EL HOMBRE Y LA REALIDAD HUMANA

Anuncio
UNIVERSIDAD DE FLORES – UFLO
FACULTA DE PSICOLOGÍA
CURSO DE DOCTORADO EN PSICOLOGÍA
EL HOMBRE Y LA REALIDAD HUMANA: UN JUEGO DE YUXTAPOSICIÓNES Y
CONTRAPOSICIONES MUTUAS EN CLAVE DE INTEGRACIÓN
MAYEVE ROCHANE GERÔNIMO LEITE ARAÚJO
ASIGNATURA: ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA, SOCIAL Y CULTURAL
DOCENTE: PROF. DR. VICENTE RUBINO
BUENOS AIRES
2005
EL HOMBRE Y LA REALIDAD HUMANA: UN JUEGO DE YUXTAPOSICIÓNES Y
CONTRAPOSICIONES MUTUAS EN CLAVE DE INTEGRACIÓN
MAYEVE ROCHANE GERÔNIMO LEITE ARAÚJO
EL HOMBRE Y LA REALIDAD HUMANA: UN JUEGO DE YUXTAPOSICIÓNES Y
CONTRAPOSICIONES MUTUAS EN CLAVE DE INTEGRACIÓN
Monografía
presentada
al
Curso
de
Doctorado en Psicología de la Universidad
de Flores – UFLO, en cumplimiento a las
exigencias de la asignatura Antropología
Filosófica, Social y Cultural.
DOCENTE: PROF. DR. VICENTE RUBINO
BUENOS AIRES
2005
“Lo contrario se pone de acuerdo;
y lo diverso la más hermosa armonía,
pues todas las cosas se originan en la
discordia”.
Heráclito (Fragmento 10)
SUMARIO
RESUMEN
1 INTRODUCCIÓN................................................................................................
2 DESARROLLO ...................................................................................................
3 CONSIDERACIONES FINALES.......................................................................
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS...................................................................
BIBLIOGRAFÍA...................................................................................................
RESUMEN
La presente monografía tiene como propósito central el verificar la importancia
del Principio de los Opuestos para el alcance de una mirada amplia e
integradora acerca del hombre y de su mundo. Partiendo de Heráclito de Éfeso
y en una recorrida por distintos enfoques del pensamiento filosófico, a lo largo
de la historia, se destacan algunos hitos donde el énfasis se pone en el cambio y
en los opuestos como forma de aprehender la realidad.
PALABRAS-CLAVE: opuestos, cambio, movimiento, enantiodromía.
1 INTRODUCCIÓN
Disertar sobre el hombre, o mejor, intentar abrir un campo de discusión al respecto
sin una fundamentación antropofilosófica resulta un procedimiento un tanto limitado, por
lo menos desde el punto de vista académico y científico. Como es sabido, la psicología
consiste en una disciplina responsable por el estudio del hombre en su forma más compleja
de
organización:
aquello
que
se
convino
en
llamar
Psique.
Ésta
siendo
entendida/comprendida de distintas maneras, dependiendo de la escuela que la defina. A
pesar de ser, la psicología, considerada la referencia de todas las discusiones engendradas
sobre el aspecto psíquico de la materia orgánica, no es posible comprenderla sin una
discusión filosófica como piedra angular, dado que es justamente ésta, la filosofía, que abre
todo el escenario dando pasaje para aquella emerger y revelarse como tal.
La filosofía – ciencia que busca comprender la naturaleza general de los entes u
objetos no empíricos del mundo – es quien fundamenta y respalda la psicología como
disciplina científica, lo que puede ser observado a través del pensamiento contemporáneo y
de toda una retrospectiva de registros históricos. A este respecto, STERNBERG (2000)
postula que, no obstante la psicología y la filosofía estén esencialmente separadas, no lo
están de forma completa, puesto que una serie de preguntas que pertenecen al campo
psicológico permanecen arraigadas en temas filosóficos, con respecto a varios aspectos de
la mente. A título de ejemplo, el autor cita dos cuestiones constantemente presentes en la
psicología cognitiva, a saber: a) ¿Las característica psicológicas y el conocimiento humano
son innatos o adquiridos?; b) ¿Cuál sería la mejor manera de responder a esta pregunta?,
¿la contemplación racional o la observación meticulosa?
La contestación a tales preguntas invita indudablemente a una revisión intelectual
de los pensamientos de algunos de los principales filósofos de la historia, lo que culmina
con distintas perspectivas de concebir al hombre, al mundo y sus interrogantes, como son
los debates acerca de los conceptos de tesis (proposición para debate; declaración de fe),
antítesis (figura por la cual se evidencia la oposición de la declaración anterior) y síntesis
(operación que integra las ideas elementales de diferentes proposiciones).
