traditional, egalitarian, and control conditions for the single item measuring the husband’s perceived endorsement of traditional roles. This analysis revealed a significant ideology effect, F(2, 207) = 54.58, p < .001, η = .34. As intended, the traditional husband was viewed as the most traditional (M = 5.77, SD = 1.64), whereas the egalitarian husband was viewed as least traditional (M = 3.06, SD = 1.69) and the no-information control fell in between (M = 4.95, SD = 1.32). Post hoc comparisons (Tukey test) showed that all three means were significantly different (all ps < .001). If participants’ ASI scores (which we considered a trait measure) were affected by the manipulation of husband’s ideology, this disruption would represent a potential alternative explanation. To make sure that this was not the case, we conducted a MANOVA with the type of scale (Hostile Sexism, Benevolent Sexism) as the dependent variables and husband’s ideology manipulation as a between-subjects variable. The manipulation of the husband’s ideology did not affect ASI scores, F(2, 207) = .92, p = .40, ruling out the possibility that the latter reflected a state measure that was affected by the manipulation of the husband’s ideology. Effects of Participants’ Benevolent Sexism To test the outcome of perceived threat for both our hypotheses, we conducted a multiple regression analysis to assess participants’ perceived probability that the husband was threatened as a function of women’s benevolent and hostile sexism scores and husband’s ideology. We created dummy variables to yield two contrasts for the husband ideology conditions: the first contrast (traditional = 1, egalitarian = 0, control = Benevolently sexist women_____________________________________________113 0) compared the traditional versus control and egalitarian conditions; the second contrast (traditional = 0, egalitarian = 1, no-information = 0) compared the egalitarian versus control and traditional conditions. The two dummy variable contrast terms that tested the husband’s ideology main effect and the centered benevolent sexism and hostile sexism scores were entered in Step 1, followed by the interactions between the contrasts and each of ASI scales in Step 2. The three-way interaction among the variables was included in Step 3. Results of this regression analysis are presented in Table 2; the mean scores and standard deviations of the dependent variables, in Table 3. Table 2. Predicting Perceived Likelihood that the Husband Feels Threatened Threat Variables B SE B Beta P Step 1 ∆R2 .20 (p < .001)*** Traditional ideology 16.77 3.91 .31 .000 Egalitarian ideology -8.36 3.95 -.15 .036 HS -3.57 2.09 -.13 .089 BS 5.50 1.82 .22 .003 Step 2 .024 HSxBS -3.01 1.82 -.11 .10 HSxTrad ideol. -.97 5.35 -.02 .85 HSxEgal ideol. 6.44 5.47 .13 .24 BSxTrad ideol. 1.98 4.73 .05 .68 BSxEgal ideol. .61 4.35 .01 .89 Step 3 .00 HSxBSxTrad ideol. -3.57 4.38 -.09 .41 HSxBSxEgal ideol. .14 4.53 .003 .97 Total .23 Note. “Traditional ideology” represents a dummy-coded contrast comparing the condition in in which the husband endorses traditional roles to the. no-information control and egalitarian conditions. “Egalitarian ideology” represents a dummy-coded contrast comparing the condition in which the husband endorses egalitarian roles versus theno-information control and traditional ideology conditions. 114___________________________________________________________________ Table 3. Perceived Threat and Probability of Aggression across the Three Experimental Conditions Means (and Standard Deviations). No information Traditional Egalitarian _____________________________________________________________________________________ ______ Perceived threat to husband Perceived likelihood husband aggresses 60.34a 76.64b 50.75c (23.46) (19.46) (27.46) 45.03 ac (20.74) 50.53 a (21.67) 30.34b (19.31) Note. Means with different subscripts differ at p < .05. Confirming the threat component of Hypothesis 1, women’s benevolent sexism scores significantly predicted perceiving the husband as more threatened by his wife’s promotion, such that higher sexism scores were related to greater perceived threat. In contrast and as expected, women’s hostile sexism scores were unrelated to projected threat. Participants also significantly perceived the husband as more threatened when (in comparison to the no-information control and the egalitarian conditions) he was described as holding attitudes endorsing traditional gender roles, and less threatened when he was described as egalitarian. Failing to find support for Hypothesis 2, there was no significant interaction between women’s attitudes and husband’s ideology. Turning to women’s perception of the husband’s likelihood to aggress, we conducted the same type of multiple regression analysis with perceived likelihood of aggression as we performed above with perceived threat. This analysis also revealed two significant main effects, with no two-way or three-way interactions (see Table 4). First, consistent with Hypothesis 1, women’s benevolent sexism scores significantly Benevolently sexist women_____________________________________________115 predicted a higher perceived probability that the husband would aggress against the wife. Also the husband’s ideology exerted a main effect: Participants significantly perceived the husband as less likely to aggress when the husband was presented as egalitarian (as compared to no-information control and traditional conditions). The main effect of husband’s ideology when the gender-traditional husband was compared to noinformation control and egalitarian husbands was not significant. None of the interaction effects approached significance, thus we again did not find support for Hypothesis 2. Table 4. Predicting Perceived Likelihood of Husband Aggression Aggression Variables B SEB Beta P Step 1 ∆R2 .19 (p < .001) Traditional ideology 5.65 3.39 .12 .098 Egalitarian ideology -13.64 3.43 -.29 .000 HS -2.04 1.81 -.08 .26 BS 5.86 1.58 .24 .001 Step 2 .03 HSxBS -2.07 1.58 -.09 .19 HSxTrad ideol. -4.46 4.64 -.12 .34 HSxEgal ideol. 5.01 4.75 .12 .29 BSxTrad ideol. 1.43 4.11 .04 .73 BSxEgal ideol. -1.42 3.78 -.04 .71 Step 3 .00 HSxBSxTrad ideol. 1.06 3.8 .03 .78 HSxBSx Egal ideol. -3.04 3.92 -.08 .44 Total .22 Note. “Traditional ideology” represents a dummy-coded contrast comparing the condition in in which the husband endorses traditional roles to the. no-information control and egalitarian conditions. “Egalitarian ideology” represents a dummy-coded contrast comparing the condition in which the husband endorses egalitarian roles versus theno-information control and traditional ideology conditions. 116___________________________________________________________________ Threat as a Mediator Confirming Hypothesis 1, benevolent sexism scores predicted the perceived threat to, as well as the perceived probability of aggression by, the hypothetical husband. To test whether the perceived threat mediated the effects of benevolent sexism on perceived aggression among female participants, we conducted a series of regression analyses. For these analyses, whenever benevolent sexism was used as a predictor, hostile sexism was also entered to control for the positive relationship between these scales. The mediational analysis is shown in Figure 1. Separate regressions revealed that participants’ benevolent sexism scores (controlling for hostile sexism) significantly predicted perceived threat (the proposed mediator) and the husband’s anticipated aggressiveness (the dependent variable). Similarly, perceived threat significantly predicted the husband’s perceived likelihood of aggressing. Finally, when women’s benevolent sexism scores and threat were simultaneously entered as predictors, the effect of perceived threat was virtually the same, whereas the effect of benevolent sexism on perceived aggression dropped, although it still remained significant (Sobel’ statistic = 2.92, p = .003, showed that this partial mediation was significant). In sum, women’s benevolent sexism scores predicted their perceptions that the husband was more likely to aggress, in part, because benevolent sexism predicted whether women viewed the husband as threatened by his wife’s promotion. Benevolently sexist women_____________________________________________117 Figure 1. Effect of Benevolent Sexism on Perceived Husband Aggression Mediated by Perceived Threat Threat .25** .60** (.57**) Benevolent Sexism Aggression .28** (.14*) *p < .05, **p < .01 4. Discussion Supporting our first hypothesis, women’s higher endorsement of benevolent sexism predicted their tendency to think that a husband would both be threatened by and respond aggressively to his wife’s success. Thus, the more women endorsed benevolently sexist attitudes, the more they tended to perceive the male ego as threatened when a female partner did not conform to her traditional role. However, our second hypothesis was not supported: For both perceived threat and aggression, there was no interaction between women’s benevolent sexism and our manipulation of the husband’s expressed ideology. Thus, even in the face of explicit information that the husband was relatively egalitarian, the more that female perceivers endorsed benevolent sexism, the more likely they were to view the husband as threatened by his wife’s success. Although our second hypothesis was not confirmed, our findings unexpectedly revealed that women, regardless of their gender role attitudes, assume that gendertraditional men will be more threatened and more likely to aggress against a female partner whose success threatens traditional power structures and roles within the 118___________________________________________________________________ relationship. The overall tenor of these results is not surprising in light of findings that men who endorse sexist or gender-traditional attitudes are indeed more likely to commit relationship violence (Johnson, 1995; White, 2001; White & Kowalski, 1998), especially when women “neglect” their traditional obligations as housewives and mothers (Viki & Abrams, 2002). What was surprising to us is how broadly endorsed these perceptions are, extending to all women independent of their gender role attitudes. The current study showed that benevolently sexist women view female ambition as threatening to, and more likely to elicit aggression by, male partners. Past research shows that women who endorse benevolent sexism are willing to trade off independent ambitions in exchange for a male partner’s affection, protection, and provision. For example, Moya and colleagues (2007, Study 2) found that women’s benevolent sexism scores predicted more positive reactions to a boyfriend’s apparent attempt to get them to give up a chance at an attractive internship