1 Publicaciones Recursos Vivos Acuáticos: Análisis de Normas Nacionales e Internacionales y Propuestas de Alternativas de Presupuestos Mínimos Lic. Juan Javier García Fernández INDICE GENERAL Resumen Ejecutivo. SECCION PRIMERA: Bases de la Legislación Internacional y Nacional sobre Protección y Uso de los Recursos Bióticos del Medio Acuático. 1. Aspectos centrales de la legislación internacional sobre conservación y uso sustentable de los recursos marinos. 1.1. La jurisdicción internacional sobre los recursos vivos del mar. 1.2. La Convención sobre el Derecho del Mar. La jurisdicción sobre el medio marino en la CDM. Regulaciones referidas a los recursos vivos del mar. 1.3. El Acuerdo sobre Poblaciones de Peces Transzonales y Poblaciones de Peces Altamente Migratorios. Bases biológicas y jurídicas del manejo de especies migratorias. Principios del Acuerdo para el manejo de poblaciones migratorias. http://www.fucema.org.ar 2 1.4. El mar en el Convenio sobre Diversidad Biológica. 1.5. La CITES y los organismos marinos y de aguas dulces. 1.6. La Comisión Ballenera Internacional. 1.7. Acuerdos regionales para la explotación de recursos vivos. 1.7.1. La Convención sobre Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos. 1.7.2. El Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. 2. Legislación Internacional sobre Prevención de la Contaminación Marina. 2.1. El Tratado MARPOL. 2.2. La Convención de Londres sobre Vertimientos. 3. Aspectos Centrales de la Legislación Nacional Sobre el Medio Acuatico y Marino. 3.1 Sobre la jurisdicción nacional en el Mar Argentino. 3.2. Conflictos de jurisdicción entre la Nación y las provincias. 3.3. Conservación y uso de los recursos marinos vivos. 3.4. Prevención de la contaminación lacustre, fluvial y marina. SECCION SEGUNDA: Elementos para la Elaboración de NORMAS MínimAs sobre Protección y Uso Sustentable de los Recursos Bióticos Acuáticos. 1. Aspectos Centrados en la Conservación de la Diversidad 3 Biológica a Nivel de Ecosistemas Acuáticos. 1.1. Gestión y protección de las zonas costeras. Aspectos institucionales y financieros del manejo costero. Las zonas costeras y el régimen federal de gobierno. 1.2. Areas protegidas marinas y costeras. 1.3. El manejo de humedales. 1.4. Prevención de la contaminación fluvial, lacustre y marítima. 2. Aspectos Centrados en la Conservación de la Diversidad Biológica Acuática a Nivel de Especies y Poblaciones. 2.1. Protección de especies marinas y de agua dulce amenazadas. 2.2. Prevención y control de las especies exóticas en el medio acuático. 2.3. Conservación de los mamíferos marinos. 2.4. Uso sustentable de los recursos vivos del mar. 2.5. Uso sustentable de los recursos vivos de las aguas dulces. 2.6. Recursos genéticos marinos y de aguas dulces. Tablas. Tabla I: Obligaciones Mínimas de Protección de la Biodiversidad y de Uso Sustentable de los Recursos Naturales Marinos y Acuicolas Emanadas de los Tratados Internacionales Suscriptos por la Argentina. Tabla II: Descripción de las Actividades para la Aplicación de los Presupuestos Mínimos de Protección de los Recursos Vivos Marinos y de Agua Dulce. Bibliografía. 4 Resumen Ejecutivo El propósito de este trabajo es aportar a la definición de un sistema de control ambiental, en las áreas particulares de la conservación y uso sustentable de los recursos bióticos acuícolas, marinos y de agua dulce. Para ello se efectuó una revisión de la normativa internacional y nacional vigente sobre estos temas. Se ha puesto especial énfasis en identificar cuál es el alcance de las competencias del gobierno federal, y las de los gobiernos provinciales. El análisis que se presenta se centra en evaluar la eficacia de las normas nacionales para enfrentar adecuadamente la vasta y compleja problemática de la protección de estos recursos e identificar aquellos compromisos que ha asumido mediante la firma de los tratados vinculantes incorporados a nuestro derecho. Donde los hay, se señalan los vacíos normativos existentes al momento a nivel nacional. Se presentan finalmente propuestas de presupuestos mínimos, tanto para la protección de la biodiversidad marina y de las aguas dulces como para el uso sustentable de los mismos, en el sentido empleado por la Consitución Nacional de 1994, que la Nación debe dictar en virtud de lo establecido en el Artículo 41° de la Carta Magna. Sección primera Se comienza el análisis destacando los puntos centrales de la legislación internacional sobre conservación y uso sustentable de los recursos vivos acuáticos, y sobre prevención y control de la degradación del medio marino por la contaminación. En esta sección se efectúa una revisión del tratamiento jurisdiccional de los recursos biológicos marinos en la legislación internacional, con sus más recientes modificaciones. Posteriormente se analizan los tratados sobre explotación 5 racional de los recursos marinos, incluyendo los tratados regionales de interés para la Argentina. Se exceptúa el análisis del Tratado Antártico en general, aunque sí el de convenciones de alcance subantártico. Resumen ejecutivo - i La última parte de la sección primera se destina al análisis de los aspectos centrales de la normativa nacional sobre recursos marinos. Entendiendo que es central para la definición de competencias y de políticas sectoriales, se revisan los aspectos jurisdiccionales sobre el Mar Argentino en nuestra legislación. Se analizan algunos conflictos persistentes entre la Nación y las provincias sobre el particular. La legislación sectorial de nivel nacional sobre pesca marina y sobre prevención y control de la contaminación es revisada y analizada. Sección segunda Dado que la Constitución Nacional de 1994 establece que corresponde a la Nación dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección en materia ambiental, y a las provincias las necesarias para complementarlas, en esta sección del informe se avanza en identificar propuestas de presupuestos mínimos sobre el medio acuático en dos de los temas previstos en el texto constitucional: preservación de la diversidad biológica y utilización racional de los recursos naturales. Para identificar los elementos a incluir en dichas propuestas se han considerado: 1) las obligaciones mínimas derivadas de los tratados internacionales suscriptos por el país en la materia, 2) legislación comparada de países con ordenamiento federal, y 3) los propios antecedentes normativos de la Argentina. Las propuestas de normas mínimas se presentan en dos grandes bloques temáticos: las acciones centradas en el nivel de los ecosistemas, y las referidas al nivel de especies y poblaciones. En todos los casos se consideran los tres elementos arriba citados. 6 Se analizan en el primer conjunto de temas, la gestión y protección de las zonas costeras, las áreas protegidas marinas y costeras, aspectos del manejo de humedales y lo relativo a aspectos de contaminación de las aguas. Resumen ejecutivo - ii El segundo conjunto de temas abarca las especies acuáticas amenazadas, la prevención y el el control de la introducción y liberación de especies exóticas, aspectos particulares de la conservación de mamíferos marinos, sustentabilidad del uso de especies silvestres marinas y de agua dulce, y por último lo relativo a los recursos genéticos marinos y dulceacuícolas. Se presentan las actividades que deberían implementarse para la adopción o refuerzo de las normas mínimas propuestas, mencionando las que debería desarrollar la autoridad ambiental nacional y las que debieran estar a cargo de otros organismos nacionales, de los gobiernos provinciales o de insituciones académicas Resumen ejecutivo - iii SECCION PRIMERA Bases de la Legislación Internacional y Nacional sobre Protección y Uso de los Recursos Bióticos del Medio Acuático. 1. Aspectos centrales de la legislación internacional sobre conservación y uso sustentable de los recursos marinos. En concordancia con lo expuesto en un anterior informe sobre alternativas de presupuestos mínimos para conservación y uso sustentable de la biodiversidad terrestre, flora, fauna, bosques y áreas protegidas (García Fernández, 1996), se entiende que uno de los condicionantes para la identificación de normas mínimas sobre recursos biológicos marinos y de agua dulce, está dado por la legislación internacional adoptada por la República Argentina la que, 7 de acuerdo con lo establecido por la Constitución Nacional de 1994 primará por sobre la legislación nacional. Se analizan a continuación los principales instrumentos internacionales que consideramos pertinentes al efecto de la presente consultoría. 1.1. La jurisdicción internacional sobre los recursos vivos del mar. La jurisdicción sobre los espacios marítimos es determinante para la conservación y uso sostenible de los recursos vivos del mar. Dicha jurisdicción dependerá de la naturaleza jurídica del lugar en que se encuentran esos recursos. La delimitación del sector de los mares sujeto a la jurisdicción de los países ribereños y, consiguientemente, de los mares internacionales fue variando a lo largo de las épocas. Inicialmente, predominaban las consideraciones sobre defensa, viéndose necesario que hubiera una porción del mar adyacente a las costas que debía estar bajo la soberanía de los estados ribereños. La extensión de esa franja de mar territorial era objeto de controversias. Paulatinamente en esta controversia fue adquiriendo una importancia preponderante la explotación de los recursos naturales. Las áreas de alta mar eran consideradas “res communis” y eran de acceso abierto para la pesca por quien quisiera y pudiera hacerlo. En esas condiciones no hay incentivos para la conservación de los recursos vivos, siendo las únicas limitantes a la pesca el capital y la tecnología disponible, y el nivel de demanda en el mercado (Clark, 1974). Los Estados Unidos reivindicaron en 1945 mediante una proclama del presidente Truman su derecho a establecer zonas de conservación en áreas contiguas a su mar territorial, porque los tratados existentes no protegían adecuadamente las pesquerías (Armas Pfirter, 1994; Grzybowski et al., 1995). Ello fue seguido por otros actos similares de países de América Latina, entre ellos Argentina en 1946, y Panamá, Chile y Perú, en 1947. América del Sur tempranamente introdujo el concepto de 200 8 millas, desde la Declaración de Santiago en 1952, que fue suscripta por Chile, Ecuador y Perú, si bien se la denominó zona de soberanía marítima. Posteriormente las declaraciones de Montevideo y de Lima en 1970, y las resoluciones del Comité Jurídico Interamericano de 1973 insistieron en tal sentido, es decir, reconociendo el derecho de los estados ribereños en la utilización de los recursos marinos en vastas áreas adyacentes a sus costas. El concepto de zona económica exclusiva (ZEE) surge de aportes posteriores de los países africanos y asiáticos, ya que consideraban que el régimen de alta mar vigente beneficiaba a los estados desarrollados. En 1976 los Estados Unidos aseguraron su control sobre los recursos pesqueros expandiendo su jurisdicción hasta 200 millas como zona de conservación pesquera, mediante la Ley Magnuson. Todos estos enfoques doctrinarios confluyeron finalmente a nivel internacional en la elaboración y aprobación, no sin fuertes polémicas, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, la cual fue abierta a la firma en Montego Bay, Jamaica, en diciembre de 1982. 1.2. La Convención sobre el Derecho del Mar. Abierta a la firma en 1982, recién en noviembre de 1994 alcanzó la 60a. ratificación que permitió su entrada en vigor. La República Argentina ratificó la Convención sobre el Derecho del Mar (CDM) mediante ley N° 24.543, promulgada el 17 de Octubre de 1995. En 1973 se convocó a la Tercera Conferencia sobre Derecho del Mar, que procuraba superar la situación generada con las dos conferencias anteriores, cuyos documentos finales no eran luego ratificados por los estados. Las deliberaciones se extendieron durante nueve años. De todos modos, en consonancia con la fecha de su redacción y adopción, la CDM no es un documento surgido de consenso, como sí lo han sido convenios posteriores, como los de Cambio Climático y de Diversidad Biológica, adoptados en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en 1992. Si bien la CDM fue firmada en su momento por 119 países, el proceso de ratificación fue y sigue siendo lento. El bajo número de ratificaciones habidas en casi 15 años contrasta con otros tratados 9 multilaterales, especialmente los exclusivamente ambientales. La CDM es una de las más amplias y complejas convenciones internacionales y procura dirimir puntos de gran conflicto sobre los que no había habido antes normas suficientemente acordadas. Regula una enorme cantidad de asuntos vinculados al mar, entre ellos: la jurisdicción sobre el mar y sus recursos, el acceso a los mares, la navegación, la protección del medio marino, la explotación y conservación de los recursos vivos del mar, la investigación científica en el medio marino, y un regimen complejo de carácter internacional para la explotación minera de los fondos marinos. A ello debe agregarse un detallado sistema de resolución de controversias. Con excepción del régimen de explotación de los fondos marinos, que fue objetado por algunos estados y, entre ellos, los Estados Unidos de América, la mayoría de las previsiones de la CDM se han transformado en derecho consuetudinario a nivel internacional, tanto en lo referente a la navegación como a los derechos y deberes de los estados ribereños y al aprovechamiento de los recursos vivos del mar. La principal fortaleza de la CDM es su amplio alcance temático y su enfoque ecosistémico integral, sus numerosas disposiciones ambientales, el método innovativo de resolución de controversias mediante un sistema global y vinculante, y su capacidad de actuar como tratado marco, permitiendo su crecimiento y complementación con otros acuerdos regionales que se celebren. Con anterioridad a la CDM, los gobiernos podían, en su propio interés, administrar adecuadamente los recursos marinos dentro de la ZEE. La convención introduce la obligatoriedad de hacerlo. Por este medio los estados ribereños se comprometen a preservar los recursos vivos de su ZEE, no permitiendo un exceso de explotación y a tomar medidas sobre maneras de prevenir la contaminación procedente tanto de fuentes terrestres como marinas. La CDM habría contribuido a eliminar o resolver el 35 % de los conflictos entre Estados a causa de la uso de los océanos (Tognetti, 1995). Su principal debilidad, sin embargo, es que el nivel de fiscalización posible sobre el cumplimiento del tratado es bajo. En el tema que interesa principalmente a este informe, la CDM 10 regula tres grupos de temas que se analizan a continuación: los problemas de jurisdicción, la regulación de los recursos vivos, y la protección del medio ambiente marino. La jurisdicción sobre el medio marino en la CDM. Los estados ribereños tienen soberanía más allá de sus aguas interiores, sobre una faja de 12 millas marinas (22 km) medidas a partir de la línea de base (línea de bajamar), que consituye el mar territorial. Dicha soberanía se extiende al espacio aéreo y al lecho y subsuelo en esa faja (Arts. 2 y 3). En la misma se debe permitir el paso inocente de buques de otras banderas. Dicho paso inocente significa, entre otras cosas, que el buque no puede realizar actividades de pesca ni de investigación dentro del mar territorial (Art. 19). Una segunda faja de ancho simmilar se define como zona contigua al mar territorial. En esta zona, el estado ribereño puede tomar medidas de fiscalización relacionadas con aspectos sanitarios, aduaneros, fiscales y de inmigración (Art. 33). Desde allí, y hasta las 200 millas marinas (371 km), se extiende la zona económica exclusiva (ZEE). En la misma, el estado ribereño tiene “soberanía para los fines de exploración, explotación, conservación y administración de los recursos naturales, tanto vivos como no vivos, de las aguas suprayaentes al lecho y del lecho y el subsuelo del mar”, así como jurisdicción con respecto a la investigación científica marina, y a la protección y preservación del medio marino (Arts. 56 y 57). Los artículos 76 y 77 se refieren a la plataforma continental y a los derechos del estado ribereño sobre la misma. La plataforma continental comprende el lecho y el subsuelo de las áreas submarinas que van desde su mar territorial hasta el borde exterior del margen continental. Si este se encontrara a menos de 200 millas marinas de la línea de base, la plataforma ontinental se extenderá igualmente hasta las 200 millas, coincidiendo con la ZEE. La línea del límite exterior de la plataforma continental en el lecho del mar deberá estar situada a una distancia que no exceda de 350 millas marinas desde la línea de base. 11 El estado ribereño ejerce soberanía sobre la plataforma continental para la exploración y explotación de sus recursos naturales. Si no los explora ni explota, ningún país podrá hacerlo sin expreso consentimiento del estado ribereño. Es importante señalar que dichos recursos naturales no son sólo los minerales y otros recursos no vivos del lecho y subsuelo del mar, sino también “los organismos vivos pertenecientes a especies sedentarias, es decir aquellos que en el período de explotación están inmóviles en el leho del mar o en su subsuelo o sólo pueden moverse en cnostante contacto físico con el lecho o el subsuelo”. Finalmente, la sección primera de la Parte VII se refiere a la alta mar. El artículo 86 define a la alta mar como todas las partes del mar no incluidas en la ZEE, en el mar territorial o en las aguas interiores de un estado, ni en las aguas archipelágicas de un estado archipelágico. Regulaciones referidas a los recursos vivos del mar. La CDM analiza por separado lo relativo a la regulación de los recursos vivos en la ZEE (Arts. 61 a 67), y en la alta mar (Arts. 116 a 120). Para el primer caso, presenta lineamientos generales para la conservación y utilización de los recursos vivos, dedicando luego especial atención a: las poblaciones que se desplazan entre diferentes jurisdicciones vecinas; las especies altamente migratorias; los mamíferos marinos; las especies anádromas y las catádromas. Los lineamientos generales establecen que el estado ribereño, para la conservación de sus recursos: Fijará la captura permisible de los recursos vivos dentro de su ZEE. Deberá tomar medidas adecuadas de manejo, basadas en la mejor información científica disponible, tanto para asegurarse que los recursos vivos de su ZEE no estén amenazadas por un exceso de explotación, como para contribuir a preservar o restablecer las poblaciones de las especies capturadas a niveles tales que puedan producir el máximo rendimiento sostenible. Debe tener en cuenta el efecto de esas medidas sobre otras 12 especies que estén asociadas o sean dependientes de las especies capturadas, de modo de preservarlas o restablecer sus poblaciones. Entre las facultades que tienen los Estados ribereños es la de regular el esfuerzo de captura, para esto debe evaluar la cantidad de permisos a ser otorgados para cada especie en su ZEE, sea tanto a barcos de propia bandera como de otros países. La facultad de determinar en su ZEE tanto la captura total permisible como el esfuerzo de captura, es discrecional del estado ribereño. Las controversias que surjan como consecuencia del ejercicio de dicha facultad, no pueden ser sometidas al procedimiento obligatorio de solución de controversias previsto en el artículo 297, párrafo 3.a. de la CDM. El estado ribereño no debiera determinar en forma arbitraria la captura permisible ni el esfuerzo de captura. Como señala el artículo 300, está obligado a cumplir de buena fe las obligaciones contraídas, ejerciendo los derechos, deberes y competencias de manera tal que no constituya un abuso del derecho (Tognetti, 1995). El uso de los recursos, por su parte, está en la CDM basado en que el estado ribereño promueva su utilización óptima en la ZEE. El inciso 2 del Art. 62 dice que cuando el estado ribereño no tenga la capacidad para explotar toda la captura permisible, dará aceso a otros estados para que pesquen el excedente, mediante acuerdos a ese fin. Siendo que muchos países en desarrollo no tienen capacidad suficiente para explotar sus propios recursos al máximo nivel permisible, la CDM está sugiriendo que esa subexplotación debiera ser aprovechada por terceros países, siempre que cumplan con las reglamentaciones y leyes del estado ribereño, incluyendo los pagos por concesión de licencias, etc. El estado ribereño tiene derecho a fijar las cuotas de captura por barco o especie, las artes de pesca, las épocas y tamaños de veda, y las normas de prevención de contaminación pertinentes. Del mismo modo podrá, si lo desea, embarcar observadores en los buques habilitados, o exigir que toda la captura, o parte de ella, se desembarque en sus puertos. 