Una figura simpática: Guillaume Apollinaire

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UNA FIGURA SIMPÁTICA
GUILLAUME APOLLINAIRE
(Fragmento de un estudio) 1
Para algunos, la modalidad estética de Guillermo Apollinaire, ha de ser una cosa
muy divertida, y sin embargo nada más encantador que ese entusiasmo de denigración
que existe en las personas vulgares. La explicación del éxito de las obras buenas está en
el porcentaje desfavorable del criterio común.
El público perdona todo menos la independencia que casi siempre significa talento. La humanidad siempre se muestra agradecida con aquellas personas que contribuyen a su embrutecimiento; un escritor mediocre es un espejo en el cual es delicioso
mirarse; por el contrario el esplendor ajeno casi siempre nos humilla.
La poesía que se venía haciendo vulgar, común, desprovista de interés, ha sufrido una reacción saludable, en la animación de un nuevo aspecto: si bien es cierto que
todavía, como toda cosa inicial, esa voz nueva en el arte, suena insegura, presentándosenos como una cosa indecisa e ignorante de su propio destino.
Este aspecto inusitado, ha causado desconcierto y escándalo entre las personas
que viven al servicio de la vida.
En un criterio de domésticos, no pueden concebir que otros hombres puedan expresarse en un lenguaje diferente al lenguaje ordinario y a sus oídos se les hace insoportable que las virtudes de nuevos ritmos den una admirable música como resultancia de
lo que para ellos un capricho; la poesía debe tener la fijeza matemática del 2 - - 2 en la
repetición infinita de los siglos.
Contra la fastidiosa actitud de los artistas perfectos que hacen de la estética una
“moral”, espíritus jóvenes y ardientes trabajan en el mundo entero por consolidar la aspiración de un arte nuevo que signifique una época en la historia literaria de nuestro
siglo: es un grito revolucionario que no ha sido claramente comprendido en sus consecuencias de beneficio para la salud del arte; ojos nuevos y una conciencia nueva requiere nuestra época.
Guillermo Apollinaire fue uno de los más bellos talentos de la nueva generación
francesa, el que conjuntamente con Jean Cocteau y Max Jacob, realizaron un interesante
movimiento de reacción que ha tenido consecuencias de interés para la labor artística de
la época.
Había necesidad de decir cosas nuevas y de una manera distinta. Se presentaba
para el arte un hecho de “dignidad” y Apollinaire logró interesar a los oídos con una voz
nueva.
El crítico francés Jean Royére que fue director de la famosa revista “la Phalange” en la cual colaboró asiduamente Apollinaire, nos pinta en un artículo publicado en
“El Mercure de France” una simpática silueta del autor de “Alcool” y en la cual entre
otras dice:
“Guillaume Apollinaire era un ser absolutamente encantador, delicioso, amable
en sus mismas extravagancias y que ha rendido el vicio sonriente y virtuoso! Era no
obstante maravillosamente flexible y diverso y de una interesante complejidad: siempre
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Publicado el 25 de abril de 1925 en la página 7.
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vivo, siempre sincero, vehemente en sus contradicciones y paradojas. De manera que no
se le puede casi no definir. Apollinaire era de genio vivo, pero simpático y atrayente.
Es el hombre que no ha sido jamás aburridor. Todo tienta a su genio poético.
Ningún ser viviente ha dado más completamente la impresión de ser tan naturalmente,
normalmente poeta. Poeta o lírico, lo es siempre, en la gula, en el amor, en todos los
actos y gestos cotidianos. Cuando Apollinaire discutía, daba a su opinión una posición
extrema y desconcertante, pero por su tono no menos apasionado y jovial, desmentía lo
que parecía paradójico.
Apollinaire poseía un lirismo perpetuamente surgente, y en él, la hipérbole creaba el pensamiento, matizándolo, en la “personnaliosen” como todos los poetas verdaderos. Siendo que la poesía es de este modo creación. Apollinaire se da cuenta de que el
poeta debe inventar. Era, desde luego, propenso a toda idea nueva, y en todo momento
rodeaba de luz aquello que sin su aporte quedaría en la penumbra.
