Siglo nuevo en la misma Biblia, de donde se desprenden numerosos refranes como el aún vigente: “El que a hierro mata, a hierro muere”. En el caso de los refranes en español, el grueso de ellos viene de la España del siglo XVI y a su vez están fuertemente influidas por la cultura judía; prueba de ello es la existencia de un refranero del siglo XIV de título Proverbios morales, que funde la tradición hebrea con adagios de origen árabe, el cual fue compilado por don Sem Tob de Carrión, un escritor hebreo-español. Otra fuente de influencia para los refranes que heredamos fue el libro Refranes que dicen las viejas tras el fuego, originario del siglo XV y cuyo colector se desconoce. Y es que en realidad los refranes no tienen autor; parte de sus características es precisamente que su creador se pierda en el anonimato, mientras que la frase es asumida por el habla popular hasta integrarse y popularizarse en ella. Y como ya mencionamos, cada lengua posee los suyos. Al respecto, es preciso decir que otro rasgo de los refranes es que por lo regular son enunciados difíciles de traducir literalmente sin que pierdan sentido, si bien algunos pueden ser comprensibles (como el anglosajón keep a penny for the rainy days), mientras que otros encuentran frases Besos vendidos, ni dados ni recibidos cia culta. Pero en la actualidad tal clasificación se considera innecesaria. “Los refranes que hoy tenemos, antes fueron máximas, aforismos, apotegmas, proverbios, dichos. De hecho todavía es común que la gente diga ‘como dice el dicho’ antes de exclamar un refrán”, explica el Doctor Pérez. MULTIUSOS L equivalentes no en su contenido pero sí en su intención. Para entenderlo podemos tomar como referencia “barriga llena, corazón contento”, cuyo símil en griego podría ser “oso en ayunas no baila”; o “en casa de herrero, cuchillo de palo”, que en alemán se equipara a “remienda a otro los zapatos y él va descalzo”. Anteriormente se separaba a los refranes de los dichos, los proverbios, los adagios, las sentencias, etcétera; hoy en día todos ellos son considerados como un mismo grupo. La tendencia a diferenciar este tipo de frases, y en particular los refranes de los proverbios, se remonta hasta el siglo XVI; de hecho en Don Quijote se menciona que los primeros son de origen popular mientras que los segundos son de proceden- os refranes son mucho más que simples ‘adornos’ a la hora de hablar. Sin excepción, tienen un cierto tipo de funciones. En principio todos tienen el carácter de “verdades del argumentar popular”, que la gente utiliza para sus alegatos cotidianos. Pero ese carácter de verdad varía según el contexto en el que cada refrán se emplea. Y es que si a usted le dieran a elegir entre “al que madruga, Dios le ayuda” y “no por mucho madrugar amanece más temprano”, seguramente se quedaría con la segunda opción, mientras que en el ambiente rural todavía es común que la primera frase se vea como la más certera de ambas, ya que para las labores del campo es más productivo comenzar a laborar antes del alba. En su libro El hablar lapidario: ensayo de paremiología mexicana, el Doctor Herón Pérez enlista una serie de grupos o categorías para separarlos, Sn • 33