FE Y FILOSOFIA TRASCENDENTAL EN EL PERIODO PRECRITICO (1750/1775) J OSE MIGUEL O DERÒ Aquí se tratará de estudiar la génesis del concepto de fe y la evolución de la Glaubenstheorie kantiana, calibrando sobre todo cómo el conjunto del sistema trascendental condiciona esta reflexión sobre la fe. 1 Por razones arquitectónicas nos ha parecido conveniente seguir ahora el hilo del pensamiento kantiano hasta la publicación de la segunda edición de la «Crítica de la razón pura» que tuvo lugar en 1787, dejando para otro lugar el análisis de las obras kantianas posteriores a dicha fecha.2 Este artículo estará dedicado especialmente a situar la teoría de la fe en el conjunto de la filosofía trascendental, examinando cómo se relaciona la Glaubenslehre kantiana con las grandes intuiciones de su filosofía.3 1. LA FE EN EL PERIODO PRECRITICO Las reflexiones de Kant en sus publicaciones del período precrílico son especialmente interesantes para constatar que existe una evolución en su pensamiento religioso, que se irá dirigiendo progresivamente hasta las posiciones sistemáticas de su filosofía religiosa. Sobre la relación general entre filosofía crítica y entendimiento de la fe, cfr. WJ. HOYE. Die philosophische Gmndlage der Glaubenstheologie, en: N. FISCHER Y OTROS (ed.), «Alte Frage und neue Wege des Denkens. Festschrift für J. Stallmach», Bonn 1977, pp. 47-57: R. ROVIRA, Sobre el lugar de ¡a fe racional en el idealismo trascendental. «Anales del Seminario de Metafísica (Madrid)» 20 (1985) 113-140. En general, a lo largo de esta exposición diacrónica citaremos tan sólo aquellos textos representativos que ilustran la génesis de la filosofía kantiana de la religión y sus condicionantes. Reservaremos la mayoría de los textos kantianos sobre la fe para ser analizados en otros esc ritos. Haremos referencia a las obras de Kant por la edición de la Academia de Berlín (AK). Las abreviaturas empleadas serán las siguientes: Naturgeschichte: «Allgemeine Naturgeschichte» (1755); Beweisgrund: «Der einzig mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseins Gottes» (1763); Briefwechsel: «Briefwechsel (1747/1803)» (Nachlaß); Reflexionen: «Reflexionen» (Nachlaß): Träume: «Träume eines Geistersehers» (1766): VorLogik: «VorLogik»: (Nachlaß). En especial, al comparar la filosofía kantiana como sistema y su concepto de fe, atenderemos especialmente al modo como se armoniza este último con los principios de aquella, de modo que no pueda ser considerada dentro de ella un añadido heterogéneo. a) Primeras concepciones de la fe (1750/1762) En estos primeros años de producción filosófica encontramos que usa alguna ve/ en sus notas el verbo «creer» (glauben) como sinónimo de opinar4 Aunque ocasionalmente puedan hallarse más adelante ejemplos de este mismo uso. con el desarrollo de la epistemología kantiana se logró diferenciar netamente la opinión de la fe, no sólo teóricamente sino también en sus usos lingüísticos. Pero en general, ya desde ahora nuestro filósofo utiliza casi siempre el verbo glauben en referencia al sustantivo «fe» (Glaube), consciente del sentido religioso que el término poseía para sus lectores, generalmente formados en la religiosidad luterana. Esta religiosidad -como es sabido- se centra en el axioma de que el hombre es salvado por Dios solamente mediante la fe, de modo que toda la vida cristiana es reconducida constantemente a la fe, e incluso reducida a ella. En sus primeras referencias a la fe -que son muy pocas- el regiomontano no utilizaba aún el término fe en un sentido filosófico preciso, en el sentido restringido que tendría más adelante en su obra, sino que adoptaba el sentido usual que el término tenía entonces en la lengua alemana. Fe tiene entonces un significado religioso, tomado del reformismo luterano: convicción religiosa acerca de la infalibilidad de las cosas divinas, tal como se expone en la Biblia. 