Unidad 7 • Contrato individual de trabajo “El primer nexo jurídico o vínculo que se establece entre trabajador-patrón es una convención por la cual el empleador y el trabajador se obligan recíprocamente: éste a prestar servicios personales bajo dependencia y subordinación del primero, y aquel a pagar por estos servicios una remuneración determinada. El contrato de trabajo puede ser individual o colectivo El contrato es individual cuando se celebra entre un empleador y un trabajador.” 81 CONTRATO INDIVIDUAL DE TRABAJO El punto de partida, del que derivan todas las consecuencias de la relación obrero patronal, es el primer nexo jurídico o vínculo que se establece entre el hombre que ofrece su capacidad de trabajo y aquel que va a aprovecharla o a cuya autoridad quedará sometido para el desarrollo de la labor que va a emprender. Dijimos, en ocasión anterior, que el Derecho del Trabajo apareció como la última rama que se desprendió del tronco secular del Derecho. Dijimos que los problemas de trabajo fueron resueltos, antes de ahora, dentro de los conceptos civilistas, considerando esa relación como un “alquiler”. Las características apuntadas explican el que, al nacimiento del Derecho Laboral, los juristas entendieron sus instituciones dentro de aque llas doctrinas e inclusive, en materia de terminología, recurrieron también a los nombres ya usuales entre los juristas para designar a las instituciones nacientes. Vieron que, entre el trabajador y su patrón, hay un acuerdo de voluntades para que uno preste un servicio y el otro lo dirija y le pague una retribución. Este acuerdo constituye lo que tradicionalmente se ha designado como un convenio y como el convenio, dentro del Derecho Civil, se traduce en uno o varios contratos, en el Derecho del Trabajo se designó con el nombre de contrato de trabajo al convenio celebrado entre el patrón y su trabajador, para la prestación de los servicios de éste. Algunos tratadistas se empeñaron en clasificar el contrato de trabajo dentro de algunos de los contratos conocidos, ya el de arrendamiento, ya el de compra-venta. Otros lo asimilaron al contrato de sociedad o al mandato. Pero esos esfuerzos, en los que se han acumulado grandes energías y largos capítulos en las obras de Derecho, resultaron un tanto infructuosos, puesto que nos encontramos en presencia de nuevos fenómenos, de nuevas instituciones, que debemos analizar y estudiar con un espíritu amplio. No se trata aquí de los principios generales que informan todas las ramas del Derecho, sino de las instituciones peculiares que en cada una de ellas van apareciendo. Por esto desprendemos que el contrato individual de trabajo no es mandato, compra-venta, ni arrendamiento. Lisa y llanamente, es contrato de trabajo. CONTRATO DE TRABAJO Y RELACIÓN DE TRABAJO Cuando apareció con fuerza incontenible el fenómeno laboral hemos visto que los juristas tuvieron que encuadrar dentro del ordenamiento jurídico, a las instituciones recientes que respondían al desarrollo industrial que cada día abría más fuentes de trabajo y demandaba la presencia de numerosos trabajadores. Los juristas recurrieron a las expresiones hasta entonces usadas en la terminología legal y denominaban “contrato” al acuerdo de voluntades que surge entre un patrón y un trabajador. La expresión no era la más feliz; pero su uso universal vino a darle un reconocimiento pleno, aunque tuvo que aceptarse que, en este contrato, no es aplicable en su integridad el principio de la autonomía de la voluntad, porque la ley tenía que proteger a la parte más débil en la relación contractual. Así vemos que en materia de salario mínimo, de duración de la 82 jornada, del trabajo para mujeres y menores, entre otros puntos, las partes no tienen libertad para convenir tales extremos y cualquier acuerdo entre ellas que disminuya o restrinja las disposiciones legales, adolece de nulidad. Posiblemente estas limitaciones y un propósito no advertido de aumentar la facultad intervencionista del Estado y disminuir el ámbito de libertad del individuo, llevó a ciertos juristas a sostener que el contrato de trabajo es una institución sin importancia, pues lo que debe servir de base para todas las convenciones que se derivan de la prestación