Explicar al “ser racional actuante”, tarea de la ética

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Explicar al “ser racional actuante”,
tarea de la ética
Fernando Sancén Contreras
Introducción
La filosofía práctica o ética ha sido considerada como parte de la filosofía de tal forma
que lo que se afirma de la filosofía primera u ontología determina las características
de la filosofía práctica. Así se habla comúnmente de una ética platónica o aristotélica
o kantiana. Como ejemplo citemos a Kant, quien en las primeras líneas de su
“Fundamentación de la metafísica de las costumbres” ubica a la ética:
“Todo conocimiento racional es o material, y considera algún objeto, o formal, y se ocupa meramente de la forma del entendimiento y de la razón
mismos y de las reglas universales del pensar en general, sin distinción de
los objetos. La filosofía formal se llama lógica, mientras que la material,
que tiene que ver con determinados objetos y con las leyes a las que están
sometidos, se divide a su vez en dos. Pues las leyes son o leyes de la naturaleza o de la libertad. La ciencia de la primera se llama física, la de la
segunda es la ética; aquélla es denominada también doctrina de la naturaleza, ésta, doctrina de las costumbres”.1
Esto trae por consecuencia que toda explicación de la realidad determina la reflexión ética cuyo objeto se concreta en el ser en tanto que actuante. Ahora bien, si
concebimos a la realidad como una realidad en movimiento perpetuo, entonces la
explicación del ser racional en acción dependerá de la explicación que se dé al ser en
movimiento.
En este trabajo2 presentamos algunos enunciados primero de una explicación
ontológica del ser en movimiento, y luego del ser racional en acción, enfatizando
Kant, I. Fundamentación de la metafísica de las costumbres, 387, 7-17. Edición bilingüe y
traducción de José Mardomingo, Ariel, Barcelona, 1999.
2
Trabajo presentado en el I COLOQUIO NACIONAL DEL COLEGIO DE FILOSOFÍA DE LA BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA. Tema: Ética sin filosofía o con filosofía. Marzo
2005. El escrito contiene algunos avances de la investigación “La moralidad en una sociedad constituida bajo el influjo de la ciencia y la tecnología” que se realiza en el área de
Polemología y Hermenéutica de la UAM Xochimilco.
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cómo dicha explicación se hace presente en el terreno de la ética. Para ello tomaremos como noción central al sujeto, aplicado en primera instancia a cualquier ser
existente en la naturaleza, y luego al hombre.
Justificación
Vemos que tanto los seres vivientes como los inanimados existen en interacción permanente, de tal manera que el movimiento o cambio puede ser considerado como
sinónimo de todo lo que existe. Nuestra herencia cultural griega, específicamente la
aristotélica, nos ha enseñado a pensar que el movimiento que observamos en la naturaleza es algo accidental, en la medida en que la esencia de cada ser, se nos ha dicho,
ya está determinada, y su permanencia a través del cambio o del movimiento asegura
la explicación de éste. Sin embargo, la ciencia actual nos impulsa a construir una
explicación del ser desde el proceso mismo de devenir en que existe la materia. Ésta,
en su composición última, es vista solamente como energía dejando de lado el tradicional concepto de materia sensible. La realidad, tal como la ve la ciencia actual,
sobre todo la física, es una perpetua interacción de unidades de energía a las que
llaman quanta de energía. Desde la energía se explica a la realidad sensible que observamos como objetos. Ortoli y Pharabod expresan lo anterior diciendo que “los objetos que conocemos los seres vivos, no son conjuntos de microobjetivos sino que son
combinaciones de entidades elementales, las cuales no son objetos”3. Esta manera de
ver a la realidad ha introducido un cambio radical en nuestra civilización, que aún no
empezamos a asimilar conscientemente. La filosofía, por su parte, no puede ignorar
estas explicaciones ni dejar de incorporarlas en las respuestas que construye acerca
del ser en cuanto ser.