5 Como es sabido, en su período precrítico Kant casi no se ocupó de la filosofía de la religión, aunque sí de la teología natural. Pues bien, en sus primeros pasos en materia de teología filosófica, vemos que manifiesta su interés por el tema de Dios, junto a su convicción de que las principales verdades religiosas no deben estar sujetas al vaivén de la crítica. Así en su libro «Naturgeschichte...» del año 1755 reconoce que está «dispuesto a rechazar cuanto se oponga a esta verdad», a saber, que Dios es la fuente de todos los seres y de las leyes de sus actividades. Pero a la vez él se dice «totalmente tranquilo frente a cualquier dificultad».6 Esta serenidad no deja de ser llamativa en un pensador tan conspicuo del Siglo de las Luces, siglo en el cual se está arbitrando un poderoso proceso contra la causa de Dios.7 A la vista de ello, puede aventurarse que, durante estos años, esa mentada serenidad se apoya en la fe cristiana.8 Así, por ejemplo, vemos cómo afirma «Uno cree [glaubt] percibir que el ácido está en el vinagre mismo» (Reflexionen.... AK XVI. V 2744, datable en 1752/ 1756). Aquí hay un uso del acto de fe en el sentido amplio que tiene en castellano el término creencia (en inglés: belief) y la expresión: -Yo creo que... A diferencia de Kant, cuya evolución conceptual examinaremos enseguida, Hume nunca quiso o supo ir más allá de este uso genérico de la fe como creencia-opinión; (Cfr. Fr. H. JACOBI, David Hume über den Glauben, Leipzig 1815; A. FLEW . Hume'e Philosophy of Belief. A Studv of this flrst Enquirc. London 1961). Cfr. voz Glaube, en: J. GRIMM - W. GRIMM. «Deutsches Wörterbuch». VII. Leipzig 1849 (reimpr. München 1984), cois. 7777-7819. Naturgeschichte...; AK I, pp. 221 s. Cfr. E. CASSIRER. Die Philosophie der Aufklärung. Tübingen 1932 Sobre otros aspectos de la teología kantiana de este período, cfr H. G. REDMANN, Gott und Welt. Die Schöpfungstheologie der vorkritischen Periode Kants, Göttingen 1962: II MANN, Dasein und Wesen Gottes in Kants frühen Schfrifien. München 1969: P. LABERGUI:. La theologic kan acerca de la vida futura del alma inmortal que «es la felicidad que la razón no osaría desear, pero que la revelación nos enseña a esperar con fe cierta». La revelación cristiana parece ser considerada aquí como fuente de la fe. Una «Reflexión» datable en estos años hace suponer que nuestro autor aceptaba por entonces que la revelación divina es además origen de conocimientos. Se trata de un comentario a § 206 del libro de texto que utilizaba para sus cursos de Lógica en la Universidad: el «Auszug aus der Vernunfllehre» (1752) de Ci.F. Meier. Este autor definía allí la fe como «querer aceptar algo de un testigo». Kant anotaba al margen: «Fe histórica. [Fe] viva sobre el testimonio interno. (...) Sólo se han de creer las res facti, pero no las veiitates universales, excepto por el testimonio sobrenatural de testigos iluminados. (Lo histórico también lo podemos saber)» /1752/1756).10 Según este texto, la contraposición «fe histórica»/ «fe moral» (denominada por ahora «fe viva») sería antigua en el pensamiento kantiano y se fundamentaría en el reconocimiento de que la «fe histórica» es una forma de conocimiento, aunque incapaz de otorgar la universalidad que es propia del conocimiento científico. Sin embargo, lo que ahora nos interesaba señalar es que en estos años el filósofo prusiano parece reconocer una excepción a esta regla, atribuyendo al conocimiento de la revelación divina histórica (mentada en términos nada peyorativos, términos que sorprendían al Kant crítico: fe en el «testimonio sobrenatural» de testigos «iluminados") la propiedad de poder trasmitir verdades con valor universal. Tal es la pretensión del cristiano al hablar de los misterios de la revelación divina; Kant parece secundarla. 11 b) El «Bcweisgrund...» ( 1763) Cuando publica su ensayo acerca de «La única demostración posible de la existencia de Dios», continúa manifestando un gran aprecio por la fe en Dios, a pesar de que el título de esta obra parece dar a entender que el camino del hombre hasta Dios pasa por una demostración y tiene así el- estatuto de un saber científico. En esta obra -concebida como diseño de la sola teología natural que el hombre puede alcanzar- aparece ya una idea que será luego muy querida por él en la etapa de su pensamiento crítico: se trata de la convicción de que el hombre no llega a Dios sólo ni principalmente a través de una demostración. 