Cardelli c/Ente Administrador

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A C U E R D O
En la ciudad de La Plata, a seis de junio de dos
mil uno, habiéndose establecido, de conformidad con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden de votación: doctores Salas, Hitters, de Lázzari, Pisano, Negri, San Martín, Ghione, se reúnen los señores jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo ordinario para pronunciar sentencia definitiva en la causa L.
77.503, "Cardelli, Hugo contra Ente Administrador del Astillero Río Santiago. Accidente de trabajo".
A N T E C E D E N T E S
El Tribunal del Trabajo nº 4 de La Plata se declaró competente para conocer en estas actuaciones promovidas por Hugo Cardelli contra Ente Administrador del Astillero Río Santiago en concepto de indemnización de daños y
perjuicios y daño moral con sustento en el derecho civil.
Sin costas.
La parte demandada dedujo recurso extraordinario
de inaplicabilidad de ley.
Dictada la providencia de autos y hallándose la
causa en estado de pronunciar sentencia, la Suprema Corte
decidió plantear y votar la siguiente
C U E S T I O N
¿Es
fundado
el
recurso
extraordinario
de
ina///
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2
plicabilidad de ley?
V O T A C I O N
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Salas dijo:
I. El tribunal del trabajo que intervino en este
juicio declaró la inconstitucionalidad de los arts. 21, 22,
39 y 46 de la ley 24.557.
II. En primer orden debo señalar que a excepción
del art. 39 de la ley citada, considero inoficiosa la declaración de inconstitucionalidad de los restantes preceptos de la Ley de Riesgos del Trabajo, porque carecen de incidencia para resolver el caso dado.
Tiene dicho esta Corte desde antigua data, en
criterio mantenido en sus distintas integraciones (ver L.
26.877,
sent.
del
11-IX-1979,
"Acuerdos
y
Sentencias":
1979-III, pág. 155), que el resarcimiento derivado de la
aplicación del art. 1109, siguientes y concordantes del Código Civil involucra el quebrantamiento de un deber mucho
más amplio, anterior y distinto al nacido de una relación
convencional, y que la mera circunstancia de que también
haya mediado una relación contractual entre alguna de las
partes del juicio, no inhibe a esta conclusión, ya que entre personas convencionalmente relacionadas pueden aconte///
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L. 77.503
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cer sucesos extraños al contrato que, aunque ocurran en
ocasión o durante el despliegue de las consecuencias del
vínculo quedan marginadas del mismo y de las eventuales vicisitudes de un incumplimiento contractual. Para tener acceso a tal pretensión el damnificado debe necesariamente
demostrar la actitud de culpa u omisión culposa del principal o, en su caso, el riesgo o vicio de la cosa propiedad o
bajo la guarda de aquél, y la relación de causalidad de tales antecedentes con el daño sufrido, generándose de tal
modo responsabilidad de naturaleza extracontractual (conf.
causas L. 33.624, sent. del 2-IV-1985; L. 36.257, sent. del
29-III-1988; L. 40.000, sent. del 27-XII-1988; L. 33.292,
sent. del 19-VI-1984).
Esta doctrina no ofreció reparos durante la vigencia de los regímenes especiales desde la ley 9688 en
adelante sobre accidentes de trabajo anteriores a la sanción de la ley 24.557, toda vez que precisamente se contemplaba en los mismos el ejercicio de la opción por parte de
los trabajadores para obtener la reparación integral por la
acción civil, debiendo en tales casos someterse a los criterios, principios y características del derecho común, con
abstracción de los más favorables contenidos en los sistemas especiales que, como contrapartida, preveían una repa///
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ración tarifada (conf. causas L. 44.506, sent. del 18-IX1990; L. 39.018, sent. del 5-VII-1988).
Lo que cabe analizar ahora es si la disposición
contenida en el art. 39 de la ley 24.557 puede, sin incurrir en conculcación de derechos amparados constitucionalmente, impedir a los trabajadores y sus derechohabientes el
acceso a la vía civil.
En mi opinión, la respuesta es negativa desde que
efectivamente dispone el precepto citado que "las prestaciones de esta ley eximen a los empleadores de toda responsabilidad civil frente a los trabajadores y sus derechohabientes, con la sola excepción de la derivada del art. 1072
del Código Civil" en cuyo caso "también podrán reclamar la
reparación de los daños y perjuicios de acuerdo con las
normas del Código Civil".
Considero en primer lugar que la limitación al
acceso a la vía civil tanto para el trabajador como para
sus derechohabientes en aquellos casos que no están previstos como excepción, esto es, los supuestos de responsabilidad objetiva y subjetiva no provenientes de dolo, deriva en
un distingo inaceptable entre aquéllos y cualquier otro habitante de la Nación respecto de los terceros que lo dañan
y perjudican.
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La atribución de responsabilidad civil genérica
que puede ser invocada por cualquier persona que sufra un
perjuicio patrimonial, no debe serle negada al trabajador
ni a sus derechohabientes, pues ello establece una írrita
distinción frente a los iguales en igualdad de circunstancias (art. 16, Constitución nacional), infringiendo además
el derecho de propiedad y de libre acceso a la justicia
(arts. 17, 18 y 19 de la Constitución nacional y 15 de la
Constitución provincial), así como los distintos tratados
con rango constitucional a partir de su incorporación por
parte del inciso 22 del art. 75 de la Constitución nacional.
La circunstancia de mediar un vínculo contractual
entre el responsable y la víctima del daño no constituye un
elemento que habilite la consagración de una desigualdad de
tal naturaleza y reparación frente a otra víctima o un tercero productor del daño. Máxime porque la diferencia de
trato, en tal caso, no debe ser arbitraria y cabe calificar
de dicho modo la que sólo reconoce como origen la previsibilidad de los costos del sistema y desatiende los fundamentos de la real y efectiva responsabilidad en la producción y consecuente reparación del daño, con respecto al
principio constitucional del alterum non laedere (art. 19,
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Constitución nacional).
