Algo puede funcionar

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Bogotá, Martes 28 de febrero de 2006
Algo puede funcionar
Beethoven Herrera Valencia
Profesor de las U. Nacional y Externado
La evaluación que Fedesarrollo realizó a los programas desarrollados en Bogotá,
concluye que la política de vivienda presenta severas falencias, el de salud
muestra un desarrollo mediano, y el programa de educación ha logrado
resultados notables.
La Secretaría de Educación Distrital (SED) ha implementado a partir del año
2005 un programa piloto de subsidios a la educación, dirigido a 10.000 niños
pobres de niveles de Sisbén 1 y 2, de las localidades de Suba y San Cristóbal,
para observar el impacto diferenciado de tres tipos de políticas sobre un grupo
de beneficiarios del programa y otro que no lo recibe.
Los tres tipos de estrategias consisten en diferentes modalidades de pago: la
primera otorga 30.000 pesos mensuales durante 10 meses a condición de asistir
al colegio; y la segunda es similar a la anterior pero ahorra 10.000 pesos por
mes a cada individuo beneficiado hasta el comienzo del próximo año escolar; lo
cual se justifica porque en ese momento el gasto en útiles y matrícula es más
oneroso.
La última modalidad de pago también ahorra 10.000 pesos mensuales y se
entrega dicho ahorro a la finalización del bachillerato. En este caso el alumno
puede escoger no seguir estudiando y recibir el monto del ahorro total; o
continuar algún tipo de educación superior y en este caso el beneficiario recibirá
600.000 pesos para pago de la matrícula.
Para analizar cómo el programa incidió en variables como la asistencia al
estudio y las calificaciones; la alimentación y la participación en el mercado
laboral; se comparó al grupo que se beneficia del programa específico con otro
que no participa del mismo. El resultado más sobresaliente es el impacto de la
tercera modalidad de transferencia sobre la vinculación de los muchachos a la
educación superior ya que la participación aumenta 50 por ciento respecto de
las personas que no recibieron este beneficio. Además el programa permite
consumir un mayor número de alimentos, incrementar el tiempo dedicado a la
actividad académica, y aumentar el dinero de bolsillo.
Uno de los impactos a evaluar era observar cómo cualquiera de los programas
ayudaba a reducir la participación de los niños y jóvenes afectados en el
mercado laboral. Dada la precariedad de los ingresos de la mayoría de los
hogares de estas localidades, es usual que los niños y jóvenes tengan que
trabajar para complementar los ingresos en sus hogares, lo cual sustituye su
tiempo dedicado a actividades académicas e incluso puede generar inasistencia
o deserción escolar.
Una característica relevante en el estudio es que casi ningún joven seleccionado
ha dejado de cursar un año escolar para dedicarse a trabajar. Esto significa que
se puede aumentar el tiempo dedicado a estudiar desplazando alguna otra
actividad laboral temporal. Uno de los resultados econométricos muestra que el
tercer tipo de transferencia genera una hora adicional de estudio en detrimento
de actividades laborales. Asimismo, la población que no recibió el beneficio
trabajó en promedio a la semana 3,6 horas mientras que los beneficiados lo
hicieron 1,6 horas.
Finalmente, se encontró que las horas de trabajo se incrementaron tanto para
los demás miembros del hogar como para los beneficiados del programa.
Aunque parezca contradictorio parece ser que los niños que trabajaban antes
redujeron sus horas de vinculación laboral, por lo que no debieron trabajar más
para cubrir algunos gastos adicionales escolares, sobre todo aquellos que
pasaron a algún grado de formación superior; y entonces otros miembros de la
familia aumentaron su actividad laboral para suplir ese ingreso. Reconforta
encontrar que algo funcione.
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