DICTAMEN 8 / 2006 Materia sometida a dictamen: Reclamación en materia de responsabilidad patrimonial de la Administración por perjuicios derivados de dilaciones en el pago de facturas por trabajos relacionados en exposiciones instaladas en los Museos de Huesca y Pablo Serrano. ANTECEDENTES Primero.- Con escrito fechado el día 27 de septiembre de 2005, que tuvo entrada en el Registro de la Comisión Jurídica Asesora el día 6 de octubre siguiente, la Consejera de Educación, Cultura y Deporte ha enviado el expediente relacionado con el procedimiento de responsabilidad patrimonial iniciado a instancia de C.C., actuando en representación de D.D. y de P.C.., acreditada mediante fotocopias simples de las escrituras de poder otorgadas los días 12 de abril de 2005 y 2 de septiembre de 2004, respectivamente, ante el Notario de Zaragoza . M.E., bajo los números 920 y 1730 de sus protocolos. Segundo.- En el escrito que ha dado lugar a la iniciación del procedimiento de responsabilidad patrimonial, fechado el día 20 de abril de 2005, con entrada en el Registro General del Gobierno de Aragón el día 21 siguiente, se indica como causa de los daños sufridos por sus representados el retraso en el pago de las facturas emitidas por los trabajos realizados por P.C.., de la que es Administradora única D.D., en siete exposiciones, relacionadas en el documento nº 3 de los adjuntados al escrito de reclamación, libradas cuatro de ellas el día 2 de julio, una el día 7 de julio y dos el día 22 julio de 2003, por importe total de 65.962,41 € (IVA incluido). Alega quien suscribe la reclamación que “a pesar de que el pago estaba aprobado y de que mi representada D.D. apremió verbalmente a la DGA (....) el pago no se efectuó hasta el mes de noviembre de 2004, cuando mi representada anunció, mediante reclamación previa, el ejercicio de acciones ante los Tribunales de Justicia”, y este retraso en la efectividad de los pagos justifica la reclamación por los siguientes conceptos y cuantías: intereses devengados 3.568,68 €; por adelanto y financiación del IVA devengado 1 1.361,77 €; lucro cesante por reducción de actividad de la empresa por falta de liquidez 55.572,26 €, y daños personales sufridos por D.D. 12.000 €, por lo que la reclamación asciende a una cuantía total de 72.502,71 €. Como fundamentos jurídicos de la reclamación se alega lo dispuesto en el Reglamento de los procedimientos en materia de responsabilidad de las Administraciones Públicas, aprobado por el R.D. 429/1993, de 23 de marzo. Al escrito de reclamación por responsabilidad patrimonial también se adjuntaron fotocopias simples de: facturas libradas (docs. 4 a 10); escrito de reclamación previa a la vía jurisdiccional (doc.11); ejemplares del pago aplazado/fraccionado del IVA (docs. 12 a 20); justificantes del aval y de los importes de la correspondiente cuenta librados por la entidad financiera (docs. 18 a 21); escritos de la Sra. D. instando el pago de los importes adeudados ante la grave situación creada a la empresa y documentos adjuntados (docs. 23 a 27); póliza de crédito con afianzamiento y liquidaciones de intereses y comisiones (docs. 28 a 32); informes médicos (docs. 33 y 34); reproducciones de correspondencia electrónica con el Viceconsejero del Departamento (docs. 35 a 39); escrito del Director General de Patrimonio Cultural comunicando a P.C. dirigido a la Sra. D. la convalidación del gasto y expresándole que lamentaba “profundamente los perjuicios que os hayamos podido causar” (doc. 40); y documentos de costes financieros y de comparación de cuentas de explotación (docs. 41 y 42). Tercero.- Con fecha 26 de abril de 2005, la Secretaria General Técnica del Departamento de Educación Cultura y Deporte, admitió a trámite la reclamación de responsabilidad patrimonial y nombró Instructor del procedimiento a seguir. Cuarto.- El Director General de Patrimonio Cultural emitió un informe sobre la reclamación con fecha 19 de julio de 2005, solicitado por el Instructor con escrito de 27 de abril de 2005. En este informe se pone de manifiesto que durante el año 2003 la entonces Dirección General de Acción Cultural llevó a cabo una intensa campaña de promoción de las Bellas Artes, en colaboración con otras Instituciones, realizando un elevado número de exposiciones que dio lugar a encargos a diferentes empresas y entre ellas a P.C.., sin que se formalizara contrato alguno con esta mercantil de acuerdo con lo dispuesto en el artículo 56 del Real Decreto Legislativo 2/2000 (sic) al haberse considerado que la tramitación del expediente (sic) sólo exigía la aprobación del gasto y la incorporación de la factura correspondiente con los requisitos establecidos. También figuran en el mismo informe, desglosadas por meses, las cantidades abonadas a P.C. durante los años 2003 (45.955.27 €) y 2004 (mes de febrero 33.013,34 € y mes de noviembre 65.962,41 €) y una justificación del retraso de los pagos basada en razones de funcionamiento interno de la Administración, por la cantidad de prestaciones efectuadas por P.C. y la similitud de conceptos en las facturas que obligó a una exhaustiva comprobación. Finaliza el informe con una referencia al artículo 75.2 del Texto Refundido de la Ley de Hacienda de la Comunidad Autónoma de Aragón por cuanto su aplicación permitió la 2 convalidación de gastos por el Gobierno de Aragón, por acuerdo de 2 de noviembre de 2004, a propuesta de la Consejera de Educación, Cultura y Deporte, entre los que se encontraban incluidos los correspondientes a P.C.. por importe total de 65.962,41 €, cuyo pago se hizo efectivo en el mismo mes de noviembre. Quinto.- En el trámite de audiencia, C.C. en nombre de sus representados, formuló alegaciones en escrito fechado el día 8 de septiembre de 2005, que, en síntesis, señalan: a).- falta de reconocimiento de la responsabilidad patrimonial de la Administración en el informe del Director General de Patrimonio Cultural; b).- las facturas expedidas están relacionas con contratos menores de servicios, regulados en el artículo 56 del R.D. Legislativo 2/2000 (sic), con cumplimiento de los requisitos exigidos, y con aprobación de los gastos cuando se realizaron los trabajos; c).- el retraso de los pagos que da lugar a la reclamación ha sido considerablemente superior al habitual (de dos a cinco meses) ya que ha sido de dieciséis meses; d).- si el cambio en el equipo directivo ha sido la causa del retraso es evidente que ha existido un funcionamiento anormal de la Administración y consiguientemente procede el reconocimiento de la responsabilidad patrimonial de aquélla; e).