República de Colombia Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil Magistrado Ponente:

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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente:
Dr. JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES
Bogotá, Distrito Capital, veintiuno (21) de octubre de dos mil tres
(2003).
Ref: Expediente No. 6931
Decide
la
Corte
el
recurso
de
casación
interpuesto por la parte demandante contra la sentencia del 19 de
septiembre de 1997, proferida por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Pereira, dentro del proceso
ordinario adelantado por ALVARO GIRALDO ALZATE frente a
EDUARDO RAMIREZ CARVAJAL.
ANTECEDENTES
1.
Incumbió al Juzgado Primero Civil del Circuito de
Pereira diligenciar el libelo demandatorio en virtud del cual impetró
el demandante que se declarase que existió entre las partes un
negocio jurídico en los términos que más adelante especifica, en
virtud del cual el actor le entregó al demandado la suma de
$19.000.000.00,
representados
en
sendos
títulos
valores
legalmente descargados; y que se dijese que está resuelto el
aludido
acuerdo
demandado
verbal
por
EDUARDO
incumplimiento
RAMIREZ
imputable
al
CARVAJAL.
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Subsecuentemente pidió que se condenara a éste último a restituir
la señalada suma de dinero, junto con los perjuicios generados por
el incumplimiento y consistentes en el daño emergente y el lucro
cesante que los peritos tasasen, pretensión que concretó
posteriormente, en memorial por medio del cual subsanó la
demanda, en mil gramos oro y $20.000.000,00 por concepto de
intereses, respectivamente.
2. Para sustentar esos pedimentos, díjose en el libelo
demandatorio, que desde comienzos de 1979 las partes venían
ejecutando un contrato verbal de arrendamiento en virtud del cual
RAMIREZ CARVAJAL había entregado a GIRALDO ALZATE un
lote ubicado en Pereira, en la calle 22 entre carreras 10 y 11 y
cuyas especificaciones allí se anotan, predio en el cual el
demandante realizó con recursos propios, unas mejoras tendientes
a adecuarlo como parqueadero para automotores junto con otras
obras tales como la construcción de una cafetería, oficinas, etc.
El arrendatario ajustó un acuerdo con la Aduana
Nacional para recibirle carros decomisados que iban a ser
posteriormente rematados, de modo que los arrendamientos no le
eran pagados periódicamente, sino en la medida en que se
rematara un lote de vehículos, situación que era conocida por el
arrendador. Como quiera que el actor se fue atrasando en el pago
de los arrendamientos, convino con el demandado un plazo para
dichos pagos hasta el momento en que la Aduana Nacional le
cancelara los dineros correspondientes, lo que llevó al inquilino a
ajustar un contrato lesivo a sus intereses, toda vez que vendió las
mejoras que levantó por un precio irrisorio, habiendo convenido
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que la renta quedaba satisfecha hasta el 31 de diciembre de 1986.
En junio de 1991, fecha en la que el arrendatario recibió algunas
sumas de dinero de la Aduana, completó lo que aún debía desde
el 1° de enero de 1987, toda vez que durante ese lapso ya le había
entregado en pago algunos bienes, tales como 2 automóviles
marca SIMCA, un revolver y otros muebles.
El corte de cuentas que las partes hicieron en 1991,
arrojó un saldo de $6’000.000.oo a cargo del demandante, los
cuales, descontados los abonos relacionados anteriormente, le
fueron cancelados en efectivo a EDUARDO RAMIREZ. Los
contratantes acordaron, entonces, que el canon de arrendamiento
se mantendría en la suma de $1.200.000.oo anuales, por el tiempo
“en que le quedara dinero” a ALVARO GIRALDO, del que entregó
anticipadamente como requisito para mantener el acuerdo, pues
bajo las circunstancias de presión a las que lo sometió el
arrendador, se vio obligado a pagarle por adelantado en la fecha
referida, la cantidad de $19’000.000.00, así: por medio del cheque
No. 0371365 la suma de $11’000.000.00 que aquél efectivamente
cobró, y el resto, mediante una letra de cambio con vencimiento el
30 de junio de 1991 (que el demandado negoció en Cali y aun
cuando la recogió nuevamente le fue pagada en efectivo por el
deudor).