13 El Art. 65 hace expresa referencia a que este criterio no se extiende a los mamíferos marinos. Los estados ribereños podrán prohibir, limitar o reglamentar la explotación de mamíferos marinos en forma más estricta que la dispuesta por el CDM. La CDM ha procurado avanzar en la resolución de los temas más problemáticos referidos a los recursos vivos del mar, que son los que surgen de la alta movilidad de ciertas especies o poblaciones. No se revisará aquí en detalle lo referido a las especies anádromas y catádromas, ya que en el hemisferio sur no hay casos de poblaciones que efectúen desplazamientos anuales asemejables a los de los salmones o anguilas, que atraviesan variadas jurisdicciones obligadamente, desde las aguas continentales hasta la alta mar. De relevancia para la región, en cambio, en lo referido a las poblaciones que se encuentran compartidas por dos o más estados ribereños, o que se mueven entre la ZEE de un estado ribereño y la zona adyacente (“straddling fishes”), así como a las especies altamente migratorias, ya que ha sido la mayor fuente de conflictos internacionales relativos a la pesca marina. El problema de la así llamada “milla 201” consiste en que a partir de allí, jurídicamente se está en alta mar, por lo cual las flotas pesqueras de terceros países no ribereños (la CDM se refiere a “Estados que pesquen esas poblaciones en el área adyacente a la ZEE”) pueden producir una explotación excesiva de esas poblaciones, en detrimento de los intereses de los estados ribereños. Debe recordarse que, desde la proclama del presidente estadounidense Truman en 1945 (vide supra) los estados ribereños han defendido su derecho en la base de la contribución especial que éstos hacen al mantenimiento de los stocks de las especies objeto de pesca. Es conocido que las áreas de reproducción y aquellas donde se producen las primeras etapas de crecimiento de los grandes cardúmenes de peces marinos suelen estar ubicadas en aguas relativamente poco profundas, próximas por lo tanto a los continentes, dentro de las ZEE de los países ribereños. En sus movimientos anuales, varias especies de gran valor comercial, sin embargo, traspasan el límite artificial de las 200 millas, ingresando en lo que jurídicamente es alta mar. En ese momento pueden ser 14 cosechadas por flotas de terceros países. La CDM establece como línea general de políticas para los casos de dos o más países ribereños, la coordinación entre las partes interesadas, mediante acuerdos directos o por medio de organizaciones regionales o subregionales, para adoptar medidas que aseguren la conservación y el desarrollo de esas poblaciones. Si se trata de poblaciones que entran y salen de la ZEE hacia las aguas adyacentes, el mecanismo sugerido es similar, pero el texto dice que se procurará “acordar las medidas necesarias para la conservación de esas poblaciones en las áreas adyacentes” (Art. 63, inc. 2). Es decir que el país ribereño no debe acordar con terceras partes las medidas pertinentes para la ZEE, ya que es soberano sobre los recursos vivos de ese sector, sino que debe concertarse en lo relativo a la zona adyacente a la ZEE. Para las especies altamente migratorias, las disposiciones son similares, tendiendo a establecer acuerdos entre partes, pero en una base más homogénea, ya que se trata de especies que efectúan desplazamientos enormes, a lo largo de áreas muy extensas. Cabe señalar que en este caso hay una lista expresa de especies altamente migratorias, que se detalla en el Anexo I de la CDM. En dicho anexo se listan especies del hemisferio norte, del Océano Pacífico o de mares tropicales, además de algunas familias enteras de tiburones y otras de cetáceos de distribución más amplia. Pese al avance que significó el reconocimiento del problema por parte de la CDM, y el camino de soluciones propuesto, la situación distó de mejorar a este respecto. Por un lado, como se dijo, la CDM ha merecido un bajo número de ratificaciones, habiendo entrado en vigor a fines de 1994. Antes de ello, en la Cumbre de la Tierra (CNUMAD) el problema siguió estando al tope de la agenda medioambiental y se encomendó la elaboración de un acuerdo complementario que avanzara sobre lo dispuesto por los artículos 63 y 64 de la CDM, respetando sus principios. En la sección referida a la pesca en alta mar, la CDM reconoce el derecho de todos los estados a que sus nacionales se dediquen a la actividad, pero remite a la necesidad de que se sujeten a lo establecido en los artículos 63 a 67, respecto a los derechos, 15 deberes e intereses de los estados ribereños. Las restantes disposiciones sobre la conservación y uso de los recursos vivos de la alta mar son similares a lo establecido para las ZEE, tanto en lo relativo a fijar capturas permisibles, como a la necesidad de preservar o restablecer las poblaciones que lo requieran, incluyendo las de especies asociadas o dependientes de las especies objeto de la pesca. La diferencia principal estriba en que se invita a los países cuyos nacionales explotan estos recursos a cooperar entre sí, ya que esos recursos vivos no están sujetos a la soberanía de ningún estado. 1.3. El Acuerdo sobre Poblaciones de Peces Transzonales y Poblaciones de Peces Altamente Migratorios. Como se dijo más arriba, la Convención sobre el Derecho del Mar (CDM) alcanzó a plantear el problema de las poblaciones de peces transzonales y migratorios en sus artículos 63 y 64, pero no a resolverlo, ya que se limitaba a recomendar la cooperación y la creación de instrumentos regionales de negociación entre las partes en conflicto. Se decidió, luego de la CNUMAD de 1992, convocar a una Conferencia de las Naciones Unidas para analizar la implementación de las previsiones de la CDM sobre peces transzonales y migratorios. El punto fue incluido como fuerte recomendación en la Agenda 21 (Capítulo 17, párrafo 17.49), al urgir que se dé efectividad plena a las previsiones de la CDM para proteger las pesquerías y poblaciones transzonales. La subsiguiente conferencia estableció un texto preliminar de acuerdo, el que fue revisado entre julio y agosto de 1995, y abierto a la firma en diciembre de ese año. La etapa final de negociaciones se vio acelerada e influenciada por el dramatismo que adquirían los hechos, ya que en los primeros meses de 1995 recrudecieron los conflictos entre estados ribereños y países que pescaban en la “milla 201”, alcanzando gran difusión en los medios periodísticos del mundo entero. De ese modo, los países ribereños, liderados por la firme actitud del Canadá, lograron imponer sus principales criterios en el texto del acuerdo. Bases biológicas y jurídicas del manejo de especies migratorias. 16 Varias especies de peces y de otros organismos marinos tiene conductas migratorias. Estos desplazamientos son cíclicos y por lo tanto predecibles, entre dos zonas geográficas de las cuales una suele ser la de reproducción. Los stocks transzonales son poblaciones migratorias que se desplazan, o bien entre la ZEE de un estado ribereño y la alta mar, más allá de las 200 millas, o bien entre las ZEE de dos o más estados ribereños. Ejemplos de la primera situación son los stocks de peces demersales y de calamares que se desplazan entre la ZEE de la Argentina y los mares adyacentes, en particular en la región austral. La segunda situación se puede ejemplificar con los stocks móviles compartidos entre la Argentina y el Uruguay, cuyo aprovechamiento conjunto fue acordado en el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo en 1974 (vide infra), o con la situación de los estados ribereños del Africa ecuatorial, donde diez hay una diez pequeñas ZEE contiguas, cuya explotación individual por cada estado es imposible. Las especies altamente migratorias son aquellas como los atunes, los marlines o los tiburones oceánicos, que deambulan por aguas internacionales entrando y saliendo repetidamente de diferentes ZEE a lo largo de sus amplios desplazamientos por los mares y océanos. Se trata a la vez de varias de las especies de más alto valor tanto alimenticio como recreacional y su manejo coordinado es esencial para evitar que continúen las severas disminuciones de varias poblaciones que han sido bien documentadas en las dos últimas décadas. Para ambos grupos de especies, el origen del problema es el mismo, esto es, siendo que estas poblaciones o especies se desplazan a través de diversas jurisdicciones, ¿a quién pertenecen y, por lo tanto, quién tiene derecho a apropiarse de éllos? Acordar la asignación clara de derechos de beneficio es el principal aporte de la CDM mediante el deslinde de jurisdicciones. El segundo punto es cómo lograr acuerdos de regulación complementaria entre esas diversas jurisdicciones. De eso trata el acuerdo que se analiza acá. El esquema que regía antiguamente era tan simple como pernicioso para la conservación de los recursos pesqueros del mar. La gran mayoría de los mares eran considerados alta mar y por ende, regía el acceso abierto para la pesca y explotación por 17 los nacionales de todos los estados. Con la reación de las ZEE la cantidad de áreas pesqueras bajo control de estados individuales aumentó considerablemente, en desmedro de la consiguiente disminución del alta mar. Las fronteras de explotación de los estados ribereños fueron así corridas hasta incluir muchas áreas de migración bajo su soberanía. La disponibilidad de pesca libre disponible para las grandes flotas mundiales disminuyó. Mientras la soberanía de los estados ribereños sobre los recursos vivos del mar se limitaba a 12 millas, la mayoría de las poblaciones migratorias estaban en alta mar. Con la expansión de la ZEE a las 200 millas, gran cantidad de pesquerías fueron de hecho nacionalizadas (de Klemm, 1993; Grzybowski et al., 1995). Algunos países, entre ellos la Argentina, habían impuesto de hecho el límite de 200 millas en forma unilateral, lo cual provocó varios incidentes con buques de otras banderas. Por su situación geográfica natural, la Argentina tiene posiciones afines con otros estados ribereños como el Canadá, Nueva Zelandia, Islandia y Chile. Estos países conformaron el llamado “Core Group” para la defensa a nivel internacional de sus intereses frente a las flotas que operan en las adyacencias de sus 200 millas (SAPyA, 1994). Sin embargo, la situación de las pesquerías argentinas no parece tan preocupante por el momento, ya que el esfuerzo de captura de nuestra ZEE no se habría colmado aún, pese a la gran expansión del sector pesquero nacional en los últimos años y a la presencia de flotas en los mares adyacentes. En el Atlántico Norte la situación es muy distinta. Las pesquerías de bacalao de las costas de Terranova, en el norte de Canadá, han descendido abruptamente, tanto de acuerdo al volumen cosechado, como al nivel de los stocks y a la productividad de la población. El gobierno canadiense debió imponer una moratoria a la pesca de bacalao en los bancos de Terranova por dos años en 1992, renovada luego en 1994 por cinco años más, así como disminuir la captura total de la especie en sus costas atlánticas a 140.000 toneladas. Muchas causas distintas se han señalado para explicar estas declinaciones abruptas. El hecho indiscutido es que la tasa de reclutamiento ha sido muy baja, pero las causas de la alta 18 mortalidad no están claras. Además de la sobrepesca también se han mencionado: cambios en las rutas migratorias, retracción en la distribución geográfica, condiciones climáticas severas, un aumento de la predación debida a las crecientes poblaciones de focas, y competencia interespecífica por el alimento. Es indudable sin embargo que el quiebre se produjo por el excesivo esfuerzo pesquero mantenido pese a las señales recibidas (Ruitenbeek, 1996). Debe notarse que existía un organismo regulador regional, la North Atlantic Fisheries Organization (NAFO), en el que participaban tanto Canadá como la Comunidad Europea, Este ente fijaba cupos, pero estos eran ignorados sistemáticamente. Las flotas de la Comunidad Europea reportaron entre 1986 y 1992 cosechas de bacalao que quintuplicaban el cupo asignado por la NAFO. La principal lección de este leading case es que los acuerdos como los previstos en la CDM, que no tienen reglas de ejecución y cumplimiento duras, difícilmente sean exitosos en preservar los recursos y evitar graves daños económicos. Si las medidas excepcionales que toma un estado ribereño en su ZEE no se acompañan con medidas complementarias en las áreas adyacentes, los esfuerzos dentro de la ZEE sólo perjudican al estado ribereño y son inútiles para permitir la recuperación o preservación del recurso. Por ello es que, en 1994, Canadá en forma unilateral se asignó autoridad legal para capturar barcos extranjeros que operaban por fuera de las 200 millas de su ZEE. Principios del acuerdo para el manejo de poblaciones migratorias. El “Acuerdo sobre la Aplicación de las Disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 10 de diciembre de 1982 Relativas a la conservación y Ordenación de las Poblaciones de Peces Transzonales y las Poblaciones de Peces Altamente Migratorios” (en adelante El Acuerdo) como se dijo fue negociado teniendo como telón de fondo conflictos de inusitada gravedad entre países del hemisferio norte. A las graves pérdidas económicas y conflictos sociales para las poblaciones humanas ligadas a la pesca de recursos decrecientes, se agregaba la sensación clara de que, de no encontrarse una solución efectiva al 19 problema, podría haber hechos de violencia y pérdida de vidas. Quizás debido a esta circunstancia es que El Acuerdo avanza notablemente en identificar las causas subyacentes de la sobrepesca de poblaciones transzonales y migratorias y establece modos de intervención inéditos. Ya en el preámbulo de El Acuerdo se mencionan como problemas que no se han podido resolver con anterioridad: “...pesca no regulada, sobre-capitalización, tamaño excesivo de las flotas, cambio de pabellón de los buques para eludir los controles, uso de aparejos insuficientemente selectivos, falta de fiabilidad de las bases de datos y falta de cooperación suficiente entre los Estados.” Se introducen además algunos conceptos que no estaban reflejados en el texto de la CDM: El compromiso de los Estados a realizar una pesca responsable. Implica apelar a la autorregulación del sector privado como elemento básico que permita alcanzar la sustentabilidad de la producción. El concepto se derivó del Código Internacional para la Pesca Responsable, impulsado por la FAO. Especificar los derechos y deberes no sólo de los estados ribereños, sino también de los estados del pabellón (Arts. 18° y 19°) y los estados del puerto (Art. 23°). La aplicación del principio de precaución, al que en el artículo 6° se le da forma concreta, mediante la obligación de “determinar niveles de referencia para cada población de peces, así como las medidas que han de tomarse cuando se rebaseb estos niveles” (párrafo 3 b), o “la fijación de límites a las capturas y a los esfuerzos de pesca” en los casos de nuevas pesquerías o de pesquerías exploratorias (párrafo 6). Las directrices para aplicar los niveles de referencia se establecen en el Anexo II del Acuerdo. Se describen dos tipos de niveles de referencia: los de conservación o límite, y los de ordenación u objetivo. Los primeros se pueden asimilar a los niveles correspondientes al máximo rendimiento sostenible (MRS), mientras que los otros son los niveles particulares asociados con estrategias de ordenación, para casos especiales de preservación o recuperación de poblaciones, tanto de la especie objeto de la pesca como de las asociadas o dependientes de élla. 20 Se aclara expresamente que el término “peces” incluye a los moluscos y los crustáceos, salvo las especies sedentarias definidas en el artículo 77° del CDM. Este punto es de gran importancia para la Argentina ya que extiende los alcances del Acuerdo a la regulación de las pesquerías de calamares de los géneros Loligo e Illex del Atlántico Sur (Art. 3°, párr. c). Se explicita que debe haber una conferencia de revisión, cuatro años después de la entrada en vigor del Acuerdo para evaluar la eficacia del mismo para alcanzar la conservación y ordenación de las poblaciones de peces transzonales y migratorios (Art. 36). En otros aspectos, el Acuerdo se ajusta a lo ya previsto en la CDM, pero se extiende detalladamente en los procedimientos de control que permitan darle eficacia al Acuerdo. Se promueven los arreglos regionales o subregionales para el caso de los peces transzonales, y los regionales o internacionales para los altamente migratorios. Para los estados ribereños se repiten las mismas obligaciones que en la CDM, pero aumentan sus derechos, en especial en lo relativo a poder inspeccionar buques en operación en las aguas adyacentes. El Acuerdo prevé que el sistema de inspecciones sea ejecutado por el ente u organismo internacional que regula cada pesquería en particular. Pero hasta tanto ese organismo esté en condiciones de hacerlo (técnicas o financieras), o para el caso de regiones o pesquerías en las que no existan esos entes, los propios países están autorizados a hacer esos controles e inspecciones según procedimientos que se detallan minuciosamente en el Acuerdo. Por cierto que la posibilidad de controlar alcanza sólamente a los estados que hayan suscripto el Acuerdo, pero no a los demás, a los que sólo se podrá invitar a respetar los mismos principios, si bien se dice que los Estados Partes tomarán medidas para disuadir a los buques con el pabellón de Estados no partes a realizar actividades que menoscaben la plicación del Acuerdo, de conformidad con el derecho internacional. Las obligaciones de los estados del pabellón tienen un rol destacado, ya que éstos deben instruir a sus nacionales para permitir las inspecciones, debiendo desarrollar un sistema legal tal que permita suspender las licencias de los buques y los capitanes 21 que violen las disposiciones acordadas por esos arreglos regionales. Ante sospechas fundadas en el sentido que algún buque ha cometido una infracción grave al Acuerdo, el estado del pabellón debiera emprender por sí mismo una investigación al respecto, pero si no lo hace, el estado ribereño, otro país miembro del arreglo regional, o el propio ente regional podrán hacerlo. También tienen amplias facultades sobre los buques sin bandera que operen en pesquerías reguladas. El arreglo regional es, básicamente, una instancia de negociación que tiene por objeto que los estados ribereños y los del pabellón, que pescan en aguas adyacentes a las ZEE, establezcan (en base a los conocimientos científicos sobre la pesquería, el esfuerzo pesquero de las flotas, los desplazamientos de las poblaciones, etc) los cupos de captura o los niveles de esfuerzo de pesca por estado, las zonas y épocas de veda y de captura, las formas de intercambio de datos sobre la pesca y las acciones de investigación a realizar. El Acuerdo, sin embargo, da preferencia a los estados ribereños en varios sentidos. En primer lugar, los estados ribereños establecen políticas para el uso y la conservación del recurso en su ZEE, por lo cual el centro del arreglo regional será evitar que la pesca fuera de la ZEE ponga en riesgo las medidas tomadas por el estado ribereño. A la vez, al momento de evaluar nuevos miembros o participantes de un arreglo regional, deberá prestarse especial atención a las necesidades de los estados ribereños cuyas economías dependan en gran medida de la explotación de los recursos vivos marinos (Art. 11, párr. e). Por último merecen destacarse los mecanismos de resolución de controversias. Si no se llegara a acuerdos en el marco de los arreglos regionales en un plazo razonable, debe procurarse establecer arreglos provisionales de orden práctico. Cualquiera de los estados interesados podrá recurrir a los procedimientos de solución de controversias, tanto para una solución definitiva, como para que se establezcan esas medidas provisionales. Como reflexión final sobre el Acuerdo, debe señalarse que probablemente sea de gran aceptación entre los estados ribereños, y que su eficacia será probablemente grande para aquellas pesquerías donde los estados que actúan pescando en las áreas adyacentes a 22 la ZEE se constituyan en partes del Acuerdo. El problema principal del Atlántico Norte encontrará aquí su vía de solución. Resta ver qué utilidad puede tener para las pesquerías donde los buques que pescan en la “milla 201” llevan banderas de estados que no sean partes del mismo. 1.4. El mar en el Convenio sobre Diversidad Biológica. La mayoría de las previsiones del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) son de carácter general, aplicándose a los distintos niveles de la biodiversidad, es decir: ecosistemas, especies y genes. Por lo tanto sus principios son de aplicación obigatoria por los estados partes a los ambientes marinos, costeros y de agua dulce. Los alcances específicos del CDB han sido tratados con detalle en un informe anterior (García Fernández, 1996), pero cabe recordar entre otras cosas que de él se deriva la necesidad de efectuar acciones tendientes a la conservación in situ, y al uso sustentable de los componentes de la biodiversidad, aplicables al medio acuático, tales como: Establecer planes y estrategias nacionales, integrando la protección de la diversidad biológica en la planes y políticas sectoriales (incluyendo entre ellas la pesca, la explotación de recursos minerales y de hidrocarburos, la operación de buques, etc). El establecimiento de áreas protegidas marino-costeras, o en humedales interiores. La identificación de especies amenazadas, y la elaboración de instrumentos legales para su protección y recuperación efectiva, lo cual se extiende obviamente al medio marino, costero y dulceacuícola. La obligación de explotar los recursos vivos dentro de su capacidad de renovación y de elaborar métodos para el uso sostenible de los recursos biológicos. Impedir la introducción de nuevas especies exóticas y procurar el control o la erradicación de las especies exóticas que generan amenazas a los ambientes o especies nativas. 