- las facturas responden a conceptos similares, y no son “numerosas” las facturas de P.C. sino siete, por lo que la comprobación pudo hacerse “en dos días”; f).- la intervención previa del gasto, que el informe relaciona con el artículo 75.2 del Texto Refundido de la Ley de Hacienda de la Comunidad Autónoma, no era preceptiva por lo dispuesto en el artículo 72.1 y si la convalidación del gasto era necesaria habrá existido funcionamiento anormal; y g).omite el informe toda referencia a los intereses devengados de conformidad con lo establecido en el artículo 99.4 del texto Refundido de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas cuyo cálculo incrementa la cuantía del importe de este concepto incluido en el escrito de reclamación (3.568,68 €) en 719,81 €, por lo que el total asciende a 4.288,49 €. Sexto.- La propuesta de Resolución recoge en los antecedentes la relación de facturas, presentadas en julio de 2003 y abonadas en noviembre de 2004, el importe de la reclamación y los conceptos que lo integran. En los fundamentos jurídicos, y por lo que al fondo de la reclamación se refiere, se indica la procedencia del pago de intereses como indemnización prevista en la normativa reguladora de la relación contractual, ajena, por tanto, a la responsabilidad patrimonial. No se considera acreditada la falta de liquidez de la empresa por el impago de las facturas, la indemnización por paralización de la actividad de la empresa no se justifica y el informe de cobros y pagos de los años 2003 y 2004 son cálculos que sólo pueden estar referidos a expectativas, no habiéndose acreditado que la empresa se haya visto obligada a rescindir o incumplir contrato alguno por falta de liquidez, y, por último, los daños personales sufrido por la Sra. D. que en la reclamación se relacionan con las incidencias de cobros pendientes en los contratos con la Administración carecen de causalidad adecuada y, además, no existe causa adecuada para su trastorno depresivo-ansioso por la problemática contractual con la DGA, justificado con un informe en fotocopia simple de una especialista no perteneciente al Centro de Salud de la reclamante, ni para las enfermedades alegadas.- En consecuencia, se propone declarar improcedente la reclamación de responsabilidad patrimonial formulada. 3 CONSIDERACIONES JURÍDICAS I El Dictamen solicitado se encuentra dentro del ámbito competencial objetivo que legalmente tiene atribuido la Comisión Jurídica Asesora del Gobierno de Aragón, y según el artículo 56.1.c) del Texto Refundido de la Ley del Presidente y del Gobierno de Aragón (en lo sucesivo LPGA), aprobado por el Decreto Legislativo 1/2001, de 3 de julio, esta Comisión habrá de emitir Dictamen preceptivo en los procedimientos que se instruyan sobre “reclamaciones de indemnización por daños y perjuicios” cuando el importe de la indemnización reclamada exceda de 1.000 € (art. 24 de la Ley 26/2001, de 28 de diciembre), precepto que ha de ponerse en relación con el artículo 12.1 del Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial, aprobado por el R.D. 429/1993, de 26 de marzo. Por corresponder a la solicitud de C.C. quien actúa en representación de D.D. y de la mercantil P.C., el tratamiento procedimental de las reclamaciones de responsabilidad patrimonial de la Administración Autonómica, con solicitud de indemnización compensatoria por los perjuicios derivados del retraso en el pago de siete facturas, que cuantifica en 68.934,03 €, y además, en concepto de intereses de demora solicita la cantidad de 4.288,49 € resultante de la rectificación efectuada en el trámite de audiencia, la emisión del preceptivo Dictamen de la Comisión Jurídica ha de efectuarla la Comisión Permanente, en virtud de lo dispuesto en el artículo 64.1, en relación con el artículo 63.1, de la LPGA. II Esta Comisión a la vista del expediente remitido en el que constan las actuaciones habidas en la instrucción del procedimiento, estima procedente señalar que, siguiendo el procedimiento general regulado en el Capítulo II del Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial, existe en esta ocasión un acto de admisión de la solicitud y ordenación de la instrucción del procedimiento, algo infrecuente, y nombramiento de Instructor. Por lo demás, las actuaciones habidas, según resulta del expediente, se consideran correctas, a reserva de la calificación que proceda dar a la reclamación o reclamaciones formuladas, siendo de destacar que incluso la propuesta de resolución aparece como documento adjuntado al escrito del Instructor, fechado el 27 de septiembre de 2005, dando cuenta de su elaboración y de la procedencia de solicitar Dictamen a esta Comisión Jurídica, la cual, a la vista del expediente remitido, ha de pronunciarse acerca de si procede o no estimar la reclamación suscrita por C.C. en nombre de sus representadas. Por mandato del artículo 12.2 del texto reglamentario, aprobado por el R.D. 429/1993, anteriormente mencionado, se ha de concretar específicamente en este Dictamen, si procede entrar a considerar las cuestiones de fondo planteadas, no sin antes efectuar unas consideraciones previas sobre el carácter de la responsabilidad exigida, es decir si se trata 4 de una responsabilidad contractual o extracontractual, ya que en el primer caso será de aplicación la normativa reguladora de los contratos de las Administraciones Públicas y en el segundo la de la responsabilidad patrimonial de estas Administraciones. III En paralelo con el Código Civil, que diferencia la responsabilidad contractual (arts. 1.100 a 1.111) de la extracontractual (arts. 1.902 a 1.910), existe, como es sabido, una normativa especifica reguladora de los contratos de las Administraciones Públicas, actualmente constituida, principalmente, por el Texto Refundido de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas (TRLC), aprobado por el Real Decreto Legislativo 2/2000, de 16 de junio, y por el Reglamento General de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, aprobado por el Real Decreto 1.098/2001, de 12 de octubre, y una normativa reguladora de la responsabilidad patrimonial de la Administración Pública, integrada en la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común [LPCA] (Capítulo I del Título X) y por el Reglamento ya citado en la precedente Consideración Jurídica I de este Dictamen. La reclamación de intereses llevada a cabo por el Sr. C. está basada, según expresamente lo ha hecho constar en el escrito de alegaciones tras la audiencia dada, en el artículo 99.4 del TRLC, en tanto que la reclamación por los distintos conceptos incluidos en el escrito de reclamación aparece fundamentada en el “Reglamento de los procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de responsabilidad patrimonial”. En definitiva, se está ante una reclamación contractual y otra extracontractual, pero ambas, en la legislación vigente, tienen carácter objetivo. Esta coincidencia en el carácter puede contribuir a esclarecer el dilema planteado, pues si la responsabilidad contractual por dilaciones en el pago es objetiva, también lo es la responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas por el normal o anormal funcionamiento de los servicios públicos, entendidos éstos en un sentido amplio. Lo que no cabe es mezclar ambas responsabilidades y menos integrar la contractual en la extracontractual a efectos de cuantificar los conceptos sobre los que se pretende sustentar el total indemnizatorio. Pero es que, además, el retraso en los pagos cuando existe una relación contractual de naturaleza administrativa ya supone, cualquiera que sea la causa (insuficiencia de tesorería, falta de crédito presupuestario, irregularidades en la contratación o por tratarse de meros encargos a facturar posteriormente, etc.) un anormal funcionamiento de los servicios y a ello viene dando respuesta directa y específica el legislador. En efecto, históricamente la Administración no tenía que satisfacer intereses por la demora en el pago (mora debitoris) por tener una situación privilegiada (princeps in contractibus non debet usuras) que llega prácticamente hasta el siglo XX con reconocimiento jurisprudencial tanto por los Tribunales como por el Consejo de Estado, incidiendo en ello el régimen presupuestario. Pero la búsqueda de la solución en el artículo 1903 del Código Civil, en el párrafo quinto, actualmente derogado (suprimido) por la Ley 1/1991, de 7 de enero, tenía la limitación de la intervención de un “agente especial”, y no de un funcionario. 5 La Ley de Régimen Local de 16 de diciembre de 1950, reconoció la responsabilidad directa de las Entidades Locales en materia contractual, y así se recogió en el Texto refundido aprobado por Decreto de 24 de junio de 1955 (art. 406) y en el Reglamento de Contratación e las Corporaciones Locales, aprobado por Decreto de 9 de enero de 1953, que dedicó su Capítulo VIII a la regulación de “responsabilidades en materia contractual” (arts. 92 a 98), y en concreto, fue en el artículo 94 donde se estableció el sistema para compensar al contratista por los perjuicios derivados de la mora de la Administración consistente en el pago de intereses por la cantidad adeuda al contratista, con remisión a los pliegos, en primer lugar, y supletoriamente al interés que el propio texto reglamentario señalaba (4%). Posteriormente, la Ley de Contratos del Estado, cuyo texto articulado fue aprobado por Decreto 923/1965, de 8 de abril, dispuso en el artículo 47 que transcurrido un plazo de tres meses, siempre que mediase intimación, las cantidades debidas devengarían el interés legal, artículo modificado sustancialmente por la Ley 5/1973. Se llega así a la Ley 13/1995, de 18 de mayo, de Contratos de las Administraciones Públicas (art. 100.4) y al TRLC, el cual, en su artículo 99.4 impone a la Administración la obligación de abonar al contratista, a partir del cumplimiento del plazo de dos meses siguientes a la expedición de la certificación o documento correspondiente, el interés legal del dinero, incrementado en 1,5 puntos, sobre las cantidades adeudadas. Y este es el sistema establecido en la Ley hasta la entrada en vigor de la modificación introducida por la Disposición Final primera de la Ley 3/2004, de 29 de diciembre, para indemnizar al contratista por el incumplimiento por la Administración del plazo señalado para hacer efectivos los pagos debidos a los contratistas. Se está ante una indemnización por incumplimiento del contrato legalmente fijada, es decir, se está ante una responsabilidad contractual objetiva, ya que su devengo se producirá automáticamente en cuanto la Administración contratante incurra en mora, transcurrido el plazo de “franquicia”, sin entrar a considerar si ha mediado o no culpa o negligencia grave de algún funcionario o autoridad. Ya antes de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, la Sentencia del Tribunal Supremo de 31 de mayo de 1994 (Sala 3ª), a la que hace referencia la Sentencia de 14 de marzo de 2001, había indicado: Los intereses reconocidos en la sentencia apelada derivan de la mora de la Administración en el pago de las obligaciones dinerarias derivadas del contrato de obras litigioso. Se trata, pues, de unos intereses, cuyo pago está previsto en la normativa de contratación, que tienen por finalidad indemnizar al contratista de los daños y perjuicios que le ocasiona el retraso en el abono de las cantidades que le son debidas por la ejecución de la obra. Preciso es significar que la indicada normativa viene a reiterar, adaptándolo a las peculiaridades de la contratación administrativa, lo dispuesto en el artículo 1108 del Código Civil, conforme al cual «si la obligación consistiere en el pago de una cantidad de dinero, y el deudor incurriere en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo pacto en contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos, y a falta de convenio, en el interés legal». Con anterioridad, la Sentencia de 4 de septiembre de 1993 había manifestado el criterio diferenciador, que ha de ser tenido en cuenta, entre la responsabilidad contractual y la extracontractual cuando se trate del cumplimiento de contratos, al señalar en su fundamento de derecho tercero, con referencia a la Sentencia de instancia apelada: 6 La indicada sentencia, después de advertir que la reclamación deducida por la entidad mercantil recurrente se basa en los preceptos antes mencionados sobre responsabilidad extracontractual de la Administración, siendo así que aquélla dimana de una relación contractual con el Ayuntamiento de Mérida, nacida de la ejecución de determinadas obras que le fueron adjudicadas a la sociedad recurrente, examina a continuación los arts. 47 de la Ley de Contratos del Estado y 144 de su Reglamento, reguladores del supuesto de mora en el pago de las certificaciones de obra, para terminar concluyendo, con cita de las Sentencias de este Tribunal de 29-10-1983 y 256-1984, que dichos preceptos no amparan la pretensión referida al abono de los gastos, comisiones e intereses cobrados por las entidades financieras a las que se endosen las certificaciones de obras, pues el contratista al efectuar la licitación debe tener en cuenta el particular evento del tardío abono de las certificaciones y su compensación exclusiva