No obstante, el demandado, violando el señalado
pacto, demandó judicialmente al arrendatario, acusándolo de
negarse a reajustar la renta, petición que resultó airosa.
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3.
Enterado el demandado de las pretensiones que
se le enfrentaron, se opuso a las mismas, aceptando algunos
hechos y negando la mayoría, replicando que, por el contrario, el
cumplimiento del pacto del actor con la Aduana sólo ocupaba un
mínimo porcentaje del lote; que él fue presionado a recibir las
mejoras por causa de la mora del inquilino, y que no es cierto que
“las cuentas” del arriendo se hubiesen fijado en $1.200.000,00
entre 1987 y 1991, porque lo acordado fue que en 1987 el
demandante debía pagar $100.000,00 mensuales y de ahí en
adelante los incrementos legales. Negó, igualmente, que el actor le
hubiese pagado $19.000.000,00, porque la letra de $8.000.000,00
fue recogida por el cheque de $11.000.000,00, más $3.000.000,00
para pagar 10 meses de renta, cinco de ellos en forma adelantada,
a
razón
de
$300.000,00.
Propuso,
finalmente,
sendas
“excepciones” en las que, de un lado, negó la existencia de justa
causa para solicitar la resolución del contrato por parte del
demandante y, de otro,
la existencia de un convenio verbal o
escrito en virtud del cual el arrendador tuviese que esperar el
desembolso de la Aduana Nacional para el pago de la renta, y que
ésta fuese de $1.200.000,00 en forma indefinida.
4. A la primera instancia puso fin el Juzgado a-quo
profiriendo sentencia desestimatoria de las pretensiones, decisión
que fue confirmada por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Pereira mediante la providencia ahora recurrida en casación.
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LAS RAZONES DEL TRIBUNAL
Agotada la habitual reseña de los antecedentes del
litigio
y
habiendo
encontrado
cabalmente
reunidos
los
presupuestos procesales, acotó el Tribunal que las partes
admitieron la celebración de un contrato de arrendamiento sobre el
bien descrito en la demanda, destinado principalmente para
parqueadero, a la par que reconocieron que “los pagos de las
mensualidades no se hacían cada mes”, habiendo ajustado al
respecto varias negociaciones, “la discutida en este proceso
atañedera a la entrega, que no para solucionar cánones anteriores,
de una letra de cambio por $8’000.000.00 aceptada por el
demandante a favor del demandado y de un cheque por
$11’000.000.00, títulos valores con los que, afirma aquél, adelantó
la solución de arrendamientos por mensualidades de $100.000.00,
en total $19’000.000.00, suma en efecto recibida por el
demandado, tal como insiste el actor, con la promesa de que se
sostendría ese valor mensual - $1’200.000.00 anuales - ‘por el
tiempo en que le quedara dinero a ALVARO GIRALDO del que
debió entregar por adelantado, como requisito para mantener el
acuerdo’ …”. Sin embargo, el demandante se duele de que ese
convenio fue violado por el arrendador, porque éste adelantó
posteriormente proceso de regulación de canon de arrendamiento
donde obtuvo que se incrementara el valor de la renta, según
sentencia cuya copia obra en el expediente.
Adentrándose en el examen de la naturaleza del
acuerdo ajustado entre las partes, aseguró el juzgador que éste no
era el de transacción, en la forma como lo define el artículo 2469
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del Código Civil, pues las partes del contrato de arrendamiento
simplemente le dieron ejecución de una manera singular,
consistente en que el inquilino pagaba anticipadamente ciertos
periodos de arrendamiento, calculados sobre una base de
$1’200.000.00 anuales, lo que se traducía en que ALVARO
GIRALDO ALZATE aseguraría la tenencia del bien por quince años
aproximadamente.