1" Paradójicatienne precritique, Ottawa 1973; J. SCHMUCKER. Die Ontothelongie des vorkritischen Kant, Berlin 1980; Gemma de VICENTE, Dios y el hombre en el Kant precrítico. Sevilla 1987. Naturgeschichte..:. AK I. p. 321. Reflexionen.. : AK XVI. N» 2747. Ciertamente cabe otra interpretación de este texto, si se supone que aquí no se da más que una incoación de lo que más tarde será una constante afirmación de Kant; entonces éste se limitaría a señalar que la historia religiosa de la humanidad ha sido una mera ocasión para que los hombres adquieran conciencia de los principios morales universales. Cfr. P. FRUCHON. Problèmes kantiens. Pour une théologie naturelle. Archives de Philosophie» 34 (1971) 177-206. mente la idea que señalamos es la clave interpretativa de este último esfuerzo de 1763 por apuntalar la teología filosófica: «De la utilidad de un esfuerzo como el presente, no tengo un concepto demasiado elevado, como si, privado de la ayuda de profundas investigaciones metafísicas, vacilara o estuviera en peligro el más importante de nuestros conocimientos: Hay un Dios. La providencia no ha querido que conocimientos sumamente necesarios se apoyasen en sutilezas de finos razonamientos, sino que los ha transmitido inmediatamente a la inteligencia natural ordinaria, la cual, si no es confundida por malas artes, no deja de conducirnos verdaderamente a lo verdadero y útil que necesitamos». 13 Kant menciona explícitamente la existencia de un conocimiento natural de Dios, accesible a la inteligencia humana, también a la del hombre corriente. Estas consideraciones anticipan la orientación que va a caracterizar su filosofía religiosa; el agnosticismo teórico kantiano coexistirá con una neta afirmación teísta, según la cual el hombre llega a Dios por otra vía que no es el conocimiento científico. c) Los «Sueños de un visionario» (1766) Como es sabido, la lectura de Hume produjo hondo impacto en el pensador de Königsberg. Esta influencia se manifestaba en 1766 con la publicación de los «Sueños de un visionario», un ensayo polémico en el cual hacía pública su indignación por el éxito publicístico de las teorías parapsicológicas y pseudometafísicas del sueco E. Swedenborg (1689-1772).15 En este ensayo apuntan ya algunos de los factores que más decisivamente van a condicionar la concepción kantiana de la fe. Por eso vamos a detenernos a analizar algunos principios fundamentales de la filosofía trascendental. En primer lugar, hay que considerar que en esta obra se vislumbra una nueva concepción de la filosofía.16 Ahora la metafísica es entendida como crítica, orientada a descubrir ultimidades no ya en el orden del ser, sino en el del conocer; es decir, la filosofía es concebida minimalísticamente como «ciencia de los límites de la razón humana». Su objeto no es averiguar las propiedades que nos resultan aún desconocidas de las cosas, sino «comprobar si la tarea es proporcionada a lo que puede saberse, y qué relación guarda la cuestión con los conceptos extraídos de la experiencia, conceptos empíricos sobre los que siempre Beweisgrund...; AK II, p. 65. Hay que advertir que, según Kant, se trata de un conocimiento persuasivo y no demostrativo. En este sentido, unas páginas más adelante confesará: «Es necesario en todo y por todo que se nos persuada de la existencia de Dios, pero no es así necesario que se demuestre» (Beweisgrund...; AK II, p. 163). Cfr. F. GLEBER, Die Gottesvorstellungen in der frühen Theologie I. Kann. 1990. Kant poseía un ejemplar de «Arcana coelestia» (1749/1756), obra escrita por Swedenborg en 8 volúmenes (Cfr. H. RUST, Kant und das Erbe des Protestantismus. Ein Beitrag zu dem Trage nach der Verhältnis von Idealismus und Christentum. Gotha 1928. pp 9-26). Cfr. H. W AGNER, Kritische Philosophie. Würzburg 1980 deben apoyarse todos nuestros juicios». La filosofía crítica va a ser, pues, experiencialista, porque se piensa que la piedra de toque del auténtico saber (teórico) ha de ser siempre la experiencia sensible,18 pero no la experiencia subjetiva incomunicable, sino la experiencia intersubjetiva, compartible de otros, experimentable con universalidad.19 Desde estos presupuestos, siendo Dios inintuible y estando su existencia combatida por los ateos, el tono de la nueva