UN AMIGO LLAMADO JESUS DE NAZARET - Diócesis Coria

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UN AMOR LLAMADO
JESUS DE NAZARET
“La fe que actúa por la caridad”
(Gál.5,6)
CARTA PASTORAL
AÑO DE LA FE
Jubileo de la Catedral de Coria
FRANCISCO CERRO CHAVES
OBISPO DE CORIA-CACERES
DIÓCESIS DE CORIA – CÁCERES
2012-2013
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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CARTA PASTORAL
Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres
UN AMOR LLAMADO
JESUS DE NAZARET
“La fe que actúa por la caridad”
(Gál.5,6)
Jubileo Catedral de Coria
AÑO DE LA FE
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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ÍNDICE
Página
Índice …………………………………………………………..
4
Prólogo …………………………………………………………
5
Carta del Papa con la que se convoca el Año de la Fe ..
7
Conferencia Episcopal - XCIX Asamblea Plenaria …….
20
Objetivos Diocesanos del Plan Pastoral 2010-2015 …
24
Introducción …………………………………………………..
29
I.- La evangelización en nuestra diócesis. ……………..
32
1.
2.
3.
4.
5.
6.
El Plan Pastoral al servicio de la Evangelización.
Jesús de Nazaret y la Evangelización.
La Nueva Evangelización, tarea gozosa del cristiano.
En Cristo no nos puede faltar la esperanza.
Claves para el cumplimiento de nuestra misión de cristianos
en estos momentos recios.
Caminando con esperanza.
II.- Transmitir la fe con la vivencia de la caridad …………
1.
2.
3.
4.
5.
46
El Servicio de la caridad.
El voluntariado cristiano.
Propuestas prácticas para este Año de la Fe viviendo la caridad.
Decálogo de “La fe transmitida en la vivencia de la caridad”.
Oración.
Conclusión ………………………………………………………
4
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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PRÓLOGO
UN NUEVO CURSO DE PASTORAL
TRANSMITIENDO LA FE DESDE LA CARIDAD
Con mucho gusto accedo a escribir unas líneas, a modo de presentación a esta
nueva pastoral de D. Francisco Cerro, Obispo de Coria-Cáceres, cuando la Iglesia
universal celebra el año de la fe y en la diócesis se tiene como objetivo pastoral
preferente ―el servicio de la caridad‖. Su título es muy sugerente ― UN AMOR
LLAMADO JESÚS DE NAZARET‖.
Rezar el Credo supone aceptar las verdades en él contenidas, viviéndolas en
lo más íntimo del corazón de cada persona y en su quehacer en el mundo. Lleva
consigo un deseo de transformación interior conforme a la palabra de Dios y, con
su testimonio, contribuir a la renovación de la Iglesia y a la transformación de este
mundo en más humano y cristiano, es decir, según el Corazón de Dios.
Partiendo de aquí, celebrar las dos efemérides conjuntamente es acertado: un
cristiano cree en un Dios que es Amor y, cuando realiza algún acto de caridad, ve
siempre en el pobre, no sólo a una persona, sino al mismo Dios que sufre en él. Es
S. Juan quien nos lo recuerda: ―La caridad procede de Dios y todo el que ama el
nacido de Dios‖ (1 k.o. 4,7). Palabras puestas al día por Benedicto XVI: ―La fe
actúa por el amor‖ y esta no será autentica, sino ―cuando se vive como experiencia
de un amor que se recibe y comunica como experiencia de gracia y amor‖. (Porta
fidei 6 y 7).
La caridad ha sido distintivo esencial de la Iglesia Católica desde su
constitución. En cuanto los Apóstoles se inundaron del amor de Dios el día de
Pentecostés, comenzó la entrega de unos a otros. No puede uno sentirse amado
por el Señor, si no transmite, en la práctica, ese amor a los hermanos. De ahí que,
entre los primeros cristianos no hubiera indigentes, a pesar de las infidelidades de
algunos.
La Iglesia, no obstante alberga en su seno a santos y pecadores, nunca a lo
largo de los siglos, ha dejado de manifestar ese amor de Dios en los hombres. Por
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eso muchos cristianos, sin esperar nada a cambio, sino sólo al mismo Dios,
dedican sus vidas a quien está solo y marginado, como al primero a quien hay que
atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el
rostro del mismo Cristo. (P.F.14).
Si para el mundo grecorromano era motivo de admiración la igualdad entre
los cristianos y la preocupación por los pobres y desheredados de fortuna, no lo es
menos hoy para los hombres de buena voluntad.
Caritas, Manos Unidas, así como otras instituciones católicas de caridad,
nacionales e internacionales, son respetadas en el mundo porque ellas albergan
en su seno a un gran número de voluntarios, capacitados profesionalmente que
tiene como modelo al mismo Jesús de Nazaret.
Hoy, con el mismo espíritu de siempre, pretender afrontar las dificultades por
las que están pasando muchas personas, consecuencia de la crisis económica
creadora de muchos pobres.
La Iglesia nunca ha deseado ni pretende ahora hacer juicio técnico alguno de
la crisis y sus causas. No es esta su misión, sino de los economistas y políticos.
Pero sí está en condiciones de juzgar el alcance moral de la misma, así como
aconsejar a los cristianos el mejor modo de proceder ante esta situación y con los
necesitados. De ahí que aconseje el Papa: ―La crisis nos obliga a revisar nuestro
camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso‖
(Caritas in Veritate 21).
La crisis actual constituye una catástrofe moral, porque supone una ruptura
masiva de cooperación entre las personas (Raúl González). Quizá se afirme esto,
porque la cooperación al desarrollo se contempló sólo desde su dimensión
económica, olvidando que eran personas quienes producían y a quienes iban
dirigidos los bienes. Esto ha de llevar a los organizadores de la economía, tal vez,
a cambiar el modelo productivo. Pero también ha de enseñarnos a los cristianos,
que la caridad no es simple beneficencia, sino un medio para encontrarnos con
Cristo y ayudar al pobre a realizarse como persona.
Juan Manuel Cuadrado
Vicario de Pastoral General
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Ofrecemos la Carta Apostólica “Porta Fidei” del Papa
Benedicto XVI, como fondo para la reflexión de todo el año
pastoral
CARTA APOSTÓLICA
EN FORMA DE MOTU PROPIO
PORTA FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE
1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con
Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se
cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja
plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un
camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el
que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de
la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don
del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él
(cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo – equivale
a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de
los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio
de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la
Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la
exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más
clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía
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de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en
ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los
hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo
de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud». Sucede hoy con
frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales,
culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando
la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no
sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras
que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente
aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella,
hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una
profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta
(cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de
nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer
en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn4, 14). Debemos
descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida
fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que
son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena
todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino
por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn6, 27). La pregunta planteada
por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué
tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la
respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado»
(Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo
definitivo a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de
octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II,
y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre
de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte
años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi
Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II, con la intención de ilustrar a todos los
fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio
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Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como
instrumento al servicio de la catequesis, realizándose mediante la colaboración de
todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la
Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012,
sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana.
Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de
especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia
está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de
Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los
apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo
testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se
diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta
fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y
exterior, humilde y franca». Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría
adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para
confirmarla y para confesarla». Las grandes transformaciones que tuvieron lugar
en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más
evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios, para testimoniar
cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de
todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y
profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente
en condiciones históricas distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una
«consecuencia y exigencia postconciliar», consciente de las graves dificultades del
tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta
interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el
cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión
propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres
conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su
esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y
asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la
Tradición de la Iglesia. Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio
como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el
Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del
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siglo que comienza». Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a
propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de
Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede
ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre
necesaria de la Iglesia».
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la
vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están
llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor
Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen
gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, ―santo, inocente, sin mancha‖ (Hb 7, 26),
no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los
pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los
pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin
cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación ―en medio
de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios‖, anunciando la cruz y
la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la
fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los
sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo
el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que
al final se manifieste a plena luz».
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada
conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y
resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la
conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el
apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo
fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de
entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una
vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia
humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su
disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el
comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso
que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el
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amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que
cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2;Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena
nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por
los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la
tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada
generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del
Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es
necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva
evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el
entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca
fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La
fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y
se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque
ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en
efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación
del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín,
los creyentes «se fortalecen creyendo». El santo Obispo de Hipona tenía buenos
motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una
búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso
en Dios. Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la
verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual,
consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero
justo para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la
certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las
manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su
origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el
Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el
Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar
este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe
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para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea
más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como
el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en
el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en
nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la
exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de
siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y
todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de
profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe
con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una
ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo
particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia
y también la fuente de donde mana toda su fuerza». Al mismo tiempo, esperamos
que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir
los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, y reflexionar sobre el
mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de
hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a
aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no
olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas
palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli,
la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis
todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las
palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre
la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que
debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo
sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni
cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el
corazón».
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de
manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con
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eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a
Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los
contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda
a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los
labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que
se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la
persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que
Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a
algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que
aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es
importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han
de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona,
no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y
comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un
compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho
privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con
él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente
porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que
se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta
dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don
del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio,
haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En
efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana
cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los
creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia
Católica: «―Creo‖: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada
creyente, principalmente en su bautismo. ―Creemos‖: Es la fe de la Iglesia
confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la
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asamblea litúrgica de los creyentes. ―Creo‖, es también la Iglesia, nuestra Madre,
que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: ―creo‖, ―creemos‖».
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para
dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia
y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la
totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta
implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la
fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer
su misterio de amor.