opportunity. The current study and Moya et al. (2007) represent preliminary evidence that women’s acceptance of benevolent sexism may lead them to restrict their ambitions to avoid conflict with male romantic partners. This proposed dynamic fits with prior contentions about the insidious relationship of women’s acceptance of benevolent sexism and perceived threat from men. Glick et al. (2004) suggested that some women endorse benevolent sexism as a way to counter perceived male threat. Rather than seeking equality and nontraditional roles, which might evoke hostility, benevolently sexism women embrace traditional roles to solicit men’s protection. The present study showed that women who endorse benevolent sexism (i.e., traditional ideals about a woman’s role) are more prone to believing that men are easily threatened by nontraditional women. Women who endorse benevolent sexism to counter male threat may therefore end up appeasing men at the Benevolently sexist women_____________________________________________119 cost of their own power, independence, and status both within and outside of the relationship (e.g., by being more traditional within the relationship and by not investing as much in careers; see Rudman & Fairchild, 2007). There are a number of cautions to bear in mind about our research. Our study examined women’s lay theories about when men become aggressive in relationships, not the actual factors that lead to such aggression. We have suggested that beliefs about when men will react defensively and aggressive toward female partners are important because such beliefs, in turn, may affect women’s behavior in ways that reinforce inequality; for example, by leading them to behave more traditionally and less powerfully lest they “offend” male partners. The current study, although it shows that women’s endorsement of benevolent sexism does indeed predict viewing male partners’ as more easily threatened and, consequently, potentially more aggressive, did not take the next step – showing whether a heightened belief that men are threatened by nontraditional women actually leads women to act in more traditional ways to appease men. This exploration remains a task for future studies. Additionally, in the current study, the argument depicted in the scenario always concerned a potential threat to traditional roles and male power in the relationship due to the wife’s work success. There was no control condition in which conflict occurred for a more “gender neutral” topic (e.g., about whether to take a vacation together). Thus, we cannot conclude that women’s benevolent sexism specifically predicts viewing men as being more violent in response to gender-role conflict as opposed to simply viewing male partners as more likely to be violent in response to any conflict. Future research should explore whether our effects are particular to conflicts about traditional marital roles or extend to a more general perception of male threat. Another limitation is that the current study was carried out in a Spanish context 120___________________________________________________________________ and ought to be replicated in other cultures. Nevertheless, there are at least some reasons why our results arguably are generalizable. First, past research showing that men who are gender-traditional are more likely to justify relationship violence has been replicated in a number of cultures (Berkel et al., 2004; Glick, Sakalli-Ugurlu, Ferreira, & Aguiar de Souza, 2002; Valor-Segura, Expósito, & Moya, 2008). This fact, which people may observe in daily life, may be responsible for the general perception among our participants that sexist ideology promotes male aggression toward women. Second, there is considerable evidence for the cross-cultural generalizability of ambivalent sexism effects; indeed, the notion that women turn to benevolent sexism as a defense against perceived threat by men grew out of cross-cultural comparisons in two large cross-national studies involving 25 nations (Glick et al., 2000; Glick et al., 2004). Thus, the finding that women who endorse benevolent sexism more strongly believe that men will react negatively to female partners who “threaten” a relationship’s traditional roles and power structure has a reasonable likelihood of generalizing across cultures. In conclusion, how women view the causes of male violence in relationships matters. If women are convinced that men react aggressively toward female partners who do not uphold traditional roles, some may choose to sacrifice equality for relationship security. The current study is consistent with past research (Fischer, 2006), which suggests that women accept benevolent sexism to counteract perceived male threat. The central irony is that such women seek protection from men, usually in close relationships, and yet it is precisely these women who most fear that, should they stray from their traditional role within the relationship, their protector might easily become an aggressor. ___________________________________________________________________121 De los resultados anteriormente obtenidos, creemos que resulta muy revelador, el efecto de la percepción de amenaza al poder o control como elemento explicativo de muchos comportamientos de los hombres hacia o contra las mujeres. En los estudios anteriores, nuestra muestra fueron participantes mujeres porque consideramos básico entender las percepciones de las mismas como víctimas potenciales de la violencia de género, sin embargo, no nos podemos olvidar del otro elemento fundamental, los hombres como potenciales agresores. El objetivo principal de nuestra última investigación es analizar la reacción de los hombres cuando perciben que están perdiendo poder y autoridad frente a una mujer, en una situación en la que la posición de poder del varón está legitimada socialmente. Queremos conocer cómo responderán los hombres ante tales situaciones, si estas respuestas están determinadas por la ideología sexista y sobre todo, el papel que juega la percepción de amenaza en todo el proceso. Estudio 4 Reacciones negativas de los hombres ante la pérdida de poder en las relaciones de género: Lilith vs. Eva Lilith vs. Eva_________________________________________________________125 Reacciones negativas de los hombres ante la pérdida de poder en las relaciones de género: Lilith vs. Eva5 Resumen Las relaciones entre hombres y mujeres se han caracterizado por la desigualdad, lo que ha dado lugar a la discriminación. En este trabajo se analiza la reacción del hombre cuando percibe que está perdiendo poder y autoridad frente a una mujer, así como también analizamos la influencia de la ideología sexista en dichas reacciones. Participaron 83 varones, estudiantes universitarios, a quienes se les hizo creer que estaban interactuando, a través del ordenador, con una chica. A todos ellos se les asignó el rol de persona con autoridad y poder. En la mitad de los casos la chica aceptaba sin más las decisiones del hombre, y en la otra mitad, no las aceptaba o mostraba claramente su desacuerdo. Los resultados mostraron que cuando la mujer no aceptaba las decisiones del hombre (vs. cuando las aceptaba), era percibida más negativamente. A su vez, cuanto más sexistas hostiles eran los participantes, mas negativa era la valoración de la pareja, especialmente cuando la mujer no aceptaba sus decisiones. Estos datos indican la clara tendencia a perpetuar los roles de género tradicionales. 5 Herrera, M.C., Expósito, F., y Moya, M. (Manuscrito en preparación). Reacciones negativas de los hombres ante la pérdida de poder en las relaciones de género: Lilith vs. Eva. 126___________________________________________________________________ 1. Introducción Las relaciones entre hombres y mujeres se han visto caracterizadas, desde sus orígenes, por las desigualdades. Esta situación de inferioridad en la que se encuentran las mujeres, tanto en sus relaciones profesionales como personales, ha desembocado en una evidente asimetría de poder sobre la que se construye la discriminación y que, entre otros efectos perniciosos, da origen a muchas formas de violencia por razón de género. Sexismo ambivalente y discriminación de género Siempre que hay desigualdad de poder, esto es, cuando un grupo domina a otro, el primero suele generar una ideología que facilite la perpetuación de la posición de dominio que ostenta. En el caso de hombres y mujeres, esa ideología es el sexismo. El sexismo ha sido concebido como una actitud negativa hacia las mujeres, basada en su supuesta inferioridad como grupo. Sin embargo, como Glick y Fiske (1996, 2001a) han argumentado, aunque los varones pudieran excluir a las mujeres de ciertas actividades y roles, manteniéndolas en una posición de subordinación, también las necesitan en las relaciones íntimas y sexuales. De acuerdo con estos autores (Glick y Fiske, 1997, p. 121), "la existencia simultánea del poder estructural de los varones y del poder diádico de las mujeres (basado en la interdependencia en las relaciones) crean ideologías sexistas ambivalentes, compuestas del sexismo hostil y del sexismo benévolo". Ambos componentes (hostil y benévolo) son las dos caras de la misma moneda: si la mujer se somete a las prescripciones de rol tradicionales, recibe el sexismo benévolo (SB), si se desvía, el hostil (SH). La ambivalencia no se caracteriza generalmente por la experiencia simultánea de ambos sentimientos contrapuestos hacia una misma persona, y en un mismo momento. Mientras el sexismo hostil se dirige hacia aquellas mujeres que amenazan el poder de los hombres (por ejemplo, feministas, ejecutivas, seductoras); Lilith vs. Eva_________________________________________________________127 el benévolo va a recompensar a aquellas que se ajustan a los roles tradicionales (subordinadas al hombre) (Glick y Fiske, 2001b). Esta combinación de recompensas y castigos puede ser particularmente efectiva para mantener y justificar las desigualdades de género (Glick y Fiske, 2001b). Sexismo Ambivalente y violencia de género Diversas investigaciones realizadas sobre la violencia de género - una de las formas más extremas de discriminación de género-, señalan que el sexismo es uno de los factores que mejor predice este tipo de violencia y las actitudes hacia ella (Johnson, 1995; White y Kowalski, 1998). En el caso del sexismo ambivalente, tanto el SH como el SB han aparecido relacionados en las investigaciones con la violencia de género. En el caso del sexismo hostil, en un estudio sobre la tendencia hacia la violación en varones (Abrams et al., 2003) se encontró que cuanto más sexistas hostiles eran los participantes, mayor era la probabilidad que indicaban de cometer violación, pero solo en el caso de que la mujer se saliera de los roles de género tradicionales. Otros estudios han demostrado como el sexismo hostil predecía una visión más negativa de las víctimas de violación (Sakalli, 2007), así como una mayor tolerancia hacia los malos tratos (Sakalli, 2001). Forbes, Jobe, White, Bloesch, y Adams-Curtis (2005) encontraron que la percepción de un acto de violencia contra la pareja desencadenado por una traición bien sexual (haber tenido relaciones con una tercera persona), bien no sexual (haber revelado secretos a terceras personas), también estaba relacionado positivamente con el sexismo hostil. Expósito y Moya (2005) y Valor-Segura et al. (2008) encontraron que el sexismo hostil era un buen predictor de la justificación de la violencia de género así como del tipo de consejo que los participantes del estudio darían a las victimas de este tipo de violencia (por ejemplo, denunciar ante la policía) en el supuesto caso de que recibieran una llamada de las víctimas pidiendo consejo. 