Discurso del Embajador de Alemania en Honduras Karl-Heinz Rode para el Día de la Unidad Alemana, 5 de octubre de 2010. [Salutaciones] ... Los años 1989 y 1990 han enraizado tanto en la memoria colectiva de los alemanes, como en mi propia. La caída del Muro me pilló de sorpresa en Madrid, mis recuerdos son por lo tanto las imágenes que ofreció la televisión española. Son imágenes emocionantes que se asociarán para siempre a la unificación alemana: un país en éxtasis colectivo, personas exultantes que se abrazan llorando y riendo al mismo tiempo delante de la Puerta de Brandeburgo. "Nosotros somos el pueblo", había exclamado la multitud en semanas anteriores en sus marchas por las calles de las grandes ciudades de la RDA, la entonces República Democrática Alemana. El régimen, quizás la parte más sensata de su cúpula, que tenía oído y olfato para estas señales, se libró finalmente de sus ideologías agotadas -algo que debería haberse hecho ya hacía mucho. El régimen estaba acabado económica y moralmente, y hasta la Unión Soviética había retirado su mano protectora. Aquel 9 de noviembre se cayó el Muro -simbólicamente, se entiende, porque su armado fue demasiado resistente a picos y palas. Pero se abrieron puertas en el Muro, y así comenzó el desenlace de la división de un país y de familias enteras. La división de Alemania en dos Estados a partir de 1949 a menudo se ha visto como el producto de la Guerra Fría, pero yo me inclino a verla como consecuencia tardía de lo que comenzó en el fatal año de 1933 y terminó con la derrota completa de Alemania en el 1945. Lo que hay que destacar de la caída del Muro: No se desparramó ni una gota de sangre, y los toletes quedaron en sus fundas. El final de la RDA -correspondió además con los tópicos que se cuentan de los alemanes: Todo se dio de forma ordenada. El mundo entero vivió la energía que es capaz de desplegar el coraje de las personas y cómo el ansia de libertad puede derrocar un régimen que ya estaba desmoronándose. Un año más tarde, el 3 de octubre de 1990, se consumó la unificación política de los dos Estados alemanes. Hoy nos reunimos con ustedes para celebrar el vigésimo aniversario de la Unidad Alemana. Es un momento de recordar con alegría el fin del cisma no sólo entre los alemanes, sino también entre los europeos del lado occidental del telón de acero, y de los menos afortunados de allende, en Europa oriental. Todos los europeos habíamos pasado cuatro décadas bajo una espada de Damocles -al comienzo de los sesenta nos hallamos en el borde del abismo nuclear. El jubileo nos brinda una ocasión propicia para volver la vista atrás y mostrar gratitud. Gratitud por el hecho de que el camino hacia la Unidad Alemana fuera tan inesperadamente rectilíneo y rápido en aquel entonces. Eso se lo debemos a nuestros socios occidentales y orientales. Recibimos agradecidos el apoyo y simpatía de que fuimos objeto en los años de la transición, no lo olvidaremos jamás. La promesa que hicimos los alemanes por la unidad en libertad fue la firme inserción de la Alemania unida en Europa y en la comunidad internacional. Nos atenemos a ello. En Europa hemos alcanzado a lo largo de los años pasados importantes logros en unión con nuestros socios. Hoy 500 millones de europeos de 27 países viven en paz y libertad dentro de un espacio jurídico común. La Unión Europea es un proyecto de paz y reconciliación único en su género y cuyo éxito es innegable. A los veinte años de la unificación alemana, nuestra tarea sigue siendo afanarnos por que el mundo sea más pacífico y más habitable. La política exterior alemana es una política de paz. En el desempeño de la misma nos vemos confrontados con numerosos retos que en nuestro mundo globalizado solo podemos acometer juntos. El desarme, el cambio climático, el abastecimiento energético y la evolución demográfica son tan sólo algunos de los grandes temas de futuro que se plantean en Europa y en el mundo. Claro, reunificar un país y a su pueblo es algo que no se consigue de la noche a la mañana. Del dicho al hecho hay mucho trecho. La parte política resultó relativamente fácil. La reunificación económica nos produjo más dolor de cabeza, ya que se trata de algo que no se ejerce todos los días. Los alemanes de Alemania oriental están acortando las distancias económicas frente a los occidentales. Hoy por hoy existen faros económicos en Alemania oriental que se han construido en los últimos veinte años, como la industria fotovoltaica, que mantiene una posición puntera en el mercado mundial. Pero también es cierto, que el mercado de trabajo todavía deja mucho que desear. Pero seguimos con esta faena que es el proceso de unificación y reconciliación en el día a día. La unificación alemana nos enseñó que muchas metas se pueden alcanzar aunque en principio parezcan imposibles. Ello requiere coraje y la voluntad de tomar sin vacilar las decisiones correctas, olfateando lo que se llama el aliento de la historia. Alemania aporta su leal concurso a tal empeño. Nosotros, Sr. Presidente, estamos muy contentos que usted comparta con nosotros este día de fiesta y de hondos recuerdos. Alemania como país amigo de Honduras desde hace muchos lustros, ha compartido con Honduras los días de avances democráticos y sociales, pero también hemos sufrido en nuestra propia carne los días difíciles de una reincidencia en prácticas pensadas ya erradicadas para siempre durante el régimen sietemesino. Alemania no rompió su amistad con el pueblo hondureño después del golpe, pero no pudo hacer la vista gorda frente a masivas violaciones de Derechos Humanos durante el régimen nefasto. Y con Antonio Machado les recuerdo que el hombre no puede disponer de la vida del hombre bajo ningún concepto y a santo de viles excusas. El hombre no debe utilizar a su prójimo y degradarlo hasta quitarle su dignidad de fin, para convertirle en medio supeditado. Sr. Presidente, desde que usted está en el timón del Estado, hemos regresado físicamente, aunque estuvimos siempre con nuestro corazón con Honduras durante los meses de hibernación. Sr. Presidente, usted ha tomado otro rumbo hacia una democracia completa y verdadera, de reconciliación y por el procedimiento de formar un Gobierno de Unidad. Alemania acompaña a usted, a sus compañeros en este camino y a todos los ciudadanos cuyo corazón late por estos valores y esta noble faena. En los primeros meses del año hemos reanudado nuestra cooperación con Honduras, es ocioso mencionar, que no se enviaron los recursos programados para Honduras a otros países, seguimos con los recursos prometidos. Sr. Presidente, el rumbo tomado es muy correcto, y en esto incluyo sus últimos pasos, la creación de una secretaría de Derechos Humanos, el visto bueno para la posible instalación de una comisión contra la impunidad, y su brazo extendido hacia el diálogo con aquellos, que desean otra constitución o la reforma de la existente. Nosotros acompañamos todo esto con mucha simpatía, esperando al mismo tiempo que otros sectores fuera de su Gobierno contribuyan de su parte. Menester es también la superación judicial de las violaciones de Derechos Humanos y de libertad de Prensa durante los meses del golpe. Sus autores intelectuales y materiales no deben refugiarse en la amnistía política. [Palabras dirigidas a los compatriotas alemanes]