Defender la vida también contra la pena de muerte He visionado la película “Un lugar en el sol”, por primera vez. George Stevens se basó en la novela de Theodore Dreiser; “Una tragedia americana”. El protagonista, introvertido, que por cuestiones familiares entra a formar parte de la burguesía. George Eastman (Montgomery Clift), sobrino del dueño de la fábrica de una famosa marca de bañadores de Estados Unidos. Al cabo de unos meses, Eastman inicia una relación con Alice (Shelley Winters), una compañera de su departamento que apenas tiene dinero para pagar el alquiler de su habitación. Su amor es clandestino porque las relaciones entre empleados están prohibidas, pero aparece Angela Vickers (Elizabeth Taylor), una bella muchacha, amiga de los Eastman, que roba el corazón de George. Y éste alarga la mentira hasta que sucede lo inevitable: cuando quiere desprenderse de Alice, ésta le comunica que está embarazada. La película se rodó en 1949 pero se estrenó dos años después. Ganó 6 Oscars. Elizabeth Taylor se convierte en una mujer capaz de amar a pesar de las circunstancias. El desenlace final estaba anunciado; George no desea tener una doble vida. Decide deshacerse de Alice pero no puede. Se arrepiente. Inesperadamente, la barca en la que remaban por el lago zozobra. Alice muere ahogada al volcar la barcaza. Un tribunal popular condena a George a la silla eléctrica. Es ejecutado. El debate sobre la pena de muerte sigue vigente. En algunos de los países desarrollados, se ha excluido de sus legislaciones. Sin embargo, Japón ha reavivado la pena capital en los últimos años. Esta reactivación de los ahorcamientos, una práctica cruel y medieval para una nación avanzada como el Imperio del Sol Naciente, ya le ha costado a Japón la censura de muchas instituciones protectoras de los derechos humanos. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU ratificó una resolución en la que se pedía, a todos los países del universo, prohibir la pena de muerte, proteger la dignidad y los derechos inalienables de toda persona humana, en todos los momentos de su existencia, desde la concepción hasta la muerte natural. Sería aconsejable abolir la pena de muerte y, en su lugar, aplicar la cadena perpetua, no revisable. Clemente Ferrer [email protected]