Es inexplicable, entonces, añade el fallador, que el
arrendatario no hubiese discutido abiertamente esos hechos en el
proceso de regulación de canones, pues no se refirió en esa
oportunidad, a la letra de $8’000.000.00, ni al cheque de
$11’000.000.00, simplemente en la excepción de transacción que
propusiera, aludió a que el arrendador venía usufructuando los
arriendos causados por las mejoras levantadas por él, de allí que
“el pacto de caballeros” consistiera en no variar el canon de
arrendamiento, acuerdo que así mismo se ajustó en el irrisorio
valor de $1’000.000.00 que aquél pagó por las mejoras.
Coligió, subsecuentemente, que la defensa esgrimida
en ese proceso, no especificó, como aquí se hace, la circunstancia
conforme a la cual el demandante le anticipó al arrendador la suma
de $19.000.000.00 por concepto de arrendamientos, a partir de
1992, a razón de $1’200.000.00 anuales, lo cual fue negado por el
demandado al contestar la demanda, aunque aceptó haber
recibido la letra por un monto de $8’000.000.00, aserto que
fundamenta en una manifestación del arrendador, quien afirmó que
había hecho un arreglo con el actor en virtud del cual éste le
cancelaba la renta hasta el 31 de diciembre de 1991, mediante un
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cheque por $11.000.000.00, pero como tenía en su poder una letra
por $8.000.000.00, debía devolverla porque el cheque cubría todos
los cánones hasta el 31 de diciembre de 1991. Esta aseveración,
según el Tribunal, no fue rebatida exitosamente por la contraparte,
pues no resulta infirmada por el hecho de que el arrendador
hubiese admitido que expidió constancia de acuerdo con la cual
recibió en 1991 arrendamientos por valor de $1.200.000.00, porque
claramente señaló que esa certificación se expedía para efectos de
declaración de renta, como en verdad allí se lee.
De otro lado, añade, el demandado expuso en el
interrogatorio de parte que para los arrendamientos pagados hasta
el 31 de diciembre de 1991, se tuvo en cuenta un canon de
$350.000.00, aseveración que tampoco fue desvirtuada, lo que
equivale a decir que el convenio cuya resolución se reclama, no
fue fehacientemente comprobado, pues del acervo probatorio lo
que a la postre se extrae es que entre las partes mediaron diversas
negociaciones en torno a la forma y pago de la renta, las cuales
fueron admitidas por el demandado en las explicaciones dadas.
Refiriéndose a las declaraciones de EFRAIN VELEZ y
ESPERANZA ROMERO, por medio de las cuales se trató de
comprobar la causa de la letra y el cheque mencionados, advirtió el
ad-quem que el mismo demandante se encargó de dejarlas sin
piso toda vez que en el interrogatorio de parte admitió que las
negociaciones no fueron presenciadas por terceros por tratarse de
un “pacto de caballeros”.
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LA DEMANDA DE CASACION
No fue, en verdad, solícito el recurrente a la hora de
elaborar la demanda de casación, pues no tuvo la previsión de
separar los cargos con la exactitud que en el punto es deseable.
No obstante, de la lectura de la misma se atisba que contiene dos
cargos, de los cuales, el segundo, formulado de manera
subsidiaria, deberá despacharse delanteramente por concernir a
un eventual error de actividad del juzgador.
SEGUNDO CARGO
Díjose
en
la
demanda
de
casación
que
“subsidiariamente” al ataque perfilado por la causal primera de
casación, se invocaba la segunda, por no estar la sentencia en
congruencia con lo planteado en la demanda, en la contestación
de la demanda y con las excepciones propuestas por la parte
demandada.
Esbozada
de
esta
manera
la
acusación,
su
demostración se encuentra más adelante, amalgamada con las
consideraciones relativas al otro cargo. Afirmó la censura que la
segunda causal que se invoca de manera subsidiaria se finca en
que el Tribunal, al confirmar la sentencia de primera instancia,
aceptó la providencia impugnada en la forma como llegó a la
alzada, o sea, sin referirse “…con respecto a las excepciones
propuestas por el demandado para manifestar si alguna de ellas
prosperó y cual no y porqué motivo y fundamentalmente con base
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en qué prueba, presentándose una clara incongruencia entre lo
decidido con las pretensiones y excepciones y con las pruebas”.
