Materiales para el estudio del Derecho en el Grado en Ciencias Ambientales Autores: Blanca Soro Mateo, Santiago Manuel Álvarez Carreño, Eduardo Salazar Ortuño BLOQUE 4: DERECHO DE AGUAS 1. LA TUTELA DEL AGUA EN EL MARCO GENERAL DE LA REGULACIÓN DE LOS RECURSOS HÍDRICOS A/ Introducción: principios internacionales sobre regulación y gestión del agua - A nivel Internacional, la protección y conservación del agua no constituye, desde luego, una preocupación nueva. Por el contrario, ya la vieja Carta del Agua, aprobada el 6 de mayo de 1968 por el Consejo de Europa, estableció principios relevantes: • la esencialidad del agua para la vida (principio primero), • la relación de su preservación con la defensa de otros recursos naturales (principio sexto), • la obligación de inventariar los recursos hídricos (principio séptimo), • la necesidad de su planificación (octavo), • la obligación individual de utilizar el agua con cuidado y no desperdiciarla (décimo), • la consideración de la cuenca natural como marco más apropiado para su gestión (undécimo) • y, entre otros, la necesaria cooperación internacional en su protección (duodécimo). De modo general, su principio 2 subrayaba que “como consecuencia de la explosión demográfica y del rápido aumento de las necesidades en la agricultura e industria modernas, las reservas en agua están siendo objeto de una demanda creciente; pero no se logrará satisfacer ésta ni se elevará el nivel general de vida, si todos nosotros no aprendemos a considerar el agua como preciado producto, que es necesario preservar y utilizar racionalmente”. Además, el tercer principio insiste en que alterar la calidad del agua es perjudicar la vida del hombre y de los otros seres vivos que de ella dependen y, en el cuarto, que la calidad del agua debe ser preservada de acuerdo con normas adaptadas a los diversos usos previstos, y satisfacer, especialmente, las exigencias sanitarias. Por último, su principio quinto señalaba que “la contaminación es una modificación —generalmente provocada por el hombre— de la calidad del agua que la convierte en inadecuada o peligrosa para el consumo humano, para la industria, la agricultura, la pesca, las actividades recreativas y para los animales domésticos o la vida silvestre” y, añadió que “la evacuación de los detritus de las aguas residuales, que provoque contaminación de orden físico, químico, orgánico, térmico o radioactivo, no debe poner en peligro la salud pública y tendrá que tener en cuenta la aptitud del agua para asimilar (por disolución o autodepuración) los residuos vertidos. Los aspectos sociales y económicos de los sistemas de tratamiento del agua tienen, en ese sentido, una gran importancia”. - La Declaración del Milenio, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 13 de septiembre de 2000, insta en este sentido a todos los Estados Miembros a “poner fin a la explotación insostenible de los recursos hídricos formulando estrategias de ordenación de esos recursos en los planos regional, nacional y local, que promuevan un acceso equitativo y un abastecimiento adecuado”. Este texto internacional parte de la convicción de que mediante el uso sostenible de los recursos hídricos es posible satisfacer las necesidades básicas, reducir la vulnerabilidad, establecer un acceso mejor y más seguro al agua y dar mayor autonomía a los pobres a fin de que controlen el agua de la que dependen. Para alcanzar estos objetivos las políticas relativas al agua deben permitir crear nuevas capacidades y un entorno propicio para modificar la gestión de los recursos hídricos de modo que sea más equitativa y sostenible; resulta, además, necesario mejorar la ordenación de los recursos hídricos a fin de atender las necesidades de todos los usuarios del agua en el marco de un sistema más integrado y equitativo que preserve la integridad del medio ambiente. Los objetivos y los instrumentos previstos en este nivel internacional sitúan pues la regulación y gestión del agua en el marco más general del «desarrollo sostenible». Esta nueva perspectiva exige cambios significativos para la mayoría de los países tanto a nivel institucional —reforma de las administraciones creadas para la gestión de los recursos hídricos— como en el plano normativo mediante la modificación del marco legal. En este último sentido, se debe señalar el carácter prioritario de la adopción de normas y de políticas que garanticen la preservación de la integridad de los ecosistemas hídricos. La UNESCO subraya que se precisan medidas específicas para proteger la integridad de ecosistemas acuáticos fundamentales como los humedales, los deltas y los manglares. Los métodos tradicionales de conservación (basados en la prohibición de utilizar los recursos dentro de zonas definidas) son a menudo ineficaces y se reconoce actualmente que se necesita un enfoque que suponga trabajar con las comunidades locales a fin de instaurar una gestión sostenible en esas zonas. Al mismo tiempo, se admite la necesidad de mantener flujos mínimos de agua no contaminada en esos hábitats mediante la gestión integrada de toda la cuenca fluvial... Se necesitan medidas mucho más eficaces para atenuar los posibles efectos ambientales causados por distintas formas de gestión del agua como la agricultura, las medidas de lucha contra las inundaciones, el abastecimiento de agua y el saneamiento, la construcción de presas, la industria y otras actividades. Por otra parte, el objetivo establecido en el capítulo 18 («Los recursos de agua dulce») dentro de la sección II («Conservación y gestión de los recursos») de la Agenda 21 —elaborada en la Cumbre para la Tierra en Río de Janeiro (1992)— establecía ya que “el agua se necesita en todos los aspectos de la vida. El objetivo general es velar por que se mantenga un suministro suficiente de agua de buena calidad para toda la población del planeta y preservar al mismo tiempo las funciones hidrológicas, biológicas y químicas de los ecosistemas, adaptando las actividades humanas a los límites de la capacidad de la naturaleza y combatiendo los vectores de las enfermedades relacionadas con el agua”. Por su parte, la Declaración de Johannesburgo sobre el 2 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 Desarrollo Sostenible, de 4 de septiembre de 2002, pone de manifiesto que el medio ambiente mundial sigue deteriorándose y, en concreto, la contaminación del agua y de los mares priva literalmente a “millones de seres humanos de una vida decente” (apdo. 13). Además, su apdo. 17 señala la necesidad de aumentar el acceso a servicios básicos como, entre otros, el suministro de agua potable y el saneamiento. - En la actualidad, la Carta europea de Recursos Hídricos, aprobada por el Comité de Ministros el 17 de octubre de 2001, mantiene las líneas esenciales de la anterior. B/ La normativa comunitaria en materia de protección de aguas continentales El carácter de recurso esencial del agua y el mal estado general de las mismas en los países, en su mayoría fuertemente industrializados, que componen la Comunidad Europea determina la progresiva aparición de normas comunitarias que, desde diversos aspectos, abordan la protección de las aguas y la lucha contra su contaminación. Se puede afirmar, por tanto, que el marco jurídico general de protección de las aguas es fruto de la colaboración normativa de los ordenamientos internacional, comunitario, estatal, regional y local teniendo, la legislación europea, un auténtico papel de motor respecto de todas las demás. La propia Agencia Europea del Medio Ambiente constata en sus distintos informes que las aguas comunitarias están sometidas a la creciente presión que supone el continuo crecimiento de la demanda de agua de buena calidad en cantidades suficientes para todos los usos. En otras zonas del planeta la evolución seguida resulta todavía más desalentadora: la degradación ambiental, el deterioro de la calidad del agua y la desaparición de ecosistemas de ella dependientes constituyen fenómenos generalizados. La legislación comunitaria en materia de aguas constituye uno de los bloques normativos más numerosos y complejos del derecho comunitario. En efecto, hasta épocas recientes el tratamiento comunitario de las aguas adoptaba un enfoque sectorial caracterizado por la dispersión normativa y el tratamiento separado de las aguas continentales, marinas