Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.

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Moisés: del
monoteísmo al
nacionalismo.
JAIRO PULPILLO LOPEZ
1
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
«Una vez establecida la distinción, las subdistinciones son infinitas.»
Jan Assmann.
Introducción.
El objetivo de esta iniciación a la investigación es el de establecer la relación existente
entre la distinción mosaica (entre lo verdadero y lo falso en la religión) y las bases
fundamentales del nacionalismo judío, construido a base de distinguir lo verdadero en
la creación de su tradición y lo falso con el fin de justificar el establecimiento en una
tierra. Supone un viaje desde el monoteísmo instaurado por el hombre Moisés hasta las
consecuencias últimas del nacionalismo israelí.
Jairo Pulpillo López.
2
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
Índice
1. ¿Quién es Moisés?..........................................................................................3
2. La distinción mosaica……………………………………………………….5
3. La religión convertida en nación……………………………………………6
- Nación y nacionalismo………………………………………………….6
- La invención de la tradición…………………………………………….7
4. Conclusión…………………………………………………………………..9
5. Bibliografía…………………………………………………………………11
3
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
1. ¿Quién es Moisés?
E
n cualquier momento y lugar en el que preguntásemos quién es Moisés las
respuestas dadas serían sencillas: Primero dirían que es judío puesto que fue el
hombre que liberó a Israel de la esclavitud egipcia y que paseó a esa población
durante cuarenta años por el desierto. Pero no solo eso, también se diría que fue el hombre
que transmitió el pacto de Dios para con el pueblo de Israel y puso los cimientos de la
religión judía, cristiana y musulmana, del monoteísmo, al fin y al cabo. Si preguntásemos
sobre la veracidad histórica de este hombre las dudas serían más severas. Depende del
momento y lugar en el que hiciésemos las preguntas se nos diría que su historicidad es
innegable, con el consabido argumento de que así aparece en La Biblia, palabra de dios.
Otros, más cercanos al laicismo o al ateísmo negarían su existencia. Sin embargo, a pocos
(lejos del ámbito académico) se les ocurriría asemejarlo o relacionarlo con Akhenatón, y
mucho menos dirían que es egipcio.
Las controversias históricas sobre esta figura son tantas como desiertos de conocimientos
existen sobre él. No hay nada –pese a los intentos arqueológicos claramente intencionados
y faltos de perspectiva en tanto que buscan la justificación— que demuestre su existencia.
Muchos han sido los historiadores que han intentado acercarse a Moisés como figura
histórica, y muchos más los que se han estrellado en el vacío. La respuesta es sencilla: no
es una figura de la historia, sino de la memoria1. Por tanto, acercarse desde el empirismo
histórico supone un error en tanto que experiencia frustrada.
En los textos griegos y latinos podemos encontrar referencias a la figura de Moisés y a la
narración del Éxodo. Muy distintos entre sí, sirven a causas diferentes, por tanto, no
pueden ser usados como documentos que sirvan para constituir una supuesta historicidad
del hombre y el suceso. Solo pueden ser usados como lo que son, narraciones
justificatorias de una u otra posición, y no de otra forma.
La historia expuesta en el pentateuco y más arraigada en la cultura judeocristiana es de
sobra conocida: En un tiempo en el que un faraón decidió que todo varón hebreo recién
nacido debía ser ahogado en el Nilo, la madre de Moisés lo depositó en una cesta, que
echó al río egipcio. Custodiada por su hermana Miriam, la cesta sería finalmente
encontrada por la hija del faraón. Criado en la corte faraónica, un día, harto de los abusos
contra los esclavos asesinó a un capataz egipcio. Exiliado en Maidán, fue acogido por
Jetró y su familia y trabajó como pastor hasta que en el monte Horeb le habló Dios en
forma de zarza ardiente. El pedido fue que liberara al pueblo hebreo de Egipto y lo llevara
a la Tierra Prometida, la tierra de Israel, promesa dada por Dios antes a Abraham, Isaac
y Jacob. Siendo liberado este, finalmente, aunque no con facilidades, plagas y cuarenta
años de vagar por el desierto incluidos. Allí, en el monte Sinaí, Moisés recibiría y
expondría al pueblo los Diez Mandamientos, siendo los primeros:
«No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que hay
arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.»2
1
2
ASSMANN, Jan. Moisés el egipcio. Oberón, Madrid, 2003. Pg., 14.