filosofía kantiana tiene ya condenada a priori la admisión teórica de su existencia. Ahora bien, se reconoce que existe un ámbito autónomo respecto de la experiencia sensible y superior a ella: la esfera de la libertad, que es el interés práctico de la razón. La existencia de este ámbito autónomo explica cómo la esperanza será el factor dinámico que impulse la vida de la razón: «La balanza del entendimiento no es totalmente imparcial y un brazo suyo, el que lleva la inscripción esperanza del futuro, posee una ventaja mecánica que hace que incluso débiles razones instaladas en su plato levante del otro especulaciones que de por sí tienen un mayor peso. Esta es la única inexactitud que no puedo suprimir y que, de hecho, tampoco quiero suprimir». 20 Nótese bien que la afirmación de este ámbito moral es a la vez constatación de un hecho y autoconciencia del primado de la libertad («yo no quiero suprimirlo»). El voluntarismo kantiano garantiza así la primacía de la razón práctica, primaria que reviste la forma de un moralismo autónomo, en cuanto Kant propugnará una ética que no depende de supuestos fundamentos especulativos. Los fundamentos teóricos de la moralidad serían, por otra parte, imposibles, en cuanto «tampoco la razón humana está suficientemente dotada de alas como para atravesar nubes tan altas como las que nos ocultan los secretos del otro mundo». La renuncia a la antigua concepción de la metafísica como conocimiento de lo hondo de la realidad (renuncia a vislumbrar otro mundo más alto) viene motivada por este benemérito objetivo: permitir al hombre ocuparse de sí mismo y, especialmente, de su conducta moral. 1 Träume...; AK II, pp. 367 s. Es interesante constatar el importante papel que juega en esta nueva planificación de la tarea metafísica una cierta desesperanza epistemológica, que es un eco del impacto del escepticismo sobre Kant (Cfr. R. POPKINS , The Hisiory of Scepticism from Erasmus lo Spinoza, Berkeley 1979; L. W EBER, Das Distinktionswrfahren im mittelalterlichen Denken und Kants skeptische Methode. Meisenheim 1976; G. G ÜTTIN«, Religious Belief and reli-, gious Skeplicism, Notre Dame 1982). Kant pondrá la noción de fe al servicio de la crítica, como concepto autolimitativo, que expresa felizmente la autoconciencia de la limitación sapiencial del sujeto. Cfr. M. MALHERBE, Kam on Hume ou la raison et le sensible. Paris 1980. Cfr. Träume...; AK II, pp. 371 s. La exigencia de universalidad que Kant pedirá más tarde a la «fe religiosa pura» propiciará una revisión crítica del sentido y de los contenidos de la le cris tiana. Ya en estas fechas se muestra muy reticente sobre la infalibilidad de la misma (Cfr. Beobachtungen...; AK II, p. 256). Es el primer paso para vislumbrar la necesidad de someter a la le cristiana a una purificación. Como veremos más adelante, nuestro autor -a diferencia de Lutero- entenderá que esa reforma puede y debe hacerse desde la filosofía, no desde la historia ni desde la Biblia. Träume...; AK II, p. 349. Cfr. Träume...; AK II, p. 373. Kant sufre -bajo la forma de una renuncia voluntaria- el influjo de un pesimismo teórico, pues tiene por cierto que una discusión sobre las razones y motivos de la La crítica expuesta parece razonable, en cuanto denuncia los excesos especulativos de filosofías pasadas, que son fustigadas con un enérgico antidogmatismo. Pero hay que advertir que esta crítica pone en peligro ese «atreverse a saber» que es el motor de la actitud filosófica (su mismo autor lo recordaría más tarde en su famoso lema: «sapere aude!»). En efecto, él parece renunciar a la pasión de saber -que es saber todo del todo-, pasión que es una de las propiedades características del talante filosófico." La renuncia a cualquier forma de conocimiento filosófico de Dios, ¿no es -como advirtiera Aristóteles- algo 23 indigno del hombre? El fruto que más razonablemente podía esperarse de la crítica es el reconocimiento de los límites de la razón. El se referirá a menudo a esta actitud con el expresivo término de «modestia». 