En lo que a la Ética se refiere, dado que su objeto es la acción del sujeto racional,
fácilmente se puede pensar en un contexto en el que la acción hace al ser. En efecto,
el ser moral sólo se hace como tal a través de su acción. Nuestro interés, sin embargo,
va más allá y tratamos de explicar al ser moral desde una perspectiva ontológica en la
que todo ser se explica por la interacción física en que existe con su entorno. Pretendemos partir de la explicación del ser en cuanto ser desde el cambio mismo. Se requiere fundamentar que tanto la conciencia humana como la acción consciente y la
responsabilidad moral del hombre, como todo lo que existe, es construcción desde la
materia; es materia. Esto lleva necesariamente a construir una ética, cuya base sea la
explicación de todo lo que existe desde el movimiento mismo, es decir, desde el proceso de cambio en que observamos a los seres que conforman a la naturaleza.
Supuestos metafísicos de la ética
Hablar de una metafísica construida desde el movimiento mismo supone remontar
hasta los presocráticos y recuperar las ideas de pensadores como Heráclito. Supone
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Véase Orotoli, S. y Pharabod, J.P. “El cántico de la cuántica. ¿existe el mundo?”, traducción
del original francés, gedisa, Barcelona, 1977.
contrastar la explicación aristotélica del cambio desde lo permanente: la substancia;
supone también abandonar una visión esencialista de la realidad. Todo esto obliga a
una profunda reflexión para crear nuevos conceptos, nuevas categorías, y conformar
una explicación del ser desde el movimiento mismo. Esto lo realizó Alfred North
Whitehead en su Filosofía del Organismo. Él construyó un sistema explicativo partiendo del hecho de que todo lo existente es pura interacción física. Es decir, que el ser
existe en tanto que es intercambio de percepciones físicas, semejante al intercambio
de energía, que ha sido explicado por la mecánica cuántica.
Además de la complejidad que supone dicha metafísica, las características de esta
presentación nos llevan a señalar lacónicamente sólo algunos puntos de la Filosofía
del Organismo, y que enunciamos como sigue:
- la realidad se explica como un proceso de interacción física permanente de todo
lo que existe.
- todo lo que existe es solamente materia; se supera la dualidad en la interpretación del mundo: uno sensible, otro inteligible; uno reflejo del otro; uno cambiante, otro estable.
- toda entidad racional es material y su existencia equivale a un proceso permanente de cambio gracias a la interacción con las entidades de su entorno.
- el proceso de cambio tiene dos vertientes: (1) el “llegar-a-ser” de una entidad a
lo que llamamos “concrecimiento”; y (2) una transición que consiste en dejar de
ser, por la que toda entidad contiene como dato de su existencia actual aquello
que ya no es (lo que fue).
- percibir es sinónimo de existir, y por la percepción física las entidades llegan-aser. Al proceso de llegar-a-ser lo llamamos “concrecimiento”.
- el llegar-a-ser (concrecimiento) de cada entidad se explica por diferentes hechos
que están presentes en ello: (1) la prehensión sensible, que puede ser positiva o
negativa en tanto que algunas se integran en el llegar-a-ser, mientras que otras
no; (2) el “sentimiento” presente en cada entidad, por la que ésta persigue su
propia satisfacción (causa final) seleccionando las prehensiones que constituyen a
una entidad; (3) la “forma subjetiva” (ens causa sui) por la que cada entidad
dirige su propio devenir.
- la conciencia consiste en la percepción de la percepción sensible.
- el conocimiento es un dato en el devenir de toda entidad consciente.
- los datos presentes en la conciencia constituyen una “referencia simbólica” que se
refiere a la presencia de datos elaborados por la conciencia, a diferencia de la
presencia inmediata de otras entidades que son “datos” sensibles en el llegar-a-ser.
- cada entidad en su devenir constituye una “conexión extensiva” con otras entidades; extensión que constituye al espacio y al tiempo.
- el orden en las entidades físicas consiste en la presencia de un fin en un sujeto,
el cual cobra sentido por su pertenencia existencial con la totalidad; o sea, lo
que existe tiene un fin inherente respecto a la totalidad que es posible lograr
gracias a ésta.
