Lujos excesivos en la Asamblea Legislativa María Alicia Villacorta

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Lujos excesivos en la Asamblea Legislativa
María Alicia Villacorta Vidales1
¿Qué comeremos hoy con los impuestos del pueblo salvadoreño? ¿Faisca Do Brasil?
¿Roberto Cuadra? Tal parece que los diputados de la Asamblea Legislativa se hacen esta
trascendental pregunta diariamente. Y considerando que cada almuerzo que ordenan es
pagado por el Estado, a un costo de $29.75 por plato, realmente la pregunta que
diariamente se hacen al respecto es irónicamente trascendental, contrastada con la difícil
situación económica de un país en el que los precios de la canasta básica, la gasolina y
demás bienes suben diariamente, situación que a los legisladores parece no importarles
tanto como su almuerzo.
El pasado 24 de marzo, La Prensa Gráfica dio a conocer los gastos erogados por el
Estado en concepto de alimentación dentro de la Asamblea. Los padres de la patria no lo
piensan dos veces a la hora de ordenar platos que rondan los $30 diarios, así como
refrigerios que, según la empresa proveedora de alimentos de la Asamblea, cuestan
$8.25 cada uno.
Con tan claro ejemplo se demuestra que nuestro país, nuestra patria, el suelo donde
vivimos y soñamos, se ha convertido en una selva donde prevalece la supervivencia del
más fuerte, “del más vivo”, un lugar en donde cada uno vela por sus propios intereses.
Los legisladores, comprometidos bajo juramento a velar por los intereses de todos los
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Literatura Aplicada a las Comunicaciones, ciclo 1-2014.
salvadoreños, se valen de su cargo para obtener un beneficio totalmente personal y
suntuario, a costillas del pueblo.
Por si esto fuera poco, el Estado también paga por sus festines y cenas, gastando un
aproximado de $22,169.50 en toldos, mesas, manteles y sillas. Demás está decir que los
salvadoreños comunes y corrientes, sin conexión con la privilegiada clase política, no son
invitados a estos festines, pero son los que verdaderamente pagan por los mismos.
Según la diputada Lorena Peña, la Asamblea no cuenta con el “espacio suficiente” para
eventos donde se reúnen diputados, magistrados y demás funcionarios públicos a hacer
su excelente labor de velar por los intereses del pueblo salvadoreño. Lo que significa que
además debe gastarse el dinero de los salvadoreños en el alquiler de suntuosos hoteles y
salones de banquetes.
El Salvador se ha caracterizado siempre porque sus habitantes, personas de bien, son
trabajadoras y entregadas a sus responsabilidades. La irresponsable actitud de los
legisladores constituye una afrenta hacia todo aquel que gana su salario con el sudor de
su frente, mientras aquellos se sientan en una silla de 8 am a 4 pm, o deambulan
despreocupadamente por el recinto legislativo, esperando a que pase el tiempo para
poder ir a otro de sus festines semanales, derrochando recursos públicos que deberían
ser usados en necesidades públicas como salud, educación y seguridad.
¿Qué pasará por la mente de los diputados? ¿Qué hacen realmente para ayudar al
pueblo y para satisfacer las necesidades públicas? Esta inquietud la tiene todo aquel que
se esfuerza por salir adelante, viviendo día a día el alto costo de la vida, la inseguridad, la
impunidad de los delincuentes y la irresponsabilidad de los supuestos representantes del
pueblo: las personas elegidas para defendernos y dirigirnos.
Esto no puede continuar. Los salvadoreños no pueden permitir que se les pase encima de
ese modo. Es necesario denunciar los abusos de poder por parte de los que nos
gobiernan, para así asegurar un mejor país para las presentes y futuras generaciones.
Cada salvadoreño debe convertirse en factor de cambio, denunciando este tipo de
atropellos, para hacer de El Salvador un país donde el gasto público satisfaga
efectivamente las necesidades públicas y nunca más lujos personales de un grupo de
personas enquistadas en el poder.
Para saber si todavía existe conciencia social entre nuestros legisladores, cabría
preguntarles si el oneroso almuerzo que degustaron este mediodía, en un país atestado
de gente que pasa hambre diariamente, tiene el mismo delicado sabor de aquel que se
gana honradamente gracias al esfuerzo personal.
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