‘FE’ FE’ [pl. fes] f. Creencia firme en la fidelidad, en la veracidad, en la capacidad, de alguien, en la verdad de alguna cosa, en la eficacia de alguna cosa. en fe de alguna cosa Para que se crea firmemente. hacer fe Testimoniar, servir de prueba. ESP. FIG. Creencia en los dogmas revelados de la religión. profesió profesión de fe Declaración pública que alguien hace de sus principios. Adhesión personal a Dios, a una religión, a una realidad o un ideal que se toma como sentido último de la propia existencia. Palabra que se da, promesa que se hace, de cumplir alguna cosa; fidelidad a alguien. dar fe de alguna cosa Certificarla. Hará unos 15 años tuve una experiencia la cual me costó un cierto tiempo en darle la solemnidad y trascendencia que ahora le asigno: la de experiencia revelatoria. Desde muy pequeños mi padre nos llevó, a mi y a mis hermanos, a visitar la arquitectura de decenas –o quizá centenares– de iglesias, ermitas y monasterios. No obstante, esta revelación no me asaltó en ningún espacio oficialmente reconocido como sagrado, sino que tuvo lugar en la calle Aragón 255 de Barcelona, durante una inocente contemplación de “Llibre-Mur”. Pero lo importante no fue el conocimiento que aquella obra del gran Tàpies me otorgaba sino la transformación integral que el hecho comportaría en mí. Pese a que, formalmente, el contenido revelatorio no tenía nada que ver con los mensajes que manifiestan las Religiones, y lejos de saberme interesado por el fenómeno religioso, pude detectar que aquella transmisión estaba impregnada de una profunda “religiosidad” con la cual me sorprendí irremediablemente identificado. Aquella experiencia revelatoria estuvo seguida de otras exactamente del mismo carácter que venían a confirmarme la primera; todas ellas despertaron en mí un sentimiento religioso que me acompaña en la mayoría de mis actos, reflexiones y juicios. Pero –¡ostia santa!– ni el Cristianismo, ni el Islam, ni el Budismo, ni el Judaísmo... ¡la religiosidad me llegaba por la vía del Arte Contemporáneo! –¿sacrilegio?–. Confirmo la validez de mi presentimiento en leer las palabras de Paul Westheim que escriben: “para Vincent van Gogh, como también para Rembrandt, la experiencia religiosa es una vivencia personal, y no está ligada a ninguna religión”. Sin haber pintado nunca ni un solo cuadro, desde aquel preciso –y precioso– instante revelatorio mi vida se veía indudablemente volcada hacia la práctica artística. Me libraba así de tener que seguir ninguna doctrina religiosa para indagar sobre la espiritualidad. El otro gran maestro, el pintor Antonio Lorenzo, me incitó también a hacerlo. Así lo he hecho. Últimamente mi interés se ha centrado en perseguir el rastro de aquella vivencia, y la curiosidad conceptual ha estado focalizada en detectar los nexos de unión existentes entre la Religión y el Arte. Ciertamente, esto no presenta ninguna sorpresa en el terreno cultural ni filosófico; son numerosos los artistas y estudiosos que, en un momento u otro de sus carreras, sienten la atracción por esta comparativa. A modo de ejemplo, se podrían citar las reflexiones de Rudolf Otto (“Lo Sagrado”), Mircea Eliade (“El vuelo mágico”, “Lo Sagrado y lo Profano”), Xavier Melloni (“El uno en lo múltiple”, “Escletxes de Realitat”), Vasili Kandinsky (“Lo espiritual en el Arte”), Eugenio Trías (“Pensar la Religión”), Amador Vega (“Pasión, Meditación y Contemplación”), etc. ; o bien revisar la obra del ya citado Antoni Tàpies, así como la de Ignasi Aballí, Joan Brossa, Antoni Llena, Jaume Plensa, Pere Formiguera, Anish Kapoor, Bill Viola, Antony Gormley... etcétera, etcétera y etcétera, por citar solo algunos referentes contemporáneos que, bajo mi criterio, se adentran en terrenos más profundos. Personalmente entiendo el Arte como fuerza útil que sirve al desarrollo y sensibilización del alma humana y creo plenamente en su capacidad de favorecer el recogimiento, la concentración y la reflexión, tan necesarios en el día de hoy: el paralelismo con el fenómeno religioso se me presenta como evidente. De forma imprudente, pues es todavía demasiado pronto para tales conclusiones, me atrevo a compartir lo que hace tiempo me ronda por la cabeza y me quita el sueño: algunos artistas, mediante su trabajo, pueden asumir también las funciones de los monjes; las salas de exposición, escenarios y otros espacios culturales han de ser capaces de ofrecerse como centros de reencuentro espiritual; y el Arte puede erigirse nuevamente como medio para cubrir las necesidades que hasta ahora prestaban algunas religiones, actualmente perseguidas por el descrédito o incluso heridas de muerte. Pero para que esto pueda acontecer, la actitud del artista tiene que ser firmemente religiosa; aunque, reconozco, todavía me cuesta entender qué es lo que quiero decir exactamente... Todo ello solo es una intuición; espero que la reflexión y el trabajo me confirmen las sospechas. Ora et labora. Con todo, el proyecto artístico “FE” viene a testimoniar la atracción que siento por el paralelismo ArteReligión y trata de analizar le experiencia del despertar espiritual. Dada la numerosa información desplegada y la gran cantidad de afluyentes y ramificaciones que el tema conlleva, he decidido estructurar el proyecto en tres apartados: 1a parte – “AB INITIO. Hierofanías y otras revelaciones” – donde investigo sobre el fenómeno de la revelación, las primeras manifestaciones artísticas y el origen de los lenguajes plásticos, indagando con ello sobre los misterios de la creación y la búsqueda de lo sagrado. 2a parte – “LUSTRATIONIS. Rituales y ceremonias” – donde se trata el tema de los rituales de iniciación, de tránsito y de ascensión, y se plantea el fenómeno de la crisis, la muerte a la condición profana y el renacimiento dentro de un nuevo estado de conciencia. 3a parte – “MYS” – donde se trabaja el tema de la visión mística y la plenitud espiritual. Todo ello, mediante los lenguajes de la pintura, la escultura, la fotografía y el vídeo, así como las mezclas y simbiosis entre ellos, en obras rellenas de simbolismo y de pensamiento lateral. Ojalá mi obstinada implicación ayude modestamente a favorecer nuestra concentración íntima y combatir, aún que solo sea por unos instantes, las interferencias que prueban de distraernos, siguiendo con humildad y respeto el ejemplo de los maestros que me han ayudado a ver un poco más claro y, sobretodo, más profundo. Oriol Texidor, 2008