EL TUTOR CREADOR DE CONFIANZA “Las lamentaciones no resuelven nada. Hay que moverse, prevenir, confiar”. -Juan XXIII (1)- El mundo necesita esperanza, el mundo esta cansado de los agoreros que aguan la fiesta de la vida. El hombre está cansado de tanta verborrea que frena el desarrollo de la felicidad. El hombre está harto de los neoseudofilósofos que quieren demostrar al mundo el absurdo de su vida y de la de todos nosotros, empeñándose en dar brochazos negruzcos a todos los acontecimientos. Recreándose sólo en la necrofilia y en el tedio. El hombre está harto de ser bombardeado por la agonía de vivir, y de que le hagan respirar esa agonía de vivir por la fuerza. El hombre necesita amar la vida para cambiarla, despegarse la pesadumbre que se cierne sobre sus espaldas acerca de su fatídico destino. El hombre necesita respirar el gozo de la felicidad aquí y ahora y para eso es preciso contemplar la impronta del sufrimiento y del dolor, conceptos bien distintos. Por eso el mundo necesita ser educado en la confianza. Educar en la confianza, como en otros valores profundamente humanos, no se limita a una disertación sobre ella por parte del educador, ni tampoco a una pura aprehensión intelectual por parte del educando. Esta actitud ante la vida ha de implicar a todo el ser del educador y del educando al completo. Pero ¿qué es la confianza? Podría definirse de una forma somera como la actitud ante la vida por la que el hombre se siente abierto al lenguaje de los signos de los tempos. Y, ¿qué es vivir en la confianza? Creo que esta frase del Papa Juan es la mejor definición: “Jamás debemos entristecernos por las pésimas condiciones en que nos encontremos. Hay que tener paciencia, mirar a lo alto y pensar en el paraíso”: (2) ¿Qué es pues educar en la confianza? Si recurrimos al lenguaje bíblico, el educador ha de enseñar a saborear la miel de la vida. Este enseñar a amar la vida es hacer descubrir en cada instante lo bueno de ella, interpretar los acontecimientos y las edades y descubrir que éstos nos proveen de las energías suficientes para amar, incluso ante la presencia de la muerte: “Cuando uno es joven, sonríe en el vigor de la edad y de la inocencia; cuando se encuentra en una edad muy avanzada, en la seguridad de que el mundo sigue su camino y él puede retirarse en paz. Otros continuarán la marcha por la buena senda recorrida y seguirán haciendo obras buenas” (3) Educar en la confianza también supone seguir la máxima evangélica: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (4): Dejar que los errores de la vida se entierren solos; no escarbemos en el dolor para enterrarlos porque entonces el sufrimiento se multiplica. No demos vueltas monorrítmicamente a lo que no es pero podía haber sido. Aceptemos la contingencia del presente. No aceptarla es como darse cabezazos contra una enorme masa de hormigón. La preocupación por acontecimientos venideros o consumados encierran cierto ensimismamiento narcisista y una buena dosis de autocomplacencia y auto compasión: “Sucede que, sin saberlo, jugamos con la preocupación. Es un juego peligroso. Puede atraer el interés hacia sí mismo, cuando suponíamos no tenerlo o tener muy poco. Éste juego no se hace sin consecuencias, pues nos lleva hacia atrás. Y lejos de liberar, nos aleja de esa paz que es esencial para el desarrollo de la vida interior”. Educar en la confianza supone interpretar los acontecimientos de la vida que nos producen dolor no como meros agentes de la infelicidad, sino como las “pasividades” (6) que igualmente nos hacen crecer en el amor. -GUIDO GOMEZ SERRA- BIBLIOGRAFIA: 1. Mensaje espiritual de Juan XXIII 2. Mensaje espiritual de Juan XXIII 3. Mensaje espiritual de Juan XXIII 4. Evangelio S. Mt 8,21 5. Pasión de una espera de Hº Roger de Taizè 6. El Medio divino de P. T. de Chardin