S E C O N S I D E R A:
1. Como quiera que es incontrovertible que los cargos
en casación se caracterizan por su autonomía e independencia,
ha
de
inferirse
necesariamente
que
es
manifiestamente
improcedente la formulación de alguno de ellos como subsidiario
de otro, pues es obvio que su escrutinio no está condicionado a la
prosperidad de aquel; por supuesto que “…la Corte ha de estudiar
todos los cargos cuando no prospera ninguno de ellos, o cuando
su éxito sólo determina la casación parcial del fallo recurrido, con
la única limitación de que debe proceder en orden lógico” (G. J. T.
XC págs. 22 y 23).
De ahí, pues, que haciendo caso omiso a la
subsidiaridad que el recurrente le atribuye a este cargo, la Corte
abordará su examen de manera incondicional e independiente
como su naturaleza lo impone.
2. Está fuera de discusión la afirmación según la cual
es requisito indispensable para que se pueda recurrir una
determinada providencia, que el impugnante se encuentre
legitimado para hacerlo, lo cual necesariamente presupone que la
providencia objeto del recurso le haya ocasionado algún agravio,
vale decir, una ofensa, un perjuicio que deba ser reparado, regla
esta que, obviamente, se mantiene inalterable en tratándose de la
impugnación en casación de las sentencias judiciales; por
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supuesto que sólo quien ha sido derrotado, en el sentido de que
en el fallo se acogen total o parcialmente las súplicas de la parte
contraria o, simplemente, naufragan las propias, tiene abierta la
posibilidad de solicitar su aniquilación mediante el mencionado
recurso extraordinario.
Que el recurso de casación, como todos los demás,
exige que la decisión atacada cause un perjuicio al recurrente, es
cuestión que aflora explícita, de entrada, en el artículo 365 del
Código de Procedimiento Civil, el cual, al señalar las finalidades
de ese medio de impugnación, destaca, justamente, la de reparar
el agravio inferido a las partes por la sentencia cuestionada. Y
seguidamente el artículo 366 ejusdem, determina el monto
económico que debe alcanzar la decisión desfavorable al
impugnante, cuando ello sea del caso, a la par que consagra, de
manera francamente excepcional, la posibilidad de interponer el
recurso, aun cuando el interés que se tenga para hacerlo (que
necesariamente debe existir), no alcance la exigencia legal,
siempre y cuando la parte contraria, cuyo perjuicio le permita
acceder al mismo, lo hubiese interpuesto.
Del mismo modo, el inciso segundo del artículo 369
ibídem, frustra tal posibilidad si el vencido se abstiene de apelar
la sentencia de primer grado o de adherir a la apelación de la otra
parte, cuando la sentencia del tribunal sea exclusivamente
confirmatoria de aquella, pues entiende el legislador que en esa
hipótesis la parte ha renunciado al interés que inicialmente podría
asistirle. Y, para no hacer fatigoso el examen, sea suficiente
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reparar en el artículo 370 ídem, que gobierna lo concerniente con
la cuantificación del perjuicio sufrido por el recurrente.
Ha señalado al respecto esta Corporación, que para
interponer el recurso de casación, “es requisito indispensable que
la parte que por esa vía recurre, tenga interés en la impugnación
(G.J. Tomo LXIV, pág. 792), es decir, que frente a la resolución
cuya infirmación se propone obtener, considerada esta última
desde el punto de vista de sus efectos prácticos determinados por
las providencias en ella adoptadas por el órgano jurisdiccional en
orden a juzgar sobre el fundamento del litigio, ha de encontrarse
dicho recurrente en una relación tal que le permita conceptuarse
perjudicado y así justificar su actuación encaminada a pedir la
tutela que el recurso de casación dispensa. Significa esto que el
interés del cual viene haciéndose mérito está dado por el
vencimiento total o parcial que para la parte representa el
contenido decisorio del fallo definitivo de instancia, vencimiento
que según definición prohijada por autorizados expositores (…) se
resuelve en el contraste concreto entre ese contenido y el interés
desplegado por quien recurre durante el curso del proceso, desde
luego en la medida en que no haya renunciado a hacer valer ese
interés, de manera pues que el vencimiento está fincado en la
lesión actual, clara y terminante que la sentencia discutida le
ocasiona”. (CCXXV página 433).