mediante el pago de intereses de demora y sus consecuencias sobre los costes de financiación en el supuesto de que la Administración no pudiera hacer frente al pago a su debido tiempo. Añadiendo en el fundamento de derecho cuarto: De lo anteriormente expuesto se deduce claramente que el fundamento de la denegación por parte de la Sala de instancia estriba en la improcedencia de la invocación que en la demanda se contiene al art. 40 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado, en tanto establece la indemnización de daños y perjuicios por lesiones derivadas del funcionamiento de los servicios públicos, siendo así que las presentes actuaciones no se refieren a un supuesto de responsabilidad extracontractual de la Administración sino a uno de responsabilidad contractual que es objeto de regulación específica, como señalan, entre otras, las SS. 25-6-1984, ya citada, y 1-6-1986. Y, a su vez, la Sentencia de 12 de diciembre de 1991 había precisado en los primeros fundamentos de derecho: PRIMERO.- La pretensión procesal del recurrente se centra en el caso de autos en la reclamación de daños y perjuicios por la demora en el pago del principal y de los intereses de las certificaciones de obra, pues la segunda pretensión formulada ante el Tribunal de instancia ya fue resuelta por éste en el sentido de declarar que el Ayuntamiento de Barcelona venía obligado a pagar al contratista intereses de demora. En cuanto al fondo del asunto la sentencia apelada declara que no procede abonar indemnización de daños y perjuicios puesto que éstos se encuentran cubiertos precisamente por el pago de intereses, el cual cumple la función de resarcir los perjuicios derivados del retraso. Son pues éstos los extremos a examinar en el presente proceso. SEGUNDO.- En cuanto a la pretensión principal procede la denegación de la indemnización de daños y perjuicios y debe entenderse correcta la declaración del Tribunal de instancia siguiendo la doctrina, de este Tribunal Supremo y en especial la contenida en las SS 25-3-1987, y 31-12-1988. De acuerdo con esta doctrina si bien es cierto que no se aplica en estos supuestos el Código Civil, en el ordenamiento jurídico administrativo los intereses de demora cumplen la misma función que en el Derecho privado. 7 Por otra parte no puede aceptarse la alegación del recurrente y los medios de prueba que aporta relativos a que tuvo que recurrir a financiación por una entidad bancaria para soportar los perjuicios derivados de los retrasos en el pago. Pues se ha acreditado efectivamente que hubo que recurrir a la financiación pero en modo alguno que ésta cubriera precisamente el perjuicio derivado del retraso en el pago, ya que dicha financiación pudo aplicarse a otras necesidades de la empresa, por lo que en este punto deben acogerse las argumentaciones del Ayuntamiento ante el Tribunal de instancia. Más recientemente la Sentencia del mismo Tribunal de 9 de marzo de 2004 ha resaltado el carácter y finalidad del pago de intereses al decir en su fundamento de derecho tercero: Los intereses moratorios tienen como finalidad el resarcimiento, de manera tasada y objetiva, de los perjuicios derivados del incumplimiento obligacional consistente en el retraso del pago de las deudas pecuniarias, y su reconocimiento es un principio general en nuestro Derecho.- El retraso del deudor es el elemento esencial que genera ese deber resarcitorio, por lo que no hay razón para aplicar soluciones diversas a situaciones que, aunque puedan presentar diferencias secundarias, son coincidentes en lo que se refiere a esa conducta de dilación”. ¿Qué otra finalidad tiene la responsabilidad de la Administración si no es la reparación de los perjuicios derivados del incumplimiento de las obligaciones de pago por prestaciones contratadas?. La diferencia consiste en que la Ley determina de forma cerrada y cuantificable la compensación de los perjuicios causados a los contratistas por demora en los pagos, con lo que desaparece la posibilidad de la búsqueda y alegación de conceptos distintos con la pretensión de que sean resarcidos económicamente tomando como base para ello las determinaciones generales del artículo 141 de la LPAC. Pero, al mismo tiempo, la fijación de las indemnizaciones por norma no es algo excepcional, ejemplo claro de ellos son las Tablas, anualmente aprobadas, para valorar los daños y perjuicios causados a las personas en accidentes de circulación (Vid. Anexo y la Disposición Transitoria única del R.D. Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, por el que se aprobó el Texto Refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor). En línea con la exposición precedente, relacionada con la jurisprudencia sobre la materia emanada de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo, no se omite el criterio sustentado en la Sentencia de 19 de febrero de 2002 ante un supuesto de impago por un Ayuntamiento de las prestaciones relacionadas con el reacondicionamiento y la conservación de las zonas verdes municipales, suministro de equipamiento vegetal, la limpieza, conservación y reforma del alcantarillado y la conservación de playas durante los años 1989 a 1994, cuya cuantía, sin incluir otros conceptos, ascendía a 236.714.836 pts. La razón de la extensa cita que va a hacerse de esta Sentencia reside en la tesis que sustenta según la cual la aplicación supletoria del Código Civil admitida expresamente en el artículo 7.1 del TRLC lleva a la sustitución de éste por aquél, alegando, eso si, similitud en las determinaciones acerca del impago del precio, hasta el extremo de estructurar un sistema que, como consecuencia de ello, desplaza el del devengo de intereses determinado en el artículo 99.4 del TRLC por la mayor cuantía resultante de la aplicación de lo dispuesto en el Código Civil, habiendo sido ponente el mismo Magistrado que después lo sería de la 8 Sentencia de 9 de marzo de 2004, ya mencionada. Este es el contenido de los fundamentos de derecho cuarto y quinto de la Sentencia: CUARTO.