Interesante notar que estas formas de concebir a los fenómenos tienen estrecha
vinculación con el Principio de los Opuestos, que, a su vez, se consubstancia en un
primitivo pensamiento antropológico, y, básicamente, consiste en la lucha constante de
contrarios. Este principio tiene sus raíces en la filosofía griega antigua, más precisamente,
ha sido planteado por el pensador HERÁCLITO de Éfeso (535-475 a.C.), quien preconiza
la multiplicidad del Objeto.
De acuerdo con los escritos de RUBINO (S/Fb) en Todo opera el Principio de los
Opuestos, no existe equilibrio alguno sin lucha de opuestos. Esto es inherente a la
naturaleza humana y fundamental para el equilibrio cósmico. Este autor considera, por
ejemplo, que todo ser vivo nace por interacción de dos principios: femenino y masculino,
pasivo y activo, Yin y Yang. Según él, la ley reguladora de los opuestos (Enantiodromía)
fue considerada por el gran psicólogo CARL JUNG como fundamental entre todas las
leyes cósmicas, y por tanto, entre todas las leyes psicológicas.
Es teniendo en consideración estos postulados que surge el interés en desarrollar la
teoría filosófica de HERÁCLITO de Éfeso. Más específicamente, el objetivo general de la
presente monografía consiste en verificar la importancia del Principio de los Opuestos para
el alcance de una mirada amplia e integradora acerca del hombre y de su mundo. Partiendo
de HERÁCLITO y en una recorrida por distintos enfoques del pensamiento filosófico, a lo
largo de la historia, se destacan algunos hitos donde el énfasis se pone en el cambio y en
los opuestos como forma de aprehender la realidad.
Estas corrientes, que la autora siente y considera como más cercanas, se enfocan en
el re-conocimiento del ser que se percibe como un misterio pero que se manifiesta a través
de destellos en el doloroso proceso de búsqueda. Estos pensadores, aunque con matices,
enfatizan el pensamiento en términos de opuestos como la condición básica e inherente a la
espacio-temporalidad. Esta postura metafísica sitúa al hombre lejos de la inmovilidad, la
certeza y la no aceptación de los que no comparten tal posición. Es una actitud ante el
conocimiento, ante la vida, ante uno mismo, ante los otros y ante la posibilidad del
absoluto. La grandeza está dada por el humilde re-conocimiento del ser a través de ese
proceso de “tesis”, “antítesis” y “síntesis” y por el compromiso que, a partir de ahí, se crea.
Antes de seguir con el desarrollo de la temática, conviene aclarar que hay una
multiplicidad de temas que pueden ser abordados en el ámbito de la disciplina a que se
destina la construcción de esta monografía. Por razones lógicas, es imposible abordar cada
uno de ellos. Por ende, se eligió el principio mencionado como guía de las discusiones en
foco. En este ínterin, parece oportuno hacer mención al tema-título aquí implicado, como
una forma de mejor sugerir los primeros indicios, o mejor diciendo, el camino del
desarrollo del presente trabajo, a saber: “El hombre y la realidad humana: un juego de
yuxtaposiciones y contraposiciones mutuas en clave de integración”. En una tentativa de
vislumbrar otros horizontes y desdoblamientos al promover esta discusión, se reitera la
preocupación en contribuir para la comprensión del fenómeno citado.
2 DESARROLLO
Retomando la triangulación de conceptos mencionados en la introducción (tesis,
antítesis y síntesis), se supone que la concepción de tesis puede ser entendida a través de la
teoría de las formas, desarrollada por PLATÓN (427-347 a.C.). Para él, la realidad reside
no en los objetos concretos de que se es consciente a través de los sentidos corporales, y sí
en las formas abstractas que estos objetos representan. Preconiza que el camino de la
verdad es logrado solamente por intermedio del pensamiento y no por medio de los
sentidos. El verdadero modo de investigar las ideas y adquirir el conocimiento es a través
del uso de la mente y de la razón y por la reflexión sobre el mundo ideal, en vez del mundo
material del cuerpo (DELIUS et al., 2000; STERNBERG, 2000).
La concepción de antítesis, a su vez, puede ser traducida por medio del
pensamiento de ARISTÓTELES (384-322 a. C.), quien critica, de la filosofía platónica, el
abismo insalvable entre la idea y el mundo de la experiencia, entre la esencia y el objeto
real. Su teoría consiste en la creencia de que la realidad se sitúa solamente en el mundo
concreto de objetos que nuestros organismos perciben, y, de este modo, las formas
intelectuales de PLATÓN son apenas derivaciones de objetos concretos. Para él, el
conocimiento es adquirido por la evidencia empírica, obtenida por medio de la experiencia
y de la observación (DELIUS et al., 2000; STERNBERG, 2000).
