La comunicación de los primates con los humanos en el

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2011 | 28 | 69-88
Revista de Psicologia, Ciències de l’Educació i de l’Esport
ISSN: 1138-3194
Copyright © 2011
http://www.raco.cat/index.php/Aloma
La comunicación de los primates
con los humanos en el laboratorio:
una vía de exploración de la
mente de los simios
Josep Call
Wolfgang Köhler Primate Research Center. Max Planck Institute for Evolutionary
Anthropology (Leipzig, Alemania)
Resumen
La investigación sobre las capacidades cognitivas de los antropoides en
laboratorio ofrece una oportunidad excelente para la exploración del
pensamiento-sin-lenguaje. En este artículo, en primer lugar se analiza
la comunicación de los primates en su medio natural en relación a tres
características: la referencia, el desplazamiento y la motivación. En una
segunda parte, se lleva a cabo una revisión sobre cómo aparecen estas
tres características en los contextos artificiales de la comunicación en el
laboratorio. En una tercera parte, se analizan los desempeños antropoides en ciertas áreas del razonamiento “puro”: razonamiento analógico,
inhibición y apercibir intenciones. Se concluye que los símbolos y la
enculturación transforman la mente antropoide de manera significativa
al incorporar nuevas formas de pensar y razonar. Sin embargo, a pesar de
esta influencia, no observamos cambios tan profundos como hubiéramos
creído. Ciertamente, el adiestramiento simbólico promueve la abstracción
al permitir a los sujetos a juzgar sobre relaciones o al depararles un vehículo para expresar relaciones mentales abstractas pero que no pueden crear
y no altera sustancialmente la motivación para comunicarse con otros.
Palabras clave: Comunicación artificial, referencia, motivación, intencionalidad, símbolo.
Correspondencia:
Josep Call
Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology,
Deutscher Platz 6
D-04103 Leipzig, Germany.
Email: [email protected]
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una vía de exploración de la mente de los simios
1. Introducción
Desde hace más de 30 años, los psicólogos-primatólogos han dedicado
muchas horas de ingeniosos experimentos para penetrar en la mente
de los simios tratando de establecer códigos de comunicación que
permitan intercambios semejantes a los efectuados gracias al lenguaje (humano). Muchas son las incógnitas que aún están por resolver.
¿Arrojan alguna luz los artificios comunicativos que usamos con los
antropoides acerca de capacidades cognitivas que existirían en ausencia del lenguaje? ¿Alcanzan a manejar los antropoides algunas de las
peculiaridades del lenguaje gramatical? ¿Qué nos dice la comunicación
antropoide de la comunicación y el lenguaje humanos?
Las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento en el hombre son
intrincadas y están lejos aún de dilucidarse. Hay investigadores que
sostienen que no puede haber pensamiento sin lenguaje; otras, por
el contrario, argumentan que es posible pensar sin la mediación de
éste (véase Weiskrantz, 1988 y Newcombe & Uttal, 2006). La investigación de las capacidades cognitivas de los antropoides, tal como
puede colegirse de los trabajos de laboratorio, ofrecen una oportunidad excelente para la investigación del pensamiento-sin-lenguaje.
Por añadidura, al adiestrarles en los rudimentos de un lenguaje y
comparar sus performances con las de sus congéneres en la naturaleza
podemos obtener una idea del efecto del uso de un código simbólico
sobre su pensamiento y su razonamiento. Lo que es más: cobra cada
vez más importancia la idea de que el uso de un sistema de comunicación (artificial) con los antropoides no sólo sirve para desvelar
capacidades ocultas, es decir, demostrar que están ahí latentes, sino
que pueden dar pie a crearlas (ver Premack, 1983, 1988; Thompson,
Oden y Boysen 1997).
En este artículo vamos a pasar revista a los principales trabajos que
aportan ideas de cómo la presencia de los humanos y la comunicación
que se lleva a cabo en los laboratorios con primates produce efectos
tangibles en sus capacidades comunicativas y no comunicativas. En
primer lugar analizaré la comunicación de los primates en su medio
natural en relación a tres características: la referencia, el desplazamiento (displacement) y la motivación. La primera tiene que ver con
el hecho de reducir la ambigüedad entre alternativas potenciales. La
segunda es la propiedad que tienen ciertos signos de referirse a entidades no presentes. La tercera –la motivación– designa el objetivo
que los individuos persiguen en sus intercambios comunicativos.
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En una segunda parte, revisaré cómo aparecen la referencia, el desplazamiento y la motivación en los contextos artificiales de la comunicación
en el laboratorio. Haré hincapié en el contraste con lo que se observa en
la naturaleza. En una tercera parte repasaré los desempeños antropoides
en ciertas áreas del razonamiento “puro”: razonar analógicamente, inhibición y apercibir intenciones. Estas tres áreas no están elegidas al azar:
me baso en que, debido a la influencia humana, parecen experimentar
cambios sustanciales en cómo afecta su adiestramiento en los símbolos, a
la “enculturación” o a ambos. Como conclusión, haré una evaluación de
los cambios citados y haré la propuesta de que la comunicación artificial
nos da acceso, por sus características, a ciertas capacidades “latentes” que
no tienen su manifestación en los antropoides que viven en la naturaleza.