- La cuestión a resolver en el actual debate casacional, como resulta de lo que ha quedado expuesto, es la determinación de cuáles han de ser las consecuencias de que el precio de un contrato administrativo no haya sido pagado por la Administración contratante en las fechas expresamente estipuladas para ello. Y lo que más particularmente hay que decidir es si esas consecuencias han de quedar limitadas siempre y en todos los casos al interés legal de las cantidades debidas, o si, por el contrario, es jurídicamente viable que la tardanza en el pago pueda generar una responsabilidad indemnizatoria que rebase ese interés legal. La jurisprudencia que se ha invocado por los litigantes revela una aparente contradicción. Junto a unas sentencias que declaran la limitación de la responsabilidad al interés legal (las de 25 de junio de 1984, 8 de octubre de 1986 y 4 de septiembre de 1993), hay efectivamente otras que han admitido la posibilidad de un superior importe indemnizatorio (las sentencias de 12 de febrero y 29 de junio de 1990 y 14 de enero de 1990). Esa contradicción debe, pues, ser resuelta o clarificada, y para ello lo que procede es acotar cuáles son los supuestos en los que sólo es de apreciar una simple morosidad en el pago, y cuáles son aquéllos otros en los que concurre un incumplimiento contractual cuya significación y alcance pueden ser distintos. QUINTO.- Sobre esa diferenciación cuya necesidad antes se ha apuntado procede hacer estas consideraciones que siguen: 1. La regulación sobre el incumplimiento del tiempo del pago del precio que se contiene en la LCE (arts. 47 y 91) y el RGCE (arts. 144 y 264) es muy similar a la que se contiene en el art. 1108 del Código Civil, y ciertamente lo que hacen ambos grupos de preceptos es establecer las consecuencias de la morosidad en las obligaciones dinerarias con un criterio objetivo y tasado: no exigen expresamente la nota de culpabilidad, y el interés legal es reconocido como suma indemnizatoria también sin necesidad de prueba. 2. Esa similitud de regulaciones hace aconsejable acudir a las construcciones que la doctrina civilista ha elaborado en orden a la configuración del estricto concepto de mora, y a su diferenciación frente a otras manifestaciones que puede presentar la lesión del derecho de crédito. Y dentro de ese campo doctrinal se distingue efectivamente entre el incumplimiento definitivo de la obligación y la simple mora, pero también se subraya que la inobservancia del tiempo de pago merece la consideración de incumplimiento definitivo, y no la de mora, en estos casos: a) Cuando lleva consigo una frustración del fin del negocio, esto es, del interés que fue buscado por el acreedor en el momento en que se constituyó el vínculo obligatorio; 9 b) Cuando esa inobservancia temporal del deudor se prolonga excesivamente, por comportar una dilación que por su exagerada duración es contraria a la buena fe, y también es determinante para el acreedor de un sacrificio que rebasa lo normalmente previsible y lo razonablemente tolerable; y c) Cuando hay hechos o circunstancias que exteriorizan de manera inequívoca una persistente voluntad del deudor de no cumplir. 3. De lo anterior se deriva que ese específico régimen indemnizatorio de la mora previsto para las obligaciones pecuniarias ha de quedar limitado a los casos que tengan encaje en el concepto estricto de mora, mas no agotará las posibilidades indemnizatorias en aquellos otros en que el impago no constituya una simple mora y sí revele un incumplimiento contractual de carácter definitivo. En estos últimos casos el deber de resarcimiento habrá de regirse por las reglas generales de los artículos 1106 y 1107 del Código Civil y, por ello, comprenderá el daño emergente y el lucro cesante en los términos que ambos preceptos establecen; cuya aplicación en la contratación administrativa procederá en virtud de la llamada supletoria a las normas del Derecho privado que hace el art. 4 de la LCE (el texto legal aquí aplicable). 4. Tratándose de contratos administrativos, será de apreciar un incumplimiento definitivo, y no simple mora, en los casos en que el impago de la Administración exteriorice aislada o conjuntamente esos tres resultados a que antes se ha hecho referencia: frustración del fin del contrato, exagerada duración y cuantía del impago o voluntad rebelde al cumplimiento. Debiéndose precisar que esa apreciación habrá de hacerse casuísticamente, ponderando especialmente el montante económico y la duración del período de impago en cada supuesto, y decidiendo si uno y otro factor, o ambos, evidencian esos resultados de que se viene hablando. 5. Desarrollando algo más lo que acaba de expresarse, hay que añadir que, cuando el impago se mantenga durante varios ejercicios anuales consecutivos, y dentro de cada ejercicio anual dicho impago no sea aislado y cuantitativamente moderado sino reiterado y exageradamente elevado en su entidad económica, procederá apreciar ese insoportable sacrificio de acreedor y esa rebeldía del deudor que son determinantes de un incumplimiento definitivo y no de simple morosidad. Se dará en particular ese injustificado sacrificio del acreedor en aquellos casos en que el impago de la Administración, además de ser cuantitativamente elevado y exageradamente prolongado, haya hecho imposible al contratista atender de manera regular a la finalidad o necesidad para la que proyectaba destinar el precio cuando asumió su obligación contractual, y siempre que esa finalidad o necesidad haya resultado inequívocamente visible a la Administración contratante en el momento de la formalización del contrato. Y, por tanto, como tales necesidades habrán de ser consideradas las obligaciones económicas que sean inherentes al ramo industrial, comercial o de servicios que constituya el objeto de la actividad empresarial del contratista y, además, resulten 10 ineludibles para que este último pueda realizar la prestación que encarne el objeto de la obligación que por él fue asumida en el contrato administrativo. 6. Cuando proceda declarar esa más amplia responsabilidad indemnizatoria correspondiente al incumplimiento definitivo no habrá lugar al devengo de los intereses legales establecidos para la morosidad. Con aquella superior indemnización quedarán reparadas todas las consecuencias lesivas derivadas del impago. Al no existir oposición por el Ayuntamiento recurrente en casación respecto a las partidas correspondientes a los intereses financieros reclamados, a los recargos y gastos por deudas tributarias y de la Seguridad Social y retenciones como consecuencia de la pignoración de las certificaciones impagadas a favor de varias entidades financieras, por estar centrado el escrito de interposición del recurso en la inviabilidad jurídica de indemnizaciones superiores al interés convenido o legal, la Sentencia sustentó (f.d. sexto – F): No habiendo existido en la instancia controversia sobre la realidad de esas tres partidas reclamadas, como tampoco en la actual fase de casación, ha de partirse de su certeza y exactitud como premisa para decidir la cuestión sobre la que han versado los motivos de casación. Con este presupuesto, el criterio que ha quedado expuesto en el anterior