128___________________________________________________________________ No sólo el sexismo hostil predice actitudes negativas hacia distintos tipos de violencia de género (e.g. actitudes hacia la violación), también lo hace el sexismo benévolo (Sakalli, 2007). Así, varias investigaciones han puesto de manifiesto cómo se relaciona el sexismo benévolo con el prejuicio hacia las mujeres que tienen relaciones sexuales prematrimoniales (Sakalli-Ugurlu y Glick, 2003), con la tolerancia hacia los abusos sexuales (Russell y Trigg, 2004) o con la culpabilización de la víctima en caso de violación (Abrams et al., 2003; Viki y Abrams, 2002). Por ejemplo, Sakalli-Ugurlu y Glick (2003) realizaron un estudio en Turquía acerca de las actitudes sobre las mujeres que tienen relaciones sexuales prematrimoniales. Concretamente, en participantes varones y mujeres midieron las actitudes hacia las mujeres que mantienen relaciones prematrimoniales y la disposición de los hombres a casarse con una mujer que no fuese virgen. Encontraron que sólo el sexismo benévolo (no el hostil) de los hombres y de las mujeres predecía una actitud negativa hacia las chicas que han mantenido este tipo de relaciones. Además, en el caso de los hombres, ambos componentes del sexismo ambivalente, pero sobre todo el benévolo, predecían el deseo de no casarse con una chica que hubiese mantenido dichas relaciones. Por su parte, Abrams y colaboradores (2003, Estudios 1 y 2), en la investigación comentada anteriormente, encontraron que los individuos que sostienen ideas sexistas benévolas atribuyen mayor responsabilidad a las mujeres víctimas de violación cuando se percibe que estas mujeres no cumplen las expectativas de roles de género tradicionales (en este caso, las mujeres invitaban a un hombre al que acababan de conocer a su apartamento). En el estudio 3 de esta misma investigación, se deja constancia de que la relación entre el sexismo benévolo de los participantes y la culpabilidad asignada a la víctima, estaba mediado por la percepción del comportamiento de la víctima como inapropiado (lo invita a su casa, por lo que transgrede los roles tradicionales). Lilith vs. Eva_________________________________________________________129 Expósito et al. (En prensa) encontraron que cuanto más intensas eran las creencias sexistas benévolas de las mujeres, probabilidad de agresión percibían en el caso de una mujer que transgrede su rol tradicional o incorpora nuevos roles (en este caso, un ascenso laboral); este efecto estaba parcialmente mediado por la creencia que tenían las mujeres de que el hombre se sentiría amenazado por esta situación. Como puede verse, aunque tanto el SH como el SB han aparecido relacionados con la violencia de género, creemos que no hay ninguna investigación que haya estudiado directamente la relación entre los dos tipos de sexismo y la reacción de los hombres ante un desafío claro por parte de las mujeres a su situación de superioridad o dominancia. Diferencias de poder, percepción de amenaza y discriminación de género Que la ideología patriarcal y sexista tiene un gran peso en la violencia de género, está fuera de dudas. Pero el sexismo no es suficiente para predecir ni explicar las reacciones negativas hacia las mujeres. Asumir esto como cierto nos llevaría a afirmar que todos los hombres sexistas agreden a sus parejas, cosa que no es cierta. El sexismo es un factor necesario pero no suficiente para explicar la violencia de género. Así, distintas investigaciones han señalado la importancia del poder en las relaciones de género, por lo que, los efectos del sexismo se pueden ver magnificados cuando los hombres ven su poder desafiado o amenazado. En este sentido, un factor determinante y de suma importancia, relacionado con la violencia de género, tiene que ver con las diferencias de poder existentes entre hombres y mujeres, y la necesidad que los primeros tienen de dominar y controlar a las segundas (Mahlstedt y Welsh, 2005). Dado que el poder ha sido descrito como una fuerza básica en las relaciones sociales y en la dinámica y estructura de la personalidad, Fiske et al. (1996) afirman que cuando se percibe una amenaza hacia las necesidades 130___________________________________________________________________ humanas básicas, las personas entran en estados de ansiedad y agitación e intentan recuperar el poder perdido. En este sentido, algunas explicaciones del fenómeno de la violencia de género sugieren que la agresión de un hombre hacia una mujer (con la que mantiene o ha mantenido una relación afectiva) podría estar motivada por la pérdida de control o poder (o la mera percepción de esta pérdida) de aquellos hombres que creen que son ellos quienes de manera legítima (porque la cultura así lo establece) deben llevar las riendas en las relaciones íntimas (Dutton, 1988). La percepción de pérdida de poder hará que algunos hombres reaccionen negativamente y con una fuerte resistencia, e intenten mantener y/o recuperar su poder a través del uso de la violencia (Babcock et al., 1993; Dutton, 1988). Así, los hombres con un nivel económico, educativo o estatus ocupacional más bajo que el de sus mujeres (Hornung et al., 1981) y aquellos que se perciben a sí mismos con menos poder de decisión que sus mujeres (Babcock et al., 1993) es más probable que usen la violencia como herramienta para recuperar el poder en la relación. Hotalling y Sugarman (1986) concluyeron que si la esposa tenía más educación o mayores ingresos que su marido, la probabilidad de violencia dentro de la pareja aumentaba. Por su parte, Hornung et al. (1981) encontraron que las mujeres con trabajos de mayor estatus que el de sus maridos, era más probable que experimentaran violencia, en comparación con las mujeres que tenían profesiones de estatus similar al de sus maridos. Asimismo, las propias mujeres maltratadas informan que sus maridos tienen más poder del que ellos perciben tener (Babcock et al., 1993) mientras que los maridos maltratadores se sienten menos poderosos que sus mujeres (Sagrestano et al., 1999). En las relaciones en las que las parejas comparten el poder y la toma de decisiones, los niveles de violencia son más bajos (Mahalik et al., 2005). Del mismo Lilith vs. Eva_________________________________________________________131 modo, cuando el poder y la toma de decisiones no son compartidas, existen niveles significativamente más elevados de violencia (Felson y Messner, 2000; Frieze y McHugh, 1992) Tal desequilibrio de poder entre hombres y mujeres ha contribuido no solo a la desigualdad y discriminación de género, sino también a muchas de las situaciones de abuso y maltrato que ocurren en el ámbito privado de las relaciones hombre-mujer, sobre todo en las relaciones íntimas y familiares (Lenton, 1995). Por lo tanto, la insatisfacción con el poder en la relación es un importante predictor de violencia (Kaura y Allen, 2004). Así, pues, tanto desde la teoría del Sexismo Ambivalente, como desde las investigaciones realizadas sobre diferencias de poder, pueden predecirse reacciones negativas por parte de los hombres cuando las mujeres no aceptan su posición dominante así como el papel mediador que la percepción de amenaza ejerce entre la no aceptación de la posición de dominancia del hombre y estas reacciones negativas. Además, estas reacciones negativas cuando la mujer no acepta las decisiones masculinas serán más intensas cuanto más asuman los hombres la ideología sexista hostil. Como hemos indicado, numerosas investigaciones correlacionales han comprobado la relación entre sexismo hostil y reacciones negativas hacia las mujeres que desafían el poder de los hombres o se salen de su rol tradicional. Sin embargo, no existe hasta ahora ningún estudio experimental que muestre de forma clara que estas reacciones negativas se deben a la no aceptación por parte de las mujeres de la posición dominante que ocupan los hombres (esto es, se supone que si las mujeres sobresalen en el mundo de los negocios, por ejemplo, están desafiando el poder masculino, pero no existen pruebas directas de que las reacciones negativas hacia esas mujeres se deba a que desafían el poder de los hombres y no a otras múltiples razones). 132___________________________________________________________________ El objetivo principal de esta investigación es intentar llenar este vacío, analizando la reacción de los hombres cuando perciben que están perdiendo poder y autoridad frente a una mujer, en una situación en la que la posición de poder del varón está legitimada socialmente. Para ello, participantes varones realizarán una tarea en la que se les ha asignado el rol dominante o con poder, siendo la persona subordinada una mujer. En la mitad de los casos la mujer aceptará las propuestas y decisiones del hombre y en la otra mitad no las aceptará. También se pretende estudiar la influencia de la ideología sexista del hombre en sus respuestas ante la percepción de amenaza y pérdida de poder, así como el papel mediador de la amenaza percibida ante tales respuestas. Las reacciones negativas de los hombres hacia las mujeres que no aceptan su posición de subordinación pueden manifestarse de forma directa (por ejemplo, valorándolas menos), o indirecta (e.g., percibiéndolas en términos estereotípicos o contraestereotípicos). La investigación en este campo ha mostrado que los estereotipos de género atribuyen a los hombres las características de agencia, ambición y poder (dimensión denominada “agéntica”, instrumental o competencia) y a las mujeres las características relacionadas con la crianza, la empatía y el cuidado de los demás (dimensión denominada comunal, expresividad o sociabilidad) (Rudman y Glick, 2008, p. 86). Además, estas dos dimensiones suelen ser las mismas que aparecen asociadas a las personas de alto y bajo status o poder, esto es, la gente tiende a suponer que las personas de alto estatus o poderosas son