2. La comunicación de los antropoides en su entorno natural
Los monos antropoides se comunican mediante gestos, expresiones faciales y vocalizaciones para regular sus interacciones con sus congéneres
tanto en el entorno natural como en el laboratorio.
2.1. Referencia
La comunicación gestual antropoide es susceptible de diversas interpretaciones; el contexto es quien nos provee de claves de la información que
comporta (de Waal, 1982; Call y Tomasello, 2007). No hay correspondencia unívoca entre gestos y sus referentes, sino una clara disociación
entre medio y fin. Por ejemplo, los chimpancés usan el mismo gesto
para solicitar alimento, buscar una criatura o reclutar un compinche.
Alternativamente, pueden pedir comida de diversas formas, pueden recurrir al mismo gesto, tal como extender la mano delante o cerca de
quien tiene comida, o usar gestos peculiares como frotar el cogote de un
donante potencial. En cada caso, el contexto es esencial para comprender
adecuadamente el mensaje. Los gestos, de por sí, comportan, pues, un
cierto grado de incertidumbre acerca de los mensaje que se trasmiten.
Las vocalizaciones de los antropoides, por el contrario, poseen un mayor
componente referencial (es decir, menos indeterminación) que los gestos.
A diferencia de las vocalizaciones de otros simios, las de los antropoides
no son discretas, sino que adoptan gradaciones notables. Por ejemplo,
las que producen en caso de encontrar alimento no son fundamentalmente distintas de los emitidos por los subordinados ante los individuos
dominantes. No obstante, a diferencia de muchos gestos, los gruñidos
tienen un componente referencial más fuerte porque los individuos los
distinguen entre unos y otros ante porciones de comida de diferente
calidad (Slocombe y Zuberbühler, 2005a; 2007). Los gemidos, informan
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sobre el rango del que los emite (víctima o agresor), así como del rango
del agresor y de la severidad de la interacción agonística (Slocombe y
Zuberbühler, 2005b; 2007). Otras vocalizaciones, por ejemplo al toparse
con una serpiente, son asimismo muy específicas.
2.2. Desplazamiento
Por contraste con las diferencias observadas entre gestos y vocalizaciones, en lo que toca a la referencia no está claro que los gestos y las
vocalizaciones difieran con respecto al displacement1. Tanto unos como
otras hacen referencia únicamente a cosas que están presentes o bien
que suceden corrientemente. Los chimpancés, al igual que los niños, no
comunican acerca de cosas que estuvieron presentes en un momento
pero que han desaparecido (Liszkowski, Schäfer, Carpenter y Tomasello,
2009). En otras palabras, la comunicación natural de los antropoides
está muy restringida en lo que respecta al espacio y al tiempo sin que
haya certeza de existir desplazamiento. Köhler (1925), en sus trabajos
pioneros, hizo notar que el chimpancé no tiene otro tiempo de vida
que el presente. Si bien hay estudios sobre los planes que los antropoides pueden tener, hay sobradas dudas sobre la validez de esta aserción
(Mulcahy y Call, 2006; Osvath v Osvath, 2008). Esta rigidez temporal
parece seguir vigente para la comunicación antropoide.
2.3. Motivación
Hay muchas investigaciones que estudian los objetivos que los sujetos
persiguen al comunicar. En la gran mayoría de casos los individuos
producen gestos en el llamado modo imperativo: solicitan alimentos u
objetos varios o impelen a acciones como levantarse, ponerse en marcha,
grooming, incitación al sexo, al juego y apoyo en las peleas. Su capacidad
bien desarrollada de pedir cosas contrasta con la práctica ausencia de
gestos declarativos mediante los cuales comparten una actitud frente a
tal o cual referente (expressive declaratives en el sentido de Tomasello. En
adelante declarativos). Los niños reclaman la atención de los adultos
dirigiéndola hacia objetos o situaciones interesantes simplemente por
el gusto de compartir y suscitar la reacción de aquéllos (Gomez, Sarriá
y Tamarit, 1993; Tomonaga et al. 2004).
A pesar de que por su naturaleza las vocalizaciones parezcan tener
una cualidad más declarativa que la de los gestos, un análisis más
detallado revela que, en cuanto a sus motivaciones subyacentes, no
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1 Displacement es el término que emplea Hockett (1960) para expresar la idea de
que una palabra puede referirse a algo no inmediatamente presente sino que
está “desplazado”: existe en otro tiempo u otro lugar.
