¿Cómo un vaso quebrado

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¿Como un vaso quebrado?
Salmos 31:12
Se estila en ciertas ceremonias nupciales de los judíos que el novio quiebre con su pie
derecho una copa de cristal; suele pisarla con fuerza, al punto que se hace miles de
añicos. Esto es un simbolismo, con el que se quiere decir que ese matrimonio durará lo
que demore pegar cada minúscula partícula hasta dejar la copa como se hallaba en su
estado original. Imposible reconstruirla: ¡Imposible que el matrimonio se disuelva!
Un pensamiento hermoso y alentador, expresado con una copa rota. Un día David
habló de sí hallándose “como un vaso quebrado”, pero la idea aquí dista muchísimo de
parecerse a la ceremonia aquella. Es, ni más ni menos, así: el `P+salmista se siente
quebrado, hecho pedazos, inservible, inútil: un despojo humano.
Son varios agentes que alimentan este sentir, y concurren como buitres alrededor de
una presa moribunda. David las menciona una a una: angustia, tristeza, cruel azote
psicosomático, el desgaste del alma, dolor, conciencia de pecado, burla de sus
enemigos y de sus vecinos, maldiciones, horror de sus conocidos, rechazo, olvido total,
calumnias, miedo, amenazas de muerte. No hace mención de amigos; se ha quedado
solo (vs.9-13). Está hecho trizas, como un vaso quebrado, arruinado, bueno para nada.
Me dirás: “Es un melancólico”. Te diré: “Es un ser humano bajo intenso fuego”. El símil
es insuperable: Como un vaso quebrado.
Pero es sólo por un momento. David tiene conciencia de quién es para su Dios y de
quién es su Dios para él. Se yergue con resolución y canta con el alma: “Mas yo en Ti
confío, oh Jehová; digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos. Líbrame…”
(vs.14, 15). Dios no piensa así de David, y él lo sabe bien. ¿Quién confiaría en un Dios
que desprecia? Con razón nos dice él mismo: “Echa sobre Jehová tu carga, y Él te
sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Salmos 55:22). ¿Por qué confiaba
así David en Dios? Porque sabía que ÉL lo estaba esperando para levantarlo.
¿Cómo un vaso quebrado? Ah, es que te ha de haber alcanzado tu pecado, o te
convertiste en el centro del desprecio de los que aun comían contigo; quienes te
dijeron: “Nunca te dejaré”, se fueron para siempre y te olvidaron; quienes te
ofrecieron su cuidado hoy te visten con su desprecio.
Pero Dios no lo hace. No sólo que no te olvida, sino que te cubre con la sombra de Su
mano; no se va, sino que corre hacia ti para echarse amoroso a tu cuello. Échate
también sobre Sus brazos y acerca tu oreja a Su pecho, para que oigas Su corazón: ÉL
está diciendo tu nombre.
Y ÉL te restaura a plenitud. Más serán los que estén contigo que los que te dejaron; tu
iniquidad será limpiada; el oprobio se convierte en aliento y la bendición será
abundante. Perdona, ya, y prosigue, que ÉL te abre camino.
La risa vuelve a tu alma. Tu Dios te espera. Lo mejor sí está por venir.
Neyo Pin Rodríguez
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