COMPRAVENTA DE MERCANCÍAS

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David Siuraneta Pérez
COMPRAVENTA DE MERCANCÍAS
La compraventa no es más que el cambio de una mercancía por
un precio. Su origen remoto cabe buscarlo en la permuta (es decir, en
el cambio de una cosa por otra cosa) si bien, como es evidente, hasta
que no apareció el dinero no puede hablarse de la existencia de la
compraventa.
En un plano teórico se dice que la compraventa es un contrato
consensual (exento de formalidades), bilateral (crea obligaciones para
ambas partes), obligatorio (porque genera meras obligaciones para las
partes: obligación de entrega y obligación de pago) y oneroso (se intercambian prestaciones: cosa y precio).
La compraventa mercantil se regula en el Código de Comercio (al
que también nos referiremos como “C.Co.”) en los artículos comprendidos entre el 325 y el 345, ambos inclusive si bien debemos tener en
cuenta que en nuestro ordenamiento jurídico desempeña un papel fundamental la “autonomía de la voluntad”, es decir, la libertad de los contratantes para someter sus relaciones jurídicas a las estipulaciones que
consideren más adecuadas o convenientes, casi sin límite, como se desprende del tenor literal del artículo 1255 del Código Civil según el cual
“Los contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y
condiciones que tengan por conveniente, siempre que no
sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público”.
La compraventa civil se define por el Código Civil como la obligación
del vendedor a entregar una cosa determinada y la obligación del comprador a pagar un precio cierto, en dinero o signo que lo represente.
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A su vez, la definición de la compraventa mercantil la hallamos en
el Código de Comercio (artículo 325) y, a su tenor:
“Será mercantil la compraventa de cosas muebles para
revenderlas, bien en la misma forma en que se compraron o bien en otra diferente, con ánimo de lucrarse en la
reventa”.
Expresamente el artículo 326 considera que deben quedar fuera
del ámbito de aplicación de las normas del Código mercantil:
1. Las compras de efectos destinados al consumo del comprador o de las personas por cuyo encargo se adquieren.
2. Las ventas que hicieren los propietarios y los labradores o ganaderos de los frutos o productos de sus cosechas o ganado, o de las especies en que se les paguen
las rentas.
3. Las ventas que de los objetos construidos o fabricados por
los artesanos hicieren éstos en sus talleres.
4. La reventa que haga cualquier persona no comerciante del
resto de los acopios que hizo para su consumo.
Hemos apuntado que para la validez de la compraventa mercantil
no es exigible formalidad alguna si bien, como es lógico, es recomendable plasmar el acuerdo por escrito ya que, en caso contrario, se
puede incluso poner en duda y negarse la existencia del propio contrato (tal es el caso visto por la Audiencia Provincial de Salamanca en
sentencia de 18 de septiembre de 2003, que se puede consultar en
la Base de Datos Economist & Jurist, Jurisprudencia Civil y Mercantil,
Marginal 159009).
1. Contenido de la compraventa mercantil
Las partes en el contrato de compraventa serán, en sentido estricto, dos: la parte compradora y la parte vendedora.
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No obstante, es perfectamente posible que en algunas operaciones
intervengan terceras partes, con distintas finalidades. Así, por ejemplo,
es absolutamente lícito que aparezca la figura del “avalista” o “fiador”,
al que nos referiremos más adelante, cuya misión es la de garantizar
el cumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato, siendo lo
corriente que este garante lo sea de la obligación de pago que corresponde al comprador.
Vamos a referirnos ahora al objeto sobre el que puede recaer el
contrato de compraventa mercantil.
Hemos visto como el Código de Comercio se refiere únicamente a
“bienes muebles” (eso es, todos aquellos susceptibles de apropiación
que no sean inmuebles: mercancías, máquinas, piezas, etcétera).
Los términos en que se expresa el reproducido artículo 325 C.Co.
puede hacer pensar que, en ningún caso, se puede reputar de carácter mercantil una compraventa que recaiga sobre un bien inmueble, no
obstante, existe un sector de la doctrina que defiende la tesis contraria.
La jurisprudencia existente se muestra, no obstante, reacia a aceptar tal posibilidad y como ejemplo citemos la Sentencia de 7 de junio
de 1990 dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya a
cuyo texto íntegro se puede acceder mediante la consulta de la
siguiente página web: www.civil.udg.es/NORMACIVIL/TSJC/90/STSJC
19900607:
"(...) lo que nos lleva a parar mientes ya en la eventualidad
en nuestro Derecho de la mercantil de inmuebles. La posibilidad práctica de la figura es muy problemática; y es que
si bien la fórmula que utiliza el art.º 325 del Código de
Comercio ("será mercantil la compraventa de cosas muebles ...") ha sido interpretada con conclusiones opuestas, y
en favor de la hipótesis se ha argumentado que la
Exposición de Motivos del Código vigente la admite y el art.º
326 ya no recoge la prohibición contenida en el art.º 360
del Código de 1829, en contra, con no menos serias razones, se alega la absoluta falta de regulación, la operatividad
de las leyes sobre adquisición de la propiedad territorial, y
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la dificultad o práctica imposibilidad de aplicación de
numerosas disposiciones de la sección primera del título
sexto del libro segundo del Código Mercantil, de ahí que la
Resolución de la Dirección General de los Registros y el
Notariado de 13 de diciembre de 1985 declare que "la mercantilidad de las compraventas inmobiliarias sería puramente teórica". De cualquier forma, aunque en la doctrina
parece predominar la tesis favorable, de admitirse la posibilidad práctica en ningún caso cabría con la amplitud de
la de muebles, y todavía es muy dominante el criterio de
que la compraventa inmobiliaria de "inversión pura" tiene
carácter civil, por muy brillantes que sean opiniones aisladas en otro sentido."