La garantía de igualdad ante la ley que consagra
los arts. 11 de la Constitución provincial y 16 de la Carta
Magna nacional, no supone una igualdad aritmética o absoluta, sino la igualdad de tratamiento frente a iguales situaciones o circunstancias. Y una particular distinción respecto de los trabajadores en especial, debiera ser en todo
caso, en favor de aquéllos a fin de responder asimismo a la
garantía de carácter protectorio que tiene el derecho del
trabajo sobre la base de lo dispuesto en el art. 14 bis de
la Constitución nacional. En modo alguno, entonces, puede
aceptarse en nuestro régimen constitucional y legal -como
se cristaliza en la norma en análisis-, que se disminuyan
en su perjuicio sus derechos con relación a los que gozan
en igualdad de condiciones el resto de los habitantes del
país (conf. causas I. 1541, 29-XII-1998; I. 1517, 27-VI1995; I. 1248, 15-V-1990).
La igualdad exige el mismo tratamiento a quienes
se encuentran en idénticas circunstancias, de manera que no
se establezcan excepciones o privilegios que excluyan a
unos de los que se les concede a otros en igualdad de condiciones.
La señalada discriminación en que incurre el art.
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39 de la Ley de Riesgos del Trabajo en desmedro de los derechos del trabajador respecto de los demás habitantes del
país, se consuma incluso respecto a los empleadores no asegurados que sólo responderán ante el dependiente dañado por
eventuales incumplimientos en materia de seguridad e higiene y aún cuando deriven de culpa o negligencia, por las
prestaciones
contenidas
en
la
ley
(art.
28
ap.
1,
ley
24.557). Todo lo expuesto desvirtúa las alegaciones en orden a la justificación de tal distinción, con sustento en
la eventual garantización de las prestaciones contenidas en
la ley, así como a la inmediatez de su percepción.
Los argumentos que puedan desarrollarse en abstracto para pretender sustentar la señalada distinción y
dirigidos todos a la previsibilidad económica que tuvo como
finalidad el sistema cerrado y excluyente creado por la
ley, no constituyen fundamento adecuado de tal discriminación, frente a otras normas de superior nivel jerárquico,
como son las de las Constituciones nacional y provincial
antes citadas.
Ello así no porque el derecho laboral deba necesariamente abrevar en el derecho civil como parámetro óptimo o excluyente de reparación del daño o en referencia a la
constitucionalidad
del
establecimiento
de
un
determinado
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tope en función de las particularidades del sistema, sino
porque es inaudito privar de reparación a los trabajadores
que hubieren sufrido un daño derivado del riesgo o vicio de
las cosas o de culpa o negligencia de quien, encuadrando en
las disposiciones de la normativa genérica que impone el
resarcimiento de los daños y perjuicios ocasionados por
responsabilidad extracontractual, queda eximido de la misma
por el hecho de ser el empleador de la víctima.
Tampoco es argumento válido en tal sentido la
atribución legislativa en orden a la fijación de la política más conveniente a los intereses de la comunidad global por encima de alguno o algunos de los sectores involucrados. Porque en tal caso la política implementada no puede ser irrazonable ni alterar o suprimir los principios,
derechos y garantías reconocidos por la Constitución nacional (art. 28, Constitución nacional). Y si bien la implementación de políticas orientadas a lograr determinados resultados económicos o sociales, constituye una atribución
legislativa, es en cambio facultad del Poder Judicial el
control de su validez constitucional que no incluye el examen de la necesidad, conveniencia o eficacia de su implementación o el acierto del legislador en el ámbito de sus
atribuciones, sino que se enmarca, como en el caso, en el
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estricto examen del contenido de las previsiones establecidas en la norma.
Basta
con
señalar
asimismo
respecto
a
la
ra-
zonabilidad examinada que en el sistema de la ley el incumplimiento del empleador con el plan de mejoramiento instrumentado para la prevención de los riesgos del trabajo, trae
como consecuencia una sanción pecuniaria en favor del fondo
de garantía previsto por la ley (art. 5 ap. 1, ley 24.557),
pero no genera ningún tipo de responsabilidad adicional en
beneficio del trabajador, eventual víctima del daño producido como consecuencia de dicho incumplimiento.
El régimen cerrado y excluyente diseñado en la
ley 24.557, para cumplir objetivos propuestos, deviene además de inconstitucional en injusto, cuando esa previsibilidad económica se obtiene a costa de aniquilar lo que por
derecho corresponde a los trabajadores y se reconoce legal
y constitucionalmente al resto de los habitantes del país
en igualdad de circunstancias, haciendo pesar sobre su persona y su patrimonio socavado con eventuales incapacidades
laborativas la previsibilidad y hermeticidad de los costos.
De manera tal que si bien como se ha visto, la
falta
de
equivalencia
matemática
con
el
sistema
im-
plementado por la Ley de Riesgos del Trabajo no es por sí
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sola demostrativa de discriminación, la limitación que establece el art. 39 de la ley 24.557 no se circunscribe a
una ecuación de tal naturaleza sino lisa y llanamente a la
cancelación del derecho de los damnificados a la reparación
del daño así como a su integralidad aún en supuestos de
responsabilidad extracontractual por comportamientos ilícitos de su empleador, resultando en consecuencia indisimulable la conculcación de las garantías constitucionales antes
mencionadas.
Cabe concluir entonces que la limitación impuesta
por el art. 39 de la ley 24.557 incurre en flagrante violación de expresas normas constitucionales como la basada en
el principio de igualdad ante la ley, de propiedad y libre
acceso a la justicia y consagradas específicamente a través
de los arts. 14 bis, 16, 17, 18, 19, 28 y pactos incorporados por el art. 75 inc. 22 de la Constitución nacional y
art. 15 de la Constitución provincial.