1 La modestia intelectual kantiana es una actitud paradójica, en cuanto no consiste tanto en reconocer la existencia de unos límites del saber humano, como en el conocimiento cierto de cuáles son esos límites." Ahora bien, unos límites conocidos y dominados, ¿son auténticos límites? La modestia gnoseológica ¿no oculta una actitud de dominio, que compromete la apertura del hombre a la trascendencia? La modestia crítica se defiende del escepticismo gracias a la afirmación inequívoca de la objetividad y de su valor universalmente vinculante. Tan vehemente es la reacción kantiana ante el escepticismo subjetivista de Hume, que nuestro autor identificará ya desde ahora el saber (Wissen) con la universalidad, es decir, con la validez para todos en el plano objetivo. Los filósofos han de habitar en un mundo común, en el cual la mirada de uno «no excluya la coincidencia con otro entendimiento humano»; de este modo «ninguno de ellos verá nada que no haya ética -es decir, una moral fundamental- sería tan sólo una fuente de confusión que dificultaría la aplicación del hombre a la vida moral. Ahora bien, él pagará un alto precio por su renuncia u la fundamentación ontológica de la ética: la autonomía de su moralismo es una de las llaves que abrirán paso a las interpretaciones pragmatistas de la fe kantiana. Cfr. J. PIEPER, Defensa de la filosofía, Barcelona 1973 Cfr. ARISTÓTELES, Metafísica, A, 2; 982 b 31 s. Kant se empeña en el esfuerzo por superar el escepticismo provisorio y constatativo de Sócrates -«¡Cuántas cosas hay que no comprendo!»-. para afirmarse en un cierto cinismo, descrito por él mismo como espíritu alegre, que en medio de las mercancías de una feria declara: «¡Cuántas cosas hay que no necesito.'» (Cfr. Trámite...; AK II, pp. 368 s.). Por otra parte, conjura su renuncia a la teología filosófica tachando de vanidosos e inmaduros a quienes sigan cultivándola (Cfr. ibídem; AK II. p. 319). Es curioso cómo Kant enuncia su decisión restrictiva con cierto aire providencialista: «Nos volvemos a ver en el bajo suelo de la experiencia y del entendimiento común. ¡Felices si lo consideramos como el lugar que nos ha sido asignado, del que nunca salimos impunemente y que contiene todo lo que puede satisfacernos mientras nos atengamos a lo útil!» (Ibídem: AK II. p. 368). En los wTrdume...» abundan las declaraciones de modestia intelectual, entendida como declaración de ignorancia ante las preguntas trascendentes (Cfr. ibídem.... AK II. 319. 357). Nuestro entendimiento «determina con certeza los límites de nuestro conocimiento» (Ibídem: AK II, p. 351). La noción kantiana de límite mental ha sido criticada por el Prof. Leonardo Polo, de cuya filosofía este concepto es un eje fundamental: «El límite mental es simple ocultamiento; en el objeto lo que se oculta es la operación misma. Esta observación debe resultar obvia para quien dirija detenidamente su atención al pensamiento humano sin suponer (como hace Kant) la objetividad al margen del acto de pensar» (L. POLO, Curso de teoría del conocimiento. ///. Pamplona 1988, p. 384; cfr. El acceso al ser. Pamplona 1964 de aparecer, a la luz de las demostraciones, igualmente evidente y cierto para cada uno de los demás».2 Este objetivismo tendrá consecuencias decisivas en su filosofía de la religión. Ya en esta obra, utiliza esta exigencia de universalidad de la objetividad para condenar algo que siempre sería objeto de sus ataques: el «iluminismo» (Schwánnerei). El «iluminismo» (principio del fanatismo) consiste -para Kant-en pretender tener un acceso particular, personal, a los conocimientos más profundos de la realidad, tal como lo propugnaban las doctrinas espiritistas y fantásticas de Swedenborg, que pretendía ser un visionario del mundo de los espíritus. La filosofía trascendental es ciertamente laudable al querer atajar los excesos de esta forma de subjetivismo, en cuanto la renuncia a una esfera común de discusión entre los hombres impide cualquier discusión productiva. 