1 RELACIÓN ENTRE CULTURA POSMODERNA Y CRISTIANISMO

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RELACIÓN ENTRE CULTURA POSMODERNA Y CRISTIANISMO EN GIANNI
VATTIMO. CRÍTICA Y PROPUESTAS PARA LA PRAXIS CRISTIANA. Jesús
Rojano Martínez
RELACIÓN ENTRE CULTURA POSMODERNA Y CRISTIANISMO EN GIANNI
VATTIMO. CRÍTICA Y PROPUESTAS PARA LA PRAXIS CRISTIANA.
Jesús Rojano Martínez
(Resumen de la Tesis doctoral)
La motivación que me ha llevado a estudiar el tema de esta tesis es la dificultad
que hoy encuentra la acción pastoral en España y en Europa Occidental a la hora
de transmitir al hombre y a la mujer de hoy el Evangelio de Jesucristo. En mi
caso, hablo desde la experiencia educativa y pastoral con adolescentes y
jóvenes. Esta preocupación pastoral es mayor que la meramente intelectual o
puramente teórica.
Es evidente que la cultura actual tiene mucho que ver con esta situación de crisis
de transmisión del cristianismo. El principal objetivo de esta tesis es comprender
la situación de la fe cristiana en el clima cultural actual, un intento de dialogar
con nuestra época y de discernir ahí los retos y llamadas del Espíritu. Esta
inquietud estaba ya presente en una llamada apremiante del Vaticano II: “Es
propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los
teólogos, auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las
múltiples voces de nuestro tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin
de que la Verdad revelada pueda ser mejor percibida, mejor entendida y
expresada en forma más adecuada” (GS 44). “Es deber permanente de la Iglesia
escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de
forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los
perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y
de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello
conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus
aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (GS 4) y “El
Pueblo de Dios, movido por la fe, que le impulsa a creer que quien lo conduce es
el Espíritu del Señor, que llena el universo, procura discernir en los
acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus
contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios”
(GS 11). En GS 62 se pide a los cristianos un esfuerzo por comprender la
manera de pensar y vivir, expresada en la cultura, de los hombres de nuestro
tiempo.
- Estos textos fueron retomados y profundizados por Pablo VI en su exhortación
apostólica de 1975 Evangelii Nuntiandi. Considero como telón de fondo de mi
tesis este párrafo del nº 20 de EN: “Lo que importa es evangelizar -no de una
manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en
profundidad y hasta sus mismas raíces- la cultura y las culturas del hombre en el
sentido rico y amplio que tienen sus términos en la Gaudium et Spes, tomando
siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las
relaciones de las personas entre sí y con Dios. El Evangelio, y por consiguiente la
evangelización, no se identifican ciertamente con la cultura y son independientes
con respecto a todas las culturas. Sin embargo, el reino que anuncia el Evangelio
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es vivido por hombres profundamente vinculados a una cultura, y la construcción
del reino no puede por menos de tomar los elementos de la cultura y de las
culturas humanas. Independientes con respecto a las culturas, Evangelio y
evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas, sino capaces de
impregnarlas a todas sin someterse a ninguna. La ruptura entre Evangelio y
cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en
otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una
generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas. Estas
deben ser regeneradas por el encuentro con la Buena Nueva”.
* Pues bien: EN ESTA TESIS ESTUDIO UNO DE LOS EPISODIOS DE ESTA
RUPTURA ENTRE FE CRISTINA Y CULTURA ACTUAL EN LOS ÚLTIMOS 40 AÑOS.
Esta ruptura tiene que ver con uno de los discursos dominantes de la cultura
occidental actual. Me refiero al discurso de la posmodernidad o
posmodernismo. La publicación de La condición posmoderna por Jean-François
Lyotard en 1979 y El fin de la modernidad en 1985 por Gianni Vattimo se
convirtieron en el pistoletazo de salida de un debate aún no concluido. Treinta
años después, muchos prefieren otros nombres: desmodernización,
modernidad
líquida,
modernidad
reflexiva,
tardomodernidad
o
modernidad tardía, hipermodernidad, ultramodernidad… El nombre o
etiqueta técnica es lo de menos. Lo cierto es que existe un fenómeno ya
duradero de crisis de la modernidad y sus valores. Por ejemplo, la
expresión MODERNIDAD LÍQUIDA, de Z.BAUMAN, fue empleada y asumida hace
un par de meses por Benedicto XVI en un discurso en una de sus audiencias de
los miércoles. Este fenómeno cultural, se llame de uno u otro modo, ha afectado
seriamente a una Iglesia que en el Concilio Vaticano II, en la década de los años
60 del pasado siglo XX, había apostado por el diálogo con el mundo moderno,
especialmente en la Gaudium et Spes.
En la tesis estudio las posibilidades y limitaciones que esta sensibilidad cultural
presenta para la praxis cristiana, intentando profundizar más allá de unos
cuantos tópicos muy repetidos. Mi impresión es que muchos discursos teológicos
siguen polemizando con la versión de la posmodernidad de los años 80. Sin
embargo, ha habido una importante evolución, que se refleja bien, por
ejemplo, en Gianni Vattimo. Por eso he elegido centrar esta tesis en este
autor italiano, cuyos postulados a favor de la posmodernidad y del
pensamiento débil le han hecho desembocar en una vuelta o RETORNO a la
fe cristiana, aunque sea desde luego una versión muy sui generis, lejana de
una plena integración en la comunidad eclesial. Ahora bien: ¿Vattimo se ha
vuelto a acercar al cristianismo a partir de los años 90, como él mismo confiesa,
a pesar de o gracias a ser posmoderno? Intentar responder esta pregunta es una
de las motivaciones principales de esta tesis, no por un interés meramente
teórico. Más bien creo que, examinando y recorriendo con el autor su camino
desde los 80 hasta ahora, podemos encontrar posibilidades y sugerencias para
transmitir la fe a los hombres y mujeres de hoy, preocupación central de la
Teología Práctica.
