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VIUDAS DE JUDÍOS EN EL SIGLO XV GALLEGO
María Gloria de Antonio Rubio
Instituto de Estudios Gallegos “Padre Sarmiento”
CSIC-Xunta de Galicia
La vida cotidiana medieval, tanto de la mujer judía como de la mujer cristiana,
se desarrolló fundamentalmente dentro del entorno familiar y estuvo dedicada al
cumplimiento de sus obligaciones como hija, esposa y madre y, en consecuencia, su
presencia activa en la documentación se registra en contadas ocasiones, lo que es
indicativo del escaso papel social jugado. Sin embargo, esta tendencia se invierte en el
momento de enviudar, al hacerse cargo de los asuntos de sus maridos. Sirva como
ejemplo, entre las viudas cristinas, las ordenanzas del gremio de azabacheros que
establecían que podían continuar formando parte del gremio y teniendo tienda abierta
mientras no se casasen con un hombre de otro oficio y, entre las judías, su presencia en
los frecuentes pleitos que originaban los préstamos. Aunque la mayoría de la
documentación se refiere a préstamos de pequeñas cantidades, existe constancia de
grandes prestamistas judías, como doña Bruçete, judía de Soria y de las mujeres o
viudas de Santo Abenabid y de Symuel Çerulla, quienes prestaron a los Reyes Católicos
como ayuda para la guerra de Granada las cantidades de 30.000, 1.000 y 28.000
maravedíes, respectivamente.
La situación de las mujeres judías en Galicia no fue diferente a la de las mujeres
de otros reinos peninsulares por lo que su presencia en la documentación, como
protagonista del documento, se recoge fundamentalmente en el momento de convertirse
en viuda. Tales son los casos, entre otros, de Donouro y Acibuena.
Donouro, vivió en Ourense y su presencia se documenta entre el año 1457 y
1459. Estuvo casada con David, platero de profesión, cuya existencia se registra entre
1434 y los primeros meses del año 1459, precisamente cuando aparece Donouro en la
documentación un número mayor de veces. Aunque la ocupación principal de David fue
la orfebrería realizó también varios préstamos como actividad secundaria -es necesario
precisar que fue habitual entre los judíos medievales que el préstamo no fuera su
ocupación principal sino un complemento de otras actividades económicas- . Uno de
ellos fue un “préstamo con prenda”. En este tipo de contratos, para garantizar la
devolución de la cantidad prestada, se ofrece la entrega de un bien, el cual pasará a la
propiedad del prestamista si el deudor no paga.
Así, en una fecha no precisada, David prestó a Lorenzo Seoane 130 maravedíes
y éste entregó en prenda una pieza de plata que pesaba cuarenta rayaas. El 10 de abril
de 1459, el hijo de Lorenzo Seoane, Juan de Souto, solicitó que le fuese devuelta la
pieza de plata que su padre había empeñado con David. Como este último había muerto,
las autoridades orensanas, para poder determinar en el asunto, concedieron a Donouro
tres días para que presentase la documentación correspondiente.
Dos días después, el 12 de abril, ambos comparecieron de nuevo en audiencia.
Donouro no presentó ninguna documentación de su marido y, en cambio, Juan de Souto
presentó dos documentos de su padre: uno en el que reconocía que debía 130
maravedíes a David por la prenda y otro en el cual David confesaba que le había
empeñado una pieza de plata.
Es de destacar que los 130 maravedíes prestados a cambio de la prenda,
suponían una cantidad inferior al valor de la plata. En un documento del año 1432,
Abrahán de León, en subasta pública -donde se supone que el precio de adjudicación es
inferior al precio de mercado- pagó 13 blancas (3,94 maravedíes) por cada raaya de
plata. Suponiendo que el precio de la plata se hubiese mantenido, cosa realmente difícil
a lo largo de casi 30 años, se obtiene que la pieza empeñada valdría, como mínimo, 157
maravedíes (40 raayas x 3,94 maravedíes. cada una). La diferencia entre los 130
maravedíes prestado y los, al menos, 157 que podría obtener, sería el beneficio que
David pensaba obtener si Lorenzo de Seoane no pagaba la cantidad acordada.
Parece lógico pensar, por lo tanto, que los 130 maravedíes que, según el
documento, debía Lorenzo de Seoane, correspondiesen a la cantidad entregada por
David, pero no a la cantidad que debía entregarse para que se devolviera el bien
empeñado. Sin embargo, Donouro no pudo acreditar qué cantidad era la pactada para
devolver el objeto empeñado. Por lo tanto, los alcaldes dictaron sentencia defenitiva y
condenaron a Donouro a que en los siguientes nueve días diese a Juan de Souto 40
raayas de plata, -nunca se pide la misma pieza sino el peso en plata de la misma-, y a
pagar las costas. Por su parte, Juan de Souto, en el mismo plazo, debería pagar los 130
maravedíes debidos.