23 Rehabilitar o restaurar ambientes degradados. Establecer medios apropiados por los que se exija la relización de evaluaciones de impacto ambiental de los proyectos que puedan tener efectos adversos importantes para la biodiversidad. Es importante recalcar que el CDB establece en su artículo 22° que deben respetarse otros acuerdos internacionales existentes y, en especial para el medio marino, deberá aplicarse de conformidad con la Convención sobre el Derecho del Mar (CDM). La CDM establece las jurisdicciones sobre el medio marino, reconociendo la soberanía de los estados ribereños sobre el mar territorial, sobre los recursos vivos de la ZEE y sobre los organismos vivos sedentarios de la plataforma continental. Por su parte, el CDB reconoce la soberanía de los estados sobre los recursos vivos de su territorio y dice que sus disposiciones “se aplicarán en relación con cada Parte Contratante: a) en el caso de componentes de la diversidad biológica, en las zonas situadas dentro de los límites de su jurisdicción nacional” (Art. 4°). Ello permite entender que las previsiones centrales del CDB sobre acceso a los recursos genéticos se aplican a todos los organismos marinos bajo jurisdicción de los estados según lo define el CDM. Este aspecto de ambos convenios puede cobrar gran importancia en el futuro, a medida que avance la capacidad de analizar y aprovechar las propiedades de la enorme diversidad biológica marina. Por cierto que en el caso de la Argentina no existen poblaciones humanas tradicionales con conocimientos acumulados sobre la biodiversidad biológica marina y costera y sus aplicaciones medicinales o de otro tipo. La única etnia marino-costera de nuestro país, los yamanas, pueblo de canoeros fueguinos, no ha subsistido hasta nuestros días. Ello requerirá, en el futuro, analizar como se entenderá en este caso el concepto de distribución equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos. 24 1.5. La CITES y los organismos marinos y de aguas dulces. La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de la Fauna y Flora Silvestres (CITES) es un instrumento muy exitoso que permitió acotar los efectos deletéreos del comercio internacional de recursos biológicos y sus derivados sobre la conservación de los mismos. Los aspectos centrales de su implementación han sido tratados también en un informe anterior (García Fernández, 1996). la CITES, en lo relativo a especies marinas y de aguas dulces ha sido de gran utilidad en revertir la situación de la explotación indiscriminada de varios grupos de mamíferos y reptiles acuáticos, tales como lutrinos, quelonios y cocodrílidos. Con mayores dificultades ha procurado regular el comercio de especies de peces e invertebrados propias de mares tropicales y de los arrecifes coralinos, de usos ornamentales ampliamente difundidos en el acuarismo. Otros grupos de especies marinas, tales como las ballenas verdaderas y los pinípedos, si bien están listadas en los apéndices de esta convención, en la práctica se han regulado primordialmente por otros instrumentos internacionales específicos, como la Comisión Ballenera Internacional o el Convenio para la Conservación de las Focas Antárticas, en el marco del sistema del Tratado Antártico. Sin embargo, los estados contratantes de la CITES no han dado fuerza real al acuerdo en lo relativo a las especies sujetas a intensa explotación pesquera. Ha habido reiterados intentos de ampliar su aplicación práctica a especies pesqueras potencialmente amenazadas, pero poco se ha avanzado en este sentido, dándose prioridad a los acuerdos regionales existentes, tales como los que regulan la pesca de las especies de atunes o de salmones, el CCAMLR, o ahora, al Acuerdo sobre Peces Transzonales y Altamente Migratorios. 1.6. La Comisión Ballenera Internacional. La Convención para la Regulación de la Caza de Ballenas fue 25 firmada en Washington en 1946. Su aplicación alcanza a todas las aguas en las que se realice la actividad ballenera, incluyendo no sólo aguas internacionales, sino también mares territoriales e interiores. Se estableció una comisión que es la encargada de tomar las decisiones, la Comisión Ballenera Internacional. El término ballena no está definido en el tratado, con lo que la Convención fue interpretada por las Partes como alcanzando sólo a las ballenas verdaderas (misticetos), y al cachalote entre los cetáceos con dientes (odontocetos), ya que el término inglés “whale” no se aplica a los cetáceos odontocetos de menor talla, tales como delfines, marsopas, etc. El tratado es en su origen un acuerdo para regular el aprovechamiento del recurso, al estilo de los acuerdos sobre pesca. Su objetivo explícito es “proveer a la conservación adecuada de los stocks de ballenas y hacer por lo tanto posible el desarrollo ordenado de la industria ballenera”. Sin embargo, la convención falló en ese propósito inicial. Los cupos de captura que se fijaron en sus primeros tiempos resultaron excesivos, con lo que los stocks fueron disminuyendo. Ello trajo aparejado que se diera proteción absoluta a una especie de ballena tras otra, con lo que no se cumplió la provisión inicial de permitir un uso indefinido del recurso, sino todo lo contrario. Con el tiempo, el tratado derivó de regular el aprovechamiento a ser un tratado de conservación, hecho facilitado por la inclusión de países sin actividad ballenera histórica o actual. Con este cambio en su composición, los países no balleneros imponen fácilmente su mayoría sobre los pocos países balleneros que existen hoy día. En 1986 se estableció una moratoria en la caza comercial de ballenas de alcance mundial. Posteriormente se aprobó el establecimiento de un santuario para las ballenas en el hemisferio sur, procurando evitar el reinicio de la caza de ballenas en los mares antárticos y subantárticos. Sin embargo, este instrumento puede sufrir algunos tropiezos debido a la actitud de algunos países que tienen una larga tradición en la actividad y un fuerte respaldo de su población para continuar el uso regulado de ciertas especies abundantes. Esta situación se da 26 principalmente en países en los que la carne de ballenas forma parte de sus dietas tradicionales (Islandia, Noruega, Japón). Alguno de esos países, principalmente los escandinavos, son a la vez los mayores impulsores de acciones de conservación y precursores de varios de los más importantes tratados ambientales internacionales. Su argumentación es sólida ya que procuran continuar el aprovechamiento sólo de algunas especies que son marcadamente numerosas y que, por lo tanto, permitirían un aprovechamiento sin poner en riesgo la conservación de las mismas. La Argentina adhirió a la convención en 1958, mdeiante el decreto N° 251. Dado que en la Argentina la actividad ballenera que en algún tiempo existió cesó hace varias décadas, su rol en la Comisión ha contribuido al fortalecimiento de las medidas internacionales de conservación, incluyendo entre ellas el fuerte respaldo para la creación de un santuario para las ballenas en los mares australes. 1.7. Acuerdos regionales para la explotación de los recursos vivos. 1.7.1. La Convención sobre Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos. La Convención sobre la conservación de los recursos vivos marinos Antárticos (CCAMLR, según sus siglas en inglés), suscripta en Canberra, Australia, en 1980, entró en vigor en 1982. Ha establecido una comisión con poder de decisión y un Comite Científico Consultivo que se reúne anualmente en la sede de la Secretaria de la Convención, en Tasmania, Australia. Está abierta a los estados interesados en las actividades de investigación o de cosecha de los organismos marinos a los que la Convención se aplica. Determina los objetivos y medios para la conservación de dichos recursos. El ámbito geográfico de aplicación se extiende al sur de la convergencia antártica, es decir, donde se encuentran las aguas frías procedentes de la Antártida con las aguas templadas del norte. Se excluyen las focas y ballenas, ya que existen tratados específicos sobre ambos tipos de especies. La República Argentina ratificó esta convención mediante la ley N° 22.584 del 12 de mayo de 1992. 27 Como en varias otras convenciones sobre pesca, pueden acá regularse las actividades de pesca y los métodos de cosecha, establecerse áreas y temporadas abiertas o cerradas para la pesca, cantidades de cosecha por especie, o incluso dar protección total a alguna especie. Sin embargo, también prevé, lo cual no era frecuente en otros tratados similares, que se pueden tomar otras medidas en el caso de efectos indeseables de las actividades de cosecha sobre otros componentes del ecosistema marino. Si bien la Convención sobre el derecho del Mar de 1982 establece un criterio similar, ésta entró en vigor en 1994, es decir doce años después que la CCAMLR. El artículo II.3 de la CCAMLR incluye ciertos principios generales de conservación, tales como: a) el mantenimiento de las relaciones ecológicas entre poblaciones cosechadas y otras dependientes o relacionadas con ellas, y b) minimizar el riesgo de cambios en elecosistema marino que no puedan ser revertidos en dos o tres décadas. Ello hace de este convenio el primer tratado de pesca que pretende funcionar como un tratado ecológico y no sólo comercial. La incidencia que tiene para la argentina se deriva de la importancia de las pesquerías subantárticas y de la necesidad de regular su uso compartido con otros países, principalment con el Reino Unido en la zona de influencia de las Islas Malvinas y Georgias. 1.7. 2. El Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo. Este tratado, suscripto entre la Argentina y el Uruguay, es de gran amplitud, ya que no se limita a ser un tratado de fijación de límites para zanjar antiguas disputas y eliminar una fuente de conflictos entre naciones vecinas, sino que es un verdadero Estatuto que regula la jurisdicción, la conservación y administración de los recursos, la adminstración del propio río y del frente marítimo y crea órganos específicos para implementar el tratado. Se firmó en 1973, junto con el Acta de Confraternidad Rioplatense que establece que esta es una solución honorable y justa que preserva adecuada y equitativamente los altos intereses de ambos países. El tratado entró en vigor en febrero de 1974. En el Río de la Plata hay zonas de jurisdicción exclusiva de 28 cada país, que alcanzan las siete millas en el Plata inferior y medio y de dos millas en la parte superior. Esta anchura de las franjas fue escogida a efectos de reafirmar la tesis sostenida por ambos países de que el Río de la Plata es un río y no un mar (Armas Pfirter, 1994). Se fija el límite exterior del río mediante una línea que une Punta Rasa con Punta del Este. desde esta línea de base se fija el límite lateral marítimo entre ambos estados. Dicho límite separa las jurisdicciones de cada país. Las bases de la regulación de la pesca son diferentes para el río y para su Frente Marítimo. En el río, si fuera necesario establecer límites máximos de captura, los mismos se deberán fijar en partes iguales, porque el espacio de cada país es similar y los recursos no son aportados por el otro. Para el frente marítimo se establece un régimen especial, administrado por una Comisión Técnica Mixta, se crea una zona común de pesca pero la proporción que corresponderá a cada país debe contemplar lo que cada una de ellos aporta. Debe notarse que la zona común de pesca abarca la casi totalidad de la ZEE del Uruguay. El concepto básico es que gracias a la zona común de pesca los pesqueros de ambas banderas podrán acceder a los recursos durante los doce meses del año, lo cual no es posible en la ZEE de cada estado de modo independiente, dados los desplazamientos de las poblaciones pesqueras, especialmente la merluza. La merluza tiene áreas definidas de desove y permanece nueve meses al año en aguas argentinas y los otros tres en la zona común (Armas Pfirter, 1994). El punto central de la regulación es que la distribución de cupos de captura sea equitativa entre ambos países, pero “proporcional a la riqueza ictícola que aporta cada una de las partes, evaluada en base a criterios científicos y económicos.” Los buques de ambos países ribereños pueden pescar libremente en la zona común (salvo en las doce millas de mar territorial) dentro de los volúmenes de captura establecidos y distribuidos por la Comisión Técnica Mixta. Los dos países pueden otorgar a buques de terceras banderas permisos para que pesquen parte de su cupo de captura. En ese caso sólo pueden pescar en el sector de la zona común correspondiente al país que otorgó dicho permiso. El tratado, en sus orígenes fue un instrumento importante 29 y avanzado para su época, que permitió fortalecer la relación amistosa entre ambos países. En materia pesquera, la definición de una zona común fue también una contribución de interés, así como el rol otorgado a la investigación científica y a la conservación de los recursos en los criterios de fijación de máximos de captura permisible. Las dificultades y críticas que ha recibido el tratado se han debido a que el Uruguay ha multiplicado varias veces su volumen de pesca en la zona común, hecho improbable al momento de su firma, mientras que en la Argentina ha disminuido relativamente, si bien la pesca en otras zonas, especialmente en la costa patagónica, aumentó sensiblemente. 2. Legislación Internacional sobre Prevención de la Contaminación Marina. La contaminación oceánica reconoce diferentes fuentes, entre las que sobresale la originada en fuentes terrestres, debido a la gran cantidad de población humana establecida en las regiones costeras de todo el mundo. El transporte marítimo, especialmente de hidrocarburos y el vertimiento intencional de desechos generados en tierra son otras fuentes sustanciales de contaminación marina, mientras que la propia actividad de prospección y explotación de hidrocarburos responde por un porcentaje sensiblemente menor al problema. Las zonas de los mares más sensibles a la contaminación son las regiones costeras y los arrecifes coralinos. Allí se concentran la mayor diversidad ciológica y la biomasa marina y, coincidentemente, las principales actividades humanas, tanto por la ubicación de ciudades y centros industriales, como por el tráfico marítimo, las actividades de carga y descarga de sustancias contaminantes, los usos turísticos, y las actividades extractivas, todas ellas generadoras en mayor o menor medida de contaminación en el área costera. La definición adoptada internacionalmente para la contaminación marina es la que sigue: “introducir directa o indirectamente sustancias o energía en el medio marino, de modo tal que se dañen los recursos vivos y los sistemas ecológicos, se amenace 30 la salud humana y se reduzcan las posibilidades de recreación y esparcimiento en las costas.” En algunos casos se han establecido acuerdos que procuran limitar la contaminación por fuentes terrestres. Es el caso del Convenio para la Prevención de la Contaminacion del Mar por Fuentes Terrestres (1974), para el Atlántico Nororiental, habiendo otros similares para el Mar Báltico, el Mediterráneo y para el Pacífico Sudeste. No hay acuerdos similares para el conjunto del atlántico sudoccidental, pudiéndose mencionar las disposiciones del tratado argentino-uruguayo para el Río de la Plata y su Frente Marítimo. A fines de 1995, en Washington, se desarrolló una conferencia internacional que concluyó en la adopción de un Programa mundial para la Protección del Ambiente Marino frente a las actividades realizadas en tierra. La futura adopción de un convenio más amplio en la materia dependerá de como evoluciones la discusión entre quienes entienden que este es un problema sólo local, cuya resolución es resorte exclusivo de cada estado, y quienes consideran que debe integrar la agenda de problemas globales, posición esta más cercana a la real interdependencia ambiental de los mares. 2.1. El Tratado MARPOL. La Convención para la Prevención de la Contaminación por Buques con sus anexos correspondientes fue adoptada en la ciudad de Londres, Reino Unido, en noviembre de 1973. En 1978 se acordó un protocolo modificatorio. El Convenio, conocido por el acrónimo MARPOL entró en vigor a nivel internacional el 2 de Octubre de 1983, una vez que se cumplió con el número mínimo de ratificaciones. El convenio es administrado por la Organización Marítima Internacional, y dentro de ésta, es el Comité para la Protección del Medio Marino quien periódicamente revisa los avances del MARPOL. La Convención MARPOL fue ratificada en nuestro país por medio de la ley N° 24.089, sancionada en Junio de 1992, si bien el instrumento de adhesión fue depositado en Agosto de 1993. Con anterioridad a ello, el Título 8° del Régimen de la Navegación 31 Marítima, Fluvial y Lacustre, adoptado por decreto N° 1886/83, reglamentario de la ley N° 22.190 de 1980, incorporó a la legislación argentina la mayoría de las disposiciones contenidas en MARPOL. Los buques son uno de las principales fuentes de contaminación marina que pueden incidir tanto en la pérdida de biodiversidad como en la disminución de la calidad de las aguas. La convención se negoció como respuesta al efecto del derrame del buque Torrey Canyon, estableciendo reglas para prevenir cinco tipos diferentes de contaminación procedente de buques: hidrocarburos, sustancias líquidas nocivas a granel, sustancias peligrosas confinadas, aguas servidas y residuos sólidos. De esta forma, mejoraba lo dispuesto por el anterior Convenio para la Prevención de la Contaminación del Mar por Hidrocarburos (OILPOL) de 1953 (adoptada en el país por la ley N° 21.353 en 1976), ya que ampliaba su competencia a otras cuatro posibles fuentes de contaminación por la operatoria normal de los buques. Por otra parte, el enfoque de MARPOL es preventivo ya que obliga a que los buques incorporen normas de construcción y técnicas de operación que disminuyan el impacto sobre el medio marino, a diferencia de su antecesora que era de carácter prohibitivo. El régimen de MARPOL impide realizar descargas de hidrocarburospor buques tanque a menos de 50 millas de la costa, mientras que para sustancias líquidas nocivas a granel establece cuatro categorías de riesgo decreciente (de A a D). Para las tres primeras se deben realizar descargas sólo a más de 12 millas de la costa y en aguas de más de 25 metros de profundidad, mientras que para las sustancias del Anexo D la distancia mínima es la misma, pero no hay restricciones en cuanto a la profundidad. Respecto a los residuos sólidos se prohibe la descarga al ma de plásticos, y para otras sustancias se establecen diferentes distancias según se trate de residuos crudos o con cierto tratamiento previo a bordo. Un aspecto importante de MARPOL es que prevé restricciones mayores para el caso de áreas especiales, las que se definen como “áreas del mar en las que, por razones de orden técnica relativas a las condiciones oceanográficas y ecológicas y por el carácter peculiar 32 de su tráfico, se requiere la adopción de métodos mandatorios especiales para la prevención de la contaminación del mar por hidrocarburos, sustancias líquidas nocivas o residuos sólidos.” Este concepto es aplicable principalmente a sectores marinos con escasa circulación de las aguas. Los países signatarios deben prever la existencia de facilidades o instalaciones en sus puertos para el retiro y posterior tratamiento de las sustancias contaminates. En tal sentido, en la Argentina hay facilidades de este tipo para hidrocarburos en los puertos petroleros como San Lorenzo, Dock Sud, Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca y La Plata , algunos de ellos desde hace más de una década. El proceso de desregulación de las actividades portuarias ha permitido el desarrollo de empresas que ofrecen el servicio de recepción y tratamiento de desechos, en Rosario, en la Rada de La Plata y actualmente en el puerto de Buenos Aires. En Puerto Madryn se reciben residuos de sentinas, y en Puerto Deseado hay recepción de residuos sólidos. Existe preocupación por la gran actividad que tiene Puerto Madryn, que lo convierte, por sus características biológicas y oceanográficas, en una área crítica para mejorar las acciones de prevención de la contaminación. La Argentina estudia la posibilidad de presentar algunas zonas costeras como zonas especiales, contempladas en MARPOL. Puerto Deseado y su ría, y la bahía de Ushuahia son dos de esas posibles áreas. En la ría de Deseado hay regulaciones especiales de la provincia de Santa Cruz. El Golfo Nuevo es la tercer área en estudio, pero sólo se requiere legislación nacional por tratarse de aguas interiores. Cabe señalar que el Comité para la Protección del Medio Marino de la OMI analiza actualmente nuevos anexos al MARPOL, en particular está avanzado el tratamiento de las emisiones gaseosas de los buques. Merece, sin embargo mayor atención lo relativo a los organismos no deseados en el agua de lastre, que permitiría poner coto a una de las principales fuentes de difusión de organismos marinos exóticos, cuya incidencia en la alteración de la diversidad biológica de los ecosistemas estuarinos y costeros ha sido creciente. 33 La contaminación genética por organismos exóticos no sólo alcanza a animales planctónicos, sino que incluye también numerosas especies bentónicas y nectónicas que poseen fases larvarias dispersantes planctónicas. Se analizan actualmente diversos enfoques técnicos para disminuir este problema, desde la renovación del agua de lastre mediante sistemas de bombeo hasta la aplicación de cloro u otras sustancias. La OMI elaboró en 1991 unos lineamientos para el manejo de las aguas de lastre, pero son de aplicación voluntaria. En pocos años se espera que exista un protocolo o convenio específico jurídicamente vinculante para los estados. 2.2. La Convención de Londres sobre Vertimientos. El Convenio sobre Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimiento de Desechos y otras Materias de 1972, entró en vigor en 1975, siendo ratificado por la Argentina mediante ley N° 21.947, de marzo de 1979. Su aplicación alcanza a todos los mares, con excepción de los mares interiores. Regula los vertidos intencionales efectuados por buques, pero no aquellos que se derivan de su operación normal, sino sustancias de desecho generadas en tierra y descargadas luego al mar por medio de un buque. La principal previsión del convenio son los listados del Artículo IV, en el que se listan las sustancias contaminantes en una lista “negra” (Anexo I) y otra “gris” (Anexo II). Las sustancias de la primera categoría no pueden ser vertidas al mar, mientras que las segundas sí, en base a un sistema de permisos emitidos por el estado. El convenio ha recibido numerosas críticas en el sentido de que permite legalizar los vertidos sistemáticos al mar. Sus defensores aducen que el mar tiene una gran capacidad de asimilación de ciertas sustancias y que el sistema de estándares mínimos fijados por el convenio es útil a efectos preventivos. El convenio carece de sistemas de control mutuo o por parte de la OMI, por lo cual su cumplimiento queda librado a la voluntad y posibilidad de los estados para dictar legislación nacional complementaria y para fiscalizar su cumplimiento. 34 Para el caso de la Argentina, las disposiciones que regulan sobre vertimientos están contenidas en el capítulo 5° del Título 8° del Régimen de la Navegación Marítima, Fluvial y Lacustre, adoptado por decreto N° 1886/83, que reglamenta la ley N° 22.190, de 1980. 3. Aspectos Centrales de la Legislación Nacional Sobre el Medio Acuatico y Marino. 