1 EROS: EL DIOS OLVIDADO Lina Marcela Arredondo1 PARTE I

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EROS: EL DIOS OLVIDADO
Lina Marcela Arredondo1
PARTE I: Sobre Eros y otros demonios
¿Quién no se ha preguntado qué es el amor, palabra aparentemente tan
irreductible cuanto la misma muerte? Sabemos mucho o quizá poco, tanto es que el
amor parece ser muchas cosas, o fácilmente confundirse con otras. Poetas, escritores,
filósofos, sociólogos, científicos, psicólogos, y hasta el ser más común o irreverente, se
han inquietado por develar sus secretos cual arrodillados ante una caja de Pandora. ¿Y
cuáles han sido algunas de sus conclusiones?
Schopenhauer (1991), por ejemplo, afirma que “toda inclinación tierna […]
sumerge todas sus raíces en el instinto natural de los sexos, e incluso no siendo otra cosa
más que este instinto especializado, determinado, individualizado por completo […] se
trata de que cada macho se ayunte con su hembra”. (p. 11-12). Eros quedó reducido a
una tarea reproductiva en donde la sexualidad es meramente instrumental.
Los sociólogos arguyen que la cultura engendró nuestro estimado dios, y
rastreando las formas bajo las cuales puede expresarse, se vieron en grandes dificultades
para rebautizarlo, dándole así no sólo uno, sino muchos otros nombres: Ágape, Storge,
Ludus, Pragma, etc.2Entre otros ejemplos, el amor romántico también cabe dentro de
dichas tipologías, y éste en específico “[…] tiene como principal rasgo un alto grado de
atracción interpersonal, en donde otros tipos de amor son el resultado de la combinación
de intimidad, pasión y compromiso. (Dennis T. Regan citado en Coon, 1998). Sin
embargo, otros intelectuales en esta misma área, prefieren no hacer tanta mezcla, y
1
Licenciada en la Enseñanza de Lenguas Extranjeras
Estudiante en proceso de graduación, Pregrado en Psicología.
Correo electrónico: [email protected]
2
Ver los diferentes tipos de amor propuestos por Sternberg en su conocida Teoría triangular del amor.
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recalcan más bien cómo la unión entre amor y sexualidad se desvanece o destruye con
el tiempo, resultando mejor en una especie de lucha casi campal en donde sólo uno
puede salir vencedor (Alberoni, 1988). Como resultado, Eros se redujo a su función
nominativa y clasificatoria, perdiendo toda unicidad al tener que apelar a este tipo de
taxonomías, infinitamente confusas sólo en virtud de un cierto grado de objetividad, si
no de practicidad.
La psicología cognitiva y conductual, la cual en muchas ocasiones también ha
echado mano de la Sociología, define Eros como más una simple emoción que entra en
la categoría de las llamadas de atracción, y se presenta como una variación de
reacciones afectivas de agrado y desagrado (Ortony, 1996, p.71). El amor participa
también de la simpatía, la amistad, el erotismo y la admiración; y es equivalente a la
“atracción romántica” como actitud positiva hacia otro, pues está determinado por el
atractivo físico (Wayne, 2006). Fuera de algunas redundancias, como por ejemplo, que
Eros participe de sí mismo (erotismo), estas definiciones suelen harto simplistas, pues
las variaciones afectivas resultan tan maquinales y calculadas cuanto estar a merced de
un videogame.
Por otro lado, los chips milimétricos tampoco dejan de hacer su ciencia, y cual
leones enjaulados y domados por batas blancas, transmiten sus pequeños estallidos
eléctricos para conseguir desenmascar la esencia feromónica de nuestra deidad, que
como es de esperar, ya tiene incluso su lugar en el palacio intracerebral, definido “[…]
como una fuerza vital de la mente que surge del cerebro basándose en sus raíces
fisiológicas y neurológicas” (Lewis, Amini & Lannon, 2001). Gracias a este rastreo
fisio-neuronal nuestro dios se presenta fútilmente como perfume de boutique a aquellos
que buscan comprensiones más ligeras y mediáticas. Incluso, y si con suerte esta
esencia feromónica fuese encapsulada, podría ser a futuro un producto comestible, pues
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finalmente el amor, por otras vías, también es constantemente devorado. Es pues un
Eros hecho materia, un Eros sin alma.