y subterráneas así como de las sustancias objeto de vertido en ellas. De este modo, en materia de aguas es muy numerosa la normativa comunitaria referente tanto a su calidad como a sus distintos usos. La aprobación de la Directiva 2000/60/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 23 de octubre de 2000, marco de Aguas (en adelante, Directiva Marco del Agua o DMA) otorgó un tratamiento legislativo más unitario a esta extensa y compleja legislación comunitaria sobre protección de aguas continentales mediante el establecimiento de un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas. Así, la defensa de la calidad ambiental de las aguas obtiene definitivamente el carácter de eje vertebrador de la normativa comunitaria y, de este modo, entre sus objetivos generales se establece el de alcanzar un buen estado ecológico de todas las masas de agua a más tardar 15 años después de la entrada en vigor de la presente Directiva, es decir, en el 2015. Además, la Directiva contiene otros muchos elementos novedosos entre los que se pueden citar, como más relevantes, los siguientes: 3 • • • • la protección de todas las aguas subterráneas y de superficie tanto en su calidad como en cantidad dentro de una dimensión ecológica el control de los vertidos y de las emisiones mediante un enfoque combinado (emisión/inmisión), introducción de una nueva política de tasación y tarificación de las aguas (plena recuperación de costes de los servicios relacionados con el agua) y, en fin, por sintetizar los más relevantes, la gestión integrada de las cuencas hidrográficas mediante la coordinación de las diferentes administraciones competentes. C/La legislación española de aguas a) Evolución histórica La Ley de Aguas de 1866-1879 estuvo vigente hasta 1985. Lo dilatado de su vigencia se ha justificado, por una parte, en su alto rigor técnico y, en segundo, por su realismo al acoger soluciones que gozaban del respaldo de la tradición. Sin embargo, si se observa el dilatado periodo histórico bajo el cual desenvolvió su vigencia se advierte cómo fue precisamente el de la conversión de España de un país básicamente agrícola a uno industrializado se ha producido de espaldas a la norma de cabecera de la regulación de las aguas. Esta situación de falta de protección legislativa de la calidad de las aguas se intentó corregir mediante la aprobación de el Reglamento de policía de aguas y cauces, de 1958 que regula la problemática de vertidos y establece la obligación de depuración, y del Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas de 1961 (RAMINP) que contenía una regulación sobre vertidos de aguas residuales a cauces públicos. La inaplicación de estas normas reglamentarias y de otras más específicas de protección sanitaria frente a vertidos justificaban de modo más que evidente la promulgación de una nueva Ley de Aguas en la que esta perspectiva tuviera un adecuado tratamiento y donde se atribuyeran a la Administración Pública los instrumentos necesarios para poder llevar a cabo estas nuevas funciones exigidas por una realidad social de creciente degradación y contaminación de los recursos naturales. La Ley de Aguas de 1985 (LAg) supuso un gran avance desde el punto de vista normativo al incorporar muchos de los mecanismos esenciales de la moderna política de aguas. A saber, la planificación, la regulación de vertidos, normas de protección de aguas subterráneas y humedales, etc. Algunas de sus soluciones, de forma significativa la declaración del carácter demanial de las aguas subterráneas, provocaron más discusiones políticas e intelectuales que cambios reales en la muy mala situación de éstas, con el agravamiento además de tener a la maquinaria administrativa paralizada y pendiente de resoluciones judiciales. Su proceso aplicativo se ve además fuertemente influenciado por la incorporación de España a la Unión Europea y la recepción del acervo comunitario en materia de aguas, sin duda como se ha señalado, uno de sus bloques normativos más numerosos y complejos. Muchos de los nuevos instrumentos previstos en la Ley hubieron de esperar largos años hasta que comenzaron a ponerse en marcha. Así, por citar un ejemplo significativo, la planificación hidrológica —instrumento esencial para asegurar la consecución de los nuevos objetivos de la Administración Pública 4 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 del agua— no cristalizó hasta casi quince años después con la aprobación en 1998 de los Planes hidrológicos de Cuenca. Todavía el Plan Hidrológico Nacional que debía coordinar la aplicación del resto de los Planes se hizo esperar hasta el año 2000, el mismo año en que se aprobó la DMA que convierte definitivamente la protección ambiental en el eje central de toda la política y gestión de las aguas. La LAg fue modificada mediante Ley 46/1999, de 13 de diciembre, que estableció una regulación más estricta de los vertidos además de otros elementos discutibles como el denominado «mercado del agua» o la regulación de las obras hidráulicas. Actualmente, la norma reguladoras de las aguas en España es el TR 1/2001. b) Las características principales de la legislación de aguas española El Texto Refundido de la LAg hoy vigente, aprobado mediante RDLegislativo 1/2001, de 20 de julio (TRLAg o TR), contiene básicamente el texto de la Ley de 1985 con la reforma del 1999 y otras reformas parciales realizadas en diversas leyes de presupuestos. Las últimas reformas hasta ahora del TRLAg se produjeron mediante la Ley 62/2003 de acompañamiento a los presupuestos para incorporar la DMA al ordenamiento jurídico interno español y mediante la Ley 11/2005, de 22 de junio, que ha introducido algunas modificaciones de gran calado (por ej. declaración de dominio público de las aguas procedentes de la desalación, necesidad de informe del organismo de cuenca sobre la existencia de recursos hídricos suficientes para atender el incremento de demanda derivado de los planes urbanísticos, nueva definición de los caudales ecológicos entendidos ahora como “los que mantienen como mínimo la vida piscícola que de manera habitual habitaría o pudiera habitar en el río, así como su vegetación de ribera” —art. 42. 1, letra c’— y otros). Vamos a resaltar algunos de los principales elementos de la legislación de aguas vigente: - Principios rectores de la gestión pública del agua a los que se debe someter las autoridades hidráulicas tanto estatales como de CCAA (art. 14 TRLAg): 1º. Unidad de gestión, tratamiento integral, economía del agua, descentralización, coordinación, eficacia y participación; 2º. Respeto de la unidad de la cuenca hidrográfica —definida como la superficie de terreno cuya escorrentía superficial fluye en su totalidad a través de una serie de corrientes, ríos y eventualmente lagos hacia el mar por una única desembocadura, estuario o delta (art. 16 TR)— y del ciclo hidrológico. La adecuación de las demarcaciones administrativas a las de orden natural es un principio capital que se aplica para atribuir al Estado el gobierno de las cuencas que excedan de una Comunidad Autónoma (art. 17 TR) y a éstas las que discurran íntegramente por su territorio (art. 18 TR). Sirve además para delimitar la competencia de las Confederaciones Hidrográficas (art. 21 TR) y la de los planes hidrológicos de Cuenca (art. 40. 3 TR); 3º. Compatibilidad de la gestión pública del agua con la ordenación del territorio, la conservación y protección del medio ambiente y la restauración de la naturaleza. 5 - Demanialidad de las aguas: las aguas son, con carácter general, bienes públicos. La Ley de Aguas declaró que las aguas continentales superficiales así como las subterráneas renovables —hasta ese momento susceptibles de apropiación privada—, integradas todas ellas en el ciclo hidrológico, constituyen un recurso unitario, subordinado al interés general, que forma del dominio público estatal como dominio público hidráulico (art. 1. 