3.1 Sobre la jurisdicción nacional en el Mar Argentino. El Código Civil de 1871 ya consideraba comprendidos entre lo bienes públicos del Estado a los mareas adyacentes al territorio de la república hasta la distancia de tres millas marinas. Con posterioridad, según se detalló en la sección inicial, los países ribereños insistieron en la pretensión de extender su soberanía sobre el mar territorial hasta las doce millas y su jurisdicción sobre los recursos vivos hasta las doscientas millas. En consonancia con la declaración del presidente estadounidense Truman en 1945 (vide supra), la Argentina dictó el decreto N° 14.708 de 1946 que declaró pertenecientes a la soberanía nacional al mar epicontinental y al zócalo continental argentino. Actualmente caree de relevancia por haber sido reemplazado por la ley N° 17.094 de 1966, que extendió la soberanía nacional sobre el mar adyacente al territorio hasta una distancia de doscientas millas marinas medidas desde la línea de las más bajas mareas. La ley N° 17.094 extendía la soberanía también al lecho del mar y el subsuelo de las zonas submarinas adyacentes hasta una profundidad de doscientos metros. Esta norma surgió como respuesta a la creciente intromisión de naves extranjeras en aguas argentinas, y para reforzar la investigación sobre los recursos minerales, vegetales y animales tendientes a un aprovechamiento más intenso del mar. En 1968 se reformó el Código Civil que en su artículo 2340 expresa que “los mares territoriales hasta la distancia que determine la legislación especial, independientemente del poder jurisdiccional sobre la zona contigua”, quedan comprendidos entre los bienes públicos. Se entiende que dicha legislación especial era la ley N° 17.094 citada. 35 Posteriormente, la ley N° 18.502 de 1969 otorgó a las provincias la jurisdicción sobre el mar territorial adyacente hasta una distancia de tres millas marinas y al estado nacional la jurisdicción exclusiva sobre “el mar territorial argentino” desde allí hasta las doscientas millas. Debe notarse, sin embargo, que la actual legislación internacional establece una distinción entre el mar territorial, que sólo alcanza hasta las primeras doce millas, y el resto que es la zona económica exclusiva hasta las doscientas millas. Existió por lo tanto una impresición en la terminología de la legislación argentina desde entonces (Armas Pfirter, 1994). Finalmente en 1991 la ley N° 23.968, de espacios marítimos, estableció las líneas de base rectas y normales, aclarando que las aguas comprendidas entre las líneas de base y el territorio son aguas interiores. Las demás disposiciones siguen el marco internacionalmente aprobado mediante la Convención sobre el Derecho del Mar de 1982. Es interesante notar que en esta ley se establecen normas nacionales sobre conservación de los recursos que se aplicarán “más allá de las doscientas millas marinas, sobre las especies de carácter migratorio o sobre las que intervienen en la cadena trófica de las especies de la zona económica exclusiva”. Ello se explica por la preocupación de los países ribereños por la depredación en sus aguas adyacentes, ya comentada al analizar el Acuerdo sobre Peces Transzonales y Altamente Migratorios. La mención a las cadenas tróficas se entiende, además, por los conflictos pendientes con el Reino Unido en el Atlántico Sur, en las áreas de mayor concentración del krill. 3.2. Conflictos de jurisdicción entre la Nación y las provincias. Como se expuso, la ley N° 18.502 ordena lo relativo a la jurisdicción provincial sobre las tres primeras millas marinas y reserva a la Nación la jurisdicción exclusiva sobre el resto del mar territorial y la zona económica exclusiva. Dicha ley establece que en las tres millas marinas bajo jurisdicción provincial, los recursos vivos marinos se podrán explotar de acuerdo a la normativa provincial que se dicte al respecto, debiéndose determinar una autoridad de 36 aplicación de las normas que se sancionen a tal fin. Las provincias podrán explorar y explotar los recursos marinos que se hallen dentro de las tres millas, de conformidad con los fines y objetivos de las normas nacionales vigentes. Sin embargo eso dista de haber puesto fin al conflicto jurisdiccional entre la Nación y las provincias con litoral marítimo. Desde hace décadas la provincia de Buenos Aires ha establecido y reglamentado normas que contienen requisitos para el funcionamiento de las empresas en su jurisdicción incluyendo mecansimos promocionales para su radicación. Las provincias patagónicas han estado activas en este sentido en los últimos años. Las normas provinciales fijan aranceles para la explotación de los recursos y los requisitos para obtención de permisos de pesca, especificaciones sobre el uso de puertos y para las instalaciones en tierra. También implementan medidas de conservación y coordinación del control de los recursos vivos. Debe notarse que si bien la Constitución Nacional de 1994 establece el dominio originario de las provincias sobre los recursos naturales de su territorio (Art. 124°), ello no dirime el punto central que es determinar la extensión del territorio provincial sobre el mar adyacente. El tema es motivo de numerosas negociaciones políticas, debido principalmente a la relevancia que han adquirido los puertos patagónicos en el volumen total de pesca marítima en los últimos años. Si bien Mar del Plata sigue siendo el mayor puerto de desembarco, es probable que sea desplazado de esa posición. En primer lugar la flota de altura ha disminuido su incidencia sobre el total de capturas al 30 % en 1993, mientras que los buques factoría y congeladores responden por el 58 % del total. Hasta 1987 la provincia de buenos aires concentraba el 88 % de las capturas del país, pero en pocos años las provincias patagónicas pasaron a reunir el 56 % de las capturas. Punta Quilla y Puerto Deseado en Santa Cruz, Ushuaia en Tierra del Fuego y Puerto Madryn en Chubut se han constituido en los polos más dinámicos de la pesca marítima argentina (SAGyP, 1994). Algunas provincias han venido reclamando jurisdicción sobre 37 las doscientas millas. Río Negro fue la primera provincia en dictar normas en ese sentido en 1985 (ley N° 1.960), pese a que curiosamente es la provincia patagónica con menor desarrollo pesquero (menos del 1 % del total en 1993). Declaraba además la propiedad del estado provincial de los recursos existentes en esa zona. En 1989 Chubut creó por ley N° 3.327 el Departamento Atlántico, estableciendo que la provincia ejerce el dominio y la jurisdicción de los recursos renovables y no renovables hasta las doscientas millas. Por su parte, Santa Cruz aceptaba las tres millas dispuestas por la ley naional N° 18.502, pero en 1990, coincidiendo con el despegue de la industria pesquera en su territorio, modificó esa posición, ampliando la jurisdicción provincial hasta incluir toda la ZEE (ley N° 2.144). Curiosamente, pese a esta situación, la Nación sigue dictando las regulaciones específicas que establecen, por ejemplo, vedas o permisos relativas no sólo a especies de peces demersales y calamares, sino también sobre especies de moluscos bivalvos que están presentes dentro de las primeras tres millas, es decir en la jurisdicción provincial aceptada por la ley nacional citada. El estado de las cosas ha llevado a la preparación de diferentes proyectos de ley para regular la pesca, que privilegian la posición provincial o la nacional, de acuerdo al proponente. El Consejo Interprovincial de Pesca Marítima promueve un Pacto Federal Pesquero que extienda la administración exclusiva de los recursos por las provincias hasta las 24 millas, y de ahí en más en conjunto con la Nación. El interés provincial está centrado en la apropiación de parte de la renta generada, ya que se propone además la constitución de un Fondo Federal Pesquero coparticipable y la participación de las provincias en la distribución del aporte financiero no reintegrable contemplado en el convenio pesquero suscripto con la Comunidad Europea. La Nación, por su parte, desea evitar la fragmentación de la administración de los recursos pesqueros, pero plantea un esquema en el que contempla la participación provincial en la renta generada. La Corte Suprema de la Nación ha refrendado la postura del gobierno federal, al declarar inconstitucional la ley santacruceña N° 2.144 por la que se atribuía jurisdicción sobre las doscientas millas marítimas. 38 3.3. Conservación y uso de los recursos marinos vivos. Si bien siguen en estudio diversas propuestas de leyes sobre la regulación de la pesca, sigue vigente aún la ley N° 17.500, y su modificatoria N° 20.136, que establece que los recursos vivos son propiedad del Estado Nacional en las zonas marítimas bajo su jurisdicción. Por lo tanto la Nación puede otorgar concesiones de explotación de esos recursos y velar por la correcta administración y conservación de los mismos. Así la ley 17.500 modificó lo establecido anteriormente en el Código Civil, ya que de ser susceptible de apropiación privada, autorizándose la apropiación como título para adquirir dominio sobre éllos, pasan a ser del dominio del Estado Nacional y pudiéndose explotar por el régimen de concesiones. Con posterioridad, otras leyes procuraron crear estímulos para el desarrollo de la pesca, primordialmente mediante buques de bandera nacional. La ley N° 19.000 de 1971 fue activa en tal sentido, permitiendo el incremento de la captura de merluza. Esta ley preveía fomentar también la caza marítima pero no fue decisiva en ese sentido. Por su parte la ley N° 20.136 de 1973 modificaba el régimen de la ley N° 17.500 ya que sólo se permitían actividades de pesca por buques de bandera nacional. Recién en 1977 la ley N° 21.514 autorizaba a convenir con extranjeros la explotación de recursos vivos del mar a títuñlo experimental. En esos momentos dominaba esas decisiones la postura de la Cancillería respecto a la mejor forma de reforzar el ejercicio real de los derechos del país sobre las aguas del Atlántico Sur. En el momento actual es el decreto N° 2.236 de 1991 el que regula la actividad. En principio se establece que las capturas podrán ser realizadas por buques de pabellón nacional con un permiso previo. Se establece que cualquier proyecto de explotación pesquera que contemple la ampliación de la flota debe ser evaluado y aprobado por la autoridad de aplicación, actualmente la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentos (SAPyA). Los permisos que se otorgan son concedidos con carácter definitivo para un determinado buque, pudiendo ser transferidos a otro con autorización previa, siempre que no implique aumentar el esfuerzo de pesca general. 39 Hay una excepción a la obligación de pabellón nacional, que es la establecida por el decreto N° 1.493 de 1992, que permite a sociedades legalmente constituidas en el país la explotación de recursos mediante el arrendamiento a casco desnudo o fletado a tiempo (charteo) de un buque de bandera extranjera, previa aprobación del respectivo proyecto. Sólo se ha permitido para la captura del calamar del género Illex con buques poteros. Esta decisión está relacionada con la difícil y cambiante situación de las negociaciones dentro de la Comisión de Pesca del Atlántico Sur, integrada por Argentina y el Reino Unido. Los permisos han sido inicialmente por hasta tres años, habiéndose modificado luego a un sistema de permisos anuales en 1993. Se emiten tres tipos de permisos: los irrestrictos, que abarcan todas las áreas y especies; los restringidos, que excluyen algunas especies o se limitan a un área determinada; y los de gran altura, que son para operar sobre el talud continental, fuera de la ZEE, incluyendo en aguas de terceros países, con licencia previa. Los desembarcos deben hacerse en puertos argentinos. La SAPyA fija anualmente las capturas máximas permisibles por especie o por un conjunto de especies, según corresponda, en base a la información dada por el Instituto Nacional de Desarrollo Pesquero (INIDEP). Si dichos máximos de captura se alcanzan, debe evitarse emitir nuevos permisos para la especie considerada. Debido al espectacular crecimiento de las capturas y de las flotas en operación, varias especies se consideraban explotadas al máximo rendimiento en 1992, entre ellas el langostino, la merluza, la merluza austral y las especies destinadas a producción de surimi, como la merluza de cola y la polaca. En 1993 se consideró que la pesca de varias especies como el abadejo, mero, corvina, lenguado, besugo, pescadilla, cazón y gatuzo, se acercaban al límite de captura permisible, suspendiéndose la aprobación de nuevos proyectos. En 1994 se extendió esa medida a todas las especies del Mar Argentino (Res. SAGyP N° 588/94), con excepción de los proyectos dirigidos a la pesca de krill o túnidos. Esto indica que la explotación de los principales recursos marinos vivos de nuestros mares merece una atención especial. La persistencia de flotas ilegales dentro de la ZEE del país es muy 40 preocupante, habiéndose detectado en 1994 en un sólo día durante la época de pesca del calamar, 161 buques furtivos en cuatro concentraciones distintas, dentro de las aguas jurisdiccionales argentinas (SAGyP, 1994). Los problemas pendientes en el Area Malvinas invitan a posibles sobreexplotaciones, ya que tanto el Reino Unido como la Argentina buscan hacer más atractivas las condiciones de pesca para terceras flotas en el área. La Comisión de Pesca del Atlántico Sur se va a continuar viendo dominada en su faz técnica por los complicados problemas de fondo entre ambos países en relación a la soberanía de las Malvinas. En lo relativo a mamíferos y aves marinas, cabe señalar, por último, que existe una prohibición general de “caza de lobos, elefantes marinos, focas, pingüinos, y especies similares”, establecida por el decreto N° 1.216 en 1974. El mismo fue parcialmente modificado en 1976 por el decreto N° 2.522 (Zeballos de Sisto, 1994), que excluyó de la prohibición anterior al sector antártico argentino, permitiendo otorgar autorizaciones para la caza limitada de dichas especies en concordancia con la Convención sobre la Conservación de las Focas Antárticas de 1972 (adoptada en 1978 en el país mediante ley N° 21.676) que, si bien establece la protección absoluta de varias especies , permite el uso racional de otras (de Klemm, 1993). Ambos decretos citados omiten, sin embargo, definir claramente qué debe entenderse por especies similares a las mencionadas. Por ejemplo, no aclara si los cetáceos son parte de dichas especies similares. Recientemente una resolución de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano (N° 351/95) reitera dicha prohibición de caza, extendiéndola de modo genérico a todos los cetáceos y pinípedos. Se ha incluido también la prohibición de su captura, apropiación y tránsito en jurisdicción federal, con un régimen de excepciones estricto, y se dictaron reglamentaciones para la actividad de los oceanarios (Benzaquén, 1996). Finalmente, cabe señalar que en 1984, mediante ley N° 23.094, se incorporó al régimen de la ley N° 22.351 de parques Nacionales a la ballena franca austral, con la categoría de Monumento Natural Nacional. Esta especie se reproduce en sectores del litoral patagónico, siendo especialmente registrada en época de cría en las aguas costeras de la Península Valdés. El empleo de 41 la categoría de Monumento Natural Nacional para algo móvil es de muy difícil aplicación práctica, ya que difícilmente pueda el estado federal garantizar su protección máxima a lo largo de todos sus desplazamientos. Sin embargo, ha sido útil para destacar la importancia de recuperar a esta especie en el contexto de toda la diversidad biológica y para avanzar en la regulación del uso turístico creciente que su avistaje genera. 3.4. Prevención de la contaminación lacustre, fluvial y marina. Las primeras medidas legales para prevenir la contaminación fluvial, lacustre y marítima se tomaron a partir de la introducción del tema en las agendas internacionales, si bien ya en 1969 la Ley Orgánica de la Perfectura Naval Argentina (ley N° 18.398) mencionaba la competencia de esa institución en lo relativo a la contaminación de las aguas marinas, fluviales y lacustres. Así en 1973 se aprueba la ley N° 20.481, luego derogada, que adoptaba un reglamento para evitar la contaminación del agua por hidrocarburos en los puertos. Debe destacarse que el Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo suscripto en 1973 estableció normativas sobre prevención de la contaminación y cooperación con el Uruguay en tal sentido, bastante antes que otras leyes internas se decicaran a este tema. Recién en 1976 se ratificó mediante ley N° 21.353 el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación de las Aguas Marinas por Hidrocarburos (OILPOL) de 1954, principalmente referido a los efectos de los hidrocarburos pesados y de carácter prohibitivo. Tres años después, en 1979 (ley N° 21.947), se ratifica la Convención sobre Prevención de la Contaminación del Mar por Vertimiento de Desechos y Otras Materias, firmada en Londres en 1972. Regula los vertimientos de desechos producidos en tierra y que se transportan por buques para su descarga en el mar. Las nuevas convenciones internacionales requerían que la Argentina actualizara su normativa sobre el tema para evitar quedar fuera del tráfico marítimo. En 1979, mediante la ordenanza marítima 4/79, el Prefecto Nacional Naval establecía normas de equipamiento y diseño de buques, que fueron luego incorporadas y complementadas por la ley N° 22.190, que establece el régimen de prevención y vigilancia de la contaminación de las aguas u otros 42 elementos del medio ambiente por agentes provenientes de los buques y artefactos navales. El decreto 1.886 de 1983 reglamenta dicha ley, incorporando al Régimen de la Navegación Marítima, Fluvial y Lacustre (REGINAVE) un nuevo título (el 8°) para este tema en particular. Si bien la Argentina no había suscripto hasta entonces el Convenio MARPOL (lo hizo en 1992, mediante la ley N° 24.089), sus previsiones están incluidas en estas normas. Detallan, además, las competencias de la Prefectura Naval y de otras instituciones. La descontaminación de las aguas, por ejemplo, compete a la Administración General de Puertos o a la Prefectura, de acuerdo a sus respectivas jurisdicciones. La Administración general de Puertos deberá velar por el desarrollo de las instalaciones de recepción de los diversos tipos de contaminantes. También se establecen las obligaciones de los buques. La Prefectura desarrolla tareas de control del vertido de contaminantes en las áreas bajo su jurisdicción. Se han elaborado planes de contingencia para enfrentar grandes derrames de hidrocarburos u otras sustancias nocivas. Existen convenios de cooperación en la materia con la República Oriental del Uruguay y se analiza otro similar con Chile. Ha habido otros instrumentos internacionales suscriptos por el país tendientes a prevenir el daño sobre el ambiente marino y sus recursos vivos, tales como la Convención de Moscú sobre la Proscripción de Ensayos Nucleares (ley N° 23.340 de 1986), el Convenio relativo a la intervención en alta mar en casos de accidentes que causen contaminación por hidrocarburos, concluido en Bruselas en 1969 (ley N° 23.456, de 1987) y el Convenio de Londres de 1990, sobre Cooperación, Preparación y Lucha contra la Contaminación del Mar por Hidrocarburos, ratificado por la ley N° 24.292 de 1994. Finalmente, cabe señalar que actualmente se trabaja, a nivel internacional, en la aplicación de un reciente Programa Mundial de Acción para la Protección del Ambiente Marino frente a las Actividades Terrestres, que surgió a partir de recomendaciones en ese sentido de la Agenda 21, sucripta en la Cumbre de la Tierra en 1992. Tiene por objeto reforzar acciones a nivel de cada país para 43 la prevención y el control de las fuentes terrestres de contaminación del mar, que generan la mayor parte de la contaminación marina real, especialmente en las zonas costeras. Entre los tipos de fuentes contaminantes que incluye el programa, pueden mencionarse los contaminantes orgánicos persistentes, los materiales radioctivos, nutrientes, metales y aguas residuales. A diferencia de los tratados internacionales, este tipo de programas se dirige sólamente al fomento a la investigación y a la cooperación técnica internacional para el estudio, diagnósticos y elaboración de posibles respuestas. Es comprensible que por el momento no se haya avanzado en considerar la contaminación originada en tierra como un problema global, ya que en principio es resorte de cada país su solución. Sin embargo, dado el aporte sustancial de esas fuentes en la degradación del medio marino, es dable pensar que a pocos años vista, se pase de este tipo de programas surgidos del derecho blando, a otros de carácter vinculante. SECCION SEGUNDA Elementos para la Elaboración de NORMAS MínimAs sobre Protección y Uso Sustentable de los Recursos Bióticos Acuáticos. 1. Aspectos Centrados en la Conservación de la Diversidad Biológica Acuática a Nivel de Ecosistemas. 1.1. Gestión y protección de las zonas costeras. La reducción de la calidad ambiental en las zonas costeras es visible en numerosas áreas en todo el mundo. La respuesta más habitual de los gobiernos ante este problema es de tipo sectorial. Se suelen analizar los aspectos relacionados con los vertidos de efluentes industriales, con la sobrepesca o con la urbanización anárquica de las costas, elaborándose políticas o respuestas públicas 44 por separado. La gestión costera integrada es una alternativa a ese enfoque, que permite coordinar las diferentes políticas en forma transectorial. Los arreglos institucionales que se han establecido para esto son muy variados, pero básicamente implican la intervención de numerosas instituciones públicas y privadas, y la definición de una autoridad encargada de la administración o gerenciamiento (Salm, 1984). La entidad individual de las zonas costeras requiere un estilo o forma de gerenciamiento especial, que no se limita al mar contiguo, y debe distinguirse de otras zonas terrestres adyacentes. A lo largo de los últimos años se han adoptado en diferentes países del mundo instrumentos legales específicos a este fin, entre ellos la National Coastal Zone Management Act, en los Estados Unidos de América en 1972, y más recientemente, en nuestra región, la ley N° 7.661 de la República Federativa del Brasil, en 1988. La delimitación jurídica de las zonas costeras varía en diferentes países, pero en todos los casos se trata de zonas bajo la soberanía exclusiva del país ribereño, tanto en su tramo terrestre como en el marino, ya que corresponde al mar territorial. Ello explica que instrumentos internacionales como la Convención sobre el Derecho del Mar no tengan disposiciones específicas para estas zonas. La zona costera se ha definido como “el área de alcance de los efectos naturales resultantes de las interacciones aire-mar-tierrra, incluyendo sus recursos renovables o no, teniendo en cuenta el paisaje físico-ambiental (...) y comprendiendo en su integridad los procesos e interacciones características de las unidades ecosistémicas litorales, incluyendo las actividades socio-económicas que ahí se establecen” . En algunos casos se han sugerido o adoptado límites relativamente fijos para las zonas costeras, como en Dinamarca, donde se estableció en 1981 una distancia de 3 km de la costa como faja terrestre integrante de la zona costera. Otras propuestas sugieren 12 millas náuticas de ancho en el espacio marino y dos km de faja terrestre, medidas ambas desde la línea de base (proyecto de ley 3.759/84 del Brasil, finalmente no aprobado). Portugal adoptó una faja terrestre de 3 km de ancho en 1990. 