Revista Mexicana de Física ~5 Suplemento (1989) 5127-5129 Ciencia pura, CIenCIa aplicada* Estos dos términos, de un significado aparentemente tan diáfano, han dado lugar a una secuencia de confusiones sorprendentes. Ya antes de la segunda guerra mundial, había quienes -tal M. Polanyi- alegaban que las aplicaciones de la ciencia podían planearse, pero la investigación pura, nunca. Los grandes laboratorios como Chalk River en Canadá u Oak Ridge en Tennessee dieron la demostración práctica de que sí se podía, aunque los resultados obtenidos solo mostraban la eficiencia de esa ciencia planeada y no la honraban. Durante cerca de veinte años, a partir de ese momento, reinaba (por lo menos entre mucha gente ajena a la ciencia) la idea de que bastaba invertir en la invf;sti. gación para que, algunos años después, la economía del país se viera fortalecida. Se dio la "demostración" de que hace tiempo se necesitaban 50 años para pasar de un descubrimiento fundamental a la aplicación industrial, y de que este lapso se había ido acortando; se esperaba que en corto plazo podríamos pasar directamente del laboratorio a "la fábrica, y que la humanidad, inundada de productos cada día más nuevos, viviría feliz. Naturalmente nada de eso resultó. La demostración resultó ser el efecto de una selección bastante parcial de los datos históricos; de hecho, la noción misma de la idea fundamental, del descubrimiento del que surgió alguna aplicación, no resistió a la crítica. La energía nuclear, para tornar un ejemplo típico, se debe, decíase, a la famosa fórmula E = mc2, desarrollada por Einstein en 1905. Pero esta fórmula no hizo mas que indicar la posibilidad en principio de la energía nuclear; por lo menos tan importante fue el trabajo de Lise Meitner, Otto Fris~h y otros que desenredaron las complejidades de la fisióp del uranio, de Enrico Fermi quien realizó experimentalmente la cadena de fisiones, de aquellos muchos que desarrollaron las computadoras sin las cuales el diseño de un reactor sería totalmente imposible, de las generaciones de químicos que perfeccionaron las técnicas de purificación del uranio y del grafito para eliminar los elementos absorbedores de neutrones, de aquellos que ... ¿Cuál fue aquí el descubrimiento clave? Sin embargo, bajo el impulso de tales concepciones surgió la noción de que ciencia pura y ciencia aplicada era la misma cosa. Las dos actividades se confundían, sobre todo al hacer análisis económicos (ya que en la práctica era un poco más difícil), y se inventó el concepto de "research and development" (investigación -pura, entiéndasey desarrollo --de sus aplicaciones, es decir-), que figura en todos los presupuestos nacionales bajo las siglas de R&D. Desde luego, la frontera entre las dos actividades no se deja trazar nítidamente; hay considerables traslapes. °Ma.nuscript dated 1986. 5128 T.A. IJrody Pero del hecho de que no podemos decir exactatTIente hombre en Sil nánco para no ser calvo, no concluimos cuántos pelos nCCl.'Sita un que "calvo" y "melenudo" significan lo mismo. y los efectos económicos tampo("o dieron los frulos tan esperados. Hubo efectivamente un largo período de auge; ¡H'fO ahora nos damos cuenta hasta que punto era artificial. Peor aún, varias de las aplicaciones supuestamente tan benéficas arras* traban darlOS e[lormes, algunos ('cológicos, otros que ara han con nuestros escasos recursos naturales, otros con efect.os desastrosos sobr<' la estructura social. La primera reacción -qlH~ todavía subsiste ell algunas mentes algo infanlilesfue de repudio a todo lo científico. Se pidió una morat.oria de la investigación y un regreso a los bucnos viejos tiempos ch, Ulla cultura anticiC'ntífica (o tal ve""solamente acientífica, si se me permite acuriar este barbarismo) pero sí humana. También se suscitó un exámen un poco ma..o;; serio del problema, exálllen que reveló que ciencia pura y ciencia aplicada no eran ('xactarnente lo mismo, aun si cada quien los definía en forma distinta. Un efecto de est.as indagaciolles fu(~qlle los científicos académicos (algunos por lo menos) rechazaban indignadamcllte t.oda rcsposahilidad por los desast.res que resultaban de nuestrit civilización tCCllológica; eritn los ingenicros, decían, los culpables de no haber pensitdo a dónde llevaban ('sas ideas en principio tan maravillosas, o si no dios entonces los cmpresarios industriales, o simplemente un IH'¡blico demasiado inculto que reclamaba su dosis diaria de milagros "'científicos'" . Otros (con una justificación igualmente parcial) acusaban a los científicos de ser irresponsables y de vivir en una torre de marfil; nUllca se consumieron tales cantidades de marfil como en aquellos años -afortunadamente sin mat.ar un solo elefante. Mientras1tanto pi\.