3 TRLA). El TC, a través de su STC 227/1988, legitimó esta operación legislativa pues la ordenación de un recurso escaso y vital como el agua no debe tener como primera finalidad la salvaguarda de intereses patrimoniales privados sino, antes bien, cumplir el mandato constitucional de velar por su utilización racional y proteger el medio ambiente. Desde la perspectiva competencial, conviene también recordar que la titularidad estatal no impide el ejercicio por las CCAA de aquellas competencias que puedan tener el agua como soporte (ordenación del territorio, medio ambiente, pesca fluvial,…). Constituyen el dominio público hidráulico, según el artículo 2 del Texto Refundido de la Ley de Aguas (RDL 1/2001 modificada por ley 11/2005), con las salvedades que se establecen en la misma Ley: Las aguas continentales, tanto las superficiales como las subterráneas renovables con independencia del tiempo de renovación. • Los cauces de corrientes naturales, continuas o discontinuas. • Los lechos de lagos y lagunas y los de embalses superficiales en cauces públicos. • Los acuíferos subterráneos, a los efectos de los actos de disposición o de afección de los recursos hidráulicos. • Las aguas procedentes de desalación de agua del mar. • En el título IV del Texto Refundido de la Ley de Aguas se regula la utilización de este dominio público y se definen los siguientes tipos de "usos": • • • Usos comunes de tal forma que "todos pueden, sin necesidad de autorización administrativa y de conformidad con lo que dispongan las Leyes y Reglamentos, usar de las aguas superficiales, mientras discurren por sus cauces naturales, para beber, bañarse y otros usos domésticos…". Se establece la forma en que deben llevarse a cabo tales usos. Usos comunes especiales sujetos a obtener previamente una autorización administrativa, como la navegación y flotación, embarcaderos… Uso privativo, sea o no consuntivo, que requiere la obtención previa de una concesión administrativa o que se establezca el derecho a su uso por disposición legal. El derecho a cada uso privativo se transcribe al Registro de Aguas existente en el Organismo de cuenca que corresponda según la situación geográfica del aprovechamiento. 6 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 Por otro lado, se deben hacer determinadas precisiones en relación a las distintas masas de aguas: por una parte, las aguas marinas exigen un tratamiento jurídico específico, en los Tratados internacionales y normas a que después se hace referencia, motivado, por una parte, por su carácter internacional y, por otra, en cuanto aguas jurisdiccionales por la importancia de los recursos naturales susceptibles de explotación lo que implica que las aguas marinas constituyen el soporte de importante actividades con relevancia económica-social (turismo, pesca, actividades deportivas…). Sin embargo, las aguas litorales por su especialidad —integran el dominio público hidráulico (aguas continentales) y, a la vez, el marítimo-terrestre (aguas litorales, playas, costas ex art. 132 CE)— encuentran su regulación en la Ley 22/1988 de Costas y, parcialmente, en la propia Ley de Aguas. - Administración Hidráulica: a nivel de la Administración General del Estado, la creación del Ministerio de Medio Ambiente en 1996 supone la culminación de la vinculación organizativa entre medio ambiente y agua que se inició a comienzos de los 90. Este nuevo Ministerio asumió la ejecución de la política hidráulica del Gobierno y a él se adscriben las Confederaciones Hidrográficas, organismos autónomos y responsables directos de la gestión de los recursos hídricos en las cuencas intercomunitarias de competencia estatal. En la actualidad son las siguientes: CH del Jucar, CH del Segura, CH del Guadalquivir, CH del Tajo, CH del Guadiana, CH del Duero, CH del Norte y CH del Ebro. También se debe señalar la existencia de un órgano consultivo del Gobierno en materia de aguas, el Consejo Nacional del Agua, en que están representadas y participan asociaciones ecologistas, usuarios y CCAA. En las CCAA debemos distinguir aquellas que poseen cuencas intracomunitarias (Andalucía, Baleares, Canarias, Cataluña, Galicia y País Vasco) y que han creado, en consecuencia, una Administración hidráulica propia. - En este ámbito se produce la intersección de múltiples títulos competenciales. Junto a los tradicionales art. 148.1.9ª y 149.1.23ª CE, inciden estrictamente en materia de aguas los arts. 148.1.10ª CE, relativo a la competencia sobre aprovechamientos hidráulicos, canales y regadíos, aguas minerales y termales y 149.1.22ª CE, referente a recursos y aprovechamientos hidráulicos1. Del mismo modo, habrán de ser tenidos en cuenta más de una decena de títulos competenciales confluentes y conexos con la protección de las aguas continentales o litorales como el régimen aduanero y arancelario y comercio exterior (art. 149.1.10ª CE), las bases y coordinación general de la actividad económica (art. 149.1.13ª CE), la pesca marítima (art. 149.1.19ª CE), la marina mercante, la iluminación de costas, señales marítimas y puertos de interés general (art. 149.1.20ª CE)2, la seguridad pública (art. 149.1.29ª CE), la 1 En relación con las competencias derivadas implícitamente del art. 149.1.22ª CE, se ha de tener en cuenta que el art. 2 de la Ley Orgánica 9/1992, de 22 de diciembre, de transferencia de competencias a las Comunidades Autónomas que accedieron a la autonomía por la vía del art. 143 de la CE, trasladó a éstas la competencia exclusiva en materia de ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran íntegramente por el ámbito territorial de la Comunidad Autónoma. 2 Como es sabido, el art. 149.1.20ª CE atribuye al Estado la competencia exclusiva sobre la marina mercante, desarrollada por la Ley 27/1992, de 24 de noviembre, de Puertos del Estado y de la 7 defensa nacional (art. 149.1.4ª CE), la ordenación del territorio (art. 149.1.3ª CE), los puertos de refugio y deportivos (art. 148.1.6ª CE), el marisqueo y la acuicultura (art. 148.1.11ª CE), la promoción y ordenación del turismo (art. 148.1.18ª CE) y, por último, la promoción del deporte y la adecuada utilización del ocio (art. 148.1.19ª CE). Intuida ya la complejidad que resulta de la multiplicidad de títulos competenciales en relación con la protección de las aguas, a ello se añade la variada naturaleza de los instrumentos jurídicos que el ordenamiento español brinda al servicio de la protección de la calidad3, el tratamiento4 y el agotamiento de las aguas5. Como la institución del dominio público6, la planificación, la sanción y la prohibición y autorización de vertidos. Marina Mercante. Como consecuencia de la Directiva 95/21/CEE, del Consejo, de 19 de junio, sobre seguridad marítima, prevención de la contaminación y condiciones de vida y de trabajo a bordo, se dictó el Real Decreto 1621/1997, de 24 de octubre, que aprueba el Reglamento para el control de cumplimiento de la normativa internacional sobre seguridad marítima, prevención de la contaminación y condiciones de vida en los buques extranjeros que utilicen puertos o instalaciones situadas en aguas jurisdiccionales españolas, el cual ha sido sustituido por el Real Decreto 768/1999, de 7 de mayo, como consecuencia de las modificaciones que sobre la anteriormente citada operó la Directiva 98/25/CEE, del Consejo, de 27 de abril. Esta norma, que positiva la inspección como instrumento que garantice el cumplimiento de las obligaciones que de la misma se derivan, aun no desarrollando el título competencial sobre medio ambiente, contribuye a la prevención de la contaminación en la medida en que la normativa internacional que relaciona en su art. 2 encuentra, entre una de sus finalidades, la protección del medio ambiente, como es el caso del Convenio internacional para prevenir la contaminación por los buques de 1973 y Protocolo de 1978 (MARPOL 73/78). 3 Vid. el Real Decreto 345/1993, de 5 de marzo, por el que se establecen las normas de la calidad de las aguas y de la producción de moluscos y otros invertebrados marinos. De su lectura se desprende que la finalidad de la norma se ciñe a la protección de la calidad de las aguas como medio de intervención en el proceso de producción y recolección de los moluscos, constituyendo principalmente, pues, el desarrollo de los títulos competenciales relativos a la planificación de la actividad económica y a la sanidad (arts. 149.1.13ª y 16ª CE). Algunas Comunidades Autónomas han procedido a dictar normas sobre calidad de las aguas; es el caso del Decreto foral 105/1999, de 12 de abril, que establece las condiciones técnicas que deberán cumplir determinadas instalaciones de tratamiento de agua para potabilización, desarrollando preferentemente el título relativo a la protección de la salud, así como del Decreto balear 13/1992, de 13 de febrero, sobre la evacuación de los líquidos procedentes de plantas de tratamiento de aguas residuales urbanas. 