El objetivo de la tesis, por tanto, es establecer un diálogo con la sensibilidad
posmoderna en la versión de uno de sus más cualificados defensores, Gianni
Vattimo, e intentar ver qué caminos se cierran y cuáles se abren en dicha
sensibilidad para la transmisión y vivencia de la fe cristiana. Me centro en las
aportaciones y posibilidades que ofrece a la Teología Práctica la evolución más
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reciente, a partir de la década de los 90, de Vattimo, que ha dedicado dos libros
completos (Creer que se cree y Después de la cristiandad), y varios escritos, a
hablar de la fe cristiana. Como prueba de que el fenómeno no es un hecho
aislado, quiero destacar que el iniciador de la corriente filosófica posmoderna,
Jean-François Lyotard, estaba acabando un libro sobre las Confesiones de san
Agustín en el momento de morir en 1998. Así pues, analizar este cierto retorno
de los padres de la posmodernidad a la consideración positiva de la fe cristiana
es parte importante y objetivo central de la tesis. Se trata de un retorno lleno de
ambigüedades y limitaciones, pero también de sugerencias y posibilidades, y
creo que merece ser estudiado con detención.
* En el PRIMER CAPÍTULO se muestran las grandes líneas de un tipo concreto de
cultura, que es la sociedad occidental actual, con un análisis predominantemente
filosófico y sociológico, buscando describir sobre todo las tendencias profundas
epistemológicas y axiológicas que posibilitan o dificultan las opciones de
socialización y vida cristiana. Se acepte o no el término posmodernidad, defiendo
en dicho capítulo primero que sus principales rasgos predominan hoy en las
sociedades occidentales actuales. En este capítulo se hace una presentación
actualizada del estado de la cuestión en el debate modernidad-posmodernidad,
centrada en los aspectos que tienen que ver más directamente con nuestro
tema. Presento los conceptos de modernidad y posmodernidad, y
centrándome en la segunda, recojo diversas Definiciones, su Cronología, sus
Raíces sociales y filosóficas y sus principales rasgos, a saber:
1.
Fin de la legitimidad de los grandes relatos
2.
Caída en desgracia de la Razón
3.
Fin del mito del progreso
4.
El fin de la historia dotada de un sentido lineal y progresivo
5.
Desconfianza hacia la ciencia
6.
Superioridad del objeto sobre el sujeto: con el avance tecnológico, el ser
humano deja de llevar las riendas de su vida y es manejado por el exceso de
información y estímulos visuales.
7.
Cultura de la fachada y del espectáculo
8.
El hundimiento de la utopía
9.
Individualismo estético y fruitivo
10.
Nuevo enfoque ético
También resumo la importante crítica a la crítica posmoderna, hecha por Jürgen
Habermas y otros autores.
* En el SEGUNDO CAPÍTULO examino por qué este tipo de cultura ha acentuado
la crisis del cristianismo occidental, que ya venía desde el comienzo de la
4
modernidad. Sus consecuencias más negativas para la fe cristiana son, entre
otras:
•
nihilismo,
•
relativismo,
•
superficialidad,
•
Individualismo,
•
Crisis de pertenencia a las instituciones,
• Rebaja de la esperanza mesiánica y de las utopías sociales que ha llevado a
una aceptación acrítica del lado injusto de la globalización,
•
cierta acentuación de la secularización…
Con todo, intento evitar una condena global de la cultura posmoderna,
que en realidad no conduce a ningún sitio e imposibilita todo diálogo, y por ello
trato de mostrar también –espero que sin caer en ninguna ingenuidad- algunos
rasgos de esta cultura que pueden ser positivos, al menos potencialmente, de
cara a la praxis cristiana, como son:
• crítica de los discursos modernos ateos cerrados: así lo defiende Vattimo en
las primeras páginas de Creer que se cree: “el fin de la modernidad o, en todo
caso, su crisis, ha traído consigo también la disolución de la principales teorías
filosóficas que pensaban haber liquidado la religión: el cientifismo positivista, el
historicismo hegeliano y, después, marxista. Hoy ya no hay razones filosóficas
fuertes y plausibles para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión”. Este
hecho posibilita volver a considerar la apertura a la trascendencia
•
El gusto por la dimensión estética y simbólica,
•
un interesante y renovado interés por el Misterio (con mayúscula) y por la
experiencia mística.