En lo que no existe discusión es en que la característica definitiva
de la compraventa mercantil reside esencialmente en la intencionalidad del comprador comprensiva de un doble propósito: el de revender los géneros adquiridos, sea en la misma forma en que se compraron o adecuadamente transformados y el de obtener un lucro o
beneficio en la reventa pasando a constituir circunstancia secundaria
(por utilizar palabras de la Audiencia Provincial de Asturias en
Sentencia de 27 de julio de 2005 –Base de Datos Economist & Jurist,
Jurisprudencia Civil y Mercantil, Marginal 239931–)
“la condición profesional de los contratantes en el marco de
una conceptuación sustitutoria del concepto de compra profesional por el de compra de especulación, de modo que el
carácter de mercantil descansa, no sobre la venta misma,
sino en el destino dado a ella, esto es, sobre la función
mediadora y especulativa de la operación concluida”.
Terminemos estas reflexiones generales acerca del contenido del
contrato de compraventa mercantil con una referencia al precio.
El precio debe concretarse en dinero o en signo que lo represente. Además, ha de ser cierto; es decir: debe quedar fijado su importe en el momento de otorgarse el contrato o, como mínimo, si no es
así, debe poderse determinar más tarde sin necesidad de un nuevo
contrato.
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Es en base a esta distinción que a veces se habla de “ventas a precio firme” (el precio queda fijado al otorgarse el contrato) y de “ventas
a precio variable” (las partes acuerdan que el precio definitivo quede
establecido por diversos factores a los que éstas son ajenos, como
pueden ser circunstancias del mercado).
Finalmente, digamos que es absolutamente lícito y posible que la
contraprestación del comprador consista parte en el pago de un precio y parte en la entrega de una cosa. En casos como éste surge la
duda de si la operación se trata de una compraventa o de una permuta. El Código de Comercio no regula específicamente el contrato
mercantil de permuta (le dedica un solo artículo, el 346 que remite a
los preceptos de la compraventa “en cuanto sean aplicables a las circunstancias y condiciones”) por lo que deberá acudirse al Código Civil
y, en concreto, al artículo 1446 del mismo por el cual:
“Si el precio de la venta consistiera parte en dinero y parte
en otra cosa, se calificará el contrato por la intención manifiesta de los contratantes. No constando ésta, se tendrá
por permuta, si el valor de la cosa dada en parte del precio excede al del dinero o su equivalente; y por venta en el
caso contrario”.
En definitiva, en casos como el apuntado deberá estarse a cuál ha
sido la actuación de los contratantes, en tanto que reveladora de su
intención o, en su caso, deberá compararse el importe del precio y el
valor de la cosa.
2. Obligaciones del vendedor
La obligación fundamental y esencial que incumbe al vendedor es
la entrega de la mercancía acordada.
No obstante, la mera entrega (o, cuanto menos, la puesta a disposición a favor del comprador) aún siendo imprescindible no es, en
absoluto, suficiente: debe ser hecha en el plazo y lugar pactados; la
mercancía vendida debe ser transmitida a título de propiedad y además debe ser, precisamente, la interesada por el comprador.
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Veamos separadamente cada uno de los requisitos que debe reunir la obligación del vendedor en la compraventa, cual es la entrega de
la mercancía.
1º La mercancía vendida debe serlo a título de propiedad.
En consecuencia, el artículo 345 del C.Co. establece que
“en toda venta mercantil el vendedor quedará obligado a la
evicción y saneamiento en favor del comprador, salvo pacto
en contrario”.
¿Qué significa exactamente esta obligación? Significa, ni más ni
menos, que la mercancía que se transmita debe hallarse libre de
vicios o defectos no ya materiales sino jurídicos: es decir, sin cargas,
gravámenes o, en general, derechos de terceros que impidan su libre
disfrute y disponibilidad por parte del comprador.
En tal sentido, el artículo 1475 del Código Civil en sede de compraventa, afirma que la evicción
“tiene lugar cuando se prive al comprador, por sentencia
firme y en virtud de un derecho anterior a la compra, de
todo o parte de la cosa comprada”.