45 En el Brasil, la ley 7.661 establece que la faja marítma y terrestre a estar sujeta a la planificación se definirá en cada plan específico. De todas maneras, como criterio general aplicable cuando no haya sido establecida otra cosa expresamente en los planes individuales, se prevé una faja de 5 millas marítimas para el sector marino y de 20 km para el terrestre, todo ello medido sobre una perpendicular y contados a partir de la línea de costa. Las bahías, estuarios e islas costeras deben ser incluidos en el espacio de la faja marítima de la zona costera. Muchos países, adicionalmente, han prohibido o restringido severamente las construcciones en una faja de 100 metros desde la línea de costa. Dinamarca en 1937 y Noruega en 1971 las han prohibido, mientra que la ley de costas de España (1988) establece restricciones especiales en esa faja (de Klemm, 1993). Las zonas costeras y el régimen federal de gobierno. Un acercamiento de interés para el desarrollo de presupuestos mínimos en este tema es el empleado por el Brasil, donde se estableció un Plan Nacional de Gerenciamiento Costero (PNGC), a propuesta de la Comisión Interministerial de Recursos del Mar, previa aprobación del Consejo Nacional de Medio Ambiente. El PNGC establece normas generales para las zonas costeras entre las que sobresale un régimen jurídico especial que comprende autorizaciones, estudios de impacto ambiental y acciones de conservación, de acuerdo con lo establecido por la ley 7.661, de forma tal que los planes provinciales (estaduales) de gerenciamiento costero no pueden apartarse de dicho régimen básico, si bien les compete adaptar las normas generales a las peculiaridades regionales o locales. Existen también normas de detalle en el PNGC que no son obligatorias para las provincias y los municipios. Las normas de detalle establecidas por el gobierno federal se aplican sólo a las playas y al mar territorial. Cabe señalar que en el Brasil, la Unión tiene atribuciones amplias, ya que la Constitución Federal establece que las playas y el mar territorial son del dominio público nacional 46 (Art. 20, inc. IV y VI). Este punto en las leyes de nuestro país están lejos de ser asemejables. Los planes de gerenciamiento deben prever la zonificación de usos y actividades en la zona costera, contemplando los siguientes aspectos: urbanización; ocupación y uso del suelo, del subsuelo y de las aguas; subdivisión de la tierra; sistema vial y de transportes; sistemas de producción, transmisión y distribución de energía; vivienda y saneamiento; turismo y recreación; patrimonio natural, cultural, histórico y paisajístico. Sin embargo, se ha señalado que dichos lineamientos de la ley 7.661 omiten aspectos de gran relevancia como ser: exploración del suelo y subsuelo; extracción de minerales y petróleo; instalación de industrias petroquímicas y cloroquímicas; emisiones líquidas domésticas y vertido de efluentes industriales (Leme Machado, op. cit.). Los planes, tanto nacional como provinciales o municipales pueden establecer limitaciones a la utilización de inmuebles en las zonas costeras. Esta norma es de gran importancia ya que no apunta a la acción de recuperación de lo ya degradado, sino a la acción preventiva de futuros daños ambientales. Aspectos institucionales y financieros del manejo costero. Una de las claves del éxito de la gestión costera integrada es que los diferentes intereses, actividades o usos que pueden afectar al área sean coordinadas en base a un plan maestro convenido. Esto requiere mecanismos de coordinación que regulen las acciones de los individuos y de las instituciones, tanto públicas como privadas. El arreglo institucional específico puede ser una comisión interministerial (como en el Brasil), un proceso operado por un organismo nacional pre-existente, una agencia provincial por delegación de mandato nacional, o una autoridad “ad hoc” integrada por los gobiernos nacional, provinciales y municipales involucrados, y representantes de los usuarios y de los intereses ciudadanos. 47 Respecto al tipo de funciones de una posible autoridad administrativa de manejo costero, algunos especialistas sugieren que debe concentrarse primordialmente en las políticas, planificación, diseño y supervisión de acciones de investigación y monitoreo, y en la coordinación en sí (Norse, 1993). Esta función coordinadora es de gran importancia, especialmente si se tiene en cuenta que una parte sustancial de las actividades que perturban a los ecosistemas costeros se generan en las cabeceras y a lo largo de las cuencas hídricas. Una autoridad costera puede interactuar adecuadamente con otras jurisdicciones para analizar problemas de este tipo. La aplicación de los programas específicos de manejo debieran recaer en las agencias sectoriales (de pesca, de turismo, etc) y en las autoridades locales, pero todos ellos deben ajustarse al plan general aprobado por ley. El mecanismo administrativo de adopción de un plan específico en el Brasil consta de tres partes: a) la elaboración por un Grupo de Coordinación dirigido por la Comisión Interministerial (CIRM), b) una presentación o audiencia ante el Consejo Nacional de Medio Ambiente, y c) aprobación o rechazo por el CIRM. En caso de aprobación, se requiere un decreto presidencial para su entrada en vigor. La amplia facultad del gobierno federal y el rol secundario de los gobiernos provinciales en este esquema se puede ejemplificar analizando la composición del Grupo de Coordinación. El mismo está compuesto por diez representantes de organismos públicos, nueve de éllos federales y sólo uno en representación de la Asociación de Entidades de Medio Ambiente, que nuclea a todas las agencias públicas provinciales (estaduales). Adicionalmente, debe mencionarse que el sistema vigente en el Brasil no prevé el traspaso de fondos federales hacia los niveles provinciales o municipales, ni la creación de un fondo especial para la gestión costera. Este esquema, en caso de desear adoptárselo para la Argentina, requeriría una participación provincial más destacada, acorde con el rol que les compete a las provincias en lo relativo a los recursos naturales de su territorio, según estableció con claridad la nueva Constitución Nacional. El modelo de arreglo que rige en los Estados Unidos es bastante 48 diferente. En primer lugar, la ley de Manejo de Zonas Costeras de 1972 estableció un sistema de incentivos para los estados que adoptaran planes de ordenamiento territorial a lo largo de sus costas. El principal requisito es que se designen, a nivel del estado particular, zonas de especial interés como ser: habitats naturales frágiles, raros o vulnerables, áreas de alta productividad natural, áreas protegidas costeras, etc. Estas áreas deben ser preservadas mediante regulaciones de uso del suelo, establecidas a nivel estatal (provincial) o por las autoridades municipales previo acuerdo provincial. Tomando como ejemplo el Estado de California, desde 1976 existe un sistema de permisos necesarios para la mayoría de las actividades que pueden desarrollarse en la zona costera. Las regulaciones y planes de ordenamiento del uso del suelo son preparados por las autoridades locales, bajo el control de la Comisión Costera de California, que es quien les da aprobación formal. Si se desea que un Plan Nacional Costero obre como verdadera norma mínima, debe recaer en los niveles provincial y municipal llevar a la práctica sus principios, adaptados mediante un plan local específico. De no ser así, debería instituirse un sistema basado en el otorgamiento de permisos por el gobierno federal, lo cual sería poco práctico y contrario al espíritu constitucional. Un arreglo financiero adecuado debería permitir que el Estado Nacional asista a los gobiernos locales y provinciales, fundamentalmente para la elaboración de los planes locales, y para el establecimiento de las autoridades encargadas de la gestión de cada zona costera. Algunos otros rubros de especial interés federal, tales como el manejo de áreas protegidas sobresalientes o ciertas acciones de investigación y monitoreo, pueden requerir financiamiento adicional del gobierno nacional. Hasta el presente no existen instrumentos legales de nivel nacional en la Argentina que intenten avanzar en la integración del manejo de las zonas costeras. El enfoque actual se basa en la existencia de numerosos instrumentos sectoriales, sobre regulación de la operatoria portuaria, de buques, de prevención de derrames, de mitigación ambiental de la explotación petrolera, de la pesca, etc, que son aplicados por diferentes agencias de modo independiente. 49 En los últimos meses se ha elaborado un proyecto de ley en la Comisión de Ecología y Desarrollo Humano del Senado de la Nación, que fue presentado en ronda de consultas a expertos y a diversas instituciones públicas y privadas interesadas en el tema. Dicho proyecto tiene por objeto la recuperación de áreas costeras degradadas, incluyendo la asignación de partidas presupuestarias al efecto, fundamentado en la obligación de la Nación de contribuir a la recomposición del daño ambiental pasado. Si bien su enfoque representa un primer intento legal por mejorar la calidad ambiental costera, ha recibido objeciones variadas de los expertos consultados. El punto más polémico es que el proyecto se centra en recomponer lo ya degradado, y no establece ningún mecanismo preventivo, como sería, por ejemplo, la gestión costera integral, de la que dependería que no se degraden nuevas zonas. La acción de recomponer lo dañado es necesaria, pero parece una medida aislada sino se acompaña de medidas de gestión preventiva. 1.2. Areas protegidas marinas y costeras. Por las diversas complicaciones de carácter institucional y en particular las diferentes jurisdicciones existentes, la creación de áreas protegidas marinas y costeras (en adelante APMC) ha sido más lenta que en ecosistemas terrestres en la mayoría de los países, con algunas excepciones notables como ciertos estados insulares. Un primer problema es que suele faltar una legislación específica para la creación de áreas protegidas marinas y costeras. En muchos casos, por esta razón, se han creado APMC en base a leyes de muy otro propósito. Por ejemplo en Colombia y México, el parque Tayrona y el Santuario Submarino Cabo San Lucas se han creado en base a respectivas leyes de pesca marina, mientras que en Venezuela el parque Archipiélago Los Roques se basó en la ley de bosques. En el Japón, la ley de Parques Nacionales de 1970 abarca tanto áreas terrestres como marinas. En otros casos, como en Nueva Zelandia (1971) o Trinidad y Tobago (1970), se adoptaron leyes especiales para APMC. En algunos casos notables, como el Parque 50 de la Gran Barrera de Arrecifes de Australia, la ley de creación permite a la autiridad del parque regular o prohibir acciones que, realizadas en cualquier lugar, pueden perjudicar a los recursos vivos del parque. La ley japonesa establece la prohibición de alterar físicamente el lecho marino a menos de un kilómetro del límite del APMC. En los países de régimen federal como el nuestro, surgen complicaciones adicionales debido a la jurisdicción de los estados particulares sobre las primeras tres millas marinas y la faja terrestre costera, y la del estado federal sobre el resto del mar territorial. Esto ha sido señalado como el principal motivo del fracaso de los esfuerzos por establecer parques nacionales marinos y costeros en el pasado en la Argentina (F. Erize, com.pers.). La legislación de parques nacionales vigente en el país (ley N° 22.351) no fue concebida para permitir el establecimiento de un verdadero sistema de APMC en el país. Las categorías existentes de parque nacional, reserva nacional y monumento natural nacional, quizás no se ajusten adecuadamente a las realidades de las zonas costeras y marinas. Una ampliación de la misma ley o la inclusión de consideraciones específicas en alguna futura revisión parece ser necesaria, especialmente para establecer el tipo de restricciones necesarias a los usos dentro del área, y analizar temas especiales tales como la regulación de la pesca marina y la navegación dentro de las APMC. Otro aspecto necesario para la elaboración de normas mínimas en este sentido es definir el marco biogeográfico del Mar Argentino. La clasificación de zonas costeras y marinas, en sí, no constituye un presupuesto mínimo, pero es una herramienta de gran utilidad para evaluar cómo se deben representar los sistintos hábitats en un sistema de APMC, a los efectos de planificar seriamente su creación y paulatino desarrollo. La variada información que se está generando sobre el medio marino y costero en el marco de diversos proyectos (Benzaquén, 1996), tales como el Atlas de Sensibilidad Ecológica del Mar Argentino, el Programa Subregional del Atlántico Sudoccidental Superior y el Plan de Manejo Integrado de la Zona Costera Patagónica, serían una excelente base para avanzar en esta materia. 51 La ley estadounidense de Protección Marina, Investigación y Santuarios llevó al establecimiento de un sistema de santuarios marinos y de un Programa de Clasificación de Recursos, que es la base técnica para la evaluación de los nuevos santuarios propuestos, atendiendo a cuatro elementos: ecosistemas y procesos representativos, principales rasgos oceanográficos, características únicas o sobresalientes y valor de uso humano (Salm, 1984). Es conveniente, adicionalmente, analizar la conveniencia de incluir APMC en categorías de manejo internacionales, tales como Sitios Hemisféricos de Reserva de Aves Playeras, Sitios Ramsar y Reservas de Biosfera (RB). En particular la utilización de la figura de RB para situaciones de gran complejidad, con usos humanos variados ha sido recomendada como uno de los enfoques institucionales que permiten un mejor tratamiento a escala bioregional (Miller, 1996). Existen dos RB costeras en la Argentina, ubicadas en el Río de la Plata y en la albúfera de Mar Chiquita, pero no han encontrado por el momento adecuado respaldo oficial, por lo cual carecen de una autoridad efectiva de manejo del área. Actualmente se avanza en la planificación de una RB de mayor extensión, que incluya a ambas y la zona intermedia, lo que ha motivado mayor adhesión institucional a nivel de las autoridades de los catorce municipios costeros involucrados (O. Accatoli, com. pers). El gobierno federal debe impulsar más decididamente este tipo de enfoques, no sólo por su aporte a la conservación de la diversidad biológica y la calidad ambiental, sino porque al tener basamento local, parte sustantiva de los costos en materia de recursos humanos y financieros pueden ser cubiertos localmente. Lo que aquí se menciona para las áreas protegidas marinas o costeras en particular, debe sin embargo inscribirse en el análisis y las recomendaciones que, sobre áreas protegidas en general y sobre la competencia federal en relación a un sistema nacional de áreas protegidas que exceda a las áreas bajo su propio dominio, se han efectuado en dos informes anteriores (García Fernández, 1996 a, y 1996 b). 52 1.3. El manejo de humedales. El concepto de humedal es suficientemente amplio como para abarcar todo tipo de ambientes acuáticos, sean de aguas dulces o marinas. Como ya se mencionó, si bien las zonas costeras pueden ser tratadas como una unidad diferenciada a nivel nacional en muchos casos se le aplican criterios de protección como humedales. En esta categoría se incluyen en particular los Sitios Hemisféricos de Reserva de Aves Playeras que, en su mayoría, se encuentran en zonas costeras marinas. Ya se ha mencionado, además, que la Convención sobre Humedales de Importancia Internacional (Ramsar), permite perfectamente listar en su esquema, a pedido de cada país, aquellas áreas costeras de singular interés, especialmente cuando son importantes como refugio, sitio de alimentación, nidificación o descanso para aves acuáticas. Ya se analizó en un trabajo anterior (García Fernández, 1996 a) la falta de implementación efectiva de la convención Ramsar en el país, más allá de la ley de ratificación y el listado de algunas áreas. Las obligaciones emanadas de esa convención implican la elaboración e implementación de planes de manejo para esos sitios, y la protección de otros humedales aunque no estén incorporados a las listas de la convención. En Argentina no existe otra ley nacional que trate el tema, salvo la ley de Parques Nacionales que permite incluir ambientes acuáticos en el sistema federal de áreas protegidas, bajo el régimen de esa ley. Son necesarios nuevos instrumentos legales que permitan fijar políticas en relación a aquellos humedales que no son ni serán declarados parques nacionales o áreas protegidas, pero cuya preservación es necesaria para mantener los numerosos servicios ambientales que este tipo de ambientes presta a la sociedad. En algunos países en la propia constitución se menciona la preservación de ciertos humedales, como en la del Brasil de 1988 que declara al Pantanal como perteneciente al patrimonio nacional y requiere aprobación parlamentaria para cualquier intervención significativa. En Suiza, mediante un referendum se modificó la consitución en 1987 para que los pantanos y humedales de singular belleza sean preservados. 53 Muchos países, han dictado leyes específicas para protección de humedales, o han incluido los aspectos sustanciales de este tema en leyes más amplias sobre aguas. Entre ellos, puede mencionarse a España, Francia, Túnez, Venezuela y Zimbabwe. Por lo general, las diposiciones más habituales son la obligatoriedad de establecer regímenes de permisos para la aprobación de proyectos específicos. En los países de régimen federal, dicha aprobación suele recaer en las autoridades locales. En los Estados Unidos, sin embargo, se requiere un permiso especial del Cuerpo de Ingenieros para la descarga de materiales de dragado o relleno en las aguas de todo tipo. Dicho permiso puede ser vetado por la Agencia de Protección Ambiental (de Klemm, 1993). Los principios que aquí se sugieren tienen por objeto contribuir a definir el marco normativo mínimo común que debiera ser adoptado por la Nación, independientemente de la legislación complementaria que cada provincia desee listar. La competencia federal para legislar sobre el particular se deriva, tanto de los numerosos tratados internacionales que hacen referencia a la preservación de los ambientes húmedos, como del artículo 41° de la Constitución Nacional. En primer lugar, como se mencionó para otro tipo de ambientes, es necesario relevar y, en función de ello, listar aquellos humedales cuya preservación como tales se considera vital, tanto para el objetivo de conservar la biodiversidad del país, como para garantizar la regulación de cuencas hídricas, el mantenimiento de los procesos ecológicos básicos, y la provisión de agua en cantidad y de calidad suficiente para las más diversas aplicaciones y necesidades de la sociedad humana. Este listado debe acompañarse de un régimen mínimo de restricciones y obligaciones, a las que cada autoridad local deba atenerse en función de la aplicación del principio constitucional referido, de tal modo que esas restricciones y obligaciones no alteren la jurisdicción de los gobiernos provinciales sobre sus recursos hídricos y tierras circundantes, ya que serán éstos los encargados de aplicar localmente esas normas. La principal de dichas obligaciones debe ser la obligatoriedad de realizar evaluaciones de impacto ambiental antes del otorgamiento 54 de permisos a diferentes actividades que puedan afectar a dichos ambientes. El tipo de proyectos que requerirían dichos estudios debiera estar expresamente incluido en la norma, así como los criterios para la aprobación del proyecto. En el decreto venezolano N° 1544 de 1991, sobre protección de los manglares y sus espacios vitales asociados, se ha establecido un régimen interesante, por el que para aprobar un permiso, el estudio de impacto ambiental debe satisfacer cuatro condiciones: que no haya otra ubicación posible para el proyecto, que el daño al ambiente sea el mínimo posible, que el flujo natural del agua no se vea interrumpido, y que el proponente garantice emprender las actividades de mitigación para minimizar los efectos indeseados. La aplicación de regímenes de este tipo sería de gran utilidad, pero debe analizarse detenidamente su alcance para casos de humedales binacionales, como los asociados a los ríos Pilcomayo y Bermejo, donde debieran incorporarse en los comités de manejo de las respectivas cuencas, criterios similares a los descriptos. 1. 