3. Puestas en ese orden las cosas, no se vislumbra la
legitimación que pueda tener el demandante aquí vencido para
dolerse por la supuesta falta de decisión de “las excepciones”
propuestas por el demandado, pues tal omisión, de haber
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existido, no le reporta ningún perjuicio ni hace más gravosa su
situación procesal.
Colígese, subsecuentemente, que el impugnante
carece de interés para perfilar la acusación planteada.
4. Finalmente, si el impugnante considera que el
Tribunal erró en la estimación de la prueba aportada al proceso, no
es la causal segunda la vía apropiada para denunciar esa
hipotética incorrección, pues de existir ésta, implicaría un error de
juicio, no de actividad, que es la especie de yerro que se puede
aducir por la aludida causal.
El cargo, en consecuencia, no prospera.
PRIMER CARGO
Apoyándose en la causal primera de casación, acusa
el recurrente la sentencia impugnada de ser indirectamente
violatoria de los artículos 1495, 1496 y 1500 del Código Civil y de
los artículos 175, 187, 194, 195 del Código de Procedimiento
Civil.
Considera que la providencia atacada viola las normas
citadas, como consecuencia del error de derecho cometido por
haber desconocido abiertamente lo dispuesto en ellas en relación
con la existencia de la convención ajustada entre las partes, la
cual fue bilateral y eminentemente consensual, elementos éstos
constitutivos del contrato que el fallo atacado no encontró
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probado sin fundamento alguno, toda vez que el juzgador
concluyó “falsamente” que dicho pacto no estaba debidamente
acreditado en el proceso cuando lo cierto es que obra suficiente
prueba que lo demuestra que el fallador no apreció.
Refiriéndose
al
artículo
175
del
Código
de
Procedimiento Civil, afirma que éste determina los medios
probatorios que se pueden utilizar en cualquier proceso y dentro
de ellos los documentos, la declaración de parte y los indicios que
los jueces de primera y segunda instancia omitieron, ya que el
juzgador a quo sólo se detuvo a analizar los testimonios y en
forma superficial y subjetiva la declaración del demandante y el
Tribunal hizo algo similar, sin que hubiera apreciado la
declaración de parte que rindiera el demandado, ni los
documentos presentados, especialmente los que ponen de
presente que el demandante y arrendatario en 1992 se
encontraba a paz y salvo por concepto de los cánones de
arrendamiento, y los que evidencian que en el tiempo posterior le
fueron cancelados todos por el demandante; “tampoco analizan
los sendos títulos valores que demuestran y (sic.) la declaración
del demandado con los que se demuestra que éste efectivamente
recibió los dineros que se le imputan debe devolver”.
Añade la censura que el artículo 187 del Código de
Procedimiento Civil acoge el principio de la apreciación de la
prueba en forma conjunta y de acuerdo con las reglas de la sana
crítica, que obligan al juez a despojarse de su conciencia y de su
convicción moral, para que, en su defecto, haga su discernimiento
apoyado en la ciencia, en la técnica, la lógica y en las reglas de la
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experiencia. “Es decir, que debe poner a prueba su capacidad
razonadora, su personalidad, su ilustración general”, principio
este que no fue aplicado por los falladores, pues no analizaron las
pruebas en conjunto, ni mucho menos se aplicaron las reglas de
la sana crítica.
El concepto de la violación de los artículos 194 y 195
del Código de Procedimiento Civil, se precisa en el hecho de que
no se tuvo en cuenta lo confesado por el demandado,
fundamentalmente en las respuestas dadas al despacho y
contenidas en los folios 66, 67, 68, 69, 70 y 71 del cuaderno
principal.