- el fin de cada entidad consiste en un nexo necesario con las entidades actuales
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de su entorno, gracias a lo cual llega-a-ser.
- el futuro de una entidad es la potencialidad de existir, y su existencia es
“concrecimiento” (llegar-a-ser).
- en el universo cada entidad es un factor de armonía que persiste como diferencia
y oposición de otras entidades.
Estos rasgos, con los que caracterizamos a la realidad para hacerla comprensible,
pueden resumirse en la siguiente afirmación: la existencia de todo ser depende de y
equivale a la interacción que se da entre ellos. Estamos, por tanto, ante una realidad
que es proceso, devenir puro.
Pensemos por un momento en una entidad actual cuya existencia es proceso. Sólo
podremos explicarla como resultado de interacciones sensibles que tiene con otras
entidades. Su existencia es sinónimo de percepción sensible. Si su existencia es percepción sensible, ésta es lo que constituye a toda entidad, porque lo que percibe es lo
que no es, pero con ello, con lo que percibe, llega-a-ser. Al proyectar lo que sucede en
una entidad a las otras que conforman el universo, estamos ya ante una realidad cuya
existencia es proceso gracias a la percepción sensible que se da entre ellas; proceso
que consiste en llegar-a-ser (integración de prehensiones), y en el perecer.
Cabe destacar que el devenir o “concrecimiento” por el que cada entidad existe
consiste en la integración de lo que es diferente de ella; es decir, en la integración de
lo que no es, y dicha integración se realiza conforme a su forma subjetiva, es decir, a
lo que es la entidad, y a su tendencia a permanecer en el ser; y parte de lo que no es
una entidad es lo que fue, y que se integra en su devenir como un dato.
Quiero añadir que la interacción de toda entidad compleja, incluida la racional, se
da en un nivel “macroscópico” que a su vez está constituido de infinitud de entidades
actuales “microscópicas” o primarias, todas ellas ordenadas. Esto es posible gracias a
una conexión extensiva que se da en el proceso de llegar a ser y que expresa en
términos de espacio y tiempo la relación que cada entidad tiene con las entidades de
su entorno inmediato y mediato. De aquí se desprende el concepto de sociedad que
engloba a todas las entidades cuya presencia es inmediata gracias a la coincidencia
que se da respecto a su extensión.
Los rasgos de la Filosofía del Organismo que hemos enumerado son tan elementales como inexplicables, porque además de que sólo los enunciamos, lo hicimos también fuera de su contexto. Sin embargo, ha sido necesaria su presentación para indicar
los elementos de una metafísica que sirve de base para proponer una ética centrada
en la acción del ser racional y sus consecuencias.
La filosofía práctica que proponemos parte de una realidad a la que concebimos
como ordenada orgánicamente, donde todo está en relación con todo. Desde la perspectiva de cada entidad actual, ésta se encuentra integrada a otra, constituyendo una
sociedad; ésta es el resultado de la interacción por la que existe cada entidad.
El sujeto actuante
En el marco de una realidad explicada como un proceso permanente de “llegar-a-ser”,
la entidad constituida por su percepción sensible puede ser considerada como la últi-
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ma unidad del ser al que comúnmente llamamos sujeto. Hablamos de un sujeto que se
constituye por la prehensión de datos; éstos, en consecuencia, no son propiedades
que sean atribuibles al sujeto a manera de accidentes, tal como lo explica la filosofía
aristotélica. Al sostener que el sujeto se constituye a sí mismo por la prehensión de
datos, más que al término tradicional de “sujeto” nos referimos al concepto de
“superjeto” tal como lo propuso Whitehead, para enfatizar la novedad constitutiva
del proceso en el que existe. Destacamos la oposición al concepto de sujeto como
“substrato” de propiedades o accidentes, entre ellas el movimiento, para pensar en
un sujeto (superjeto) que es resultante de la interacción física.
