COMENTARIO DE TEXTO Nº 1 Muñoz de Bustillo, Rafael (2009): “Política anticíclica”, Temas para el Debate, 171: 44-47. Lee el artículo de Muñoz de Bustillo (a continuación) y contesta razonadamente a las siguientes preguntas a partir, fundamentalmente, de lo aprendido en el tema 3 (Funciones fiscales del Sector Público). (1) ¿Qué es la política económica anticíclica? (2) En el tema 3, se han revisado distintas perspectivas acerca de cómo debe intervenir el Estado ante una crisis económica. De acuerdo con la lectura del texto, ¿con qué posición crees que se identifica el autor? Razona tú respuesta. (3) Señala dos ejemplos de políticas anticíclicas que se hayan puesto en marcha en España y dos políticas anticíclicas que se hayan introducido en los Estados Unidos de América para luchar contra la actual crisis. 1 POLÍTICA ANTICÍCLICA RAFAEL MUÑOZ DE BUSTILLO LLORENTE CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA APLICADA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA La economía de mercado tiene muchas virtudes, pero entre ellas no está su estabilidad. La enorme importancia que las expectativas tienen en su funcionamiento, y el carácter fuertemente subjetivo y sujeto a comportamientos gregarios y de pánico de éstas, hace que con mayor o menor frecuencia los mercados se vean sujetos a ciclos de auge y depresión. A modo de ejemplo, en el gráfico adjunto se reproduce el comportamiento temporal de la economía estadounidense y española tal y como lo recoge el crecimiento del PIB, donde los valores positivos y crecientes se identificarían con fases de auge económico y los negativos o decrecientes con fases de recesión o depresión dependiendo de su intensidad. Ambos casos revelan la naturaleza cíclica del sistema al que nos referíamos más arriba, mientras que el ejemplo de EEUU nos permite comprobar como la amplitud de tales ciclos era mucho mayor en la primera mitad del siglo pasado (la conclusión se vería reforzada si el gráfico recogiera estimaciones correspondientes al siglo XVIII) que en la actualidad. El gráfico también permite hacer una tercera observación: son muy pocos los años en los que realmente se produce una caída del PIB (en el caso de EEUU en nueve ocasiones en casi seis decenios, y en todos los casos con caídas muy pequeñas si exceptuamos 1982). Ello refleja que la economía de mercado necesita tanto el crecimiento que basta con que deje de crecer, con que se reduzca su tasa de crecimiento, para hablar de crisis. La razón de esa reducción, que no eliminación, de los ciclos económicos en la segunda mitad del siglo XX está en el triunfo de la interpretación keynesiana del funcionamiento de los mercados y en la puesta en marcha de toda una serie de intervenciones públicas en el ámbito de la economía con la finalidad de reducir su inestabilidad. La política económica keynesiana, y la paralela construcción del Estado de Bienestar en este contexto de justificación de la intervención pública en la economía, da lugar a cambios importantes en la dinámica de la economía de mercado. Una parte creciente de la economía, entre en un 30 y un 50% del PIB de los países desarrollados, pasa a funcionar al margen de los movimientos del mercado en la medida en que la asignación de esa renta se realiza dentro del ámbito del Estado. El Estado recauda ingresos que luego gasta directamente (salud, educación, depuradoras, autopistas, pantanos, etc.) o indirectamente (prestaciones por desempleo, pensiones de jubilación, etc.), con lo cual se aísla una parte importante de la actividad económica de los vaivenes del mercado. En una situación de crisis, es cierto, el Estado verá reducido sus ingresos, que al fin y al cabo se obtienen de forma mayoritaria gravando la actividad económica, pero su capacidad de endeudamiento le permitirá, a diferencia del resto de los mortales, mantener su ritmo de gasto. 2 Gráfico 1. Ciclos económicos en EE.UU. y España 25 20 EE.UU 10 España 5 0 19 30 19 34 19 38 19 42 19 46 19 50 19 54 19 58 19 62 19 66 19 70 19 74 19 78 19 82 19 86 19 90 19 94 19 98 20 02 20 06 Variación del PIB (%) 15 -5 -10 -15 Fuente: U.S. Department of Commerce: Bureau of Economic Analysis, OECD, INE, FMI y elaboración propia. Centrándonos en la cuestión que nos ocupa, la lucha contra la recesión económica, teóricamente las medidas expansivas se pueden desarrollar tanto mediante la aplicación de actuaciones de política monetaria como de política fiscal. Y digo teóricamente porque, desde hace ya más de dos décadas ha habido un movimiento de “independencia” de los Bancos Centrales de la tutela de los gobiernos, de forma que la política monetaria ya no está en manos de los representantes de los ciudadanos, sino en manos de un Gobernador del Banco Central, que, normalmente, tiene que rendir cuentas de la estabilidad de precios pero no del comportamiento global de