Cabe entonces además aclarar finalmente que no
puede sustraerse al trabajador de acudir a la aplicación de
las normas generales sobre responsabilidad por daño e indemnización plena del que se ha sufrido (confr. Bidart Campos, Germán J. en "La Ley" del 15-IX-2000) y que para que
ello suceda no deviene indispensable postergar la declara///
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ción de inconstitucionalidad de la mencionada norma a la
etapa final al dictarse sentencia siempre que se respete el
derecho de defensa en juicio -como sucede en el caso-, desde que no es necesario determinar previamente cuáles prestaciones indemnizatorias -la de la ley civil o la de la ley
especial- resultan en definitiva más satisfactorias al trabajador siendo que ambos regímenes son distintos en cuanto
a las obligaciones procesales que se le imponen al interesado para reclamar por la vía civil -aunque con el objeto
de obtener una reparación integral- que las que son de
aplicación en materia de la ley especial y por cuya razón
contempla un sistema resarcitorio tarifado. Es obvio que el
ejercicio por parte del trabajador del derecho a obtener
una reparación integral por la acción civil le impone someterse a los criterios, principios y caracteres del derecho
común, no siendo de aplicación los más favorables contenidos en los regímenes legales especiales, que como contrapartida, tienen previsto una reparación tarifada.
Y por lo demás, cabe asimismo señalar que, contrariamente a lo afirmado por el apelante en su queja, esta
Suprema Corte tiene decidido que la demanda de indemnización de daños y perjuicios derivados de un accidente de
trabajo, formulada con sustento en las normas del derecho
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civil (arts. 1113 y 1109, Código Civil) es de competencia
de la justicia laboral, no siendo obstáculo para ello el
dictado de la ley 24.557 desde que no ha modificado tal
competencia (conf. causa Ac. 68.662, res. del 30-IX-1997,
"Alcaraz"). Por consiguiente es inobjetable la decisión del
sentenciante en cuanto al reconocimiento de su propia competencia para entender en estas actuaciones.
III. Por lo dicho, el recurso debe rechazarse;
con costas por su orden atento la forma en que se resuelve
el recurso y a las dificultades interpretativas generadas
por la ley 24.557 (arts. 68 y 289, C.P.C.C.).
Voto por la negativa.
A la misma cuestión planteada, el señor Juez doctor Hitters dijo:
A. PRELIMINAR TELESIS DE LA LEY 24.557.
1. Tal cual surge del Mensaje de elevación del
Poder Ejecutivo del proyecto de ley, que luego recibió sanción legislativa, se propició la reforma del sistema vigente instituido por la ley 24.028, de conformidad con lo pactado en el punto 9 del Acuerdo Marco Para el Empleo, la
Productividad y la Equidad Social suscripto el 25-VII-1994
entre los actores sociales y el Poder Ejecutivo.
Los principales objetivos de la nueva legislación
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según el Poder Ejecutivo, son: a) reducir la siniestralidad
laboral a través de la prevención de los riesgos del trabajo; b) reparar los daños derivados de accidentes del trabajo y de enfermedades laborales incluyendo la rehabilitación
del trabajador damnificado; c) incentivar la recalificación
y la recolocación de los trabajadores damnificados y d)
promover la negociación colectiva para la mejora de las medidas de prevención y de las prestaciones reparadoras.
Según sus lineamientos generales, la Ley de Riesgos del Trabajo se inserta como un subsistema de la seguridad social que se integra con otros institutos como la legislación de higiene y seguridad en el trabajo y el modelo
de jubilaciones y pensiones, con el objeto de proveer al
trabajador una amplia protección frente a los riesgos del
trabajo. Constituye un sistema de prevención y reparación
específico de los riesgos originados en la actividad. En el
diseño de sus instrumentos tutelares se toman como claves
de
bóveda
las
necesidades
que
enfrenta
el
damnificado,
desechando criterios generales propios de la normativa civil y se introduce un conjunto de prestaciones adaptadas a
la problemática laboral.
Asimismo se ha procurado con la creación de un
novedoso esquema para la determinación y revisión del tipo
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y grado de incapacidad del obrero, -comisiones médicas-,
reducir los costos administrativos y judiciales, mejorar la
calidad técnica de los dictámenes, estandarizar criterios
para todo el ámbito de la seguridad social, agilizar la
gestión que es una cuestión clave a los efectos de la automaticidad y liberar a la justicia de una tarea burocrática
que obstaculiza su función y desjerarquiza su rol (sic).
Con
arreglo
al
acuerdo
señalado
anteriormente,
esta normativa se organiza en función de una gestión descentralizada. Se crean las aseguradoras de riesgos del trabajo, entidades de derecho privado con o sin fines de lucro, cuya télesis exclusiva es proveer las prestaciones establecidas en la Ley de Riesgos del Trabajo a cambio de
percibir de sus afiliados una cuota. Como organismo de control se le da vida a la Superintendencia de Riesgos del
Trabajo, que con la colaboración de la Superintendencia de
Seguros de la Nación fiscalizan el funcionamiento general
del sistema.
Como instrumento de tutela de los créditos de los
damnificados se puso en marcha un Fondo de Garantía y un
Fondo de Reserva con supervisión y control de la S.R.T. y
de esta manera se garantiza la efectiva cobertura.
Asimismo se creó el Comité Consultivo Permanente
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integrado por representantes del gobierno y de los actores
sociales (sic), con funciones consultivas en las materias
medulares de la Ley de Riesgos del Trabajo.
Siempre según el Mensaje al que me estoy refiriendo, estamos en presencia de un sistema reparatorio que
pretende enancarse dentro del ámbito de la seguridad social, en tanto la ley mencionada, no regula únicamente el
modo en que habrán de resarcirse los accidentes del trabajo, sino que potencia todo un sistema de relaciones cerrado
y complejo que involucra la intervención de las comisiones
médicas, de una Comisión Médica Central y de la justicia
federal, en principio como instancia revisora. Se han pergeñado normas sustanciales y también adjetivas en un sólido
bloque que resulta inescindible.