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto
cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el
sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda
es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino
que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva
inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre». Esta exigencia
constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón
humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no
hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos
pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e
indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la
Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el
trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II
escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de
renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza
de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial».
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso
unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe,
sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia
Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la
Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los
Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los
diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la
doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo
de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus
páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el
encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho,
sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa,
y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la
profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el
testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre
la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la
liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un
verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan
por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para
ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con
los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se
ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la
fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes
que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito
de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia
nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no
puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos,
tienden a la verdad.
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe,
que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.
Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las
mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través
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del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y
constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre
que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa
nuestra fe» (Hb12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del
corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el
dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el
vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación,
de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para
transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por
nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los
últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la
Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel
entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en
quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su
único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo
José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2,
13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él
hasta el Calvario (cf. Jn19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la
resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2,
19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el
Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28).
Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está
presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida
con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de
vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte
(cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de
llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a
todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
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Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la
enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo
en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos
(cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del
Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor
don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para
vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos
concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos
cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la
palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un
año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el
libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza
de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser
cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los
carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús,
presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el
testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la
esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13,
13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el
apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe,
si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana
andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: ―Id en
paz, abrigaos y saciaos‖, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué
sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
18
alguno dirá: ―Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y
yo con mis obras te mostraré la fe‖» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento
constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente,
de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos
dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el
primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque
precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos
reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada
vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo
hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de
olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de
nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el
que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la
vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el
mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la
justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que
«buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2
Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para
que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite
distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros.
Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos
compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo
resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el
testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra
del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios
y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que
este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues
sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor
auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco
en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro,
que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor
en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo
todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando
así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P1, 6-9). La vida de
los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos
han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en
nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz
consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio
de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de
la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy
fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha
vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él:
presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia,
comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la
reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído»
(Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011,
séptimo de mi Pontificado.
BENEDICTO XVI
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Ofrecemos el resumen del nuevo Plan Pastoral de la Conferencia
Episcopal, como una llamada a la Comunión y a vivir en sintonía con la
Nueva Evangelización.
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA
XCIX Asamblea Plenaria
La XCIX Asamblea Plenaria aprobó el pasado 27 de abril el Plan Pastoral de la
Conferencia Episcopal Española (CEE) que lleva por título La nueva
evangelización desde la Palabra de Dios. “Por tu Palabra, echaré las redes (Lc
5,5)”. Tendrá vigencia hasta el año 2015 y será el octavo Plan Pastoral de la CEE.
El contenido está inspirado por las recientes visitas del Papa Benedicto XVI a
España. De hecho, los obispos decidieron aplazar su redacción con el fin de incluir
las enseñanzas que el Santo Padre impartió durante la Jornada Mundial de la
Juventud Madrid 2011. También se han tenido en cuenta a la hora de su
elaboración, la publicación de la Sagrada Biblia. Versión oficial de la CEE, la
proclamación de san Juan de Ávila como Doctor de la Iglesia, que tendrá lugar el
próximo 7 de octubre en Roma y la celebración, en 2015, del V Centenario del
Nacimiento de santa Teresa de Jesús.
El Plan Pastoral se desarrolla dentro del período en el que se conmemora el 50º
aniversario de la apertura y de la clausura del Concilio Vaticano II. Asimismo, el
Año de la fe, convocado por Benedicto XVI, será ocasión propicia para volver
sobre el Concilio. Por ello, el Plan prevé que en los próximos años se vuelva a
impulsar la recepción de la herencia conciliar, mostrando la riqueza de su
enseñanza en continuidad con la Tradición viva de la Iglesia. En este sentido, el
Plan Pastoral recoge como acción culminante del quinquenio la celebración, en el
año 2015, de un Congreso que conmemore el 50º aniversario del Concilio.
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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El Plan está dividido en cuatro partes y en su introducción recoge el compromiso
de los obispos a ―acoger fielmente la llamada de Benedicto XVI a retomar con
nuevo empeño el compromiso a favor de la Nueva Evangelización‖.
Tendrá vigencia hasta el año 2015
Primera parte: La voz del Señor en el sucesor de Pedro
En la primera parte, los obispos recuerdan su ―comunión con el Sucesor de Pedro‖
y las Visitas Apostólicas de Benedicto XVI a Valencia, con motivo del V Encuentro
Mundial de las Familias (2006), a Santiago de Compostela y Barcelona (2010), y a
Madrid para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud (2011). ―Con el sucesor de
Pedro, -indican- sentimos la urgencia de ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús
a permanecer arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (cf. Col 2, 7)‖. La
acción pastoral prioritaria es ―renovar la pastoral juvenil en continuidad con la JMJ
2011‖.
En esta misma línea, y para que la nueva evangelización llegue a las familias, otra
acción pastoral, promovida en este caso por la Subcomisión Episcopal para la
Familia y Defensa de la Vida, será la difusión de un documento que proponga ―la
verdad del amor y oriente sobre la ideología de género y legislación familiar‖.
Segunda parte: Desafíos y oportunidades en el nuevo contexto de
evangelización
En la segunda parte se recogen los desafíos y oportunidades en el nuevo contexto
de evangelización y se indica que el ―Año de la Fe‖ será el momento idóneo para
trabajar de modo intenso en ello, principalmente con la promoción de una pastoral
de la santidad, con ocasión del V Centenario del Nacimiento de santa Teresa de
Jesús. Se trabajará también en la elaboración de un documento centrado en la
proclamación de la fe en Jesucristo y en la contribución de la teología a la nueva
evangelización.
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Los obispos agradecen el ejercicio de la caridad en la comunicación cristiana de
bienes con los parados y las familias víctimas de la crisis, en particular, a través
de Cáritas. Por todo ello, manifiestan que es necesario anunciar el Evangelio en
los nuevos escenarios.
De un modo especial también promoverán diferentes iniciativas de la Comisión
Episcopal de Pastoral Social debido al nuevo contexto marcado por la crisis social
y económica, así como acciones dependientes de la Comisión Episcopal de
Migraciones, en el marco general del paso de una ―pastoral de acogida a una
pastoral de comunión‖ con los inmigrantes.
Tercera parte: Prioridad del encuentro con Cristo, Verbum Domini
La tercera parte da prioridad a celebrar el encuentro con Cristo. ―La liturgia es el
lugar privilegiado donde la Palabra divina resuena con toda su vitalidad‖. La acción
pastoral prioritaria será potenciar la pastoral bíblica y litúrgica junto con la
recepción de la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal
Española.
Otras acciones pastorales, que serán desarrolladas por la Comisión Episcopal de
Enseñanza y Catequesis, serán la redacción y divulgación del catecismo Testigos
del Señor, dedicado a niños y adolescentes, que es continuación del catecismo
Jesús es el Señor.
Además, en esta tercera parte se dedica un epígrafe al testimonio de los mártires.
El Plan Pastoral recuerda, con palabras del Papa Benedicto XVI, que ―por la fe,
los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que
los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor
con el perdón de sus perseguidores‖. Al terminar el Año de la fe, se celebrará, en
octubre de 2013, una ceremonia de beatificación conjunta de mártires del siglo XX
en España. La preparación corre a cargo de la Secretaría General, a través de la
Oficina para las Causas de los Santos, con las diócesis en la que tenga lugar la
celebración.
Cuarta parte: Portadores de esperanza
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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La cuarta parte titulada ―Echaré las redes (Lc 5, 5B). Portadores de esperanza‖
indica que ―la nueva evangelización es tarea de todo el Pueblo de Dios. Es
urgente, en consecuencia, la renovación de todos los agentes de pastoral y,
especialmente, de los sacerdotes‖.
Por tanto, la acción pastoral prioritaria será cuidar a los actores de la nueva
evangelización bajo la inspiración y el patrocinio del nuevo doctor de la Iglesia,
San Juan de Ávila. En los próximos años se desarrollarán diferentes acciones
pastorales que contribuirán a iluminar la vida cristiana desde el magisterio del
Maestro Ávila.
Las Comisiones Episcopales del Clero y de Pastoral, con la colaboración de la
Comisión Episcopal de Misiones y Cooperación entre las Iglesias, serán las
encargadas de coordinar la reflexión entre todos los obispos de la Conferencia
Episcopal sobre la distribución del clero y la colaboración apostólica entre las
diócesis españolas.
Conclusión
El Plan concluye recordando la única motivación que debe animar nuestras
acciones pastorales: ―llevar al encuentro con Cristo vivo en la Iglesia‖. El camino
que conduce a este encuentro – se puede leer en el texto – ―pasa ineludiblemente
por el mayor aprecio a la Palabra de Dios‖.
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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En nuestro Plan Diocesano 2010-2015 “En Cristo no nos
puede faltar la esperanza” está recogido la que ahora
ofrecemos como fondo de la nueva carta pastoral
PLAN PASTORAL
DIOCESANO 2010-2015
PLAN PASTORAL DICOCESANO 2010-2015
III
EL SERVICIO DE LA CARIDAD
El compromiso socio-caritativo, con sus implicaciones personales, parroquiales y
sociales, ha sido objeto de especial atención en todos los planes pastorales
diocesanos, y no quiero que deje de serlo en este primero de mi pontificado. No en
vano es la caridad una de las misiones fundamentales de la Iglesia encomendada
por el mismo Cristo.
Quiero expresar mi alegría y satisfacción porque, en mis visitas a las diversas
parroquias de la diócesis, compruebo que en muchas de ellas está constituida la
organización eclesial de Cáritas.
No obstante, encontramos en ellas, muchos defectos, que deseamos sean
subsanados. Estos se refieren, principalmente, al compromiso y formación
específica de los voluntarios, necesarios para un buen trabajo entusiasmado por
los pobres, nuestros señores.