En el campo de la ética hablamos del sujeto moral, o entidad racional; éste se
distingue de los otros sujetos por la conciencia que tiene de su percepción de sí mismo
y del entorno. El conocimiento que tiene de éste no procede de una facultad diferente
de la materia, sino que corresponde a una forma específica en que la materia se
ordena. El conocimiento es sólo un dato en el concrecimiento de un sujeto al que
llamamos racional por la forma en que se interrelaciona con su entorno. Esta forma de
interactuar propia del sujeto racional la significamos con el concepto de la intención,
generalmente presente en todas sus acciones.
Por lo anterior, sostenemos que el sujeto racional actuante constituye el objeto de
estudio de la ética. Pero dado que existe gracias a la interacción con otros sujetos o
entidades, la ética se deriva de la explicación metafísica del ser. Así, dado que proponemos que toda entidad existe en la medida en que percibe y es percibida sensiblemente, es decir, en tanto que interactúa con su entorno, la filosofía primera o metafísica, y la filosofía práctica se confunden en cuanto a la acción que es devenir constituyente. Sólo son diferentes por la conciencia que como “dato” algunas entidades
incorporan en su existencia. En esto consiste lo propio de la ética o filosofía práctica.
En consecuencia, si la realidad es devenir en la interacción, el origen de la norma
que guía cada acción del sujeto racional sólo puede ser el mismo sujeto racional. Esta
posición coincide con la afirmación central de la ética kantiana, la cual sostiene que
las leyes a las que el sujeto racional obedece no pueden provenir sino de él mismo; es
decir, él es el único que puede darse las leyes que guían su acción. Sin embargo, nos
distanciamos de Kant en la medida en que no aceptamos la radical diferencia entre el
mundo numénico y el mundo material o sensible. Para nosotros la conciencia es la
forma como deviene una entidad, que como todo lo que existe, es material. Por lo
anterior, establecemos que la ética se ocupa del hombre, de su acción y del sentido
que ésta tiene. Esta posición contrasta con la ética deontológica y también con la
teleológica porque no aceptamos otra realidad que la física o material. La ética que
proponemos tiene, por tanto, como único origen y objeto al sujeto en tanto que existe
por su entorno. Su acción no persigue otro fin que no sea él mismo. En consecuencia,
la norma ética fundamental a la que todo sujeto racional debe ajustar su acción consiste en mantenerse en su propio ser.
Conviene señalar que lo que venimos de proponer: sólo el sujeto racional puede
dictarse normas, y que obedece a la norma fundamental de mantenerse en el ser,
significa necesariamente una referencia existencial a lo otro, a lo que no es él. Es
decir, que el procurar mantenerse en el ser involucra necesariamente la existencia de
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“lo otro”, y su interacción con las entidades de su entorno. No significa que “lo otro”
deba ser sometido al mandato existencial de cada entidad de manera egocéntrica. Al
contrario, hace ver la interdependencia que para existir se da en todas las entidades
del universo. Esto lleva a pensar que en la medida en que toda entidad existe gracias
a la interacción con su entorno, depende existencialmente de éste. Por tanto, la obligación moral de mantenerse en el ser abarca necesariamente la obligación de mantener al entorno en su propio ser. Hay que añadir que esta interdependencia se da
gracias a la coincidencia en entidades por la extensión de espacio y tiempo de cada
una de ellas, tal como ya lo precisamos.
Además del sujeto que actúa, la ética se ocupa de las características propias de la
acción que realiza y de los efectos que trae consigo. Ahora bien, si señalamos cuáles
son los elementos que se encuentran presentes en toda acción del hombre, vemos que
además del sujeto racional que actúa, interviene: (1) la posibilidad real de que una
acción sea realizada; (2) la intención del sujeto para obtener algo que no posee, o para
ser algo que no es, movido por la propia satisfacción en su ser; (3) el entorno ordenado
al que nos referimos como sociedad, que abarca también a lo físico y a lo viviente, en
donde se ubica (tiempo espacio) la acción; (4) la posibilidad, para el sujeto, de
trascenderse, y (5) la’autoafirmación del sujeto racional frente a otras entidades.