fundamento de derecho quinto impone aceptar que, en el caso enjuiciado en este proceso, el impago litigioso representó un incumplimiento definitivo del contrato por parte de la Administración contratante (el Ayuntamiento recurrente de casación). Y las razones que más concretamente permiten la anterior conclusión son éstas: a) A la mercantil contratista se le privó de la posibilidad de atender la finalidad o interés que por ella era perseguido cuando asumió su compromiso contractual; b) Ese interés consistía en poder disponer del precio pactado para cubrir con su importe los costos económicos que le resultaban necesarios en la específica actividad empresarial que había de desarrollar para cumplir la prestación a que venía obligada en virtud del contrato administrativo y; c) Aquella privación, por su elevada dimensión económica y por la exagerada duración del período de impago, significó un sacrificio para dicha sociedad contratista que rebasó la normal previsibilidad y lo razonablemente tolerable, y también exteriorizó en la Administración contratante una clara voluntad de resistencia y rebeldía al cumplimiento de las obligaciones que contractualmente había asumido. Lo que no ha reconocido esta Sentencia es la aplicación simultánea del Código Civil y del TRL, ni de la responsabilidad contractual con la extracontractual. Pues bien, aun aplicando la tesis construida en esta Sentencia, cuyo contenido, al menos, plantea fundadas dudas a la vista del TRLC y de las citas jurisprudenciales anteriores, aunque ninguna de ellas aplique la normativa vigente en el momento en que se produjo el impago de las facturas de la mercantil contratista, ahora reclamante junto a la Sra. D., se estima procedente sustentar que no concurren en el supuesto que se dictamina la concurrencia de elementos que permitan convertir la inobservancia del tiempo de pago en incumplimiento 11 definitivo de la obligación, lo que en principio se considera como simple mora que da lugar ex lege al devengo de intereses en la cuantía resultante de aplicar el tipo fijado en el artículo 99.4 del TRLC, e inaplicable el artículo 1.110 del Código Civil Este criterio no se considera discrepante del sustentado por la doctrina más cualificada puesto que, después de señalar la razón de ser del interés legal para excusar la estimación y prueba, siempre complicadas, del importe real de los perjuicios causados y de considerar procedente el principio de resarcimiento integral en caso de dolo por aplicación del artículo 1.107 del Código Civil cuando se acrediten perjuicios de importe superior, se refiere a las remisiones expresas al régimen del “interés legal” en alguna normas especiales, como lo hacen, entre otras, la Leyes de Expropiación Forzosa (LEF)y de Contratos de las Administraciones Públicas, “en cuyo caso la cuestión está saldada”. Fuera de los supuestos con regulación específica, se afirma, regirá el principio general de resarcimiento integral formulados en los artículos 106.1 de la Constitución, 121 de la LEF y 139 de la LPAC, lo que dará lugar, si hay prueba de perjuicios superiores a la cuantía resultante de la aplicación del interés legal propio de las deudas administrativas, sean cubiertos los perjuicios en su totalidad y, consiguientemente, a falta de prueba se aplicará el interés propio de las deudas administrativas. Suele ser objeto de mención por la doctrina la jurisprudencia surgida por demora en los pagos de contratos de la desaparecida Comisaría General de Abastecimientos y Transportes por haber estimado el Tribunal Supremo que el importe de la indemnización debía cubrir el de los intereses bancarios devengados como consecuencia del retraso administrativo en el pago, citando a tal efecto un conjunto de Sentencias, desde las de 14 de marzo de 1964 y 25 de febrero y 11 de noviembre de 1965 hasta las de 29 de abril de 1976 y 21 de junio de 1997, pudiendo añadirse la de 4 de mayo de 1979, muchas de ellas recogidas en la Sentencia del Tribunal Supremo de 27 de junio de 1990, sobre la inclusión de los gastos bancarios, a pesar de la acogida dada a esta línea jurisprudencial, ha de tenerse en cuenta que se trataba en contratos mixtos de venta y comisión, con estipulaciones que recogían el abono de los gastos bancarios que por retraso en los pagos se ocasionasen (Vid. como ejemplo las SS de 11 de noviembre de 1965 y 4 de mayo de 1979, así como el “Curso de Derecho Administrativo” E. García de Enterría y T.R. Fernández, dentro del Capítulo dedicado a la responsabilidad patrimonial de la Administración-, y el estudio de J.L. Villar Palasí “El pago de los intereses de demora en los contratos administrativos”). Enlazando con lo que acaba de exponerse, cabe señalar que el artículo 99.4 del TRLC ha quedado afectado por la Disposición Final primera de la Ley 3/2004, de 29 de diciembre, que entró el vigor el día 31 siguiente, y esta Disposición es consecuencia de la transposición al ordenamiento jurídico español de la Directiva 2000/35/CE, de 29 de junio, cuyo texto introductorio pone de relieve que “debe regular todas las operaciones comerciales con independencia de si se llevan a cabo entre empresas públicas o privadas o entre éstas y los poderes públicos, teniendo en cuenta que estas últimas (sic) realizan pagos de un volumen considerable a las empresas”. Definido en la Directiva qué debe entenderse como “poderes públicos” (art. 2.1), “morosidad” (art. 2.2) y “tipo de interés aplicado por el Banco Central Europeo a sus operaciones principales de refinanciación (art. 2.4), la determinación de los elementos para cuantificar y exigir intereses de demora a los “poderes públicos” se halla en el artículo 3, con el que resulta coincidente la modificación introducida en el TRLC por la referida Disposición 12 Final que fija el plazo de abono del precio en sesenta días, en lugar de dos meses que establecía el artículo 99.4 del TRLC, dando lugar la demora al devengo de intereses a partir del cumplimiento del nuevo plazo y la indemnización por los costes de cobro, en los términos previstos en la Ley por la que se establecen las medidas de lucha contra la morosidad en las operaciones comerciales. La remisión a la Ley 3/2004, supone que los intereses indicados en el artículo 99.4 se devengarán de modo automático por el mero incumplimiento del pago en el plazo establecido (art. 5), algo que ya venía siendo admitido, pero es el tipo de interés el que experimenta un considerable incremento, ya que estará integrado por el interés del Banco Central Europeo a su más reciente operación principal de financiación efectuada antes del primer día de cada semestre natural