3 La enemiga contra el iluminismo del pensador sueco tiene cierto matiz apologético respecto a la fe cristiana,4 en cuanto Kant entiende que el individualismo religioso conduce a la superstición, que es una desfiguración del cristianismo y de la religiosidad; de este modo el iluminismo constituye uno de los daños más perniciosos para la causa de la religión. El, al combatirlo, afirma que está favoreciéndola y defendiéndola.5 En el contexto de los condicionantes señalados hasta ahora, que guiarán ya desde este momento el pensamiento kantiano, aparece en estos «Sueños de un Cfr. Träume...; AK II, p. 342 Cuando Kant emplea este término parece referirse específicamente a dos corrientes culturales: en los «Träume...» el «iluminismo» es el pensamiento de Swedenborg; más adelante, se refirió con este mismo término a las teorías parasicológicas del magnetismo, muy en auge por entonces (Cfr. Cana a L.E. Borowski [6.III.1790], en: Briefivechsel; AK XI, p. 140). Lamentablemente la fobia a estos iluminismos provocará de modo indirecto el desinterés de Kant por algunos aspectos existenciales de la fe cristiana La actual teología católica no tiene por qué sentirse incluida en el iluminismo descrito aquí por Kant, pues esta teología, a la vez que afirma la excepcionalidad de la experiencia rcvelatoria para el profeta que la recibe, reconoce que, sólo una vez objetivada en palabras o gestos por el mismo profeta, queda constituida la revelación divina como tal, revelación que permanece abierta al examen racional de todos. En cualquier caso es importante constatar que el profeta no se siente dueño de lo que afirma que es Palabra de Dios; él se sabe servidor de la Palabra; y de ninguna manera tiene conciencia de sí como un visionario que por sus dotes humanas excepcionales se ha ganado un acceso particular al mundo de los espíritus. La revelación cristiana se caracteriza así por una intrínseca universalidad intencional. Kant reprocha a este pensador interpretar las Escrituras cristianas a la luz de sus pretendidas iluminaciones subjetivistas. «Este sentido interno (el que une las cosas al mundo de los espíritus) es desconocido para los hombres y es el que Swendenborg, cuyo ser más íntimo eslá abierto, ha querido darles a conocer. Lo mismo sucede con todas las demás cosas del mundo visible: tienen, como hemos dicho, un significado en cuanto tales cosas, que es reducido, y otro en cuanto signos, que es mayor. Este es también el origen de las nuevas interpretaciones que él ha querido hacer de la Escritura. Puesto que el sentido interno, a saber, la relación simbólica con el mundo de los espíritus de todas las cosas que en ella se narran constituye, según él fantasea, el núcleo de su valor, el resto es sólo la cascara» (Träume...: AK II, p. 364). Lo cierto es que, a pesar de dicha intención, no sabe distinguir el individualismo -pretender que la regla de la verdad religiosa es sólo la experiencia interna del creyente-, del personalismo, que reconociendo la posibilidad de que la razón humana se oriente a sí misma en materias religiosas, afirma que es en la existencia de cada persona y no en principios a priori donde se dilucida el alcance de la acción divina visionario» un importantísimo texto donde por primera" vez se define el concepto de «fe moral». Por su gran trascendencia para este estudio merece ser citado con cierta extensión: «De hecho, la experiencia enseña también que todos los que están instruidos y convencidos respecto al mundo futuro y entregados, no obstante, al vicio y a la abyección sólo piensan en medios para evitar arteramente las amenazantes consecuencias futuras; pero también es verdad que nunca ha existido un alma recta que haya podido soportar la idea de que todo termine con la muerte y cuyo noble ánimo no se haya elevado hasta una esperanza futura. Por eso parece más adecuado a la naturaleza humana y a la pureza de las costumbres fundar la espera del mundo futuro en los sentimientos de un alma de buena índole que, por el contrario, fundar su buena conducta en la esperanza del otro mundo. Así sucede también con la fe moral, cuya sencillez puede desdeñar muchas sofisterías del raciocinio y que, en cualquier caso, es propia sólo y únicamente del hombre en cuanto que lo conduce sin rodeos a sus auténticos fines».6 En estas líneas Kant está postulando un giro copernicano en la comprensión de la fe. La expresión «fe moral» (moralischer Glaube) será en adelante la fórmula que sintéticamente traiga a colación ese giro copernicano, porque el calificativo moral específica que la fe no ha