La más acreditada doctrina mercantilista (y, en especial, Baldó del
Castaño) hace notar que, no obstante los tajantes términos del artículo 345 del Código de Comercio (“en toda venta mercantil el vendedor
quedará obligado a la evicción y saneamiento”), ello no es exactamente así: en la compraventa de mercancías adquiridas en almacenes
o tiendas abiertas al público no existe tal obligación como se desprende del artículo 85 del propio Código de Comercio.
En efecto, dice el mencionado precepto que
“La compra de mercaderías en almacenes o tiendas abiertas al
público causará prescripción de derecho a favor del comprador
respecto de las mercaderías adquiridas, quedando a salvo, en
su caso, los derechos del propietario de los objetos vendidos
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para ejercitar las acciones civiles o criminales que puedan
corresponderle contra el que los vendiere indebidamente.
Para los efectos de esta prescripción, se reputarán almacenes o tiendas abiertas al público:
1. Los que establezcan los comerciantes inscritos.
2. Los que establezcan los comerciantes no inscritos, siempre que los almacenes o tiendas permanezcan abiertos
al público por espacio de ocho días consecutivos, o se
hayan anunciado por medio de rótulos, muestras o títulos en el local mismo, o por avisos repartidos al público
insertos en los diarios de la localidad”.
A diferencia de las celebradas al amparo del Código Civil, no es
posible rescindir las compraventas mercantiles por causa de lesión si
bien (artículo 344) el contratante que hubiere procedido con malicia o
fraude en el contrato o en su cumplimiento deberá indemnizar por los
daños y perjuicios irrogados a la otra parte, sin perjuicio de la acción
criminal que sea procedente.
Recordemos que, según el artículo 1295 en relación con el 1291 y
1296 todos ellos del Código Civil, son rescindibles por lesión:
– Los contratos que pudieren celebrar los tutores sin autorización judicial, siempre que las personas a quienes representan hayan sufrido lesión en más de la cuarta parte del valor
de las cosas que hubiesen sido objeto de aquéllos.
– Los celebrados en representación de los ausentes, siempre
que éstos hayan sufrido la lesión antes referida y salvo que
hayan sido celebrados con autorización judicial.
2º La mercancía vendida debe ser, precisamente, la acordada con el
comprador y, además, debe hallarse en buen estado.
La mercancía debe ser la convenida y ello tanto por lo que se refiere a cantidad como a calidad: el vendedor no puede transmitir menos
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de lo acordado, pero tampoco la misma cantidad de mercancía pero
de calidad inferior a la convenida.
El artículo 330 del C.Co. empieza diciendo que
“En los contratos en que se pacte la entrega de una cantidad determinada de mercaderías en un plazo fijo, no estará
obligado el comprador a recibir una parte ni aún bajo promesa de entregar el resto (...)”
No obstante, añade a continuación, si el comprador acepta la parte
que le entrega el vendedor la venta se entiende consumada en cuanto a
lo que se haya recibido, no obstante el derecho que corresponde al primero de pedir por el resto el cumplimiento del contrato o su rescisión al
amparo de lo que establece el artículo inmediatamente anterior (329): si
el vendedor no entrega en el plazo estipulado los efectos vendidos, el comprador podrá optar entre una u otra solución, “con indemnización en uno
y otro caso, de los perjuicios que se le hayan irrogado por la tardanza”.
Por lo que se refiere al buen estado en que debe hallarse la mercancía vendida, fijémonos en el artículo 336 del C.Co. que no siempre
es tenido en cuenta y cuya inobservancia ha dado lugar a no pocas
reclamaciones judiciales.
¿Cómo debe actuar el comprador que recibe las mercancías que
resulten visibles? Resulta una conducta lógica, pero nos permitimos
insistir: el comprador debe examinar las mercancías al tiempo de recibirlas ya que si por ignorancia, por las prisas o por cualquier otra
causa certifica su conformidad con lo recibido (estampando su firma
en un albarán de entrega en el que conste tal aseveración, por ejemplo) “perderá cualquier acción que pudiera tener contra el vendedor
en alegación de la existencia de vicios o defectos de cantidad o calidad en las mercaderías”.
Algo distinto es el caso de que la mercancía se reciba enfardada o
embalada: en tal caso, previene el mismo artículo, el comprador tendrá el derecho de repetir contra el vendedor por defecto en la cantidad o calidad de las mercaderías recibidas, pero siempre que se cumplan todos y cada uno de los requisitos siguientes:
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a) Que ejercite su acción dentro de los cuatro días siguientes
al de su recibo; y
b) Que –lógicamente– no proceda la avería de caso fortuito,
vicio propio de la cosa o fraude.
Entendemos que los cuatro días son días naturales ya que el artículo 60 del Código de Comercio, en sede de disposiciones generales
sobre los contratos, es claro al afirmar que en todos los cómputos de
días se entenderán “de veinticuatro horas” es decir, sin hacer la
menor referencia a la exclusión de los días festivos.