4. Prevención de la contaminación fluvial, lacustre y marítima. La contaminación, en sus diversas formas, es una de las principales amenazas para la preservación de los ecosistemas acuáticos. La legislación internacional enfrenta aquellos problemas de alcance global, o que pueden afectar aguas internacionales, tales como la contaminación derivada de la operatoria normal de los buques, los vertimientos en el mar de sustancias nocivas generadas en tierra, y las acciones de cooperación internacional sobre preparación y combate de la contaminación por hidrocarburos, incluso para actuar ante derrames en alta mar. Las normas para la prevención y control de la contaminación fluvial y lacustre son por lo general de carácter nacional o local, con la excepción de las aguas internacionales como las cuencas hídricas, los ríos, y las obras hidroeléctricas de carácter internacional, que requieren acuerdos entre los países involucrados como en el caso del Tratado del Río de la Plata. En lo relativo a los temas analizados en el presente informe, 55 las normas de carácter federal a ser adoptadas o reforzadas son las referentes a la prevención de la contaminación marina y fluvial por efecto de la operación de buques. Otros aspectos vinculados con la contaminación de las aguas han sido analizados al tratar sobre el medio costero y los humedales, pero entendidos desde el manejo integral del ecosistema. Ya se aplican en el país normas generales referidas a la operación ambientalmente responsable de los buques, tanto en lo relativo a las normas constructivas y operativas de los buques de bandera nacional, como a las normas operativas obligatorias para los buques de otras banderas dentro del mar territorial argentino y su zona contigua. Del mismo modo han sido confeccionados planes de contingencia para los casos de derrames o detección de vertidos ilegales en aguas jurisdiccionales del país (Prefectura Naval Argentina, s/f). Un celo extremado deberá tomarse en todo lo referido a las normas de operación de buques en el caso de concretarse el Proyecto Hidrovía Paraná-Paraguay, ya que la mayor actividad de transporte fluvial apareja un aumento del riesgo de accidentes y derrames de sustancias nocivas e hidrocarburos. En los estudios ambientales preliminares se considera como la principal preocupación ambiental asociada al proyecto en aguas argentinas, el que eventuales catástrofes afectarían la principal fuente de provisión de agua potable de la población ribereña, así como el medio de vida de muchos de ellos (J. Adámoli, com. pers.). Los aspectos de contaminación biológica, entendida como la introducción involuntaria de organismos al medio, por el efecto de la operación normal de buques (vide infra) merece también una delicada observación en este proyecto, ya que abrirán a la navegación de buques de gran calado áreas muy poco alteradas en su composición biótica. En lo relativo a la existencia de facilidades portuarias para la recepción de los diversos tipos de sustancias contaminantes de buques incluidas en los anexos de MARPOL (hidrocarburos, sustancias líquidas nocivas a granel, aguas servidas, residuos sólidos y sustancias nocivas confinadas), se ha registrado una mejora a partir de la privatización de la operación portuaria, existiendo proyectos privados completados o en ejecución para ofrecer los respectivos servicios. Las facilidades de recepción, en 56 algunos proyectos, está ligada con la operación de plantas para el posterior tratamiento de los mismos. En este punto puede ser de utilidad establecer una normativa más estricta, que fije plazos a la construcción de las facilidades exigibles según MARPOL, a la vez que se generen líneas de financiación al sector privado interesado en desarrollar esa actividad. En lo relativo a los aspectos institucionales, la Prefectura Naval Argentina es el organismo que tiene a su cargo la aplicación de la legislación sobre prevención, control y combate a la contaminación fluvial, lacustre y marítima en general, mientras que la tarea de control en las aguas portuarias cabe a la Administración General de Puertos, así como fiscalizar el desarrollo de las instalaciones de recepción. El principal rol de la SRNyAH, como organismo ambiental nacional, en esta materia parece estar en la promoción y la difusión hacia la opinión pública y hacia los sectores generadores de perturbaciones en la calidad del medio, así como también actuando como facilitador de la cooperación entre diversos entes nacionales y provinciales que tienen injerencia en diversos aspectos relacionados con la contaminación del medio marino y costero. 2. Aspectos Centrados en la Conservación de la Diversidad Biológica Acuática a Nivel de Especies y Poblaciones. 2.1. Protección de especies marinas y de agua dulce amenazadas. Si bien los aspectos relacionados con la legislación para la protección y recuperación de especies amenazadas en general ya se ha analizado en un informe anterior (García Fernández, 1996 b), es necesario volver a considerarlo al analizar las propuestas de normas mínimas de protección de la diversidad biológica acuática. La necesidad de establecer legislación específica para la protección de especies amenazadas de extinción es una de las obligaciones emanadas del Convenio sobre Diversidad Biológica, así como la elaboración de planes de acción tendientes a su recuperación. Este es uno de los presupuestos mínimos más aceptados universalmente y sobre cuya competencia federal ya se analizó en el citado informe. 57 La falta de una ley específica en la Argentina para este punto esencial de las políticas de protección ambiental adquiere gravedad mayor para el caso de las especies acuáticas, ya que la única previsión legal sobre el particular, si bien imperfecta, es el artículo 20 ° de la ley de Fauna Silvestre (N° 22.421) norma que exceptúa expresamente de sus alcances a los organismos acuáticos. La elaboración de una norma legal como la mencionada debe acompañarse de la categorización de las especies individuales de acuerdo al sistema de categorías que se adopte. Para el caso de los principales grupos de organismos acuáticos, el camino más práctico para hacer la categorización es en base a listados positivos de especies consideradas susceptibles. Sólo para el caso de los pocos mamíferos y reptiles acuáticos, los anfibios, y eventualmente para los peces, se está en condiciones en la Argentina de hacer una categorización completa de los taxones. La SRNyAH debe ser la autoridad de aplicación de una normativa de este tipo, teniendo además la responsabilidad primaria en la tarea de categorización, en colaboración con organismos científicos, entidades profesionales, ONG´s, y otras instituciones públicas competentes. Su competencia se deriva del hecho de ser el punto focal para la implementación del Convenio sobre Diversidad Biológica, aunque no tenga a su cargo la administración del uso de esos mismos recursos, la que es ejercida actualmente por la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentos (SAPyA). Es necesario comentar que las extinciones documentadas en el medio marino a nivel mundial son pocas. La mayoría de esos pocos casos han involucrado a mamíferos y aves. No hay registros de extinciones actuales de especies de algas o peces marinos, y sólo en los últimos años se ha informado de extinciones de invertebrados del mar. Sin embargo, puede decirse que hay una alta probabilidad de que estos casos aumenten. La primera de las razones para ello es que disponemos de mejor información y de monitoreos más completos, la segunda es que los cambios de origen antrópico en áreas marinas y costeras se han acelerado en los últimos años. En el medio dulceacuícola, por el contrario, las extinciones de organismos de todos los taxones es un hecho comúnmente registrado. Numerosas especies de anfibios, peces, moluscos y 58 crustáceos de agua dulce se han extinguido en las últimas décadas, por el efecto de numerosos factores, desde alteraciones de habitat, por represas, drenado, rellenado o contaminación, o por introducción de especies exóticas en el medio (Kohm, 1991; Tobin, 1991). Ciertas especies tienen una mayor fragilidad ante perturbaciones de su medio. Especies con distribución muy restringida, números poblacionales bajos, tasas reproductivas bajas o especializaciones extremas en su biología, son especialmente susceptibles de verse afectadas (Mace et al., 1993; Wilcove et al., 1993). Estas condiciones se dan más repetidamente en el medio dulceacuícola, principalmente en cuencas endorreicas, en sistemas hídricos aislados y en lagunas de ambientes áridos, o todo otro tipo de ambiente acotado en los que el efecto de la proximidad de actividades humanas puede generar perturbaciones de magnitud. Por ejemplo el llenado de la represa de Yaciretá, convirtió en ambiente léntico los anteriores rápidos de Apipé, con lo que habría provocando la extinción de tres demes de caracoles partenogenéticos, endémicos de dichos rápidos (M. Quintana, com. pers.). El objetivo último de una norma sobre especies amenazadas no es sólo proteger a las especies en regresión, sino fundamentalmente recuperarlas. En este sentido lo establece, por ejemplo, la ley específica (Endangered Species Act) de los Estados Unidos de América. La elaboración de planes de acción y la declaración de habitats críticos son medidas de gran utilidad práctica para garantizar esa recuperación (Rohlf, 1990). 2.2. Prevención y control de las especies exóticas en el medio acuático. La introducción y diseminación de organismos exóticos en ambientes distintos a su habitat original es una de las consecuencias ambientales más indeseables del fenómeno de globalización de la economía mundial. Pese a las reiteradas menciones a este problema en diversos tratados internacionales como uno de los más graves para la conservación de la diversidad biológica (Glowka y de Klemm, 1996 a), las introducciones voluntarias e involuntarias continúan aumentando en todo el mundo. 59 A la tradicionalmente descripta introducción intencional de especies exóticas de plantas y vertebrados terrestres que se llevó a cabo en el último siglo y medio, y que tuvo gran expresión en la Argentina, se debe sumar la introducción más reciente, tanto intencional como involuntaria, de especies menos espectaculares pero de gran impacto sobre la diversidad biológica, especialmente en ambientes acuáticos. Las fuentes de introducción intencional son: la liberación al medio de especies valoradas (ya se trate de un valor deportivo o alimenticio), la maricultura y la acuicultura, y la liberación de organismos ingresados como ornamentales para acuarismo. Entre las involuntarias sobresalen dos: organismos marinos que se desplazan a través de los canales artificiales y los que lo hacen en buques. Un siglo atrás los organismos que viajaban con los buques eran los adheridos al exterior de los cascos. Esa parte del fenómeno ha disminuido notablemente, pero ha sido reemplazada por otra de importancia mayor, los organismos que se incorporan al interior de los barcos en las aguas de lastre. Estas introducciones se habrían acelerado considerablemente en las últimas dos o tres décadas, debido a que los buques son más, de mayor tamaño y más veloces, lo que permite que más organismos sobrevivan al desplazamiento en las aguas de lastre (Norse, 1993). Un aspecto que estaría aparentemente relacionado con este fenómeno es la multiplicación de las mareas rojas en aguas costeras en años recientes. En los barros de los tanques de lastre se han encontrado millones de células resistentes de especies de dinoflagelados tóxicos. Como ya se ha mencionado en el ítem anterior, los ambientes de aguas continentales suelen ser más frágiles o sus especies más susceptibles de disminuir o extinguirse por efecto de la indiscriminada introducción de organismos exóticos. De especial preocupación son las introducciones al medio natural de especies comercializables, por medios directos o por escapes desde fcilidades de cría. Se trate de grandes proyectos de corte industrial, al estilo de las introducciones propuestas para la laguna de Mar Chiquita 60 en Córdoba, de proyectos medianos como la cría de rana toro en ambientes subtropicales, hasta de pequeños proyectos de escala doméstica, como la cría de cíclidos africanos del género Tilapia en Misiones y Corrientes, la probabilidad de que las especies introducidas den lugar a poblaciones estables en estos nuevos habitats es altísima. Las propiedades deseables al momento de elegir especies productivas, tales como alta tasa de reproducción, buen rendimiento energético y crecimiento rápido, son las mismas que permiten que el efecto de su liberación en medios ajenos sea frecuentemente devastador. Dada la complejidad social de los mecanismos que hacen que aumenten las introducciones de organismos marinos y dulceacuícolas por las aguas del mundo, se deduce que los mecanismos institucionales y administrativos para prevenirlos y controlarlos no son sencillos de instrumentar. Las medidas nacionales e internacionales a tomar son numerosas, pero pese a que estas medidas son mencionadas en varios instrumentos legales internacionales, la situación no ha variado sustancialmente. La implementación a niveles nacionales es muy dispar: en algunos países sólo tienden a evitar las introducciones en las áreas protegidas, el problema de las introducciones para control de plagas se excluye del análisis, y es raro que se incorporen a la legislación medidas para prevenir las introducciones involuntarias (Glowka y de Klemm, 1996 b). Las acciones con algún viso de aplicabilidad son al menos de dos tipos: la regulación de las introducciones voluntarias o intencionales para propósitos primordialmente comerciales, que puede mejorar en el corto plazo, y la aplicación de técnicas para prevención de la contaminación biológica por aguas de lastre, que requiere unacuerdo internacional y es analizada actualmente por la Organización Marítima Internacional, en el marco del MARPOL. Al analizar este problema y las opciones de instrumentación legal de su prevención y control en la Argentina, surge en primer lugar que la competencia federal sobre el particular es indiscutible, y en segundo término, que dentro del estado federal le compete a la SRNyAH su regulación. Para esto es preciso establecer más claramente la facultad del organismo en lo relativo a la importación de especies acuáticas, tanto de peces como de invertebrados, ya 61 que en la actualidad los permisos respectivos son emitidos por la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentos. Por el momento, varios organismos internacionales vienen generando documentos de derecho blando (lineamientos, directrices, códigos de procedimientos) que incluyen alternativas de normas adecuadas que deben instrumentarse a este fin. Entre ellos sobresalen las directrices del Organismo Asesor Subsidiario Científico, Técnico y Tecnológico del CDB (SBSTTA), de 1995, si bien se centran en el medio marino. Entre las previsiones que ahí figuran, se incluyen: la necesidad de realizar evaluaciones de impacto ambiental previas a las introducciones; dar preferencia a posibles especies nativas para el mismo fin productivo; considerar a los proyectos de maricultura como introducciones en el medio natural, dado el altísimo riesgo de escapes de los organismos involucrados; aplicar el código de la Organización Internacional de Epizootias; y fortalecer la educación pública para prevenir la suelta de organismos ornamentales y de interés recreativo en el medio natural (Glowka y de Klemm, 1996 b). Se debieran agregar a esas sugerencias, otras como la necesidad de remover los incentivos económicos públicos que puedan estar favoreciendo la introducción de especies exóticas con fines productivos, y analizar la conveniencia de establecer la obligación de recomponer el daño ambiental que se pueda generar por estas introducciones. Las normas mínimas que deben definirse en nuestro país requieren en primer lugar, por lo tanto, que se amplíe más claramente la competencia de la SRNyAH sobre organismos acuáticos, y una mayor coordinación y cooperación sobre el particular con los organismos públicos nacional y provinciales responsables de las políticas de fomento del área de acuicultura. El régimen administrativo actual respecto de la acuicultura es muy reciente (Res. SAGyP N°s. 902/94 y 903/94), estableciendo la obligatoriedad de un registro y detallando las normas para la obtención de permisos para la introducción al país de organismos vivos acuáticos. La facultad de la SAPyA (ex SAGyP) para reglar en la materia, según estas normas, se basa en las misiones generales 62 del organismo y en las particulares correspondientes a la Dirección Nacional de Pesca y Acuicultura. Sin embargo, debe considerarse que es indudable la competencia del organismo ambiental, al menos, en la autorización de ingresos al país y en el análisis de los estudios de impacto ambiental. Los cultivos de organismos en aguas dulces y saladas experimentaron un gran crecimiento a nivel mundial en los últimos años. Hay datos estadísticos que reflejan que más del 15 % del total de producción pesquera deviene de la acuicultura en sus diversas formas (SAGyP, 1994). Las proyecciones indican que esa participación va a ser creciente en el futuro, especialmente por la reducción de la productividad de las pesquerías silvestres sobreexplotadas. Si bien ese panorama puede parecer excesivamente pesimista respecto al éxito en regular la pesca comercial, es indudable que existen grandes expectativas en nuestro país alrededor de la acuicultura, especialmente en aguas continentales, donde el productor tiende a ver más posible confinar los organismos para su provecho exclusivo, saliendo del terreno cenagoso de las cosas de propiedad común, al más familiar de la propiedad privada. Las opciones de diversificación productiva en zonas subtropicales de alta productividad y buena disponibilidad de nutrientes, así como en aguas templadas y frías cordilleranas se hacen más atractivas a medida que los mercados se globalizan y la tecnología permite, a la vez, producir volúmenes importantes de modo más previsible y ubicarlos velozmente. Los criterios considerados en la reglamentación vigente respecto de la introducción al país de organismos acuáticos presentan varias limitaciones. En primer lugar, están centrados en aspectos sanitarios, que son imprescindibles, por cierto, pero en desmedro de las consideraciones ambientales que son marginales tanto en los considerandos como en el articulado. Por otra parte se incluye en las reglamentaciones a los reptiles acuáticos, lo cual es sorprendente, ya que debiera prohibirse ese tipo de producción atendiendo a las resoluciones que adoptó la Convención CITES tendientes a desalentar la comercialización de cocodrílidos o quelonios introducidos en países fuera de su rango de distribución original. 63 La referencia al impacto ambiental en las reglamentaciones citadas (Res. 902/94) es poco clara. El “proyecto acuícola” debe especificar “...el impacto ambiental que podría causar el escape del organismo introducido al medio ambiente natural” (Art. 4°), pero no da lineamientos sobre esos estudios, ni se indica cuales serán causales de denegación del permiso, más allá de una expresión general: “si pudiera alterar el medio ambiente natural o afectar a otro cultivo en desarrollo”y luego aclarar que se exigirá al introductor “...un estudio sanitario que incluya los efectos del Impacto Ambiental destinado a determinar posibles deterioros en el ecosistema” (Art. 20°). Por su parte, en la Res. SAGyP N° 903/94, por la que se establece el Registro Nacional de Establecimientos de Acuicultura, se dice que podrá rechazarse la inscripción “de acuerdo a las normas que se establecerán al efecto, especialmente las referidas a las sanitarias internacionales” (Art. 4°), sin dar como posible razón de denegación ninguna consideración ambiental. Se deduce rápidamente de las reglamentaciones, así como de los documentos de políticas (SAGyP, 1994), que las consideraciones ambientales son enteramente colaterales en la óptica de las autoridades agrícolas, lo cual no está en concordancia con las graves consecuencias que pueden derivarse de una aplicación inadecuada de políticas sobre este particular. Por todo éllo, se sugiere aquí que la SRNyAH debe avanzar en reglamentar normas mínimas sobre el particular, mucho más estrictas que las actualmente regladas por la SAPyA. Se recomienda adoptar una prohibición general, con un régimen de excepciones para acuicultura o maricultura que requieran autorizaciones expresas a pedido del particular interesado, con intervención formal obligatoria de los dos organismos nacionales. La norma a dictarse puede prever la emisión de un informe técnico de la Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentos (SAPyA) centrado en los aspectos sanitarios y económicos de la propuesta, y una declaración de impacto ambiental a cargo del solicitante, que incluya el detalle de las medidas de prevención de escapes a adoptar. En esa base, la SRNyAH podría extender o denegar el permiso solicitado. A este permiso debería añadirse el de la provincia de radicación del emprendimiento. La fiscalización y control posterior debe ser de responsabilidad de las autoridades locales. 64 En el análisis ambiental es imprescindible que se analicen las ventajas que representa la especie a introducir respecto de las similares nativas, con criterios de denegación en esa base. También es importante profundizar en las responsabilidades de los particulares y de los organismos emisores de permisos frente a posibles daños ambientales futuros. En el momento en que se legisle la obligación de recomponer generada por los daños ambientales, que se reconoce en el Artículo 41° de la Constitución Nacional, deberá analizarse la responsabilidad que cabe a quien introduce especies sin autorización, o a quien por negligencia se apartara del régimen de prevención autorizado por los organismos nacionales y provinciales. 