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son unos y otras tan diferentes entre sí. Las vocalizaciones, como
los gestos, pueden emitirse para llamar la atención de otros hacia
aspectos particulares del entorno. Por ejemplo, los monos llaman a
otros cuando son atacados, lanzan gruñidos al descubrir alimentos
y sus criaturas dan chillidos de enfado cuando la madre les rechaza
el pecho. Si bien conseguir un objetivo requiere la participación del
congénere, esta participación no es parte integral de la intención del
emisor. En otras palabras, si el emisor recibe la ayuda o el alimento
por otros medios (por ejemplo, una tormenta disuelve la pelea o el
fruto cae inesperadamente del árbol) el emisor queda satisfecho. El
individuo está interesado en la ayuda de su compañero pero no necesariamente en la interacción social por sí misma. Lo cual no es el
caso de los gestos declarativos de las criaturas humanas que quedan
satisfechas cuando el adulto mira, se interesa por lo que el niño señala
y eventualmente hace comentarios acerca de ello.
Es cierto que uno puede argüir que los chimpancés, al vocalizar cuando encuentran comida, están compartiendo su descubrimiento con los
demás. Aún más claramente: emitir vocalizaciones de alarma al ver una
serpiente podría decirse que es comparable al gesto indicativo de los
niños frente a algo llamativo. Pero no es nada claro que estas vocalizaciones sean para informar a otros acerca de algo (información motivada)
o medio de intercambio social (expresión motivada). En otras palabras,
el que ciertas llamadas puedan servir para informar acerca de detalles
del entorno (declarativos informantes en el sentido de Tomasello, 2008)
no representa ninguna evidencia de que son producidos con la finalidad
de interaccionar.
En resumen, la comunicación de los antropoides en la naturaleza es 1)
característicamente vaga y abierta a diversas interpretaciones aunque las
vocalizaciones tienen un componente referencial más amplio que los
gestos. 2) Su uso es para el “aquí y ahora” y 3) la mayoría adoptan un
formato de imperativos, aunque no tanto las vocalizaciones.
Vayamos ahora a examinar cada una de estas tres características en los
contextos de la comunicación artificial del laboratorio.
3. La comunicación artificial
La comunicación que se establece en cautividad o en los laboratorios
incluye aquellos comportamientos antropoides naturales o los que, inducidos por los humanos, son adquiridos por ellos. Son: el lenguaje de
signos (manuales), el uso de fichas de plástico y el apuntar con el índice.
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Todos estos han de diferenciarse de otros gestos que forman parte del
repertorio ya existente en su estado natural, por ejemplo, el de extender
la mano “pidiendo”. El uso de artificios comunicativos tiene sus consecuencias en la referencia, el desplazamiento y la motivación.
3.1. La referencia
Los antropoides usan los artificios comunicativos para designar referentes con mayor precisión de la que les permite su sistema natural de
comunicación. Esto les concede una mayor independencia de los condicionamientos contextuales. Los monos pueden solicitar a su cuidador
que les dé un alimento concreto. Además entienden las peticiones que
se les hace usando estos artificios. Por ejemplo, un cuidador pide a un
chimpancé que le entregue un objeto o bien el chimpancé informa a
otro del instrumento que necesita para llevar a cabo una tarea (SavageRumbaugh, Rumbaugh, y Boysen, 1978). El bonobo Kanzi era capaz
de cumplimentar diversas peticiones que implicaban manipulación de
objetos. En algunos casos, se trataba de tareas extravagantes (poner una
pelota dentro del frigorífico) las cuales es muy improbable que Kanzi
hubiera practicado antes de la prueba. También tuvo en cuenta el orden
de las palabras de la frase con que se le proponía la acción: si se le pedía
que mostrase al perro mordiendo a la serpiente, ponía la boca de éste
en contacto con la serpiente; al revés, si se trataba de que es la serpiente
la que muerde al perro.
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Resulta difícil explicar cómo los antropoides usan los símbolos para
producir ciertas respuestas en situaciones particulares. Seyfarth (1987)
anota dos datos reveladores. Primero, los símbolos ocupan el lugar de
(sustituyen a) sus referentes. Cuando a la chimpancé Sarah se le mostró
una manzana y se le pidió que describiese sus características, recurrió
a piezas de plástico de color rojo y de forma redonda (Premack, 1976).
De modo similar, cuando se le hizo ver la ficha de “manzana” la describió como roja y redonda de la misma manera que hizo con el fruto
natural. Y cuando se le pidió que indicase las características de la ficha
representativa de “manzana” lo que hizo fue mostrar las fichas “azul”
y “triángulo”, que eran las correspondientes a aquélla. Esto indica que
el chimpancé es capaz de ver la equivalencia entre símbolo y referente
pero que no los confunde (Premack, 1976; Premack & Premack, 1983).
En segundo lugar, los símbolos no sólo se aplican a objetos familiares,
sino que se extienden a nuevos referentes de la misma categoría (SavageRumbaugh, Rumbaugh, Smith y Lawson, 1980). Así los chimpancés
aprenden a usar un lexigrama para designar un objeto concreto (martillo) pero aprenden también a usar lexigramas para categorías de objetos
agrupados por funciones (alimentos por oposición a instrumentos). Al
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presentarles un instrumento nuevo del que carecía el lexigrama, los
chimpancés lo pusieron correctamente en su categoría.