4 En cuanto al tratamiento de aguas residuales, el Real Decreto-Ley 11/1995, de 28 de diciembre, por el que se establecen las normas aplicables al tratamiento de las aguas residuales urbanas y el Real Decreto 509/1996, de 15 de marzo, modificado a su vez por el Real Decreto 2116/1998, de 2 de octubre, que lo desarrolla, que transponen la Directiva 91/271/CEE, del Consejo, de 21 de mayo, sobre el tratamiento de la aguas residuales urbanas, fijan las obligaciones de tratamiento de este tipo de aguas en función de los criterios de “habitantes-equivalentes”, ”aglomeraciones urbanas” y “sensibilidad de la zona en la que van a desarrollarse los vertidos”, viniendo a modificar en este punto el art. 26 de la LBRL. Por las materias sobre las que versa dicho Real Decreto-Ley, régimen local (art. 149.1.18ª CE), aprovechamientos hidráulicos (art. 149.1.22ª CE) y protección del medio ambiente (art. 149.1.23ª CE), el mismo se erige como norma básica que ha de ser respetada por la normativa autonómica. Por su parte, determinadas Comunidades Autónomas han procedido al desarrollo de dicha normativa básica regulando, entre otras materias, las autorizaciones municipales de vertido de aguas residuales al alcantarillado, cuya solicitud se entenderá estimada si no ha recaído resolución en plazo; en este caso se encuentran las Comunidades Autónomas de Murcia y Madrid que han dictado, respectivamente, el Decreto 16/199, de 22 de abril, y la Ley 10/1993, de 26 de octubre, desarrollada por el Decreto 62/1994, de 16 de junio. En este punto véase, asimismo, el art. 16 de la Ley catalana 6/1999, de 12 de julio, de ordenación, gestión y tributación de las aguas. También han dictado normas sobre saneamiento de aguas residuales las Comunidades Autónomas de Valencia, Asturias y Aragón, aprobando la Ley 2/1992, de 26 de marzo, de saneamiento de aguas residuales de la Comunidad valenciana, la Ley 1/1994, de 21 de febrero, sobre abastecimiento y saneamiento de aguas en el Principado de Asturias y la Ley 9/1997, de 7 de noviembre, de saneamiento de aguas residuales de la Comunidad Autónoma de Aragón, ciñéndose su contenido a los aspectos organizativo, planificador y recaudatorio. 5 Vid. Real Decreto 531/1992, de 22 de mayo por el que se adoptan medidas administrativas especiales para la gestión e los Recursos Hidráulicos, al amparo del artículo 56 de la Ley de Aguas. 8 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 - La Planificación hidrológica: la planificación hidrológica constituye un instrumento de gestión del agua introducido por la Ley de 1985. El TRLAg prevé la planificación como el instrumento para conseguir el buen estado del dominio público hidráulico y para satisfacer las demandas de uso de agua. La LAg estableció también la obligación de elaborar un PHN a través de una Ley que se aprobó finalmente por Ley 10/2001, de 5 de julio (su art. 13 que regulaba la transferencia de recursos hidráulicos desde el Ebro hasta el Segura —“el trasvase”— ha sido recientemente derogado). Además también se preveían Planes Hidrológicos de Cuenca que se aprobaron por RD 1664/1998. El contenido de los planes hidrológicos es muy amplio: inventario de los bienes que integran el dominio público hidráulico; usos del agua previsibles y existentes; criterios de prioridad y compatibilidad entre los usos; asignación y reserva de caudales para satisfacer demandas futuras así como para recuperar el medio natural; establecimiento de la calidad de las aguas y la ordenación de los vertidos; y, por último, la previsión de infraestructuras (embalses, canales…). Los Reales Decretos 125/2007, de 2 de febrero, por el que se fija el ámbito territorial de las demarcaciones hidrográficas, y 126/2007, de la misma fecha, por el que se regulan la composición, funcionamiento y atribución de los comités de autoridades competentes de las demarcaciones hidrográficas con cuencas intercomunitarias, contribuyen al marco normativo de la planificación estableciendo el ámbito territorial y creando el comité de autoridades competentes requeridos ambos en la Directiva Marco del Agua. Otra modificación reciente de nuestro Ordenamiento, la producida por la entrada en vigor de la Ley 9/2006, de 28 de abril, sobre evaluación de los efectos de determinados planes y programas en el medio ambiente, debe ser también tenida en cuenta, a efectos de coordinar los trámites y actuaciones en ella previstos con los que se regulan en el presente reglamento. Por último, la incorporación de las aguas de transición y costeras al ámbito de planificación supone la coordinación con las disposiciones nacionales y autonómicas que en tal ámbito existan. En dicha coordinación, los comités de autoridades competentes de las demarcaciones desempeñarán una función destacada. Entre las disposiciones citadas destaca la Ley 27/1992, de 24 de noviembre, de Puertos del Estado y de la Marina Mercante. c. Medidas para combatir la escasez del recurso: los trasvases y el mercado del agua La legislación de aguas recoge todo un amplio abanico de instrumentos orientados a luchar contra uno de los problemas que más acucian en la gestión del recurso: su escasez. La solución de este “déficit hídrico” en determinadas zonas de nuestro país han planteado un intenso debate sobre la mejor forma de solucionarlo: trasvases, mercado y desalación. La construcción de nuevas y costosas infraestructuras hidráulicas que requieren la realización de los trasvases es considerada en la actualidad por la 6 Vid. Título I de la Ley 29/1985, de 2 de agosto, de Aguas y Título I de la Ley 22/1988, de 22 de julio de Costas. En relación con el dominio público marítimo terrestre puede verse MEILÁN GIL, J.L., “La Ley de costas y las competencias de las Comunidades Autónomas”, RGAP nº1, 1992. 9 mayoría de los expertos en materia de aguas como la última opción para lograr un abastecimiento de agua potable a la población, a la agricultura y a los usos turísticos o industriales que la necesiten. Este carácter de última solución que se atribuye a los trasvases se basa en su incompatibilidad con una gestión ambiental de las aguas que respete sus ciclos naturales y responde a una nueva filosofía de la gestión del agua que no es universalmente compartida y que debe afrontar, a su vez, las críticas de los defensores de una concepción más tradicional para quienes la transferencia de caudales entre diferentes cuencas es una opción perfectamente legítima. Sin embargo y de acuerdo con los nuevos postulados, antes de proceder a operaciones de tanto impacto ambiental como los trasvases resulta necesaria la utilización de la infraestructura actual de un modo más eficiente y, además, afrontar el reto de repensar las prioridades en el uso del agua y en identificar alternativas que permitan atender las necesidades presentes y futuras del agua de modo que se preserve sus ciclos ecológicos. La introducción de técnicas de mercado en la gestión del agua, probada con distinta suerte en diversos ordenamientos como el californiano y el chileno, responde también al conjunto de instrumentos diseñados para combatir la escasez del agua y mejorar su utilización adaptándola a las necesidades reales del usuario. Por otra parte, esta medida tiende también a hacer aflorar un existente mercado negro del agua en el cual, sobre todo en determinadas partes de España, se acuerdan transferencias de caudales al margen de las previsiones legales y de los títulos jurídicos concesionales que amparan su uso. La posibilidad de cesión de derechos al uso privativo de las aguas, prevista en la sección 2ª del Capítulo III del Título IV —De la utilización del dominio público hidráulico— (arts. 67 a 72 TRLAg) lejos de suponer una vuelta a la libre disposición privada de las aguas dibuja un sistema sujeto a una intensa intervención pública reguladora. Los diversos estudios doctrinales sobre esta figura introducida en la reforma de 1999 de la LAg ponen de manifiesto el limitado alcance que, en su configuración actual, puede tener en relación a los objetivos propuestos de uso más eficiente del agua. Y es que la configuración actual del derecho de aguas, basado en técnicas de derecho público y diseñado para la protección de este