agénticas o competentes mientras que las de bajo estatus o carentes de poder son afectuosas y expresivas, aunque este efecto desaparece cuando el grupo de bajo estatus es visto como peligroso o poco cooperativo (Fiske et al., 2002). Las investigaciones sobre lo que se conoce como “backlash effect” (Rudman y Glick, 1999) muestran que aunque en los países occidentales tiende a aceptarse cada vez más que las mujeres sean competentes, en abstracto, las actitudes Lilith vs. Eva_________________________________________________________133 hacia aquellas mujeres que se comportan realmente de forma agéntica no es tan positiva, sino más bien, son castigadas por no tener la suficiente feminidad. Al hilo de lo que acabamos de exponer, las principales hipótesis de la investigación son: Hipótesis 1. Habrá mayor percepción de amenaza, así como más sentimientos negativos y una mayor valoración negativa de la mujer, en la situación en la que la mujer no acepta las decisiones del hombre (vs. cuando la mujer acepta las decisiones del hombre). Asimismo, se considerará que la mujer que no acepta las decisiones del hombre (vs. cuando las acepta) se está saliendo de su rol tradicional, lo que se manifestará en atribuirle más rasgos instrumentales, menos expresivos, estimar que no se ajusta al rol de esposa/madre y que se comporta de esa manera para provocar al hombre. Hipótesis 2. Dado que forma parte esencial de la ideología sexista (especialmente de la hostil) la creencia de que la mujer ha de obedecer al hombre y mantenerse en un rol subordinado, esperamos encontrar que cuanto más sexistas hostiles sean los participantes, más amenaza percibirán y más negativas serán sus reacciones hacia la mujer cuando ella no acepte sus decisiones (sentimientos más negativos, valoración más negativa de la pareja, las mujeres serán percibidas como más instrumentales y menos expresivas, que se ajustan menos al rol de esposa y madre y que realizan esa conducta para provocar al hombre). Hipótesis 3. Por último, suponemos que la percepción de amenaza jugará un papel mediador entre el comportamiento de ella (acepta las decisiones del hombre o no) y la respuesta negativa de él ante la situación descrita. 134___________________________________________________________________ 2. Método Participantes Este estudio ha sido realizado con 83 participantes, todos varones, estudiantes de la Universidad de Granada, con edades comprendidas entre los 17 y los 42 años (M = 21.51, SD = 4.54). Todos participaron en la investigación de forma voluntaria y a cambio de su participación obtuvieron créditos en algunas asignaturas. Procedimiento En clase se pasó una lista donde los interesados se apuntaban voluntariamente y posteriormente acudían al laboratorio el día correspondiente. Una vez allí, los participantes se sentaban individualmente delante de un ordenador en el que se les iba indicando en qué consistiría su tarea, y se les presentaban las diversas acciones que debían realizar. Sus respuestas siempre se hacían en el ordenador y quedaban registradas. Para medir la percepción de amenaza así como las variables relacionadas con la interacción y la valoración de la pareja, desarrollamos una tarea mediante el programa E-Prime1.1 (Schneider, Escaman, y Zuccolotto, 2002). Utilizamos dicha tarea intentando reproducir el modelo de familia tradicional, por lo que simulamos una interacción entre cada participante varón y una supuesta chica, en una tarea de toma de decisiones. Hicimos creer a los participantes que iban a interactuar a través del ordenador con una chica, y se les dio la siguiente información: “Un grupo de investigación de la Universidad de Granada estamos realizando un estudio en colaboración con un centro de acogida de menores, el centro oferta unas prácticas de verano para estudiantes y nosotros tenemos que encargarnos de la selección de candidatos. Para dichas prácticas es necesario trabajar en parejas, hombre y mujer, ya que el objetivo principal del estudio es acercar a estos niños al modelo de familia que Lilith vs. Eva_________________________________________________________135 nunca han conocido. Vamos a comenzar por probar la compatibilidad entre las posibles parejas de candidatos, para ello vas a interactuar a través del ordenador con una chica, con la que formarás pareja. Queremos reproducir situaciones habituales de la vida cotidiana de una familia, por eso se os plantearán una serie de cuestiones que tendréis que resolver como una auténtica pareja. También estamos estudiando cómo la forma de tomar decisiones en las parejas afecta tanto a su relación como a los menores.” Para dar mayor realismo al experimento, cada participante contestó a una serie de cuestiones relativas al desempeño del rol relacionado con las prácticas que supuestamente tendría que realizar posteriormente en caso de ser seleccionado para ello (experiencia con niños, estrategias de resolución de conflictos, etc.). Esta fase nos sirvió para otorgarle a cada participante “legitimidad” en el papel que debería desempeñar en la relación. Una vez que los participantes contestaron a dichas cuestiones, se les hizo creer que en función de sus respuestas, él iba a ser la persona encargada de tomar las decisiones ante las distintas situaciones que se les plantearían acerca de la vida familiar de una pareja (a todos los participantes se les asignaba el rol de persona con autoridad y poder). Se hizo hincapié en que la investigadora le daba legitimidad absoluta para tomar las decisiones, por lo que su pareja debería aceptarlas y acatarlas. Posteriormente se iniciaba la tarea de toma de decisiones, y se informaba al participante de que aparecerían en la pantalla, sucesivamente, distintas situaciones familiares en las que tendrían que tomar decisiones que les incumbían y afectaban a los dos como pareja. En la pantalla del ordenador aparecían dos alternativas, de entre la que tendría que elegir una, e inmediatamente después aparecía la respuesta de su pareja. Aquí es donde introdujimos nuestra manipulación experimental, siendo los participantes asignados 136___________________________________________________________________ aleatoriamente a una de estas dos condiciones experimentales: 1) Ella acepta la decisión adoptada por él (n = 42), 2) Ella no acepta o cuestiona la decisión (n = 41). Un ejemplo de situación en la que el hombre debía tomar una decisión es el siguiente: “Imagínate que tenéis un hijo pequeño y los dos pensáis que sería bueno para completar su educación que realizara una actividad extraescolar, pero tenéis alguna duda respecto a cual sería la más adecuada para el niño: a) Tú decides que asista a clases de inglés b) Tú decides que asista a clases de Karate El participante tenía que elegir una de las dos opciones mediante el teclado del ordenador, y posteriormente aparecía en la pantalla la opinión de su pareja (estas respuestas fueron manipuladas por los investigadores). Dicha opinión consistía en una de las alternativas siguientes correspondiente a las dos condiciones experimentales: a) Condición acepta: “Me parece una buena idea”, “Estoy de acuerdo contigo”, “Creo que será lo mejor”, “Opino igual que tu”, “Me parece bien”; b) Condición no acepta: “No me parece una buena idea”, “No estoy de acuerdo contigo”, “No creo que sea lo mejor”, “No opino igual”, “No me parece bien”. Una vez completada la tarea de toma de decisiones (se presentaron 14 situaciones en total, que aparecen en el anexo 1), introdujimos las medidas dependientes: sentimientos del participante, valoración de la pareja, amenaza percibida por las respuestas de ella a sus decisiones, percepción de la mujer en términos instrumentales y expresivos, ajuste de la mujer al rol de esposa/madre y consideración de su comportamiento como provocador, así como una medida de sexismo del participante. Lilith vs. Eva_________________________________________________________137 Instrumentos Tras la toma de decisiones en las 14 situaciones presentadas, recibiendo la correspondiente retroalimentación, los participantes contestaron las siguientes medidas 1. Estado emocional. Se utilizó una escala de elaboración propia, formada por 4 ítems tipo diferencial semántico de 7 puntos (cómodo-incomodo, respetadocuestionado, contento-furioso, tranquilo-inquieto) para medir el estado emocional del sujeto tras la interacción con su pareja. Los resultados de un análisis factorial indicaron que los 4 ítems saturaban en un único factor. El coeficiente alpha de la escala fue .82. Mayores puntuaciones indican sentimientos más negativos. 2. Valoración general de la interacción con la pareja, mediante el ítem “¿Cómo valorarías la interacción que has mantenido con tu pareja?”, con formato de respuesta de 7 puntos (1- relación conflictiva, 7- relación armoniosa). 3. Percepción de amenaza, con el ítem “¿En qué medida consideras amenazada tu posición de autoridad?”. El formato de respuesta fue de 7 puntos, desde 1 (nada amenazada en absoluto) a 7 (totalmente amenazada). 4. Estereotipos de género. Se utilizó una escala de elaboración propia, formada por 26 ítems para medir la percepción de las mujeres en términos masculinos (instrumentales) o femeninos (expresivos). Nueve de estos ítems fueron recogidos del Personal Attributes Questionnaire de Spence, Helmreich y Stapp (1974) y el resto procedente de una escala elaborada por Expósito (1997). Ejemplos de ítems instrumentales son: ambicioso/a, independiente, seguro/a de sí mismo/a, individualista, con capacidad de liderazgo, fuerte; y de ítems expresivos: dedicado/a a los demás, amable, cálido/a, sensible a los halagos, emocional, con capacidad para captar los sentimientos de los demás. Cada participante tenía que indicar en qué medida cada ítem 138___________________________________________________________________ era aplicable en mayor o menor medida a su pareja con un formato de respuesta de 7 puntos (de 1 –nada- a 7 -mucho). El coeficiente alpha de la subescala instrumentalidad fue .89 y el de la subescala expresividad fue de .89. 5. Valoración de la pareja en el rol de madre y esposa, con el ítem “¿En qué medida se ajusta a tu ideal de madre y esposa?”. El formato de respuesta fue de 7 puntos (1 = no se ajusta en absoluto, 7 = se ajusta totalmente). 