Éxodo 20: 3 y 4.
4
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
Tras cuarenta años en el desierto y dos generaciones de hebreos, no sería Moisés el que
entrara a la Tierra Prometida, sino Josué.
Sin embargo, la historia de Moisés no está exenta de numerosísimas versiones entre los
antiguos historiadores, coincidiendo la mayoría en que era egipcio3. Flavio Josefo
relaciona, en una obra contra Apión, el éxodo de los israelitas con el éxodo que cuenta
Manetón, con el objetivo de demostrar la antigüedad del pueblo judío. Trabaja sobre dos
extractos de Manetón, el primero que trata sobre los hicsos, que conquistaron Egipto y
trataron a su población con crueldad, reinando durante más de 500 años hasta que el rey
de Tebas se rebeló y los expulsó, llegando estos hicsos a Judea. El objetivo con el que
trata el segundo extracto es el de refutar calumnias anti-judías. Según este, el rey
Amenofis quería ver a los dioses, recibiendo la noticia de que para conseguir tal objetivo
tiene que expulsar a los leprosos. Estos, una vez expulsados, eligen a Osarsiph, un
sacerdote heliopolitano, como su líder. Este formula leyes prohibiendo todo lo prescrito
en Egipto, siendo la primera de ellas la prohibición de no adorar a los dioses, no reservar
nada de sus animales sagrados y no abstenerse de otros alimentos prohibidos. Osarsiph
invitó a los hicsos a unirse a la revuelta, regresando y gobernando en Egipto durante trece
años en un período de represión mayor que el primer gobierno hicso. Adoptó el nombre
de Moisés. Finalmente, fueron expulsados de manos de Amenofis y su nieto Ramsés.4
Expone Assmann que el relato no bíblico más antiguo acerca del Éxodo es de Hecateo de
Abdera. Este narra la historia en un comienzo marcado por la devastación, una plaga,
interpretada como castigo divino, asola Egipto. La causa de dicho castigo obedece a la
presencia de extranjeros, con la introducción consecuente de sus ritos y costumbres. La
consecuencia es evidente: son expulsados, colonizando unos Grecia (liderados por
Cadmo y Dánao) y otros Palestina (guiados por Moisés).5
Lísimaco (siglo II a.C.) expondrá que los marginados en Egipto se aglutinarían en torno
a Moisés, que los saca del país. Queremón, egipcio de la primera mitad del siglo I d.C.
expone que el rey reúne a veinticinco mil leprosos y los expulsa de Egipto, siendo
entonces liderados por Moisés y José. Otra variante es la de Pompeyo Trogo, en la que
Moisés no aparece como egipcio sino como hijo de José y en que la razón del Éxodo es
también una epidemia.6
Una versión muy contraria a la versión bíblica es la que ofrece Artápano, un autor judío.
En ella Moisés es judío étnicamente pero culturalmente es el fundador de la religión y
civilización de Egipto. Identificado con Hermes, encarnó la asimilación del extranjero.7
Tácito, combinando varias versiones, expone que los judíos son llevados al desierto, y
desde allí, guiados por Moisés a Palestina, fundando Jerusalén. Este, para consolidar su
posición funda una religión.8 Estrabón, por su parte, es el autor más cercano a la
3
Ibid, pg., 49.
Ibid., pp., 45-48.
5
Ibid., pg., 49.
6
Ibid., pp., 50-51.
7
Ibid., pg., 51.
8
Ibid., pg., 52.
