El arte de madurar

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opinión
El arte de madurar
Olga de Juambelz
U
Archivo Siglo Nuevo
n árbol joven no puede resistir la honda herida que produce éste en el
peso excesivo, ni dar fruto o som- alma, a través de la que escapan los glóbra amplia, y con frecuencia ni bulos rojos del sentimiento; peor la que
siquiera flores; en cambio, el árbol madu- al cicatrizar, deja una intensa nostalgia
ro, al crecer, engrosa el tronco, aumenta el por vivir, por entregarse, por recibir, por
follaje, se cubre de flores, de frutos, ofrece amar y ser amado.
sombra amable, se deja poblar por pájaEn el espíritu, el hombre habrá fortaros, adorna el paisaje, ayuda al proceso de lecido su relación con el mundo mágico de
intercambio natural y es un elemento, por la fe, y en ocasiones habrá dejado de creer
todos conceptos, positivo.
en su Dios, para sustituirle por alguna
El individuo joven, al pasar los años, doctrina nacida en su intelecto, que mora
aumenta de peso, cambia su fenotipo, sus en sus sentimientos o, por el contrario,
facciones se vuelven precisas, adquiere habrá afirmado su relación con el Creagrasa y pierde la esbeltez natural de la ju- dor, al encontrar caminos más asequibles
ventud; en su cabeza moran pensamien- para llegar a él. Lo hará formar parte de
tos semejantes a frutos de experiencia, su vida y en cierta forma, será parte de la
que le permiten vivir eficientemente y con obra mágica que su Dios creó.
mínimo de errores.
Ha fortalecido su organismo; es el moAl dejar atrás el periodo de dudas y mento de saber ocupar la posición correcmelancolía, adquiere paz mental y espi- ta para contestar el lance del contrario en
ritual. Al llenar su copa, permite que se el deporte; los músculos se ensanchan y
derramen las cualidades que fertilizan la el hombre adquiere su carácter definititierra, para que puedan nacer numerosas vo. Es el momento de erigir las estatuas a
plantas para reemplazar, con el tiempo,
las funciones que él desarrolló en su juventud y en los inicios de su madurez.
El arte de madurar es conservar los elementos básicos, no sólo de la juventud,
que son frescura, energía, curiosidad, ansia de aventura, romance, amor a la vida,
ensueño, sino aún de la niñez: cierto grado de ingenuidad, capacidad de sorpresa,
bondad innata, confianza sin reservas,
robusteciendo todo esto con sus propias
cualidades.
El ser humano maduro ha nutrido
su intelecto con hechos que le permiten
ubicarse en el mundo, saber su posición,
conocer las rutas; existen muchas, desde
luego y, aunque el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, el hombre
debe probar otros, tal vez más largos, pero al recorrerlos le llenan de experiencia.
El hombre maduro habrá conocido
las cimas y las profundidades, el dolor y
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su memoria, porque ha llegado al vértice
perfecto donde convergen todas las líneas
de su capacidad de ser.
Conocer y conservar su posición es
muy importante. El joven corre de un lado
a otro, de prisa, preocupado por mil detalles, de los cuales novecientos noventa no
sirven para nada; busca lugares sin saber
a dónde ir y pierde el tiempo siempre en
acción pero al final se siente frustrado.
Por el contrario, el hombre maduro
conoce su posición y desde ella puede planear cómo llegar a su meta por sus propios medios, sabe de qué manera implementar sus recursos para poder hacer
que la escalera alcance la altura que desea,
sabe medir la resistencia de sus músculos
para trepar, y lo más importante, conoce
su razón para llegar a donde se propone.
Un hombre maduro, en el sentido integral de la palabra, sabe dar y darse todo,
es el protector de muchas cosas, y en ese
intercambio recibe lo que da: felicidad. §
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