Pero sabemos que el objetivo de la caridad de la Iglesia y por tanto, de la
institución de Cáritas, no es sólo atender a los pobres individualmente. Es verdad
24
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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que, en muchas ocasiones, debemos darles los alimentos necesarios para
subsistir, pero el objetivo de la Iglesia y por tanto, de Cáritas, consiste en la
transformación de la persona y para ello, es muy necesario el cambio social del
mundo de hoy, a la consecución de cuyo objetivo los cristianos nos sentimos
especialmente llamados. No es auténtico el ejercicio de la caridad que no pretenda
sacar de su degradación física o moral a los pobres, así como esforzarse para que
desaparezcan las estructuras de pecado, para que la misma sociedad ayude, con
su organización, a que nada de esto ocurra.
A conseguir lo señalado hasta aquí, van dirigidos los objetivos y acciones
propuestos. Espero sean aceptados y hechos carne de nuestra carne, para que,
cualquier clase de necesitado, pueda encontrar en la Iglesia aquellos remedios
que solicita. No dudo que así será.
Objetivo General 3º
“Asumir, impulsar y dar a conocer el compromiso
socio-caritativo en los diversos ámbitos de la
Iglesia Diocesana”.
Objetivos específicos:
1. Potenciar el funcionamiento y la coordinación de Cáritas
en los niveles diocesano, arciprestal y parroquial.
Acciones:
Crear, donde no existan, nuevos grupos de Cáritas
parroquiales y arciprestales, como expresión de la
caridad de la Comunidad Cristiana. (Responsables:
párrocos, arciprestes, Consejo de Pastoral Parroquial
y Consejos de Pastoral Arciprestal).
Desarrollar una campaña de concienciación en todas
las parroquias de la diócesis para transmitir que todos
somos de Cáritas. (Responsable: Cáritas Diocesana).
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Preparar y realizar una campaña para que todos los
organismos de la diócesis profundicen en la
Comunicación Cristiana de Bienes. (Responsable:
Cáritas Diocesana).
2. Cuidar la formación.
Acciones:
Ofrecer materiales concretos y sencillos para la
formación teológico-social de las personas que
colaboran en Cáritas, especialmente de aquellos
recién
incorparados.
(Responsable:
Cáritas
Diocesana).
Promover y procurar la formación en Doctrina Social
de la Iglesia para todos los cristianos. (Responsable:
Vicaría de Pastoral Social).
Incluir la Doctrina Social de la Iglesia en los planes de
formación y en los procesos catecumenales , a todos
los niveles. (Responsables: Vicaría de Pastoral Social
y Delegación de Catequesis).
3. Fomentar el Voluntariado.
Acciones:
Realizar una campaña parroquial anual, clara,
concreta, de búsqueda de personas voluntarias que
se comprometan en la tarea socio-caritativa de la
diócesis. (Responsables: Cáritas Diocesana y
coordinadores arciprestales de Cáritas).
Invitar a participar en actividades concretas de Cáritas
a todos aquellos que se preparan para recibir el
Sacramento de la Confirmación y otros jóvenes, para
que la conozcan y se animen a ser voluntarios.
(Responsables: párrocos, catequistas, Cáritas
Parroquial y Cáritas Diocesana).
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Cuidar la espiritualidad del voluntario. (Responsables:
párrocos y Cáritas Diocesana).
4. Promover la coordinación de las instituciones sociocaritativas diocesanas para un mejor funcionamiento de
las mismas.
Acciones:
Ofrecer y coordinar todos los proyectos y recursos
que están al servicio de los necesitados y que se
están realizando en las distintas delegaciones
diocesanas: Pastoral de la Salud, Pastoral
Penitenciaria, Pastoral Obrera, Pastoral de
Inmigrantes, Pastoral Rural,…. (Responsable: Vicaría
de Pastoral Social).
Canalizar los proyectos de Cooperación Internacional
a través de Manos Unidas, Cáritas y Delegación de
Misiones. (Responsables: párrocos, Cáritas
Diocesana, Manos Unidas y Delegación de
Misiones).
5. Realizar propuestas de transformación social en el mundo
de hoy.
Acciones:
Denunciar las situaciones de injusticia y marginación
existentes en la sociedad. (Responsables: Vicaría de
Pastoral Social y delegaciones correspondientes).
Actuar sobre la prevención y las causas de la pobreza
y la exclusión social. (Responsables: Vicaría de
Pastoral Social y delegaciones correspondientes).
Animar a una mayor coherencia entre fe y vida de los
católicos en celebraciones, comuniones, fiestas,
27
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
28
cofradías, gastos,…(Responsables: párrocos y
Delegación de Pastoral Obrera).
Aportar nuestra visión cristiana del mundo y del
hombre, mediante la participación en los medios de
comunicación, cartas al director, Internet, redes
sociales, … (Responsables: Vicaría de Pastoral
Social, Delegación de Medios de Comunicación Social
y Cáritas Diocesana).
Alentar y apoyar la institución “Proyecto Hombre”.
(Responsables: párrocos).
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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CARTA PASTORAL
UN AMOR LLAMADO JESÚS DE NAZARET
La fe que actúa por la caridad
Octubre 2012
INTRODUCCIÓN:
¡Queridos hermanos y hermanas!
Un plan pastoral diocesano, como el nuestro En Cristo no nos puede faltar la
esperanza, tiene que volar con dos alas. El ala de la universalidad que nos une a
toda la Iglesia, como pueblo de Dios que camina por este mundo a la Casa del
Padre, como nos recuerda el Concilio Vaticano II, entre los sufrimientos de los
hombres y los consuelos de Dios1 , y, por otra parte, aterrizar en nuestra realidad
diocesana, que trata de evangelizar esta tierra por donde camina, nuestra Diócesis
de Coria-Cáceres2 .
Hemos unido, porque verdaderamente es ―justo y necesario‖, el Año de la Fe, al
cual Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia, coincidiendo con la celebración
de los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, con el tercer objetivo de nuestro
plan pastoral diocesano En Cristo no nos puede faltar la esperanza, que nos invita
al ejercicio de la caridad. Si en el primer objetivo de nuestro plan pastoral el
protagonismo lo tenían la familia y los jóvenes, y en el segundo los laicos, en este
tercer objetivo, la primacía la tiene el servicio de la caridad. Son todas las
personas las que están llamadas a vivir la caridad y servir especialmente a los
sufrientes, a los pobres, a los que están envueltos en todas las crisis posibles.
1
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes”, 9
2
Ibd. 1
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UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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La vivencia de la caridad es esencial a la fe cristiana: ―una fe sin obras es fe
muerta‖ ( Sant 2, 14-26). Más aún, son indisolubles en la evangelización la fe
profesada y el servicio a los sufrientes, ya que ―la fe actúa por la caridad‖ (Gal 5,
6). Sin la caridad no estaría completo, y aún sería imposible, el anuncio
evangelizador de la Iglesia, porque a través del ejercicio de la caridad, del servicio
a los pobres, se extiende la Buena Noticia del Evangelio de Jesús a los pobres, a
los que sufren (cf. Lc 4, 18), y así se hace creíble la evangelización llevada a cabo
por la iglesia. La caridad es el signo más elocuente en la transmisión de la fe, sin
ella no puede darse aquella. No podemos silenciar la vivencia y el testimonio de la
caridad en nuestro Plan Pastoral diocesano. Benedicto XVI enseña que ―el amor
al prójimo enraizado en el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero
lo es también para toda la comunidad eclesial, y esto en todas sus dimensiones:
desde la comunidad local a la Iglesia particular, hasta abarcar a la Iglesia universal
en su totalidad‖3
El icono de este año de la fe, con el subrayado esencial de nuestra vivencia de la
caridad como Iglesia Diocesana, realizado por un autor actual, Rupnik, que
representa a Jesús en el cenáculo lavando los pies a la humanidad, es muy
sugestivo e interpelante. Solo una Iglesia que se pone de rodillas al servicio de los
sufrientes y empobrecidos de la tierra, abre las puertas de la fe a una humanidad
desorientada y sobre todo sin esperanza. La caridad abre todas las puertas de la
evangelización.
Siguiendo nuestra costumbre de presentar el Plan Pastoral Diocesano En Cristo
no nos puede faltar la esperanza, haremos, si Dios quiere, la presentación de los
objetivos del curso pastoral en los comienzos del mes de octubre en el contexto
del Año de la Fe. Como siempre presentaremos los subrayados pastorales,
rezaremos Vísperas todas las parroquias de la Diócesis unidas y este curso, como
novedad, además de entregar el icono a cada uno, se entregará a los
Arciprestazgos los documentos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia
Católica, que nos llaman a todos a renovarnos volviendo a lo esencial de nuestra
fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad. Entregaré también esta Carta
Pastoral a todos.
3
Benedicto XVI, Deus Caritas est”, 20
30
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
31
El Concilio Vaticano II fue y continúa siendo una auténtica luz y gracia para toda
la Iglesia. Así nos lo recuerda Benedicto XVI:
―He pensado que iniciar el Año de la Fe coincidiendo con el cincuentenario de
apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender
que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras
del beato Juan Pablo II, ―no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos
de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados
y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia (…) Siento más
que nunca el deber de identificar el Concilio como la gran gracia de que la Iglesia
se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula
segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza‖4
El Catecismo de la Iglesia Católica es ―una contribución importantísima a la obra
de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la
enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión
eclesial» (Beato Juan Pablo II, ―Fidei Depositum‖, 115 y 117). Nosotros lo
acogemos una vez más y con gozo, y os lo entregamos de nuevo para que guíe e
ilumine los trabajos catequéticos en nuestras Parroquias y otras comunidades
cristianas.. Así, pues, ―el Catecismo de la Iglesia Católica este Año un verdadero
instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la
formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural‖ 5.