recurso natural, impide otorgar a las medidas liberalizadoras un margen amplio de desarrollo. La articulación de un mercado de aguas tendría quizás su mejor desarrollo en aquellos sectores en los que la revalorización del recurso pudiera tener una incidencia más favorable desde el punto de vista del ahorro y del uso sostenible del recurso. En concreto, incentivar las actividades de reutilización de las aguas depuradas a través de iniciativas privadas podría proporcionar la rentabilidad económica necesaria a una actividad de contenido eminentemente industrial (MOLINA JIMÉNEZ). II. LA CALIDAD DE LAS AGUAS Y LA LUCHA CONTRA LA CONTAMINACIÓN En estos momentos, la protección de la calidad de las aguas se ha convertido en la columna vertebral de nuestro derecho de aguas. El moderno derecho de aguas incorpora, como uno de sus objetivos principales, la lucha contra la contaminación y el mantenimiento de unos niveles de calidad ambiental de la misma que permitan satisfacer los distintos usos a que está 10 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 destinada y, más allá, las propiedades naturales aptas para la vida de los ecosistemas que de ella dependen. Este cambio de perspectiva, exigido desde el derecho constitucional a disfrutar de un medio ambiente adecuado (art. 45. 1 CE), parte de la propia evolución social y económica de los países industrializados. La calidad del recurso se formula así como una condición que establece el límite para cada uno de los usos posibles del agua en el sentido de que su utilización en diferentes actividades económicas o sociales encuentra su límite en los efectos negativos que produzcan sobre éste y otros recursos naturales. Esta tendencia conservacionista en el derecho de aguas ha sido particularmente intensa en el ámbito comunitario y se ha visto reforzada por la aprobación de la ya mencionada Directiva 2000/60/CE, de 23 de octubre de 2000, por la que se establece un marco comunitario de actuación en el ámbito de la política de aguas (DMA). En efecto, en su primer artículo se establece que el objeto de esta Directiva es el de “... establecer un marco para la protección de las aguas... que: a) prevenga todo deterioro adicional y proteja y mejore el estado de los ecosistemas acuáticos... b) promueva un uso sostenible del agua basado en la protección a largo plazo de los recursos hídricos disponibles; c) tenga por objeto una mayor protección y mejora del medio acuático, entre otras formas mediante medidas específicas de reducción progresiva de los vertidos, las emisiones y las pérdidas de sustancias prioritarias, y mediante la interrupción o la supresión gradual de los vertidos, las emisiones y las pérdidas de sustancias peligrosas prioritarias; d) garantice la reducción progresiva de la contaminación del agua subterránea y evite nuevas contaminaciones...”. En este sentido, la DMA introduce a nivel comunitario —la LAg española ya lo había incorporado en su reforma de 1999— el concepto de “estado ecológico” que viene definido como “una expresión de la calidad de la estructura y del funcionamiento de los ecosistemas acuáticos asociados a las aguas superficiales... que se centra especialmente en la condición de los elementos biológicos del sistema”. Como señalan PRAT y otros, si la definición del estado ecológico es más o menos clara su medida resulta, por el contrario, compleja por cuanto se deben establecer los valores de referencia para todos y cada uno de los parámetros que la Directiva indica. El concepto de «buen estado ecológico» revela la intención del legislador de priorizar, al menos en el terreno de los principios, la protección ambiental de los recursos hidráulicos. De hecho, conseguir ese buen estado ecológico del dominio público hidráulico aparece ahora como el primero de los objetivos de la planificación hidrológica y de la protección de esos bienes demaniales. Nuestra legislación e instrumentos de planificación hidrológica establecen de modo prioritario la lucha contra la contaminación, es decir, el principio de que el desarrollo económico y social debe tener en cuenta la protección del medio ambiente y, en este caso, la protección de la calidad de las aguas. El TRLAg contiene en su art. 93 una definición legal por la cual “se entiende por contaminación, a los efectos de esta Ley, la acción y el efecto de introducir materias o formas de energía, o inducir condiciones en el agua que, de modo directo o indirecto, impliquen una alteración perjudicial de su calidad en relación con los usos posteriores o con su función ecológica”. El factor humano es esencial en el concepto de contaminación de modo que un curso de agua se considera polucionado cuando la composición o el 11 estado de sus aguas son directa o indirectamente modificados por la actividad del hombre en medida tal que disminuya la posible utilización de sus aguas para todos o algunos de aquellos fines a los que podría servir en estado natural. En los casos mas graves la contaminación de un río puede llegar al extremo de que sus aguas sean inadecuadas para el consumo público, así como para la agricultura, ganadería, pesca, industria y actividades turísticas y recreativas. La obligación de defender la calidad de las aguas y de luchar contra la contaminación se refleja en muchos de los preceptos de nuestra legislación de aguas: Así, cuando se establecen los principios generales que guían la actuación de la Administración hidráulica se señala que “el ejercicio de las funciones del Estado, en materia de aguas, se someterá a los siguientes principios:... 3. Compatibilidad de la gestión pública del agua con la ordenación del territorio, la conservación y protección del medio ambiente y la restauración de la naturaleza” (art. 14, apdo. 3). En concreto, son los organismos de cuenca quienes tienen atribuida la función de control de la calidad de las aguas (art. 24, letra c) y de definición de los objetivos y programas de calidad de acuerdo con la planificación hidrológica (art. 24, letra e), por último, realizan planes, programas y acciones “... que tengan como objetivo una adecuada gestión de las demandas, a fin de promover el ahorro y la eficiencia económica y ambiental de los diferentes usos del agua...” (letra f). Del mismo modo, los denominados por la ley como caudales ecológicos o demandas ambientales deberán fijarse en los Planes hidrológicos de cuenca y, para su establecimiento, los Organismos de cuenca “... realizarán estudios específicos para cada tramo de río” (art. 59, apdo. 7). De modo fundamental estos objetivos básicos de nuestra legislación hidráulica se establecen a la hora de regular la planificación hidrológica y sus contenidos. En efecto, el art. 40 —primero del Título III dedicado a la planificación hidrológica— establece que ésta “... tendrá por objetivos generales conseguir el buen estado y la adecuada protección del dominio público hidráulico y de las aguas objeto de esta Ley, la satisfacción de las demandas de agua, el equilibrio y armonización del desarrollo regional y sectorial, incrementando las disponibilidades del recurso, protegiendo su calidad, economizando su empleo y racionalizando sus usos en armonía con el medio ambiente y los demás recursos naturales” (apdo. 1). El propio TRLAg cuando describe los contenidos obligatorios de los Planes hidrológicos de cuenca señala que en ellos se comprenderá “la lista de objetivos medioambientales para las aguas superficiales, las aguas subterráneas y las zonas protegidas, incluyendo los plazos previstos para su consecución, la identificación de condiciones para excepciones y prórrogas, y sus informaciones complementarias” (art. 42. 1, letra e). La protección del dominio público hidráulico y de la calidad de las aguas continentales tiene un tratamiento exclusivo en el Título V de la Ley. En su art. 92, con el que se inicia, se establecen los objetivos de dicha protección dirigidos a la lucha contra la contaminación de las aguas, previniendo su deterioro y recuperando los sistemas acuáticos asociados. La doctrina, sin embargo, ha manifestado su escepticismo en relación a la efectividad de estos preceptos para garantizar el buen estado ecológico de los bienes que integran el dominio público hidráulico. 