En un acápite especial que denomina “CONCEPTO
ACERCA DE LAS PRUEBAS” presenta, a manera de alegato, un
análisis del material probatorio recaudado para demostrar que sí
existe prueba “para tomar certeza” de los hechos narrados en la
demanda. Afirma, entonces, que no hay duda de que ALVARO
GIRALDO,
canceló
lo
relacionado
con
los
cánones
de
arrendamiento hasta el 31 de diciembre de 1991, mediante la
entrega de distintas cosas a EDUARDO RAMIREZ, tales como
mejoras
hechas
en
el
terreno
objeto
del
contrato
de
arrendamiento, dos carros, un equipo de sonido, una caja fuerte,
un revólver etc., lo cual fue confesado por el demandado a través
de su apoderado cuando dijo que “… ‘A partir del 1 de enero de
1987 acuerdan un canon mensual de 100.000,00 ($1’200.000,00)
por año y pactan incrementos mensuales’. Igualmente en el folio
102 vuelto, aceptó expresamente el demandado de que (sic.) las
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mejoras
también
fueron
abonadas
a
los
cánones
de
incrementos
los
arrendamiento”.
Precisa
la
censura
que
esos
reconoció y pagó ALVARO GIRALDO a través de las distintas
cosas que le entregó a RAMIREZ CARVAJAL (folio 30 del
cuaderno No. 1). Si fue aceptado que los cánones anteriores al 1
de enero de 1992 fueron cancelados con la entrega de los bienes
muebles e inmuebles que se describieron, no se puede admitir
que los ocho millones que él pagó en efectivo y el cheque que le
giró por once millones, también fueran para el pago de los
mismos cánones, con lo que se demuestra no sólo la existencia
del convenio o contrato posterior a 1991, sino también, “la mala
(sic.) con que actuó el demandado en todo el proceso”.
Lo anterior queda probado, prosigue, con el recibo de
paz y salvo suscrito por el demandado con miras a ser
presentado en la declaración de renta y que aparece al folio 5 a
lápiz, o 6 en tinta roja del cuaderno principal, y que fue legal y
oportunamente presentado sin que fuera refutado ni tachado de
falso. Con respecto a los cánones de arrendamiento de 1992 en
adelante no existe duda de que estos se cancelaron mediante
depósitos judiciales, de los cuales reposan copias al carbón a los
folios 33 o 34 hasta el 45 o 46 del cuaderno principal y que fueron
recibidos por el demandado sin ninguna objeción. Los de esta
fecha en adelante algunos se cancelaron mediante proceso de
regulación de cánones por proceso judicial”.
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Puntualiza, así mismo, que existe prueba de que el
demandado recibió en efectivo los ocho millones de pesos y que
cobró el cheque de los once millones de pesos, es decir, que con
la decisión del Tribunal se está patrocinando un incremento de su
patrimonio sin justa causa, además de que en el análisis
testimonial que hace, desconoce o confunde dos instantes
distintos de la ocurrencia de los hechos: uno que da origen al
contrato y el otro “ en que se ejecuta por parte del hoy
demandante lo relacionado con las obligaciones adquiridas por
éste”.
Estos dos momentos bien distintos son: el primero,
que ocurre en 1991,
por el mes de febrero, cuando entre
demandante y demandado, en forma verbal y solos, celebraron el
convenio o contrato que es el objeto de la presente demanda y
que tuvo ejecución parcial en el hecho de que ALVARO
GIRALDO
emitiera
una
letra
de
cambio
por
valor
de
$8.000.000,00 para un negocio que tenía el demandado en la
ciudad de Cali, suceso que fue aceptado por éste al absolver
interrogatorio de parte; y el segundo, que acontece por el mes de
junio del mismo año, cuando el demandante ya había recibido los
dineros de la Aduana Nacional “y que consistió en el hecho de
que ALVARO GIRALDO ALZATE, le entregó la suma de
$8.000.000,00 en efectivo al señor EDUARDO RAMIREZ
CARVAJAL, le devolvió la respectiva letra, hechos de los cuales
tuvieron
conocimiento
los
testigos
EFRAIN
VELEZ
y
ESPERANZA ROMERO. Continuando con la ejecución del
convenio, el actor giró a favor del demandado un cheque por la
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suma de $11.000.00,00 del banco de Colombia y que
correspondió al cheque No. 0371365 de fecha julio 11 de 1991”.