El cuerpo legal bajo análisis deroga a partir de
su vigencia plena a la ley 24.028, y en definitiva implanta
un nuevo modelo de responsabilidad individual de los empleadores a quienes se le impone contratar un seguro de carácter obligatorio, y cumplir con otros requisitos.
Desaparece de este modo el carril de opción que
desde 1915 tenía operatividad en el país a través del famoso art. 17 de la ley 9688, que con variantes fue sostenido
por las normas sucesivas que contornearon el instituto de
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marras, incluyendo -con ciertas particularidades- la ley
24.028, anterior a la actualmente vigente. Este cambio de
tornas -y otros que luego abordaré- ha generado una serie
de ataques a la constitucionalidad del nuevo cuerpo legal,
y estos embates han sido apoyados por gran parte de los
doctrinantes (ver Jornadas de Análisis y Debate sobre Accidentes de Trabajo, efectuadas en la Capital Federal, los
días 29 y 30 de marzo de 1996, patrocinada por el Colegio
de Abogados Laboralistas) y también por numerosos pronunciamientos judiciales, a tal punto que algunos legisladores
han elaborado Proyectos para modificar esta ley a fin de
asegurar la supervivencia del modelo.
En suma es dable acotar que el cuerpo legal sub
examine se erige -tal cual ya lo expresé- como un sistema de
prevención y reparación de los riesgos de trabajo y tiene
como punto de mira -según surge de las discusiones parlamentarias y del Mensaje de elevación de la ley (ver Antecedentes Parlamentarios, "La Ley", t. 1996, págs. 373 y siguientes, y en especial, 500 y 556)- reducir los costos administrativos y judiciales, agilizar el cobro de las indemnizaciones, y estandarizar los criterios para todo el ámbito de
la seguridad social -que en verdad sólo se logra a cabalidad
a través de la casación que lleva a cabo la Corte nacional,
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aún tratándose de fallos provenientes de jueces provinciales- y liberar a la justicia de la función burocrática de
determinar el quantum de la indemnización (véase Ackerman,
Mario E., La Ley sobre riesgos del trabajo y la responsabilidad civil del empleador en D.T., 1996-A, p. 655 y ss.).
Lo que en realidad se ha buscado -entre otras cosas- es dejar sin efecto la tan temida opción por la legislación civil que según se ha dicho en diversas publicaciones encarece el costo empresarial perjudicando indirectamente al trabajador.
Todas estas finalidades podrán discutirse, o no,
tanto desde la perspectiva de la técnica legislativa como
de las ventajas o inconvenientes que le pueden originar al
sistema, mas ello escapa al control judicial de constitucionalidad, que sólo debe ocuparse de determinar si las
normas analizadas encajan en el esquema de la Carta Magna
nacional.
B.
CONTROL
DE
CONSTITUCIONALIDAD
DE
LA
LEY
24.557.
a) Introducción.
2. Si bien es cierto que en principio todos los
actos y normas están sujetos a la revisión judicial de superlegalidad, hay materias que por excepción quedan margi///
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nadas de este tipo de inspección. Son las llamadas political questions, que gracias a la tenacidad de la doctrina y
al empeño de los jueces cada vez son menos las parcelas que
permanecen fuera de la revisión judicial (C.S.N., "Juzgado
de Instrucción de Goya..." del 21-IV-1992. Idem, "Balaguer"
del 31-III-1993, etc.), pues cuando aparecen temas que escapan a este tipo de inspección, fracasa en parte el postulado de supremacía de la Carta Suprema (mi voto, causa I.
1583, sent. del 8-VII-1997).
Empero hay casos en los que se ha admitido que
algunos actos no son "revisables", por ejemplo en etapas de
emergencia revolucionaria se ha sostenido que ciertas actas
o estatutos ad hoc estaban por encima de la Carta Suprema,
o que ésta era válida en cuanto no se oponía a ellos; o
cuando en épocas de guerra el más Alto Tribunal de la Nación había dicho que el derecho internacional prevalecía
sobre la Constitución, o que los poderes de guerra del presidente de la Nación son anteriores, y superiores a la propia Carta Fundamental; también, con referencia a ciertos
actos del Poder Ejecutivo donde campea el principio de discrecionalidad, o de determinadas actividades del Poder Legislativo, por ejemplo las que tienen que ver con el trámite de creación y sanción de las leyes.
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En este aspecto, por mucho tiempo se señaló que
las resoluciones de los tribunales de enjuiciamiento no
eran judiciables, sin embargo la propia Corte de la Nación
en los casos "Graffigna Latino" del año 1986; "Juzgado de
Instrucción de Goya" -fallado en el año 1992-; "Nicosia"
-resuelto en el año 1993-, entre otros, se hizo cargo a
través del recurso extraordinario, del control de constitucionalidad de estos pronunciamientos, llegando a la conclusión que las decisiones en materia de los llamados juicios
políticos o enjuiciamiento de magistrados son cuestiones
"judiciables", hayan tramitado en la esfera provincial o
nacional, y por ende revisables por los cuerpos jurisdiccionales (C.S.N., in re, "Nellar" del 30-IV-1996, véase Bidart Campos, "La revisión judicial de las decisiones destitutorias de enjuiciamiento de magistrados", La Ley, Suplemento de Derecho Constitucional, 7-X-1996, p. 13).
Compartiendo la postura de Bidart Campos, considero que -en principio- todos los actos y normas están sujetos al control judicial de constitucionalidad, y que estas pautas no violan el principio de división de los poderes (Bidart Campos, Germán, "El Derecho de la Constitución
y su fuerza normativa", Ediar, p. 428/37).
Ello es así porque en Argentina la declaración de
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inconstitucionalidad no tiene efecto derogatorio; y segundo
porque la división de los poderes presupone el reparto de
competencia otorgado justamente por la Carta Fundamental, y
quien cumpla esos postulados no produce ninguna violación.