En estos casos, podrá el comprador optar por la rescisión del contrato, o por su cumplimiento con arreglo a lo convenido, pero siempre
con la indemnización de los perjuicios que se le hubieren causado por
los defectos o faltas.
¿Existe algún mecanismo mediante el que, necesariamente, deba
expresar el comprador su disconformidad? La respuesta es negativa,
siendo válido cualquier medio que asegure la recepción al vendedor
de la queja y que, al mismo tiempo, pueda hacerse valer ante los
Tribunales en caso de conflicto.
Incluso, la jurisprudencia ha dado validez a la simple llamada telefónica, ratificada su existencia con la declaración testifical de diversas
personas que estuvieron presentes en el momento en que aquélla fue
realizada. Dice la Sentencia de la Audiencia Provincial de Zamora de
12 de marzo de 2004 (Base de Datos Economist & Jurist,
Jurisprudencia Civil y Mercantil, Marginal 168737) que la actuación
del comprador en el caso enjuiciado fue la normal
“(...) de cualquier persona a la que le sucede algo similar a lo
que le pasó a la demandada, cuando llegó al establecimiento
donde el empleado de la agencia había dejado el paquete y
procede a abrirlo y a comprobar su contenido observando que
en el mismo falta parte de lo que se ha solicitado y consta en el
albarán. Ante esta situación y en estos tiempos actuales lo primero que cualquier persona llevaría a cabo es una llamada de
teléfono al vendedor para ponerle de manifiesto los hechos”.
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Por su parte, ¿puede el vendedor hacer alguna cosa para evitar ser
objeto de reclamación?
En efecto, el Código de Comercio le ampara facultándole para exigir que en el acto de la entrega se haga el reconocimiento de las mercancías, “en cuanto a cantidad y calidad, a contento del comprador”.
Como es conocido, los vicios no son siempre aparentes. La pregunta que se plantea es si juegan, en tal caso, los plazos indicados.
Como es lógico, el Código de Comercio (artículo 342) ofrece un plazo
mayor, en concreto, treinta días. Eso sí, advierte que si no se efectúa
reclamación en tal plazo, “perderá toda acción y derecho a repetir por
esta causa contra el vendedor”.
Traemos a colación, en este punto, la Sentencia de 21 de junio de
2000 de la Audiencia Provincial de Ciudad Real (Base de Datos
Economist & Jurist, Jurisprudencia Civil y Mercantil, Marginal 34934),
muy ilustrativa:
“La compraventa mercantil tiene un estatuto específico,
recogido en el Código de Comercio, en el que buscando la
seguridad y fluidos del tráfico mercantil, se pretende que las
dudas y discrepancias sobre la correcta consumación de la
venta se despejen de manera rápida y segura, para lo que
una vez producida la entrega, se impone al comprador una
especial diligencia para dejar constancia de su voluntad
contraria a la recepción de las concretas mercancías suministradas, con la consecuencia de imposibilitarle cualquier
reclamación que no se efectúe en el plazo indicado (...).
Como recuerda la Sentencia del Tribunal Supremo de 14 de
mayo de 1.992, sintetizando las normas mercantiles al efecto aplicables "el art. 336 establece el plazo de cuatro días
siguientes al recibo de los géneros enfardados o embalados
cuando se trata de defectos de cantidad y calidad. Si los
defectos son más intensos y profundos, susceptibles de ser
acogidos en lo que el Código Mercantil denomina vicios
internos, conforme a su precepto 342, es inexcusable presupuesto que la reclamación se efectúe dentro de los treinta días siguientes a la recepción de las mercaderías".
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En ocasiones la mercancía entregada por el vendedor no es que presente defectos, vicios o taras, sino que lo suministrado se encuentra tan
absolutamente alejado de lo querido por el comprador y de lo acordado
entre ambas partes, que se puede hablar de incumplimiento contractual
(o, en su expresión latina, “aliud pro alio”: una cosa por la otra). Son
muchas las resoluciones judiciales que han analizado estos supuestos
y, a título meramente ilustrativo, reseñaremos la dictada por la Audiencia
Provincial de Girona en fecha 6 de junio de 2005 (Base de Datos
Economist & Jurist, Jurisprudencia Civil y Mercantil, Marginal 238408):
“Es claro que nos encontramos ante un supuesto de prestación diversa, habida cuenta la inhabilidad del objeto suministrado con relación a la cosa pactada, pues aunque el
líquido era correcto, el envase no lo era, siendo esencial en
la compraventa contratada para la exportación, que el producto fuera correctamente envasado y que llegara a su destino en perfecto estado, lo cual no ocurrió, siendo imposible
su aprovechamiento por el comprador final, por lo que estamos ante una entrega de cosa diversa que provoca la aplicación del artículo 1124 del Código civil, por constituir ello
verdadero incumplimiento y no un mero supuesto de vicio
interno de la cosa vendida, subsumible en la normativa de
los artículos 336 y 342 del Código de Comercio”.
3º La mercancía vendida debe ser entregada al comprador en el
plazo y el lugar convenidos.