* En el TERCER CAPÍTULO estudio a Gianni Vattimo, y la evolución que ha
tenido con respecto a la valoración, desde su mentalidad hermenéutica y
posmoderna, de la fe cristiana. Él mismo ha descrito como retorno su nueva
actitud hacia el cristianismo a partir de la década de los 90. Este capítulo
presenta la trayectoria de Vattimo: su interés por Nietzsche, Haidegger y
Gadamer y el pensamiento hermenéutico, que es el rasgo presente en Vattimo
desde sus primeras obras hasta la actualidad. En realidad, es un pensador
hermenéutico, pues lo de POSMODERNO o el PENSAMIENTO DÉBIL son para él
etiquetas o metáforas explicativas mucho más provisionales. Me detengo en
especial en su interés por el cristianismo a partir de comienzo de la década de
los 90, y en explicar cómo, para él, la kénosis o encarnación en debilidad de
Cristo es el verdadero centro de la revelación bíblica, con estas consecuencias:
siempre según Vattimo, el cristianismo debe centrarse en la caridad y no
en los dogmas, y debe abandonar toda pretensión de fundamentación
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metafísica, que siempre lleva a la imposición de las propias verdades y a la
violencia física o metafísica. Dios, al debilitarse, nos muestra el camino de la noviolencia y destruye el círculo de violencia presente en todas las culturas y
religiones humanas. Aquí Vattimo se inspira, a su manera, en las reflexiones del
francés René Girard. También está influido por el cristianismo de su maestro
Luigi Pareyson y por la visión espiritualista y alérgica a los dogmas y jerarquías
de Joaquín de Fiore, el abad calabrés del siglo XII. Evidentemente, en Vattimo
influyen mucho, como él reconoce, sus vivencias personales y sus sentimientos:
su condición homosexual, la experiencia de la muerte de personas queridas y la
necesidad de encontrarle un sentido, o la llamativa influencia de tener sus raíces
familiares en Calabria a la hora de interesarse por el pensamiento de Joaquín de
Fiore.
Al final del capítulo formulo 14 propuestas, en las que resumo el tipo de
cristianismo futuro que sería viable y positivo, según Vattimo. Serían las
siguientes:
1. El centro del mensaje cristiano consiste en que Dios se ha hecho kénosis y
débil en y por la encarnación de Cristo: por tanto el cristianismo no debe
temer a la secularización, sino promoverla, y también debe debilitarse la
estructura institucional eclesial.
2.
Los cristianos deben mejorar la imagen de Dios que presentan al hombre
actual. Deben presentar, por fidelidad a los textos neotestamentarios, al Dios
que nos ama hasta entregar su vida en la kénosis, al Dios que nos llama amigos
y no siervos. Un Dios que no tiene mentalidad sacrificial, pues la Salvación se
da en la kénosis, pero no a través de ella o por medio de ella.
3.
La caridad es el núcleo y criterio supremo del cristianismo, por
delante de la verdad metafísica y dogmática, pues, como suele repetir
Vatimo, “la verdad es mi amiga, pero lo son mucho más las personas”. Amica
veritas, sed magis amicus Plato.
4. El cristianismo debe prescindir de la base metafísica de los dogmas y
de los fundamentos fuertes, o sea, de lo que Heidegger denominó Onto-teología,
para reducir la violencia impositiva y dejar lugar a la caridad. El cristianismo
hoy debe explorar otras vías filosóficas para explicar la fe: Kierkegaard,
Schelling, Nietzsche, Heidegger… El pluralismo posmoderno nos permite
volver a encontrar la fe cristiana. Con Kierkegaard, los cristianos tenemos que
dar mayor valor a la libertad individual, también y sobre todo, a la de Dios, que
crea por una opción libérrima amorosa y no por una cuasi-obligación metafísica.
5.
Hay que profundizar en la interpretación hermenéutica y comunitaria de la
Biblia y de los dogmas aquí y ahora, buscando, en la estela de Joaquín de Fiore,
una mayor espiritualización y menor literalidad, pues “la letra mata y el
espíritu vivifica”. El proceso de interpretación no se cierra, no termina, porque
Dios nos sigue hablando en la historia, y la comunidad cristiana debe seguir
escuchándole.
6.
Hay que cuidar más, al expresar la fe cristiana, las dimensiones estética,
simbólica, el lenguaje metafórico, narrativo… Estos lenguajes enlazan mejor con
la cultura actual y con los mismos textos bíblicos.
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7. Prestar más atención en la vivencia cristiana a la dimensión mística,
a la experiencia personal del Misterio, a la oración personal cuidada y sabrosa
(“rezo porque me siento mejor”, explica el propio Vattimo). El descubrirnos
creaturas/criaturas contingentes nos dará la esperanza y serenidad de sabernos
en manos de un Dios-amor, y podemos redescubrir la gracia como un dejarse
llevar y fundamentar por el Dios amigable manifestado en la propia tradición
cristiana, de la que provenimos.
8.
Si el ser es evento y la revelación de Cristo en el evangelio se manifiesta
como tal, hemos de presentar y vivir el cristianismo como acontecimiento
salvador más que como una teoría ideológica con contenidos metafísicos
inamovibles. El cristianismo es un acontecimiento de salvación, no un
conjunto de dogmas.
9.
Los cristianos hoy han de promover el diálogo abierto y no hacer
callar a las personas, pues es la mayor violencia. Leyendo la historia humana
desde el acontecimiento de la kénosis de Cristo, el cristianismo debe seguir
reduciendo el nivel de violencia sagrada de nuestro mundo. Para ello, hay que
promover la libertad de cada persona, y critica el concepto de “ley natural”por
parecerle rígida. La ética cristiana, por ser una ética de la caridad, debe ser
hermenéutica, respetuosa, piadosa.
10.