En el Año de la Fe invito a todas las Delegaciones Episcopales, a las Escuelas
Diocesanas, a todas las parroquias y a todos los movimientos, comunidades,
asociaciones, cofradías… a que en sus programaciones para este curso incluyan
el estudio y profundización del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia
Católica, como faros seguros y guías lúcidos para la nueva evangelización.
En este Año de la Fe os exhorto vivamente a vivir inseparablemente las virtudes
teologales, pues no podemos transmitir la fe sin el servicio de la caridad, al que
nos conduce la esperanza.
4
Benedicto XVI, Porta Fidei, 5
5
Ibd. 12
31
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
32
Como veréis, los dos capítulos fundamentales de mi Carta Pastoral, que a todos
os ofrezco, son: la evangelización y el servicio de la caridad.
Encomiendo a la Santísima Virgen de Argeme, en la recta final del Jubileo
Diocesano, el fruto pastoral de este curso, para que realmente vivamos en el
convencimiento de que en Cristo no nos puede faltar la esperanza.
I .- LA EVANGELIZACIÓN EN NUESTRA DIÓCESIS
1.- EL PLAN PASTORAL AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN
Un plan pastoral en clave de nueva evangelización ha de mostrar a
todos los cristianos que la vocación de toda la Iglesia - de todos, siempre y en
todas partes-, es ser santos como exigencia del Bautismo y de la Confirmación
que nos configuran con Jesucristo. Recordemos las palabras del Concilio Vaticano
II:
―Todos en la Iglesia, pertenezcan a la Jerarquía o sean regidos por ella, están
llamados a la santidad, según las palabras del Apóstol: Lo que Dios quiere de
vosotros es que seáis santos (1 Ts 4, 3; cf. Ef 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se
manifiesta sin cesar y debe manifestarse en los frutos de la gracia que el Espíritu
produce en los fieles. Se expresa de muchas maneras en aquellos que en su estilo
de vida tienden a la perfección del amor con edificación de los demás‖6 .
Para que un proyecto pastoral dé fruto se requiere:
* Que abramos nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo y que la
recibimos y acojamos para realizarlo. Desde nuestra pobreza, proclamamos con el
Salmo 127 (126): ―Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los
albañiles, si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas‖
6
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 39; cf. GS 32
32
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
33
* Que seamos capaces de ilusionarnos y trabajar unidos, manifestando que
―los creyentes tenemos un mismo corazón y una sola alma‖ (cf. Hch 4, 32),.
Realizar un Plan pastoral es siempre apostar por vivir el Evangelio en las
entrañas del mundo, para transformarlo y renovarlo desde el Evangelio del Señor.
Esta es la misión de la Iglesia, que corresponde, en primer lugar, a los fieles laicos.
Insertamos aquí sus enseñanzas:
Los laicos ―viven en el mundo, en todas y cada una de las profesiones y
actividades del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social,
que forman como el tejido de su existencia. Es ahí donde Dios los llama a realizar
su función propia, dejándose guiar por el Evangelio para que, desde dentro, como
el fermento, contribuyan a la santificación del mundo, y de esta manera, irradiando
fe, esperanza y amor, sobre todo con el testimonio de su vida, muestren a Cristo a
los demás. A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar todas
las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera
que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del
Creador y Redentor‖7 .
2.- JESÚS DE NAZARET Y LA EVANGELIZACIÓN
Ante este enunciado tan inmenso e impresionante, sentimos la necesidad
interior de insertar aquellas palabras de Jesús en la Sinagoga de Nazaret al iniciar
su vida pública. Leamos y meditemos con profundo respeto:
―El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido.
Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva,
A proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos,
Para dar la libertad a los oprimidos
Y proclamar un año de gracia del Señor. (…)
Comenzó a decirles: ―Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha
cumplido
hoy‖ (Lc.4,18-19.21).
Y ahora después de recordar estas palabras del señor, deseo insertar aquí
unas enseñanzas de Pablo VI en su Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi:
7
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 31
33
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
34
―No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina,
la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios‖8
Y añade:
―La evangelización también debe contener siempre -como base, centro y a la vez
culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de
Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los
hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios‖ 9.
Benedicto XVI, por su parte, nos recordaba que se comienza a ser cristiano con
el encuentro personal con Cristo: ―Hemos creído en el amor de Dios: así puede
expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser
cristiano por una decisión ética o por una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello,
una orientación decisiva‖10 . Sin este encuentro no hallaremos la clave de la
santidad.
En conformidad con la Conferencia Episcopal Española, afirmamos que todo
plan pastoral en clave de nueva evangelización, también el nuestro, tiene que
llevarnos a aceptar, entender y vivir de corazón que sólo en Cristo no nos puede
faltar la esperanza.
Participemos en la Eucaristía, donde nos alimentamos con el pan vivo y
verdadero (cf. Jn.6,51) que sacia el hambre (cf. Jn.6,27) y la sed del hombre para
siempre (cf. Jn.4,14). Recibamos los otros sacramentos que nos transmiten la
gracia divina que nos comunica y llena del amor salvador de Dios. ¡Gracias,
Señor!
El encuentro con Jesús vivo en la Adoración Eucarística nos hará vibrar con los
sentimientos de Cristo si de verdad lo vivimos con fe y profundo amor. Tengamos
siempre en cuenta que, sin una experiencia de encuentro con Cristo vivo, no
seremos capaces de transformar el mundo según los designios de Dios y nuestra
evangelización será estéril e ineficaz.
8
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 22
9
Ibd. 27
10
Benedicto XVI, Deus Caritas est, 1
34
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
35
Descubramos a Cristo presente y vivo en el rostro de los pobres, como nos dice
San Mateo: ―cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos, más pequeños, a Mí
me lo hicisteis‖( Mt 25, 40).
Nos comprometemos a transformar el mundo para que sea
verdaderamente una casa y un hogar donde los sufrientes y necesitados sean los
que tengan toda la atención de nuestro amor.
Nos esforzaremos para poner en el mundo una mesa muy grande en torno
a la cual podamos sentarnos todos los seres humanos, sin excepción alguna, para
compartir los bienes que Dios ha creado para todos.
Una casa, una mesa en cuya cabecera están los pobres, los enfermos, los
humildes…al lado de Jesús que nos preside a todos mostrándonos las huellas de
su amor por nosotros: sus llagas transfiguradas por el Espíritu Santo.
Jesús ―nos amó hasta el extremo‖ (Jn 13, 1). Acerquémonos a Él y
unámonos a Él. No nos separemos nunca de Jesús. Tengamos siempre presente
que Jesús sale en busca de cada uno y, al encontrarnos, nos acoge a cada uno en
la inmensa pobreza de nuestras debilidades, faltas, pecados… y nos lleva con Él
―a su rebaño‖ -la Iglesia-…¡Qué alegría tan grande! ¡Qué don tan inmenso!
¡Gracias, Señor!
Unidos al Divino Corazón de Jesús,
nuestro corazón se hace compasivo y misericordioso;
nuestras manos se hacen diaconía, servicio desinteresado,
a los más necesitados;
nuestras palabras se hacen denuncia del pecado y anuncio
de las bienaventuranzas;
nuestros gestos se hacen fraternos y acogedores.
Sin amor no se puede permanecer de rodillas sirviendo a los empobrecidos
y sufrientes. Meditemos una vez más las palabras de San Pablo: ―Aunque hablara
las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce
que suena o címbalo que retiñe… Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara
mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, no me sirve de nada‖ (1 Co 13 1. 3).
35
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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Jesús de Nazaret, cuyo corazón está lleno de amor, de ternura y de misericordia
(cf. Mt.11,28-29), nos invita a vivir con el corazón entregado. Cuando miramos con
ojos contemplativos y llenos de amor al Corazón traspasado y abierto de Cristo,
nuestro corazón, por la fuerza del Espíritu Santo, queda transformado y
configurado con el suyo: se abre a los necesitados, escucha el clamor de los
pobres, se conmueve ante las necesidades de los demás, se vuelca a favor de los
empobrecidos, se abre de par en par para que los cansados y agobiados
encuentren en él cobijo y amparo….Realmente esto es un milagro de la gracia de
Dios que debemos pedir todos los días al Señor… Descubramos que el amor de
Jesús de Nazaret nos lleva siempre a pedir a Dios que nos dé y regale un corazón
abierto a los sufrientes y unas manos inmensas para ayudarles…
Miremos a los hombres, nuestros hermanos, con los ojos misericordiosos de
Dios. Los veremos entonces con amor y ternura y nos haremos servidores
humildes suyos…Seremos y actuaremos como Jesús que se puso de rodillas
delante de sus discípulos y les lavó los pies a cada uno (cf. Jn. 13, 1-11). Es la
eucaristía existencial que nosotros debemos realizar y vivir en el día a día de
nuestra vida.
En la medida en que vamos dando pasos hacia una espiritualidad cristiana más
profunda, nos encontramos con la mirada de misericordia de Jesús. En Cristo
descubrimos que ―Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenar al
mundo‖ (Jn.3,17), sino que ha venido ―para que tengan vida y vida en abundancia.
Yo soy el buen pastor que da su vida por las ovejas‖ (Jn.10,10).
¡Una maravilla del amor de Cristo! ¡Gracias, Señor! ¡Te queremos con toda
nuestra alma! ¡No nos dejes nunca! ¡No permitas que nos alejemos de Ti! ¡No te
vayas sin nosotros!