Ya hemos visto como el artículo 329 establece que si el vendedor
no entrega en el plazo estipulado los efectos vendidos, el comprador
podrá pedir el cumplimiento o la rescisión del contrato, con indemnización en uno y otro caso, de los perjuicios que se le hayan irrogado
por la tardanza.
Pero ¿y si comprador y vendedor no se han preocupado de acordar nada al respecto? En tal caso el vendedor debe actuar con rapidez
y cautela ya que, según el artículo 337 del C.Co.
“Si no se hubiere estipulado el plazo para la entrega de las
mercaderías vendidas, el vendedor deberá tenerlas a dispo-
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sición del comprador dentro de las veinticuatro horas
siguientes al contrato”.
La cuestión del plazo de entrega así como la del lugar tiene una
enorme importancia en lo que se refiere a la transmisión de los riesgos de la mercancía vendida.
Como regla general, el artículo 331 establece que la pérdida o
deterioro de la mercancía antes de su entrega si es por accidente
imprevisto o, en general, sin que concurra culpa del vendedor, dará
derecho al comprador para rescindir el contrato, a no ser que el vendedor se hubiere constituido en depositario de las mercaderías, en
cuyo caso se limitará su obligación a la que nazca del depósito.
¿Cuándo se entenderá que ocurre tal circunstancia? En otras palabras, ¿cuándo el vendedor se habrá constituido en depositario de las
mercaderías?
La respuesta la hallamos en el artículo 339 del C.Co., según el cual
ello sucederá cuando se hayan puesto las mercancías vendidas a disposición del comprador, y éste se haya dado por satisfecho.
La entrega al comprador o, en su caso, el depósito judicial de lo
vendido a su favor supone el nacimiento, para aquél, de la obligación
de pagar el precio al contado o en los plazos convenidos.
¿Qué ocurre si el comprador rehúsa, sin justa causa, el recibo de los
efectos comprados? ¿Qué puede hacer el vendedor ante tal tesitura?
Previene el artículo 332 que si se da tal circunstancia, el vendedor
puede pedir el cumplimiento o la rescisión del contrato, si bien en el
primer caso debe depositar judicialmente las mercaderías.
¿Y si no existe una clara negativa a recibir pero si una demora en
cuanto al recibo de las mercancías? El C.Co. autoriza al vendedor a
constituir, igualmente, un depósito judicial.
En ambos casos, los gastos que origine el depósito serán de cuenta de quien hubiere dado motivo para constituirlo
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Si el contrato está perfeccionado y la mercancía se encuentra a
disposición del comprador en el lugar y tiempo convenidos, el comprador deberá pechar con los daños y menoscabos que sobrevinieren
a la misma salvo, claro está, que medie dolo (mala fe) o negligencia
del vendedor (artículo 333).
Es importante tener en cuenta que el Código de Comercio establece (artículo 338) que, salvo que las partes hayan convenido otra cosa,
los gastos de la entrega de los géneros en las ventas mercantiles serán
de cargo del vendedor hasta ponerlos, pesados o medidos, a disposición del comprador, mientras que los de su recibo y extracción fuera
del lugar de la entrega, serán de cuenta del comprador.
A tenor del artículo 334 del C.Co., el vendedor responderá por los
daños y menoscabos que sufran las mercancías sufran –incluso si ha
mediado caso fortuito– en los casos siguientes:
1. Si la venta se hubiere hecho por número, peso o medida, o
la cosa vendida no fuera cierta y determinada con marcas y
señales que la identifiquen.
2. Si por pacto expreso o por uso del comercio, atendida la
naturaleza de la cosa vendida, tuviere el comprador la facultad de reconocerla y examinarla previamente.
3. Si el contrato tuviere la condición de no hacer la entrega hasta
que la cosa vendida adquiera las condiciones estipuladas.
En operaciones internacionales es muy extendida la utilización de
los INCOTERMS. Con este término se hace referencia a las siglas o
abreviaturas que indican las distintas obligaciones asumidas por las
partes en el contrato de compraventa.
Se refieren, principalmente, a qué conceptos integrarán el precio y
a cuándo se entiende transmitido el riesgo.
Entre otras muchas, la Sentencia de 31 de mayo de 2005 de la
Audiencia Provincial de Madrid (Base de Datos Economist & Jurist,
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ta vigencia y licitud de los INCOTERMS, definiéndolos como auténticas
"reglas internacionales para la interpretación de términos comerciales".