de ser un conocimiento que fundamente la esperanza, sino que más bien la fe ha de identificarse con aquella esperanza que está fundada «en los sentimientos de un alma de buena índole», en los actos moralmente positivos del hombre. Habrá que tener en cuenta desde ahora que la «fe moral» es el primer analogado de cualquier otra acepción de fe, de forma que, por ejemplo, la fe cristiana será obligada a manifestar su naturaleza desde-la categoría de «fe moral». d) Pensamientos inéditos del Kant precrítico En las «Reflexiones» de la década 1760/1770 vemos anticiparse esbozos del posterior tratamiento de la fe en el período crítico. En ellas se van forjando conceptos y se van kantianos fundamentales. En esta década se acuña también la expresión de «fe práctica» (praktisclier Glaube), concebida como aquella certeza fundamentada sólo en elementos prácticos, es decir, en los presupuestos intrínsecos de la acción moral humana.7 En una «Reflexión» datable (con dudas) entre 1764 y 1768 por vez primera el término «fe de razón» delimitando temas Träume...; AK II, pp. 372 s. En una anotación datable en los años 1760/ 1764 se encuentra probablemente la primera mención de la expresión «.moralischer Glaube». «Fe moral: la confianza en la rectitud de otro. Descreído en la virtud y la providencia. Hacer el bien por le es (hacerlo| sin certeza de la recompensa, en cuanto se está contento incluso de no tenerla» (Reflexionen AK XVI, N° 2752). En este texto, el significado de la expresión «fe moral» es aún balbuciente, aquí parece estar asociado a la fe interpersonal, pero sólo fugazmente: en la misma «Reflexión-vemos que luego pierde sentido existencial y adopta una universalidad abstracta, entendida como «fe en la virtud», fe ciega que mueve a hacer el bien sin ver la inmediatez de la recompensa. Sobre la fe y su fundamentación ética, cfr. J. SCHMUCKER. Die Ursprünge der Ethik Kann in seinen vorkritischen Schriften und Reflexionen, Meisenheim 1961: P A S S. Kant'S pretn ticalEthics. New York 1977 Cfr. Reflexionen..: AK XVI. nn. 2451; 2754: VorLogik: AK XXIV I. p 149 (Vemunftglaube), definido lógicamente como uno de los modos de «tener algo por verdadero» (Fürwahrhalíen) 8 Kanl comienza a interesarse ya entonces por el status epistemológico de la fe y llega a la conclusión de que la fe es un asentimiento caracterizado por su certeza moral (práctica), motivada por un convencimiento práctico subjetivo.9 En efecto, no debe olvidarse que el regiomontano había sido nombrado Profesor de Lógica y Metafísica el 31 de marzo de 1770, aunque ya había comenzado a impartir Kollegia de Lógica como Privatdozenl desde el semestre de invierno del año 1755.10 Se conservan apuntes de esas clases de Lógica correspondientes probablemente a los años 1771/1772, tomados por dos alumnos suyos: H.U. von Blomberg y W.A.F. Philippi.11 A través de esos manuscritos, podemos vislumbrar la preparación de la «Metodología trascendental» de la «Crítica de la razón pura», que no se editaría hasta un decenio más tarde. Se afronta ya en estas lecciones la cuestión del estatuto epistemológico del creer desde un nuevo punto de vista: la distinción entre saber, opinar y creer (Wifien/ Meynen/ Glauben)?1 Se reconoce a la «fe histórica» un papel singular en la enseñanza de la filosofía. A este respecto, es notable con qué energía reacciona Kant contra el tipo de racionalismo al uso de la época, reacio a reconocer el papel de la fe en la filosofía; él lo denuncia como «egoísmo lógico».12 Por último, hay que señalar que ya en estos años los términos teología y teológico se cargan de cierto matiz peyorativo, frente al concepto sin tacha de religión -todo lo cual anticipa un rasgo característico de la futura «Religión dentro de los límites de la mera razón» de 1793-: «La fe religiosa [Religionsglaube] debe ser distinguida de la fe teológica [theologischer Glaube]. Aquella consiste en la fidelidad que se debe tener en la vida ciudadana. En la escrupulosidad, p. ej. al dar crédito. Los griegos no daban lugar al crédito. De ahí [la expresión] giaeca fide mercari: adquirir algo pagando en metálico. La fe teológica no dice relación alguna a la fidelidad, como tampoco la fe histórica; es