Acerca de estos dos divergentes puntos de vistas que el hombre tiene como
posibilidades para acercarse a determinados problemas que él mismo se plantea, en el
mundo y sobre los sucesos del mundo conviene indagar si no hay otra forma de
proponerlos, o sea, ¿son tales perspectivas tan excluyentes a punto de que, de alguna
forma, no fomente la posibilidad de complementariedad mutua, en forma de síntesis?
Fue solamente en el siglo XVIII que EMMANUEL KANT (1724-1804) propuso la
concepción de síntesis integradora1 de ambas perspectivas. Para este filósofo, tanto la
contemplación racional (lo que denominó de conocimiento a posteriori) cuanto la
observación meticulosa (lo que llamó de conocimiento a priori) tienen su lugar de
1
Se refiere a la sucesión dialéctica de ideas, desarrollada por el filósofo alemán GEORGE HEGEL
(1770-1831), quien desarrolló su visión a partir de la síntesis de las ideas de otros grandes pensadores que
participaron de la construcción de la historia filosófica de su época.
destaque, y, por lo tanto, ambas merecen ser ampliamente consideradas (STERNBERG,
2000).
Con respecto al Principio de los Opuestos propiamente, es importante destacar que
la realidad comprendida desde el pensamiento presocrático, apunta a la existencia de
posicionamientos antagónicos, que evidencian los perfiles de profundas reflexiones en el
pensar de renombrados filósofos, como es el caso de HERÁCLITO y PARMÉNIDES
(539-44 a.C.). A saber, el primero de ellos preconizaba, con respecto a la realidad de las
cosas, que todo cambia y que no hay nada que sea permanente. El segundo, por otro lado,
trataba de dar explicaciones más o menos racionales, a través del supuesto de que la
realidad es estática, que todo lo que es verdadero es inmóvil.
Conforme escribió ALTESOR (1974), PARMÉNIDES sostiene la idea de irrealidad
del cambio y de un Ser eterno e inmóvil. De un modo totalmente contrario, HERÁCLITO
habla de una realidad en constante Devenir. A este respecto, el autor afirma que, en la
filosofía clásica, tanto antigua cuanto moderna, el criterio que predominó fue el propuesto
por PARMÉNIDES, pero en el mundo actual, donde las crisis se suceden y los cambios
son vertiginosos, la posición de HERÁCLITO parece ser más representativa de la
condición humana en la existencia. El pensamiento actual está muy influenciado por su
principio y algunas de las nociones más propias de la filosofía de hoy parecen haber sido
anticipadas por sus ideas.
Como es sabido, en la actualidad, estas primitivas formas de concebir las cosas y
los acontecimientos resultan, muchas veces, poco convincentes. No obstante, en el
transcurso del tiempo en que se dieron, merecen destacada valoración, dado no solamente a
los pocos recursos que las grandes personalidades que las concibieron disponían, sino
también a la incuestionable influencia a través del tiempo de todos estos fundamentos
filosóficos en la sociedad actual y su consecuente avance científico. No es necesario
ningún esfuerzo para darse cuenta del encantamiento y sentido de propósito que esos
grandes filósofos suscitaron frente a la majestad del universo y a las grandes interrogantes
del hombre.
En efecto, por lo menos tratándose de la civilización occidental, la proposición de
HERÁCLITO tiene más aproximación y coherencia con lo que pasa en la realidad del
hombre actual. Desarrollar, pues, su idea, parece ser una posibilidad de aproximarse a una
tentativa de comprensión del hombre, del mundo, y, por ende, de la vida humana. De esta
forma, conviene aclarar que la perspectiva de PARMÉNIDES fue aquí mencionada apenas
en términos específicos de la inevitable existencia de posicionamientos antagónicos al que
aquí será considerado, hecho que, a propósito, es lo que hace crecer y fortalecer todas las
distintas formas de pensar.
Como se sabe, los primeros pensadores griegos buscaban edificar toda su línea de
pensamiento filosófico a través de análisis de hechos o entidades observables ligadas al
cotidiano humano, lo que hoy, en términos metodológicos, se denomina base empírica.
HERÁCLITO - distintamente, por ejemplo, de TALES (siglo VII a.C.) que centralizaba su
atención en el agua como foco de su raciocinio; y de ANAXÍMENES (588-524 a.C.) que
consideraba al aire sustancia primordial - tomó el fuego como elemento central para el
análisis profundizado de sus pensamientos e interrogantes acerca del mundo.