$Ódesapercibido un punto central que aquellos estudios, mitad históricos mitad sociológicos, empezaban a poner en evidencia: el camino de una idca a alguna aplicación p("onómicamcnte significativa es muy inoire-cto. No sólo pasa mucho tiempo entre la conccpción y la aplicación, no sólo hace falta mucho má.s que una idea aislada, resulta que la realización económicamente viable raras veces se logra allí donde brotó la primera semilla. Lo que se pensó en Londres o en Lima se aplica en Samarkanda o en Sydney (o, tal vez más rcalista, lo que se piensa en otras partes del mundo se aplica en Estados Unidos). De hccho las condiciones para que ocurra este proceso son bieTl conocida. •• y hasta obvias. Son tres: (i) grupos de tecnólogos formafto~ con una mente abierta, con conocimientos al día, dispuestos a adoptar ideas nucvas y debidamente estimulados para hacerlo; (ii) capital aventmero, es decir, capitalistas dispuestos a arriesgar inversiones en ramas nuevas en donde los riesgos son grandes y las posibles ganacias (aunque a \'eces a muy largo plazo) son enormes, o alternativamente, un apoyo gubernamental serio y continuado; (iii) una infraestructura de otra.e; industrias que es capaz de surtir en cantidad y calidad todos los acccsorios e intrumcntos necesarios. No necesito subrayar hasta qué punto carecemos en ~Iéxico de lo (Iue implican estas tres condiciones. Los ingenieros y otros tecnólogos reciben una formación estilo siglo XIX en ll1K'Stras cscuela.e; superiores; la parte más poderosa de nuestra industria depende del extranjero, y lejos de fomentar la innovación hace todo lo posihle para frenarla (porque -como cOIlf1('Sansin avergonzarsf'si hubiera grille preparada en este sentido en !\1éxico, seria dcma.siado fácil quc Sf' h'S nacionalizaran sus empresas); Ciencia pum, ciencia aplicada 5129 el apoyo que brinda el gobierno al desarrollo científico y tecnológico si bien existe, es inconstante y generalmente carece de un proyecto coherente o a largo plazo; en cuanto al suministro de materiales e instrumentos, es del conocimiento de todos que tenemos que importar aun aquellos artículos que se fabrican en el país, ya que nucstra industria prefiere la pacotilla al producto de calidad. No sorprende a nadie, en estas circullstancias, que los muchos que hemos intentado lograr la aplicación práctica de nuestros conocimientos hemos sufrido decepción tras decepción. En la industria privada casi no se puede hacer nada. Papá Gobierno, en cambio, se deja convencer y a veces hasta se entusiasma, pero luego dilat'a mucho en producir los medios necesarios; y antes de que pueda dar frutos un proyecto, casi siempre se corta, a veces por motivos políticos de muy corto plazo, a veces simplemente porque se va acabar el sexenio y "no se quiere comprometer al siguiente ,. ". reglmen Las recriminaciones de ciertos subsecretarios de estado, en el sentido de que "los científicos hemos sido mimados" y que ahora es tiempo de que produzcamos, no traducen más que sus propias ignorancias de la realidad nacional. Y cuando se empiezan a formular nuevos planes para el futuro apoyo del gobierno a la ciencia, aparece una nueva confusión: del descubrimiento de que ciencia pura y ciencia aplicada no son la misma cosa se deduce que no tienen mucho que ver, y dado que somos un país subdesarrollado no nos podemos permitir el lujo de tener una ciencia pura al nivel de la de otros países. Este no es más que la confusión anterior al revés. De que sean distintos los dos conceptos no se deriva que no tengan que ver uno con el otro. Al contrario: una vez que los distinguimos con claridad podemos entender como se conectan y se influencian mutuamente. Y entonces descubrimos que la ciencia aplicada realmente se desdobla en aquella que se aplica a otras cicncia.')(lo que da disciplinas como la geofísica y la astrofísica en nuestro ramo, por ejemplo), y aquella que se aplica a problemas de índole económica. Es esta última la que tiene que ver con la tecnología. Descubrimos también que el desarrollo tecnológico depende del de las ciencias puras, ya que el cultivar éstas nos brinda los laboratorios y profesores que pueden dar una enserlanza viva y al día y (tal vez más importante aún) crear una cultura general en el país que sabe lo suficiente de ciencia y tecnología para valorarlas correctamente: ni subestimarlas ni esperar ninguna panacea de ellas. La ciencia, sobre todo la investigación "pura", no resolverá los problemas que nos crea. una estructura social y económica mal ajustada a nuestras nL'Cesidades;pero sí nos puede ofrecer un futuro más digno, sobre todo si la V{'Jnoscorno parte de nuestra cultura, a la cual todos y cada uno tenemos derecho de acceso.