CLAUSTRO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA. PUERTA DEL

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BOLETIN DE LA COMISIÓN DE MONUMENTOS HISTÓRICOS Y ARTÍSTICOS DE NAVARRA
Cliché de Roldan é Hijos
Fototipia de Hauser y Menet.-Madrid
Puerta de la Capilla de Xavier, en la
Catedral
de
Pamplona
CLAUSTRO DE LA CATEDRAL DE PAMPLONA
PUERTA DEL REFECTORIO
Varios son los arqueólogos que se han ocupado de nuestra notable
catedral, y todos han dedicado especial atención á su magnífico claustro,
describiéndolo más ó menos extensamente, pero omitiendo detalles muy
principales que merecen ser estudiados, por el interés que para el conocimiento de la arquitectura religiosa de la Edad media presentan. Bien quisiéramos tener conocimientos y tiempo bastantes para emplearlos en tan
grata tarea; pero escasos los primeros y nada sobrado el segundo, habremos de limitarnos á estudiar algunos de dichos detalles, de que otros no
hayan escrito antes, comenzando por la interesante puerta del antiguo
refectorio, capilla actual de San Francisco Javier.
Tanto M. Brutails, como M. Cénac Moncaut y nuestro amigo de grata
memoria D. Pedro de Madrazo, al recorrer en su descripción el citado
claustro, mencionan la puerta á que nos referimos, diciendo este último
que es «interesante por su escultura» y que «presenta á ambos lados esta»tuas de tamaño natural y en las dos zonas de su entreojiva la entrada
»triunfal de Jesucristo en Jerusalén y el Cenáculo.» Dice M. Cénac
Moncaut, que dicha puerta «encierra en su tímpano ojival bastante buenas
»esculturas de fines del siglo XIV» y que «los bajo-relieves están consa»grados al día de Ramos y á la Cena con los personajes nimbados»,
añadiendo que «las estatuas de Gabriel y de la Virgen hacen centinela,
»como á la entrada de la sala preciosa». M. Brutails, por último, es quien
concede más atención á la puerta, y dice: «En el muro del último tramo,
»está abierta la puerta del refectorio; las dos estatuas que la guarnecen,
»son de bello estilo; la una está coronada; la otra que es absolutamente
»notable, tiene los ojos cubiertos con una venda; sus brazos rotos hoy,
»debían tener los estandartes de la Iglesia y de la Sinagoga. Las dos es»cenas superpuestas del tímpano son la entrada en Jerusalén y debajo
»la Cena.»
No es mucho, como se vé, lo que unos y otros nos dicen de la notable
puerta, siendo sin embargo digna de ser tenida en cuenta la observación
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exacta de M. Brutails respecto al valor y significación de las dos estatuas,
que representan, sin género ninguno de duda, la Iglesia y la Sinagoga y
que tienen marcado parecido con las notabilísimas que existen en el pórtico de la fachada sud de la catedral de Strasburgo, enfrente del Museo
municipal, aunque pertenecen éstas á mediados del siglo XIII, pudiendo
suponerse con probabilidades de acierto, que el escultor de las estatuas
de la puerta del refectorio, conocía las de la mencionada catedral alsaciana, de cuyo campanario seven también reminiscencias en el púlpito ó
tribuna del lector del mismo refectorio. Desgraciadamente, han desaparecido los atributos que ostentaban ambas estatuas, y que serían seguramente, la cruz y el cáliz, la de la Iglesia, situada á la derecha de la puerta, y las tablas y el estandarte con el asta rota, de la que quedan vestigios,
la de la Sinagoga, colocada á la izquierda de aquélla, debiendo mencionarse la circunstancia de que no es muy frecuente la representación de
que hablamos, que creemos única en los monumentos de Navarra, y la de
que esta representación figura casi exclusivamente en los templos de
aquellas poblaciones en que la colonia judía era numerosa, y ante la cual
se exponía á la Sinagoga con el estandarteroto y las tablas caídas, como
se ha dicho: y la cabeza baja y la corona por tierra, como reina destronada.
Los citados arqueólogos reconocen que las esculturas de que nos ocupamos revisten mérito especial, y á primera vista puede apreciarse la diferencia grande que hay entre la rigidez y dureza de las imágenes de San
Pedro y San Pablo de la puerta de la Barbazana, en el mismo claustro, y
la talla de las estatuas de la Iglesia y la Sinagoga de la puerta de que tratamos, en las que tanto el conjunto como el plegado de los paños revelan
un concienzudo estudio del natural, que las coloca á la cabeza de la estatuaria de nuestra iglesia mayor.
Ambas estatuas se apoyan sobre pedestales, que, á derecha é izquierda, forman parte de las fábricas de la puerta, y que se hallan decorados
con arquerías y gabletes, en armonía con los doseletes que cubren las cabezas de aquéllas.
Un simbólico vástago de vid, tallado en alto relieve, y en el que alternan hojas y racimos, recorre las líneas del hueco de la puerta, y ocupando los dos soportes ó canecillos que forman las escotaduras de él y sostienen el dintel, hay dos caprichosas figurillas artísticamente adaptadas á
aquéllos. La representación de las Virtudes y los Vicios fué frecuente en
la escultura de la Edad media á partir de fines del siglo XII, y á aquella
acudió el autor de las figurillas, eligiendo entre las primeras la Caridad, y
en contraposición con esta, la Avaricia entre los segundos; y nada más en
su lugar que la primera para la puerta de un refectorio que llevaba además anejo un departamento para peregrinos y desvalidos, acompañando
al mismo tiempo á la estatua de la Iglesia, y estando representada, como
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en la puerta central de Nuestra Señora de París, por una mujer angelical,
que tiene en su regazo una oveja á la cual acaricia. En oposición á la Caridad y próxima á la Sinagoga, se halla la Avaricia, á la que representa
un judío caracterizado por el obligado puntiagudo gorro, y que oprime en
su mano izquierda un objeto que bien puede ser una bolsa.