la economía o del crecimiento del desempleo. En todo caso, ante una situación de crisis económica la política monetaria anticíclica consistiría en facilitar la reducción del tipo de interés con la finalidad de incentivar el consumo de bienes duraderos, que normalmente se adquieren mediante endeudamiento, reducir los costes financieros de las empresas e incentivar nuevas inversiones, y reducir el coste de la deuda de los ciudadanos, liberando recursos para el consumo. La opción de actuar sobre el tipo de interés, mediante una política monetaria expansiva es la preferida desde las visiones más conservadoras puesto que es la que menos interfiere en el funcionamiento del mercado en cuanto que las instancias políticas sólo actúan sobre el tipo de interés, dejando que sean los agentes económicos los que deciden qué hacer con ese dinero que, tras la caída del tipo de interés, tiene un coste inferior. Pero junto a esta pretendida ventaja, la política monetaria anticíclica tiene un inconveniente, una reducción del tipo de interés, cuando éste es muy alto, sin duda tiene efectos sobre la economía, pero es más difícil que lo mismo ocurra cuando el tipo de interés ya es muy bajo. Recordemos que, como mucho, el tipo de interés puede llegar a cero, pero no puede bajar más. Como dijo Keynes, cuando hay mucha liquidez, o lo que es casi igual, cuando el tipo de interés es muy bajo, una situación que se conoce como trampa de liquidez, la política monetaria deja de funcionar. Lo mismo pasaría, cuando, 3 como ahora ocurre, la caída del tipo de interés fijado por el Banco Central, no se trasmite a los empresarios y consumidores por la desconfianza existente en las instituciones financieras que redoblan las condiciones exigidas para cumplir con su papel de agentes de intermediación y conceder préstamos y créditos. La otra vía de combatir la caída en la demanda efectiva asociada a las recesiones como la actual, es la actuación directa sobre la demanda por parte del Sector Público. De hecho, una de las ventajas que tiene la política fiscal sobre la monetaria es que no hace falta la toma de decisiones ad hoc para que empiece a funcionar. En la medida en que una parte importante de los gastos y los ingresos públicos dependen de la situación de la economía, el deterioro de ésta dará lugar a una reducción de los ingresos públicos: los ciudadanos tienen menos ingresos y por lo tanto pagan menos impuestos, y en la medida en que los impuestos directos sean progresivos, la caída en ingresos públicos será más que proporcional a la caída de los ingresos privados. Como resultado la reducción de ingresos de los ciudadanos se verá parcialmente compensada por la reducción de los impuestos que pagan. Paralelamente, puesto que la caída en la actividad económica se traducirá en un aumento del desempleo, especialmente en España donde la alta tasa de temporalidad significa que el despido es muy fácil (no hay ni que despedir, para un tercio de los asalariados basta con no renovar el contrato), aumentará, también de forma automática, el gasto en prestaciones por desempleo, de forma que, de nuevo, se compensará parcialmente la caída de ingresos de los ciudadanos. Esto es lo que en jerga económica se conoce como estabilizadores automáticos, ya que de forma automática, la caída en la actividad económica se traduce en un aumento del gasto del sector público y en una reducción de los impuestos, movimientos ambos que sirven para amortiguar la recesión. Este movimiento automático de ingresos generará déficit, como ocurre, por ejemplo, en España en la actualidad, situación que lejos de preocuparnos y ser considerada como un problema debería tranquilizarnos en el sentido de que es la manifestación de que los estabilizadores automáticos están actuando como deben. Puesto que en presencia de una fuerte reducción de la actividad económica, como la actual, muy probablemente la actuación de los estabilizadores automáticos no sea suficiente para compensar en el grado necesario la caída de demanda experimentada por las empresas, el funcionamiento de los estabilizadores automáticos puede, y debe reforzarse, mediante el aumento del gasto, habilitando las partidas necesarias en el presupuesto y generando mayor déficit. Déficit que, de nuevo, lejos de ser un problema debe verse como parte de la solución. Alternativamente, como así se propone desde el principal partido de la oposición, cabe actuar sobre la demanda efectiva de forma indirecta mediante la reducción de los impuestos (como la reciente propuesta de estímulo fiscal de Gordon Brown que entre otros elementos contempla la reducción del tipo medio del IVA del 17,5% al 15%). Este mecanismo, sin embargo, a igualdad de gasto, tiene un efecto más incierto, y en todo caso menor, sobre la demanda efectiva, ya que es de esperar que parte de la reducción de impuestos derive