Nuestro amado dios se multiplicó así bajo un mar insondable de definiciones, y
al ser todo, o cualquier cosa, ya es nada; o paradójicamente siendo cualquier cosa ya no
lo es en su totalidad. Bien decía Baudrillard (2003) que “cuando las cosas, los signos,
las acciones son liberadas de su idea, de su concepto, de su esencia, de su valor, de su
referencia, de su origen y de su finalidad, entran, entonces en una auto reproducción al
infinito” (p.12). ¿Valdría entonces la pena volver a cuestionarnos acerca de su origen,
esencia, y valor?
PARTE II: una anamnesis erótica
Eros, dios antiguo y por tanto primordial, es reconocido como el gran
coordinador entre lo terrenal y lo celestial, cuya virtud unificadora entre caos y cosmos,
da cuenta del porqué de su amplia estima. Hijo de padres aparentemente no
identificados3, es un dios sin ley por naturaleza. Esposo de Psique, amante bello y de lo
bello, cazador persistente. Padre de Hedoné. Eros, dios engendrador del deseo sexual,
dios de la unión, dios ambientalista.
No sólo en esto, sino en muchas otras afirmaciones, coincidieron los otrora
filósofos griegos quienes discurrieron por largas horas para encomiar a tan apetecido
dios, llegando a algunas apreciaciones que bien cabría recordar, pese a que muchos de
sus argumentos siguen quedando guardados en el hálito embriagante de sus discursos, y
hasta hoy día olvidados, incluso por muchos intelectuales.
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Según Garibay Kintana & Angel María (citados en Boulangger Atoche), en los Misterios dionisiacos,
Eros se nombra como “protagonus”, el primer nacido. Según Aristófanes en Las Aves, éste nació de
Erebus y la noche. En el Theogonia de Hesiodo, Eros es el acompañante de Afrodita, más no su hijo. (Ya
en El Banquete, Diótima dirá que Eros es primogénito de Poros y Penías).
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Fredo, primero en serle concedida la palabra para rendir homenaje a Eros, inicia
su ronda describiéndolo como una obra sin falta para todo aquel que quiera vivir
felizmente, pues es el de mayor bien. Una suerte de vigilante de las acciones feas, pues
nada causa mayor vergüenza que realizar alguna delante del ser amado. Dios inspirador
de la valentía y el altruismo, como otra dos grandes virtudes que sobresalen en quien
esté bajo su efecto, ya que en ninguna otra situación se está tan proclive a morir que
cuando está en juego lo que se ama. Eros, gran dios filántropo, dios del bienestar, la
fuerza y la máxima felicidad.
Pausanias quiso, en su discurso, aludir al carácter duplo de Eros en razón de su
origen4. Dicha duplicidad hace que éste no sea en sí mismo ni feo ni hermoso, sino más
bien sean las acciones que de él se desprenden. De este modo, el Eros Pandemo, como
Eros vulgar, sería el representante de las acciones feas, y con el cual aman los hombres
ordinarios, es decir, aquellos quienes aprecian el cuerpo por encima del alma, y en
efecto, eligen lo menos inteligente a sus ojos, enamorándose de lo que es poco estable.