La referencia también se ve realzada en la modalidad gestual con el
gesto de apuntar. Si bien los antropoides no hacen este gesto a sus
congéneres en la naturaleza, suelen adquirirlo en el laboratorio (Call y
Tomasello, 1994; Leavens, Hopkins y Bard, 1996). Apuntar hacia algo
es un medio poderoso de petición a otros individuos, particularmente
humanos. Suele ser importante en el caso de que el chimpancé no tiene
acceso directo a ciertos medios que necesita y que ha de recurrir a la
buena voluntad de los cuidadores para conseguir su objetivo (Leavens,
2004). Entonces recurren al gesto de apuntar para designar referentes
que son visibles u están ocultos de quienes los acompañan y de ellos
mismos. Apuntan a variedad de cosas, lo más frecuentemente comida,
pero también indican el lugar donde está oculto algún instrumento
que el cuidador suele utilizar para darles el alimento. En algunos casos apuntan a objetos que ni el cuidador ni ellos mismos tienen a la
vista (Zimmemann, Zemke, Call y Gómez, 2008). Pueden combinar
lexigramas, con el hecho de apuntar incluso indican el tipo de objeto
(por medio del lexigrama) y su localización exacta (apuntando) luego
de un retardo de varias horas.
La habilidad aprendida de apuntar la complementan con la comprensión, aunque aquí los resultados son mucho más modestos. La gran
mayoría de los estudios ha demostrado convincentemente que para
que los antropoides comprendan el hecho de apuntar es necesario
que la distancia entre el extremo del dedo índice y el objetivo sea
aproximadamente de 10 cm o menos (Itakura & Tanaka, 1998; Lyn
et al., 2010). Esto plantea el problema de si los chimpancés se ven
atraídos por la posición de la mano o bien por su uso como medio
de comunicación. Hay, con todo, dos estudios en que los monos
han recurrido a apuntar a distancia para ubicar recompensas ocultas.
En uno de ellos, el orangután Chantek, ya “enculturado” dio algún
atisbo de que comprendía el gesto de apuntar a distancia, pero nunca quedó totalmente claro (Call y Tomasello, 1994; Tomasello, Call
y Gluckman, 1997). Un estudio más reciente ha mostrado que los
antropoides pueden seguir el gesto de apuntar cuando el experimentador lo hace exagerando mucho y los objetos a conseguir no son
muy visibles (Mulcahy y Call, 2009). En este estudio, no obstante, el
gesto de apuntar fue acompañado de la mirada dirigida y el cuerpo
estaba orientado hacia una de las alternativas. Otro estudio que usó
un método similar no permite concluir que el mono comprenda lo
que es apuntar. Se necesita investigar más este tema.
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3.2. Desplazamiento
Comparado con la comunicación natural, el aspecto en que cambia más
radicalmente la comunicación artificial es, sin duda, en el desplazamiento. Los símbolos permiten a los antropoides ampliar mucho sus opciones
comunicativas, ya que les permite designar referentes no presentes en
situaciones particulares; no sólo los ocultos. De igual manera, pueden
referirse a actividades que no tienen lugar en el momento presente. Más
aún, puede pedirse a los antropoides que anuncien acciones anticipadas
antes de ejecutarlas y puede interrogárseles acerca de sucesos pasados. Si
bien, el adiestramiento en el lenguaje facilita que den cuenta de actividades pasadas y futuras éste no es estrictamente necesario para obtener
dicha información. Schwartz, Colon, Sánchez, Rodríguez y Evans (2002)
comprobaron que el gorila King era capaz de dar cuenta el tipo de comida
que le habían dado el día anterior mediante unas fotografías sin que
mediara un ensayo; también fue capaz de identificar al individuo que
se la dio. El experimentador preguntó en inglés: “¿Qué comiste ayer?”
y King respondió exhibiendo la cartulina en que estaban dibujados los
alimentos y los nombres de las personas que conocía.
Es interesante hacer notar que King, que había pasado sus primeros
años en un circo, no había recibido un adiestramiento formal en el
inglés hablado pero que, de acuerdo con varios informes, era capaz
de entender bastantes cosas. No obstante, al no existir una evaluación
sistemática de sus capacidades de comprensión, así como de la falta de
información sobre sus primeros años no se puede ahondar más en el
análisis. También el bonobo Kanzi, como ya se ha indicado, mostró bajo
condiciones experimentales controladas sus habilidades para comprender el inglés (Savage-Rumbaugh, Murphy, Sevcik, Brakke, Williams &
Rumbaugh 1993). Kanzi nunca fue adiestrado para comprender el inglés,
simplemente la gente del laboratorio se dirigía a él en esta lengua como
si se tratara de un niño.