del trabajo, es el hecho mismo de enrolarse o engancharse en una empresa, mediante los actos concretos de ejecución de las labores, a lo que llamaron “relación de trabajo”. Con ello se hace una reminiscencia de lo que ocurría en los gremios de la Edad Media: bastaba que un sujeto ingresara a la corporación para que le fueran aplicables todas las disposiciones de la Ordenanza respectiva. Podríamos pensar también, para entender la postura de los sostenedores de esta doctrina, en la situación que hoy se plantea cuando alguno de nosotros ingresa a una Asociación Civil. Se pretende, por los partidarios de la doctrina de la Relación de Trabajo, también llamada de la Incorporación, que en el momento en que el obrero comienza a laborar es cuando surgen los derechos y obligaciones para el patrón y para el mismo trabajador, siendo intrascendente que hubieran celebrado contrato de trabajo o no. No estamos de acuerdo con esta doctrina, porque independientemente de las limitaciones al principio de la autonomía de la voluntad, el trabajador sigue siendo un hombre libre que debe expresar su consentimiento de vincularse con un patrón y puede, si así lo convienen ambos, incluir prestaciones superiores a las legales o las del contrato colectivo que rija en la empresa. Consecuentemente, somos partidarios de la teoría contractualista. Ampliando un poco los conceptos anteriores podemos decir que existen dos corrientes principales: la de los Contractualistas y la de los Anticontractualistas. Los primeros sostienen que al iniciar cualquier actividad laboral se necesita un acuerdo de voluntades, así sea el caso que una se considere tácita. Cuando el acuerdo está dirigido a producir un efecto jurídico se llama contrato. Por eso entienden que cuando un trabajador acepta laborar con otra persona, el patrón y ésta convienen que se realice la labor material de que se trate, ha surgido el acuerdo de voluntades que obligará jurídicamente a los dos sujetos mencionados, de acuerdo con las leyes vigentes y aparecerán los efectos jurídicos que son la consecuencia de ese contrato. Los Anticontractualistas sostienen, a partir de Lotmar, en Alemania, que la relación de trabajo se contempla primero dentro del campo contractual; pero después salió de este ámbito para abrigar aspectos fuera del vínculo contractual, pues se refieren a las obligaciones que nacen de las reglamentaciones impuestas por el patrono. Por estas razones nos dice Deveali, justificadamente, que esta teoría pretende un retorno al Derecho Germánico, en que existe la relación de servicio fiel entre el caudillo y su séquito. 83 Coincidimos con Cabanellas al afirmar que si se pretende que puede darse un vínculo jurídico sin que medie la voluntad, es lo mismo que creer que del vacío pueda extraerse la materia. Si sólo se aceptara la teoría de la relación del trabajo, no se podría justificar la existencia de algún derecho cuando el obrero firme un contrato de trabajo para iniciar sus labores posteriormente y el patrón más tarde se niegue a recibirlo o a la inversa. Aun aceptando la existencia de la cláusula de exclusión por admisión, que reputamos inconstitucional en nuestro medio, el trabajador seguirá disfrutando de libertad, una vez que lo haya propuesto el sindicato al patrón, para discutir con éste, aspectos específicos más favorables en su contrato de trabajo. Nuestra Ley Laboral, por otra parte, ha pretendido incluir los dos conceptos en el artículo 20, o sea que se separa de los sistemas señalados por la doctrina, pues define la Relación del Trabajo como la prestación de un trabajo personal subordinado a una persona, mediante el pago de un salario, cualquiera que sea el acto que le dio origen y a continuación incluye la definición del contrato de trabajo que adelante comentamos, pero agrega en un tercer párrafo: “La prestación de un trabajo a que se refiere el párrafo primero y el contrato celebrado producen los mismos efectos.” De lo expuesto deducimos que la relación no sustituye al contrato de trabajo, sino que lo complementa de manera innecesaria, pues ya en el artículo 18 de la Ley derogada se disponía que existía la presunción del Contrato de trabajo entre el que presta un servicio personal y el que lo