Por el contrario, el Eros Uranio, guiado por lo más fuerte e inteligente por naturaleza,
más que por el cuerpo, se inclina por un carácter bueno, el cual suele ser estable y
permanecer firme por más tiempo. Su tendencia es lo hermoso, y sólo es hermoso lo que
tenga predilección por la sabiduría, motivo por el que este Eros uránico obliga, tanto al
amante como al amado, a atenderse a sí mismo con respecto a la virtud, lo cual además
resulta de gran valor civil y político. Esto dado que es sólo a Eros a quien se permite
actúe en total libertad y sin temor de juzgamiento, motivo de dolores de cabeza para
muchos gobernantes y tiranos quienes no quieren acogerlo, ya que es el gran inspirador
de amistades y sociedades más sólidas por excelencia, y por tanto, un gran peligro para
4
Pausanias habla de dos Diosas a las cuales Eros colabora, una llamada Urania, más antigua y huérfana
de madre, e
hija de Urano; y otra hija de Zeus y Dione llamada Pandemos
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quien quiera prolongar su poder. Eros es pues el dios anárquico y amoral, mas dios
ético.
Es este valor duplo de Eros el que también Erixímaco rescata en su turno,
soportando su discurso en la medicina y la naturaleza de los cuerpos, pues el amor
puede establecerse en uno sano o en uno enfermo. Así el buen médico busca, al igual
que acontece en la música, una armonía entre los enemigos existentes al interior del
cuerpo desordenado, que por lógica han de ser siempre opuestos. Es por esto que la
medicina, dice, es “el conocimiento de las operaciones amorosas en el mismo”, si
comprendemos que el Eros uranio es el gran dios del orden, contrario al Eros polimnia
de los excesos. El Eros erixímaco es entonces el dios conciliador, chamán restaurador
del orden y del equilibrio.
“Amor es, en consecuencia, el nombre para el deseo y la persecución de esa
integridad”, dijo Aristófanes en su intervención. Referíase con esto al mito fundador de
la naturaleza humana. Tras los seres rebelarse ante sus dioses, Zeus los corta por la
mitad y los obliga a verse divididos para que con ello, concientes de su división, se
vuelvan más moderaros y ayuden a curar a los demás. Es esta división, el alibí
existencial de todo hombre, y razón de ser de Eros, ya que cada uno de nosotros busca
su propio símbolo perdido en esta división; símbolo que aparece en el amante como un
gran enigma. Por ello, llevar el amor a su gran culmen, no es más que encontrar un
amado que por naturaleza responda a nuestras aspiraciones, retornando así a nuestra
antigua naturaleza, dice Aristófanes. Eros es el gran cazador sin fin de su falta, dios
procurador de lo íntegro.
Agatón dirá quizá por ello que las actividades divinas se organizaron cuando
nació Eros, pues es el más feliz por ser el más bello, el más delicado, el más flexible, el
mejor de entre los dioses. Y al ser bello, se convierte en el dios de la inspiración al
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tornar poeta a cualquiera sin serlo, y al alimentar cualquier otra creación artística. Y
siendo bello es además justo, pues no es objeto ni agente de violencia, pese a que posee
la mayor templanza, referida ésta al dominio de los placeres y deseos, pues ningún
placer es superior a Eros. Eros dios pacifista, dios sublimador, dios engendrador de lo
nuevo.
