Observatorio Virtual ASIA PACÍFICO www.utadeo.edu.co MISTERIOS DE SHAOLIN ¿Mística y meditación budistas, destreza física y autosugestión? El remoto monasterio que preservó durante siglos el “Kungfú” Antonio Fernández Arce En una lucha a puño limpio es fácil derrotar a un rival que esté ebrio. Sí, eso resulta fácil en cualquier parte del mundo, pero no en Shaolín. Ante un adversario que se bambolea debido a la embriaguez, cualquiera se hace ilusiones de abatirlo rápidamente. Pero aquí, en la arena de lucha de este célebre templo, el supuesto beodo aprovecha la confianza y la destreza del rival para derrotarlo con sus propias armas. El “Wushu del borracho” es una de las modalidades más interesantes entre las diversas escuelas del boxeo tradicional chino que, en este paraje remoto, entre tupida floresta y agrestes montañas, han creado, desarrollado y preservado varias generaciones de monjes budistas durante 1.500 años. El famoso Templo de Shaolín, metido entre montañas verduscas en el distrito de Dengfen de la provincia central china de Henán, invita al sosiego y la paz espiritual, como que originalmente fue un monasterio de clausura. Pero también su milenario aislamiento y la naturaleza a veces hostil, explican la felinidad del boxeo que tradicionalmente practican monjes y novicios. Viejos monjes de cabezas rapadas y túnicas amarillas, a los que el cine hongkonés se ha acostumbrado a implicar en historias de intrigas y fantásticas destrezas acrobáticas, enseñan aquí a legiones de jóvenes cómo defenderse de agresiones individuales o masivas. Les enseñan a desplazarse en una sola línea con ágiles movimientos y profunda respiración, y a sacar ventaja de la fuerza de los adversarios para revertirla en su contra. Son algunos de los secretos o misterios de las Artes Marciales chinas forjadas durante miles de años sólo para la autodefensa, y de las cuales el Wushu denominado Kungfú en Occidentees emblemático. Al pie del monte Shaoshi, en el lado occidental de la sagrada montaña Songshan, el monasterio de Shaolín, uno de los más antiguos de China, languidecía casi en ruinas hace tres décadas. Cuando sucumbió la turbulenta Revolución Cultural que durante diez años colapsó económica y culturalmente a China, fue sometido a trabajos de restauración que terminaron en 1979. Desde entonces atrae a miles y miles de turistas extranjeros y visitantes nativos. Ahora tiene adscrito un Centro Internacional de Artes Marciales y una escuela de Kungfú, los más grandes de su género en Asia. Desde Zhengzhou, capital de la provincia de Henán, hay que viajar por carretera durante una hora y media para llegar al templo. Sobre ríspidas vertientes montañosas que flanquean la histórica planicie central china, nutrida por el turbulento Río Amarillo o Hoang Ho cuna de la civilización china, la más antigua e ininterrumpida del mundo-- el Templo de Shaolín es ahora uno de los mayores atractivos en esta región que avanza a convertirse en gran polo de desarrollo económico. Henán está oficialmente consolidando su apertura al mundo exterior, al de las finanzas, la tecnología, las inversiones, el comercio y el turismo, junto con las otras ocho provincias que desde las cadenas montañosas de Kunlún, en el extremo occidental chino, se alinean a lo largo de los 5.300 kilómetros del temible río hasta su desembocadura en el litoral del Pacífico Oriental. El legado de Shaolín Quebrar con las cabezas rapadas una ruma de ladrillos, doblar una filuda lanza sólo con la presión de la fuerza contenida en la garganta, caminar sobre ascuas, atravesarse los músculos con estiletes metálicos sin sangrar, resulta tan espectacular e increíble en los monjes budistas de Shaolín, como sus asombrosos saltos felinos a los tejados, su inimitable destreza acrobática y su pericia en el manejo de sables y alabardas. Todo, previa concentración mental. Shaolín, lo vimos en este mismo templo hace algunos años, fue convertido también en centro del más refinado “Qigong”, una disciplina de concentración mental y dizque de transmisión de energía vital de un ser a otro, que desde la década de los 80s encandiló a muchos. Se lo describía como un ejercicio de concentración y respiración que genera “autopotencia” y “autodominio” para tratar enfermedades de otro modo incurables. Tras la tenaz represión contra la secta “Falun Gong” que osó desafiar el poder del régimen comunista, las diversas modalidades de “Qigong” han ido desapareciendo del mapa de los esoterismos chinos. Pero quedan los legados tradicionales de Shaolín, a veces confundidos con dosis de sugestión. Para muchos, esos fantásticos misterios son los que dan fama a Shaolín. Según ellos, son preservados y desarrollados por la fe y la autosugestión. Para otros tienen explicación científica más allá de la superstición con que algunos los interpretan. Lo real es que Shaolín, el hermoso complejo arquitectónico que es su monasterio, la vida casi ermitaña de sus monjes, sus reliquias históricas, los legados milenarios de su “Wushu”, atraen la atención del mundo exterior, igual que lo hace el portentoso desarrollo económico chino de estos años. Vibrante historia del Monasterio de Shaolín DE LA MEDITACIÓN A LA LUCHA Hace milenio y medio, los monjes anacoretas de Shaolín estaban por entero dedicados a la meditación. El monasterio fue construido el año 495 de nuestra Era. El emperador Xiaowen, de la época conocida como de las Dinastías del Sur y el Norte (420-589), lo mandó erigir para un monje hindú, quien llegó a esa zona a predicar el budismo. Cuando el monje murió, otro sacerdote hindú, a quien se conoce con el nombre de Buddhi-Dharma y de quien se dice fue discípulo del príncipe Sakyamuni (Buda), se instaló en ese remoto templo. Buddhi-Darma es históricamente conocido como el fundador del Budismo chino. En Shaolín él formó la secta budista Chan, que adoptó el llamado “método de la meditación”. Buddhi-Darma Al final de la dinastía Sui (581-618) y en la antesala histórica de la dinastía Tang (618-907), la más esplendorosa de las que han reinado en China, el emperador Li Shimin tuvo que enfrentar con sus desvalidas huestes a las recias hordas de un usurpador de nombre Wang Shichong, quien se había proclamado “emperador de Zheng”. Li Shimin estaba a punto de perder su imperio. Fue entonces que nació la hoy legendaria gloria de Shaolín. El emperador Li Shiming no hubiera podido derrotar a las poderosas fuerzas del usurpador y recuperar el trono si no hubiera buscado la ayuda del monje Yung Zong y de 13 de sus novicios rudamente entrenados en el boxeo de autodefensa. Armados sólo con bastones y porras, los budistas hicieron gala de su excelso arte de lucha cuerpo a cuerpo, o boxeo “Wushu”, y en diversos campos de batalla fueron aniquilando uno tras otro a los enemigos. Li Shimin recuperó el trono y el imperio, y los monjes de Shaolín ganaron fama en toda la antigua China. El emperador entonces concedió honores y más tierras al monasterio, donde la meditación y el Wushu preservaron las hoy aclamadas artes marciales, y donde los monjes de cabezas rapadas y largas túnicas amarillas desde hace tres décadas difunden el boxeo de autodefensa para todo el mundo.