Claro está que si se utilizan mal las competencias, es el
poder judicial el encargado de restablecer el orden a través del control de constitucionalidad, por ser el intérprete final y genuino de la Carta Magna. Estamos en el campo
de la hermenéutica constitucional.
A fin de evitar la ruptura del equilibrio de poderes que he llamado "ecológico", es necesario que el judicial tenga amplios controles de constitucionalidad, para
que como dice Mauro Cappelletti, los órganos jurisdiccionales aparezcan como la barrera de contención contra el sobredimensionamiento de los cuerpos ejecutivos y deliberativos ("Justicia constitucional supranacional", traducción de
Luis Dorantes Tamayo, en Revista de la Facultad de Derecho
de México, mayo-agosto 1978, t. XVIII, n° 110, págs. 1213).
Esto no significa caer en la tiranía de los jueces, pues si bien tal hipótesis es factible, en la práctica
ello no ha sucedido porque la sociedad ha encontrado antídotos para evitar estos males, habida cuenta que son los
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21
propios judicantes los que deben poner los límites a su
contralor:
self
restraint,
para
mantener
ese
equilibrio
"ecológico" de funciones donde es preciso que campee enhiesto el principio de check and balance.
Por supuesto que en el caso aquí juzgado no se da
esta circunstancia de excepción que limita la potestad de
los judicantes pues el tema es justiciable.
En tal orden de ideas vale la pena repetir que el
requisito de razonabilidad es el límite al que se halla sometido para su validez constitucional todo el ejercicio de
la potestad pública, incluyendo la de legislar (mi voto,
causa I. 2009, sent del 7-X-1997).
Como resulta por demás sabido este control de
constitucionalidad debe ejercitarse con suma prudencia, para no afectar el principio republicano de división de los
poderes, por lo que le resulta vedado a los jueces expedirse sobre la conveniencia o acierto de las leyes (Bidart
Campos, "Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino", t. I, p. 99, Ediar, 1986; Palacio, Lino, "Derecho
Procesal Civil", Abeledo Perrot, t. II, p. 234/35, especialmente nota 120). De ahí entonces que la declaración de
inconstitucionalidad se erige como la última ratio, y sólo
debe llevarse a cabo, en casos extremos.
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22
b) Inconstitucionalidad del art. 46.
3. Sentado lo que antecede paso a analizar el
acomodamiento del art. 46 de la ley 24.557 (conf. arts. 2 y
23), a la Carta Suprema del país.
Dicho precepto dispone en su primer párrafo que
las resoluciones de las Comisiones Médicas provinciales son
recurribles y se deben sustanciar ante el Juez Federal con
competencia en cada provincia, o ante la Comisión Médica
Central, a opción del trabajador. A su vez el pronunciamiento que allí surja es atacable ante la Cámara Federal de
la Seguridad Social. Se trata de un diseño impugnativo llamado de doble vía (double track).
Lo que en realidad la norma apuntada pretende es
posibilitar
el
ejercicio
de
un
entronque
jurisdiccional
contra las resoluciones de cuerpos de esencia administrativa, lo que parece muy saludable, e imprescindible como lo
dijo desde antiguo la Corte Suprema de la Nación (in re,
"Recurso de hecho deducido por Poggio, Marta del Campo...
c/ Poggio...", sent. del 19-IX-1960).
Se busca en paralelo concentrar las decisiones
finales en un órgano jurisdiccional -la Cámara de Seguridad
Social- para lograr una unidad de interpretación (véase
Vázquez Vialard, El avance del poder federal sobre las pro///
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vincias..., T. y S.S., 1996, p. 513).
Esas buenas intenciones han tirado por la borda
-a mi modo de ver- la estructura jurisdiccional de la Nación en su relación con las provincias (art. 75 inc. 12 de
la Constitución nacional), federalizando cuestiones que no
son de esa índole. En síntesis la ley de cita ha implementado una nueva organización foral, que desacomoda algunos
aspectos constitucionales, como trataré de demostrar.
El cuerpo legal bajo análisis no puede endilgarle
competencia federal a estos temas que deben ser resueltos
por la justicia provincial, ya que estamos en presencia de
conflictos atinentes a la indemnización de infortunios laborales, regidos por el derecho común, planteados entre dos
personas generalmente de derecho privado, no tratándose de
ninguno de los supuestos en los que el art. 75 inc. 12 de
la Constitución nacional le impone ese tipo de competencia.
Aunque por vía de hipótesis conviniéramos -lo que
es discutible- que esta temática corresponda al ámbito de
la seguridad social y considerando que la norma supralegal
aludida le manda al Congreso nacional dictar los códigos...
de trabajo y de seguridad social, no olvidemos que el precepto añade ..."sin que tales códigos alteren las jurisdicciones locales...".
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24
De esto puede fácilmente colegirse, que regular
las cuestiones iluminadas por el derecho de fondo es sin
hesitación atribuible al Parlamento nacional, mas el trámite para la puesta en marcha de esos derechos sustanciales
debe ser llevado a cabo ante jueces provinciales; y en
principio, regulado por normas locales, aunque esto último
puede por excepción obviarse, cuando como en el caso de la
ley de concursos dicho cuerpo legal nacional estableció
además del derecho de fondo, el procedimiento aplicable.
En consecuencia el citado art. 46 corroe la Carta
Magna del país rotando el eje de las facultades no delegadas al gobierno nacional por las provincias, y de las expresamente reservadas por éstas, al conferirle competencia
federal a dichas causas, que deben tramitar -como antes dije- ante los jueces bonaerenses (arts. 5, 75 inc. 12, 121,
122 y 123 de la C.N.). Se modifica a través de una norma de
la Nación la ley provincial 11.653, que le da competencia a
los tribunales del trabajo.