4
5
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
construcción de religión mosaica como monoteísmo. Según él, Moisés es un sacerdote
egipcio que decidió fundar una nueva religión y emigrar a Palestina.9
Largo fue el camino hasta la llegada de las tesis freudianas. El autor, influido por Schiller
y Karl Abraham, afirma que Moisés no era otra cosa que un egipcio y discípulo de
Akhenatón, que tras el fracaso del monoteísmo atoniano emigró, junto con un pueblo, al
desierto. Allí, por la dureza a la hora de imponer las tesis monoteístas fue asesinado. Este
asesinato comenzó a ser visto como pecado, incluso reprimido y se transformó en un
profundo sentimiento de culpa cuya consecuencia última fue la de convertir a Moisés en
el creador del pueblo judío. Tras la muerte de Moisés se daría un periodo de latencia en
el que el sentimiento de culpa se iría transformando en tradición –con una deformación
de los hechos incluida- hasta la aparición de un segundo Moisés, un medianita adorador
de Yahveh (un dios volcánico), que retoma la memoria de la tradición. Poco a poco, con
esta tradición en la penumbra, se transformó a Yahveh en el dios mosaico.10 Desde el
psicoanálisis, Freud llevó a cabo esta teoría, basado en los principios del método que el
mismo creó: tras el trauma precoz (asesinato en el desierto) y el periodo de latencia (donde
el trauma se convierte y deforma en tradición) se desencadena la neurosis, un retorno
parcial de lo reprimido (el sentimiento de culpa que convierte a Moisés en el creador del
pueblo judío).
Pese a todo esto, no es el objetivo de este trabajo encontrar la veracidad histórica de
Moisés y el Éxodo, sino exponer en base a las tesis tanto de Freud como de Assmann el
camino que llevó a un pueblo a sentirse el elegido y pasear este orgullo –para bien o para
mal—hasta sus últimas consecuencias.
2. La distinción mosaica
Basados en la tradición o a la memoria le atribuimos a este hombre Moisés la
característica de haber roto con el politeísmo y ser el encargado de establecer el
monoteísmo, aunque históricamente no hubo una ruptura monoteísta, sino momentos
monoteístas como el primer y segundo mandamientos o la historia del becerro de oro.11
El concepto de distinción mosaica fue introducido por Jan Assmann en Moisés el egipcio
y posteriormente profundizado en La distinción mosaica o el precio del monoteísmo.
Fundamentalmente, esta distinción supone una ruptura sobre la distinción de verdadero y
falso, generando posteriormente subdivisiones entre judíos y cristianos, musulmanes e
infieles, etc.12
Las características de estas nuevas religiones es que son religiones que se deben a un acto
de revelación y fundación, se levantan sobre las religiones politeístas y se distinguen de
ellas tachándolas de paganismo, idolatría y superstición. En la imagen que tienen de sí
mismas llevan impreso el pathos de una aculturación antagonista y tienen conceptos muy
9
Ibid., pp., 53-54.
FREUD, Sigmund. Moisés y la religión monoteísta. Alianza Editorial. Madrid, 2001.
11
ASSMAN, Jan. La distinción mosaica. Akal. Madrid, 2006. Pg., 9.
12
La distinción. Pg., 18.
10
6
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
claros de aquello que es incompatible con su verdad.13 Es común a todas el concepto de
verdad enfático.14
El judaísmo pues, es una cultura de la diferencia, el monoteísmo levanta una frontera que
los judíos han de mantener. Son los guardianes de una verdad solo confiada a ellos. Es
una religión de la autoexclusión, son distinguidos por dios de entre los demás pueblos. Al
ser autoexcluyente la violencia se ejerce hacia dentro, se busca eliminar a los egipcios o
a los cananeos que hay “entre nosotros”. Al elegir dios a Israel como su pueblo le realza
sobre los demás, generándose así mismo el concepto de intolerancia, que se basa en la
incapacidad o falta de ganas de tolerar opiniones diferentes. Supone una distinción entre
propios y ajenos y su incompatibilidad. Una distinción entre lo verdadero y lo falso.15
Además, es inherente a este monoteísmo una identificación “contra”, una aculturación
antagonista.16
3. La religión convertida en nación
3.1.Nación y nacionalismo
Uno de los mayores análisis a los que he podido acceder sobre la creación de naciones es
de Hobsbawm, que en Naciones y nacionalismo desde 1780 expone que junto con las
revoluciones liberales se produjo en el escenario europeo el nacimiento de los
nacionalismos. El nacionalismo renació con fuerza en los años siguientes a 1848 bajo dos
factores fundamentales: por un lado, los numerosos estados alemanes e italianos, y por
otro, los pueblos que se encontraban bajo dominación extranjera. De la tesis liberal se
extraen dos consecuencias: a) De ella se desprende que el “principio de nacionalidad” era
aplicable en la práctica sólo a nacionalidades de cierta importancia. b) La edificación de
naciones era inevitablemente vista como un proceso de expansión
Así pues, algunos pueblos y algunas nacionalidades estaban destinadas a no ser nunca
naciones del todo. Pero, ¿cuáles tenían futuro y cuáles no? En la práctica había tres
criterios que permitían que un pueblo fuera clasificado firmemente como nación.