3.- LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, TAREA GOZOSA DEL CRISTIANO
Estos tiempos recios y de crisis económica y de valores nos recuerdan que todo
ha de ser oportunidad de crecimiento de la persona y nos ayudan a tomar
conciencia de que el mundo cuanto más se aleja de Dios, más se aparta de los
valores de la persona. Por eso, hoy es muy necesario emprender y realizar con la
fuerza del Espíritu Santo una nueva evangelización.
¿Cómo han de caracterizarse los nuevos evangelizadores?
36
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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No pretendo aquí y ahora ofrecer todos los rasgos que han de caracterizar a
estos evangelizadores. Sólo pondré de relieve uno de ellos: la alegría.
Los evangelizadores de nuestro tiempo han de caracterizarse por una inmensa
alegría de ser cristiano. Sin ese gozo no habrá evangelización. La alegría, bien
escaso en nuestra sociedad, marcada por el sentido de la frustración y sobre todo
por la falta de esperanza; la nota más evangelizadora de un cristiano ha de ser la
alegría del que ―ha conocido el amor‖ (1 Jn 4, 16) y lo ofrece como servicio a
todos. Pablo VI manifestó: ―Conservemos la dulce y confortable alegría de
evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo…con un
ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir. Sea esta la mayor alegría
de nuestras vidas entregadas‖ 11.
Los nuevos evangelizadores deberán beber en las fuentes de la Salvación y cantar
las misericordias del Señor, para llenarse gozo y alegría imperecederas. Jesús de
Nazaret es el manantial inagotable de la nueva vida y la fuente de nuestro gozo.
Así lo dijo y cantó nuestro santo místico y poeta, san Juan de la Cruz: Qué bien sé
yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche… Aquella eterna fonte está
escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche.
Sin la vivencia del ―servir al Señor con alegría‖ (Sal 100 (99), 2), probablemente
muchos hombres y mujeres no se sientan interpelados por nuestra vida, a la que
faltaría la alegría contagiosa que han sabido transmitir los santos de todos los
tiempos. Nuestro mundo se muere de pena, soledad y tristeza.
Recuerdo a gigantes de la caridad cristiana que estaban llenos de una alegría
inmensa y que eran verdaderos testigos de la caridad en nuestra Diócesis. En la
recta final del Jubileo Diocesano de la Catedral de Coria, que concluye con la
solemnidad de la Inmaculada Concepción el día 8 de diciembre, vemos como un
fruto del mismo el haber conocido con mayor profundidad a estos testigos
eminentes de nuestra Iglesia de Coria-Cáceres que nos han puesto en la pista de
lo que debe ser una vida cristiana vivida con autenticidad y en permanente servicio
caritativo a los necesitados. Son personas que han creído en el Amor de Dios y lo
han transmitido a todos. Los santos son modelos que nos muestran el camino para
llegar a la meta: vivir la perfección de la caridad.
11
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 80
37
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
38
San Pedro de Alcántara vivió la caridad con un amor apasionado a Cristo, pobre
y crucificado. Santa Teresa lo definía como ―un hombre hecho de raíces de
árboles‖, pero poseedor de ―un lindo entendimiento‖ y de trato ―muy afable‖, sobre
todo con los pobres y los enfermos. Su profunda contemplación le hizo
profundamente compasivo con los necesitados.
Los corianos más antiguos todavía recuerdan al Beato Marcelo Spínola, obispo
santo de nuestra Diócesis. Queda en la memoria su amor a los más pobres, que
incluso le llevó a entregar con sus propias manos colchas a las familias
necesitadas, y que recorrió Las Hurdes, donde, a pesar de las limitaciones de su
enfermedad, supo estar cerca de todas las personas que vivían en pobreza y
soledad.
La figura de D. Honorio Sánchez de Bustamante, en proceso de beatificación,
canónigo de la Catedral de Coria, que se desvivió por todos sirviendo a los pobres
y enfermos, atendiendo a los seminaristas, sacerdotes y religiosas y pasando
horas y horas en el confesionario. Estaba dotado de una enorme paciencia y con
una sensibilidad especial hacia la religiosidad popular.
El P. Leocadio, fundador de los Esclavos de María y de los pobres, también en
proceso de beatificación, que desde su carisma de vida religiosa se entregó
totalmente a los últimos de entre los últimos, transmitiendo a todos torrentes de
alegría que brotaban de su corazón totalmente unido al de Cristo crucificado.
Estos testigos y muchos más nos animan a vivir cada día el servicio de la caridad
desde la alegría más intensa.
―Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos,
sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la
prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe‖
(Hb 12, 1-2a).
4.- EN CRISTO NO NOS PUEDE FALTAR LA ESPERANZA
Nuestro Proyecto Pastoral, como instrumento válido de evangelización, seguirá su
andadura humilde y fecunda con el apoyo y colaboración de todos y de todas. Los
medios están al servicio de la transmisión del Evangelio, ―fuerza de Dios para la
salvación de todo el que cree ― (Rm. 1,16).
38
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
39
Como plan pastoral para nuestra Diócesis nos ha de ayudar a insertarnos y
situarnos en el Año de la Fe convocado para la Iglesia universal por Benedicto
XVI, con nuestro particular subrayado de la vivencia de la Caridad, tercer objetivo
del Plan Diocesano.
La Iglesia está embarcada en promover con la ayuda del Señor la nueva
evangelización en estos tiempos complejos y difíciles. Por nuestra parte, no
queremos ni estar distantes ni separados de este gran objetivo de la Iglesia ya que
nuestro plan diocesano implica y da en la diana de la nueva evangelización por
muchos motivos:
1º. Nuestro Plan pastoral promueve el anuncio constante de Jesucristo, que es el
centro de la evangelización. Esto es la evangelización: anunciar la vida, muerte y
resurrección de Cristo vivo en la Iglesia a toda persona humana. Pablo VI afirmó:
―no hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la
vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios‖12 .
2º.- Nuestro plan mira a cada persona y le ofrece a Jesucristo como el gran tesoro
de la Iglesia, que solo vive y existe para evangelizar, para llevar la ―Buena Noticia‖
a los que sufren (cf. Lc 4, 18-19). Con este interés por la persona nuestro plan se
une al propósito pastoral del Concilio Vaticano II:
―Hay que salvar, en efecto, a la persona humana y renovar la sociedad humana.
Por consiguiente, el hombre, pero el hombre en su unidad y totalidad, con cuerpo y
alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, será el eje de toda nuestra
exposición‖13 .
3º. En nuestro plan se subrayó, el primer año, la familia. Recordemos que el beato
Juan Pablo II decía con honda preocupación que el gran drama de nuestro tiempo
es que se ha roto la transmisión ordinaria de la fe a través de la familia. Una vez
más os ruego que prestemos la debida atención pastoral a las familias.
12
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi., 22
13
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 3
39
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
40
4º. El año pasado lo dedicamos a los laicos y a potenciar el asociacionismo. Los
laicos, los fieles cristianos iniciados en la fe, inmensa mayoría del pueblo de Dios,
están llamados a evangelizar el mundo según los designios de amor de Dios,
como recordaba el Vaticano II:
―Los laicos, reunidos en el pueblo de Dios y formando el único Cuerpo de Cristo
bajo la única Cabeza, están llamados todos como miembros vivos, a contribuir al
crecimiento y santificación incesante de la Iglesia con todas sus fuerzas, recibidas
por favor del Creador y gracia del Redentor.
El apostolado de los laicos es una participación en la misión salvadora misma de la
Iglesia. Todos estáis destinados a este apostolado por el Señor mismo a través del
bautismo y de la confirmación. Los sacramentos, y sobre todo la Eucaristía,
comunican y alimentan el amor a Dios y a los hombres, que es el alma de todo
apostolado. Los laicos tienen como vocación especial el hacer presente y operante
a la Iglesia en los lugares y circunstancias donde ella no puede llegar a ser la sal
de la tierra sino a través de ellos. Así, todo laico, por el simple hecho de haber
recibido sus dones, es a la vez testigo e instrumento vivo de la misión de la Iglesia
misma según la medida del don de Cristo (Ef 4, 7)‖ 14.
Sin despertar ese gigante dormido, que es el laicado, como recordé en mi carta
pastoral Id también vosotros a mi viña, no se puede realizar la nueva
evangelización. Los laicos tienen en nuestra diócesis el protagonismo que les
corresponde en una Iglesia misterio, comunión y misión. Las parroquias, las
asociaciones, las comunidades y los movimientos están con las puertas abiertas a
los inconformistas con una sociedad que, cuanto más se aleja de Dios, más
envejece. Es necesario acoger los diversos carismas laicales aprobados por la
Iglesia:
―Todos los laicos, por tanto, tienen la sublime tarea de trabajar con empeño para
que el designio divino de salvación llegue cada vez más a todos los hombres de
todos los tiempos y lugares. Por tanto, hay que abrirles el camino en todas partes
para que también ellos, según sus posibilidades y las necesidades de los tiempos,
tomen parte activa en la misión salvadora de la Iglesia‖15 .
14
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 33
15
Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 33
40
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
41
Delegación de Apostolado Seglar, junto con el Foro de Laicos, está haciendo un
esfuerzo, donde ya se ven los frutos, para que verdaderamente se despierte ―el
gigante del laicado‖, sin el cual no se podrá llevar a cabo la nueva evangelización.
Y junto a esto insiste en promover un laicado asociado.
5º.- Los jóvenes. Vosotros, como nos recordó Benedicto XVI en la Jornada
Mundial de la Juventud, en Cuatro Vientos (Madrid,) merecéis también nuestra
atención ya que sin vosotros nuestra Iglesia, nuestras asociaciones, nuestros
grupos, se quedan sin la fresca semilla de vuestra entrega y generosidad. Os
necesitamos. ¡Venid!: la Iglesia es vuestra casa.