6. Valoración de la conducta de la pareja como provocadora, con el ítem “Creo que mi pareja ha dado ese tipo de respuestas por provocar”. El formato de respuesta fue de 7 puntos (1 = totalmente en desacuerdo, 7 = totalmente de acuerdo). Los participantes también contestaron la versión en castellano del Ambivalent Sexism Inventory (ASI) (Expósito, Moya y Glick, 1998). Esta escala consta de 22 ítems, con un formato de respuesta de 6 puntos (desde 0 –totalmente en desacuerdohasta 5 –totalmente de acuerdo). Mayores puntuaciones revelan actitudes más sexistas. La mitad de los ítems estaban relacionados con el sexismo hostil (“las mujeres se ofenden muy fácilmente”, “las mujeres exageran los problemas que tienen en el trabajo”,…) y la otra mitad con el benévolo (“muchas mujeres se caracterizan por una pureza que pocos hombres poseen”, “el hombre está incompleto sin la mujer”,…). El coeficiente Alpha de Cronbach obtenido en la subescala hostil fue .87 y el de la subescala benévola .87. Las puntuaciones en ambas escalas estuvieron relacionadas, r = .56, p < .001. Para comprobar la eficacia de la manipulación experimental (acepta vs. no acepta las decisiones de la pareja), a los participantes se les presentó el siguiente ítem: “¿En qué medida consideras que tu pareja acata y acepta tus decisiones?”, en una escala tipo Likert de 7 puntos (1 = “No las acepta en absoluto”, 7 = “Las acepta totalmente”). Lilith vs. Eva_________________________________________________________139 3. Resultados Comprobación de la manipulación experimental Los resultados del ANOVA en el que se consideró como variable independiente la aceptación/no aceptación parte de la mujer de la decisión tomada por el hombre mostraron un efecto principal significativo, F(1, 82) = 38.63, p < .001, en el ítem acerca de en qué medida consideraba que su pareja acataba y aceptaba sus decisiones. Los participantes a los que se les presentó la condición en la que la mujer aceptaba las decisiones obtuvieron una media de 5.98 (SD = 1.39), mientras que a quienes se les presentó una mujer que no aceptaba las decisiones obtuvieron una puntuación de 4.24 (SD = 1.39). Consecuencias de la aceptación/no aceptación de la decisión tomada Con el objetivo de comprobar cómo se sentirían y reaccionarían los participantes en función de que la mujer aceptara o cuestionara sus decisiones, así como el papel desempeñado en estas reacciones por la ideología sexista del participante, realizamos varios análisis de regresión jerárquica, en el que las predictoras fueron el impacto de la conducta de la mujer (acepta/no acepta) y el SH del participante y las variables criterio fueron: 1) la puntuación media de los ítems que medían los sentimientos del participante, 2) el ítem “¿Cómo valorarías la interacción que has mantenido con tu pareja?”, 3) el ítem “¿En qué medida consideras amenazada tu posición de autoridad?, 4) las puntuaciones en instrumentalidad, 5) expresividad, 6) ideal de esposa y madre, 7) y “evaluación de la conducta de la mujer como provocadora En el primer paso se introdujeron la conducta de la mujer (acepta vs. no) y la puntuación en SH del participante y en el segundo paso la interacción entre SH y la manipulación experimental (acepta/no acepta). Dado que las variables independientes incluyen tanto a 140___________________________________________________________________ variables categóricas (aceptación/no acepta) como continuas (las puntuaciones en SH), en los análisis de regresión múltiple se codificó como variable dummy la conducta de la mujer (no acepta = 0, acepta = 1) y las puntuaciones en SH fueron centradas (Aiken and West, 1991). Los resultados obtenidos respecto a las tres primeras variables dependientes consideradas aparecen en la tabla 1 y los relativos a las 4 siguientes en la tabla núm. 2. Total .12 -.09 .09 .25 .29 .12 .14 .23 SEB .12 -.07 .34* .09 .03 -.53*** Beta Nota. *p< .05, **p< .01, ***p< .001 SH x SB Desacuerdo x SB Acuerdo / Desacuerdo x SH Acuerdo / .60 .09 SB Paso 2 .04 -1.31 B SH Desacuerdo Acuerdo / Paso 1 Variables Instrumentalidad .348 .051 .297*** AR2 .06 -.21 .48 .19 -.14 .96 B .08 .22 .25 .11 .13 .20 SEB .08 -.17 .32 .21 -.11 .46*** Beta Expresividad .293 .038 .255*** AR2 -.02 -.32 1.13 .19 .18 .58 B .15 .39 .45 .19 .23 .37 SEB -.01 -.16 .46* .13 .10 .17 Beta .148 .078 .070 AR2 Ideal de esposa y madre -.20 .14 .63 .13 -.32 .59 B .11 .29 .33 .15 .18 .28 SEB -.19 .09 .33 .11 -.24 -.22* Beta .232 .134** .098* AR2 Conducta provocadora Tabla 2. Aceptación o no aceptación de la mujer y sexismo del participante como predictores de la evaluación de la pareja .12 -.09 .09 .25 .29 .12 .14 .23 SEB .12 -.07 .34* .09 .03 -.53*** Beta Nota. *p< .05, **p< .01, ***p< .001 Total SH x SB Desacuerdo x SB Acuerdo / Desacuedor x SH Acuerdo / .60 .09 SB Paso 2 .04 -1.31 B SH Desacuerdo Acuerdo / Paso 1 Variables Instrumentalidad .348 .051 .297*** AR2 .06 -.21 .48 .19 -.14 .96 B .08 .22 .25 .11 .13 .20 SEB Expresividad .08 -.17 .32 .21 -.11 .46*** Beta .293 .038 .255*** AR2 -.02 -.32 1.13 .19 .18 .58 B .15 .39 .45 .19 .23 .37 SEB -.01 -.16 .46* .13 .10 .17 Beta Ideal de esposa y madre .148 .078 .070 AR2 -.20 .14 .63 .13 -.32 .59 B .11 .29 .33 .15 .18 .28 SEB -.19 .09 .33 .11 -.24 -.22* Beta Conducta provocadora Tabla 2. Aceptación o no aceptación de la mujer y sexismo del participante como predictores de la evaluación de la pareja .232 .134** .098* AR2 Lilith vs. Eva_________________________________________________________143 Como puede verse en la tabla núm. 1, confirmando la hipótesis 1, cuando la mujer no acepta las decisiones del hombre (vs. cuando si las acepta), los participantes se sintieron más amenazados (β = -.53, p < .001), tenían sentimientos más negativos (β = .55, p < .001), y valoraron la interacción con la pareja de forma más negativa (β = .24, p < .05). Los resultados también indicaron (véase tabla núm. 2) que cuando la mujer no aceptaba o cuestionaba la decisión tomada por el hombre, los participantes consideraron que la mujer era más alta en instrumentalidad (β = -.53, p < .001), más baja en expresividad (β = .47, p < .001) y realizaba más la conducta para provocar al hombre (β = -.23, p < .05). En la única medida en la que no hubo efectos de la manipulación experimental fue en considerar si la mujer se ajustaba o no al ideal de esposa y madre. Todos estos efectos siguieron siendo significativos cuando los efectos del SB fueron controlados estadísticamente. En relación con la hipótesis 2 (las reacciones de los hombres serían más negativas cuanto más sexistas hostiles fueran ellos y la mujer cuestionara y no aceptara su decisión), los resultados mostraron apoyo a la hipótesis planteada en tres de las medidas, siendo significativa la interacción entre la manipulación experimental y el SH del participante en los sentimientos experimentados (β = -.34, p < .05), su ajuste al ideal de esposa y madre (β = .46, p < .05) y la percepción de la chica en instrumentalidad (β = .34, p < .05). El análisis de la interacción significativa entre la manipulación experimental y el nivel de SH del participante en la medida de sentimientos mostró que cuanto más sexista hostil era el participante, los sentimientos eran menos negativos si aceptaba sus decisiones, β = -.32, p < .05, y más negativos si no los aceptaba, β = .19, aunque en este caso la tendencia no fue significativa. En el caso del ajuste de la mujer al ideal de esposa/madre, cuanto más hostiles eran los participantes más consideraban que la mujer se ajustaba a su ideal de esposa y madre si 144___________________________________________________________________ ésta aceptaba sus decisiones, β = .4, p < .01, y no había relación entre el SH del participante y su visión de la mujer cuando ella no las aceptaba, β = -.13. Por último, en el caso de la instrumentalidad percibida en la mujer (β = .28, p < .05), el resultado fue contrario a nuestras predicciones: cuanto más hostiles eran los varones más instrumentales eran percibidas las mujeres que aceptaba sus decisiones, β = .32, p < .05 y la relación no era significativa cuando no las aceptaba, β = -.14. Todos estos efectos siguieron siendo significativos cuando los efectos del SB fueron controlados estadísticamente. Solo en una de todas las medidas dependientes consideradas el SB del participante ejerció una influencia significativa: en la valoración de la interacción con la pareja, β = .29, p < .05, de manera que cuanto más sexista benévolo era el participante mejor valoraba la interacción con la chica. La interacción entre el SB del participante y el hecho de que la mujer se mostrara de acuerdo o en desacuerdo con él no fue significativa en ninguna medida dependiente. El papel mediador de la percepción de amenaza Para comprobar la tercera hipótesis, esto es, el papel mediador de la amenaza percibida entre la conducta de la mujer (acepta vs. no acepta las decisiones del hombre) y las reacciones negativas de los participantes, realizamos algunos análisis mediacionales. En este caso solo incluimos como variables criterio los sentimientos provocados por la mujer, la valoración de la interacción con la pareja y la consideración de que había realizado la conducta para provocar. La visión de la mujer en términos instrumentales y expresivos no se incluyó como variable criterio porque tal y como hemos indicado estábamos más interesados en analizar las reacciones claramente negativas hacia la mujer que se pudieran derivar de la interacción con ella y de las que se pudieran derivar algún tipo de consecuencia comportamental, como por ejemplo, una Lilith vs. Eva_________________________________________________________145 conducta agresiva o violenta. El ítem sobre si la mujer se ajustaba al rol de esposa y madre no se analizó porque como se recordará al analizar la primera hipótesis, el hecho de que la mujer aceptara o no las decisiones del chico no afectaron a esta medida dependiente (para analizar la mediación la primera condición es que la VI y la VD han de estar relacionadas). En un primer análisis de regresión se consideró a la variable predictora (acepta la decisiones del hombre / No acepta esas decisiones, codificada como una variable dummy, 0 = no acepta, 1 = acepta) y al mediador potencial (percepción de amenaza); la VI debía estar relacionada con el mediador, lo que se confirmó en nuestro caso: β = .53, p < .001. En la segunda ecuación se introdujeron la VI y la VD (la mujer acepta /no acepta y la evaluación de la interacción con la pareja), y la primera debía afectar a la segunda, lo cual también se cumplió: β = .51, p < .001. En la tercera ecuación se introdujeron como predictores tanto la VI como la mediadora; para que hubiera mediación, el mediador (percepción de amenaza) debía seguir afectando a la VD; esta condición se cumplió: β = -.49, p < .001. El paso final en la prueba de mediación supuso comparar el efecto de la VI sobre la VD en las ecuaciones 2 y 3; el efecto debía ser menor en la 3 que en la 2. La mediación perfecta ocurre si la VI no tiene efecto cuando la mediadora es controlada. En nuestro caso se da la mediación perfecta, dado que la relación entre la variable acepta / no acepta y evaluación de la interacción, desciende de .51 a -.02 y la relación deja de ser significativa, Sobel test = 3.44, p < .001. Así pues (véase Figura número 1), cuando la mujer no se muestra de acuerdo con las decisiones tomadas por los hombres, éstos perciben su situación de dominancia amenazada y eso les hace evaluar la interacción con la compañera de forma negativa. 