- Asociación histórica con un estado que existiese o con un pasado largo y reciente.
- Existencia de una antigua elite cultural, poseedora de una lengua vernácula literaria y
administrativa nacional y escrita.
- Que tuviera una probada capacidad de conquista. (Para el siglo XIX la conquista
proporcionaba la prueba darviniana del éxito evolucionista como especie social).
Así era como veían los ideólogos de la era del liberalismo burgués triunfante el concepto
de nación (1830 a 1880). La veían como una etapa de evolución o progreso humano (del
grupo pequeño al grupo mayor, de la familia a la tribu y la región, a la nación, y
finalmente, al mundo unificado del futuro). Después de 1880 fue cobrando importancia
lo que los hombres y las mujeres normales y corrientes sentían en relación con la
nacionalidad.
13
Ibid. Pp., 7-8.
Ibid. Pg., 10.
15
Ibid. Pg., 24-25.
16
Ibid. Pg., 31.
14
7
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
¿Por qué y cómo un concepto como el “patriotismo nacional” pudo convertirse en una
fuerza política tan poderosa rápidamente? Puede que una de las razones sea que en
muchas partes del mundo los estados y los movimientos nacionales podían movilizar
ciertas variantes de sentimientos de pertenencia colectiva que ya existían y que podían
funcionar, por así decirlo, potencialmente en la escala macropolítica capaz de armonizar
con estados y naciones modernos. Lo que el autor Eric Hobsbawn llamará: lazos
protonacionales. Estos son de dos clases: Hay formas supralocales de identificación
popular. Existen lazos y vocabularios políticos de grupos selectos vinculados de forma
más directa a estados y que pueden acabar generalizándose, extendiéndose y
popularizándose.
Ahora bien, ¿qué es exactamente lo que constituye el protonacionalismo popular?
- Las lenguas nacionales: suelen ser intentos de inventar un idioma estandarizado
partiendo de una multiplicidad de idiomas. Cabe decir, que las lenguas se multiplican con
los estados, y no éstos con aquellas.
- La etnicidad.
- Vínculos entre religión y conciencia nacional.
- La conciencia de haber pertenecido o pertenecer a una entidad política duradera
En 1842, la Revue des Deux Mondes ya señalaba que “las verdaderas fronteras naturales
no eran determinadas por montañas ni ríos, sino más bien por la lengua, las costumbres,
los recuerdos, todo lo que distingue una nación de otra”.17
El mecanismo es sencillo, como expone Nur Masalha: Cambiar la memoria colectiva
manipulando fragmentos del pasado nacional y religioso, suprimiendo otros, elevando y
movilizando otros de una forma funcional y con fines políticos.18 Como diría Massimo
d’Azeglio: “Hemos hecho Italia, ahora tenemos que hacer a los italianos”.
3.2.La invención de la tradición.
La invención de la tradición, dice Hobsbawm, implica un grupo de prácticas de naturaleza
simbólica o ritual que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento
por medio de su repetición, lo que implica una conexión con el pasado, generalmente con
un pasado histórico que le sea adecuado. Se presentan memorias inventadas para crear
sentimientos de identidad.19 Como se ha dicho, construir una nación en base a una
tradición inventada fue una práctica corriente durante doscientos años –y aún hoy—.
Los creadores de la tradición judía o sionista contaron con una herramienta excepcional
para tal cuestión: La Biblia. Señalaron que el origen del nacimiento de la nación judía
radicaba en las tradiciones y la conquista de la tierra prometida en la Biblia hebrea.20 Los
17
HOBSBAWM, Eric J. Naciones y nacionalismo desde 1780. Crítica. Barcelona, 1997.