Para HERÁCLITO el principio y fin de todo está en el fuego, que a la vez es
concebido
como
elemento
primordial:
Orden
(orden
y
belleza)
y
Caos
(“desestructuración”). El cambio (y no el Ser) es la verdadera realidad y el fluir, devenir,
es el verdadero fundamento y razón del universo. En su filosofía, el fuego es identificado
con el Logos (palabra, pensamiento, razón, orden, ley), que busca mostrar el orden y
sentido de las cosas que al oponerse devienen, cambian. El pensamiento heraclitiano
sostiene que el Logos es conocimiento del que derivan a la vez palabra (discurso) y la
acción de reunir. Es la ley universal del todo, que alcanza al todo que es el mundo real
donde se reúne (se une) lo diverso (GUASCO, 1978).
La noción de unidad que conlleva el Logos, aparece evidenciada en el Fragmento
10 de HERÁCLITO:
“Son uniones: lo entero y lo no entero, lo concord y lo discord, lo consonante y lo
disonante y del todo el uno y del uno el todo”.
OBIOLS (1995) ratifica lo dicho anteriormente, en la medida que afirma que, en la
visión de HERÁCLITO, todo cambia y este cambio no ocurre de manera desordenada, sino
que sigue un cierto orden o ley del cambio, que él lo llamó Logos. Según él, los opuestos o
contrarios se necesitan entre sí, se condicionan. Así, cuando se dice que algo está frío es
porque se conoce lo caliente. Si se afirma que alguien está sano es porque se sabe lo que es
estar enfermo. Si desapareciera completamente la enfermedad ya no se sabría que es la
salud. Si se eliminara por completo la injusticia no sería posible conocer la justicia.
Las afirmaciones anteriormente citadas, sin lugar a duda, desembocan en una idea
de que todo puede ser más placentero cuando se conoce su opuesto, lo que corrobora aún
más la noción de que los contrarios se necesitan y se complementan entre sí, como
confirma el Fragmento 111:
´´Es la enfermedad lo que hace agradable la salud; el mal, el bien; el hambre, la
saciedad; el cansancio, el reposo´´.
Retomando un poco el tema del fuego, es menester aclarar que aunque
HERÁCLITO lo considere como el elemento creador y primordial, esto no quiere decir
que él preconice la ecpyrosis (consunción periódica de todo el mundo mediante el fuego).
Distintamente de los milesios, no creía que el fuego fuera el origen de donde procedía
todo. Más bien, en su concepción, el fuego es concebido como elemento primordial, en el
sentido de ser el responsable de que los elementos naturales funcionen de manera
coherente y equilibrada, a pesar de sus diferencias y constante enfrentamiento.
De manera análoga, se llama la atención para su concepto de unidad. Más
específicamente, en el pensamiento heraclitiano, cuando se dice que los opuestos forman
una unidad, lo que verdaderamente se quiere demostrar es que ellos forman un todo
continuo, o sea no se puede pensar, por ejemplo, en salud, guerra, día y calor, sin la
existencia de la enfermedad, paz, noche y frío, respectivamente. De esta forma, queda
descartada la creencia de los milesios sobre la no existencia de una pluralidad diferente y
encontrada en los elementos opuestos.
La guerra, presente entre los diferentes elementos, y definida como díke (el camino
señalado o regla normal de comportamiento), es, en realidad, una metáfora para dar
significado al cambio en el mundo. O sea, desde esta perspectiva, el cambio solamente es
posible debido a la existencia de la guerra establecida entre fuerzas opuestas. Este parece
ser el momento oportuno para aclarar otra controversia importante acerca de su
pensamiento: la idea de un cambio en absoluta continuidad. Al respecto, HERÁCLITO
alertaba para la positiva confianza en los sentidos, siempre que se utilizaran de modo
inteligente. O sea, no se puede negar la evidencia de que hay objetos en el mundo que,
evidentemente, no sufren un cambio continuo como es el caso, por ejemplo, de un pedazo
de hierro que se mantiene en condiciones apropiadas de conservación.
Retomando un poco lo que fue escrito al comienzo de este texto, y considerando el
Principio de los Opuestos, se puede decir que las ideas desarrolladas por ARISTÓTELES,
PLATÓN y KANT, que culminan, respectivamente, con los conceptos de tesis, antítesis y
síntesis, desembocan en un sentido temporal dialéctico, ya que hay un juego constante de
contra y yuxtaposiciones de diferentes puntos de vistas sobre el mismo fenómeno. En este
caso, se puede decir que el pensamiento siguió un proceso de desarrollo y que la idea de
contemplación racional se funda en el opuesto de la especulación meticulosa. Entretanto,
solamente se puede alcanzar una visión totalizada del fenómeno a ser conocido a través no
de visiones aisladas, mas de una conjunción de ambos puntos de vista, lo que tiene que ver
con la cuestión del equilibro de lo observado. El desafío, como enfatiza el pensamiento
heraclitiano, es tratar de ver las cosas o entes del mundo de forma en que el cambio
permanente sea siempre una condición intrínseca a cualquier mirada.