146___________________________________________________________________ Figura 1. Efecto del comportamiento de la mujer sobre su evaluación mediado por la percepción de amenaza Amenaza - .53*** Mujer acepta/ No acepta -.49** Evaluación de la pareja .51*** (-.02) El mismo análisis mediacional se realizó con la medida dependiente “percepción del comportamiento de la mujer como provocador”. La variable independiente “acepta las decisiones del hombre / no las acepta” apareció relacionada con el mediador potencial (percepción de amenaza): β = -.53, p < .001. La variable independiente “acepta / no acepta” también apareció relacionada con la percepción del comportamiento de la mujer como provocador: β = -.24, p < .05. En la tercera ecuación se introdujeron como predictores tanto la VI como la mediadora; para que hubiera mediación, el mediador (percepción de amenaza) debía seguir afectando a la VD; esta condición se cumplió: β = .30, p < .05. El paso final en la prueba de mediación supuso comparar el efecto de la VI sobre la VD en las ecuaciones 2 y 3; el efecto debía ser menor en la 3 que en la 2. La mediación perfecta ocurre si la VI no tiene efecto cuando la mediadora es controlada. En nuestro caso se da la mediación perfecta porque la relación entre la variable independiente “acepta / no acepta” y la percepción del comportamiento de la mujer como provocador, desciende de -.24 a .-08 y la relación deja de ser significativa, Sobel test = 2.78, p < .01. Lilith vs. Eva_________________________________________________________147 Como muestra la figura 2, cuando la mujer no acepta o cuestiona las decisiones de los hombres, su conducta es percibida como una provocación porque éste se siente amenazado. Figura 2. Efecto del comportamiento de la mujer sobre su evaluación como provocadora mediado por la percepción de amenaza Amenaza - .53*** Mujer acepta/ No acepta .30* .-24** (.08) Percepción del comportamiento de la mujer como provocador Finalmente, se realizó un tercer análisis mediacional con la medida dependiente “sentimientos negativos hacia la mujer”. La variable independiente “acepta las decisiones del hombre / no las acepta” apareció relacionada con el mediador potencial (percepción de amenaza): β = -.53, p < .001. La variable independiente “acepta / no acepta” también apareció relacionada con los sentimientos negativos hacia la mujer: β = -.54, p < .05. En la tercera ecuación se introdujeron como predictores tanto la VI como la mediadora; para que hubiera mediación, el mediador (percepción de amenaza) debía seguir afectando a la VD; esta condición se cumplió: β = .24, p < .05. El paso final en la prueba de mediación supuso comparar el efecto de la VI sobre la VD en las ecuaciones 2 y 3; el efecto debía ser menor en la 3 que en la 2. La mediación perfecta ocurre si la VI no tiene efecto cuando la mediadora es controlada. En nuestro caso se da la mediación, aunque no llega a ser perfecta, dado que la relación entre la variable independiente “acepta / no acepta” y los sentimientos negativos hacia la mujer 148___________________________________________________________________ desciende de -.54 a -.41 (siendo en ambos casos significativa con p < .001), Sobel test = -2.08, p < .051. Como muestra la figura 3, cuando la mujer no acepta o cuestiona las decisiones de los hombres, los sentimientos negativos hacia ella son mayores porque los hombres se sienten amenazados. Figura 3. Efecto del comportamiento de la mujer sobre los sentimientos del hombre mediado por la percepción de amenaza Amenaza - .53*** Mujer acepta/ No acepta .24* Sentimientos negativos -.54*** (-.41***) 4. Discusión Nuestro principal objetivo fue comprobar en que medida nuestros participantes se sentirían amenazados cuando una mujer no acepta sus decisiones y la manera en que responden a esta amenaza o percepción de pérdida de poder frente a una mujer, así como el papel que juega la ideología sexista. Encontramos un efecto principal de nuestra variable independiente (acepta vs. no acepta): las reacciones fueron más negativas en casi todas las variables dependientes (incluida la percepción de amenaza) cuando la mujer no acepta las decisiones que el hombre tomaba. En este sentido, la evaluación de la mujer por el hombre depende de su disposición a asumir y aceptar las decisiones de éste. Estos resultados coinciden con diversos estudios encontrados en la literatura en los que la mujer que transgrede los roles tradicionales son valoradas más Lilith vs. Eva_________________________________________________________149 negativamente por los hombres (e.g., Sakalli-Urgulu y Glick, 2003). No encontramos efectos de la variable acepta vs. no acepta en la valoración de la mujer en su rol de esposa y madre. Este resultado, si bien no es el que esperábamos, podría ser debido a que los participantes no establecieron un paralelismo entre la tarea que estaban realizando y el hecho de que la chica pudiera ser fuera una buena o mala esposa y madre, roles por lo general bastantes idealizados y de los que cuesta desligar a las mujeres. Por otro lado, las relaciones entre hombres y mujeres se han visto caracterizadas en parte por la ideología sexista (hostil), la cual representa una visión negativa de las mujeres. Esta tendencia se ha visto reflejada en nuestros resultados, especialmente, cuando las mujeres no aceptan o muestran desacuerdo con las decisiones de los hombres. Las reacciones fueron más negativas cuando los hombres participantes puntuaban alto en sexismo hostil. En estos casos, el sexismo hostil actúa como herramienta correctiva hacia aquellas mujeres que desafían el estatus superior tradicionalmente otorgado a los hombres. Los participantes que puntuaban alto en sexismo hostil, mostraban sentimientos menos negativos cuando la mujer aceptaba sus decisiones y encajaba en su rol ideal de madre y esposa (“chica obediente”). Un resultado contrario a nuestras hipótesis fue que los hombres sexistas hostiles, otorgaban a la mujer más rasgos instrumentales cuando ésta aceptaba sus decisiones. Dos posibles explicaciones se nos ocurren para este resultado, que nos pareció muy interesante: una, que esto ocurría quizás como una manera de reconocer que se ha comportado adecuadamente acatando su dictamen; ya que la mayoría de rasgos instrumentales tienen connotación positiva (fuerte, atrevida.); dos: que al mostrar acuerdo, fueran percibidas como más semejantes a ellos mismos y por tanto descritas en términos instrumentales como se describirían a ellos mismos. 150___________________________________________________________________ Además de lo interesante de los resultados encontrados en relación a nuestra variable independiente, resulta muy revelador el efecto de la percepción de amenaza al poder o control como elemento explicativo de muchos comportamientos de los hombres hacia o contra las mujeres. Como hemos visto anteriormente, la amenaza percibida ejerce una influencia directa sobre las actitudes, creencias sociales y comportamientos, llevando a las personas a asumir una postura defensiva o agresiva, dependiendo del caso, en un intento de recuperar ese poder amenazado o perdido (Crowson et al., 2006). De esta manera la amenaza se convierte en un elemento fundamental en el proceso de la violencia (de género). Como muestran los resultados del análisis mediacional, tanto la tendencia a evaluar a la compañera de forma negativa, como la sensación de malestar del hombre tras interactuar con la chica, como la tendencia a considerar el comportamiento de ella como provocador, esta mediado por el hecho de que el varón se sienta amenazado en su rol. Este resultado es de gran interés en el ámbito de la violencia de género, por cuanto supone un paso más para explicar los motivos por los que ciertos hombres recurren a la violencia, para intentar recuperar su poder amenazado o perdido. La evaluación que la mujer recibe de su interacción que mantiene con el hombre está determinada por el hecho de que él se sienta amenazado. En relación con la violencia de género, las mujeres podrían aprender que si ellas quieren ser aceptadas y evaluadas positivamente por los hombres, deben obedecerlos y mostrar acuerdo con sus decisiones. Estudios anteriores (Expósito et al., en prensa; Moya et al., 2007), han mostrado evidencia de que muchas mujeres pueden restringir sus ambiciones o modificar su comportamiento para evitar posibles conflictos con su pareja, por lo que sacrificarían la igualdad a cambio de su seguridad. Lilith vs. Eva_________________________________________________________151 Las mujeres que no aceptan las decisiones de los hombres son vistas como provocadoras por aquellos hombres que se sienten amenazados. En el ámbito de la violencia de género muchas mujeres están siendo maltratadas porque los hombres creen que están siendo provocados, argumento que incluso suelen dar en su propia defensa ante los tribunales. Con esta atribución, los hombres podrían justificar su derecho a ejercer comportamientos negativos contra las mujeres, como una forma de recuperar el poder perdido o amenazado, aleccionado de alguna manera al resto de las mujeres para que sepan como deben comportarse. El poder se erige como un elemento esencial en el estudio de la violencia de género. La investigación relativa a las estrategias de influencia, una categoría mas amplia que la agresión en si, indican que las personas se comportan de manera diferente dependiendo de la cantidad de poder que tienen en cada situación y dependiendo de con quien están interaccionando (Duncan & Owen-Smith, 2006). Si bien con nuestro diseño experimental no podemos afirmar cuales son los factores explicativos para la violencia de género, si creemos que hemos encontrado resultados prometedores para una mejor comprensión del fenómeno y que podría extrapolarse a este campo. No obstante, consideramos alentadores los resultados que aquí se exponen y de gran relevancia en su aplicación a una mejor comprensión al fenómeno de la violencia de género. Si bien en este estudio no hemos medido directamente agresión hacia la pareja, (las restricciones éticas resultan obvias), existen múltiples formas de ejercer violencia hacia los demás, más allá de la agresión física o verbal. La agresión indirecta es definida como un comportamiento destinado a dañar a alguien, de una manera no directa (Green, Richardson, & Lago, 1996). Las personas que sienten que tienen poco poder, utilizan estrategias de agresión indirectas (Duncan & Owen-Smith, 2006). Hay que destacar muy especialmente la “Declaración sobre eliminación de la violencia 152___________________________________________________________________ contra la mujer” (Res. A. G. 48/104, ONU, 1994) en la que se