En tal orden de ideas señala la doctrina que la
solución que da la ley "no tiene otra explicación que no
sea la desconfianza en el Poder Judicial provincial", ello
así pues este traslado de competencia no encuentra sustento
en norma alguna de la Constitución nacional, si se colige
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que las A.R.T. no son entidades administrativas nacionales,
sino privadas, con fines de lucro y sometidas al sistema de
las sociedades comerciales; y además "los dictámenes médicos deben ser considerados como meros informes periciales y
no como materia central del juicio" (Kemelmajer de Carlucci, Aída, "La Ley sobre Riegos del Trabajo 24.557" en Rev.
de Derecho Privado y Comunitario, nº 15, págs. 265 en adelante).
No me ha pasado inadvertido y hasta parece de Perogrullo poner de relieve que la Corte nacional ha dicho
que a determinadas cuestiones puede el Congreso -en el momento de reglamentarlas- sustraerlas de la jurisdicción común y federalizarlas para que sean aplicadas en todo el territorio -valga la redundancia- por tribunales federales.
Ello es así -según mi parecer- en tanto y en cuanto no se
infrinja el principio de razonabilidad y la determinación
se funde en necesidades reales y fines federales legítimos
y no en el mero arbitrio del poder legislativo (Fallos,
248:781; íd., 300:1159; ver también Quiroga Lavié en "Siniestralidad Laboral de Corte" y Machado, Rubinzal Culzoni,
año 1996, p. 393; Armagnague, "Jurisprudencia de Mendoza",
nº 47, marzo 1997, p. 253).
En tal sentido ha señalado también el Supremo
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Tribunal de la Nación que los actos del Congreso que apartan determinadas instituciones de la órbita del art. 67
inc. 11 -actual 75 inc. 12- de la Constitución quedan sujetos a control judicial para asignar su fundamental razonabilidad y para impedir que a través de ellos se restrinjan
indebidamente las jurisdicciones provinciales que son inherentes al concepto de autonomía y cuya salvaguarda es un
deber indeclinable de la Corte. Porque -no caben dudas- la
intervención de los tribunales locales competentes constituye un adecuado resguardo de los derechos y garantías previstos en el art. 14 bis de la Constitución nacional (conforme Fallos, 300:1159).
Si se llega a la conclusión -como así lo entiendo- que la cuestión aquí ventilada es de derecho común y
que no corresponde que sea fallada -aunque sea en grado de
apelación- por la Justicia Federal, debemos convenir que el
art. 46 es inconstitucional, al detraer de los tribunales
bonaerenses los pleitos que corresponden a su ámbito.
Si bien es cierto que hasta el presente la Corte
nacional no se ha expedido sobre la temática de fondo controvertida, sí lo ha hecho en relación a cuestiones de competencia, y en ese orden de ideas ha resuelto -plegándose
al dictamen del Procurador General- que si la demanda se
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basa en el derecho común -y no en la ley 24.557- el pleito
debe tramitar ante la justicia del trabajo ("Jordán, Antonio V. y otro c. Gobierno de la Ciudad de Bs. As. y otro"
del 30-VI-1998; ídem, "Navarro, Ricardo J. y otra c. Expreso Becar..." del 16-III-1999). Ahora bien si -como acabo de
señalar- concluimos que esta problemática es de derecho local y común y por ende no federal, obviamente que los juicios tampoco deben ventilarse ante los jueces que determina
el art. 46 de la ley 24.557, por estar comprendidos -como
reiteradamente expresé- en la zona de reserva jurisdiccional de las provincias, fijada por el art. 75 inc. 12 de la
Constitución nacional.
c) Inaplicabilidad del art. 39.
4. De lo expresado en el apartado anterior surge
sin ambages que el aludido dispositivo legal del art. 46 de
la ley 24.557 es inconstitucional, como lo acabo de afirmar; y ello implica que la causa aquí examinada debe tramitar ante el tribunal del trabajo competente de esta provincia, sin pasar previamente por ante los entes no jurisdiccionales que determina aquella normativa.
Si ello es así, al derrumbarse el art. 46, gran
parte del sistema del cuerpo legal de marras queda en falsete y es inaplicable al sub lite, ya que resulta imposible
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fracturar el modelo de la ley, y hacer que se aplique sólo
parcialmente, si tenemos en cuenta que se trata de una arquitectura monolítica donde sus distintos componentes están
de tal modo entrelazados -y la argamasa es tan férrea- que
se convierte en un todo inseparable.
No podríamos admitir la actuación de las Comisiones Médicas locales ni de la Comisión Médica Central, si el
posterior control judicial debe hacerse en el ámbito federal, pues a manera de Cabeza de Jano -en esta ley- ambos
tramos son las dos caras de una misma moneda.
Por último quiero dejar en claro que lo que acabo
de votar, no apunta sólo a resolver una mera cuestión de
competencia, sino que también hace al fondo en cuanto a la
inaplicabilidad (no hablo de inconstitucionalidad) del art.
39 de la ley puesta bajo la lupa en estos actuados, lo que
significa -repito- que no puede eximirse a priori al empleador de toda responsabilidad civil como lo indica el
apartado 1ro. de ese precepto.
C. EL CASO BAJO ANALISIS:
1. Como lo adelantara el colega preopinante, en
el caso en examen el tribunal del trabajo interviniente declaró la inconstitucionalidad de los arts. 21, 22, 46 y 39
de la ley 24.557, en la acción que Hugo Cardelli dedujo
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contra Ente Administrador del Astillero Río Santiago en
concepto de indemnización de daños y perjuicios y daño moral con sustento en el derecho civil.
2. La parte demandada dedujo recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley en el que objeta la declaración
de
inconstitucionalidad
de
las
normas
de
la
ley
24.557.
3. Con arreglo a lo que llevo dicho respecto al
sistema legal objetado, corresponde desestimar el recurso y
disponer la prosecución de los autos ante el tribunal de
origen según su estado declarando, en el caso, la inconstitucionalidad del art. 46 y la inaplicabilidad del art. 39
de la ley 24.557.