Desde vuestra realidad concreta, el matrimonio o la vida laical, participad en la
vida y misión de la Iglesia. Colaborad con generosidad, responsabilidad y lucidez
en la gran tarea de ―transformar el mundo según el corazón de Dios‖ 16.
Os hacemos ahora una invitación muy especial. Os ofrecemos la llamada a
vivir la vocación, el seguimiento de Cristo, en el sacerdocio. Necesitamos santos
sacerdotes que enseñen al mundo cómo sabe Dios y que no tengan miedo de
entregar su vida al servicio de los que sufren. Sacerdotes sin complejos y humildes
como el corazón ―manso y humilde‖ (Mt 11, 29) de Cristo. Nuestro seminario está
abierto a jóvenes valientes y sin complejos, seducidos por Cristo.
Os invitamos también a adentraros en la vida consagrada al Señor por las
sendas de las bienaventuranzas. Sabed que es un carisma que el Espíritu Santo
suscita en la Iglesia misterio de comunión en tensión misionera.
6º. El tercer gran objetivo de nuestro Plan Pastoral es el servicio a la Caridad, que
tiene como referencia teológica y misionera el Año de la Fe.
En esta Carta Pastoral deseo poner de relieve que la Iglesia diocesana ha
privilegiado el camino del servicio de la Caridad en el que se encuentra María
―peregrina de la fe‖, ―figura sublime de los Pobres de Yahvé‖ y la que proclamó en
su Magnificat: ―El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos‖.
Emprender y perseverar en este camino de la caridad es nuestro gran deseo y
propósito, siendo así testigos de la caridad y constructores de la civilización del
16
Ibd. Gaudium et Spes, 34
41
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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amor en nuestro mundo dividido, enfrentado y herido. Queremos ser la Iglesia
samaritana que escucha el clamor de los pobres, que se acerca a ellos con
profundo respeto y compasión, ofreciéndoles el bálsamo que cura sus heridas, que
carga con ellos y se encarga de ellos.
Pongámonos a los pies de la humanidad, como servidores, ya que los discípulos
tienen que vivir, actuar y comportarse como su Señor. Recordemos las palabras
de Jesús a sus discípulos tras lavarles los pies en el Cenáculo de Jerusalén:
―¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ‗el Maestro‘ y
‗el Señor‘, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he
lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os
he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con
vosotros‖ (Jn 13, 12-15). Esto es lo que representa el Icono de este año, que tiene
como fondo nuestro plan diocesano de pastoral.
Y junto a la caridad, la fe, ―sin la cual es imposible agradar a Dios, pues el que se
acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan‖
(Heb.11,9).
Un autor de nuestro tiempo, Rupnik, que construyó la capilla Redemptoris Mater
de Roma, plasmó los misterios luminosos en el Santuario de Lourdes y realizó
algunas obras en la Catedral de la Almudena de Madrid, nos recuerda que la fe es
también el mayor servicio que podemos hacer humildemente a la humanidad.
Recordemos este texto interpelante: ―El servicio que la Iglesia está llamada a
hacer a los hombres y a la sociedad, en nombre de Dios y de Cristo, consiste en
definitiva en ayudarles a creer en el Dios de la salvación, dándoles la posibilidad
de vivir ya desde ahora las realidades del Reino y de inspirar la convivencia
humana en los valores del Evangelio‖17
Sin esta vivencia de la fe y la caridad como servicio a la humanidad no podemos
evangelizar. Ahora bien, para mantenerse uno en la fe y en el amor es necesario
mantener fijos nuestros ojos y nuestra mirada a Cristo ―manso y humilde de
corazón‖ (Mt 11, 29) presente en su Palabra y en los Sacramentos, de modo
eminente en la Eucaristía, misterio del amor, y descubrirlo también vivo en los
necesitados, en los sufrientes.
17
Conferencia Episcopal Española, Testigos del Dios vivo, 55
42
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
43
Esta fe en Jesucristo nos ha de llevar y conducir a la adoración. Sólo los
adoradores ―en espíritu y verdad‖ (Jn 4, 24) son capaces de evangelizar un mundo
que está tan necesitado de testigos del Evangelio. El hombre que adora al ―Amor
de los amores‖ podrá servir a la nueva evangelización; de lo contrario quedará
anclado en el pesimismo y, como los discípulos de Emaús, dirán ―nosotros
esperábamos‖ (Lc 24, 21), igual que todos los decepcionados de Cristo a lo largo
de la historia.
Contemplar el Amor de Cristo es la finalidad de la Adoración Eucarística Perpetua,
a la que animo a toda la diócesis, especialmente a la ciudad de Cáceres y a la de
Coria, y a los pueblos cercanos, para que participen y acudan una y otra vez al
Cenáculo y se llenen de la alegría de conocer un Amor llamado Jesús de Nazaret,
que es el único modelo del amor cristiano y la verdad de todo amor. Una hora a la
semana como experiencia de la Iglesia Diocesana que camina unida en torno a
Cristo vivo en la Eucaristía es el mejor impulso para llevar a cabo la nueva
evangelización. Sin oración, sin adoración, sin contemplación, la evangelización es
estéril y el servicio a los necesitados se hace difícil. Sólo el que ha subido al monte
de la contemplación, como los adoradores ―en espíritu y verdad‖ (Jn 4, 24), como
los apóstoles en el monte Tabor seducidos por la transfiguración de Jesús (cf. Mc
9, 2-8), en el que ―reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente‖ (Col 2, 9),
podrán manifestar, de alguna forma, a los hombres el misterio insondable e
inefable de Dios y enjugar las lágrimas de los que sufren.
7º. Finalmente nos proponemos, para completar nuestro plan diocesano, el cuarto
objetivo, que no es otro que la evangelización. Será llevar el Evangelio
especialmente a los alejados, a los que ya no creen y para los que Dios ya apenas
si es alguien en su vida, a los que viven en la indiferencia, como si Dios no
existiera, el encanto y la plenitud de la vida en comunión con Dios. Salir a los
caminos, a las calles, a las plazas, a todos los lugares a comunicarles la Buena
Noticia de que Dios los ama, de que el amor de Jesús no quita nada, sino que da
mucho más de lo que esperamos. Cuando se descubre el encanto de una vida en
Dios y con Dios, cualquier otra cosa, por importante que sea, se desvanece…
Salgamos a las plazas y calles del mundo a anunciar la Buena Noticia a los que
ya no creen, a los que pasan de Dios y de su Iglesia desde hace mucho tiempo. A
nosotros nos corresponde llevarles la Buena Noticia, un amor llamado Jesús de
43
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
44
Nazaret. Recordemos el mandato misionero del Resucitado, que nos envía a todos
a evangelizar:
―Jesús se acercó a ellos y les habló así: ‗Me ha sido dado todo poder en el cielo y
en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo
que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta
el fin del mundo‘‖ (Mt 28, 18-20)
5.- CLAVES PARA EL CUMPLIMIENTO DE NUESTRA MISIÓN DE
CRISTIANOS EN ESTOS MOMENTOS RECIOS
Potenciar familias cristianas que vivan el gozo y la alegría de su profunda
vocación de ser comunidad de vida y de amor y que den testimonio de la fe a
través de la caridad en la propia vida. Como hemos dicho, el drama que vivimos en
la evangelización hoy sigue siendo que se ha roto el conducto transmisor de la fe a
través de la familia.
Nuestra Diócesis cuenta con la Delegación Episcopal de Familia y Vida y, dentro
de ella, con el Secretariado para la defensa de la vida humana. Ofrece también a
todas las familias, creyentes o no, el Centro de Orientación Familiar (COF), que
seguiremos alentando siempre entre nosotros.
En este contexto de servicio pastoral a la familia, os ruego que:
* promováis una formación profunda y auténtica de los novios para que, al formar
una familia, ―cuyo origen está en el matrimonio‖ (GS 48), asuman y realicen con la
ayuda del Señor la importante misión de transmitir la fe a los hijos, frutos del amor
de los esposos.
* favorezcáis la creación de una cultura vocacional, como insistía el beato Juan
Pablo II. Los jóvenes y el descubrimiento de su vocación de seguimiento de Cristo
en el sacerdocio han de ser también una llamada firme y llena de esfuerzo para
toda la Diócesis, con el anhelo de potenciar la pastoral vocacional y de que ésta
siga dando frutos abundantes.
* sigáis intensificando la pastoral infantil y juvenil ya que sigue estando entre las
grandes prioridades de nuestra pastoral. Sin ella no hay futuro. Sus realidades ya
consolidadas deben ser cuidadas y profundizadas por todos. La nueva oferta de
los grupos diocesanos, el proyecto (J. D.) como esfuerzo para potenciar,
consolidar y continuar todos los grupos juveniles, sobre todo los que surgen desde
44
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
45
la confirmación, nos llevan a tener muy en cuenta estas iniciativas de la
Delegación de Infancia y Juventud, a la que alentamos, unida a la pastoral
vocacional y universitaria, para mostrar al mundo la fuerza del Señor en todos los
ámbitos de la vida.
6.- CAMINANDO CON ESPERANZA
El relevo generacional en las parroquias, movimientos y asociaciones es una
asignatura pendiente que debemos abordar `para superarla entre todos. No es
fácil, pero tampoco imposible, pues sabemos que ―la fuerza de Dios se realiza en
la debilidad‖ (cf. 1 Co 12, 9). Además, sigo confiando en la buena voluntad y el
esfuerzo de todos. En mi primera visita pastoral a la Diócesis puesta bajo el lema
―Tu vara y tu callado me sosiegan”, tomé el pulso a la Diócesis y descubrí el
esfuerzo de las parroquias por renovarse y el trabajo inmenso para que muchos
recuperasen la alegría de ser creyentes y la confianza en la Iglesia.