Por último, Sócrates, quien cierra El Banquete, busca entender las cosas del
Amor por medio de Diótima, sabia y feticera, guiado por dos cuestiones principales: la
naturaleza y obra de Eros. Es así como obtiene de parte de esta mujer diversas
respuestas. Por un lado, su descripción de Eros como demon, no como dios, pues sólo
los demons son el punto intermedio entre los hombres mortales y lo divino. Siendo
Eros un dios mediador, lo ubica entre lo bello y lo feo; lo bueno y lo malo, lo sabio y lo
ignorante. Sin embargo, Eros es amor de algo y sólo lo es de aquello que desea. A lo
cual Sócrates añade que sólo se desea lo que está falto, lo que no se posee, lo que no se
es. Y al ser amante de lo bello, tal y como todos ya han concordado, sólo puede desear
poseer el bien y la sabiduría, algo que sólo logran alcanzar quienes se ubican en este
punto intermedio. En consecuencia, dice Diótima, hallar incluso la otra mitad aplica
sólo cuando se halla algo que se identifica como bueno en uno mismo, pues lo feo se
reconocería inmediatamente como algo ajeno a sí. Por eso los hombres no aman otra
cosa que no sea el bien y por ende querrán poseerlo por mucho tiempo, acción que se
hace efectiva procreando en la belleza, tanto en el cuerpo como en el alma. Obrar
conforme a Eros es engendrar en la belleza, y se dice procrear puesto que es a través de
ella que lo mortal desea convertirse en inmortal para perpetuarse a lo largo de toda
generación. Es luego de alcanzar este fin, que lo bello se dirigirá a educarse en el
conocimiento, también engendrador de lo hermoso, como último peldaño en el que Eros
contribuye, y que la sabia mujer llama de “ilimitado amor por la sabiduría […] en donde
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se está en contacto con virtudes verdaderas ya que se está en contacto con la verdad”. Es
Eros mediador, dios del conocimiento más profundo, puente entre lo inmortal y lo
divino,
PARTE III: El retorno de Freud a Eros
Freud reparó en referirse a Eros como siendo el mismo de Platón, siguiendo con
ello, muchas de las discusiones de los ya mencionados filósofos, sin perder de vista el
haberse llevado en serio y sin duda, el mito que dio origen a este dios.
Por su origen, su operación y su vínculo con la vida sexual, el «Eros» del
filósofo Platón se corresponde totalmente con la fuerza amorosa {Liebeskraft},
la libido del psicoanálisis (Freud, 1921)
Su reapropiación de la palabra, tal y como él mismo padre del Psicoanálisis lo
asegura, fue un intento por devolverle el valor restaurador a este nuestro estimado
benefactor, tan lastimado y desvalorizado en el gran boom de la objetividad. Es así
como a partir de allí propone su concepto ampliado de amor, bajo el nombre de amor
sexual, arquetipo de toda inclinación a la satisfacción; técnica de vida, en tanto se
funda en el valor de la felicidad al situarlo en el centro de su existencia. Este amor
sexual no es otro más que la expresión de la sexualidad en el alma como un acto
trascendental, y sólo quienes lo saben, dice, organizan su vida de acuerdo a esto, aunque
la ciencia haga sus remilgos para no querer aceptarlo (Freud, 1914/15).
Es también con la reunión de estos dos elementos, amor y sexualidad, que Freud
busca acabar con el intríngulis de divisiones innecesarias, o de usos incluso imprecisos,
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como por ejemplo, el de la palabra erotismo5 cuya connotación no pasa del deseo
puramente sensual; así como cualquier tentativa de querer confundir amor con sólo
pasión sexual, o por el contrario, de incluso querer desligar el amor de la sexualidad
como siendo totalmente opuestos, así como de otros elementos como la ternura. Freud
insta a una primera corrección, al decir que se debe identificar el amor sexual con estos
sentimientos tiernos, es decir, reunirlos como un único concepto (Freud, 1905).
Sin embargo, en un mundo de tratados de libre comercio, Eros también entró en
el trato perdiendo su templanza y todas demás virtudes, sin ser difícil comprender por
qué desligar el amor de la sexualidad, así como del resto de sus otros elementos
característicos, resulta tan pertinente y benéfico, no sólo para las distintas tipologías que
ya se han mencionado, sino también, para el mundo de las industrias del divertimento
en donde es claramente explotado y banalizado: sexshops, bares swingers,
cinematografía porno, dating, amores virtuales. No consiguiendo con ello, liberarnos de
su lado más corpóreo y sensual; se nos vende el Eros Pandemo, de cuyo goce ilimitado
puede obtenerse un único fin, devaluarlo a la condición de fetiche, de objeto, de Eros
empresarial o lúdico; vacío de todo buen obrar que conduzca a la tan anhelada
sabiduría, pues bien sabemos que ni el bienestar ni lo bello lindan con el exceso.