MASALHA, Nur. La Biblia y el sionismo: invención de una tradición y discurso poscolonial. Edicions
Bellatierra. Barcelona, 2008. Pg., 32.
19
HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence. La invención de la tradición. Crítica. Barcelona, 2002.
20
La Biblia y el sionismo. Pg., 37.
18
8
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
puntos clave de este sionismo son la redención de la tierra y la conquista de la tierra, amén
de una historicización de la Biblia como empresa nacional colectiva entre otros factores.21
Es importante hacer hincapié en el hecho de que fuese el pueblo judío, elegido entre todos
los demás, el que inaugurase el monoteísmo. La distinción mosaica, como hemos visto,
distinguió entre lo verdadero y lo falso. Una tradición convertida en costumbre e ideología
cuya consecuencia última observamos en una cuestión fundamental: Para los israelíes su
propia historia descansa sobre verdades firmes y precisas. Saben con certeza que desde
que Moisés recibió las tablas de la ley ha existido una nación judía, que son descendientes
directos de aquellos. Están convencidos de que su nación salió de Egipto y conquistó la
Tierra de Israel prometida por nada más y nada menos que la divinidad. Creen que este
pueblo es la más antigua de las naciones.22
La fe y su particular modo de entenderla, expone Ana Esmeralda Rizo López, ha sido el
rasgo predominante para la conformación y mantenimiento de este pueblo a lo largo de
la historia, o como afirma John Bright, una historia de Israel que no sea de algún modo
una historia de su fe no es significativa ni posible.23 Así mismo, Hess Moses expone que
la causa de la longevidad de esta nación se debe a la religión y a la fe. 24 Esta idea sirvió
para la creencia de ser un pueblo elegido y guiado por dios, nunca abandonado por una
alianza. Este dios le prometió una tierra en la cual vivir.25
Estas memorias no aparecen espontáneamente, sino que son depositadas capa por capa
por constructores del pasado desde el siglo XIX. Su trabajo consistió en reunir fragmentos
de las memorias religiosas judía y cristiana y construir una larga e ininterrumpida
genealogía para “el pueblo judío. Una idea, la del pasado judío, conservada hasta hoy.26
Amén del trabajo de estos intelectuales, el ascenso de la educación fue fundamental para
el calado de estas ideas. Masalha nos expone que la lectura del libro de Josué y los textos
que hablan del origen israelita son de obligatoria lectura en las escuelas de Israel.27
La religión monoteísta –o las politeístas anteriormente— sirvieron para reproducir el
poder. La consolidación de la fe se funde con el aparato administrativo, siendo la religión
así mismo –entre otros factores— una percha sobre la que colgar la historia de las
naciones.28 Cabe decir que cuanto más nacionalista fuese el autor más considerada como
verdad era la Biblia como certificado de nacimiento que probaba el origen común del
pueblo.29
Entre los autores que dedicaron su obra a la invención del pueblo judío destacan Heinrich
Graetz (1817-1891) y Simon Dubnow (1860-1941) que utilizaron textos y fuentes judíos,
primordialmente religiosas, aunque también fuentes no judías, para reconstruir una
21
Ibid., pg., 33.
SHLOMO, Sand. La invención del pueblo judío. Akal. Madrid, 2011. Pg., 27.
23
RIZO LÓPEZ, Ana Esmeralda. Nacionalismo etnocéntrico y división de poderes en la antigua
comunidad israelita. En Theologica Xaveriana. Vol 59 No. 167. Bogotá, Enero-Junio 2009
24
La invención del pueblo judío. Pg., 93.
25
Nacionalismo etnocéntrico y división de poderes.
26
La invención del pueblo judío. Pg., 28.
27
La Biblia y el sionismo. Pg., 36.
28
La invención del pueblo judío. Pp., 38-40.
29
Ibid. Pg., 85.
22
9
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
conciencia colectiva que existía desde tiempos inmemoriales.30 Estos dos autores
situaron el nacimiento del pueblo tan lejos como les fuera posible, hasta el siglo XX a.C.