12 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 Los vertidos constituyen la causa fundamental y más generalizada de alteración de la calidad de las aguas. Sus peculiares características, su potencial contaminante y los riesgos que llevan aparejados, no sólo para la vida humana, sino también para la vida animal y vegetal y para el propio desarrollo de determinadas actividades como la agrícola, exigen un control decidido de los mismos para limitar en la medida de lo posible sus efectos nocivos partiendo ya de la base de que será imposible su completa eliminación por cuanto dicha decisión condenaría a una importante paralización de la actividad industrial y del crecimiento económico (CASADO). Se trata por tanto de dotar a la Administración de un conjunto de instrumentos de intervención que le permitan con carácter previo a la realización del vertido, su control a través de mecanismos de índole preventiva —fundamentalmente la autorización administrativa de vertido— así como la comprobación del cumplimiento de las obligaciones que se deriven del ordenamiento jurídico y de las propias imposiciones introducidas por la Administración en el acto autorizatorio. Estos instrumentos se complementan con aquellas otras técnicas correctoras de carácter represivo —régimen sancionador— y reparador — reparación de los daños causados a las aguas— que permiten reaccionar frente a eventuales incumplimientos de las obligaciones condicionantes del vertido. La oportuna utilización de estos mecanismos permitirá encontrar el equilibrio necesario entre el desarrollo económico y la protección de la calidad de las aguas de modo que se pueda materializar el mandato constitucional dirigido a los poderes públicos para garantizar la utilización racional de los recursos naturales (art. 45 CE). El TRLAg define vertido como aquellos realizados directa o indirectamente en aguas continentales así como al resto del dominio público hidráulico con independencia de la técnica utilizada y los prohíbe con carácter general salvo que medie autorización (art. 100, apdo. 1º). La autorización mencionada que genera obligaciones tributarias —canon de vertido— debe constituir un elemento disuasorio de modo que el vertido se realice en las mejores condiciones ambientales posibles y después de sufrir un proceso de depuración. Esta concepto y regulación de los vertidos se completa en el Real Decreto 849/1986, de 11 de abril, por el que se aprueba el Reglamento del Dominio Público Hidráulico, donde se entiende que vertido directo es “el realizado inmediatamente sobre un curso de aguas o canal de riego, y vertido indirecto el que no reúna esta circunstancia, como el realizado en azarbes, alcantarillado, canales de desagüe y pluviales” (art. 245). De este modo, toda actividad susceptible de provocar la contaminación o degradación del dominio público hidráulico y, en particular, el vertido de productos residuales susceptibles de contaminar las aguas continentales, requiere autorización administrativa (art. 245. 1 RDPH). El procedimiento para obtener la autorización de vertido se contiene en el art. 246 RDPH. En él y entre otros elementos exigibles, se debe destacar el contenido en su letra d): “descripción sucinta de las instalaciones de depuración o eliminación, en su caso, y de las medidas de seguridad en evitación de vertidos accidentales. Además, a la solicitud deberá acompañarse proyecto, suscrito por técnico competente, de las obras e instalaciones de depuración o eliminación que, en su caso, fueran necesarias para que el grado 13 de depuración sea el adecuado al grupo de calidad establecido para el medio receptor”. Además, la propia LAg señala la necesidad de estudio hidrogeológico cuando el vertido o el sistema de depuración o eliminación propuesto se presuma pueda dar lugar a la infiltración o almacenamiento de sustancias susceptibles de contaminar los acuíferos o las aguas subterráneas (art. 102 TRLAg. en relación con art. 246. 2 RDPH). La autorización de vertido conecta de este modo de forma íntima con la depuración de aguas residuales. En efecto, en las autorizaciones de vertido quedarán en todo caso reflejadas las instalaciones de depuración necesarias y los elementos de control de su funcionamiento (art. 101. 1 TRLAg). Además, la propia LAg establece un plazo de vigencia máximo para dichas autorizaciones —cinco años— que son renovables “... siempre que se cumplan las normas de calidad y objetivos ambientales exigibles en cada momento. En caso contrario, podrán ser modificadas o revocadas...” (art. 101. 2 TRLAg). Cfr. Ley IPPC. Los Organismos de Cuenca son los responsables del control del cumplimiento de estos requisitos en las autorizaciones de vertido, además de la potestad de las Administraciones Públicas para condicionar las autorizaciones sobre establecimiento, modificación o traslado de instalaciones o industrias que originen o puedan originar vertidos, a la previa obtención de la autorización de vertido (art. 103 TRLAg). Son los Organismos de Cuenca, como se señaló, los últimos responsables del control de vertidos y pueden, amparados en esta condición, “hacerse cargo directa o indirectamente, por razones de interés general y con carácter temporal, de la explotación de las instalaciones de depuración de aguas residuales cuando no fuera procedente la paralización de las actividades que producen el vertido...” (art. 107 TRLAg). La lucha contra los vertidos y las medidas incentivadoras de su depuración tienen además fuertes consecuencias económicas. La eficacia del principio «quien contamina paga» exige garantizar la vigilancia y cumplimiento de la Ley y, además, adecuar la tarifa de los cánones de vertido y de los cánones de saneamiento de forma que sea más caro contaminar que depurar. La problemática social y jurídica que plantean los distintos tipos de vertidos, en especial, cuando en las aguas residuales se encuentran determinadas sustancias especialmente peligrosas o nocivas es uno de los retos que tiene pendiente la Administración Pública del agua. III. LA PROTECCIÓN DE LAS AGUAS MARINAS El medio marino abarca aproximadamente las 3/4 partes de la Tierra y contiene reservas decisivas para el ciclo del agua, de la vida, además de mantener la estabilidad de la atmósfera. Su preservación resulta por ello decisiva y la estrategia debe desarrollarse a escala mundial. La contaminación marina alcanza en la actualidad niveles preocupantes sobre todo en zonas del litoral con asentamientos humanos importantes y actividad industrial. Estas zonas del litoral son además las más sensibles por coincidir con la plataforma continental, asentamiento y base fundamental de la vida marina. Como la introducción por el hombre, directa o indirectamente, de sustancias o energías en el medio marino, incluidos los estuarios, que 14 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 produzcan o puedan producir efectos nocivos, sobre todo, daños a los recursos vivos o a la vida marina. ¿Qué sustancias contaminan los mares? Resulta imposible establecer un inventario exhaustivo de las sustancias contaminantes del medio marino. Se agrupan por familias: fertilizantes, compuestos orgánicos de síntesis (DDT y PCB), metales, plásticos, sustancias radioactivas, energía, sustancias orgánicas e inertes (residuos de la explotación de minas, la ganga —que en la Bahía de Portman adquiere carácter espectacular—)… ¿Cuál es la fuente de la contaminación? - desde la atmósfera como consecuencia del arrastre de la contaminación de este origen por la lluvia o los vientos - por vertidos desde el litoral - por aportes de los ríos - por descargas de buques - por accidentes * TRATADOS INTERNACIONALES España ha suscrito los más importantes Acuerdos Internacionales en la materia. En general se puede señalar que aunque los frentes de lucha contra la contaminación se dirigen en varios sentidos, la preocupación más importante ha sido la de evitar la contaminación por hidrocarburos mediante la exigencia de medidas de seguridad para el transporte y manipulación de los productos y subproductos petrolíferos y evitar de este modo los grandes desastres ecológicos que por esta causa se han producido y se siguen produciendo (baste recordar lo que supuso el hundimiento del Prestige…). Por grupos de tratados internacionales se pueden englobar en: - aquello que tienen por objeto evitar el vertido desde buques o aeronaves de sustancias perjudiciales; - aquellos que pretenden regular la explotación de la