define la violencia contra la mujer (también llamada violencia de género o violencia sexista) como “todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”. E incluye “la violencia física, sexual y psicológica en la familia, incluidos los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la violación por el marido, la mutilación genital y otras prácticas tradicionales que atentan contra la mujer, la violencia ejercida por personas distintas del marido y la violencia relacionada con la explotación; la violencia física, sexual y psicológica al nivel de la comunidad en general, incluidas las violaciones, los abusos sexuales, el hostigamiento y la intimidación sexual en el trabajo, en instituciones educacionales y en otros ámbitos, el tráfico de mujeres y la prostitución forzada; y la violencia física, sexual y psicológica perpetrada o tolerada por el Estado, dondequiera que ocurra”. La mayoría de experiencias diarias que resultan hirientes, perjudiciales o dañinas a las personas, las hacemos probablemente de manera indirecta (Richardson & Green, 1997), ya que la agresión física en el momento actual, es considerada tabú en la mayoría de situaciones sociales, especialmente en el lugar de trabajo o en nuestras relaciones sociales (Baron & Neuman, 1996) donde son abiertamente rechazadas. No obstante, existe literatura que recoge como ejemplo de agresión indirecta o sutil acciones como ignorar, insultar, descalificar, presentes casi en el 90% de las situaciones de maltrato que describen las mujeres victimas de violencia doméstica. Algunas de estas formas indirectas de agresión han sido recogidas en nuestro estudio y hemos podido constatar la tendencia de los participantes varones a hacer uso de ellas (valoración negativa, infravalorar, considerarla provocadora, etc.) sobre todo en el caso de que la pareja no Lilith vs. Eva_________________________________________________________153 aceptara las decisiones adoptadas por los participantes. A nuestro juicio, y salvando las distancias, esta formas sutiles de actuación las hemos considerado como un indicador de la tendencia a usar la violencia contra las mujeres, ante situaciones que puedan suponer una amenaza a los intereses de los varones, siempre que se den las condiciones adecuadas. Una de las limitaciones que debemos señalar de nuestro estudio, es el hecho de que las situaciones presentadas no son reales, esto es, se trataba de una situación simulada; sin embargo, creemos que es una buena aproximación para intentar comprender los entresijos de los mecanismos que desencadenan la violencia. Conocemos las limitaciones de este tipo de estudios, pero creemos que esta aproximación es probablemente lo más cerca que podamos estar de una situación real, sin traspasar los límites éticos. Por otra parte, este tipo de métodos también tiene consistencia, ya que la gente proyecta en estas situaciones, sus propias creencias. Sin duda hemos abierto un camino interesante, que al tiempo que parece ofrecernos respuestas, también nos plantean interrogantes. La percepción de amenaza es importante, pero habrá que seguir avanzando en la detección de situaciones que puedan resultar amenazantes, sobre todo teniendo en cuenta que la sociedad cambia, que los roles se están desdibujando y que las personas cuentan con mayores recursos para hacer frente a una situación aversiva sin optar por el uso de la violencia, en una sociedad que dice alto y claro ¡BASTA YA! Conclusions Conclusions_________________________________________________________157 Violence against women is one of the most widespread crimes, yet it is also one of the most invisible crimes in human history. Violence against women has always existed, in spite of diverse opinions voiced on the phenomenon, but a novel feature is the public recognition that this behavior is reproachable and goes against the fundamental rights of women who are victims of such crime. For centuries, this type of violence was considered a private matter that involved only the couple and the family. But it has turned into a public issue, thanks in large part to the mass media, which has increased the awareness of this problem that is not bounded by any particular social group, ethnicity, or society. In recent times, as a consequence of a number of deep transformations of gender roles, men educated in a patriarchal tradition have experienced a series of conflicts stemming from unfulfilled expectations regarding the role that as males they must play, both in the occupational/social realm and in the familial realm. The lives of men and women traditionally have oriented toward different types of activity: private activity for women, and public activity for men. If the traditional role of women has involved private matters—hence the family, caring, and affection—breaking this role must have consequences for the basic structure of intimate relationships, both from a psychological and a social perspective. Female roles are changing, along with common claims regarding relationships, such as the claim that the man is the head of the family, that men and women should play different roles in a relationship, that marriage is more important for women than for men, etc. (Navarro Pertusa, 2004). The use of force to resolve interpersonal conflicts becomes a likely option when there is unequal power, and the phenomenon of domestic violence is only possible in unequal relationships in which the patriarchal code dominates. 158___________________________________________________________________ The present research was carried out to answer the question, “Why do men abuse women?” Throughout the thesis we have tried to answer this question, analyzing the role of sexism, the distribution of power in the couple, and the perceptions of threat to said power. Across four studies, we have advanced the analysis of gender violence and established the importance of these explanatory factors, leading to a better understanding of our subject matter. First and foremost, the studies we have presented demonstrate the impact of a sexist ideology, which acts as the foundation upon which unequal relationships in general, and violent relationships in particular, are built and maintained. The female participants of our study believed that, in relationship conflicts, the risk of aggression against the woman is lower if the man is not sexist. Our data validate this belief, and the effect also has been suggested by a number of previous studies and theories (Johnson, 1995; White, 2001; White & Kowalski, 1998). Moreover, women assumed that if their success threatens the traditional power structure of the relationship, traditional men will feel more threatened, and the probability of aggression against the woman will increase. These views don’t appear to be mistaken, as they coincide with the results of research demonstrating that men who harbor sexist or traditional attitudes are more likely to use violence in the relationship (Johnson, 1995; White, 2001; White & Kowalski, 1998), especially when the woman breaks away from her traditional obligations as housewife and mother (Viki & Abrams, 2002). Occasionally, relationships between men and women have been characterized by a sexist (hostile) ideology representing a negative view of women. In our research, when women didn’t accept, or expressed disagreement with, the decisions of their male partners, the negative reactions of the male partners were a function of their hostile Conclusions_________________________________________________________159 sexism score. In these cases, hostile sexism functions as a corrective tool aimed at women who challenge the superior status traditionally granted to men. Second of all, corroborating the importance of sexism, from our results we see that benevolent sexism predicts a positive view of women as long as the women maintain their traditional roles, usually as wife and mother. The more benevolent our female participants were, the more they assumed the man in the hypothetical scenarios would feel threatened (presumably because the woman broke her traditional role) and consequently would act aggressively. Benevolent sexism is the essence of paternalism, as it involves a positive attitude toward a subordinate group—in this case, women—that favors and reinforces its low status and power (Jackman, 1994). The impact of benevolent sexism, as distinct from hostile sexism, is crucial in the case of intimate relationships. Our research has demonstrated that benevolent sexism molds the interdependence that characterizes intimate relationships such that, implicitly, it implies protection for the woman in exchange for fulfilling the traditional roles of, primarily, housekeeping and caring for the children (Moya, et al., 2007). Our research, together with that of Moya and his colleagues (2007), provides preliminary evidence that female acceptance of benevolent sexism leads to women restricting their own ambitions to avoid conflicts with their romantic partner. If women are convinced that men will react aggressively toward them if they don’t keep their traditional roles, some of them may choose to sacrifice equality for safety. Our studies are consistent with previous ones (Fischer, 2006) suggesting that women accept benevolent sexism to lessen the threatening view they have of their partner. Benevolent sexism may be viewed as a lens that distorts reality, precisely because its positive tone weakens the resistance of women to the situations of 160___________________________________________________________________ inequality, discrimination, or violence to which they are subjected. This fact highlights the need to study sexism among women, as sexism among women makes it difficult for social change to occur in groups that suffer from prejudice, with the discrimination making the members of these groups accept and agree with their inferior status. We can assume that society, including the women who participate and have been educated in a patriarchal value system, is relatively complicit or at least passive to this situation. Third, we believe we have demonstrated the impact of unequal power and its status as one of the principal causes of gender violence. As such, the necessary path to reducing this type of violence involves balancing these power differences (although this path alone is not sufficient). It is precisely these power differences that have generated the asymmetry and inequality that give rise to non-violent and violent abuse. The power granted to men in relationships is legitimized through socialization, distancing the position of men and women ever more. Our results coincide with those of many previous studies indicating that men have more negative views of women who violate traditional roles (e.g., Sakalli- Urgulu & Glick, 2003). In