El apoyo a la formación en el campo de las cofradías, a través de la Escuela
Diocesana Cofrade, es una realidad viva y en su mayoría formada por laicos.
También la Escuela Diocesana de Teología, la Escuela de Espiritualidad y la
Escuela de Doctrina Social de la Iglesia son una oferta evangelizadora y
formativa que hace la Diócesis a todos: ellas han de ser para todos un lugar donde
se formen de manera auténtica, experimenten la necesidad y el gozo de vivir su
bautismo y se comprometan a hacer que en el mundo renazcan la ternura y el
amor de Dios. En este contexto, la potenciación del Itinerario de Formación
Cristiana es necesaria para que los laicos crezcan y unan fe y vida. Es un precioso
instrumento, necesario más que nunca y que debemos apoyar si queremos un
laicado adulto y responsable en la fe.
Sigamos promoviendo la corresponsabilidad en nuestra Iglesia Diocesana,
teniendo presente que ―la comunión eclesial se configura, más precisamente,
como comunión ―orgánica‖, análoga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto,
está caracterizada por la simultánea presencia de la diversidad y de la
complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de
los carismas y de las responsabilidades. Gracias a esta diversidad y
complementariedad, cada fiel laico se encuentra en relación con todo el cuerpo y
45
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
46
le ofrece su propia aportación‖ 18. Pongamos en marcha los Consejos Pastorales
Parroquiales y Arciprestales, como instrumentos válidos y eficaces que sean
expresión de la corresponsabilidad y potencien una pastoral de comunión y de
misión.
Al llegar al final de este apartado, quiero deciros que es mi deseo celebrar,
después de una exquisita y adecuada preparación, en la que nos tomemos el
tiempo necesario, y como fruto de este plan pastoral, realizar en nuestra Diócesis
una ASAMBLEA DIOCESANA DE LAICOS, que complete las ya realizadas en
nuestra Diócesis: La Asamblea Sinodal de la Diócesis de Coria-Cáceres, bajo la
guía de Mons. D. Jesús Domínguez Gómez (marzo-1984 – junio-1987) y La
Asamblea Presbiteral Diocesana, bajo la guía de Mons. D. Ciriaco Benavente
Mateos (Cáceres, 3-7 julio de 1995). Puede ser un instrumento preciso y precioso
que promueva un laicado adulto y responsable que necesitamos.
II.- TRANSMITIR LA FE CON LA VIVENCIA DE LA CARIDAD
Estamos embarcados en la nueva evangelización: toda la Iglesia está llamada a
realizarla. Unas sencillas consideraciones os ofrezco ante esta inmensa y gozosa
tarea.
* La nueva evangelización se realiza con la fuerza del Espíritu Santo que es el
verdadero protagonista de la misma. Recordemos estas palabras de Pablo VI: ―las
técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían
reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del
evangelizador no consigue absolutamente nada sin él. Sin él, la dialéctica más
convincente es impotente sobre el espíritu de los hombres. Sin él, los esquemas
más elaborados sobre bases sociológicas o psicológicas se revelan pronto
desprovistos de todo valor‖19 .
* La nueva evangelización requiere nuestra conversión. Nuestro plan diocesano, y
el último Congreso teológico pastoral que hemos celebrado, nos recuerdan que la
18
Beato Juan Pablo II, Christi Fideles laici, 20
19
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 75
46
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
47
evangelización no se podrá llevar a cabo sin apostar por una profunda conversión
del corazón (sacerdotes, diáconos, religiosos, vida consagrada, laicos). Urge,
pues, promover la conversión de todos ya que la nueva evangelización debe
hacerse con el fervor de los santos: ―conservemos, pues, el fervor espiritual‖ 20.
* La nueva evangelización se hace con la participación de los laicos cristianos.
Urge, pues, despertar a ese gigante que es el laicado cristiano y ayudarle a que
se implique en la vida y misión evangelizadora de la Iglesia.
* La nueva evangelización se hace creíble en el ejercicio de la caridad a favor de
los pobres y necesitados. A lo largo y ancho del próximo curso pastoral, puesto
bajo el signo del Año de la Fe, con el subrayado de la caridad, contemplemos el
Icono de Rupnik, que nos sugiere una Iglesia que con Cristo se pone de rodillas a
los pies de la humanidad, y nos hace comprender en su sencillez que la Iglesia
evangeliza desde la humildad, viviendo de rodillas al servicio de los pobres.
* La nueva evangelización nos llama a anunciar a Jesucristo a todos,
especialmente a los necesitados. Es necesario que la Iglesia, experta en
humanidad, como recordaba Pablo VI en su discurso a la Asamblea General de la
ONU, viva su llamada a evangelizar a todos los hombres y mujeres, especialmente
a los que están hundidos en tremendas amarguras y crisis: ―los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre
todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas
y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no
encuentre eco en su corazón‖ (GS 1). Texto impresionante que nunca debemos
olvidar y siempre debemos realizar.
* La nueva evangelización nos ayuda a descubrir el encanto de la unión y del trato
con Dios. La luz del Evangelio nos hará descubrir el encanto de una vida con
Dios. El trato con Dios no da amargura sino paz y gozo. Por tanto dar a Jesús es lo
que debemos hacer, ya que es lo que más necesita el corazón humano. Sin la
vivencia del Señor no podemos llevar la alegría de la salvación a la humanidad
que se muere de frío y de soledad.
Es necesario ayudar a vivir a tantos cristianos para que recuperen el encanto y la
alegría de una vida con Dios. Que nadie viva instalado en el desencanto ni en la
queja ya que ni será feliz ni hará felices a los demás; más bien, sembrará
20
Ibd. 80
47
UN AMOR LLAMADO JESUS DE NAZARET
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desconcierto y tristeza y hará estéril la acción evangelizadora. Realmente no tiene
delante de sus ojos la grandeza de su vida, que es esencialmente ayudar a
descubrir a todos el encanto de una vida con Dios y una existencia fraterna con los
demás.
1.- EL SERVICIO DE LA CARIDAD
La mirada de conjunto a todo el plan diocesano En Cristo no nos puede faltar la
esperanza nos introduce en este tercer objetivo general: potenciar la vivencia de la
caridad. Sólo la fe que se hace vivencia de caridad se hace creíble, porque ―la fe
sin obras está muerta‖ (Sant 2, 26).
Digamos también que para vivir y realizar la caridad debemos ser contemplativos.
Quienes dicen vivir la caridad sin la contemplación de Cristo vivo en la Eucaristía,
tienen las horas contadas. El hecho de que la caridad nazca del encuentro con el
Amor incondicional de Jesucristo nos advierte que una parroquia ha de potenciar
la vida de oración, la comunión con Cristo vivo, para ser más evangélica y contar
con cristianos que vivan voluntariamente el amor entregado a los que sufren, a
imitación de Jesucristo, que ―no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su
vida como rescate por muchos‖ (Mt 20, 28).
La realización del amor al prójimo debe organizarse bien para ser eficaz. Nos dice
Benedicto XVI: ―El amor necesita también una organización, como presupuesto
para un servicio ordenado. La Iglesia ha sido consciente de que esta tarea ha
tenido una importancia constitutiva para ella desde sus comienzos‖ 21.
Siguiendo esta enseñanza del Papa, no debería existir ninguna parroquia sin
Cáritas. Cáritas es la Iglesia al servicio de los necesitados; es la expresión visible
de la caridad de la Iglesia. Una parroquia que celebra la Eucaristía también se
tiene que poner de ―rodillas‖, en actitud de servicio, ante la humanidad más
necesitada.
Os ofrezco unas enseñanzas del Benedicto XVI para la reflexión de todos:
21
Benedicto XVI, Deus Caritas est, 20
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―El amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los
sufrimientos y las necesidades, incluso materiales de los hombres…, este es el
servicio de la caridad‖ 22.
Es un servicio social absolutamente concreto y espiritual al mismo tiempo, es un
verdadero oficio espiritual, que realiza un cometido esencial de la Iglesia, el del
amor bien ordenado al prójimo 23.
―La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los
Sacramentos y la Palabra‖ 24, pues el ejercicio de la caridad es una tarea esencial
de la Iglesia.
Por eso, ―para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia
social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es
manifestación irrenunciable de su propia esencia‖25. Esta caridad ha de ser
ejercida hacia dentro, los hermanos cristianos necesitados, que deben ser
atendidos con prontitud de tal modo que ―en esta familia no debe haber nadie que
sufra por falta de lo necesario‖26 , y hacia fuera de los confines de la Iglesia, como
nos enseña la parábola del buen Samaritano (Lc 10, 29-37), que ―sigue siendo el
criterio de comportamiento y muestra la universalidad del amor que se dirige hacia
el necesitado encontrado ―casualmente‖ (cf. Lc 10, 31), quienquiera que sea‖27.
Sin el ejercicio de la caridad como señal de nuestra identidad de cristianos, no
vivimos el consejo paulino de ―tener los mismos sentimientos de Cristo‖ (cf. Flp 2,
5). Sin unirse a los sentimientos de Cristo, sin tener sus mismos intereses y su
misma forma de mirar la realidad, no existe caridad.
22
Ibd. 19
23
Benedicto XVI Deus caritas est”, 21
24
Ibd. 22
25
Ibd. 25
26
Ibd. 25
27
Ibd. 25
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Recordemos siempre que una fe que no conduce a la caridad tiene su tiempo
contado, y que una caridad que no se alimenta de la fe no se puede mantener
mucho tiempo, acaba muriendo, como muere el amor, si no bebemos de la fuente
del Amor que brota del costado abierto de Cristo en la Cruz (cf. Jn 19, 34).
