La lección de las sabinas

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Artículo Original
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En 1977, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas instituyó el 8 de marzo como Día
Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional. Conmemora el aniversario de la marcha
efectuada en 1857 por un grupo de obreras textiles neoyorquinas en protesta por sus condiciones laborales..
En tal fecha, el Dr. Ricardo Rabinovich – Berkman remitió esta nota. Destaca respeto y simpatía por valores
inmutables en pro de la no violencia y de la paz que asocia con el pensamiento y la acción femeninos.Agradecemos el permiso para reproducirla.
La lección de las sabinas
(en el Día de la Mujer)
Ricardo Rabinovich - Berkman
Doctor de la UBA (área: Filosofía del Derecho), Profesor Titular
en las Universidades de Buenos Aires, Nacional de Lomas de Zamora, Belgrano y del Salvador,
Miembro del Consejo Académico de Ética en Medicina, Director de la Modalidad Intensiva de Cursos para el Doctorado
de la Facultad de Derecho (UBA).
Director de la Revista Persona ([email protected])
[email protected]
En Florencia luce la estatua del Giambologna “: El rapto de las sabinas”.
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/5/5d/Giambologna_raptodasabina.jpg/348px-Giambologna_raptodasabina.jpg
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El episodio que evoca este maestro de la escultura,
que dominara como nadie el arte de la “serpentina”,
generando torsiones extraordinarias en el mármo y
escenas de una vitalidad difícil de igualar, siempre
me ha apasionado.
Porque el “rapto de las sabinas”, considerado histórico, al parecer, en tiempos de Augusto, y para nuestra época bastante más legendario que real, aunque
pueda haber un sustrato fáctico muy remoto, posee
tres momentos sucesivos interesantes.
En un primer segmento, la justificación de la violencia sexual.
Rómulo y sus seguidores son rechazados,
vistos como una banda de parias sin futuro.
Ninguna familia quiere emparentar con ellos.
No hay mujer decente que desee desposarlos.
Los padres tiemblan ante la idea de entregarles,
como la tradición itálica impone, a sus hijas en matrimonio.
Entonces, el caudillo de la flamante Roma, airado,
planea esa venganza colectiva,
que será a la vez reivindicación de su grupo
y único medio de proporcionarle compañeras.
El hecho se pergeñará premeditadamente,
con paciencia de cálculo, cuidando cada detalle.
Se trata de una violación colosal a las normas,
por todas las etnias de entonces aceptadas,
que hacían sagrada la hospitalidad,
y volvían intocable al huésped,
sobre todo en eventos religiosos.
Las mujeres, esposas, hermanas, hijas,
que acompañan a los sabinos visitantes,
invitados por Rómulo a los festejos locales,
que por su carácter religioso,
impiden asistir con armas,
son brutalmente secuestradas.
Lejos del desprecio, del horror,
de la vergüenza por semejante bajeza,
el rapto de las sabinas será glorificado,
recordado como un hito heroico que,
en definitiva,
salvó a la ciudad tiberina de la muerte.
En este primer sentido, pues,
este episodio deviene una muestra,
un símbolo, del discurso ambivalente,
hipócrita y contradictorio, del “occidente”,
ante la violencia sexual,
que a un tiempo condena duramente,
y al otro la elogia y trata de justificarla.
Pero ahí sobreviene un segundo aspecto.
Porque Rómulo, según Livio, visita a las cautivas,
una por una, y les habla con dulzura y con respeto,
explicándoles que se han visto “obligados”,
frente a la negativa general,
a tomarlas de ese modo por la fuerza.
Esas promesas del primer rey romano,
vertidas a cada una de las mujeres raptadas,
se transformaría en la base ideológica del matrimonio,
con sus muy particulares características jurídicas.
Aquí, pues,
la violencia contra la mujer aparece como base,
en la creencia compartida,
de instituciones del derecho,
que lógicamente, como era de esperarse,
conservarán y multiplicarán esa violencia.
Pero entonces,
los padres, los hermanos, los maridos,
se arman y se lanzan sobre Roma, enardecidos,
con la intención de masacrar a sus habitantes,
rescatar a las mujeres violentadas,
y restañar el honor ultrajado.
Superan a la ciudad de las siete colinas
en el número, las fuerzas y la experiencia.
Los romanos ven venir a los sabinos y se preparan,
ya que no para vencer, apenas para una buena muerte.
Pero las mujeres,
raptadas, humilladas, violentadas,
aparecen y se arrojan al campo de batalla.
Brazos en alto contra las espadas desnudas,
gritos femeninos frente al hierro de las lanzas,
imploran de rodillas la paz a ambos ejércitos.
Al verlas, se emocionan los sabinos.
Las dos etnias se observan en silencio.
Deponen las armas y se juran fraternidad.
Las mujeres han vencido.
La paz triunfa.
Ha nacido Roma para ser centro del mundo.
La tercera moraleja,
entonces, es la de que las mujeres,
a pesar de todo lo que sufren y han sufrido,
tienden a creer en la paz y a preservarla.
Hoy, 8 de marzo,
Día Internacional de la Mujer,
las heroicas sabinas, interpretadas,
en el mármol impecable, por el Giambologna,
nos traen un mensaje que surca los siglos,
inalterable:
Es un ruego por el respeto,
por la terminación, definitiva,
universal, profunda y verdadera,
de toda violencia contra la mujer,
de toda humillación y cosificación.
Es una súplica por no reconocer,
en las instituciones jurídicas, jamás,
construcciones nacidas de esa violencia,
o que la fomenten, o la reproduzcan.
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El jurista no puede ser cómplice,
nunca, de semejantes infamias.
Es el canto,
eterno y emocionante,
de la mujer como sacerdotisa de la paz,
cuidadora valiente de los seres y del universo,
dadora heroica de sosiego en la sandez masculina,
que ha generado guerras y atrocidades sin número.
Hoy, 8 de marzo,
en el recuerdo mítico de las arcaicas sabinas,
saludo con gran admiración a todas las mujeres,
y me avergüenzo, como hombre y como humano,
por tantas violencias, privaciones y afrentas,
que por ser mujeres sufren y han sufrido.
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