2.3. Conservación de mamíferos y aves marinas. A este respecto, las reglamentaciones existentes son coincidentes en prohibir el uso de estas especies con fines comerciales, tanto por medio de la legislación nacional, como por los tratados internacionales suscriptos. Existen, sin embargo, ciertos aspectos que requieren una normativa más estricta, en relación a dos aspectos de la conservación de estos grupos zoológicos. El primero se relaciona con la regulación del uso turístico de las colonias costeras de pinípedos y aves marinas, y de los acercamientos a las ballenas francas en la Península de Valdés, ya que la observación de estos animales es una actividad recreacional creciente en el país, tornándose masiva en ciertas épocas del año y en ciertos lugares en particular. La competencia del estado federal para establecer normas mínimas sobre el particular se deriva de las numerosas convenciones internacionales suscriptas, tales como el Convenio sobre Diversidad Biológica, el de Regulación de la caza de ballenas que, como se dijo, derivó en un tratado de conservación estricta de estos animales, la Convención de Bonn sobre especies migratorias, etc. Debe añadirse que la ballena franca austral fue declarada monumento natural nacional bajo el régimen de la ley N° 22.351 de Parques Nacionales, lo cual facultó directamente a la Nación a normar sobre esta especie en particular. Del mismo modo, es preciso avanzar en lo relativo a las capturas 65 accidentales de pinípedos, aves marinas y cetáceos menores durante las actividades de pesca comercial marina y en la zona del Río de la Plata. Varias especies de cetáceos ven incrementada la tasa de mortalidad por este medio y, si bien no hay mediciones precisas sobre su incidencia real, la aplicación del principio de precaución y de los códigos de pesca responsable implican considerar la aplicación de medidas para reducir este efecto indeseado de la pesca comercial 2.4. Uso sustentable de los recursos vivos del mar. Existe la impresión generalizada de que los recursos marinos silvestres están siendo explotados, a nivel global, en los límites de su máximo rendimiento sostenible. El estancamiento o aún la regresión de las cifras de la captura mundial según evidencian las estadísticas de la FAO es un indicio a considerar en este sentido. De un máximo mundial de 86 millones de toneladas en 1989 se ha descendido a valores entre 82 y 83 millones en los años 1990, 1991 y 1992 (SAGyP, 1994). Entre las posibles causas de esta declinación se puede mencionar que habría un exceso de las flotas mundiales, cuyo esfuerzo de pesca agregado sería muy alto en virtud de las nuevas tecnologías disponibles. Sin embargo, en la ZEE de la Argentina se han registrado aumentos sensibles de volumen capturado en los últimos años. No hay evidencias concluyentes como para evaluar en qué medida el aumento de la capturas argentinas en el último quinquenio se debe a que previamente los recursos estaban subexplotados, al efecto de medidas económicas y políticas que han hecho más atractiva la actividad, como por ejemplo las regulaciones para los charteos de calamar, o bien a que antes el volumen de pesca era similar pero al estar realizado en mayor medida por flotas ilegales no se registraba en las estadísticas nacionales. Las dificultades para controlar de forma efectiva la pesca dentro de nuestra extensa ZEE y en las aguas adyacentes, así como las políticas del gobierno británico en las aguas vecinas a las 66 Islas Malvinas y Georgias, que involucran en parte a las mismas pesquerías, permiten despertar una genuina preocupación sobre el estado actual de nuestros recursos marinos, y sobre su perspectiva de mediano plazo en caso de continuar las tendencias actuales. Un signo de ese posible deterioro es la retracción hacia el sur de los bancos de merluza en la zona común de pesca argentinouruguaya, cuyas causas no están claras. Otra señal ha sido la necesidad de suspender la aprobación de nuevos proyectos pesqueros para una importante cantidad de especies pesqueras de la ZEE argentina. Indudablemente, los instrumentos legales que la Nación puede aplicar en estas áreas no garantizarán per se la recuperación de los stocks o la sustentabilidad de las pesquerías. Por su parte el marco internacional actual está lejos de ser el más conveniente para regular en forma concertada la pesca en el Atlántico Sur. Las primeras señales de advertencia sobre posible declinio de alguna pesquería en particular nunca son del todo claras, algunos datos suelen ser contradictorios y la toma de decisiones suele efectuarse tarde. El reciente caso del colapso pesquero en el Canadá indica que el crecimiento del esfuerzo de pesca en épocas de bonanza, por encima del potencial del recurso para soportarlo, provoca luego situaciones de muy difícil manejo, por sus implicancias sociales y económicas especialmente en los puertos de desembarco y procesamiento de la pesca. Los enclaves de desarrollo pesquero, de los cuales el puerto patagónico de Punta Quilla es el ejemplo más reciente en nuestro país, en caso de producirse declinaciones abruptas de las pesquerías se pueden encontrar sin posibilidades ciertas de diversificación de su producción (Ruitenbeek, 1996). Debe ser prioritario avanzar en la instrumentación de los arreglos previstos en el Acuerdo sobre Poblaciones de Peces Transzonales y de Peces Altamente Migratorios en la región, promoviendo la pesca responsable de los estados ribereños y de las flotas de ultramar de los terceros estados. Aumentar la capacidad de inspección efectiva de la Argentina es imprescindible para hacer uso del derecho en tal sentido fijado en el Acuerdo. 67 Por su parte, los problemas de competencia jurisdiccional entre la Nación y los estados particulares no son exclusivos de la Argentina, sino que existen en todos los países ribereños de régimen federal. Por ejemplo en los Estados Unidos, donde la regulación de la pesca marina es relativamente reciente, existe una situación muy semejante a la de nuestro país. La ley Magnuson de 1976, de Conservación y Manejo de Pesquerías, no logró acordar un sistema conjunto de manejo entre la Unión y los estados, ante la resistencia de éstos a permitir que el gobierno federal regule los recursos en las fajas de tres millas (4,8 km) de ancho de jurisdicción estadual (provincial). La principal innovación de la Ley Magnuson fue la creación de ocho Concejos Regionales de Pesca. Estos Concejos no reúnen sólo a funcionarios federales y estaduales, sino que incorpora representantes del sector privado, tanto de pesca comercial como deportiva, ante la convicción de que estos sectores respetarán regulaciones elaboradas por ellos mismos (Norse, 1993). Un organismo federal, el Servicio Nacional de Pesca Marina (National Marine Fisheries Service) es el encargado de supervisar los planes regionales, de modo de velar por el respeto a la letra y el espíritu de la ley Magnuson. Estos Concejos tienen a su cargo las funciones regulatorias básicas: el establecimiento de los cupos de captura total, y su asignación entre los interesados. Este enfoque ha demostrado ser bastante riesgoso. Hubo Concejos que se regularon en base a datos científicos fidedignos, pero la mayoría cedió a la tentación de permitir aumentos de flotas pero aumentando a la vez los niveles de captura total permitida, produciendo el colapso de varias pesquerías. Dejar la administración del recurso en manos de los beneficiarios, ha hecho primar un criterio económico de maximización de los beneficios en el corto plazo. El aumento de la eficiencia de las artes de pesca que alentaba la ley trajo aparejado un aumento del esfuerzo pesquero por encima de los niveles aconsejables. La búsqueda de modos de capturar más cantidades de las especies valorables a menor costo individual introdujo incentivos 68 económicos inadecuados que favorecieron a quienes externalizaron los costos ambientales, por ejemplo, generando descartes inmensos. Para la pesca del langostino en el sudeste de los Estados Unidos se llegó a que por cada kilo de este crustáceo se generaba una captura acompañante de diez kilos de peces de descarte (Norse, 1993). El caso del Brasil es totalmente opuesto, ya que la Constitución Federal de 1988 establece claramente que son bienes de la Unión tanto el mar territorial como las playas fluviales y marítimas, los recursos naturales de la plataforma continental y los de la zona económica xclusiva (Leme Machado, 1995). En el Canadá el gobierno federal tiene jurisdicción sobre sobre todas las pesquerías marinas, aunque puede delegarla en los gobiernos locales. En algunos países europeos la situación es más variada. En España, las Comunidades Autónomas sólo ejercen jurisdicción sobre los mares interiores, salvo Catalunya, que la extiende hasta todo el mar territorial. En italia, de modo análogo, el gobierno central regula la pesca marina, salvo en tres regiones (Cerdeña, Sicilia y Venezia-Giulia) que tienen jurisdicción sobre el mar territorial (de Klemm, 1993). Para el caso de nuestro país, atendiendo en particular a los conflictos no resueltos en el Atlántico Sur, así como a los antecedentes poco felices de gestión descentralizada, parece razonable que la administración y conservación de los recursos marinos vivos permanezca dentro de la competencia federal, tanto en lo relativo a la definición de capturas máximas permisibles, como a la asignación de los cupos, la aprobación de proyectos pesqueros y las tareas de investigación y elaboración de estadísticas. Debe añadirse que en lo relativo a la sanidad animal, ésta es una competencia clara del gobierno federal a través del SENASA, dependiente de la SAPyA. Sí resultará necesario propender a una distribución equitativa de los beneficios derivados entre la nación y las provincias. Ello permitiría satisfacer el principal reclamo de las provincias marítimas, manteniendo a la vez bajo el gobierno federal la responsabilidad por la conservación del recurso a largo plazo y por el control de la zona económica exclusiva. En lo relativo a los arreglos institucionales, existen opiniones favorables a separar la administración del recurso en dos 69 segmentos, uno con sede en la SAPyA, con la misión de establecer la asignación de los cupos, el otorgamiento de licencias a los buques, las inspecciones a bordo y en puerto, la fiscalización sanitaria, y la investigación y monitoreo, mientras que el otro, en la SRNyAH, estaría destinado a fijar las capturas máximas permisibles (CPM) en forma independiente. Contrariamente a este enfoque, se suscribe acá la conveniencia de mantener la acción de fijación de las CPM en las mismas manos que las otras funciones, ya que toda la información necesaria para el establecimiento de las mismas se concentra en la SAPyA y en el instituto de investigaciones dependiente de la misma. Careciendo la SRNyAH de un organismo técnico que pueda generar información independiente, su intervención se vería reducida a revisar la información generada por la SAPyA, con el riesgo de superponer funciones, dificultar la agilidad de los sistemas de manejo y complejizar el sistema regulatorio en perjuicio del sector privado. La tarea que puede desarrollar la SRNyAH en materia de conservación de la biodiversidad marina y costera y de aguas dulces es muy vasta, centrando su accionar en la coordinación de aquellos aspectos que el organismo que regula la pesca nunca ha atendido, ni atenderá en el futuro. Entre ellos, los siguientes temas ya mencionados: el ordenamiento costero incluyendo la coordinación de la prevención de la contaminación y degradación de los ambientes costeros; la protección de ambientes de especial interés; la recuperación de ambientes degradados; la conservación de especies amenazadas de extinción; el acceso a los recursos genéticos marinos; y la prevención y el control de la difusión de organismos exóticos en las áreas marinas y costeras. 2.5. Uso sustentable de los recursos vivos de las aguas dulces. A diferencia de lo que ocurre con los recursos vivos del mar, los de aguas continentales son considerados res nullius, ya que la Nación sólo reclamó para sí el dominio sobre los marinos. Sin embargo, la jurisdicción sobre los recursos de las aguas 70 continentales es de las respectivas provincias que esos ríos atraviesan o bordean, o donde se encuentran los lagos, lagunas, esteros u otros cuerpos de agua. En todos los casos las aguas pertenecen al dominio público del estado provincial, salvo las aguas de los lagos o lagunas no navegables, que pertenecen al dominio privado del dueño del fundo. Los conflictos entre la Nación y las provincias en estos casos se refieren al tipo de jurisdicción que le compete a la Nación en esas aguas. De acuerdo a la Consitución Nacional, las provincias ceden a la Nación la jurisdicción sobre las aguas navegables, pero sólo en lo necesario para garantizar su libre navegación, no sobre los recursos vivos. Interpretaciones del tema extienden esa jurisdicción al comercio, el cual en sentido amplio abarca las comunicaciones y la provisión de energía. De ahí la jurisdicción reconocida a la Nación por la Corte Suprema de Justicia en relación a varios emprendimientos hidroeléctricos cuando su producción de energía se destina al sistema interconectado. En consecuencia, si bien esas diversas interpretaciones coexisten, de hecho hay variadas situaciones donde la Nación interviene en acciones que influyen de modo decisivo sobre la diversidad biológica de las aguas dulces, sobresaliendo los aspectos de: a) manejo de cuencas internacionales (del Bermejo, del Plata), o de ríos internacionales (del Río Uruguay, del Río de la Plata); b cuencas interprovinciales a través de comités de cuencas (del Río Salí-Dulce, del Salado) c) administración de represas hidroeléctricas vinculadas al sistema interconectado, internacionales (Yaciretá, Salto Grande) o nacionales (Chocón-Cerro Colorado), y d) las aguas de los parques y reservas nacionales. La forma más adecuada de sortear esas diferentes situaciones jurisdiccionales y competencias encontradas, para facilitar el manejo de los recursos vivos de las aguas dulces y su uso sustentable, es a través de Comisiones Interjurisdiccionales. El caso más exitoso existente es la comisión para la región patagónica, en la cual anualmente se acuerda entre las provincias de la región y la Administración de Parques Nacionales todo lo relativo a la pesca deportiva en lagos y ríos del sur, incluyendo permisos únicos, inicio y cierre de la temporada, tamaños mínimos 71 por especie, artes de pesca permitidas y sistemas coordinados de fiscalización. Luego, cada una de las jurisdicciones establece sus áreas abiertas, cupos por especie y excursión, y artes de pesca permitidas en cada cuerpo de agua particular. El sistema de pesca comercial y deportiva de los grandes ríos del litoral y norte del país no ha alcanzado el mismo grado de complementación entre jurisdicciones. Las grandes obras hidroeléctricas sobre el Paraná y el Uruguay han dificultado el manejo conjunto de las poblaciones de aquellos peces que efectúan migraciones estacionales en sentido norte-sur y viceversa. Del mismo modo en que se ha sugerido para el uso sustentable de la fauna y flora silvestre en un informe anterior (García Fernández, 1996 b), para los usos de la fauna íctica de las aguas continentales se recomienda la adopción de lineamientos o directrices de sustentabilidad de nivel nacional, en consulta con los organismos provinciales, que sean indicativas para todo el territorio de la Nación. Dichas directrices podrían incluir: a) las artes de pesca permitidas (preferible a listar las prohibidas); b) los criterios para adoptar niveles de referencia para las poblaciones de interés comercial o deportivo, vinculados a los criterios para identificar cuándo una especie requiere una veda especial y, de gran importancia, c) establecer criterios para fijar áreas de veda permanente o temporaria destinadas a proteger habitats críticos, como por ejemplo, zonas de desove u otras áreas de importancia para garantizar el reclutamiento anual del recurso. 2.6. Recursos genéticos marinos y de aguas dulces. La vasta literatura que, desde antes de la firma del Convenio sobre Diversidad Biológica, se ha generado en relación al aprovechamiento de recursos genéticos silvestres, se centra en el rol que puede desarrollar el uso de esos recursos para diversas aplicaciones industriales, entre las cuales sobresale la farmacológica. El Convenio destaca que la puesta en valor de los recursos genéticos será de utilidad para conservar ambientes naturales en tanto proveedores de los mismos. Un punto central en esa estrategia es 72 que el aprovechamiento de los recursos genéticos debe acompañarse de una posterior distribución equitativa de los beneficios que de él se deriven. El concepto de distribución equitativa puede aplicarse a dos niveles. Uno de ellos es entre naciones. La relación que se establezca entre naciones proveedoras y naciones receptoras de recursos genéticos, será equitativa si los países en vías de desarrollo, que son más ricos en biodiversidad, reciben beneficios de aquellos otros países que poseen mejores tecnologías de aprovechamiento y mayor disponibilidad de recursos financieros para el desarrollo de productos finales a escala comercial basados en la utilización de la diversidad biológica. El segundo nivel es el que tendría como destinatarias a las comunidades locales que de esa forma recibirían un incentivo para conservar los ambientes naturales. Las comunidades serían compensadas también (y este punto es central en el esquema) por el conocimiento tradicional respecto a la diversidad biológica y sus aplicaciones. La bibliografía hace muy poca referencia al aprovechamiento de los recursos genéticos marinos en este mismo esquema. Una de las razones es que difícilmente los beneficios derivables del uso de estos recursos genéticos del mar sean decisivos para lograr una mayor preservación del medio marino, tema que sí puede esperarse para fragmentos de bosques o altas montañas, donde las comunidades tradicionales han acumulado amplios conocimientos etnobotánicos y etnozoológicos. Otro motivo del menor interés despertado por los recursos genéticos marinos es que son pocas las regiones donde las comunidades indígenas y tradicionales han empleado a los recursos marinos como complemento medicinal. Principalmente esto ha existido en pueblos asentados en islas o archipiélagos de mares tropicales. Esto dificulta la identificación de especies promisorias para usos farmacológicos. Experimentar con toda la diversidad es, además de muy caro, un proceso muy largo hasta que se obtienen algunos éxitos. Tampoco resulta claro cómo se debe interpretar y por lo 73 tanto cómo se instrumentará, la distribución equitativa de los beneficios que se puedan derivar de esas aplicaciones. Este es el caso de nuestro país donde, pese a su extensa costa marina, los pueblos tradicionales han sido preferentemente terrestres, con la única excepción de los yamanas, canoeros fueguinos, grupo etnocultural ya desaparecido. Pese a todo lo anterior, es recomendable que, al analizarse y luego adoptarse una legislación sobre recursos genéticos en el país, se incluya en élla a los recursos genéticos del Mar Argentino. Ante la ausencia de grupos tradicionales indígenas o criollos que hayan acumulado conocimientos sobre la biodiversidad marina, la distribución equitativa de beneficios deberá entenderse como regalías a favor del estado federal y de los estados provinciales costeros. En caso de obtenerse beneficios por este concepto en el futuro, sería razonable que una parte sustancial de los mismos se destinen a la creación, fortalecimiento e investigación de áreas protegidas marinas y costeras. Por su parte, el enfoque relativo a los recursos genéticos dulceacuícolas no ha de diferir mayormente del que se adopte para los terrestres, ya que los conocimientos acumulados sobre éllos son más abundantes, en la medida en que ha habido, y hay en nuestros días, numerosos pueblos tradicionales que han hecho variados usos del medio acuático continental. TABLA I: Obligaciones minimas de proteccion de la biodiversidad y de uso sustentable de los recursos naturales marinos y acuícolas emanadas de los tratados internacionales suscriptos por la argentina. 1. CONVENCION SOBRE EL DERECHO DEL MAR 74 ARTICULO TEMA INVOLUCRADO OBLIGACIONES MINIMAS Sesenta y uno. Medidas del estado ribereño para 1. Determinación de las capturas la conservación de los recursos máximas permisibles dentro de su vivos del mar. zona económica exclusiva. 2. Implementación de medidas para preservar o restablecer las poblaciones de las especies capturadas a niveles tales que puedan producir el máximo rendimiento sostenible.3. Elaboración de estadísticas sobre captura y esfuerzos de pesca, y su intercambio con otros estados interesados en el seno de las organizaciones internacionales competentes. Sesenta y dos. Medidas del estado ribereño para 1. Promover la utilización óptima de los la utilización sustentable de los recursos, por sí mismo o autorizando el recursos vivos. acceso remunerado de otros estados al excedente de captura permisible. Sesenta y tres y sesenta y cuatro. Poblaciones transzonales y altamente migratorias. 1. Coordinar con otros estados ribereños y con los estados que pesquen en las aguas adyacentes, las medidas necesarias para asegurar la conservación de las poblaciones de peces compartidas o transzonales. Sesenta y cinco. Mamíferos marinos 1. Cooperar con otros estados para la conservación de los mamíferos marinos. 2. Realizar actividades encaminadas a la conservación, administración y estudio de los cetáceos, por conducto de las organizaciones internacionales apropiadas. Ciento noventa y cuatro. Prevención de la contaminación. 1. Reducir en el mayor grado posible la evacuación de sustancias tóxicas o nocivas, la contaminación causada por buques y la contaminación procedente de la explotación de recursos naturales de los fondos marinos y su subsuelo. 2. Tomar medidas para la prevención de accidentes y para hacer frente a casos de emergencia y dictar las reglamentaciones de diseño, construcción y operación de buques e instalaciones. 3. Tomar medidas especiales de prevención de la contaminación cuando se trate de ecosistemas raros o vulnerables, o bien del habitat de especies marinas diezmadas o amenazadas. 75 Ciento noventa y seis. Introducción de especies exóticas. 1. Prevenir, reducir o controlar la introducción intencional o accidental en un sector determinado del medio marino de especies exóticas que puedan causar cambios considerables y perjudiciales. Doscientos cuatro al doscientos seis. Monitoreo de los riesgos de contaminación y de sus efectos. 1. Evaluar los riesgos de contaminación del medio marino y los efectos de la contaminación existente.2. Elaborar informes nacionales periódicos sobre el particular. Doscientos ocho al doscientos doce. Reglas internacionales y 1. Prevenir y controlar la legislación nacional para contaminación marina por fuentes prevenir, reducir y controlar la terrestres, incluyendo ríos y estuarios. contaminación del medio marino. 2. Remite a acuerdos existentes sobre prevención, reducción y control de vertimientos. 3. Remite a acuerdos existentes sobre prevención, reducción y control de la contaminación causada por buques. 2. ACUERDO SOBRE LA CONSERVACION Y ORDENACION DE POBLACIONES DE PECES TRANSZONALES Y ALTAMENTE MIGRATORIOS. ARTICULO Quinto. Sexto. TEMA INVOLUCRADO OBLIGACIONES MINIMAS Conservación y ordenamiento de las poblaciones transzonales y altamente migratorias. 1. Reducir al mínimo la captura accidental de especies no objeto de la pesca, así como la captura por aparejos perdidos o abandonados. Aplicación del principio de precaución. 1. Determinar niveles de referencia para cada población de peces. 2. Eliminar o prevenir el exceso de capacidad de pesca asegurando que el esfuerzo pesquero sea compatible con el aprovechamiento sostenible de los recursos. 