plataforma continental (aunque con escaso éxito pues esta materia es de soberanía de los Estados); - los que luchan contra la contaminación marina originada por vertidos realizados desde tierra, bien como consecuencia del arrastre de los ríos, bien por vertidos directos desde las costas o bien como consecuencia de desagüe de emisarios submarinos —lo que se conoce con el nombre genérico de “contaminación de origen telúrico”—; - por último, Tratados internacionales en materia de responsabilidad para el resarcimiento de los daños producidos por los accidentes de los barcos petrolíferos. Mar mediterráneo Una mención especial requieren los Tratados internacionales para la prevención de la contaminación en el Mediterráneo, mar que por su carácter cerrado es especialmente vulnerable a los efectos de la contaminación producida por la creciente presión demográfica y el desarrollo socio-económico de los países ribereños. Sobre todo, se debe conseguir la prevención de los vertidos desde el litoral que constituye el principal problema de contaminación del Mediterráneo. De este modo, se aprobó el Convenio de Barcelona, de 16 de febrero de 1976, cuyo objeto principal fue el establecimiento de un 15 compromiso de las partes en virtud del cual éstas se obligaban a tomar todas las medidas adecuadas para prevenir, reducir y combatir la contaminación en todas sus formas. Por desgracia, sus normas y las aprobadas posteriormente en los protocolos al Tratado carecen de fuerza obligatoria. En general, esta última crítica es aplicable como sabemos a todos los Tratados internacionales en la materia que dependen de la voluntad de los Estados para su efectivo cumplimiento y que carecen de instituciones y procedimientos para asegurar que las obligaciones derivadas de ellos efectivamente se cumplan. Es una deficiencia general del Derecho internacional del Medio Ambiente que, sin embargo, de llegar a aplicarse constituiría la mejor estrategia de protección ambiental de las aguas marinas. * DERECHO DE LA COMUNIDAD EUROPEA La legislación de la Comunidad Europea aborda la contaminación marina desde una doble dimensión: en primer lugar, regula las sustancias que pueden ser vertidas a este medio estableciendo las condiciones necesarias, esto es, fija un régimen general de los vertidos (de todas las directivas destaca por su carácter general la Directiva 76/464) —tener en cuenta también la ya conocida D. 91/271 sobre tratamiento de aguas residuales urbanas, que puede incidir en el medio marino de los municipios litorales—. En relación a los vertidos, existen además abundantes directivas en relación a sustancias específicas (mercurio, cadmio, etc.) y otras que establecen regímenes especiales para determinados sectores industriales (vertidos de la industria de dióxido de titanio, hidrocarburos, etc.). Por otro lado, la Comunidad Europea mantiene otras estrategias complementarias de las normas anteriores que tiene por objeto garantizar una calidad más estricta de las aguas en determinadas zonas marítimas; así, existen Directivas relativas a la calidad de las aguas de baño y que pretenden proteger determinados usos como la acuicultura. *NORMATIVA ESPAÑOLA El Ordenamiento ambiental marítimo español se ajusta a las disposiciones comunitarias y a las exigencias procedentes de los Tratados internacionales firmados por España. La legislación en este campo se agrupa en torno a la Ley de Costas de 1988, mientras que la protección de las aguas continentales, de transición y costeras se encuentra en el TRLAg aprobado por el RD-Legislativo 1/2001 que, por efecto, de la DMA ha introducido el concepto de demarcación hidrográfica entendida como “la zona terrestre y marina compuesta por una o varias cuencas hidrográficas vecinas y las aguas de transición, subterráneas y costeras asociadas a dichas cuencas” (art. 16 bis, apdo. 1º). Por último, la Ley 41/2010, de 29 de diciembre, incorpora al derecho español la Directiva 2008/56/CE, de 17 de junio de 2008, por la que se establece un marco de acción comunitaria para la política del medio marino (Directiva marco sobre la estrategia marina). Esta normativa introduce la obligación de lograr un buen estado ambiental de las aguas marinas europeas mediante la elaboración de estrategias marinas con el objetivo final de mantener la biodiversidad y preservar la diversidad y el dinamismo de unos océanos y mares que sean limpios, sanos y productivos. 16 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 La desecación de humedales ha sido una práctica usual hasta prácticamente la actualidad con la finalidad de obtener terrenos cultivables, para vertederos o incluso para obtener terreno urbanizable. A nivel internacional el Convenio de Ramsar de 1971 del que España es miembro incluye en la lista de humedales protegidos: las tablas de Daimiel, las marismas de Doñana… En la Región de Murcia está bajo la protección de este Convenio el Mar Menor!. A nivel estatal se encuentran protegidos, además de por la legislación de aguas, por la legislación de espacios naturales (Ley 42/2007). El art. 111 TRLAg establece que “las zonas pantanosas o encharcadizas, incluso las creadas artificialmente, tendrán la consideración de zonas húmedas” para exigir autorización administrativa para todas aquellas actividades que les afecten. Además, los organismos de Cuenca y la Administración ambiental deben coordinar sus actuaciones para la conservación, la protección eficaz, la gestión sostenible y la recuperación de las zonas húmedas (art. 111, apdo. 4º). El régimen jurídico de los humedales recoge, de forma general, los siguientes instrumentos de protección: 1º) inventario; 2º) autorización de actividades que les afecten; 3º) necesidad de obtener una concesión administrativa en el caso de que se autorice un uso privativo. La desecación de humedales en la actualidad se encuentra expresamente prohibida por el art. 111 TRLAg, salvo que concurran causas de insalubridad o de interés público. También se prevé como medida de protección la rehabilitación de los anteriormente desecados que será acordada por el Consejo de Ministros o Consejo de Gobierno de Comunidad Autónoma. Régimen jurídico de los vertidos al dominio público marítimo terrestre El régimen jurídico de los vertidos al dominio público marítimo-terrestre (DPMT) o, lo que es lo mismo, a las aguas litorales se encuentra regulado a nivel estatal por los art. 56 y ss. de la Ley de Costas (LC). Esta Ley es desarrollada por su reglamento de desarrollo (RD 1471/1989). Las técnicas de protección que contiene esta normativa son las siguientes: 1º) prohibición de vertidos (existen algunos absolutamente prohibidos que, en consecuencia, en ningún caso pueden ser autorizados); 2º) la autorización de vertidos; 3º) Infracciones y sanciones y la obligación de reparar los daños ocasionados al dominio público marítimo-terrestre (DPMT). VERTIDOS PROHIBIDOS - Residuos sólidos - Residuos de la construcción - Vertidos de sustancias y preparados y formas de energía que puedan comportar un perjuicio superior al admisible para la salud pública o para el medio ambiente - Vertidos de fango procedente de plantas de aguas residuales y, en general, aguas residuales sin depuración. VERTIDOS PERMITIDOS El resto de vertidos se encuentran prohibidos a través de una prohibición relativa, es decir, para llevar a cabo este tipo de vertidos es necesario contar con la autorización administrativa correspondiente. La autorización de vertidos al DPMT corresponde a la Administración General del Estado cuando se trate de vertidos realizados desde buques al mar (vertidos de mar a mar) y los no contaminantes de tierra a mar. Por el contrario, corresponde a las 17 Comunidades Autónomas autorizar los vertidos de carácter industrial y los realizados de tierra al mar de carácter contaminante. 