Los INCOTERMS fueron creados en el año 1936 por la Internacional
Comercial Chamber (ICC) y han sido objeto de revisión y actualización en
distintas ocasiones (en concreto, 1946, 1953, 1967, 1976, 1980, 1990 y
2000). Entre las más conocidas destacan, por ejemplo: la cláusula FOB
(“free on board”: implica la obligación del vendedor de cargar la mercancía), la cláusula DAF (“Delivered at frontier”: obligación de entrega en la
frontera, antes de la aduana fronteriza del país colindante), la cláusula CIF
(en palabras de la referida sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid:
“(en la cláusula CIF) Cost Insurance and Freight (...puerto de destino convenido)", el riesgo debe soportarlo el comprador desde el momento en que
haya sobrepasado la borda del buque en el puerto de embarque”), la
cláusula EXW (“Ex works”: el vendedor realiza la entrega de la mercancía
cuando la pone a disposición del compradfor en el establecimiento del
vendedor o en otro lugar convenido, pero sin cargarla en un vehículo
receptor ni despacharla para la exportación) y así hasta un total de trece.
3. Obligaciones del comprador
Como no podría ser de otra manera, la principal obligación que
incumbe al comprador es la de satisfacer al vendedor el precio acordado por la mercancía que él adquiere.
A tal efecto, es importante tener en cuenta que, salvo pacto en
contrario, todas las cantidades que, por vía de señal, se entreguen en
las ventas mercantiles se reputarán siempre dadas a cuenta del precio y en prueba de la ratificación del contrato, según dispone el artículo 343 del Código de Comercio.
Como es lógico, el comprador puede incurrir en retraso en cuanto
a su deber de pago. Si ello ocurre el artículo 341 previene que se
entenderá nacida una nueva obligación a cargo del comprador, cual
es la de pagar el interés legal de la cantidad que adeude al vendedor
Puede perfectamente ocurrir, por su parte, que el comprador haya
satisfecho, en todo o en parte, el precio pero que el vendedor tenga
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aún en su poder y bajo su cargo las mercancías vendidas. Si ello es
así y los efectos vendidos perecen o se deterioran, el vendedor deberá devolver al comprador la parte del precio que hubiera recibido,
como dispone el artículo 335 del C.Co..
En cuanto a los modos de pago, las partes gozan de total libertad.
No es frecuente, salvo que el importe sea muy poco elevado, que el
precio se satisfaga en metálico. Es más habitual que el pago se articule mediante una transferencia bancaria y que se imponga al vendedor que asuma cuantos gastos financieros se puedan derivar de esta
forma de pago o, también, mediante una orden de pago bancaria.
Es asimismo posible y frecuente que el precio sea satisfecho
mediante la emisión de un cheque, de un pagaré o de una letra de
cambio. Todos estos medios de pago, si son correctamente cumplimentados, permiten al vendedor actuar ejecutivamente contra el comprador lo que significa que, con notable rapidez, podrá embargar los
bienes de éste y que no será sino después de que el Juzgado haya
efectuado la traba que se le otorgará la posibilidad de alegar lo que le
interese en su defensa.
En efecto, los artículos 819 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento
Civil regulan el “juicio cambiario”; destaquemos el artículo 821 (apartados 1 y 2) que previenen lo siguiente:
“1. El juicio cambiario comenzará mediante demanda sucinta a
la que se acompañará el título cambiario.
2. El tribunal analizará, por medio de auto, la corrección formal
del título cambiario y, si lo encuentra conforme, adoptará,
sin más trámites, las siguientes medidas:
1.ª Requerir al deudor para que pague en el plazo de diez
días.
2.ª Ordenar el inmediato embargo preventivo de los bienes
del deudor por la cantidad que figure en el título ejecutivo, más otra para intereses de demora, gastos y costas,
por si no se atendiera el requerimiento de pago”.
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La Ley de Enjuiciamiento Civil actualmente en vigor ha creado el
“proceso monitorio”, especialmente diseñado para la reclamación
rápida de sumas no elevadas adeudadas en virtud, especialmente, de
relaciones comerciales. Así, el artículo 812 establece que
“1. Podrá acudir al proceso monitorio quien pretenda de otro el
pago de deuda dineraria, vencida y exigible, de cantidad determinada que no exceda de 30.000 euros, cuando la deuda de
esa cantidad se acredite de alguna de las formas siguientes:
1.º Mediante documentos, cualquiera que sea su forma y
clase o el soporte físico en que se encuentren, que aparezcan firmados por el deudor o con su sello, impronta o
marca o con cualquier otra señal, física o electrónica,
proveniente del deudor.
2.º Mediante facturas, albaranes de entrega, certificaciones,
telegramas, telefax o cualesquiera otros documentos
que, aun unilateralmente creados por el acreedor, sean
de los que habitualmente documentan los créditos y
deudas en relaciones de la clase que aparezca existente
entre acreedor y deudor”.
Pero es que, además, añade, cuando se trate de deudas que reúnan los requisitos expuestos, podrá también acudirse al proceso monitorio, para el pago de tales deudas cuando, junto al documento en que
conste la deuda, se aporten documentos comerciales que acrediten
una relación anterior duradera.
Con independencia de todo lo anterior, el vendedor también puede
reforzar su posición si en el contrato de compraventa se estipula un pacto
de reserva de dominio. La existencia de tal pacto supone que la propiedad de las mercancías no dejara de pertenecer al vendedor hasta que la
totalidad del precio acordado haya sido satisfecho por el comprador.
