Dr. D. Juan Carlos Asurmendi Zulueta Vicepresidente de la Junta de Gobierno del Ilustre Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos de la I Región Profesionales, trabajadores, empresarios,… La tesitura que se nos presenta tiene muchos interrogantes. Para conocer un poco el estado actual, conviene recordar cuáles son nuestros orígenes. Históricamente, la dentistería se ejercía por profesionales liberales dentro del ámbito de la sanidad. Las consultas, habitualmente con un profesional, tenían uno o dos auxiliares–ayudantes. De este modelo de ejercicio derivó la figura del profesional autónomo, cuyos compromisos laborales, fiscales, económicos, etc. han tenido un marco de desarrollo determinado. Este mismo modelo es el que ha llegado a la actualidad y el que engloba a la mayoría de nosotros. Pero, con el tiempo, muchos compañeros dadas las presiones fiscales, económicas, sociales, etc. han desarrollado el modelo empresarial fundando sociedades mercantiles, bien sea anónimas, limitadas, comunidad de bienes, etc. Esto a su vez ha permitido que muchas personas no dentistas detenten la propiedad de clínicas de atención bucodental que a su vez ha generado la necesidad de contratar a dentistas con relación no vinculada a la propiedad, bien sea laboral o mercantil. Con esto y dada la plétora profesional (de la que ya nadie habla y parece que se ha asumido) emerge la figura del dentista trabajador por cuenta ajena con mucha pujanza generando nuevos marcos de relación empresa-trabajador. Si un trabajador tiene un sólo trabajo por cuenta ajena, en un sólo centro, con una remuneración fija y con un horario determinado, parece claro que genere una relación laboral. Pero, ¿qué ocurre con aquellos que parcial o temporalmente acuden a un centro de trabajo a realizar una tarea concreta, especializada, con su propia agenda de citas y cuya remuneración está en función del trabajo? Este es el problema que actualmente está afectando a muchas de las clínicas de nuestra región. Parece que desde las instituciones competentes se pretende poner puertas al campo. Intentar hasta el límite el cumplimiento del más mínimo detalle de las normas a aplicar en las relaciones empresariales no claramente definidas (¿laborales? ¿mercantiles?), puede conllevar un empobrecimiento del sector por disminuir el efecto multiplicador que genera en el incremento del consumo y de la inversión, que traducido a nuestro argot son menos clínicas en propiedad de profesionales. El asunto ha trascendido el ámbito de nuestro Colegio y, en estos momentos el Consejo General, representado en la persona de su presidente el Dr. D. Alfonso Villa Vigil, ha tomado cartas en el asunto y esperamos que se dé una pronta y satisfactoria respuesta para nuestros intereses. Como último peldaño tenemos las sociedades profesionales. Aunque esto no nos da respuesta al problema. Porque, ¿cómo puede un dentista crear una sociedad profesional sin capacidad de financiación? Estimo que el modelo es válido para muchas sociedades que quieren adaptarse a los nuevos reglamentos. Pero, ¿de verdad con este elemento de nueva creación se va a conseguir frenar el que las sociedades mercantiles de titulación no profesional (no dentistas) puedan seguir en la legalidad? Si realmente este es el fin, creo que deberíamos prestar nuestro máximo apoyo. Muchos temas que tratar quedan aún en el tintero que espero poder seguir desarrollando en posteriores fechas. Lo que sí está claro para todos es la figura del dentista trabajador por cuenta ajena como dinamizador del sector.