En este contexto, también se puede discutir el tema de las perturbaciones
emocionales, en tanto que se encuentran en estrecha vinculación con el Principio de los
Opuestos. A priori, es posible afirmar que las perturbaciones emocionales tienen que ver
con la forma que el hombre se relaciona con el otro y consigo mismo. O sea, el hombre
tiene, por lo menos, dos formas de relacionarse con el mundo: a) una que se puede
denominar de auténtica y que, a grandes rasgos, se caracteriza por una relación verdadera,
desprovista de condiciones; b) otra que se puede denominar de inauténtica que, al contrario
de la primera, se caracteriza por una relación con el otro que es siempre mediada y
condicionada. A depender de la forma que él elija para vivir, esto influirá en el advenir de
sus perturbaciones emocionales.
Esta cuestión puede ser mejor apreciada a través de la teoría de MARTÍN BUBER
de Yo-Tú. La Teoría de BUBER de Yo-Tú tiene un empalmado con el tema central de este
escrito, puesto que las personas, en la mayor parte de las veces, se encuentran entrelazadas
en una cadena de relaciones superficiales, mediadoras y condicionadas, que terminan por
llevarlas a una exigencia constante de servicios, que, si por un lado atenúa las tensiones del
otro y de uno mismo (ya que, de algún modo, y en algún momento, es inevitable concebir
al otro como ente que atiende a las necesidades técnicas de uno y por ende le hace
vivenciar una relación cosificada), por otro, agota sus energías, llevándolas, muchas veces,
a desarrollar un cuadro de enfermedades comprometedoras.
Esto reafirma las ideas de BUBER, respecto al hecho de que es imposible evadir o
eludir el Ello de las relaciones establecidas entre personas. Y el salto está justo en la idea
de interposición de estos dos estados de relaciones, en que el Yo-Tú y el Yo-Ello se
presentifican alternándose, y, hasta cierto punto, complementándose mutuamente.
Como dijo BARYLKO (1997):
“(...) Que el tiempo de la existencia no esté engullido por la ajenidad del Ello. Que
haya algunos momentos de Yo-Tú, de trascendencia. El Yo-Tú significa las rotas
cadenas de Ellos, del precio, del mercado. Liberación. Sin las máscaras de la
convivencia. Yo-Ello y Yo-Tú son situaciones cambiantes en la dinámica de la
existencia. Nada es definitivo. Todo es momento. Es decir movimentum” (p. 37).
Relacionando tal perspectiva con el principio aquí trabajado, no es difícil entender
que la relación Yo-Tú puede ser considerada un punto de vista que se opone a la relación
Yo-Ello. Son, pues, la existencia de fuerzas contrarias que están en constante lucha y
movimiento, desembocando siempre en una complementariedad armónica, sobretodo
cuando se dan los momentos de trascendencia.
Otro enfoque dado a las distintas formas de relacionarse propias del hombre es el
preconizado por HEIDEGGER, sobre las concepciones de existencia (que caracteriza el
Dasain) y existencia inauténtica (que apunta al ente Uno). A este respecto, resaltamos que
tales concepciones van a ser descriptas a partir de lo expuesto por RUBINO (S/Fa), quien
dedicó un capítulo especial en su libro denominado “Series Filosóficas”, a los aportes de la
Ontología Fundamental de HEIDEGGER, en que fueron discutidos los diferentes modos o
modalidades de la existencia antes mencionados.
Así, según este autor, la existencia es la verdadera manifestación del ser de los
entes y tiene la posibilidad de estar en la verdad. Ésta última siendo entendida como verdad
ontológica, revelación, manifestación del Ser. Así comprendida, se trata de una existencia
propia y autentica del ser, caracterizada por el compromiso, singularidad, libre
manifestación, posibilidad de realización.
Aún conforme RUBINO (S/Fa), en otro polo se encuentra la existencia inauténtica,
que a su vez, apunta a la posibilidad de no manifestarse a sí misma el ser de los entes. O
sea, la existencia también tiene la posibilidad de ser falsa, y por lo tanto, se traduce en lo
denominado el Uno, o sea, el sujeto anónimo que no se diferencia de los demás y que se
encuentra sumergido en el dictamen del “debemos ser como Se suele ser”. Esta forma de
ser, sin lugar a duda, incorpora una modalización impropia y revela una superficialidad y
ocultamiento constantes.