Existe la posibilidad, al negociar una compraventa, de recurrir a la
figura de la fianza o del aval bancario a primer requerimiento para el
caso de que, llegado el momento, el comprador incumpla su obligación de pago.
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La fianza es un contrato por el cual “se obliga uno a pagar o cumplir por un tercero, en el caso de no hacerlo éste” (artículo 1822 del
Código Civil), obligación que si se pretende que sea solidaria (es
decir: que en caso de impago pueda el vendedor dirigirse contra el
comprador o contra el fiador, a su libre elección) deberá hacerse
constar así de forma expresa porque así lo exige el artículo 1137 del
Código Civil.
A su vez, el aval bancario a primer requerimiento (o, también, “a
primera solicitud”, “garantía a primera demanda” o “a simple
demanda”) es una figura surgida de la práctica comercial que se
diferencia de la fianza en que carece de la nota de accesoriedad.
Ello significa que el avalista que sea requerido al pago por parte del
vendedor vendrá obligado –acreditado que haya sido el cumplimiento contractual del solicitante, claro está– a atender la petición sin
poder alegar nada en su defensa y sin perjuicio de que, a continuación, reclame al sujeto avalado. Se trata ésta de una figura atípica
que es, no obstante, admitida en nuestro ordenamiento y que hasido acogida y recogida por nuestra jurisprudencia en múltiples resoluciones siendo una de las primeras la Sentencia del Tribunal
Supremo de 27 de octubre de 1992.
En operaciones de cierta envergadura se suscribe a veces una
póliza de seguro de caución. El seguro de caución se define en el artículo 68 de la Ley 50/80, de Contrato de Seguro, de 8 de octubre
(publicada en el Boletín Oficial del Estado de 17 de octubre) como
aquel en el que
“(...) el asegurador se obliga, en caso de incumplimiento por
el tomador del seguro de sus obligaciones legales o contractuales, a indemnizar al asegurado a título de resarcimiento o penalidad los daños patrimoniales sufridos, dentro
de los límites establecidos en la Ley o en el contrato (...)”.
Con esta garantía, queda cubierto el incumplimiento de una determinada obligación por parte del tomador del seguro (el comprador)
siendo lo normal que el seguro de caución adopte la forma de una
fianza que se deposita como garantía a disposición del asegurado (es
decir, del vendedor).
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Se ha destacado como ventaja principal de este tipo de seguro que
permite no tener que acudir a las entidades de crédito para que presten avales, eliminándose de esta forma la acumulación de riesgos
bancarios.
4. Compraventas especiales
En los artículos 327 y 328 del Código de Comercio se regulan tres
clases de compraventas que suelen denominarse “especiales” y ello
porque se apartan, de una u otra forma, del esquema contractual típico de esta figura, según ha sido analizada.
La primera de estas compraventas especiales es la denominada
“sobre muestras”. Dice el artículo 327 C.Co. que
“Si la venta se hiciere sobre muestras o determinando calidad conocida en el comercio, el comprador no podrá rehusar el recibo de los géneros contratados si fueren conformes
a las muestras o a la calidad prefijada en el contrato.
En el caso de que el comprador se negare a recibirlos se
nombrarán peritos por ambas partes, que decidirán si los
géneros son o no de recibo.
Si los peritos declarasen ser de recibo, se estimará consumada la venta, y en caso contrario se rescindirá el contrato,
sin perjuicio de la indemnización a que tenga derecho el
comprador”.
Un ejemplo de esta modalidad contractual la hallamos en la sentencia de 30 de octubre de 2000 de la Audiencia Provincial de
Barcelona (Base de Datos Economist & Jurist, Jurisprudencia Civil y
Mercantil, Marginal 39613).
En el artículo 328 C.Co. encontramos las otras dos compraventas
especiales. En su primer párrafo se hace referencia a la compraventa
“salvo aprobación”. Se dará esta modalidad siempre que los objetos
que se vayan a adquirir “no se tengan a la vista ni puedan clasificarse
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por una calidad determinada y conocida en el comercio”. En tal caso
se reconoce al comprador “la facultad de examinarlos y de rescindir
libremente el contrato si los géneros no le convinieren”. Para evitar
polémicas y discusiones de difícil e incierta solución, nuestro consejo
es que si la intención de los contratantes es celebrar una compraventa bajo la expresada modalidad de “salvo aprobación” suscriban el
oportuno documento en el que hagan así lo hagan constar.
Por último, el párrafo final del artículo 328 contempla la compraventa “en calidad de ensayo”, similar a la anterior: en este caso lo que
se reserva el comprador es el derecho de ensayar el género contratado, pudiendo rescindir el contrato si resulta que no es de su interés.