Atender a los débiles de este mundo es una de las principales
tareas de la Iglesia cristiana, pues proviene de un Dios hecho debilidad. Esto
se ha de plasmar en promover y ayudar a los pobres del tercer y cuarto mundo,
víctimas de la mala globalización; pero también a los diferentes, a los
marginados o excluidos por sus pertenencias raciales, religiosas, sociales,
sexuales… Los cristianos no deben contribuir a la discriminación de esas
personas, sino a su inserción social.
11.
Los cristianos deben trabajar en la búsqueda de la paz entre los
pueblos y en el ecumenismo y en el diálogo interreligioso como una aplicación
práctica, e imprescindible hoy día, del primado de la caridad.
12. Los teólogos y pensadores cristianos deben esforzarse por formular y vivir
una religiosidad que evite dos extremos: el fanatismo de la fe ciega y el
escepticismo de una razón sin raíces y sin una comprensión efectivamente
agarrada al mundo.
13.
Los cristianos deben prestar especial atención a la lectura y escucha
de los signos de los tiempos. Apoyados en una atenta ontología de la
actualidad, han de captar la sensibilidad de la época.
14.
Prestar atención a la experiencia del retornar de muchos contemporáneos
a considerar de nuevo la tradición cristiana, “como una voz que hemos oído ya”.
Los cristianos han de ofrecerse para acompañar a tantos hombres y mujeres que
experimentan hoy en día los límites y finitud de ser humanos (muerte,
inseguridad, pobreza, pérdidas dolorosas, insuficiencia de las ciencias para dar
sentido a la vida…), para desde ahí hacer hablar a la tradición cristiana
occidental, que permanece como recurso de sentido.
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* En el CAPÍTULO CUARTO, por fin, hago la valoración crítica de las
posiciones de Vattimo, con sus posibilidades y limitaciones, presentando y
elaborando las sugerencias que el pensamiento del autor italiano ofrece a la
reflexión de la Teología Práctica. Hago una crítica de la descalificación global que
hace Vattimo de los dogmas, de la ley natural, del concepto de verdad… También
critico la deficiencia de ciertos conceptos teológicos que emplea, como es el caso
de la doctrina de la gracia o de la kénosis. Por poner ejemplo de su rechazo del
concepto de verdad, respondo a Vattimo que, si ciertas visiones fundamentalistas
y patológicas de la verdad son dañinas, no se trata de eliminar el concepto de
VERDAD en general, como él propone, sino de depurar y evitar sus derivas
patológicas. Por otro lado, constato repetidas veces que Vattimo conoce poco la
teología del siglo XX y su importante evolución, y a veces ataca fantasmas ya
superados. Él es profesionalmente filósofo, pero no teólogo.
Acabo dicho capítulo con una serie de propuestas prácticas de cara a la acción
pastoral presente y futura. Estas propuestas surgen de tomar en serio estas
palabras de Pablo VI en EN: “Las maneras de evangelizar cambian según las
diversas circunstancias de tiempo, lugar, cultura” (EN 40). Y estas otras: “Las
iglesias particulares tienen la función de asimilar lo esencial del mensaje
evangélico, de trasvasarlo, sin la menor traición a su verdad esencial, al lenguaje
que esos hombres comprenden y, después, de anunciarlo en ese mismo
lenguaje. La evangelización pierde mucho de su fuerza y eficacia si no toma en
consideración al pueblo concreto al que se dirige, si no utiliza su lengua, sus
signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, si no llega a su
vida concreta” (EN 63). Pues bien, acompañar el recorrido vital e intelectual de
Vattimo nos siguiere pistas interesantes que pueden seguirse y errores que
deben evitarse. De unas y otras, saco las siguientes CONCLUSIONES PRÁCTICAS
PARA LA ACCIÓN PASTORAL:
1) Dado que El motivo principal del peculiar retorno de Vattimo al cristianismo es
la pregunta por el sentido, propongo partir de la búsqueda de sentido, de las
preguntas e inquietudes del hombre de hoy, y ofrecer el EVANGELIO como lo
hacía Jesús: oferta de Vida en Abundancia.
2) Favorecer una experiencia personal y gratificante del Misterio, el encuentro
personal con Dios, y favorecer un lenguaje respetuoso y humilde, apofático,
sobre él. Hacen falta maestros de espíritu que acompañen a tantos buscadores
que desean un contacto gozo con la trascendencia.
3) Poner la caridad en el centro, hacia dentro y hacia afuera de la
comunidad eclesial. Darle un papel clave en las relaciones personales y
comunitarias, en el diálogo con los no creyentes, y en el compromiso por la
justicia y en el campo de la diaconía eclesial.
4) Potenciar una acción pastoral hermenéutica, que facilite medios para
interpretar sin rebajar el mensaje evangélico, adaptándose a las diversas
culturas y grupos. Enseñar a diferenciar lo esencial de lo secundario al dar razón
de nuestra esperanza, favoreciendo una lectura actualizada y rica de la
Biblia.
5) Cuidar el uso pastoral del lenguaje: que sea inteligible para el ser humano
actual; que sea más vital y existencial, más simbólico, más narrativo.
8
6) Tener en cuenta la secularización como signo de los tiempos, no sólo
como peligro, sino también como oportunidad de desarrollar una
espiritualidad encarnada, más pegada a la tierra, pues “fuera del mundo
no hay salvación” (Schillebeeckx); pero, a la vez, preparar para evitar el
secularismo que prescinde de Dios. Es necesario actualizar la distinción entre
sana secularidad y mal secularismo que hizo la GS.
