Velázquez. La fragua de Vulcano (Madrid, Museo

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I. Primer viaje a Italia (1629-1631).
En este viaje entra en contacto con los grandes maestros, de los que
asimila todos sus recursos para ir profundizando en su evolución
histórica. Se intensifica la fluidez de su pintura, abandona los restos de
tenebrismo, estudiando el desnudo y la perspectiva aérea. Destaca La
fragua de Vulcano y la túnica de José.
Velázquez. La fragua de Vulcano (Madrid, Museo del Prado)
La fragua de Vulcano y su pareja La túnica de José, son los lienzos realizados durante su primera
etapa italiana. Es posible que el último estuviese terminado antes de su marcha y que a su regreso
lo retocara. Destacar del lienzo, el tema mitológico, la escena de género y la recreación en los
objetos de lo inanimado. Apolo se presenta en la fragua donde Vulcano está confeccionando una
nueva armadura para Marte, en compañía de sus colaboradores. Ante la sorpresa de estos,
expresada mediante la rica diversidad de gestos que logra Velázquez, Apolo comunica a Vulcano
que su mujer, Venus, le está engañando con Marte. La aureola que rodea a Apolo hace referencia
a la versión de Homero, según la cual el Sol descubrió el engaño. El amplio colorido, que contrasta
violentamente con los tonos oscuros de su etapa sevillana y la tímida apertura de sus primeros
retratos madrileños, el estudio anatómico de los presentes, los juegos lumínicos, el escorzo del
herrero de la derecha, la estratagema para dulcificar la cojera de Vulcano y la disposición de la
escena en forma de friso romano revelan el aprovechamiento del viaje a Italia de Velázquez.
Esta influencia italiana es compatible con rasgos propios de la pintura de Velázquez, tales como
la inclusión de objetos cotidianos, a los que otorga una gran corporeidad, y la inclusión de rostros y
tipos españoles, sacados de la calle, muy lejos del prototipo de belleza. Composición, estudio
anatómico y psicológico.
II. Segunda etapa madrileña (1631-1649).
Continúa la temática religiosa ejecutando el excepcional Crucificado,
inspirado en M. Montañés. Pero son especialmente importantes los
retratos de la familia real Retrato de Felipe IV y el Príncipe Baltasar
Carlos) y su participación en la decoración del Salón de Reinos del
Palacio del Buen Retiro, para el que pinta La Rendición de Breda o
Las Lanzas.
Velázquez. La Rendición de Breda o Las Lanzas (Madrid, Museo del Prado)
Se trata de una pintura de historia con la que supera al resto de los pintores del salón, incluido
Zurbarán. En el lienzo es importante sbrayar tres aspectos:
• La técnica, en donde sabe extraer todas sus posibilidades al óleo, trabajando con una
pincelada cada vez más suelta que le permite una perfecta captación de las calidades
de los objetos y de la nebulosa apariencia del paisaje.
• La concepción espacial, representando una gradación progresiva del terreno, desde
el primer término, donde se disponen los personajes, hasta la brumosa lejanía donde
la vista se pierde, pasando por diferentes planos intermedios. Aquí se llega a la
máxima expresión de lo que se entiende por perspectiva aérea al pintar “la atmósfera”
que se interpone entre la escena principal y el fondo, fundiendo con extraordinaria
maestría los humos provenientes de las destrucciones con el cielo azulado.
• El asunto. Aunque la pintura trata del fin de las hostilidades en Breda, Velásquez
sobrepasa la mera anécdota histórica para hacer una exaltación moral del tratamiento
del vencido, para la que se inspira en una comedia de Calderón, utilizando la alegoría
de la Concordia, que se materializa en el abrazo entre Ambrosio de Espínola y Justino
de Nassau. Persigue el autor, en suma, honrar al vencido, pues la elevación de su
dignidad dará más fama al vencedor. Y así es que no existe diferencia entre los
personajes de uno y otro bando, y el grupo vencedor tan sólo difiere por su colocación
a la derecha y por la mayor altura de sus lanzas.
III. Segundo viaje a Italia (1649-1651).
Es un viaje encargado por el rey en busca de cuadros destinados a la
colección de la corona. Allí pinta el retrato del Papa Inocencio X
(Galería Doria), y la del esclavo Juan de Pareja (Nueva York), además
de dos pequeños cuadros con vistas de Villa Médicis, que se
consideran como precedentes de la estética impresionista por la
importancia que se concede a la luz, verdadera protagonista en estos
paisajes. A este momento debe corresponder La Venus del Espejo
(National Gallery) cuadro excepcional en la pintura española.
Velázquez. Retrato del Papa Inocencio X (Roma, Galería Doria Pamphili)
“Tropo Vero” (¡demasiado verdadero!) exclamó el mismo
pontífice al verlo. Observese el bellísimo tono asalmonado de la
prenda superior, tan similar a la cortina de la Venus del Espejo.