Dadas las limitaciones de este trabajo, nos limitamos a señalar estos elementos que en
otro contexto deberán ser explicitados, fundamentados y proyectados al análisis de
todas sus implicaciones. Además de estos elementos, es necesario señalar también que
en toda acción está presente el futuro, primero sólo como posibilidad, y luego como
realización. Pero también se hace presente el pasado inmediato y el mediato ahora
como “dato” integrado en el “concrecimiento” de la entidad racional actuante.
Por otra parte, respecto a los efectos que toda acción realizada conscientemente
trae consigo, es conveniente destacar que cuando se concreta en el sujeto la posibilidad de trascenderse, es decir, cuando la entidad racional llega-a-ser en el proceso,
por ese mismo hecho se hace concreta también la responsabilidad del sujeto. Ésta
tiene al menos dos dimensiones: primero, con relación al propio ideal subjetivo, el
que el hombre se da racionalmente cuando realiza una acción; y luego, dado que su
existencia es interacción, por su acción consciente se concreta también una responsabilidad hacia las entidades de su entorno, y que por la conexión extensiva que existe
entre las entidades actuales, alcanza, quizás de manera progresivamente más débil, a
todo el universo. Se da, por tanto, una dimensión universal en la acción de toda entidad consciente, que puede ser vista como responsabilidad.Aquí es posible ubicar también a la libertad que concebimos como la accion hecha concreta en una dirección
determinada por la entidad racional. De esta manera el sujeto que actúa se hace a sí
mismo gracias a su acción en la medida en que ésta es un dato en su concrecimiento;
pero también conforma el entorno del que depende para llevar a cabo su acción.
El hecho de sostener que el sujeto racional se hace en la acción nos remite a una
visión orgánica de la realidad. En ésta el sujeto es causa de sí mismo por su acción, y
ésta es también causa de su entorno gracias a la relación existencialmente constituyente que guarda con las demás entidades. Es la dimensión de trascendencia, que aunque
existe en el llegar-a-ser de toda entidad, en el hombre, por su conciencia, es intencio-
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nal; es la libertad en la acción, no como mera posibilidad. En efecto, el hombre, a
través de su acción, tiende conscientemente (intención) a ser lo que todavía no es.
La intención consiste en percibir como objeto de nuestra acción lo que está allá, a
lo que aspiramos primero, y luego, a través de la acción, hacemos que esté aquí, en mi
ser, como forma subjetiva. En otras palabras, yo tiendo hacia lo otro porque lo quiero
en mí; y lo que está en mí, primero se hace presente como potencialidad desde lo otro
que no está en mí (a lo que llamamos futuro relevante), para que su presencia en mí
sea real luego de mi acción. Además, por su intención, el hombre introduce en su
entorno los cambios que desea. Vemos que la intención constituye un nexo entre el
presente y el futuro relevante, es decir, el futuro que se pretende hacer presente con
la acción. Pero dado que todo está interrelacionado, la intención, conforme a la cual
se realiza la acción, introduce en ésta una dimensión de universalidad creativa en
tanto que constituye al entorno. Por tanto, a través de la intención, el hombre es
responsable de la transformación de la realidad. Dicho de otra forma, el hombre, a
través de su acción, se hace responsable con el devenir del universo. Significa esto
que con su acción dirigida conscientemente (intención) el hombre se incorpora al
proceso creativo del universo; participa en él de manera consciente, trayendo a la
realidad lo que percibe como potencialidad.
Si dirigimos nuestro análisis a la acción desde la perspectiva de la finalidad, vemos
que su acción contiene a la causa final (intención), pero por otra parte es también
causa eficiente de otras entidades y de la misma entidad que la realiza, lo cual incide
directamente, como lo señalamos, sobre el proceso creativo. En consecuencia, su
responsabilidad no versa sólo sobre lo abstracto que pudiera representar una norma,
sino sobre el mismo proceso creativo en el que se encuentra el ser, y que es interacción
física. La reflexión ética, en tanto que está vinculada con la explicación del ser en
cuanto ser, abarca también al proceso creativo universal en el que el hombre participa
haciéndose a sí mismo y transformando su entorno. Dentro de la creatividad universal,
en efecto, por su acción el hombre procura en primera instancia su bien (afirmarse en
su propio ser) haciendo que el entorno le sea favorable como “dato” en su propio
“llegar-a-ser”.