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3.3. La motivación
Si el desplazamiento es la característica que más cambios profundos
experimenta, no ocurre lo mismo con la motivación. La mayor parte
de los intercambios comunicativos con los antropoides son calificables
de imperativos; no son declarativos. La casi totalidad de los investigadores confirma este punto. Los escasos ejemplos que darían pie a
otorgar la cualidad de declarativos a estos gestos son muy cuestionables
en la medida que las intenciones de los chimpancés son una incógnita.
¿Son declarativos los gestos destinados a informar a un cuidador de la
ubicación de un instrumento necesario para obtener una recompensa?
¿Lo son las repuestas –después del adiestramiento– a la demanda de
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información como, por ejemplo, pedirle: “Enséñame la nariz”? Todo
lo más que concluimos es que no son imperativos puros. Greenfield &
Sauvage-Rumbaugh, (1991) comentan que sus bonobos y chimpancés
usan lexigramas no sólo para solicitar alimento o una acción, sino respondiendo a preguntas y para anunciar acciones venideras. Pero estos
casos no pueden ser considerados como declarativos en la misma línea
de lo que hacen las criaturas humanas. ¿Su acción comunicativa es para
compartir o meramente realizan una rutina para la que están adiestrados?
Tienen un cierto carácter informativo, pero no hay ninguna evidencia
de que haya motivación de compartir la atención por el gusto de compartirla. Esta ausencia de declarativos es particularmente notable cuando
se la compara con la riqueza de los imperativos. La cuestión crucial es
que los antropoides no tienen, al parecer, la capacidad de compartir con
el otro la atención que éste pone en un punto (joint attention) (Bard &
Vauclair, 1984; Tomasello & Carpenter, 2005; Tomonaga et al., 2004).
En resumen, nada hay en la comunicación de los antropoides en la
naturaleza que nos lleve a predecir que son capaces de usar artificios
simbólicos para referirse a entidades exteriores no presentes en el momento. Además, es notable el hecho de que comprenden el inglés hablado, dado que la estructura de un lenguaje es absolutamente diferente
de sus vocalizaciones que constituyen un sistema continuo y graduado
y no uno compuesto de unidades discretas ligadas por reglas que varían
según las lenguas habladas.
4. Los antropoides en un entorno humano: lenguaje y enculturación
4.1. Lenguaje y analogías
Son innumerables y ya antiguos los intentos controlados de enseñar el
lenguaje a los simios, particularmente a los chimpancés en cautividad. Se
han ensayado un lenguaje fonético-articulatorio, un lenguaje de signos
manual y un “lenguaje” en el que fichas distintas representan objetos,
analogías y nexos gramaticales del lenguaje humano. Por lo que respecta
a este trabajo, nos limitaremos a analizar cómo interviene el lenguaje
con los chimpancés en dominios cognitivos restringidos.
Premack abordó directamente los efectos del adiestramiento en el lenguaje en los procesos cognitivos del chimpancé. Su propuesta es que ese
adiestramiento permite el desarrollo de un código más abstracto que
da pie a que los chimpancés se liberen de su dependencia del código
perceptivo. O sea que tengan entrada a un código más potente para
resolver problemas. En apoyo de esta tesis, realizó comparaciones entre lo que hicieron, frente a tareas que exigían juzgar sobre relaciones,
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chimpancés adiestrados en el lenguaje y otros que no lo habían sido.
Una de ellas fue la de establecer un juicio comparativo entre un trozo de
manzana –una cuarta parte– frente a dos alternativas: un jarro lleno una
cuarta parte y un jarro lleno hasta la mitad. Otro test más exigente fue
pedir que relacionaran, un par de estímulos (iguales o diferentes) frente
a otro par que mantuviera la misma relación entre sí que el primero.
En un nivel de dificultad superior, los elementos que formaban el par
no tenían características perceptivas comunes. Sarah, adiestrada en el
lenguaje, fue capaz de resolver estas tareas; los demás chimpancés no.
Estos últimos, no adiestrados en lenguaje, se limitan a resolver las tareas
comparativas sobre estímulos idénticos, pero no entre las relaciones que
pueden existir entre estímulos.
Premack y Premack (1983) hicieron hincapié en que los cambios ocurren
a nivel representacional, no en el del razonamiento per se. De hecho
sus resultados muestran que chimpancés no adiestrados en el lenguaje
son capaces de resolver inferencias transitivas y también inferencias
por inclusión (Premack y Premack 1983; 1994). Con todo, no queda
enteramente claro cuán firme es la postura de estos investigadores acerca
del lenguaje como condición necesaria para crear un código abstracto,
ya que en algunos escritos parecen insinuar que el código en cuestión
está en estado latente y que el lenguaje lo activa, mientras que en otros
escritos hablan de que la abstracción es “detonada”, como si ya existiese
a un cierto nivel en los chimpancés no adiestrados en el lenguaje.