La representación de la Iglesia y de la Sinagoga, así como el vástago
de vid de que se ha hecho mención, no son fruto del capricho del artista,
sino que obedecen, como obedeció siempre la decoración de la Edad media, á un conjunto armónico, á una idea, que no siempre sabemos descifrar; y así, van las primeras enlazadas con la entrada de Jesús en Jerusalén, y el segundo se relaciona con la Cena, simbolizando la Eucaristía, como se vé en muchos monumentos cristianos desde los primeros siglos de
la Iglesia, y en particular en las dos pilastras halladas en 1875 cerca de
Baccano, en la Vía Cassia.
Diez y seis pequeñas estatuas, ocho á cada lado, representando los
cuatro profetas mayores y los doce menores, se destacan en la archivolta
separada de la mitad inferior de la puerta por una franja corrida y decorada con dos guirnaldas de hojas que sirve de capitel, siendo el ábaco poligonal, y siguiendo el astrágalo el perfil de las columnas.
Las dos zonas superpuestas en que está dividido el tímpano de la ojiva por medio de una imposta sostenida por arcatura lobulada, se hallan
ocupadas, según se ha repetido, por la entrada de Jesús en Jerusalén la
superior y la Cena la inferior.
A la izquierda de la primera se vé una puerta monumental en la que el
pueblo se agrupa para recibir al Divino Maestro, ante quien un individuo
tiende su manto en el momento en que llega Aquél acompañado de los
doce apóstoles y montado sobre la pollina á la que sigue su pequeña cría.
Desde un árbol en el que se hallan encaramados varios muchachos, se
arrojan ramas al paso de Jesús, viéndose una de éstas en el aire, detalle
que se observa también en un fragmento de mosáico de la Basílica de
Bethleem, del siglo XII, reproducido en la obra «Les églises de la terre
sainte», del conde Melchior de Vogué.
Más interesante que el relieve descrito, es el que representa la Cena,
en el que se ven detalles nada frecuentes y que merecen especial mención. El célebre arquitecto Viollet-le-Duc en su «Diccionario razonado de
»la Arquitectura francesa del siglo XI al siglo XVI», dice en el tomo II,
Pág. 396: «Una de las más bellas representaciones de la Cena se halla so»bre el dintel de la puerta principal de la iglesia de Nántua (siglo XII). Es»ta escultura es muy notable; no se vé á la mesa de Jesucristo mas que
»once apóstoles, Judas está ausente ............. San Juan apoya su cabeza
»sobre el pecho de Nuestro Señor.»
Esta particularidad que como extraordinaria cita el eximio arquitecto,
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la observamos en la puerta que describimos; y no es éste solo el monumento navarro en que aquélla aparece, pues se vé también en el tímpano
del pórtico de Santa María de Ujué.
A primera vista se nota en la puerta del refectorio, que no son más
que once los apóstoles que se sientan á la mesa de Jesús, y el nimbo vacío que se vé á la izquierda de éste, acusa la postura de San Juan, el discípulo bien amado, reclinado sobre el pecho del Maestro; pero al excluir
el artista á Judas, por considerarle indigno de sentarse á aquélla, no se
olvida de él y lo representa, no como comensal, sino por una figurilla raquítica acurrucada en el suelo delante de la mesa y en el medio de ella,
con la mano izquierda metida en el plato que hay al frente de Jesús, recordando las palabras de éste, según San Mateo: «El que mete conmigo
»la mano en el plato, ese es el que me entregará.» Y en confirmación de
esto, existe otro detalle sumamente curioso. Sabido es que desde los primeros tiempos de la Iglesia y debido á la cruel persecución de que ésta
era objeto, los cristianos tuvieron que valerse de signos y símbolos para
representar su doctrina, y entre éstos, el pez ó pescado, cuya palabra en
griego es el acróstico de Jesús, Christus, Filius, Dei, Salvator, representaba á Jesucristo: pues la representación de Judas de que nos ocupamos,
ostenta un pez en su mano derecha, aludiendo claramente a la entrega de
que habló Jesús.
Refiriéndonos á los dos detalles de que hace mérito Viollet-le-Duc, la
ausencia de Judas en la mesa y la actitud de San Juan, hemos dicho que
no solamente se ven aquéllos en la puerta del refectorio de que nos ocupamos, sino que pueden también observarse en la Cena quehay en el
pórtico de Santa María de Ujué, en la que figuran once apóstoles y está
San Juan reclinado sobre la mesa entre los brazos de Jesús; pero no es
esto solo, sino que existe además en aquélla, idéntica representación de
Judas, con el mismo emplazamiento y con el pez en la mano, como en la
puerta que hemos descrito.
Nos ha parecido deber consignar estos detalles que avaloran el mérito
del claustro de nuestra catedral, calificado por Cénac Moncaut de «edificio el más espléndido de este género que nos han dejado los siglos XIV
y XV», ó de «la obra maestra del arte gótico en la región del Pirineo»,
como lo llama el repetido M. Brutails.
FLORENCIO
DE
ANSOLEAGA
Arquitecto.
Septiembre 1912.
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