y siete puntos más (art. 7), y en cumplimiento del mandato legal, la Dirección General del Tesoro y Política Financiera ha dictado durante el año 2005 las Resoluciones de 20 de enero y 8 de julio fijando el interés marginal, 2,09 € para el primer semestre y 2, 05 € para el segundo, por lo que el los tipos legales de demora han sido 9,09 € y 9,05 €, respectivamente. Pero por primera vez, y de acuerdo con la Directiva 2000/35 CE, se impone por ley el derecho del acreedor a reclamar del deudor “una indemnización por todos los costes de cobro debidamente acreditados que haya sufrido a causa de la mora, siendo de aplicación al efecto los principios de transparencia y proporcionalidad respecto a la deuda principal”, e imponiendo un límite a estos costes fijado en el 15 % de la cuantía de la deuda, salvo cuando esta sea inferior a 30.000 €, en cuyo caso el límite se fija en la misma cuantía de la deuda. (art. 8). Se ha hecho referencia anteriormente a las determinaciones sobre el devengo del interés legal por la demora en la fijación del justo precio o en el pago del mismo (arts. 56 y 57 de la LEF incluidos Capítulo V del Título II que tiene como epígrafe “Responsabilidad por demora”). Sobre el primero de estos dos conceptos se pronunció el Consejo de Estado en su Dictamen 2562/1999, de 4 de noviembre, y por el paralelismo existente entre estos intereses y los establecidos en el artículo 99.4 del TRLC, utilizando los términos del Dictamen, y siguiendo el mismo orden expositivo, puede decirse: • La demora en el pago de los intereses devengados deben ser exigidos y reclamados en el seno del procedimiento contractual, y serán los órganos competentes quienes ordenen la tramitación de las reclamaciones que se formulen y adopten las resoluciones que procedan. • Debe advertirse que el devengo de intereses de demora a pagar por la Administración deudora tiene regulación en la legislación de contratos de las Administraciones Públicas. • La indemnización por demora en el pago de las prestaciones contratadas es un supuesto de responsabilidad administrativa producido en el seno de una relación jurídica preestablecida, que se debe resolver dentro de esa relación. • La demora en el pago debe repararse en el propio procedimiento contractual, dada la sustantividad de la relación. 13 • La apelación al instituto de responsabilidad patrimonial extracontractual de la Administración derivada de su funcionamiento normal o anormal no debe tener un carácter primario cuando existe una determinación legal expresa acerca de la existencia y cuantía del daño, de modo que, como ha señalado la jurisprudencia del Tribunal Supremo, la obligación de pagar intereses de demora constituye una obligación impuesta por la Ley que no requiere reclamación alguna al respecto. • Ha de destacarse el carácter de obligación legal de los intereses de demora cuya finalidad es reparar el retraso en los pagos derivados del cumplimiento de los contratos y respecto de los cuales la ley dispone su nacimiento y determina su cuantía. • La liquidación de estos intereses es una operación aritmética, dos de cuyos elementos de cálculo, el tiempo de cómputo y el tipo, vienen establecidos legalmente, y el tercero será la cantidad adeudada, fijada bien en vía administrativa o por sentencia. • Es innecesaria la tramitación en todos los casos de un procedimiento específico de responsabilidad patrimonial, ex artículo 139 de la Ley 30/1992, para el abono de los intereses de demora ya que su configuración legal excluye la aplicación, sin más, de las reglas propias de la responsabilidad patrimonial dirigidas a demostrar la realidad del daño, su alcance y extensión, la relación de causalidad entre éste y el funcionamiento del servicio y la evaluación económica de la lesión indemnizable. • Hay una obligación legal de resarcimiento en la relación contractual que, a la vista de las prescripciones legales, no exige –ni en puridad admite sin grave discordiala cabal sustanciación del procedimiento de responsabilidad patrimonial de la Administración. • La predeterminación legal de la existencia del daño y de su cuantía neutraliza la aplicación de las reglas dirigidas, precisamente, a depurar y probar la existencia del daño y el alcance de la lesión y la relación de causalidad entre ésta y la actuación del órgano que debe ordenar el pago. • Cuando no exista problema alguno de imputación del retraso producido ni del cómputo de los plazos habrá de procederse a la mera liquidación de intereses que no requiere seguir el procedimiento de responsabilidad patrimonial. • La función del órgano que proceda a la liquidación de los intereses habrá de consistir normalmente en la pura comprobación de determinados hechos externos y la aplicación del interés legal, por lo que carecerá de margen alguno de apreciación. • No hace falta para la liquidación de intereses que la Comisión Jurídica se pronuncie sobre los extremos determinados por el Reglamento de los procedimientos en materia de responsabilidad de las Administraciones Públicas en el artículo 13.2 porque los intereses de demora se devengan por el mero hecho del transcurso del plazo establecido por la Ley y su importe está determinado legalmente por la remisión al interés legal del dinero, incrementado en 1,5 puntos 14 (actualmente modificado), cualquiera que sea la intensidad del daño, de modo que no rige el principio de indemnidad o de reparación integral. La conclusión a la que se llega, después de las precedentes consideraciones no es otra que la improcedencia de la reclamación por responsabilidad patrimonial de la Administración basada en la LPAC (arts. 139 y siguientes), así como en el Reglamento sobre la materia, por lo que no procede la emisión de Dictamen por esta Comisión, lo que obsta la existencia de una responsabilidad contractual y, en consecuencia, que el órgano competente pueda pronunciarse sobre la cuantía de la indemnización de perjuicios mediante los intereses establecidos en el artículo 99.4 del TRLC. Ahora bien, si todos o algunos de los contratos cuyo pago ha incurrido en mora hubieran sido posteriores al 8 de agosto de 2002, la determinación del tipo de interés habrá de ajustarse a lo dispuesto en el artículo 7 de la Ley 3/2004, conforme a su Disposición Transitoria única, que limita la aplicación de la norma modificada a los “efectos futuros”, con una retroactividad de grado mínimo (Vid. STS de 9 de marzo de 2005, así como las citas contenidas en el fundamento de derecho séptimo), indudablemente relacionada con el artículo 6.1 de la Directiva 2000/35 CCE, por la referencia temporal que en ella se hace para