Thompson y sus colegas (Thompson & Oden, 1993; Thompson et al.,
1997) han puesto en tela de juicio el papel del lenguaje para resolver
relaciones conceptuales basadas en comparar relaciones. Dicen que lo
que los chimpancés necesitan es ser adiestrados en usar fichas (tokens)
que representen “igual” versus “diferente”, algo que también Premack
avanzó (1988). Esto les ayudaría a representarse la relación abstracta
y hacer los juicios adecuados en problemas de comparar relaciones.
Thompson, Oden y Boysen (1997) lo comprobaron con chimpancés no
adiestrados en lenguaje.
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Otros estudios también proponen que el adiestramiento con fichas puede no ser estrictamente necesario para captar las analogías. En primer
lugar, un trabajo con babuinos dice que son capaces de resolver este tipo
de problemas propuesto en el formato de dos muestras a comparar sin
que haya mediado adiestramiento en los símbolos (Fagot, Wasserman
y Young, 2001). Un estudio de última hora controla el grado de disimilitud y los resultados son los mismos (Fagot & Parron, 2010). En segundo lugar, estudios previos habían detectado un conocimiento sobre las
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analogías implícito en la manera como chimpancés no adiestrados en
lenguaje manipulaban objetos (Oden, Thompson y Premack, 1990). Más
importante, otros trabajos en los que los sujetos, usando dimensiones
espaciales y de tamaño, tenían que elegir para localizar una recompensa,
han demostrado que ciertas analogías puede que estén al alcance de los
monos y antropoides (Haun & Call, 2009; Kennedy & Fragaszy, 2009).
Estos últimos resultados, con todo, no son muy claros. Se necesita una
mayor investigación.
En resumen, aunque los chimpancés adiestrados en lenguaje superan a
los no adiestrados en tareas de juzgar sobre relaciones entre estímulos,
sigue siendo incierto que sea el adiestramiento en el lenguaje lo que, en
primer término, hace de detonante o crea el uso de un código abstracto.
Hay otros estudios que muestran que la solución de estas tareas es posible
en chimpancés no adiestrados en el lenguaje. No es pues descartable
que esta clase de individuos posea también capacidades para relacionar
abstractamente.
4.2. La enculturación y captar intenciones
Hay datos bien confirmados –que continúan acrecentándose– de que los
chimpancés que comparten un entorno de vida con los humanos (“enculturados”) aventajan a los chimpancés salvajes en múltiples dominios:
aprendizaje social, comunicación y, recientemente, uso de instrumentos
(ver Call & Tomasello, 1996; Bjorklund, Yunger, Bering y Ragan, 2002;
Bering, Bjorklund y Ragan, 2000; Lyn, Russel y Hopkins, 2010). Sin
embargo, sigue sin estar claro dónde, en qué dominio mental o comportamental, ubicar los cambios reales que se observan en los primeros
con respecto a los segundos. Call y Tomasello (1996) proponen cuatro
diferentes mecanismos que provocan las diferencias: compartir la vida
cotidiana de los humanos, aprender para emular las acciones de éstos,
adiestramiento explícito y ser tratados como humanos por los cuidadores. Esto último parece que sería lo que acarrearía un cambio básico en
la cognición social antropoide consistente en que empezarían a “ver a
los otros como agentes dotados de intención” (Call & Tomasello, 1996,
p. 394).
Si bien esto es una fascinante posibilidad, somos reticentes a suscribirla
en el momento actual, puesto que se han acumulado suficientes datos
en la última década para que revisemos nuestra postura original (ver
Call & Tomasello, 2008, Tomasello & Call, 2004). Nuestra conclusión
actual es que todos los antropoides, no sólo los “enculturados”, captan los aspectos esenciales de acción intencionada y pueden atribuir
intenciones a los otros. Pero si la atribución de objetivos no es la clave
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¿qué es lo que explica las diferencias entre los antropoides “enculturados” y los que no lo son? Bering (2004) propone que los primeros han
aprendido a prestar atención a las acciones humanas porque son fuente
de información a usar. Tomasello y Call (2004) añaden que “crecer en
medio de humanos que tienen un total control sobre el entorno y que
interaccionan con ellos de manera distinta a los congéneres naturales
les permite adquirir una panoplia de habilidades sociales adecuadas
para este tipo de interacciones” (p. 214). Más todavía, los objetos de
uso humano, por su diseño, canalizan la atención de los primates hacia
aspectos muy concretos de los objetos que pasarían desapercibidos de
otra manera.
5. ¿Qué cambios?
5.1. ¿Superficiales o profundos?
