Europa no puede permitirse fallar

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Europa no puede permitirse fallar
Carlos Carnero, Ex eurodiputado
8 julio, 2015
Opinión Pública Europea
La Unión Europea se enfrenta por primera vez en su historia a un Primer
Ministro de un estado miembro que no cree en los principios que han
guiado su fundación y desarrollo: el diálogo, la negociación, el consenso y
el respeto a los acuerdos. Probablemente, Alexis Tsipras no cree ni siquiera
en la UE, a la que se solo es capaz de ver desde un prisma ideológico
virulento en el que solo cabe definir al resto de socios comunitarios como
enemigos e, incluso, en palabras de su ex Ministro de Economía, Varufakis,
“terroristas”.
Con esa concepción antieuropea, Tsipras ha ganado un referéndum
convocado con una semana de antelación, una pregunta formulada de tal
manera que llevaba casi explícitamente al NO y una campaña agresiva
hasta el límite que, entre otras cosas, ha terminado dividiendo gravemente
a la ciudadanía griega entre los que se arrogan la defensa de la patria y
acusan a los demás de traidores y quienes opinan que el futuro del país
pasa en pura lógica por su pertenencia a la UE.
Conviene que la UE no olvide (algo ya imposible a estas alturas) que su
interlocutor en Atenas es un Gobierno formado por la extrema izquierda
radical y la extrema derecha nacionalista y xenófoba, que en el referéndum
ha recibido todo el apoyo del partido filonazi Aurora Dorada. Ese es el
punto de partida para el día después, no otro.
A pesar de todo, la UE (sus instituciones y sus estados miembros) debe
mantener la sangre fría y poner por encima de cualquier otra consideración
la defensa de los europeos, incluidos los griegos. Tiene que intentar de
nuevo llegar a un acuerdo razonable con el Gobierno de Atenas sobre el
pago de las deudas de Grecia y las condiciones para recibir nuevos fondos
que impidan que esa nación se precipite a la catástrofe económica y social
a la que le puede arrastrar la irresponsabilidad de sus gobernantes.
Ni la UE ni el euro están en peligro, por mucho que los que desean que así
fuera (incluido algún Premio Nóbel adorador del Dólar al que ver un euro le
produce tantos escalofríos como ver al Diablo) lo repitan. Pero hay que
evitar que la cohesión política alcanzada y la recuperación económica
iniciada tras siete años de crisis se resientan.
Sentarse a negociar con Tsipras no es fácil, lógicamente, porque cualquier
gobernante comunitario sabe perfectamente que su carencia de principios
comunitarios y su demagogia le han convertido para siempre en un
interlocutor no creíble, en un Caballo de Troya del antieuropeísmo. Pero
hay que seguir intentándolo, a pesar de todo. Esa debe ser la grandeza de
la Unión: dialogar incluso con quiere su destrucción si con ello puede
evitarse el sufrimiento de los ciudadanos.
Todo lo ocurrido demuestra también dos cosas: la primera, que la Unión ha
hecho bien en empezar a corregir el tiro sustituyendo progresivamente la
política de austeridad por otra centrada en el crecimiento y el empleo,
como demuestran el Plan Europeo de Inversiones Estratégicas del
Presidente Juncker, la flexibilidad sobre la interpretación del déficit de los
estados de miembros y la compra masiva de deuda por parte del BCE, por
ejemplo; la segunda, que ahora más que nunca es preciso culminar la unión
política, económica y social en un sentido federal que dote a la UE de los
instrumentos políticos para evitar más chantajes y de los medios
presupuestarios para incidir en la realidad.
Frente a Tsipras y sus amigos, es imprescindible que los europeístas –
empezando por los federalistas- permanezcan unidos en su diversidad
política e ideológica, que los grandes partidos políticos europeos lo
entiendan y actúen en consecuencia es clave, que también lo hagan los
principales estados es esencial. Por eso, el Gobierno de Gran Coalición en
Berlín (formado por los democristianos y los socialdemócratas) es la mejor
noticia en estos momentos de turbulencias.
Y, en se marco, también es imprescindible que los líderes de la Comisión y
del Parlamento Europeo estén a la altura de sus responsabilidades, como
muchos creemos que están haciendo: negociando una y otra vez, poniendo
el interés de la gente por delante de cualquier otro cálculo, respondiendo
con prudencia frente a la provocación y el engaño sistemático, hablando
claro cuando los mensajes tienen que ser nítidos.
Con Grecia dentro o fuera del euro o de la UE por culpa exclusiva de su
Primer Ministro, esta crisis debe servir para aumentar la cohesión europea
frente a tantos y tantos intereses en su contra. Europa no puede permitirse
fallar. Y no lo hará.
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