Este modo superficial de ser del hombre es observado en las más distintas culturas,
camadas sociales y franjas etarias, de donde se concluye que ésta es una condición
intrínseca a la humanidad (por lo menos en lo que concierne al hombre que de alguna
forma comparta su existencia con otros entes). La cultura occidental, particularmente, se
consubstancia en un “espejo auténtico” de esta forma de existencia. La competitividad, la
búsqueda por el poder, el consumismo exagerado, el exceso de información que de alguna
forma uno está sujeto a adquirir, son expresiones vivas y fulgurantes de lo dicho. El
hombre se vacía en el tener, valga la paradoja, en lugar de colmarse en la búsqueda del ser.
Estar en el mundo, participar de él implica “necesariamente” la existencia de una
relación inauténtica del ser para consigo mismo y para con el otro. La palabra
“necesariamente” alude a una condición de la cual el hombre no puede huir ni renunciar, se
refiere a una condición de obligatoriedad a que está sujeto todo ente.
Al respecto, más allá de las modalidades antes descriptas, RUBINO (S/Fa) apunta
para la concepción de que el hombre es un Ser-en-el-mundo. En otras palabras, advierte
que la existencia está en estado de “yecto”, o sea, de “caída en el mundo”. Por caída se
entiende que el hombre está en una relación de “Junto a” con los otros entes y existentes.
Sin embargo, a pesar de la imposibilidad de negación de tal caída, ya que esta se
consubstancia en la Situación Originaria, existe la posibilidad de reconquista de uno con
respecto a sí mismo. En este sentido, el hombre debe ser consciente de que éstos son
momentos fugases, cuya manifestación expresa significación y remite a la responsabilidad
personal de decidir y elegir por cuenta propia.
Como es posible observar, la Ontología Fundamental de HEIDEGGER es
influenciada por el pensamiento heraclitiano, puesto que, en ella, también subyace la idea
de cambio permanente, de mutabilidad del Ser: el hombre es un haz de posibilidades, un
Ser en constante proyección, movimiento. Además, el pensamiento de HEIDEGGER pone
el acento en la unión de fuerzas contrarias que coexisten y se complementan haciendo parte
de la misma unidad: la relación Uno y Dasain, intrínseca a la existencia humana.
Más allá de exponer los distintos enfoques sobre las formas de relacionarse del
hombre, interesa destacar qué consecuencias ellas pueden tener sobre su vida. O sea,
¿cómo incide la adopción de una o de otra forma especifica de vivir en su bienestar
general?
Este parece ser el momento justo para hablar de la dimensión-águila y la
dimensión-gallina que coexiste en el hombre y en su realidad, metáfora de la condición
humana propuesta por BOFF (1997). Conforme a este autor, el águila tiene a su alcance el
contacto con las alturas, la proximidad con el cielo y el vasto horizonte del sol. Está
convocada a la libertad. La gallina, por otro lado, está presa de los límites estrechos de su
terreno; se encuentra sometida a la condición de esclavitud.
En la búsqueda de relacionar estas dimensiones con el sujeto hombre, es difícil
negar que la primera dimensión denota la realidad y el propio ser humano en su forma de
apertura, en su capacidad de trascender límites, en su proyecto infinito. De manera
contraria, la dimensión gallina revela su enraizamiento, su arraigo existencial, los
proyectos concretos (BOFF, 2002).
En este pensamiento dialéctico, el hombre, en cuanto dimensión águila, es un ser
totalmente capaz de fomentar su autoestima, creatividad, y capacidad de superar
problemas. En cuanto dimensión gallina, es un ser compartimentalizado, aprisionado en
sus propias fronteras, en una especie de pieza desencajada del montaje de un rompecabezas. Está limitado a las situaciones mundanas, lo que significa el alejamiento de sus
potenciales más significativos, perdiendo con esto, la capacidad de disfrutar de los
privilegios que dichas potencialidades pueden propiciar.
Las dimensiones águilas y gallinas residen en todo y están revestidas de diversos
nombres, a saber: realidad y sueño, necesidad y deseo, historia y utopía, hecho e idea,
aprisionamiento y apertura, cuerpo y alma, poder y carisma, religión y fe, partícula y onda,
caos y cosmos, sistema cerrado y abierto, etc. (BOFF, 1997).
Este juego de tensiones, sin lugar a duda, remite a otra constitución dialéctica
propia de la naturaleza humana: la coexistencia del simbólico y diabólico. A propósito,
este se constituye en el momento oportuno de nombrar a CASIRRER (1874-1945), quien
definió el hombre como siendo un animal simbólico, expandiendo, así, la concepción de
animal racional, que hasta el momento prevalecía.
