6 // CULTURAS // Del 15 al 28 de septiembre de 2005 (28) CINE 10 AÑOS DEL MANIFIESTO DOGMA 95 Dogma ha muerto ¡Viva Dogma! { ¿Alguien se acuerda del Manifiesto Dogma? El revuelo que armó en su día contrasta con el silencio actual sobre un movimiento que en su décimo aniversario ya no suscita grandes polémicas. Montaje publicitario o corriente fílmica renovadora, sus películas tienen al menos la virtud de no dejar indiferente. Echemos la vista 10 años atrás, ahora que sus principales impulsores, Lars von Trier y Thomas Vinterberg, vuelven a las pantallas con ‘Querida Wendy’. IRENE G. RUBIO l 13 de marzo de 1995, un extravagante director danés que gozaba de cierto prestigio en el circuito festivalero, y un joven desenfadado que había destacado por su precoz talento para el cine, firmaron el Manifiesto Dogma 95 en Copenhague. A su diatriba contra “ciertas tendencias del cine actual” añadieron un “voto de castidad” formado por 10 mandamientos que debían regir la producción de un filme. La travesura ideada por Lars von Trier y Thomas Vinterberg, a la que se sumaron más tarde otros dos directores daneses, Søren Kragh-Jacobsen y Kristian Levring, consiguió armar un considerable revuelo. Hubo todo tipo de reacciones: unos se escandalizaron, otros se tomaron demasiado al pie de la letra el Manifiesto, y hubo quien malintencionadamente quiso ver un burdo montaje publicitario, dedicado a relanzar el cine danés. Con la distancia que da el paso del tiempo, y con los resultados del movimiento –un puñado de buenas películas– en la mano, el repaso al Manifiesto se prueba como algo más sencillo y a la vez más complicado que todo eso. O, como dice la Dogme Brethen (la hermandad Dogma, formada por los firmantes del Manifiesto) en su página web, “hay una duplicidad implícita en el Manifiesto Dogma 95. Por un lado contiene una profunda ironía, pero por otro va muy en serio”. El Manifiesto enfatiza la necesidad de resucitar un cine que se ha vuelto “individualista” y “decadente”, perdido en un “abanico de supercherías” que dejan de lado la verdad y la vida. En un momento en que “una tormenta tecnológica” permitirá “la democratización suprema del cine”, aboga por un voto de castidad en la forma de hacer películas, es decir, por un cine desnudo de sofisticaciones técnicas que se centre en lo esencial: la historia y los personajes. Se trataba de recuperar el sentido del riesgo y el placer de hacer cine en la que se estaba convirtiendo, según Thomas Vinterberg –director del primer filme Dogma, Celebración–, en “la más conservadora de las formas artísticas”. } E Votos de castidad Más que el contenido de las reglas, lo importante era el hecho mismo de imponerse límites. Como señala Vinterberg, “darte una serie de reglas te hace sentir que estás formando parte de un juego”. “TODOS SOMOS PECADORES”. Consciente de que los mandamientos del Manifiesto eran difíciles de cumplir, von Trier confesaba su condición de pecador. LAS 15 PRIMERAS PELÍCULAS DOGMA · Celebración (Dinamarca), de Thomas Vinterberg, 1998. · Los idiotas (Dinamarca), de Lars von Trier, 1998. · Mifune (Dinamarca), de Søren Kragh-Jacobsen, 1999. · The King Is Alive (Dinamarca), de Kristian Levring, 2000. · Lovers (Francia), de Jean-Marc Barr, 1999. · Julien Donkey-Boy (EE UU), de Harmony Korine, 1999. · Interview (Corea), de Daniel H. Byun, 2000. · Fuckland (Argentina), de José Luis Marques, 2000. · Babylon (Suecia), de Vladan Zdravkovic, 2001. · Chetzemoka’s Curse (EE UU), de Rick Schmidt, Maya Berthoud, Morgan Schmidt-Feng, Dave Nold, Lawrence E. Pado, Marlon Schmidt y Chris Tow, 2001. · Diapason (Italia), de Antonio Domenici, 2000. · Italiano para principiantes (Dinamarca), de Lone Scherfig, 2000 · Amerikana (EE UU), de James Merendino, 2001. · Joy Ride (Suiza), de Martin Rengel, 2001. · Camera (EE UU), de Rich Martini, 2000. “Si hay algo que no está permitido, te obliga a pensar: ‘¡Entonces, tenemos que hacer las cosas de un modo distinto!’ Y es un estímulo para tu imaginación”. A esta motivación general también se añaden otras más personales, como en el caso de Von Trier: “las reglas Dogma surgieron de un deseo de someterme a la autoridad y las reglas que nunca me dieron en mi educación humanista y de izquierdas”. Y es que quizás hay que entender el Manifiesto, sus mandamientos y su lenguaje ‘religioso’, como una provocación de ambos autores hacia sus orígenes culturales y familiares izquierdistas –orígenes que curiosamente experimentaron de forma muy distinta: mientras que para Von Trier su infancia con padres “comunistas y nudistas” le hizo sentirse huérfano de un mundo con reglas y límites y le llevó a convertirse al catolicismo, a Vinterberg crecer en una comuna le gustó tanto que permaneció en ella incluso después de que sus padres la abandonaran… En algunos casos, las reglas del Manifiesto se llevaron más lejos y no sólo afectaron a la obra en sí, sino también al modo de producción. En Los idiotas, dirigida por Von Trier, los actores convivieron, al igual que lo hacían sus personajes, en una casa en la que improvisaban las escenas y se hacían cargo de la limpieza y la comida (experiencia que resultó bastante lamentable: en palabras del director, “todo estaba hecho un desastre e increíblemente asqueroso. Al final tuve que soltarles el discursito sobre ‘libertad con responsabilidad”). Obviamente, el cumplimiento total de las reglas era complicado y muchos de los firmantes incurrieron en alguna trampa. Cansados de tener que responder en innumerables entrevistas sobre si se habían saltado éste o aquél aspecto del Manifiesto, los firmantes decidieron incluir en sus películas un apartado de ‘Confesiones’ en el que declaraban sus pecados. Por si no quedaba clara la ironía, añadieron un documento con la ‘Reprimenda’ oficial del Secretariado Dogma (que otorgaba certificados Dogma a las películas que cumplían las reglas). ¿El fin de Dogma? Dogma fue víctima de su propio éxito. Sus principales impulsores optaron pronto por explorar otros caminos artísticos y ninguno repitió la experiencia Dogma. En 1999 Vinterberg declaraba que “Dogma se está convirtiendo en una convención, justo como las convenciones que tratábamos de combatir”, y siete años después de la firma, el Secretariado anunció su cierre porque “el Manifiesto se ha convertido casi en una fórmula genérica, lo que nunca fue nuestra intención”. A partir de ahí, cualquiera que, con honestidad, asuma los votos de castidad y se decida a seguirlos, podrá considerarse autor de una película Dogma. Pero siempre hay tiempo para las resurrecciones. Hace poco, Vinterberg declaraba que planea realizar otra película Dogma, y entre los proyectos de Von Trier parece que también se encuentra un retorno a la castidad… EL VOTO DE CASTIDAD JURO que me someteré a las reglas siguientes, establecidas y confirmadas por: 1. El rodaje debe realizarse en exteriores. Accesorios y decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en concreto es necesario para la historia, será preciso elegir uno de los exteriores en los que se encuentre este accesorio). 2. El sonido no debe ser producido separado de las imágenes y viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente en la escena en la que se rueda). 3. La cámara debe sostenerse en mano. (…) 4. La película tiene que ser en color. La iluminación especial no es aceptada. (…). 5. Los trucajes y filtros están prohibidos. 6. La película no debe contener ninguna acción superficial (muertos, armas, etc., en ningún caso). 7. Los cambios temporales y geográficos están prohibidos. (Es decir, que la película sucede aquí y ahora). 8. Las películas de género no son válidas. 9. El formato de la película debe ser en 35 mm. 10. El director no debe aparecer en los créditos. ¡Además, juro que como director me abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un artista. (…) Mi fin supremo será hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de la acción. Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas. Así pronuncio mi VOTO DE CASTIDAD. Copenhague, Lunes, 13 de Marzo de 1995. En nombre de Dogme 95, Lars Von Trier Thomas Vinterberg ‘Querida Wendy’: EE UU desde el otro lado del charco n joven habitante de un pueblo minero de los EE UU se enamora de una pistola… a pesar de ser un pacifista declarado. Acabará formando, junto con otros adolescentes marginados del pueblo, un grupo, los Dandies, de pacifistas armados que adoran y veneran las armas pero rechazan usarlas en público –sólo las necesitan para sentirse más seguros–. Este singular argumento es el punto de partida de Querida Wendy, escrita por U Lars von Trier y dirigida por Thomas Vinterberg, una película con clara vocación de parábola política (pues, como señala Vinterberg, esos pacifistas con armas nos recuerdan mucho a las potencias occidentales). Una historia que, al igual que Dogville, se atreve a analizar la cultura norteamericana desde fuera: fue rodada adrede en Dinamarca y la escribió un tipo que no ha puesto un pie en su vida en los EE UU. Ni falta que hace, parece pensar Lars von Trier, quien afirma que, al fin y al cabo, vivimos inmersos y rodeados de manifestaciones de la cultura de un país cuyas políticas nos afectan profundamente: ¿por qué no íbamos a poder decir nada al respecto?