4. Por lo expuesto el embate debe ser rechazado
con costas por su orden, atento la forma que se resuelve el
recurso y las dificultades interpretativas generadas por la
ley 24.557 (arts. 68 y 289, C.P.C.C.).
Voto por la negativa.
A la misma cuestión planteada, el señor Juez doctor de Lázzari dijo:
Adhiero al voto del doctor Salas, agregando otras
consideraciones que, a mi criterio, confluyen para descalificar el art. 39 de la ley 24.557 por incompatible con la
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Constitución nacional.
Siguiendo a Kemelmajer de Carlucci ("La Ley sobre
Riesgos del Trabajo 24.557 y los principios generales del
derecho de daños desde la óptica del derecho constitucional", en Revista de Derecho Privado y Comunitario, ed. Rubinzal Culzoni, nº 15, p. 265 y sigtes.), el derecho a ser
reparado
posee
base
constitucional.
Los
fundamentos
que
enumera dicha autora son estos: a) La reparación de los
perjuicios implica una prolongación de la seguridad jurídica, valor ínsito en el ordenamiento fundamental del Estado.
b) El derecho a la reparación es la lógica consecuencia de
la violación de un derecho; si éste está consagrado en la
Constitución, también lo está el derecho a su reparación.
c) Se trata en definitiva de un desprendimiento conceptual
del derecho de propiedad y del valor justicia. d) Antes de
la reforma constitucional, el deber de no dañar se derivaba
del art. 19, ahora se desprende de la consagración de los
derechos humanos, desde que la regla alterum non laedere
constituye el fundamento básico de los mismos. En tal sentido, el art. 68 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos ordena la reparación de los daños que pudiesen producirse a cualquiera de los derechos contenidos en el pacto
a través de una indemnización ejecutable en sede interna, y
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su art. 5 dispone que toda persona tiene derecho a que se
respete su integridad física, psíquica y moral. e) La protección constitucional del derecho de daños forma parte del
fondo común legislativo. f) Esta garantía constitucional a
la reparación de los daños ha sido reconocida por la Corte
Suprema. En el caso "Santa Coloma c/ Ferrocarriles Argentinos", ("El Derecho", 120-649) admitió expresamente que el
mencionado principio de no dañar a otro descansa en el art.
19 de la Constitución nacional (cit. p. 270 y sigtes.). A
ello cabe agregar que el art. 75 inc. 23 de la Constitución
nacional impone preservar el pleno goce y ejercicio de los
derechos reconocidos por la Constitución y por los tratados
internacionales vigentes sobre derechos humanos.
De su lado la garantía de igualdad (art. 16 de la
Constitución nacional) ha recibido con la reforma de 1994
ciertas precisiones que, si bien vinculadas con la repartición de las cargas públicas, no dejan de expandirse en una
perspectiva general. Y así, toda limitación debe basarse en
un reparto equitativo, solidario y dando prioridad al logro
de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e
igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional
(art. 75 inc. 2º). Siendo ello así, no puede convalidarse
un modelo de relaciones laborales en el que los asalariados
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pierden concretas posibilidades de resarcimiento en beneficio de los empleadores so color de reducir el costo empresarial.
Los textos constitucionales y los Tratados internacionales establecen que todos los hombres son iguales, lo
que importa una igualdad de derecho. Examinando esa igualdad desde el ejercicio de esos derechos, señala Lorenzetti
que debe existir igualdad también en los puntos de partida,
con lo cual se arriba a la igualdad de recursos, que significa que todos posean los mismos, esto es, igualdad de
oportunidades. La igualdad de recursos se refiere a que todos cuenten, en el punto de partida, con una cuota similar
de herramientas, aunque luego existan diferencias basadas
en el mejor o peor uso que cada uno haga, en virtud de sus
capacidades naturales. Se arriba así a la "igualdad real de
oportunidades y de trato" de que habla el inc. 23 del art.
75 de la Constitución nacional. Y agrega: para examinar la
igualdad es necesario establecer previamente los términos
de la comparación, pues ningún principio ni garantía es absoluto, pudiendo el legislador establecer categorías, grupos o clasificaciones que supongan un trato diferente. Mas
esos distingos no pueden ser arbitrarios y lo son cuando
resultan discriminatorios. Por ello la regla de la igualdad
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se puede formular en términos negativos: es la prohibición
contra un trato arbitrario. El test de constitucionalidad,
en tales casos, queda superado si se demuestra que hay razones suficientes para establecer el distingo, y si las hay
el trato no será discriminatorio ("Las normas fundamentales
de
derecho
privado",
ed.
Rubinzal
Culzoni,
p.
448
y
sigtes.). En el caso que nos ocupa, la imposibilidad de obtener un resarcimiento integral derivado de la clausura de
las vías sobre responsabilidad contenidas en el Código Civil emerge exclusivamente de la condición de trabajador, en
relación de dependencia. La sola enunciación demuestra lo
irrazonable y discriminatorio de la solución legal, que por
otra parte se enfrenta con lo dispuesto en el art. 14 bis
de la Carta Magna, que asegura para el trabajo en sus diversas formas la protección de las leyes.
En lo tocante a la cuestión de la oportunidad cabe señalar que la decisión recaída en la causa no puede
considerarse abstracta, desde que despeja en el caso concreto la objeción planteada por la accionada con base en el
art. 39 de la ley 24.557, habilitando el ejercicio de las
acciones emergentes del derecho civil.
Voto por la negativa.
A la misma cuestión planteada, el señor Juez doc///
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tor Pisano dijo:
Adhiero al voto de los doctores Salas y de Lázzari con relación a que deviene abstracta la declaración de
inconstitucionalidad de los arts. 21, 22 y 46 de la ley
24.557.
Disiento con los colegas que me han precedido con
relación a la declaración de inconstitucionalidad del art.
39 de la ley 24.557 que entiendo deviene abstracta en esta
etapa procesal.