Ahora bien, si bien Eros es de carácter universal, nada tiene a ver con ese
compartir lo amado en público. Freud explica cómo más bien el individuo protege su
objeto de amor de la masa.
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La RAE, por ejemplo, define erotismo como: 1. m. Amor sensual, 2. m. Carácter de lo que excita el
amor sensual. 1. Perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos. 2. adj. Se dice de los gustos y
deleites de los sentidos, de las cosas que los incitan o satisfacen y de las personas aficionadas a ellos. 3.
adj. Perteneciente o relativo al deseo sexual. Otras alusiones a la palabra erotismo pueden encontrarse en
la obra de Francesco Alberoni, Enamoramiento y Amor.
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“Sólo cuando el factor tierno (vale decir, personal) de la relación amorosa
queda totalmente relegado tras el factor sensual se vuelve posible el comercio
amoroso de una pareja en presencia de terceros o la realización de actos
sexuales simultáneos dentro de un grupo, como en la orgía” (Freud, 1921).
Contrario a relegar dicho amor, y en efecto su satisfacción, con el fin de llevar a
cabo otras empresas que no por azar se convierten en la base de la cultura. Rasgo
filantrópico de Eros que hace al individuo actuar como el héroe de la historia, poniendo
límites a su interés y satisfacción personales en beneficio de una comunidad, en otras
palabras, poniendo límite a su goce, sublimando su energía sexual para ponerla en
función de grandes actividades y creaciones humanas, incluidas la misma ciencia, el arte
y hasta la propia religión.
En este escenario de lo público y colectivo, es claro que la procura por otra
mitad que restaure el equilibrio de nuestra naturaleza humana se vuelva cada vez una
tarea bastante dispendiosa, ya que nadie quiere ocuparse de tan ardua labor si asentimos
que amar es atenderse a sí mismo con respecto a la virtud, pero que los diferentes tipos
de Eros que se nos ofrecen, suelen ser una buena justificativa para conformarse y no
buscarla. Por eso es fácil confundir Eros con un Ágape, Storge, Ludus, o incluso Manía
o Pragma; o que se crea que sea tan simple como encontrarlo en una feromona. De lo
mismo están también llenos los estantes de las librerías.
Pese a tanta oferta, los consultorios clínicos parecen dar cuenta de que algo sigue
mal, pues estos Amores, al no poder bastarse por sí mismos, desordenan lo que tanto
Eros quiso en principio ordenar. No sin más, siendo tarea del médico darle aquí una
mano, pues por suerte, si el Eros uranio domina, querrá ir por lo menos en búsqueda de
su deseo privado de sabiduría, de su deseo por la verdad.
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Referencias Bibliográficas
Alberoni, Francesco (1988). Enamoramiento y amor. Barcelona, Gedisa.
Baudrillard, Jean (2003). A transparência do mal. Ensaio sobre os fenómenos extremos.
Campinas, Papirus.
Boulangger Atoche, Lourdes. (2013). El Eros griego y el Eros platónico. Del mito a la
Filosofía. Recuperado el día 10 de junio de 2013 de
http://filosofiaudep.wordpress.com/
Coon, D. (1998). Conducta social: Amor y simpatía: noviazgo, evaluación y comunión.
En: Amor y personalidad. México, International Thomson Editores.
Freud, Sigmund. Obras completas. Vol.18 (1920-22). Más allá del principio de placer y
otras obras. [base de datos]: Versión digitalizada 4.2. Folio Corporations: 1993.
Lewis, T. , Amini, F. , Lannon, R. & Esther, R. (2001). Una teoría general del amor.
Barcelona, RBA.
Ortony, A; Clore, G L & Collins, A.(1996). La estructura cognitiva de las emociones.
España, Siglo XXI.
Platón. (2011). El banquete. Medellín, Universidad de Antioquia.
Wayne, W. (2006). Psicología: temas y variaciones. México, Thomson.
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