the majority of patriarchal societies an asymmetry between the sexes remains, despite social norms proclaiming equal rights, such that gender largely continues to affect the opportunity to receive, under equal conditions, rights such as education, health, work, or the control of resources. Although today, important socioeconomic changes are occurring, such as lower fertility rates, new types of families, and the growing feminization of education and labour activity, which are bringing to light the crisis of the traditionally prescribed gender roles and stereotypes, not all of these changes have been able to break the classic Conclusions_________________________________________________________161 power relations that predominate in the world, relations still linked to gender (Sarrió, Ramos, & Candela, 2004). Fourth and last, we believe these socioeconomic changes may be the very changes that threaten the power traditionally held by men, and that these changes may increase the violence used to control threatened power, or used as a means of recuperating power. An important feature of some men today is that they feel threatened by the manner in which male-female relationships are changing, and they are incapable of understanding gender relations in terms of equality, despite the prevailing social norm. Many men feel obliged to reaffirm their superiority and to demonstrate their strength, and men who feel threatened view women who don’t accept their decisions as agitators. In the realm of gender violence, many women are being abused because men feel they are being provoked to abuse, an argument even men tend to give even in their own defense in a trial. With this attribution, men could justify their right to engage in negative behavior against women as a form of recuperating lost or threatened control, suggesting to other women that if they don’t behave “appropriately”, they will have to suffer the violent consequences. Our results also suggest that people generally don’t think sexism directly leads to gender violence, but rather that when sexist individuals feel threatened, they may use violence as a tool to restore lost power or control. In this manner, the perception of threat appears to be a basic element in the process of gender violence. The effect of the perception of threatened power, as an explanatory factor for the behavior of many men toward women, is very revealing and represents an important advance in our line of research. As we have seen before, perceived threat acts directly on attitudes, social beliefs, and behaviors, causing people to be defensive or aggressive, depending on the case, in attempt to recover the threatened or lost power (Crowson, et 162___________________________________________________________________ al., 2006). In this way, threat becomes a fundamental factor leading to violence in general, and gender violence in particular. It represents another step toward understanding the motives of men who resort to violence, and has not been empirically demonstrated until now. To conclude, we will discuss some important contributions of our research as well as some limitations we must take into account in interpreting our results. From the outset, studying the intricacy of gender violence required a great deal of motivation and posed quite a challenge, due to the difficulty involved in studying a topic so complex yet familiar to everybody. One of the contributions we wish to highlight is having studied gender violence from a psychosocial perspective, in which the important measure is not just the behavior of the person, but the social context and its influence on behavior. We believe studies anchored in a psychosocial perspective offer a more precise and integrative picture of what is undoubtedly a complex and dynamic process, and they carry implications for the theoretical development of, and search for, the causes of gender violence, as well as implications for more applied issues. We believe our results are of great importance for the development of prevention and intervention programs, developments that represent an important task for social psychology. We can’t stress enough the importance of research focused on social perception. We must understand problems in order to improve them, and understanding public perceptions of gender violence can help us give feedback to the public, and to curb the perpetuation of social beliefs that, in some form, cause of violence. Public perception of the issue can contribute to violent situations and can influence our judgments (Herrera & Expósito, 2009). An important implication of this type of research is that it helps us to understand and evaluate the manner in which social agents such as doctors, Conclusions_________________________________________________________163 public security forces, judges, psychologists, etc., people with a great responsibility to initiate change, handle and prosecute these kinds of incidents. One limitation of our research, certainly, is that the situations we presented were not real, but simulated. However, we believe our study provides a good approximation for the purpose of understanding the hidden mechanisms that generate violence. We understand this limitation, yet we believe this approximation is probably the closest we can get to a real situation without breaking the ethical code. In addition, this methodology does have substance, given that people act upon their beliefs in real-life situations. Undoubtedly we have started on an interesting path that provides us with answers as well as questions. This research deals with an extremely complex social problem with an intricate etiology. In this sense, we are conscious of the difficulty of operationalizing some of our goals, as well as that of obtaining more or less pure results that allow us to draw bold conclusions. Nevertheless, we have undertaken the task because we believe social psychology should be strongly linked to the study of social problems. Studies of this kind are necessary to map and understand the phenomenon of gender violence. Our results are encouraging and have provided us with a better understanding of gender violence. Referencias Bibliográficas Referencias Bibliográficas______________________________________________167 Abrams, D., Viki, G. T., Masser, B., y Bohner, G. (2003). Perception of a stranger and acquaintance rape: The role of benevolent and hostile sexism in victim blame and rape proclivity. Journal of Personality and Social Psychology, 84(1), 111125. Acker, J. (1989). 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Anexos Anexos_____________________________________________________________189 ANEXO 1 1- Imagínate que tenéis un hijo pequeño, y los dos pensáis que sería bueno para completar su educación que realizara una actividad extraescolar, pero tenéis alguna duda respecto a cual sería la más adecuada para el niño: a) Tú decides que asista a clases de inglés b) Tú decides que asista a clases de karate 2- Imagínate que se os ha averiado el coche, en el taller os han informado que arreglarlo os supondrá un gran coste económico, con el que no contabais en un principio, por lo que os planteáis la posibilidad de comprar uno nuevo: a) Tú decides arreglarlo b) Tú decides comprar uno nuevo 3- Es vuestro aniversario y queréis celebrarlo de forma especial, se os ocurren dos opciones, bien organizando una cena en casa que supondrá tener que prepararlo todo y luego limpiar y recoger, o cenar en un restaurante que supondría un mayor gasto económico: a) Tú decides cenar en casa b) Tú decides cenar en un restaurante 4- Habéis cobrado la paga extra y tenéis que decidir en qué gastarla, lleváis tiempo queriendo daros un capricho pero en este momento se os ha roto la lavadora: a) Tú decides comprar un home cinema b) Tú decides comprar una lavadora 5- Queréis asociaros a un club social, pero tenéis duda en si elegir un club de campo o una peña deportiva: a) Tú eliges el club de campo b) Tú eliges la peña deportiva 190___________________________________________________________________ 6- Los dos trabajáis fuera de casa, tenéis trabajos bien remunerados y de buen estatus, sin embargo las cosas no marchan del todo bien en casa, ya que está un poco desatendida, se acumula la plancha, la ropa sucia, nos os organizáis bien con el tema de los horarios e incluso a veces no podéis atender todo lo bien que quisierais a vuestro hijo; por esto os planteáis la posibilidad de contratar una asistenta o bien que alguno de los dos deje su trabajo: a) Tú decides que uno de los dos reduzca su jornada fuera de casa b) Tú decides contratar una asistenta 7- Vuestro hijo ha tenido un problema en el colegio y os llaman del centro para que vayáis a hablar con el profesor, los dos estáis muy ocupados y os viene muy mal acudir a la cita: a) Tú decides que vais juntos b) Tú decides que vaya ella 8- Habéis pensado vender un terreno que tenéis a las afueras porque no lo usáis y necesitáis el dinero para otros asuntos. Os han surgido varios compradores y tenéis que hacer un montón de papeleo y gestiones: a) Tú Decides que es mejor que os encarguéis los dos de las gestiones b) Decides encargarte sólo tú 9- Ha habido un cortocircuito en vuestra casa debido a un problema con la instalación eléctrica, como consecuencia de ello algunos enchufes han quedado dañados, aunque parece que no es un problema demasiado grave: a) Te dispones a intentar solucionar tú mismo el problema b) Llamas a un electricista 10- Por motivos de trabajo, tenéis que mudaros de barrio y por consiguiente también de casa, siempre habéis vivido en pisos de alquiler y os apetece tener una casa propia. Sin embargo, el precio de las viviendas se sale de vuestro presupuesto: a) Tú decides que os vais de alquiler b) Tú decides que compráis una casa nueva Anexos_____________________________________________________________191 11- Os han llamado del banco porque existe un problema con vuestro crédito y hace falta que vayáis a hablar con el director para solucionarlo a) Tú decides que vais juntos a hablar con el director del banco b) Decides ir tú solo al banco 12- Vuestro hijo se levanta enfermo una mañana, y uno de los dos tiene que faltar al trabajo ese día para llevarlo al médico, ambos desempeñáis trabajos de responsabilidad y os resulta casi imposible faltar: a) Decides ser tú el que falte b) Decides que sea ella la que falte 13- Tu madre es muy mayor y se ha puesto enferma, por lo que necesita cuidados y atención constante: a) Tú decides que vaya a vivir con vosotros b) Tú decides ingresarla en una residencia 14- Se acerca el cumpleaños de vuestro hijo y queréis hacerle un buen regalo, pero no disponéis de mucho tiempo libre debido a vuestros respectivos trabajos: a) Decides encargarte tú b) Le encargas a tu pareja que lo haga ella