CASSIRER (1965.) sostiene y defiende que el hombre posee, entre el sistema
receptor y el efector, lo que se puede denominar de Sistema Simbólico. Por poseer tal
calidad – dijo el autor -, vive en una realidad de mayor magnitud y en una nueva dimensión
del Cosmos. O sea, no está reducido a un universo físico, ya que participa de un Universo
Simbólico, que a la vez es constituido por el lenguaje, el mito, el arte y la religión. Estas
últimas son, pues, formas de organizaciones sociales que el hombre ha encontrado para
organizar sus pensamientos, sentimientos y conductas.
Conforme
BOFF (2002) el origen filosófico del término proviene del griego
clásico. Mas específicamente, simbólico proviene de symbállein o symbállesthai y significa
lanzar (bállein) junto a (syn). El sentido es lanzar las cosas de tal forma que ellas
permanezcan juntas. En un proceso complejo significa re-unir las realidades, congregarlas
a partir de distintos puntos y hacer convergir distintas fuerzas en un único haz. A partir de
este significado original, se derivó el otro que denota el símbolo como señal de distinción,
por ejemplo, la teología cristiana acuñó la expresión técnica símbolo de la fe para expresar
el credo y los dogmas fundamentales. Ellos son las señales de distinción, la marca
registrada de la fe cristiana distinta de otras formas de fe.
Teniendo en consideración la noción de unidad dialéctica, la dimensión simbólica
no sólo admite, sino que requiere la coexistencia de su polo opuesto, que es la dimensión
diabólica. En cuanto a su origen filosófico, BOFF (2002) escribe que el término proviene
de dia-balléin, que significa lanzar cosas lejos, de manera desagregada y sin dirección
alguna; tirar para fuera de cualquier manera. Este término representa todo lo que
desconcierta, desune, separa y opone.
Ratificando lo que ya fue dicho anteriormente, estas cualidades contrarias
conexionadas entre sí que están presentes en todo ente no caracteriza o señala la noción de
Caos, más, al revés, desemboca en una idea de Cosmos, que, a la vez, solamente es posible
debido a la subyacencia del Logos. Con el propósito de ratificar esta unidad y armonía
conviene parafrasear los escritos de CASSIRER (1965.):
“(...) La filosofía no puede renunciar a la búsqueda de una unidad fundamental en
este mundo ideal. Pero no tiene que confundir esta unidad con la simplicidad. No
debe ignorar las tensiones y las fricciones, los fuertes contrastes y los profundos
conflictos entre los diversos poderes del hombre. No deben ser reducidos a un
común denominador. Tienden en direcciones diferentes y obedecen a diferentes
principios, pero esta multiplicidad o disparidad no significa discordia o falta de
armonía” (p. 334).
El Principio de los Opuestos, como se puede notar, subyace en todos los puntos
aquí discutidos sobre el hombre y las cosas. El salto es poder encontrar en toda la dinámica
de la existencia un punto que sea, no de división, sino de interacción de los polos opuestos,
un punto en que sea posible establecer el equilibrio vital. La clave consiste, esencialmente,
en una mirada con nuevos ojos (o si se prefiere, sin anteojos), tratando de evitar la visión
dicotomizada, en que una perspectiva necesariamente excluye la otra. Aquí, el único
supuesto existente es que no hay presupuesto primordial, en el sentido de que no hay
concepción estrictamente absoluta, ya que todo puede ser puesto “entre paréntesis”. En
palabras de BARYLKO (1997):
“(...) nada es inmutable, nada es inevitable, nada es fatal. Las verdades del hombre
acerca del mundo, también ellas, admiten la pasajeridad esencial. Existen para ser
refutadas” (p. 12).
Esta tentativa singular de integración holística y abierta es ratificada a través de la
observación de BOFF (1997) respecto a las múltiples y variadas formas de comprensión e
interpretación del hombre frente a la lectura y relectura, ya sea de algo específico como es
el caso de un libro, o de algo más subjetivo como el desabrochar de una emoción
desencadenada por un acontecimiento del mundo. Según él:
“Todo punto de vista es la vista de un punto. Para entender como alguien lee, es
necesario saber como son sus ojos y cual es su visión de mundo. Esto hace de la
lectura siempre una relectura” (p. 9).
Estas, y las demás concepciones desdobladas hasta el presente momento, traducen
la necesidad de la búsqueda humana por integración y equilibrio dinámico, ya que es
posible la amplitud de la lectura y comprensión respecto a uno mismo y al mundo en que
habita. Al enveredar por este camino de entendimiento, es imposible negar el hombre
como un ser que se encuentra sumergido en un relacionamiento marcado de
aproximaciones y distanciamientos en la búsqueda de una posición propia. Así, entre
simetrías y asimetrías, el sujeto hombre intenta construir y preservar sus singularidades en
el ladrillo recorrido en dirección a su encuentro existencial.