S E C O N S I D E R A:
1. Conforme se deduce de manera palmaria del texto
del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, quien perfile su
acusación con sustento en la causal primera de casación debe
alegar y demostrar la violación de una norma de derecho
sustancial, esto es “… aquellas que, al decir de la Corte, ‘en
razón de una situación fáctica concreta, declaran, crean,
modifican o extinguen relaciones jurídicas también concretas
entre
las
personas
implicadas
en
tal
situación
…’,
determinándose que de esa naturaleza no gozan entonces los
preceptos que se limitan a definir fenómenos jurídicos...” (G.J.
CLI, pág., 241)” (Casación del 10 de diciembre de 1999,
expediente 5294).
Es patente en el cargo que aquí se examina, que el
recurrente desatendió tal mandato, habida cuenta que señaló
como supuestamente vulnerados los artículos 1495, 1496 y 1500
del Código Civil, preceptos estos de talante claramente definitorio
que no pueden calificarse como normas de derecho sustancial. En
efecto, mientras que el artículo 1495 se circunscribe a definir la
noción de contrato, el artículo 1496 precisa los conceptos de
contrato unilateral y contrato bilateral, a la vez que el artículo 1500
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define lo que debe entenderse por contratos reales, solemnes y
consensuales, sin que ninguno de ellos tenga el carácter que la ley
exige.
Es incontestable, por demás, que los artículos 175,
187, 194 y 195 del Código de Procedimiento Civil, gobiernan
diversos aspectos de la actividad probatoria, sin que ellos
involucren mandatos de la índole exigida por el reseñado artículo
368 del Código de Procedimiento Civil.
2. De todos modos, tórnase preciso advertir, dejando
de lado lo anteriormente señalado, que, como lo ha reiterado esta
Corporación, en el sistema acogido por el ordenamiento procesal
civil, la infracción de una norma sustancial puede acontecer como
producto de un error de derecho, que apareja la transgresión de un
precepto de disciplina probatoria, o de uno de hecho, de carácter
evidente, cometido en la apreciación de la demanda, su
contestación o de determinada prueba; y como quiera que uno y
otro
poseen identidad propia, no le es dable al recurrente
amalgamarlos o confundirlos, puesto que, mientras el uno se
origina en una incorrecta contemplación objetiva o material del
medio probatorio, el otro surge de una errada apreciación jurídica
del mismo, lo que apareja la infracción de las normas que lo
gobiernan.
La cabal formulación del recurso presupone, entonces,
que, en tratándose del error de hecho, se confronte lo que dice o
dejó de decir la sentencia respecto del medio probatorio, con su
texto, para demostrar que existe ostensible disconformidad entre
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ambos; y si del error de derecho se trata, incumbe al impugnante
poner de presente que la sentencia cuestionada desatiende las
normas que gobiernan el medio de prueba respectivo.
Lo anteriormente expuesto viene al caso porque quien
aquí recurre, pese a haber denunciado la supuesta comisión de
diversos errores de derecho del juzgador, desarrolló la mayoría de
sus imputaciones como si se trataran de errores de hecho,
incurriendo de ese modo en una notoria deficiencia técnica en la
formulación del recurso.