Aquí conviene destacar que existe un paralelismo entre nuestra posición y la que
Aristóteles propone en su Ética a Nicómaco respecto del bien y de la acción del hombre. Ahí se afirma que todo ser, por el hecho de existir, tiende hacia su propio bien,
determinado por lo que cada ser ya es; por ello el origen del movimiento universal,
sostiene Aristóteles, es la tendencia hacia el propio bien. Actualmente podemos sostener que el sujeto racional, al actuar, percibe que su existencia plena solamente es
posible gracias a las otras entidades que conforman su propio entorno; percibe que su
irrenunciable autoafirmación sólo es posible gracias a su entorno; que para ser, requiere necesariamente de lo que él no es. Así, la limitación intrínseca de cada entidad
hace patente la imperiosa necesidad del otro, que en la ética aparece como responsabilidad hacia lo otro para lograr la permanencia en el propio ser.
La afirmación del ser individual gracias a “lo otro”, a lo que no es, nos remite
necesariamente a otro concepto que explica tanto la existencia material, como la
viviente y la consciente. Es el concepto de armonía, que expresa la interrelación por
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la que existen las entidades, y que añade la necesaria presencia de los contrarios y los
opuestos para lograr su permanencia en el ser. Se trata primero de una armonía universal que se refiere a todo lo que existe, pero también se refiere a un contenido de la
responsabilidad que al actuar contrae toda entidad racional respecto de su entorno.
La armonía resalta, por tanto, que junto con la propia responsabilidad de permanecer
en el ser, el “sujeto-superjeto” racional tiene como obligación fundamental la preservación y mejoramiento de su entorno.
Todo lo que hasta ahora hemos mencionado acerca de la ética y de la metafísica
remite necesariamente al concepto de creatividad como principio primero y universal
para explicar al ser en proceso. Para la Filosofía del Organismo es el Universal de
Universales en tanto que no puede ser demostrado.
En el terreno de la ética, la acción del hombre puede verse como una determinación de la creatividad universal por la que él mismo primero se trasciende y luego
ordena su propio entorno del que depende tanto para actuar como para trascenderse.
Esta participación en el proceso creativo no limita al hombre a la permanencia en su
propio ser, sino que a través de su acción consciente alcanza también al entorno físico, biológico y social que lo constituye. Esto guarda, desde luego, una correlación con
su responsabilidad respecto a la creatividad universal por la que cada hombre deviene,
y que necesariamente incluye a todas las demás entidades que conforman su entorno.
La creatividad a la que nos referimos se hace concreta a través de la acción racional en dos dimensiones: primero por el condicionamiento que impone lo que ya es el
sujeto racional actuante, y luego por lo que ya es actualmente el entorno en que se
realiza la acción. Por consiguiente, a la moralidad hay que ubicarla en la creación
(trascendencia) tanto del sujeto racional actuante, como del entorno en que actúa.
Así, la acción creativa versa sobre el presente porque a partir de éste se concibe y se
realiza dicha acción, pero versa también sobre el futuro donde se percibe la posibilidad de “ser diferente” y se hace concreta la propia trascendencia en el proceso de
creatividad universal. Por tanto, consideramos que la moralidad fluye como resultado
de la responsabilidad que el individuo contrae, por el hecho de actuar, para incorporarse, o no, conscientemente al proceso creativo.
Por lo anterior, la ética, si bien hace girar su reflexión en torno al hombre en tanto
que actúa, alcanza universalmente a su entorno físico, viviente, y social. Su fundamentación teórica, por tanto, se confunde con la explicación del ser en cuanto ser. Al
proponer una explicación del ser en movimiento por el proceso mismo, damos paso a
una ética dinámica centrada en el sujeto, específicamente en el sujeto racional que
concibe su propio bien en el bien de lo otro, y que lo proyecta hacia una responsabilidad con el entorno que sólo puede comprenderse desde la perspectiva de la creatividad universal a la que el hombre se suma conscientemente.
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