limitar el plazo de transposición, incumplido en el caso de España, los costes bancarios. IV Con lo dicho en la precedente Consideración Jurídica podría darse por cumplida y, por tanto, finalizada la función consultiva que esta Comisión tiene encomendada por la LPGA. No obstante, por los reclamantes se han incluido en su solicitud un conjunto de conceptos basados en la responsabilidad patrimonial de la Administración Autónoma y no en la responsabilidad contractual, y a ellos se ha referido la propuesta de resolución. Sobre los conceptos que integran el importe de la reclamación tan sólo cabe señalar, con carácter meramente dialéctico, dada la conclusión a la que se ha llegado en la Conclusión Jurídica III de este Dictamen, que se ha de separar el importe de los intereses derivados de la responsabilidad contractual, cuya cuantificación ha de efectuase ex lege, es decir, independientemente de la solicitud formulada, y que con arreglo a los criterios de legalidad vertidos ha de satisfacer directamente la Administración contratante, medie o no solicitud del contratista, de los restantes conceptos, sin que la acumulación de los intereses contractuales y de los que han podido devengarse como consecuencia del contrato de aval con afianzamiento por aplazamientos de pagos fiscales o de la operación de crédito con afianzamiento, sea legalmente viable, además de que tendría que quedar probada la aplicación del crédito al cumplimiento de las prestaciones de los contratos, al igual que han debido probarse los demás conceptos causantes de perjuicios reales (daño emergente) y no de meras expectativas para pretender una indemnización por lucro cesante, que ha sido estimada tomando como referencia datos que en la reclamación se consideran demostrativos de la actividad empresarial en un plazo determinado, para lo que se ha tomado como base de cálculo la diferencia positiva entre ingresos y gastos del año 2003 y la negativa por los mismo conceptos durante el año 2004 y sumadas ambas cantidades. Además, en el plazo de 1 julio de 2003 hasta 31 de octubre de 2004, la Administración contratante ha efectuado pagos al contratista, según informe del Director General de Patrimonio Cultural, por importe de 61.342,89 €, y la exigencia de prueba puede hacerse extensiva a los alegados daños personales cuya procedencia, con carácter general, ha de 15 cuestionarse al tratarse de una relación contractual entre la mercantil contratista y la Administración, y no de una relación inexistente con quien en un momento determinado pueda ser la administradora única de la mercantil, sin entrar a analizar los datos que aparecen en la fotocopia simple del informe aportado con el escrito de reclamación. En la propuesta de resolución se alude a la “causalidad adecuada” y sobre ésta se recuerda lo dicho en la Sentencia del Tribunal Supremo de 5 de diciembre de 1995, al señalar en su fundamento de derecho segundo: Hay que reconocer, con la doctrina, que el concepto de relación causal se resiste a ser definido apriorísticamente con carácter general, supuesto que cualquier acaecimiento lesivo -y así ocurre en el presente caso- se presenta normalmente no ya como el efecto de una sola causa, sino más bien, como el resultado de un complejo de hechos y condiciones que pueden ser autónomos entre sí o dependientes unos de otros, dotados sin duda, en su individualidad, en mayor o menor medida, de un cierto poder causal. El problema se reduce a fijar entonces qué hecho o condición puede ser brindadas por la doctrina la teoría de la condición o de la equivalencia de las causas que durante tanto tiempo predominó en el Derecho Penal, según la cual es causa del daño toda circunstancia que de no haber transcurrido hubiera dado lugar a otro resultado, está hoy sensiblemente abandonada. La doctrina administrativista se inclina más por la tesis de la causalidad adecuada, que consiste en determinar si la concurrencia del daño era de esperar en la esfera del curso normal de los acontecimientos, o si, por el contrario, queda fuera de este posible cálculo, de tal forma que sólo en el primer caso el resultado se corresponde con la actuación que lo originó, es adecuado a ésta, se encuentra en relación causal con ella y sirve como fundamento del deber de indemnizar. Esta causa adecuada o causa eficiente exige un presupuesto, una «conditio sine qua non» esto es, un acto o un hecho sin el cual es inconcebible que otro hecho o evento se considere consecuencia o efecto del primero. Ahora bien, esta condición, por sí sola, no basta para definir la causalidad adecuada. Es necesario además que resulte normalmente idónea para determinar aquel evento, o resultado teniendo en consideración todas las circunstancias del caso; esto es, que exista una adecuación objetiva entre acto y evento, lo que se ha llamado la verosimilitud del nexo; sólo cuando sea así, dicha condición alcanza la categoría de causa adecuada, causa eficiente o causa próxima y verdadera del daño («in iure non remota causa, sed proxima spectatur»). De esta forma quedan excluidos tanto los actos indiferentes como los inadecuados o inidóneos y los absolutamente extraordinarios. En consecuencia, de haber tenido que aplicarse el principio de la “causalidad adecuada”, se hubiera podido llegar a estimar inexistente el nexo causal para que procediera el reconocimiento de responsabilidad patrimonial de la Administración ante la pretensión indemnizatoria de la Sra. D. en lo que abunda la inaplicación, por desechado, del principio causa causae causa causati, como ha significado la jurisprudencia y así lo ha plasmado la Sentencia del Tribunal Supremo de 28 de noviembre de 1998 (f.d. cuarto). Aún puede señalarse la posibilidad que el TRLC da con carácter general para cesión de derechos de cobro, de lo que no se consideran excluidos los contratos menores (arts. 56 y 100), lo que ha estimado conforme a derecho la Junta Consultiva de Contratación Administrativa en su informe 42/2000, de 21 de diciembre, al referirse en el apartado 4 a las facturas emitidas por prestaciones relacionadas con esta clase de contratos. 16 Por cuando antecede, “Se estima que, por razón de la naturaleza de la reclamación de responsabilidad formulada por C.C. en representación de P.C.. y de D.D., no procede la emisión de Dictamen por la Comisión Jurídica Asesora del Gobierno de Aragón por lo que respecta a la reclamación derivada de la relación contractual, y se considera improcedente la reclamación por responsabilidad patrimonial de la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón”. En Zaragoza, a diecisiete de enero de dos mil seis. 17