2.- EL VOLUNTARIADO CRISTIANO
Son muchos en la Iglesia los que viven y realizan el servicio de la caridad
mediante el voluntariado. Lo reconocemos y lo agradecemos, lo promovemos y lo
apoyamos. Contad con nuestra ayuda y aliento.
El voluntariado cristiano realiza una labor evangélica y necesaria al servicio de los
empobrecidos y necesitados, que todos conocemos y valoramos.
Es verdad que el voluntariado cristiano tiene pocas ayudas oficiales, lo que
dificulta la realización de su misión. Con todo, este voluntariado cristiano vive su
entrega con mayor ahínco y realiza su tarea con mayor generosidad, ya que es
consciente y está plenamente convencido de que, en este momento histórico, es
urgente y necesario su servicio para aliviar tanta necesidad.
Os recomiendo que tengáis y leáis la Guía Diocesana del Voluntariado para
conocer mejor y valorar en su justa medida esta realidad gozosa y evangelizadora
en nuestra Diócesis.
¿De dónde nace el voluntariado cristiano?
Recordemos una vez más las enseñanzas de Benedicto XVI respecto al
voluntariado. Las inserto en este lugar para conocimiento de todos:
―Por lo que se refiere a los colaboradores que desempeñan en la práctica el
servicio de la caridad en la Iglesia se ha dicho ya lo esencial: no han de inspirarse
en los esquemas que pretenden mejorar el mundo siguiendo una ideología, sino
dejarse guiar por la fe que actúa por el amor (cf. Gál.5,6). Han de ser, pues,
personas movidas ante todo por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido
conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo. El
criterio inspirador de su actuación debería ser lo que se dice en la Segunda carta a
los Corintios: ‗Nos apremia el amor de Cristo‘ (5, 14). La conciencia de que, en Él,
Dios mismo se ha entregado por nosotros hasta la muerte, tiene que llevarnos a
vivir no ya para nosotros mismos, sino para Él y, con Él, para los demás. Quien
ama a Cristo ama a la Iglesia y quiere que ésta sea cada vez más expresión e
instrumento del amor que proviene de Él. El colaborador de toda organización
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caritativa católica quiere trabajar con la Iglesia y, por tanto, con el Obispo, con el
fin de que el amor de Dios se difunda por el mundo. Por su participación en el
servicio de amor de la Iglesia, desea ser testigo de Dios y de Cristo y,
precisamente por eso, hacer el bien a los hombres gratuitamente‖ 28.
Llegados a este momento, queremos recordar, reconocer y agradecer la labor que
realizan a favor de los necesitados las instituciones siguientes:
ACISF, asociación de mujeres cristianas que hacen una gran labor con un
voluntariado de mujeres entregadas y creativas al servicio de tantas mujeres
marginadas y sin esperanza. Ellas son corazón abierto en las entrañas del mundo
peor.
Las Voluntarias Vicencianas (AIC), que con su dedicación silenciosa y llena de
amor dedican su tiempo a ayudar a tantas personas necesitadas, excluidas.
Las Conferencias de San Vicente de Paúl que, presentes en Parroquias desde
hace años, son signo elocuente de la caridad de las mismas ayudando y
socorriendo a los necesitados.
Un largo número de voluntarios a los que animo a la oración y a ayudar a
todos nuestros hermanos que atraviesan momentos de gran dificultad.
3.- PROPUESTAS PRÁCTICAS PARA ESTE AÑO DE LA FE VIVIENDO LA
CARIDAD
1ª. Estudiar los documentos del Concilio Vaticano II y profundizar en sus
enseñanzas en todas las parroquias, delegaciones episcopales, asociaciones y
movimientos cristianos, con la ―hermenéutica de continuidad‖. Benedicto XVI
anima a explicar el Concilio Vaticano II a través de la doctrina del Catecismo de la
Iglesia Católica.
2ª. Utilizar, siempre que la norma litúrgica no lo impida, las plegarias eucarísticas
IV (llamada también del Concilio Vaticano II) y la V/c, ―Jesús, modelo de caridad‖
en la celebración de la Eucaristía. Estas Plegarias eucarísticas nos ayudarán a
vivir en profundidad el año de la fe y el servicio de la caridad.
28
Benedicto XVI, Deus Caritas est”, 33
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3ª. Explicar el Credo Niceno Constantinopolitano y el Credo Apostólico,
recuperando lo esencial de nuestra fe, en estos momentos de la historia. Los
sacerdotes podrán tenerlo como hilo conductor en las homilías y también podrán
organizar en la parroquia o en otras comunidades cristianas alguna celebración en
torno al año litúrgico donde se resalte nuestra fe.
4ª. Como pastor de la Diócesis, me gustaría celebrar algún encuentro con todas
las Instituciones que atienden a los necesitados:
* Cáritas Parroquiales y Arciprestales
* Residencias de ancianos y centros de atención al mayor, y
* Las asociaciones que promueven el voluntariado cristiano.
Mi propósito y finalidad es potenciar y, sobre todo, vivir este año, con el
subrayado de la caridad. Haré un programa con estos encuentros, en los que
estaré acompañado del Vicario de Pastoral Social de la Diócesis.
5ª. Invito a la Escuela Diocesana de Teología, a la de Doctrina Social de la
Iglesia, a la de Cofrades y a todas las Delegaciones Diocesanas a estudiar a fondo
el Credo, los documentos del Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica.
4.- DECÁLOGO DE “LA FE TRANSMITIDA EN LA VIVENCIA DE LA CARIDAD”
1. La fe se fortalece cuando se comparte con los demás y se entrega
como un tesoro que enriquece nuestra vida.
2. La fe sin obras de caridad es una fe muerta, estéril.
3. Afirmamos la fe cuando vivimos al servicio de los sufrientes, de los necesitados
ya que de este modos e acredita y se hace creíble.
4. Sin la fe no se lleva hasta las últimas consecuencias el amor universal.
5. Transmitimos la fe cuando el ejercicio de la Caridad está presente en la nueva
evangelización.
6. La Caridad es la (―prueba del algodón‖) el signo que acredita a los que
creemos.
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7. La fe cristiana nos dice que a la tarde de la vida seremos examinados en el
Amor por el Señor.
8. La mirada de Fe nos lleva a descubrir a Cristo en el prójimo.
9. Cuando la Fe no se expresa y se hace visible y operante por medio de la
Caridad, aquella se hace estéril.
10. La Fe y la Caridad crecen en el encuentro personal con Cristo que tiene abierto
siempre su corazón a quien se acerca con sencillez y amor. Son dones de Dios
que, en nuestras manos, se convierten tareas.
5.- ORACIÓN
Padre de la Misericordia
unidos a tu amado Hijo Jesús,
guiados por el Espíritu Santo ―Señor y dador de vida‖,
como Iglesia que camina en Coria-Cáceres
nos ponemos a los pies de la humanidad sufriente
para ser transmisores de la Fe, que hemos recibido,
viviendo con Santa María de Argeme
el servicio de la caridad a los pobres
en estos momentos de nuestra historia que nos toca vivir
según tus designios de paz y de amor.
Amén.
CONCLUSIÓN:
Pongámonos a la obra: ―en tu Nombre, Señor, echaremos las redes‖ y ―remaremos
mar adentro‖.
Caminemos con la guía de ruta que es la Fe y con la meta que es vivir la Caridad,
el amor cristiano.
Cuando san Pablo entona su himno a la caridad parece que se inspira en un
himno que originalmente estaba dedicado a una madre. Quitó la palabra ―madre‖ y
puso la palabra ―caridad‖. Realmente, si ponemos otra vez en vez de caridad la
palabra madre, se entiende perfectamente. Es el capítulo 13 de la primera carta a
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los Corintios, del que algunos han dicho que es de los más bellos que se han
escrito sobre el amor en la historia universal de la humanidad,
Este himno nos recuerda que la caridad tiene rostro femenino, voz y corazón de
mujer, de madre.
A todas las mujeres, a todas las madres de mi Diócesis, quiero agradecerles el
servicio a la Caridad, que como verdaderas ―madres coraje‖ se entregan al servicio
no sólo de sus esposos y de sus hijos sino también de la humanidad que sufre.
Las mujeres, las madres, teniendo como modelo a la Virgen de la Caridad, nos
recuerdan que tenemos que seguir sembrando la Fe viviendo el servicio de la
Caridad, desde lo sencillo y concreto de la vida.
Mi agradecimiento a las mujeres que trabajan en el ministerio hermoso de la
Caridad, en la fraternidad universal desde la que se hace el servicio a los pobres.
¡Cómo no recordar la reciente concesión de la Medalla de Extremadura a las
Hermanas Siervas de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre en nuestras queridas
Hurdes! ¡Gracias, queridas hermanas por vuestra presencia entre nosotros, por
vuestro servicio evangélico y evangelizador, por vuestra caridad silenciosa y
gratuita…! ¡Gracias en el Señor! Cuando uno llega a vuestra casa, se nos acaban
las palabras…Estamos ante la vivencia auténtica y gratuita de la caridad y del
amor a los pobres, a los enfermos, a los desvalidos…! ¡Gracias!
Animo también a las mujeres jóvenes a seguir ayudando en tantos servicios de
caridad como tiene la Iglesia. ¡Con todo lo que tenemos que hacer! ¡Con tantos a
los que tenemos que amar y servir! ¡Con todo lo que podemos sembrar!
También en la familia, en la escuela, en la catequesis, en los grupos laicales, las
mujeres son las que verdaderamente han realizado muchas veces la labor donde
se unen la fe y la caridad que a muchos de nosotros nos cuesta tanto unir. Ellas lo
hacen como una auténtica labor artesanal.
2 de septiembre de 2012
Vº Aniversario de mi Ordenación Episcopal
Jubileo Diocesano en la Catedral de Coria.
A todos mi oración y bendición.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres
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