La comunicación artificial, los símbolos y la enculturación tienen
sus efectos, como hemos visto, en la comunicación de los simios y
en la manera cómo resuelven ciertos problemas. El desplazamiento
referencial, comprender el lenguaje y razonar analógicamente son
tres performances que se han considerado como el Rubicón que separa a los humanos de los animales. Si bien se puede objetar que
estas capacidades no están plenamente desarrolladas, el mero hecho
de que haya manifestaciones rudimentarias es sorprendente, puesto
que sus comportamientos en la naturaleza no predicen su manifestación en el entorno del laboratorio. Sigue, con todo, abierta la gran
pregunta de cuán profundos son los cambios observados, puesto que
animales al margen de la influencia del hombre también poseen estas
capacidades, si bien en menor grado. No hay que descartar que las
formas comunicativas despierten capacidades ya existentes en lugar
de crearlas. En tal caso, lo símbolos desvelan la riqueza de la mente
antropoide más que transformarla.
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5.2. Precursores “ocultos”
Hemos visto que el desplazamiento referencial no es algo que caracterice la comunicación de los antropoides con sus congéneres en estado
natural. Pero lo notable es que, cuando se comunican con los humanos,
hacen referencia a cosas no presentes o, incluso, a cosas del pasado y
anuncian planes futuros. Estos “avances” son tanto o más llamativos
cuanto que sus motivaciones para comunicar no se ven alteradas cuando
lo hacen en el entorno humano. De manera análoga, es sorprendente
que animales que carecen de lenguaje manejen símbolos y comprendan
el habla aunque, una vez más, sean incapaces de usar un lenguaje y de
crear símbolos.
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¿Cómo explicar los cambios que introduce la comunicación artificial?
Ante todo, bien pudiera ser que no haya tales cambios, es decir, que los
simios hagan uso del desplazamiento referencial en su comunicación
en la naturaleza. Puede que los investigadores hayan sido incapaces de
detectarlo: por prejuicios que introducen sesgos en la observación o
porque se expresan de manera diferente. Las vocalizaciones antropoides
encierran información de sucesos pretéritos o previenen de planes a
realizar. Aunque esto parece extraño, no hay que olvidar que el descubrimiento de que las vocalizaciones de los antropoides tienen una función
referencial data de hace poco (Slocombe & Zuberbuhler, 2005a). Nuevos
estudios empíricos pueden deparar sorpresas.
Una segunda alternativa es una hipótesis de que los simios tienen más
“capacidades disponibles” que las que realmente ponen en uso para sobrevivir en el día a día. En su versión más extrema, se propone que estas
capacidades “extraordinarias” existen ya en vista a un posible uso si las
circunstancias ambientales les impelen a ello. Hay que reconocer que esta
hipótesis es poco plausible porque rasgos que no incluyen una “rentabilidad” selectiva tienden a ser eliminados (a menos que estén ligados a otros
que sí la tienen). Ahora bien, mientras no conozcamos esta ligazón, todo
es pura especulación. En su versión más débil, la hipótesis propone que los
simios puede que retengan capacidades que, en el pasado, fueron recurso
para afrontar desafíos ambientales; los individuos aún pueden desplegarlas
si esos desafíos vuelven a presentarse. Por ejemplo, los humanos poseen la
capacidad prensil con sus pies aun cuando la vida en los árboles pertenece
a un pasado muy lejano. Mutatis mutandis, si presiones ecológicas han
fomentado en el pasado una comunicación acerca de cosas pretéritas o
futuras, esta capacidad es fruto de la evolución y podría ser recuperada.
Aunque esta versión débil es más viable que la primera, sigue siendo difícil
ver cómo puede aplicarse a una capacidad tan compleja como el lenguaje
que es un típico producto de la evolución del linaje humano.
La tercera alternativa es que, dotados de un sistema cognitivo complejo,
los antropoides u otros animales encuentran, en virtud de su flexibilidad, soluciones innovadoras ante problemas nuevos que afrontar. La
cognición es, como el comportamiento o la morfología, un aspecto
del fenotipo que aparece en la interacción con el medio ambiente. El
entorno humano presenta “desafíos” (por ejemplo, comida fuera del
alcance) y oportunidades que pueden explotarse para afrontarlos. El
uso de un sistema simbólico humano permite a los antropoides, en la
medida que hace uso de él, hacerse entender con mayor precisión para
conseguir alimento por medio de referentes concretos que con sus medios
naturales de comunicación.
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Las soluciones que genera un sistema cognitivo complejo, modificando sus
respuestas frente a circunstancias nuevas, puede que no sean óptimas ni
tan elegantes como las respuestas innatas que a menudo despliegan, pero
lo importante es que tienen efecto. No obstante, no es suficiente que se
presenten nuevos desafíos para que aparezcan nuevas soluciones. Una razón
por la que los antropoides comprenden el lenguaje o apuntan con el índice
es porque ya disponen de capacidades en su repertorio que sufren modificaciones para conseguir soluciones apropiadas. La comprensión del habla
(humana) es un caso particular de su comprensión de las vocalizaciones,
una capacidad muy extendida entre los animales y que ha evolucionado
previamente al lenguaje. Muchos mamíferos no son capaces de producir
nuevas vocalizaciones pero pueden extraer información de las vocalizaciones de otras especies (Seyfart & Cheney, 1990; Kaminski, Call & Fischer,
2004). Igual ocurre con el “apuntar”: los antropoides poseen un repertorio
sofisticado de gestos y pueden incorporar uno más con relativa facilidad
(Call & Tomasello, 2007). Los humanos estamos predispuestos al gesto de
apuntar y respondemos a él cómodamente; los antropoides pueden asimilar
esta predisposición y adquirirlo al efecto de manipular sus interacciones
con los cuidadores. En definitiva, nuestra hipótesis es que cuando individuos animales se ven expuestos a nuevos desafíos u oportunidades en su
ontogenia, desarrollan soluciones que incorporan nuevos elementos, y a
partir de aquí surgen las diferencias con otros congéneres que no están en
el mismo medio ambiente, material y social, a lo largo de su ontogenia.