2. Tomar medidas para que esos niveles no se rebasen, y si fueran rebasados, aplicar sin demora medidas especiales.3. Evaluar los efectos de la pesca sobre las especies capturadas accidentalmente y sobre las especies asociadas o dependientes. 76 Séptimo y octavo. Cooperación para la conservación y ordenación de poblaciones transzonales. 1. Cooperar entre estados ribereños y estados cuyos nacionales pescan en las aguas adyacentes para la conservación y aprovechamiento óptimo de los recursos en la región, dentro y fuera de las aguas de jurisdicción nacional. 2. Informar a los estados que pescan en las aguas adyacentes sobre las medidas tomadas por el estado ribereño con respecto a las poblaciones transzonales en su jurisdicción. 3. Cooperar para el ordenamiento de poblaciones transzonales interviniendo en las organizaciones o arreglos subregionales o regionales de ordenación pesquera. 3. CONVENIO SOBRE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA. ARTICULO Sexto TEMA INVOLUCRADO OBLIGACIONES MINIMAS Medidas nacionales de planificación para la conservación de la diversidad biológica y el uso sustentable de sus componentes. 1. Elaboración de estrategias, planes de acción y/o programas nacionales. 2. Integrar la conservación de la diversidad biológica y el uso sustentable de sus componentes con otros programas sectoriales. 1. Identificación y seguimiento de los componentes importantes de la diversidad biológica. 2. Identificación de categorías de actividades impactantes y seguimiento de sus efectos. Séptimo Identificación de elementos y actividades importantes y su seguimiento. Octavo Conservación in-situ. Decimocuarto Evaluación del impacto ambiental. 1. Establecer procedimientos por los cuales se exija la evaluación del impacto ambiental de proyectos que puedan afectar de modo importante a la diversidad biológica. Décimoquinto. Acceso a los recursos genéticos. 1. Regular el acceso a los recursos genéticos, creando condiciones para facilitar ese acceso a otros países, en condiciones mutuamente acordadas y sometido al conocimiento fundamentado previo. a. Areas protegidas: 1. Establecer un sistema de áreas protegidas. 2. Elaborar directrices para la selección, establecimiento y ordenación de áreas protegidas o áreas donde haya que tomar medidas especiales de conservación. b. Restauración y recuperación de especies y habitats: 3. Rehabilitar y restaurar ecosistemas degradados. 4. Establecer legislación para la protección de especies amenazadas. c. Especies exóticas: 5. Impedir su introduccón, y controlar o erradicar las especies exóticas que signifiquen amenazas a la diversidad biológica. 77 4. CONVENCION RELATIVA A LOS HUMEDALES DE IMPORTANCIA INTERNACIONAL ARTICULO TEMA INVOLUCRADO Tercero y cuarto Medidas nacionales de planificación para la conservación de los humedales y las aves acuáticas. OBLIGACIONES MINIMAS 1. Designar humedales para ser incluidos en la Lista de Humedales de Importancia Internacional. 2. Elaborar e implementar planificaciones para el manejo de los humedales listados. 3. Crear reservas naturales en humedales significativos, estén o no listados. 5. CONVENCION SOBRE EL COMERCIO INTERNACIONAL DE ESPECIES AMENAZADAS DE LA FAUNA Y FLORA SILVESTRES. ARTICULO TEMA INVOLUCRADO OBLIGACIONES MINIMAS Tercero y cuarto. Restricciones al comercio de las especies listadas en sus apéndices. 1. Prohibir la exportación para fines primordialmente comerciales de especies incluidas en el apéndice I. 2. Regular la exportación de especies incluidas en el apéndice II. 3. Controlar que la importación de especímenes de las especies listadas se ajuste a las previsiones de la Convención. Sexto. Permisos y certificados. 1. Adoptar un sistema de emisión de certificados especiales para la exportación de las especies listadas. 78 6. TRATADOS REGIONALES SOBRE CONSERVACION Y USO SUSTENTABLE DE RECURSOS VIVOS ACUATICOS Y MARINOS. TRATADO REGION INVOLUCRADA OBLIGACIONES MINIMAS CCAMLR Aguas marinas al sur de la convergencia antártica. 1. Prevenir que las poblaciones decrezcan en tamaño a niveles por debajo de los que aseguran una tasa de reclutamiento estable. 2. Minimizar el riesgo de aquellos cambios en el ambiente marino que no puedan revertirse potencialmente en dos o tres décadas. Del Río de la Plata y su frente marítimo. Río de la Plata y zona común de pesca en el frente marítimo del mismo. 1. Adoptar sistemas para prevenir y controlar la contaminación en el área del tratado. 2. Establecer capturas máximas permisibles en el Río de la Plata y distribuirlas en partes iguales entre ambos países. 3. Establecer capturas máximas permisibles en la zona común de pesca y distribuirlas en forma equitativa, proporcional a la riqueza ictícola que aporta cada una de las Partes. TABLA II: Descripcion de las actividades para la aplicacion de los presupuestos minimos de proteccion de los recursos vivos marinos y de agua dulce. Se señalan las responsabilidades sugeridas para las diferentes instituciones en relación a las actividades identificadas. I - A NIVEL DE LOS ECOSISTEMAS MARINOS Y DE AGUA DULCE I. 1. MANEJO INTEGRADO DE LAS ZONAS COSTERAS. 79 ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Elaborar una propuesta de ley de nivel nacional para el Ordenamiento de las Zonas Costeras del país. Esta actividad sería la base para formular presupuestos mínimos de aplicación en todas las costas del país. Se requiere aprobación del Congreso. Deben definirse las competencias del gobierno federal y de las provincias sobre la materia, rescatando el interés concurrente de ambos niveles. Deben establecerse además, los criterios para la delimitación de las zonas costeras. SRNyAH, en consulta con las provincias, debiera impulsar un proyecto de ley en este sentido. 2. Establecer un Plan Nacional de Manejo Costero. El Plan Nacional sería la verdadera norma mínima común a todas las costas de la Nación, complementado por cada plan particular de ordenamiento. Debe establecer además el organismo encargado de implementarlo, así como el presupuesto a destinar a la actividad.La creación de un Concejo Interministerial como en el Brasil parece conveniente. La SRNyAH podría ejercer la presidencia del Concejo, siendo necesaria la inclusión de la P.N.A., la S.A.P.y A. la A.G.P.y representación provincial y municipal. 3. Definir un régimen para la zonificación costera con categorías de zonas de especial interés natural o cultural. Los planes particulares de ordenamiento o manejo integral de cada zona costera deben definir en forma obligatoria zonas con manejo diferenciado. Sin necesidad de establecer áreas protegidas de entidad propia, es deseable que se delimiten zonas de interés especial para su preservación. Las propuestas debieran surgir de las autoridades locales (provinciales o municipales) y ser elevadas al Concejo para su aprobación. 4. Identificar las principales actividades que afectan a las zonas marinas y costeras del país. La elaboración de estrategias preventivas para preservar, recuperar y controlar la calidad ambiental requiere analizar las actividades que perturban a los ambientes marinos y costeros, incluyendo las actividades en tierra y dentro de las cuencas fluviales, que responden por el 70 % de la contaminación costera. SRNyAH, como punto focal del Convenio sobre Diversidad Biológica en colaboración con otras instituciones públicas y privadas. 5. Obligación de recuperar ambientes costeros degradados. La recuperación de ambientes degradados debe ser parte de una normativa sobre manejo integral costero, aplicando el principio constitucional de que el daño ambiental genera la obligación de recomponer. Entes administradores de los planes de manejo costero. 80 I. 2. AREAS PROTEGIDAS MARINAS Y COSTERAS. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Definir un régimen legal particular para la creación y el manejo de áreas protegidas marinas y costeras de nivel nacional y provincial. La actual legislación sobre áreas protegidas de nivel federal no establece categorías especiales para estas áreas, que requieren modalidades de administración especiales. En otros niveles de gobierno como los provinciales deben seguirse esquemas similares. Deben analizarse las opciones de implementación en el país, y su relación con los planes de manejo costero. SRNyAH en cooperación con APN y consultas con gobiernos de las provincias marítimas. 2. Definir el marco biogeográfico marino- El diseño de un sistema de áreas costero del Mar Argentino. protegidas requiere que primero se efectúe una clasificación de los principales ecosistemas marino costeros y sus diferentes tipos de habitat. SRNyAH debe impulsar esta tarea, coordinando acciones con SHN, INIDEP, IAA, CONICET, MACN, etc. 3. Promover la utilización de categorías internacionales de conservación para la protección de áreas costeras y marinas, y darles manejo efectivo. SRNyAH y APN, en consulta con los gobiernos de las provincias marítimas. Los sitios Ramsar, los de la Red Hemisférica de Aves Playeras y las Reservas de la Biosfera son categorías muy útiles para complementar el panorama de las áreas protegidas marinas y costeras, pero se requiere normativa especial para reforzar su régimen de manejo. 81 I . 3. MANEJO DE HUMEDALES. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Fortalecimiento de la protección de humedales a nivel nacional. Identificar los humedales de importancia nacional, incluyendo humedales de la costa marina y producir listados oficiales, fijando criterios para su manejo integral. SRNyAH. 2. Establecimiento de régimen de EIA para los humedales listados. Las autoridades deben establecer una normativa para la evaluación de impacto ambiental obligatoria de aquellos proyectos que puedan afectar los humedales de importancia internacional y nacional, ya sea que impliquen conversión de estos habitats o que puedan generar perturbaciones significativas en ellos. La SRNyAH debiera ser autoridad de aplicación en lo referido a la preservación de los humedales listados, y los gobiernos provinciales dictar normas locales. I . 4. PREVENCION DE LA CONTAMINACION MARITIMA, FLUVIAL Y LACUSTRE. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Prevenir y controlar la contaminación por operación de buques. El cumplimiento de las previsiones de MARPOL implica monitorear y controlar tanto los buques de bandera nacional como los de otras banderas que ingresen al mar territorial o usen facilidades portuarias del país. La P.N.A. es la autoridad de aplicación de MARPOL. 2. Adecuar las facilidades portuarias a los requerimientos de la legislación internacional. Mejorar, ampliar o establecer, según corresponda, las instalaciones portuarias para recepción de desechos y otras sustancias contaminantes de buques, así como las facilidades para su tratamiento y disposición adecuada. La A.G.P. es la autoridad de aplicación en la materia. El sector privado debe realizar las inversiones requeridas. 82 3. Elaborar planes de contingencia para intervención en caso de derrames en el medio fluvial o marítimo. Los planes de La P.N.A. es el órganismo competente en la materia, contingencia son coordinando con otras áreas según corresponda. imprescindibles como medida preventiva, debiendo haberlos especialmente diseñados para mitigar efectos en zonas ecológicamente sensibles y en áreas protegidas marinas o costeras. II - A NIVEL DE LOS COMPONENTES DE LA BIODIVERSIDAD MARINA Y DE AGUA DULCE II - 1. ESPECIES MARINAS Y ACUATICAS AMENAZADAS. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Elaboración de legislación específica sobre especies amenazadas. Es necesario presentar al Congreso de la Nación un proyecto de ley en la materia que alcance por igual a organismos acuáticos y terrestres de la fauna y la flora.Deben establecerse las categorías a emplear así como los criterios para la inclusión en las mismas. SRNyAH y Congreso de la Nación. 2. Identificación de especies marinas y dulceacuícolas amenazadas. Dado el insuficiente conocimiento del status de conservación del conjunto de la biota acuática se sugiere adoptar un sistema de listados positivos. Dichos listados deben ser adoptados oficialmente y deben ser objeto de amplia difusión entre los sectores relevantes. SRNyAH en consulta con las instituciones públicas y privadas competentes. 3. Elaboración de planes de acción para la recuperación de las especies en riesgo. Para la recuperación efectiva de especies amenazadas, es preciso elaborar planes de acción que detallen las actividades identificadas, las entidades que las puedan ejecutar, los costos asociados y los criterios para evaluar posteriormente su eficacia. SRNyAH, en acuerdo con los gobiernos provinciales involucrados y con consultas a entidades académicas, ONG’s, etc. 83 II - 2. ESPECIES EXOTICAS MARINAS Y DE AGUAS DULCES. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Ampliar las facultades de la SRNyAH para intervenir en materia de importación de organismos acuáticos. Como organismo de aplicación del Convenio sobre Diversidad Biológica, puede reglamentar lo referente al ingreso al país de organismos acuáticos exóticos. SRNyAH, mediante resoluciones al efecto. 2. Establecer un regimen general de prohibición al ingreso de especies acuáticas exóticas. Debe establecerse un sistema de excepciones en base a permisos expresos a ser evaluados de acuerdo con la normativa a establecer. SRNyAH con intervención de SENASA en lo relativo a las normas sanitarias. 3. Capacitación de personal de control. Adicionalmente, debe capacitarse al personal de SRNyAH, mediante acuerdos con los organismos de control fronterizo, creando los organismos correspondientes. conciencia de la importancia de controles eficaces en la materia. 4. Regulación estricta de las actividades de acuicultura con organismos exóticos, estableciendo directrices para la evaluación de los proyectos productivos. Existen numerosos emprendimientos de acuicultura con fomento del sector público, basados en el manejo de organismos acuáticos exóticos. La actividad debe estar estrictamente regulada dado el alto riesgo de liberaciones intencionales o accidentales en ambientes naturales. Se sugiere adoptar reglamentariamente directrices basadas en las recomendaciones de UICN sobre el particular. La SAPyA evaluaría los aspectos productivos de los proyectos. La SRNyAH deberá los ambientales en base a las directrices elaboradas, pudiendo denegar la autorización de importación. 5. Prevención de la introducción de organismos exóticos en las aguas de lastre de buques. Participar activamente en las negociaciones tendientes a establecer un tratado para prevenir y controlar la introducción involuntaria de organismos exóticos en las zonas portuarias fluviales, de estuarios y marinas. SRNyAH colaborando con P.N.A., autoridad de aplicación de MARPOL. 84 II - 3. CONSERVACION DE MAMIFEROS MARINOS. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Ampliar las facultades de la SRNyAH en lo relativo a mamíferos marinos. Como organismo de aplicación del CDB, y dada la prohibición nacional de captura o caza de los mamíferos marinos, la SRNyAH puede dictar reglamentaciones tendientes a asegurar su conservación efectiva. SRNyAH, mediante resoluciones al efecto. 2. Directrices para el ordenamiento del uso turístico de los mamíferos y aves marinas en las aguas interiores, mar territorial y apostaderos continentales e insulares. El turismo creciente tanto en los apostaderos de mamíferos y aves marinas en el litoral atlántico como en las áreas de reproducción de la ballena franca sugieren la conveniencia de elaborar directrices generales para mitigar los efectos no deseados de dichos usos especialmente tratándose de áreas o especies protegidas. SRNyAH y APN, en colaboración con gobiernos provinciales de la región. 3. Prevención de las capturas accidenta-les de pinípedos y cetáceos menores. La captura accidental de cetáceos menores SRNyAH en cooperación con como el delfín del Plata y de pinípedos debe el INIDEP, la SAPyA y el ser registrada, y evaluada procurando luego su sector pesquero privado. reducción. II - 4. USO SUSTENTABLE DE ESPECIES MARINAS. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Establecer criterios mínimos referidos a las artes de pesca comercial de uso prohibido en el Mar Argentino. La adopción de lineamientos generales mínimos forma parte de los compromisos asumidos por la Nación en el marco internacional. Entre ellos deben incluirse algunas restricciones clásicas sobre las artes de pesca como son los tamaños mínimos de malla, pero incorporando otras como la prohibición de emplear redes de arrastre de monofilamento, según sugiere la resolución 46/215 de la Asamblea General de las Naciones Unidas. SAPyA, en consulta técnica con el INIDEP, SRNyAH y MRECIyC. 2. Establecimiento de capturas máximas permisibles en base a información científica sobre los stocks. Esta práctica es habitual en el país en los últimos años, pero debe mejorársela impidiendo que la máxima captura permisible supere al máximo rendimiento sostenible estimado por los organismos competentes. Deben definirse criterios de excepción para el caso de pesquerías excesivamente cosechadas en aguas adyacentes a las 200 millas por parte de terceras flotas. SAPyA, en consulta técnica con INIDEP. El MRECIyC debe asesorar en los casos de pesquerías conflictivas (como la “milla 201” o Malvinas). 85 3. Determinar los niveles de referencia de las especies transzonales en la ZEE. El establecimiento de los niveles de referencia de las poblaciones transzonales del Mar Argentino es un paso necesario para negociar adecuadamente en el marco de los acuerdos regionales o subregionales con otros estados ribereños (Uruguay en el Frente Marítimo) u otros estados de pabellón cuyos nacionales pesquen en aguas adyacentes, según prevé el Acuerdo sobre Poblaciones de Peces transzonales. SAPyA, en consulta técnica con el INIDEP. 4. Evitar la sobredimensión del esfuerzo pesquero en la ZEE. El análisis de proyectos pesqueros y solicitudes de permisos para incorporación de buques de pabellón nacional en la ZEE debe hacerse teniendo en cuenta la necesidad de regular el esfuerzo pesquero evitando una sobrecapitalización de la infraestructura pesquera. SAPyA, en consulta técnica con el INIDEP. II - 5. USO SUSTENTABLE DE ESPECIES DE AGUAS DULCES. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Establecer criterios mínimos referidos a la sustentabilidad de la pesca comercial en las aguas continentales. Si bien la regulación del uso y goce de la fauna íctica fluvial y lacustre corresponde primariamente a las provincias, es conveniente la adopción de directrices generales mínimas para la sustentabilidad de la pesca comercial. Dichos lineamientos pueden especificar: listados de artes de pesca cuyo uso deba ser prohibido en todo el territorio nacional, reglamentaciones sobre pesca en áreas de emprendimientos hidroeléctricos, así como la obligatoriedad de establecer niveles de referencia y áreas de veda permanente en habitats críticos o zonas de reclutamiento. SRNyAH y SAPyA en consulta técnica con y el INIDEP, organismos provinciales y otros entes con competencia sobre recursos fluviales. 2. Fomentar el desarrollo de instituciones regionales de regulación de la pesca comercial y deportiva. Es de interés del gobierno federal, en función de los convenios internacionales suscriptos, alcanzar una adecuada ordenación de las poblaciones de peces u otros organismos fluviales que son objeto de pesca. En tal sentido deberá impulsar la constitución de consejos regionales de administración de recursos vivos fluviales, o fortalecerlos donde los haya. SRNyAH y SAPyA deberán impulsar su constitución, con acuerdo de organismos provinciales y otros entes con competencia sobre recursos fluviales. 86 II - 6. RECURSOS GENETICOS MARINOS Y DE AGUAS DULCES. ACTIVIDAD DESCRIPCION ORGANISMOS / INSTITUCIONES 1. Elaborar una ley para establecer un regimen de acceso a los recursos genéticos, incluyendo los marinos y de aguas dulces. La Nación debe regular el acceso a los recursos genéticos en el marco del CDB mediante un régimen único con normas mínimas de nivel nacional para concederlo. Debe preverse la inclusión de los recursos marinos de la ZEE y de la plataforma continental. Será obligatorio solicitar el consentimiento previo informado. El Congreso Nacional debe legislar al respecto.El punto focal para otorgar permisos de acceso a recursos genéticos acuáticos y marinos debe ser la SRNyAH. 2. Analizar el alcance del concepto de distribución equitativa de los beneficios derivados para el caso especial de organismos marinos. Uno de los propósitos centrales del CDB es que el país otorgante reciba parte de los beneficios derivados del uso de los recursos genéticos de su territorio. Los acuerdos de acceso deben establecer esas retribuciones. Pero a la vez, la normativa debe determinar quienes serán los beneficiarios últimos en los distintos casos. Para los recursos genéticos marinos las opciones serían: el estado nacional o las provincias costeras. En cualquiera de ambos casos, podrían aplicarse esos fondos al desarrollo de planes de ordenamiento costero o para el establecimiento de áreas protegidas marinas y costeras. El Congreso Nacional debe legislar al respecto. La aplicación posterior debiera estar centralizada por la SRNyAH, pero con implementación a cargo, o bien de los gobiernos provinciales o municipales, o bien de futuros entes de administración de zonas costeras y marinas. ACRÓNIMOS EMPLEADOS: - AGP: Administración General de Puertos. - APN: Administración de Parques Nacionales. - CDB: Convenio sobre Diversidad Biológica. - CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.. 87 - EIA: Evaluación de Impacto Ambiental. - IAA: Instituto Antártico Argentino. - INIDEP: Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero. - MACN: Museo Argentino de Ciencias Naturales. - MARPOL: Convención sobre la Prevención de la Contaminación por Buques. - MRECIyC: Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto. - ONG´s: Organismos No Gubernamentales. - PNA: Prefectura Naval Argentina. - SAPyA: Secretaría de Agricultura, Pesca y Alimentos. - SENASA: Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria. - SRNyAH: Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano. - UICN: Unión Mundial para la Naturaleza. - ZEE: Zona Económica Exclusiva. Bibliografía: - Armas Pfirter, F. (1994). 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