en más ahorro y no en más consumo. Mientras que cada unidad monetaria dedicada al aumento de gasto público se traduce en una unidad de aumento de la demanda efectiva, la misma unidad dedicada a reducir los impuestos (esto colocada en manos de los contribuyentes) se verá minorada en el proceso de convertirse en demanda por la parte que acabe en forma de ahorro. Se puede argumentar que si los impuestos se reducen en aquellos con rentas muy bajas esta parte será relativamente pequeña, pero en cualquier caso, en términos de efectos agregados, tendremos un efecto menor. De nuevo, esta opción, como la opción a 4 favor de la política monetaria, más que ser fruto de una ventaja “técnica” es reflejo de una elección política: el desagrado por el aumento del gasto público y la creencia que los ciudadanos saben gastar sus dineros mejor que el sector público (en lotería, por ejemplo…). Una vez que se decide reforzar los estabilizadores automáticos aumentando discrecionalmente el gasto público, no importa mucho a qué se dedique éste. El propio Keynes bromeaba diciendo que tanto daría llenar botellas con billetes de banco, enterrarlos a una profundidad adecuada en minas de carbón en desuso y dejar que la iniciativa privada, formada en los principios del liberalismo económico, recuperara los billetes. Obviamente hay muchas alternativas para que el gasto, con la finalidad de que además de servir para su misión fundamental: la generación de demanda efectiva para las empresas que permita reducir la intensidad de la crisis, contribuya a mitigar otras necesidades insatisfechas. En el caso de España, si consideramos que la crisis de demanda va acompañada de un fuerte desequilibrio exterior, con un déficit externo que alcanza el 10% del PIB, es recomendable actuaciones en campos que no contribuyan a agravarlo todavía más. Algunas de las actuaciones anunciadas, como el gasto en infraestructuras de pequeña dimensión en ayuntamientos, cumplirían este objetivo, además de ser sectores con alta capacidad de creación de empleo. Las actuaciones en materia de educación preescolar de 0-3 años, o las previstas en la Ley de Dependencia, también tienen una alta capacidad de generación de empleo además de ser ámbitos de gasto público muy desatendidos en nuestro país. Lo importante, ya para terminar, es que las decisiones se tomen de forma ágil, con la finalidad de que entren en funcionamiento antes de que la crisis se haya resuelto por si sola, como ocurrirá antes o después, aunque en ese caso con una profundidad mayor de la que hubiera tenido si tales medidas se hubieran tomado más diligentemente. Para terminar quiero referirme al “lado obscuro” de la política fiscal expansiva. Ya sea por reducción de impuestos, por aumento de gasto o por ambas vías, la política fiscal expansiva se traduce necesariamente en el momento en que tenga cierta intensidad en el aumento del déficit. Sobre el déficit tan sólo señalar dos cuestiones. En primer lugar, hay un temor desmedido e infundado al déficit. Por poner un ejemplo de nuestro pasado más reciente, España en 1996 rozaba un déficit del 5% del PIB, sin embargo una década más tarde tenía superávit del 2% y había reducido su deuda pública del 67% al 40% del PIB. En una situación de crisis lo que hay que hacer es, precisamente, generar déficit, para reducir la intensidad de la misma. Ya habrá tiempo en el futuro, cuando lleguen, que llegarán, las vacas gordas, para eliminar dicho déficit. La única razón teórica, que no empírica, de temer al déficit es la posibilidad de que su financiación reduzca la financiación disponible para la inversión privada, algo que difícilmente va a ocurrir en una situación de crisis, cuando, entre otras cosas, la inversión empresarial se reduce por las malas expectativas y el exceso de capacidad instalada. En 1971 Nixon, haciendo gala de poca perspicacia histórica declaraba: “We are all Keynesians now,” (todos somos keynesianos ahora). Poco después comenzaba un proceso metódico de eliminación del keynesianismo de las Facultades de Economía y de los programas políticos. Parece que esta crisis, ha supuesto el redescubrimiento del papel de la política contracíclica keynesiana. No dejo de maravillarme del acelerado ritmo de conversión de economistas, que hasta hace poco abominaban de la intervención pública y el Estado de Bienestar, y ahora defienden actuaciones contracíclicas decididas. Esperemos que esta conversión no sea sólo una estrategia temporal y que en esta ocasión conservemos la memoria histórica por un poco más de 5 tiempo, para recordar que el mercado tiene comportamientos cíclicos -con o sin nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones- frente a las que, mal que bien, la única política efectiva es la política anticíclica de generación de demanda. Si eso es así, algo bueno habrá salido de la crisis. 6