Anécdota de la negación de la recompensa del Papa. Sentado
y de tres cuartos, el viejo, el feo y enérgico Papa se nos
muestra inmediato física ( misma altura visual que nos sostiene
la mirada) y psíquicamente a pesar de su reserva.
Velázquez. Venus del Espejo (Londres, Nacional Gallery)
Estudio de desnudo femenino de una
joven que, de espaldas al espectador se
mira al espejo. Composición en diagonal,
resaltando el blanco cuerpo desnudo de la
joven sobre una sábana azul y a la
izquierda un cortinaje rojo, buscando el
efecto óptico de la lejanía con el azul y el
acercamiento visual del rojo, mientras que
en el centro un paño blanco llama nuestra
atención. La posición de las figuras
conduce la mirada del espectador hacia la
cabeza, para luego saltar hacia el espejo,
en el que se presenta su rostro en
penumbra, con lo que se produce en la
mirada del espectador una característica
composición de vaivén. Sentido cromático
y perspectiva aérea, que matiza las
tonalidades cromáticas, así como el
estudio atmosférico en la imagen reflejada
en el espejo.
IV. Tercera etapa madrileña o etapa final (1651-1660).
Llega al cenit de la vaporisidad con una pintura donde abundan los
tonos rosados y de marfil. Realiza sus obras magistrales en esta etapa,
como los retratos de la Reina doña Mariana de Austria, el tema
alegórico de Palas Atenea y Aracne, conocido Las Hilanderas, y su
obra maestra, Las Meninas, retrato de la infanta Margarita con sus
damas, en el que la maestría de Velázquez y el dominio de la
perspectiva aérea llegan a su culminación, así como la técnica
impresionista en la aplicación de los colores; en este cuadro se
vislumbra, inclusive, un carácter alegórico en la compleja composición
aparentemente sencilla.
Velázquez. Las Meninas (Madrid, Museo del Prado)
Cuadro de familia en torno a la infanta
Margarita y las personas de su corte. Hay que
tener en cuenta varios aspectos:
• Los personajes y el tema. En
primer término, a la derecha, se
encuentran los enanos Nicolás de
Pertusato y Maribárbola, y un perro;
en el centro, la infanta entre las dos
meninas, Agustina de sarmiento,
que le ofrece agua, e Isabel de
Velasco; detrás, en la penumbra, la
pareja formada de doña Marcela de
Ulloa y un guardadamas; al fondo,
fuertemente
iluminado,
el
aposentador José Nieto Velásquez;
en la pared, un espejo en el que se
reflejan los reyes Felipe IV y doña
Mariana de Austria; y a la derecha,
Diego Velásquez, que está pintando
y mirando al espectador, lo que
obliga a suponer la existencia al
menos de dos espejos, uno en el
que refleja todo el conjunto, y otro
para
representar
la
imagen
reflejada.
• Tratamiento de la luz y el
espacio. Las ventanas abiertas,
cerradas o entreabiertas suponen
una gradación lumínica de diversa
intensidad, lo que constituye el
efecto de la perspectiva aérea,
técnicamente conseguida en esta
obra maestra en la que se pueden
considerar múltiples aspectos que
evidencian el carácter intelectual de
la obra de Velásquez. Juego de
luces en el vaivén para llegar a un
espacio más amplio.
• Técnica suelta y vibrante.
Velázquez. Las Hilanderas (Madrid, Museo del Prado)
Esta es una de sus últimas obras. Parte de un escenario realista y cotidiano para narrar un tema
mitológico, la fábula de Aracne, hábil tejedora, que cometió la imprudencia de desafiar a Atenea,
diosa de la sabiduría y de las artes que, transformada en anciana, trató inútilmente de disuadirla y
de infundirle modestia. Para ello elaboró un tapiz que representaba los castigos que los dioses
infrigían a los mortales que los desafiaban, a lo que Aracne respondió realizando otro con los
amores escandalosos de Zeus. La diosa, muy enojada, la convirtió en una araña.
En un primer plano, oscuro y más definido, aparecen cinco hilanderas, mientras en el fondo,
sobreiluminado y de menor nitidez, Atenea se dirige a Aracne en presencia de tres mujeres, ante
un tapiz que es una copia de Tiziano y representa uno de los amores adúlteros de Zeus, el rapto
de Europa. En cuanto a la composición, las figuras de la anciana y la hilandera de espaldas están
inspiradas en las posturas de dos desnudos en la capilla Sextina de Miguel Ángel. Composición de
vaivén y tratamiento de la luz.
La perspectiva aérea y la pincelada suelta e inconexa son rasgos propios de la madurez del
estilo de Velásquez, pero en esta obra además la atención la forma en que consigue representar el
movimiento de la rueca con un suave difuminado.
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