6. Conclusión
Si hay alguna hipótesis que me gustaría se verificase es la de que los
símbolos y la enculturación transforman la mente antropoide de manera
significativa al incorporar nuevas formas de pensar y razonar. Pero lo más
evidente, hasta el momento, es que, aunque la cognición antropoide
está influenciada por el contacto con los humanos, esto no conduce
a cambios tan profundos como hubiéramos creído (Call y Tomasello,
1996). Premack llegó a la misma conclusión hace más de dos décadas y,
a pesar de nuevos datos empíricos, sigue vigente.
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Nuestra hipótesis de trabajo actual es que la mente antropoide puede
conseguir ganancias importantes con el trato humano, pero la revolución no tiene lugar. Suscribimos la idea de los Premack (1983) de que
los antropoides tienen una cierta capacidad de pensamiento sofisticado
sin que intervenga un código simbólico. Discrepamos de ellos en la
importancia que adscriben al adiestramiento simbólico en la aparición
del pensamiento abstracto. Nuestra idea es que la abstracción está ya al
alcance de los antropoides que no han recibido adiestramiento simbólico
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(Seed & Call, 2008). Es cierto que los símbolos promueven la abstracción al permitir a los sujetos a juzgar sobre relaciones o al depararles
un vehículo para expresar relaciones mentales abstractas, pero no las
pueden crear. De manera igual, un código simbólico (o una historia de
participación cultural) no altera sustancialmente la motivación para
comunicarse con otros. Opinamos que una de las maneras en que podría
darse esta “promoción” sería conseguir que los antropoides alcanzaran un
nivel de atención más refinada, de modo que comunicaran y resolvieran
problemas en una variedad de contextos más amplia.
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La comunicación de los primates con los humanos en el laboratorio:
una vía de exploración de la mente de los simios
Resum
La comunicació dels primats amb els humans al laboratori: una via
d’exploració de la ment dels simis
La investigació sobre les capacitats cognitives dels antropoides en laboratori ofereix una oportunitat excel·lent per a l’exploració del pensamentsense-llenguatge. En aquest article, en primer lloc s’analitza la comunicació dels primats en el seu medi natural en relació a tres característiques:
la referència, el desplaçament i la motivació. En una segona part, es porta
a terme una revisió sobre com apareixen aquestes tres característiques en
els contextos artificials de la comunicació en el laboratori. En una tercera
part, s’analitzen les aptituds antropoides en certes àrees del raonament
«pur»: raonament analògic, inhibició i apercebiment d’intencions. Es
conclou que els símbols i l’enculturació transformen la ment antropoide de manera significativa en incorporar noves formes de pensar i
raonar. Tanmateix, malgrat aquesta influència, no observem canvis tan
profunds com hauríem pensat. Certament, l’ensinistrament simbòlic
promou l’abstracció en permetre als subjectes de jutjar sobre relacions,
o en deparar-los un vehicle per expressar relacions mentals abstractes
però que no poden crear, i no altera substancialment la motivació per
comunicar-se amb altres.
Paraules clau: Comunicació artificial, referència, motivació, intencionalitat, símbol.
Abstract
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Communication of apes with humans in the laboratory: a way of
exploring the mind of the apes
Lab research about cognitive capacities in anthropoids gives us the
excellent opportunity to examine thought without language. In this
article, firstly there is an analysis of communication in primates in
their natural environment concerning three characteristics: reference,
displacement, and motivation. Secondly, there is a review about how
these three characteristics appear in artificial contexts of communication
in the lab. Thirdly, anthropoid performances are analysed in some areas
of “pure” reasoning: analogical reasoning, inhibition, and intentiongrasping. It is concluded that symbols and enculturation transform the
anthropoid mind significantly by incorporating new ways of thinking
and reasoning. However, despite this influence, we observed not so
deep changes as we had expected. Indeed, symbolic training promotes
abstraction as it allows subjects to judge about relationships or provides
them with a vehicle to express abstract mental relations, which they
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cannot create though, and does not substantially alter motivation to
communicate with others.
Key words: Artificial communication, reference, motivation,
intentionality, symbol
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