Chocó francamente y diestramente con la opinión; después poco a poco por su
obstinación y sus astucias, su sinceridad y sus seducciones, sobrepujando los obstáculos
y venciéndolos, tal fue siempre su ambición en todo, consiguió distinguirse. He aquí por
qué Guillaume Apollinaire fue un poderoso animador. Ex profeso se abandona a todas
las corrientes que se perfilan o se esbozan, con tal de que representen un avance.
Su gran originalidad no lo encontró nunca rígido y supo contraerse para hacer
brotar más tarde su propia personalidad.
Apollinaire por un recurso constante de la imaginación y por un sobresalto frecuente de la sensibilidad, sabe encontrar la expresión que renueva todo pensamiento, lo
mismo banal que marchito, volviéndole la frescura y la vida. Su arte es frecuentemente
una especie de mallarinismo invertido. En lugar de buscar pacientemente el giro raro,
prestigioso, elige el término breve, que anonada el cliché, dando a su prosa, como a sus
versos el aspecto de un lenguaje creado. A ejemplo de Mallarme, Apollinaire afecta,
diremos así no emplear más que giros corrientes, epítetos gastados, palabras de las cuales los mismos periodistas no se sirven más. No dirá nunca un poema sino una poesía.
Los calificativos, bonito, encantador, maravilloso, bello, etc., bajo su pluma, ocupan un
sitio de frases de orden, casi siempre simple y común, y no obstante, estas frases viven,
palpitan, subyugan; su verbo se colora y brilla; la idea se perfuma de belleza verbal;
todas las seducciones del lenguaje concreto se elevan unas después de otras de estos
humildes bosquecillos sonoros que se ve agrandar al punto de confundirse con los bosques de Brocelandia. ¿Cómo? Por la magia del saber poético que no es en suma nada
más que el arte de escribir el arte de cantar. Una de las principales causas del carácter
insignificante de la literatura de nuestra época es que se intenta copiar, nada se
crea y todo tiene un no sé qué de aspecto fotográfico. La Naturaleza con su monotonía desesperante, solo interesa a los artistas incapaces de crearle aspectos nuevos; el paisaje a fuerza de repetirse en los libros, sin ser inventado nunca, a concluido por aburrirnos; nada más deliciosamente aburridor que esos versos con
“sabor” a duraznos y “color” de lechugas que hacen algunos poetas “rurales”.
El rocío sobre la hierba y las rosas abiertas al sol son el eterno cliché de los poetas de ruidosa vitalidad…
Hay en el arte actual una absoluta ausencia de poder creativo, la imaginación
que es el arte, juega un rol completamente secundario; si se trata de cantarle a un árbol,
hasta se le cuentan las hojas, para darle una significativa realidad, y el arte no es eso, no
es realidad absoluta, sino un ideal que está sobre la vida y sobre el tiempo. Nada más
fastidioso que ese arte que ve la vida con el microscopio de la Realidad. La poesía es
algo más desinteresado, algo que no puede servir para esa documentación histórica de
los que coleccionan “hechos útiles” en sus versos, pintándonos como son sus parientes,
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o como ladra el perrito de la casa, para que la posteridad tenga una idea acabada de su
época; triste virtud la de esos autores que pretenden ser la veracidad perfecta. El verdadero fin del arte es el arte mismo y no su consecuencia práctica.
Este arte nuevo que tanto asusta a las personas de criterio universitario, encierra
una protesta contra la sensibilidad, va contra el “objeto” (romanticismo, realismo, preciosismo, panteismo) y contra los “medios”, esto es, los procedimientos, la técnica.
Los modernos medios que se emplean para construir la poesía, tienen el interés
de lo imprevisto; no es aquella fatalidad de “rosa” rimando con “mariposa”, lo imprevisto es siempre maravilloso, y este principio de voluptuosidad hacia lo inesperado, causa
sus efectos agradables y se evita que la poesía se asemeje a un sistema de dibujo minucioso en sus relaciones musicales y métricas. Lo bello siempre es agradable, pero lo
agradable depende de la impresionabilidad de nuestro temperamento.
Apollinaire tiene una arañadora ironía, un sentido brillante, sólido, y una moralidad absoluta de la palabra artística, que le da un encanto de interés de cualidades diversas y todo esto sin dejar de lucir el ingenio de un delicado talento.
Hay en toda su obra una especie de vigor, de colorido encendido que le da esa
“inmoralidad” de lo no vulgar que produce tanto escándalo entre la gente de “cierta
edad”
Juan M. Filartigas
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