7) Promover la vida de comunidades cristianas acogedoras y “nutritivas”, o sea,
que ofrezcan a los que a ellas se acercan una vivencia cristiana rica en
contenidos y experiencias: celebraciones, compromiso social, revisión de vida,
compartir bienes espirituales, etc. Esto conlleva recrear la Iniciación Cristiana,
para que sea más experiencial y comunitaria, en la línea del Catecumenado de
los primeros siglos.
8) La situación cultural actual nos urge, hoy más que hace 35 años, a recordar y
practicar que “la Iglesia existe para evangelizar” (EN 14). Está claro que es
precisa “una nueva evangelización”. Y como hoy muchos discursos quedan en
“juegos de lenguaje”, la mejor vía de evangelización sigue siendo el testimonio,
como ya se decía, en la Evangelii nuntiandi 41. Es prioritario dar cauces al primer
anuncio.
9) En un tiempo en que las trayectorias biográficas suelen ser fluctuantes, como
es el caso de Vattimo, es necesaria una pluralidad y diversificación de ofertas
pastorales, una flexibilidad en los itinerarios catequéticos y formativos, y una
atención más atenta a cada persona, privilegiando un acompañamiento espiritual
respetuoso y propositivo.
POSMODERNIDAD DESDE EL CRISTIANISMO
Pedro Maza Bazán
http://servicioskoinonia.org/relat/023.htm
Aparición original: Estudio Agustiniano, 24(1989)391-404 y «Selecciones
de Teología», Barcelona,118 (abril-junio 1991)154-160
Contenido: ¿Cómo evangelizar en un mundo postmoderno? La
postmodernidad es la expresión de una conciencia fragmentaria, del
sincretismo de las visiones. De los sistemas unitarios se ha pasado a una
sensibilidad del particularismo, la diseminación y el disenso. Comprender
este fenómeno es paso previo fundamental para poder responder al reto
que plantea a la Iglesia.
Postmodernidad significa inhibición respecto a los asuntos públicos. Ya no se
invierten efectivamente en los grandes sistemas ideológicos. El joven se
retrotrae al grupo de iguales. Todos los estereotipos sobre nuestra cultura
apuntan a una evasión de la realidad: no se espera poder interpretar el
mundo, ni tampoco poder transformarlo. Por ello todo cambio histórico
hacia la justicia aparece como un círculo cuadrado histórico. Se tiene la
experiencia de un mundo duro, sórdido que no se acepta, pero que no se
puede cambiar. Muere el mito del cambio social y el desengaño hace mella
en los valores. La ética del «todo vale» se instala en todos los corazones. La
postmodernidad es un estado de ánimo, el resultado de un desengaño: el
mundo es un valle de lágrimas, pero no hay otra patria. Sólo queda el
«pequeño placer».
La juventud postmoderna
El consumismo, con su lujuria de los objetos, produce tipos cada vez más
narcisistas. El narciso vive obsesionado con la propia imagen, preocupado
de sí mismo, vivir equivale a sentir sensaciones, cuanto más fuerte mejor.
Obligada a una adolescencia forzosa prolongada por el paro y la duración de
los estudios, la juventud experimenta una demora en la adquisición de
responsabilidades. Son jóvenes sin futuro, sin memoria.
El tipo duro de narciso es el pasota, ser ombligocéntrico y
descomprometido, pues pasa de todo, menos de sí mismo. Como no hay
futuro, la salvación acontece en el presente, es instantánea y se produce en
la aceleración de las experiencias (adición a los km/h, el estéreo, la droga).
Si nos esperamos, nos volemos viejos.
La postmodernidad filosófica
La postmodernidad no es sólo un estilo de vivir, sino también un modo de
pensar. La modernidad prometio que una razón libre engendraría una
sociedad libre. Los postmodernos ven las diferencias entre las promesas y la
realidad. La crítica a la modernidad se concreta en los puntos siguientes:
a) Desencanto de la razón: La razón no es un espejo de la realidad. Ya Marx
advirtió que el conocimiento ofrece la imagen interesada y parcial de los
detentadores del poder. Freud nos remite al inconsciente. Heidegger
advierte en el pensamiento occidental una tendencia a la objetivación, el
cálculo y el raciocinio que olvida otras dimensiones de lo real. Wittgenstein
nos enseña a la razón atrapada en la red del lenguaje vinculado a la historia
y al estilo de vida del colectivo humano. Se genera un socratismo pesimista
que sabe demasiado sobre las miserias de la razón.
b) La aceptación de la pérdida de fundamento: La razón no puede
establecer ningún punto fijo donde anclar el barco de la reflexión. Esto
producía turbación de los modernos; el postmoderno no llora la pérdida de
seguridad; se avista un tiempo de indeterminación.
c) El rechazo de los grandes relatos: Si no es posible fundar las visiones de
la realidad sobre tierra firme, ¿qué son las grandes visiones filosóficas,
políticas y religiosas típicas de la modernidad? Son grandes relatos que
buscan dar una coherencia y sentido a nuestra experiencia de la vida y a la
colectividad humana. No pueden tener pretensiones de objetividad, son
puras narraciones: tras ellas se esconde un uniformismo totalitario;
fascinan por su oferta de sentido y salvación pero han justificado la
barbarie, desde el marxismo al cristianismo. Tras ellos anida la legitimación
del terror, la eliminación de las diferencias y la imposición militar, mecánica
o espiritual del uniformismo. La postmodernidad no cree en los
metarrelatos; se opone a los uniformismos disciplinadores. Hay que vivir la
heterogeneidad. La ética solo puede ser provisional.