lógica y trata de lo presente y de lo pasado. Es este tipo [de fe] por el que se hace el bien por fe y esperanza. La fe moral es el verdadero ligamento de la sociedad. Se da una fe moral en cosas, cuando creo en un futuro premio de la buena conducta porque ello .Cfr. Reflexionen...; AK XVI. Nu 2446. En otras reflexiones del mismo período se reafirman algunas características de la fe de razón: su certeza (N° 2447) y su naturaleza práctica, diversa de la ciencia (N° 2448). Cfr. Reflexionen...; AK XVI, nn. 2449; 2451; 2454: 2458 s.; 2758. Cfr. la Introducción a «Kams Gesammelle Werke»; AK XXIV, 2, p. 955. Cfr. Ibidem; AK XXIV, 2, pp. 976 ss.: los de Blomberg están recogidos en las pp. 7-302. y los de Philippi en las pp. 303^196. Los apuntes de Herder -muy breves: pp. 1-6- son anteriores: se pueden dataren lósanos 1762/1763. Cfr. VorLogik; AK XXIV. 1, p. 147 s Cfr. VorLogik; AK XXIV, 1, p. 151. 450. El concepto kantiano de «fe histórica» se utilizaba frecuentemente en la tradición del racionalismo alemán . sigue de la naturaleza misma, no porque lo ha dicho otro. La le religiosa natural se da sólo en los virtuosos».13 e) La «Caita a Lavater» (1775) En 1775 Kant escribe una famosa carta al teólogo suizo J.C. Lavater, donde tan explícita y sinceramente se expresa acerca de sus convicciones religiosas y, más concretamente, acerca de su valoración de la fe cristiana. Conservamos el texto de ella y el borrador de otra carta posterior que -a lo que parece- nunca llegó a enviar. En la carta a Lavater se encuentra una afirmación rotunda del origen cristiano de su concepto de fe (concepto que es el de «fe moral»): la «fe moral -afirma- la encontré yo en el Evangelio».14 Ahora bien, el resto de la carta revela que el Evangelio ha sido sólo un principio de inspiración para nuestro filósofo, que luego ha forjado su propio concepto de fe diverso del concepto cristiano. El se aparta ahora de su anterior aceptación de la revelación divina como fuente original de conocimientos e insiste en el aspecto no cognoscitivo de la fe evangélica: la le sería «confianza incondicionada» en la ayuda divina, una confianza tal que excluiría el deseo de conocer cómo se llevará a cabo tal ayuda.15 Desde ahora subordinará el papel didáctico de la revelación a una previa criba y confrontación con la «fe moral», que es así distinguida de la fe cristiana 16 La «fe moral» se define, pues, propiamente en términos de esperanza en Dios salvador.17 En una «Reflexión» datable en fechas inmediatamente posteriores a esta carta, se esbozará la estructura de su famosa «prueba moral» de la existencia deDios, que en realidad no es una prueba teórica, sino solamente práctica, es decir, un mero sostén práctico de la «fe moral».18 Ibídem: AK XXIV, 1, p, 449. Es chocante que Kant afirme de la «fe teológica» -obviamente s e refiere a la fe cristianaque no tiene nada que ver con la fidelidad, cuando su esencia es la fidelidad a Dios (Cfr. J. MOUROUX, Creo en ti. Barcelona 1964: Naturaleza y estructura de la le católica, en: AA.W., «Hacia una teología de la fe católica», Santander 1970). Carta a J.C. Lavater (28.IV.1775), en: Briefcechsel N« 99; AK X, p. 177. Cír. el Provecto de carta a J.C. Lavater (escrito después del 28.IV.1775). en: Briefwecshel V |(Ki: AK X, p. 180. a Cfr. Carta a J.C. Lavater (28.IV.1775), en: Biiefwechsel N 99: AK X. pp. 176 s. Kant se aventura a juzgar que la fe cristiana estaría ya viciada en la interpretación apostólica de las doctrinas de Cristo. Estas deformaciones habrían tenido lugar por el deseo de sustituir la fe por un saber religioso (Cfr. ibídem, AK X, pp. 177 s). Por otra parte, comienza en esta carta la acusación contra determinadas maneras de entender la fe; ésta debe ser purificada desde el concepto de «fe moral», denominado también «fe libre» (Cfr. ibídem; AK X, p. 176). ibídem; AK X, p. 178. Cfr. Reflexionen...; AK XVI, N°2470. Kant sigue dando vueltas a las relaciones entre revelación divina, conocimiento histórico y «fe moral». Sus conclusiones apuntan a identificar el conocimiento de la revelación con el puramente histórico, reduciendo por tanto la revelación a los límites de la historia (Cfr. Reflexionen...: AK XVIII. N°5635).