En efecto, se duele de que el Tribunal incurrió en error
de derecho por desconocer un convenio que realmente existió y
que está suficientemente acreditado en el proceso y cuya prueba,
según lo afirma, no fue apreciada por aquél; se queja, así mismo,
de
que
los
falladores
de
primera
y
segunda
instancia
quebrantaron el artículo 175 del Código de Procedimiento Civil, ya
que sólo se detuvieron en el examen de los testimonios y, en
forma superficial y subjetiva, la declaración del demandante, sin
haber hecho ningún análisis de la declaración de parte rendida
por
el
demandado,
especialmente
los
ni
que
de
los
acreditan
documentos
que
aportados,
el arrendatario se
encontraba en 1992 a paz y salvo por concepto de los cánones
de arrendamiento, y los que acreditan que en el tiempo posterior
le fueron cancelados todos por el demandante. Reclama,
igualmente, que tampoco analizaron los títulos valores allegados
y la declaración del demandado que demuestran que éste
efectivamente recibió los dineros que debe devolver.
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Sin embargo, de ser ciertas esas imputaciones, el
error que habría cometido el juzgador sería de facto, no de
derecho, como lo alega el impugnante, pues no hay duda de que
tales incorrecciones atañen a la hipotética preterición de algunas
pruebas que obran en el proceso. Otro tanto acontece con la
acusación consistente en que no se tuvo en cuenta lo confesado
por el demandado, fundamentalmente las respuestas contenidas
en los folios 66, 67, 68, 69, 70 y 71 del cuaderno principal.
Relativamente
a
la
exposición
que
denominó
“CONCEPTO ACERCA DE LAS PRUEBAS”, es claro que no
pasa de ser una mera valoración probatoria, bosquejada a
manera de alegación de instancia, carente, por consiguiente, de
relevancia en casación, pues se abstuvo el recurrente de
deslindar y demostrar los errores que pudo haber cometido el
juzgador, precisando su naturaleza e individualizando las pruebas
incorrectamente apreciadas.
De otro lado, se abstuvo la censura, de señalar la
forma como, en su entender, el Tribunal quebrantó el artículo 187
del Código de Procedimiento Civil por cuya infracción también se
duele, pues nada dice al respecto, como no sea transcribir los
principios que inspiran el aludido precepto. Es decir, que si bien
atinó al tildar ese supuesto yerro como de derecho, omitió
demostrarlo, tarea esta que lo comprometía a poner de presente
que el juzgador, a pesar de haber reparado en las pruebas
allegadas al proceso, se abstuvo de valorarlas tomando en
consideración sus coincidencias o de advertir sus contradicciones
para derivar de ello las consecuencias que estimase pertinentes.
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3. Finalmente, haciendo abstracción de lo dicho, debe
advertirse que habiendo inferido el juzgador ad-quem, que no
estaba probado el contrato cuya resolución el actor reclama, le
incumbía al recurrente demostrar lo contrario, pues ese es el
fundamento de su petición, tarea que lo impelía a individualizar
aquellas pruebas que, incorrectamente apreciadas por aquél,
permitirían colegir su existencia, desvirtuando de paso, todas
aquellas que condujeron al Tribunal a dudar de la misma; e
igualmente debió desplegar un discurso argumentativo orientado a
enervar todos los argumentos que el fallador adujo para sustentar
su decisión. Nada de ello, sin embargo, aconteció, toda vez que,
como se dijo, el censor optó simplemente por presentar un simple
alegato por medio del cual ofrece su propia percepción y tasación
de algunas pruebas, pero sin determinar y demostrar los errores en
que hubiese incurrido el juzgador en la valoración de las mismas.
Y a pesar de la importancia que para sus intereses
podrían tener las declaraciones de EFRAIN VELEZ y ESPERANZA
ROMERO, que fueron desechadas por el Tribunal aduciendo que
el demandante admitió en el interrogatorio de parte que las
negociaciones no fueron presenciadas por terceros porque ese era
un “pacto de caballeros”, el recurrente se abstuvo de refutar tales
argumentos.
El cargo, subsecuentemente, no prospera.
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DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia
del 19 de septiembre de 1997 proferida por la Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, dentro del
proceso ordinario adelantado por ALVARO GIRALDO ALZATE
frente a EDUARDO RAMIREZ CARVAJAL.
Costas a cargo del recurrente. Tásense.
Notifíquese
JORGE ANTONO CASTILLO RUGELES
MANUEL ISIDRO ARDILA VELASQUEZ
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
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JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ
CESAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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