d) El fin de la historia: Al renunciar a los grandes relatos despedimos el
sentido de la historia, pero esto no es una tragedia sino la ocasión para
realizarse: vivimos en la inmediatez.
e) La estetización general de la vida como política: La razón pasa a ser
instrumento fruitivo, no objetivamente. Para los modernos esto supone una
visión de la vida; pero el abandono de lo universal nos deja indefensos ante
el poder y hace derivar la postmodernidad hacia el neoconservadurismo.
El marxismo ha tenido gran influencia en este proceso al confundir la
solidaridad con el mito milenarista del cielo en la tierra. La postmodernidad
no niega los análisis marxistas, sino sus soluciones, sus promesas no
cumplidas.
Raíces sociales de la postmodernidad
a) Lo económico como central: el centro ocupado por la religión dejó paso a
lo económico.
b) Un mundo burocratizado: el gran desarrollo industrial requería
organización: la burocracia responde a una lógica de dominación y
jerarquización. La apatía es la reacción de la postmodernidad, que deteriora
gravemente el ambiente humano.
c) Un mundo de cosmovisiones fragmentadas: se descubrió que en la razón
anidan diversas dimensiones -científica, ético-política, estética...- que se
diferencian causando un pluralismo de racionalidades y saberes. Ya no hay
razón: no posee un saber fuerte.
Postmodernidad y cristianismo
Antes se atacaba a la Iglesia por ser infiel a la utopía; ahora se dice que la
Iglesia no tiene utopía, así la postmodernidad justifica su falta de aliento
utópico propio. Ha terminado la historia de los vencedores, de las grandes
palabras escritas por sus disfrutadores. Ahora aparece la verdad, el
sufrimiento, el hambre, la víctima. Todo porque la tarea fundamental de
Occidente ha sido transformar el valor de uso en valor de cambio y esta
operación caracteriza toda desvalorización. Es la reducción de los demás a
la condición de mercancía. Nadie tiene que morir por nadie, la generosidad
ha desaparecido. La Iglesia ya no debe ser compañera de viaje sino
alternativa: ha de recuperar la utopía vivida, es decir, el evangelio. Si éste
es declarado inviable para la vida pública eclesial, la postmodernidad habrá
ganado la batalla.
Lo cierto es que la crítica postmoderna ha llegado inoportunamente para la
Iglesia que apenas había llegado a comprender a la modernidad. Frente a
esta cultura de la desgana, la Iglesia ha de ser la voz de los pobres, una
llamada persistente a la solidaridad.
Iglesia y modernidad
Hay algunas instituciones sociales de la modernidad que configuran la
conciencia de los individuos:
1.- El sistema de producción industrial: ha creado el homo faber. La
fascinación por la ciencia lleva a una visión plana de la realidad. El mundo
de las ciencias se privatiza dominado por el politeísmo. La naturaleza ya no
es lo transido de divinidad.
2. - El mercado ideológico: una pluralidad de cosmovisiones compiten por la
salvación del hombre. Al caer el monopolio cosmovisional cristiano, el
relativismo y el escepticismo se irán imponiendo. Se asiste a un claro
proceso de invisibilización de la religión, cada vez más recluida en lo
privado.
3. - El regreso de lo religioso: Se trata de la vuelta de lo reprimido, pero de
forma trivializada: sectas, horóscopos, ovnis. Es un politeísmo postcristiano.
La modernidad nos obliga a vivir la fe a la intemperie, pero nos recuerda
que cualquier defensa que no sea la de los débiles provoca la llegada de la
amoralidad.
La sociedad de consumo
El consumo es otra institución social heredada de la modernidad y tiene tal
importancia que merece un amplio tratamiento, pues esta detrás de los
fenómenos sociales mencionados.
La economía clásica estudió la producción, pero no el consumo, dando por
sentado el comportamiento racional del consumidor que distribuye sus
ingresos, según las necesidades para maximizar el bienestar. No es explican
los gustos y necesidades a pesar de su incidencia en el proceso productivo.
La economía formal destaca la soberanía del individuo, que a través de sus
actos de compra determina que se produce y cuanto.
Pronto empezaron las críticas a causa del carácter manipulador de la
publicidad. Se dijo que el consumo de la clase más alta marca la pauta al
resto. Las pautas de consumo son normas sociales para el status
correspondiente. Por tanto, la posesión y utilización de objetos es vivida
como signo de clase. Estos análisis terminaban con la idea de la soberanía
del consumidor. Pero la antropología inducida en el individuo, que lee su
vida a la luz de un código económico, constituye el punto de partida en el
estudio del ser de nuestros contemporáneos.
1. El consumo como ambiente: el consumo es una evidencia que nos rodea;
los grandes almacenes son el exponente del consumo como ambiente. En
ellos se da la desaparición del dinero líquido signo de la vida real para
conducirnos a un mundo irreal donde el bien producido se presenta como
don entregado. Estos objetos ordenados en series nos llevarán siempre a
comprar lo que este en límite de nuestras posibilidades económicas.
Devenimos funcionales entre los objetos con los que convivimos.