A lo largo de los siguientes meses, Donouro
tuvo que enfrentarse a más
problemas judiciales aparentemente todos originados por problemas económicos,
derivados, muy probablemente, de las actividades prestatarias de su marido. De esta
manera, el 4 de mayo de ese mismo año se enfrentó a otra demanda presentada por Juan
Alfonso de la que, en este caso, sale absuelta y de la que se desconocen otros datos.
Asimismo, unos días después, el 17 de mayo, le fueron embargados bienes pero, debido
al mal estado del documento, no es posible conocer más detalles.
Acibuena es otro ejemplo de como la viudedad obliga a una mujer, desconocida
hasta ese momento, a tomar acciones judiciales. Era vecina de Toro, casada con el rabí
Abrahán Daniel y madre de Rita y Daniel, judíos, vecinos de Villafranca en el reino de
Galicia. Tras la muerte de su marido reclama judicialmente a sus hijos unas casas que le
correspondían de su dote. En el pleito, en primera instancia, hace constar que se había
casado hacía veintinueve años y que su marido le prometió en dote cien mil maravedíes.
Para ello había firmado una escritura, escrita en letra judiega, que presentó en el
proceso. Abrahán Daniel había fallecido, dejando unas casas sitas en la judería de Toro,
hipotecadas a dicha Acibuena por los cien mil maravedíes de su dote, por lo que se las
reclamaba a sus hijos como herederos de su padre. La sentencia fue a favor de
Acibuena.
Otros ejemplos de mujeres que solamente aparecen en la documentación al
quedarse viudas se encuentran en los repartos de tributos del concejo de Ourense. Este
es el caso, entre otros, de la mujer de Jacob Vello, de Alegría o de Judit y su nuera.
Jacob Vello fue, quizá, uno de los miembros más importantes de la comunidad
judía de Ourense en los años finales del siglo XV, documentándose desde el año 1441
hasta el año 1484, fecha de su muerte. Tuvo categoría de vecino es decir, o bien había
nacido en Ourense o había vivido allí durante cierto tiempo, era propietario en el lugar
de bienes inmuebles y había sido admitido como vecino por el concejo. Para él como
para todos los vecinos suponía la protección del fuero local, el disfrute de los bienes
comunales y la participación en el gobierno municipal. Vivió en la Rúa Nova, una de las
calles donde se documenta un mayor número de judíos, y murió en 1484. No se precisa
la fecha pero debió de ocurrir entre el tres de julio, cuando es requerido en la sinagoga y
el 15 de agosto. En esta última fecha, en el padrón de la Santa Hermandad, cotiza, por
la Rúa Nova, a moller que foy de Jaco Vello, por lo tanto Jacob Vello ya había muerto y
es su mujer la que se hizo cargo de pagar las cantidades que les correspondían.
La existencia de Alegría, aparece recogida en el padrón de viudas de 1484, con
lo que no queda ninguna duda sobre el fallecimiento de su marido, pero también
cotizando en el padrón de 1484, por lo que al igual que la viuda de Jacob Vello tuvo que
hacer frente al pago de tributos que le correspondía.
En una lista de deudores de la Rúa das Tendas de Ourense se recoge la
referencia a la nuera de dona Jodyt, por lo que, de nuevo, existe constancia documental
de viudas relacionadas con asuntos económicos tras la muerte de sus maridos. El hecho
de que no se mencione ni al marido de Judit ni a su hijo hace pensar que éstos habían
fallecido. En la misma lista se menciona también como deudoras a la jodía Loytosa y A
jodía, lo que puede ser indicativo de su condición de viudas que han tenido que hacer
frente, sin conseguirlo, a algún tipo de pago.
En conclusión, el papel asignado a la mujer dentro de la estructura familiar
hebrea -muy similar, por cierto, al de la mujer cristina- condicionó su presencia activa
en la documentación. La mujer judía en Galicia solamente se convierte en protagonista
cuando tiene que hacerse cargo de asuntos económicos tras el fallecimiento del marido,
bien sea reclamaciones judiciales, bien sea pago de tributos. Estas condiciones de vida
fueron muy similares a las de las mujeres de otras comunidades hebreas medievales, no
suponiendo la documentación gallega sobre las mujeres judías, salvo en su parquedad,
una excepción dentro del panorama general sobre la mujer judía medieval.
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