ARTICULISTAS El problema más grande escribir artículos de opinión es precisamente opinar. Uno comienza adentrándose con cierta precaución en caminos desconocidos y si baja la guardia acaba sentando cátedra, ejerciendo de censor, apropiándose el agua bendita del cardenal y de la vara de castigo del picador. Arranca con la moderación del que se sabe incapaz de dictar ley, pero nadie le impide terminar queriendo imponer el largo de la falda de la temporada, el modo correcto de pintar una fachada y marcando la clave del pentagrama para una canción. Se empieza por mostrar la estupefacción ante la realidad y se acaba por juzgarla, reescribirla, manipularla y, al final, se corre el peligro de convertirse en un opinadicto dando vueltas enloquecido en torno al opinómetro hasta que ya carece de importancia aquello de lo que se opina, porque lo que importa es la opinión en sí misma. La adicción por opinar tiene difícil cura. Opinas a la derecha y a la izquierda, de los de arriba y de los de abajo, de lo que sabes y de lo que no. Hay gente que opina a diario y otros semanalmente. En cualquier caso, ya sea tener 365 opiniones al año o tan solo 52 me resulta un exceso intragable. Y lo más terrible es que el consumidor de opiniones se levanta por la mañana y hasta que se acuesta no deja de oír opiniones distintas, encontradas, superlativas y consecutivas, opiniones que lo abruman, lo nublan y lo pueden sumir en la opinofobia, esa repelencia ante el empeño de los demás por decirle lo que está bien y lo que está mal, lo que es right y lo que es wrong. Juan José Millas, El País ESQUEMA 1. Evolución que sufren algunos comentaristas periodísticos 1.1. Empiezan asombrados por la realidad 1.2. Empiezan con precaución a enjuiciar la realidad 1.3. Acaban convirtiéndose en jueces y pierden toda objetividad. 2. Efectos que producen en el lector 2.1. Se muestra abrumado por el bombardeo de opiniones 3. El receptor acaba cansado de que le traten como a una persona sin criterio y repele todo tipo de comentarios. RESUMEN El mayor problema de escribir artículos de opinión es la propia actividad de opinar. Con el tiempo, el articulista corre el riesgo de perder la objetividad y terminar por convertir su opinión en una sentencia, el convertirse en un opinadicto, olvidando el verdadero sentido de su trabajo. Esta tendencia abruma al lector, oyente o espectador. TEMA Crítica a los periodistas dedicados a opinar enloquecidamente sobre todo lo sucedido olvidándose de enjuiciar objetivamente la realidad. CARACTERIZACIÓN DEL TEXTO Estamos ante un texto periodístico de opinión (en concreto, una columna) en el que prima la modalidad discursiva argumentativa que defiende la siguiente tesis: ante la saturación de opiniones (no siempre objetivas) de numerosos periodistas en los medios de comunicación, el público, abrumado, termina rechazando este tipo de periodismo. Millás no nos presenta la tesis completa desde el principio; el texto sigue una estructura en paralelo, donde cada párrafo presenta tesis distintas (en el primer párrafo: “El problema más grande de escribir artículos de opinión es (…) opinar”; en el segundo párrafo, dos: “la adicción por opinar tiene difícil cura” y la saturación de opiniones “pueden sumir en la opinofobia” al público). Cuando llegamos al final del texto, las distintas tesis conforman un todo. Al ser un texto argumentativo cuya intención comunicativa es la persuasión, nos vamos a encontrar con la subjetividad (y con ella la función expresiva y apelativa del lenguaje) y la claridad, sin que suponga esto una renuncia, por parte de Millás, a su peculiar estilo literario (función poética). Respecto al registro idiomático, nos hallamos ante un lenguaje estándar dirigido a un amplio público. Determinados giros coloquiales y frases hechas (sentar cátedra, bajar la guardia…) dan al texto un aire desenfadado que busca desde el principio la complicidad del lector ante un hecho que es importante y de máxima actualidad en los medios de comunicación de hoy día (radios, televisiones o periódicos): los comentaristas acaparan toda la actualidad informativa, endiosándose y opinando sobre todo lo humano y lo divino. Los rasgos lingüísticos en los que podemos apreciar la subjetividad, dentro del plano morfosintáctico, son los siguientes: - Adjetivos valorativos (exceso intragable, opiniones superlativas….) - En el segundo párrafo, Millás introduce la segunda persona del singular (así queda incluido él y el lector, con el que busca la identificación: opinas, sabes…), para terminar utilizando el pronombre de primera persona me, totalmente subjetivo. No nos engaña pues con - el uso de la tercera persona del singular (comienza, baja, acaba...), que busca presentar los hechos de una manera falsamente objetiva, a lo que ayuda - el presente intemporal (para dar categoría de validez universal a sus afirmaciones) y - la presencia de las oraciones impersonales y de pasiva refleja (se empieza por, y se acaba por, se corre el peligro de, se opina, hasta que ya carece de...). El texto tiene una intención persuasiva, no lo olvidemos. A la claridad contribuyen, también dentro del nivel morfosintáctico, los siguientes elementos: - Presencia de sustantivos abstractos por el tema tratado (opinión, estupefacción, realidad, importancia…) - Numerosos complementos preposicionales (artículos de opinión, el largo de la falda, el peligro de convertirse…) y oraciones de relativo (hay gente que….) que vienen a completar el significado del núcleo del sintagma. - La sintaxis no es complicada: abundan las oraciones enunciativas, y el orden de la oración es el lógico. Observamos subordinadas coordinadas copulativas (y lo más terrible es…), adversativas (pero nada le impide…), las adverbiales: condicionales (si baja la guardia…), temporales (hasta que se acuesta), causales (porque lo que importa…), sustantivas de sujeto (lo más terrible es que…). En cuanto a los rasgos léxico- semánticos: - campos semánticos de la información, opinión (articulo, escribir…) - anglicismos (right, wrong) que no aportan nada nuevo al significado del texto, pero que irónicamente nos da un toque de modernidad. - Neologismos creados por el autor (opinódromo y opinofobia) mediante derivación, a partir del sustantivo opinión, con los sufijos –dromo (lugar) y fobia (manía, aversión); y opinadicto mediante composición, uniendo opinión y adicto). La mayoría de estos recursos léxico-semánticos se utilizan para dar al texto un carácter irónico, a lo que ayudan las hipérboles que exageran la actividad desmedida de estos tertulianos de los medios (ejerciendo de censor, apropiándose el agua bendita del cardenal y de la vara de castigo del picador, terminar queriendo imponer el largo de la falda de la temporada, el modo correcto de pintar una fachada y marcando la clave del pentagrama para una canción). Hipérboles que, gracias a la enumeración que busca un efecto acumulativo, terminan abrumándonos y haciéndonos pensar que Millás tiene razón.