2. El consumo como mito: consumir es participar de un pensamiento
mágico: la creencia en el poder de los signos. Las pequeñas satisfacciones
consumidas constituyen prácticas de exorcismo a través de las cuales se
cree poder captar el bienestar total, la felicidad. Los beneficios de la
producción no son vividas como producidos sino como milagro. A través del
consumo, de la TV, no captamos la realidad sino los signos conjurados de la
realidad. La opulencia no es más que acumulación de los signos de la
felicidad en la esperanza de apropiarse así de la Felicidad. Para ello es
necesario que la Felicidad se convierta en cuantificable, mensurable a través
de los objetos y signos de confort en cuya eficacia, aquí esta lo mágico, se
cree.
3. El consumismo como simulación: los medios no nos envían al mundo, nos
dan a consumir signos. Se puede definir la practica del consumo, no como
interés o responsabilidad comprometida, sino como curiosidad y
desconocimiento. Lo real es consumido a distancia. Esta realidad
desubstancializada por la pantalla de TV, abre la cotidianidad al simulacro
del mundo. La cotidianidad representa la esfera de lo inmanente. Pero seria
insoportable si los individuos no pudieran alimentarse de los signos de lo
trascendente: político, social, cultural. Tenemos necesidad de abrir nuestra
privaticidad, si no a lo real, al menos al simulacro de lo real. Esta función es
cumplida ejemplarmente por la TV: en ella las imágenes de la exterioridad,
frecuentemente sórdida, se vuelve íntima, cálida, con un calor perverso. Se
conjuran convertidas en espectáculo. Se realiza en la pantalla a través de la
transición de imágenes, desde la guerra o el hambre a los anuncios de
coca-cola o la música hall. El espectáculo está contra el sentido; el medio es
el mensaje. Los medios de comunicación de masas tienen por función
neutralizar el carácter vívido, único, del mundo por un mundo homogéneo
en que los contenidos se asimilan entre sí. Las imágenes de TV se
convierten en metalenguaje de un mundo ausente. Publicidad y noticia
constituyen una misma sustancia visual, fónica y mítica, suscitan la misma
absorción y curiosidad.
El consumo realiza la exclusión del mundo. A través del deseo se
desculpabiliza la pasividad que está en contradicción con la moral moderna
del compromiso militante. Para resolver el conflicto que esta moral plantea
frente al hedonismo consumista, se presenta la quietud de la esfera privada
como un valor amenazado. Es necesaria la violencia del mundo exterior
para que lo cotidiano busque reforzarse en su seguridad. Ya sólo una pareja
mítica despierta interés: el parte meteorológico -obsesión por lo solar- y los
accidentes de carretera -letanía de la muerte-. Los demás hechos han
desaparecido en su especificidad, atrapados por el medio de comunicación
cuyo mensaje de total insustancialidad descodifica inconscientemente el
telespectador.
4. El consumo como lógica de la diferenciación: el consumo es un proceso
de clasificación y diferenciación social. Se consume no por su utilidad
funcional, sino como signo de prestigio. Pero precisamente queriendo
diferenciarnos, personalizarnos, nos alienamos, pues nos integramos en la
serie: las diferencias son producidas industrialmente. Esa clasificación de los
individuos según capacidades adquisitivas hace del consumo un perfecto
medio de integración y control social que sustituye con ventaja a cualquier
ideología como ritual jerárquico.
5. Génesis ideológica de las necesidades: las necesidades son la coartada
del consumo. El hombre consume porque está necesitado. Pero no es sólo
cuestión de la manipulación de la publicidad que induciría a un consumo
desmedido sino también a fenómenos como la moda. Sólo hay necesidades
porque el sistema las necesita. La satisfacción de los impulsos biológicos ser
convierte en una institución social. El deseo de prestigio y diferenciación
social es la necesidad básica.
Contra toda apariencia, la sociedad de consumo no es una sociedad de
abundancia, pues produce una pobreza psicológica. No produce bienes sino
privilegios: cuanto más se consume más lejos se siente el término final que
es la abundancia.
6. La compulsión al gozo y al narcisismo: para el consumidor ha nacido una
nueva ética, la de la compulsión al gozo, supliendo a la tradicional ética del
trabajo: si no consume no tiene derecho a ser feliz. El sistema industrial
que adiestró a la masa como fuerza de trabajo, hoy lo hace como fuerza de
consumo. Los temas del gasto, el gozo, el no-cálculo (compre hoy, pague
mañana), sustituyen a la moral de ahorro, trabajo y patrimonio. El
narcisismo del individuo es la invitación a gozar de sí a complacerse en sí
para complacer a los demás. Se ejerce especialmente sobre la mujer: se
vende mujer a la mujer; creyendo pintarse, perfumarse, es decir, crearse,
la mujer se consume a sí misma. Toda relación espontánea basada en
cualidades reales, desaparece sustituida por un sistema de signos. Ahora
cada uno encontrará su personalidad en el cumplimiento del modelo. No
cabe mayor alineación ni mayor ironía.
En una sociedad capitalista el cuerpo se convierte en objeto de un trabajo
de solicitud, bajo apariencia de liberación: hay que hacer valer el cuerpo a
través del revestimiento narcisista. El cuerpo se convierte en el mito
director de una ética de consumo. Constituido en objeto sagrado, el cuerpo,
sustituye al alma como objeto de salvación. El cuerpo y el sexo son
consumidos en cuanto desubstancializados, liberados de su sentido
profundo y abstraídos de la relación interpersonal.