4. LA DESALACIÓN DE LAS AGUAS Otra alternativa que se plantea, y que no es nueva porque ya se han dado en España aplicaciones históricas de esta técnica, lo constituye la desalación de las aguas. En este sentido, los inconvenientes que ofrecía esta alternativa debido a los costos implicados, tanto en energía como en equipos e instalaciones, parece que han sido en gran medida superados por los avances tecnológicos. Además, tiene otros inconvenientes como es el problema adicional de eliminar los residuos salinizados —salmueras— procedentes de las plantas desaladoras. Sin embargo, como se ha señalado, los avances técnicos permiten señalar un camino esperanzador a esta técnica que, pese a su posible importancia, ha carecido de regulación hasta la Ley 46/1999 que modificó la LAg. Posteriormente en 2005 se modificó la regulación jurídica de la actividad de desalación para someterla al régimen general de utilización del dominio público hidráulico. El art. 13 TRLA, en su apartado primero, establece que “la actividad de desalación de agua marina o salobre queda sometida al régimen general establecido en esta Ley para el uso privativo del dominio público hidráulico, sin perjuicio de las autorizaciones y concesiones demaniales que sean precisas de acuerdo con la Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas, y las demás que procedan conforme a la legislación sectorial aplicable”. No son pocos los problemas interpretativos que plantea esta nueva regulación y no son de menor importancia los relativos a la concurrencia de distintas administraciones en esta actividad en virtud de diferentes títulos competenciales. Artículo 13. De la desalación, concepto y requisitos. 1. Con carácter general, la actividad de desalación de agua marina o salobre queda sometida al régimen general establecido en esta Ley para el uso privativo del dominio público hidráulico, sin perjuicio de las autorizaciones y concesiones demaniales que sean precisas de acuerdo con la Ley 22/1988, de 28 de julio, de Costas, y las demás que procedan conforme a la legislación sectorial aplicable. 2. Las obras e instalaciones de desalación declaradas de interés general del Estado podrán ser explotadas directamente por los órganos del Ministerio de Medio Ambiente, por las Confederaciones Hidrográficas o por las sociedades estatales a las que se refiere el capítulo II del título VIII de esta Ley. Igualmente, de acuerdo con lo previsto en el artículo 125, las comunidades de usuarios o las juntas centrales de usuarios podrán, mediante la suscripción de un convenio específico con los entes mencionados en el inciso anterior, ser beneficiarios directos de las obras e instalaciones de desalación que les afecten. 3. Las concesiones de aguas desaladas se otorgarán por la Administración General del Estado en el caso de que dichas aguas 18 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 se destinen a intercomunitaria. su uso en una demarcación hidrográfica En el caso haberse suscrito el convenio específico al que se hace referencia en el último inciso del apartado 2, las concesiones de aguas desaladas se podrán otorgar directamente a las comunidades de usuarios o juntas centrales de usuarios. 4. En la forma que reglamentariamente se determine, se tramitarán en un solo expediente las autorizaciones y concesiones que deban otorgarse por dos o más órganos u organismos públicos de la Administración General del Estado. 5. En el supuesto de que el uso no vaya a ser directo y exclusivo del concesionario, la Administración concedente aprobará los valores máximos y mínimos de las tarifas, que habrán de incorporar las cuotas de amortización de las obras. 6. Los concesionarios de la actividad de desalación y de aguas desaladas que tengan inscritos sus derechos en el Registro de Aguas podrán participar en las operaciones de los centros de intercambio de derechos de uso del agua a los que se refiere el artículo 71 de esta Ley. 5. ESPECIAL REFERENCIA A LA PROTECCIÓN DE LAS COSTAS La franja costero litoral encierra una serie de recursos naturales muy preciados y que es necesario preservar. Dicha protección ha tenido lugar a través de la aplicación de la institución del dominio público. La LC de 1988 define tres zonas protegidas (A) y establece la intervención de usos (B) de la costa. Por lo que hace a las zonas, la primera se denomina dominio público marítimo terrestre está constituido por: - la ribera del mar el mar territorial (MT) y las aguas interiores (AI) con su lecho y su subsuelo) los recursos naturales de la zona económica (RNZE) y la plataforma continental (PC) Además, también forman parte del DPMT: las accesiones a la ribera del mar por depósito de materiales o por retirada del mar, los terrenos ganados al mar como consecuencia de obras y los terrenos invadidos por el mar. 19 En esta zona los usos están sujetos a autorización administrativa si se trata de instalaciones desmontables y a concesión si se trata de no desmontables La segunda zona es la llamada zona de servidumbre de protección (100 metros, que puede ser ampliada otros 100 metros más) medida tierra adentro desde el límite inferior de la primera zona, esto es, de la ribera del mar. No forma parte del dominio público pero sobre ella se establecen importantes prohibiciones: edificaciones destinadas a residencia, tendido aéreo de líneas eléctricas de alta tensión, de vertido de residuos, de publicidad a través de carteles o vallas. La tercera zona es la zona de influencia. Como mínimo 500 metros desde el límite interior de la ribera del mar. Esta zona está sometida a criterios de ordenación urbanística para evitar la formación de pantallas arquitectónicas, acumulación de volúmenes. 6. PROTECCIÓN DE HUMEDALES (PANTANOS, MARISMAS, LAGUNAS...) Comienzan a ser protegidos a partir de la L. Aguas de 1985 (art. 103). Esta norma impone la necesidad de autorización o concesión administrativa para toda actividad que afecte a las zonas húmedas. Ha sido la normativa sobre espacios naturales la que se ha ocupado de su protección, incorporándose en ocasiones al elenco de espacios naturales protegidos. La Directiva Marco del Agua confiere un tratamiento especial a las que denomina "zonas protegidas", entendiendo por éstas aquellas incluidas en cada demarcación hidrográfica que hayan sido declaradas objeto de una protección especial en virtud de una norma comunitaria específica relativa a la protección de sus aguas superficiales o subterráneas o a la conservación de sus hábitats y las especies que dependen directamente del agua (art. 6.1 DM). En primer lugar, dirige a los Estados miembros la obligación de establecer uno o más registros de todas las zonas protegidas incluidas en toda demarcación hidrográfica, los cuales habrán de ser completados dentro del plazo de cuatro años contados a partir de la entrada en vigor de la Directiva Marco7. 7 Un resumen de dicho registro deberá formar parte del plan hidrológico de cuenca e incluirá mapas indicativos de la ubicación de cada zona protegida y una descripción de la legislación comunitaria, nacional o local con arreglo a la cual han sido designadas (Anexo IV.2 de la Directiva Marco). Adviértase la aparente contradicción que supone la referencia a las normas nacionales o locales en virtud de las cuales se haya declarado la zona, cuando precisamente el artículo 6 de la Directiva señala que dicha declaración se hará conforme exclusivamente a una norma comunitaria específica relativa a la protección de sus aguas superficiales o subterráneas o a la conservación de los hábitats o las especies que dependen exclusivamente del agua. 20 Proyecto Open Course Ware (OCW). Curso 2012/2013 El art. 43.2 del TRLA respecto a la posibilidad de declaración estatal de zonas, cuencas, partes de cuencas o acuíferos protegidos por motivos ambientales. Dicho precepto dispone expresamente que Podrán ser declarados de protección especial determinadas zonas, cuencas o tramos de cuencas, acuíferos o masas de agua por sus características naturales o interés ecológico, de acuerdo con la legislación ambiental y de protección de la naturaleza. Los planes hidrológicos recogerán la clasificación de dichas zonas y las condiciones específicas para su protección. Además, el art. 43.3 del TRLA configura las previsiones a que se refiere el apartado 2 del mismo precepto como prevalentes respecto de los instrumentos de ordenación urbanística del territorio, pero no expresamente respecto de los instrumentos de ordenación de los recursos naturales. En efecto, según el mismo, las previsiones de los planes hidrológicos a que se refieren los apartados anteriores deberán ser respetadas en los diferentes instrumentos de ordenación urbanística del territorio. Ello significa, como ocurre con los Planes de Ordenación de Recursos Naturales (art. 5.2 de la LENFS), que constituirán un límite para los instrumentos de ordenación urbanística. 21