Debe tenerse en cuenta que esta modalidad de compraventa es
predicable respecto de cualquier mercancía; es decir, a diferencia de
lo que ocurre en la compraventa salvo aprobación y en sus mismas
palabras, los objetos vendidos pueden tenerse a la vista y pueden clasificarse por una calidad determinada y conocida en el comercio. Lo
que resulta esencial en la compraventa a calidad de ensayo es que las
partes hayan pactado de forma expresa que el comprador tiene reconocido el derecho de ensayar y el de ulterior rescisión contractual. La
exigencia de la forma escrita es, en este supuesto, no sólo aconsejable sino, prácticamente, imprescindible.
A continuación se ofrece, a título de ejemplo, un modelo de contrato como el que hemos estado analizando y estudiando.
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CONTRATO DE COMPRAVENTA MERCANTIL
DE MERCANCÍAS
En Málaga, a 19 de septiembre de 2006
REUNIDOS
De una parte, D. Pablo Pérez Fradera, mayor de edad, casado, del comercio, vecino de Fuengirola, con domicilio en Avenida Dylan Thomas, nº 89, con
N.I.F. 9.999.999-X.
Y de otra parte, Dª Eulalia Vidal Abelló, mayor de edad, casada, del comercio, vecina de Málaga, con domicilio en calle de La Ilíada, nº 21, con N.I.F. nº 998.999-X.
ACTÚAN
El primero, en nombre y representación de la compañía TARA ROAD, S.L.,
con domicilio social en Málaga, con domicilio en calle de la Rosa de Fuego,
nº 3, en su calidad de Administrador único de la misma.
La segunda, en nombre y representación de la compañía RUBY CAIRO, S.L.,
con domicilio social en Estepona, con domicilio en calle Calipigia, nº 4, en su
calidad de Administradora única de la misma.
Ambas partes reconociéndose mutuamente y teniendo la capacidad de obrar
y legitimación bastantes en la calidad en que actúan, libre y espontáneamente
MANIFIESTAN
I.- Que la compañía TARA ROAD, S.L. (en adelante, LA VENDEDORA) es
propietaria de los bienes objeto del presente contrato.
II.- Que la compañía RUBY CAIRO, S.L. (en adelante, LA COMPRADORA)
tiene interés en la compra de los bienes propiedad de la primera que se reseñan a continuación: cuarenta moldes modelo ASH-160266.
III.- Que las partes han convenido otorgar contrato de compraventa sobre
los bienes descritos en el antecedente II anterior (en adelante, LOS PRODUCTOS), de conformidad a lo estipulado en las siguientes
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CLÁUSULAS
PRIMERA.– El objeto de la presente compraventa lo constituyen LOS PRODUCTOS reseñados y detallados en el Antecedente II, al que las partes se
remiten en evitación de innecesarias repeticiones. LA COMPRADORA
adquiere LOS PRODUCTOS para la utilización en explotación mercantil.
SEGUNDA.– El precio del objeto de la compraventa será el siguiente la cantidad de 40.000,-€ (más IVA), al precio unitario de 1.000,-€ por molde.
TERCERA.– LA COMPRADORA declara haber entregado el 50 % del importe a LA VENDEDORA, quien declara haberlo recibido de su completa y plena
conformidad, quedando el resto para su abono en efectivo dentro de los
siete días siguientes a la entrega de la mercancía.
CUARTA.– El lugar de entrega de LOS PRODUCTOS será el que determine
LA COMPRADORA vía fax a LA VENDEDORA con 5 días de antelación al
momento de la efectiva entrega.
LA VENDEDORA se compromete a entregar LOS PRODUCTOS a LA COMPRADORA dentro del plazo máximo de 15 días a contar desde la fecha de
notificación del lugar de entrega. Los gastos de transporte van a cargo de la
VENDEDORA.
QUINTA.– LA COMPRADORA declara ser de su conformidad el objeto de la
compraventa corriendo el riesgo y ventura de la presente operación respecto de dicho objeto, liberando al vendedor de las obligaciones del artículo 345
del C.Co..
SEXTA.– Todos los impuestos, tasas, corretajes y demás gastos derivados
del otorgamiento del presente contrato serán de cuenta de la COMPRADORA, con la excepción de los constitutivos de los gastos que se describen en
el párrafo siguiente.
Todos aquellos gastos, ya sean judiciales o extrajudiciales, que se deriven del
incumplimiento de cualquiera de las obligaciones dimanantes del clausulado
del presente contrato, serán de cuenta de la parte que dé lugar a ellos, quedan incluidos los honorarios de Letrados, Procuradores y Peritos, aunque la
intervención de los mismos no fuese preceptiva.
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SÉPTIMA.– Ambas partes, previa renuncia expresa de su fuero propio, si es
que lo tuvieran, se someten expresamente a los Juzgados y Tribunales de
Málaga.
OCTAVA.– Este contrato tiene carácter mercantil y se regirá por sus propias cláusulas y en lo que en ellas no estuviese previsto por la legislación
española contenida en el Código de Comercio, leyes especiales y usos
mercantiles.
Y para que así conste, y en prueba de conformidad, ambas partes firman
sendos documentos originales, formalizados a un solo efecto.
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