7. La alineación: El consumo es vivido como ideología democrática: tiene
por función corregir las desigualdades sociales de una sociedad
estratificada: frente a la jerarquía de poder y del origen social, habría la
democracia del ocio, de la autopista y del refrigerador. Es el universal del
consumo. Tras esta coartada democrática se esconde la realidad de que la
alineación es la estructura misma de la sociedad de consumo. La
democracia implantada por el universal consumo dejará siempre intacta la
estructura de poder y decisión. En realidad el sistema ignora los contenidos
sociales, sólo conoce las condiciones de su propia supervivencia.
La alternativa es la conciencia crítica
En nuestra sociedad los grupos sociales se aglutinan alrededor de diversos
intereses económicos que dan lugar a concepciones ideológicas que a su vez
se apoderan de nuestra conciencia. ¿Cómo cuestionar esta circularidad? Dos
son los pasos a dar:
a) La sospecha: Debemos preguntarnos si lo que decimos en nuestras
convivencias, ejercicios espirituales, etc., tiene su raíz en los intereses de
un grupo social o en nuestra posición social. Una teología intimista que se
apela a la conversión de los corazones para que las personas cambien el
mundo no sólo es ingenua sino que defiende los intereses del poder. La
religión que no se tiene por política es que hace la política del poder.
b) Experiencia de lo diferente: Hacer que las personas entren en contacto
con nuevas experiencias tanto en el aspecto teórico como el práctico, que
deben ir juntos. No basta colocar la persona ante la injusticia, la tortura,
etc., hace falta dotarla de un nuevo aparato teórico.
Ni hechos brutos ni pura teoría.
¿Por qué nos tienta el inmovilismo? Lo nuevo aparece como una amenaza.
El concepto tradicional de verdad, la ley, norma, pretende captar la realidad
tal cual es, por ello no acepta disidencia; se excluye la apertura a lo
diferente. Pero la salvación está fuera de mí, en la apertura a lo otro. En la
base de la apertura esta el amor.
No sólo los individuos, también la sociedad dispone de medios para
controlar la disidencia:
a) La terapia: se trata de reforzar la adhesión afectiva para que se
abandone toda actitud de disidencia. Un gran medio terapéutico es la TV
que consigue mantener las calles vacías e impregnar las conversaciones de
los valores que al sistema económico más le convienen.
b) El control social: la vida religiosa es propensa a los controles y tiene
mecanismos que castigan al disidente de forma real o simbólica:
excomunión, pecado...
c) La temática de la conversión: cada grupo crea un bagaje para su
conversión gracias al cual los valores, ideas y modos de pensar circulan
entre sus miembros. El éxito de los grupos cristianos depende de su
capacidad de crear un repertorio de temas cristianos que alimenten su fe;
de lo contrario asumirán los valores dominantes de la conversación normal.
La fuerza de la conversión depende de lo significativos que sean los otros y
esto se encuentra en las convivencias, grupos, etc. Estos son cada vez más
importantes, en la medida en que los valores cristianos ya no circulan en el
medio ambiente.
Cuando las terapias preservan estructuras injustas son alienantes. Para el
cristiano, la temática de conversación debe ser crítica. Es necesario
neutralizar los mecanismos terapéuticos y de control social, lo cual
corresponde al educador que mostrará nuevas identidades biográficas para
los que educa, más acordes con su espíritu de libertad y justicia. Para el
que ha de ser educado, la práctica libre y la autónoma es con frecuencia
insoportable y por ello crea mecanismos de defensa ante el cambio, que
dificultan al asumir una personalidad solidaria y no narcisista. A través que
estos mecanismos intenta escapar de las condiciones de su propia
existencia, dimitir de su yo, e impide un proceso de individualización que
termine en la creación de una persona solidaria.
Entre los mecanismos de fuga más relevantes tenemos:
a) El autoritarismo por el que se incorpora al propio ser las características
poderosas del otro. El sujeto disfruta de una pseudoautonomía. Las
fatalidades se racionalizan como ley natural o voluntad divina. Existe una
autoridad anónima de especial importancia en la democracia: la opinión
pública.
b) La destructividad consiste en la fuga de la individualidad y la libertad
mediante la eliminación o la destrucción del otro. Se racionaliza como
deber, amor, patriotismo...
c) El conformismo es la fuga de la personalidad mediante la adopción plena
de los patrones establecidos. Se trata del mecanismo más común a muchos
miles de seres.
Conclusión
Los signos de los tiempos son un periódico de lectura obligada. Al norte,
nuevas tecnologías, narcisismo, paro. Al sur, hambre, armas, deuda,
indignación y donde hay fuerza, insurrección. En el este un Marx sin
Bakunin degeneró un Stalin. En el oeste un Bakunin sin Marx degeneró a
Nietzsche. Todo ello, no es fenómeno exterior a la Iglesia. Los aires de
postvaticanidad, que parecen azotarla, presagian que se puede llegar a
sancionar equivocadamente la postmodernidad. Sólo la recuperación de la
utopía evangélica de la paz y la justicia, ajena a dualismos que terminan
por arrinconar a la religión en el campo de lo espiritual y personal, puede
devolvernos a nuestra dimensión original como profetas del Reino que no es
de este mundo, pero que comienza aquí.
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