Declarar la inconstitucionalidad del artículo 39
supone que las prestaciones previstas en la Ley de Riesgos
del Trabajo son irrazonablemente inferiores a la indemnización que eventualmente le correspondería al trabajador
de acudir por la vía del ordenamiento civil.
Para determinar la insuficiencia del régimen de
reparación del artículo en debate es necesario, en primer
lugar, acreditar los extremos que harían viable el reclamo
del actor, la existencia del evento dañoso y que éste se
produjo en ocasión del trabajo, circunstancia que no se encuentra discernida en autos dado que el proceso no ha sido
abierto aún a prueba.
Luego de esa determinación podrá compararse entre
las prestaciones que eventualmente le correspondería reci///
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bir por el sistema de la Ley de Riesgos del Trabajo y la
posible indemnización a la que sería acreedor de aplicar
las normas del derecho civil, y recién en esta etapa podrá
conocerse si el artículo en cuestión es inconstitucional en
la medida que no repare integralmente el daño sufrido.
Queda claro que dicha determinación no puede realizarse sino al momento de dictar sentencia definitiva en
estos autos.
En igual sentido a lo aquí expuesto la Procuración General de la Nación en los autos "Jordan, Antonio
V. y otro c. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y otro
s. Accidente. Ley 9688" donde se discutía una cuestión de
competencia entre la Justicia Nacional en lo Civil y la
Justicia Nacional del Trabajo dictaminó: "no empece a dicha
conclusión lo dispuesto por el artículo 39 aps. 1 y 2,
L.R.T., desde que aún cuando por imperativo de la ley sustantiva pudiere considerarse al momento de dictar sentencia
sobre el fondo del asunto, inaplicables al contrato de trabajo las disposiciones relativas al régimen de responsabilidad civil". La Corte nacional, de conformidad con este
dictamen, declaró la competencia de la justicia del trabajo
para entender en estas actuaciones (publicado en Trabajo y
Seguridad Social 1999, pág. 367).
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Al respecto dice Ackerman "En su momento señalé
-y reproché- en los primeros pronunciamientos judiciales de
los Tribunales del Trabajo de la Provincia de Buenos Aires
la falta de oportunidad procesal, dado que habían sido dictados antes de la apertura a prueba y hasta, en algún caso,
en forma previa al traslado de la demanda. No es éste,
afortunadamente, el criterio seguido por la mayoría de los
que provocan esta nota en las que, la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo llega a la declaración de inconstitucionalidad del apartado 1 del artículo 39 de la ley sobre
riesgos del trabajo luego de agotado el proceso de conocimiento, lo que permite presumir -cuando menos en este aspecto- el respeto pleno de la garantía de defensa en juicio" (Ackerman, Mario E., "Las primeras declaraciones de
inconstitucionalidad del art. 39.1 de la Ley de Riesgos del
Trabajo por la Cámara nacional de Apelaciones del Trabajo".
Revista Derecho del Trabajo, nº 10, octubre de 2000).
Si lo expuesto es compartido por mis colegas corresponderá revocar el fallo recurrido en cuanto decreta la
inconstitucionalidad de los arts. 21, 22, 39 y 46 de la ley
24.557, cuestiones que deberán diferirse al pronunciamiento
definitivo.
El depósito se reintegrará en un 50% al recurren///
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te.
Con el alcance expuesto voto por la negativa.
A la misma cuestión planteada, el señor Juez doctor Negri dijo:
Adhiero al voto de mis colegas doctores Salas y
de Lázzari, en cuanto sostienen que el régimen cerrado y
excluyente diseñado en la ley 24.557, para cumplir objetivos propuestos, deviene además de inconstitucional en injusto, cuando la previsibilidad económica se obtiene a costa de aniquilar lo que por derecho corresponde a los trabajadores y se reconoce legal y constitucionalmente al resto
de
los
cunstancias,
trimonio
habitantes
haciendo
(socavado
del
pesar
con
país
en
igualdad
sobre
su
persona
eventuales
de
y
incapacidades
su
cirpa-
labora-
tivas) la previsibilidad y hermeticidad de los costos empresariales.
El derecho excluye radicalmente la posibilidad de
sacrificar a un hombre o a un conjunto de hombres, para la
consecución de fines de otros hombres o grupos.
No es posible un bien común que no se encuentre
apoyado en el respeto al hombre -a todos los hombres-.
El distingo establecido en la norma en análisis
tiene en vista en lugar del bien común, el privilegio de un
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grupo, lo que permite que la arbitrariedad se exprese como
criterio de gobierno.
Concluyo entonces que la limitación impuesta por
el art. 39 de la ley 24.557 viola expresas normas constitucionales como la de igualdad ante la ley, propiedad y libre
acceso a la justicia, consagradas específicamente a través
de los arts. 14 bis, 16, 17, 18, 19, 28 y pactos incorporados por el art. 75 inc. 22 de la Constitución nacional y el
art. 15 de la Constitución provincial.
Por lo dicho corresponde rechazar el recurso deducido; con costas a la parte demandada en razón de haber
sido vencida (art. 289 del C.P.C.C.).
Voto por la negativa.
A la misma cuestión planteada, el señor Juez doctor San Martín dijo:
Adhiérome a los votos de los doctores Salas, de
Lázzari e Hitters en lo coincidente. Voto por la negativa.
El señor Juez doctor Ghione, por los fundamentos
expuestos por el señor Juez doctor de Lázzari, votó también
por la negativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
S E N T E N C I A
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Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, por
mayoría, se rechaza el recurso extraordinario traído, con
costas por su orden (arts. 68 y 289, C.P.C.C.).
Notifíquese y devuélvase.
JUAN CARLOS HITTERS
JUAN MANUEL SALAS
EDUARDO NESTOR DE LAZZARI
ERNESTO VICTOR GHIONE
ALBERTO OBDULIO PISANO
HECTOR NEGRI
GUILLERMO DAVID SAN MARTIN
IRMA RUTH GOMEZ DE PENA
Secretaria
///
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