Llegando a “probar” que Israel estaba presente en Canaán a finales del siglo XIII a.C.31
Así mismo, la arqueología bíblica, marcada por una tendencia sionista y en cuyas bases
se mueven desde fundamentalistas evangélicos a sionistas laicos, intentó dar
verosimilitud al Antiguo Testamento para legitimar la presencia sionista en la tierra de
Palestina.32
La nacionalización de la Biblia y su transformación en un libro de historia, por tanto,
empezó con Graetz, se desarrolló con Dubnow y Baron y se completó y perfeccionó con
los fundadores de la historiografía sionista que desempeñaron un papel destacado de
apropiación ideológica del territorio palestino.33
4. Conclusión.
Abordar una cuestión tan sumamente complicada no ha sido fácil. Primero, porque el
objetivo principal de esta iniciación de la investigación se me reveló mucho más complejo
de lo que en primera instancia percibía. Segundo, porque está construido por falta de
medios y tiempo, como aquel Moisés de Freud, sobre pies de barro. Mucho más débil,
evidentemente. Y tercero, por la dificultad inherente al tratar sobre el pueblo judío: caer
en el antisemitismo. Sin embargo, me siento satisfecho ante lo realizado, cuya idea
principal paso a exponer en forma de conclusión.
El camino que recorre el pueblo judío desde la liberación de Egipto a manos de Moisés
hasta su establecimiento definitivo como Estado de Israel tras el genocidio nazi es un
camino marcado por un carácter autoexcluyente. Este carácter proviene de su tradición y
memoria. Ellos fueron los primeros en recibir las ideas monoteístas (estudiado desde la
memoria, no desde la historia), llevando hasta la última consecuencia de estas, marcadas
en su gen: la distinción ente lo verdadero y lo falso.
Lo que comenzó con la prohibición de las imágenes, como un intento platónico de superar
el mundo de lo sensible, supuso la primera gran distinción entre lo verdadero y lo falso.
Dios los elegiría a ellos. La elección por parte de dios supone un reconocimiento por
encima de todas las demás naciones y pueblos. Impresa en el gen judío, como expone
Assmann, está la cultura de la diferencia. El monoteísmo levanta una frontera que tienen
que mantener los judíos.34
La idea fundamental de este trabajo es que la idea de la diferencia y la autoexclusión judía
permanecen en la sombra siempre, como en un periodo de latencia, trabajando desde el
subconsciente y marcando un carácter de vida hasta que encuentra la expresión perfecta
para mostrarla tal y como es con el auge del nacionalismo. Con la llegada de este se
inventa una tradición fundamentada así mismo en la invención de un pasado legitimador
de un objetivo político. Esta idea de nación –la nación más antigua de todas- es construida
30
La Biblia y el sionismo. Pg., 35.
La invención del pueblo judío. Pg., 107.
32
La Biblia y el sionismo. Pp., 283-284.
33
La invención del pueblo judío. Pg., 125.
34
La distinción. Pg., 24.
31
10
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
por un grupo de intelectuales que manipulan el pasado para transformar la memoria de
un credo religioso hasta el objetivo de convertir la religión en nación. Una nación que
lleva impresas las mismas ideas de diferenciación y exclusión que el judaísmo, pasando
la Biblia de ser un libro religioso y tanto más mitológico a ser un libro de historia, con la
consecuencia que les ha llevado a reclamar –y ocupar- como propio un territorio harto
ajeno. Parafraseando de nuevo la cita que inaugura el trabajo: «Una vez establecida la
distinción, las subdistinciones son infinitas.»
11
Moisés: del monoteísmo al nacionalismo.
Bibliografía
ASSMAN, Jan. Moisés el egipcio.
ASSMAN, Jan. La distinción mosaica.
HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence. La invención de la tradición.
HOBSBAWM, Eric J. Naciones y nacionalismo desde 1780. Crítica. Barcelona, 1997.
MASALHA, Nur. La Biblia y el sionismo: invención de una tradición y discurso
poscolonial.
RIZO LÓPEZ, Ana Esmeralda. Nacionalismo etnocéntrico y división de poderes en la
antigua comunidad israelita. En Theologica Xaveriana. Vol 59 No. 167. Bogotá, EneroJunio 2009
SAND, Shlomo. La invención del pueblo judío.
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