3 CONSIDERACIONES FINALES
Como se ve, el hombre y su mundo pueden ser enfocados bajo distintas vertientes.
Los conceptos de tesis, antítesis y síntesis; las dimensiones simbólicas y diabólicas; la
existencia auténtica e inauténtica; etc., demuestran que dichas vertientes son vertientes de
la misma realidad y esto es lo que da dinamismo a la vida.
Al contemplar al hombre y su naturaleza no se puede dejar de considerar la tela de
relaciones complejas existentes, ni de considerar los relacionamientos en todas las
direcciones posibles: para adelante y para atrás; hacia arriba y hacia abajo, de un lado y de
otro. En otras palabras, no se puede perder visión de la totalidad y de la complejidad
humana. El principio de los opuestos permite alcanzar este nivel de comprensión.
A propósito, se espera que el lector note que en todo el contexto de la presente
monografía subyació, directa o indirectamente, la noción de fuerzas opuestas en constante
cambio y movimiento integrador. Es a través de los opuestos que, lentamente, se construye
la unidad. No es fácil percibirla y, muchas veces nos queda un sabor amargo en la boca y la
sensación de que todo es estéril. Vivimos en una cultura de resultados y es difícil aceptar al
hombre tironeado, desgarrado, entre el “ya” y el “todavía no”, entre lo que es y lo que
puede llegar a ser. El inmediatismo de nuestra cultura es contrario al deleite de disfrutar el
camino. Sin embargo es tan importante el camino, aunque tortuoso, como la meta.
Indudablemente, se trata de una elección.
En este momento parece conveniente aclarar que no fue el objetivo producir un
texto extensivo sobre los temas tratados, puesto que la intención primordial se asentó en
desarrollar extractos de una redacción discursiva, que posibilitase el despertar de una
mirada crítica y, por ende, desprovista de cualquier supuesto rígido y/o unitario.
Para finalizar, cabe resaltar que, seguramente, no se piensa estar mediante las
únicas cuestiones que pueden ser suscitadas a partir de la temática propuesta para esta
monografía, puesto que a ella se unen otras que, se espera, sean discutidas y compartidas a
lo largo de este Curso de Doctorado (y más allá de él). La idea esencial fue intentar enfocar
el tema lejos de la pretensión de agotarlo, porque esto llevaría a asumir una postura, como
mínimo, presuntuosa, que subestima la capacidad humana de conocer, cuando toma un
asunto por encerrado, una cuestión por resuelta, un enigma por descifrado.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ALTESOR, H. Itinerario del ser en la filosofía de occidente. Montevideo: La
Casa del Estudiante, 1974.
BARYLKO, J. El aprendizaje de la libertad. Buenos Aires: Emecé Editores,
1997.
BOFF, L. O despertar da águia: o dia-bólico e o sim-bólico na construção da
realidade. Petrópolis: Editora Vozes, 2002.
_______. A águia e a galinha: uma metáfora da condição humana. Petrópolis:
Editora Vozes, 1997.
CASSIRER, E. Antropología filosófica: introducción a una filosofía de la
cultura. México: Colección Popular, 1965.
DELIUS, C. et al. Historia de la filosofía: desde la antigüedad hasta nuestros
días. Barcelona: Könemann, 2000.
GUASCO, D. El ser: Parménides y Heráclito (Fragmentos). Montevideo:
Editorial Técnicas, 1978.
OBIOLS, G. Nuevo curso de lógica y filosofía. Buenos Aires: KAPELUSZ, 1995.
RUBINO, V. Serie filosóficas. Buenos Aires: Editorial UFLO, (S/Fa).
_______. Temas de psicología profunda I. Buenos Aires: Editorial UFLO, (S/Fb)
STERNBERG, R. Psicología cognitiva. Porto Alegre: Artes Médicas, 2000.
BIBLIOGRAFÍA
ASSOCIAÇÃO BRASILEIRA DE NORMAS TÉCNICAS. Apresentação de
trabalhos académicos – NBR 14724. Rio de Janeiro: 2002.
DUARTE, E.; NEVES, D.; SANTOS, B. Manual técnico para realização de
trabalhos monográficos. João Pessoa: Editora Universitaria, 1998
MORA, J. Diccionario de filosofía abreviado. Buenos Aires: Editorial
Sudamérica, 2002.
ORO, O. Persona y personalidad: distintos enfoques a partir de una visión de
conjunto. Buenos Aires: Ediciones Fundación Argentina de Logoterapia “Victor
Frankl”, 1997.
RUBINO, V. Símbolo, mitos y laberintos. Buenos Aires: Editorial LUMEN,
(S/Fc).
Descargar