recibe. Más confusión introduce el artículo 21 de la Ley al ordenar que “se presumen la existencia del contrato y de la relación de trabajo entre el que presta un trabajo personal y el que lo recibe”. Esto nos lleva a considerar que se trata de dos elementos iguales, cuando en realidad la doctrina había establecido entre ambos, una diferencia tajante. DEFINICIÓN Podríamos referirnos a las definiciones que la doctrina ha dado respecto del contrato individual del trabajo, pero consideramos preferi ble recurrir al texto de la Ley, ya que éste, por lo demás, responde a las exigencias doctrinales, interpretando adecuadamente algunas de sus expresiones. Reproducimos, pues, el contenido del segundo párrafo del artículo 20 de la Ley Federal del Trabajo, que dice: “Contrato individual de trabajo cualquiera que sea su forma o denominación, es aquel por virtud del cual una persona se obliga a prestar a otra un trabajo personal subordinado mediante el pago de un salario.” Para captar el contenido de esta definición hemos considerado pertinente desmenuzar los elementos de la misma, analizando qué se entiende por trabajo, qué se entiende por patrón y cómo se explica el nexo que entre ambos existe. 84 Después de exponer algunos puntos de vista sobre estos temas, volveremos a estudiar el contrato de trabajo y sus diferencias con otras instituciones que le son semejantes y que pudieran dar lugar a confusiones. En capítulo aparte estudiaremos algunas modalidades especiales por lo que hace al salario. CONCEPTO DE “TRABAJADOR” Nos dice el artículo 8º de la Ley Federal del Trabajo que “trabajador es la persona física que presta a otra persona física o jurídica, un trabajo personal subordinado”. Con acierto nuestra Ley actual precisó conceptos al señalar que el trabajador debe ser una persona física y quiso recalcar la no diferenciación de la actividad desarrollada para poder clasificar a un trabajador, cuando agregó que para los efectos del precepto, se entiende por trabajo toda actividad humana, intelectual y material, ind ependientemente del grado de preparación técnica requerido por cada profesión u oficio. Por lo que ve al sexo de la persona física la Constitución Política, según última reforma de 1974, dispone en su artículo 49, que “el varón y la mujer son iguales ante la Ley”. Por otra parte el artículo 169 del Código Civil para el Distrito Federal, que también fue reformado recientemente, establece que los cónyuges podrán desempeñar cualquier actividad, excepto las que dañen la moral de la familia o la estructura de ésta. Cualquiera de ellos podrá oponerse a que el otro desempeñe la actividad de que se trata y el Juez de lo Familiar resolverá sobre la oposición. Como se ve, el hombre y la mujer han quedado completamente equiparados en sus derechos y, por lo mismo, solamente en el caso de que el trabajo de la mujer dañe la moral de la familia (lo que resulta sumamente extraño para un trabajo lícito) cabe la oposición del marido. Hemos dicho que la Ley requiere que el trabajador sea una persona física, lo que excluye desde luego a las personas morales y de allí se desprende de inmediato que un sindicato no puede ser sujeto de un contrato de trabajo, con el carácter de trabajador, puesto que el sindicato es una persona moral. La prestación del servicio debe ser personal y así lo exige no sólo nuestra doctrina nacional, sino la extranjera, pudiendo al efecto citar, respecto de ésta, a Brun y Galland, que en su obra Droit du Travail, al referirse a la estructura del contrato de trabajo consideran como un elemento indispensable el citado. Es lógica la conclusión anterior, pues si el trabajo fuera a prestarse por una tercera persona, nos encontraríamos en presencia de una figura jurídica que más adelante comentaremos y que se refiere a los intermediarios. Una conclusión práctica también desprendemos de esta definición, o sea que las personas que ya obtuvieron su jubilación en una empresa no pueden considerarse trabajadores de la misma, desde el momento en que ya no le prestan servicio personal alguno. 85 Como hemos visto, nuestra Ley solamente se refiere al trabajador como uno de los elementos de la relación laboral, pero es usual emplear la expresión de “empleados” refiriéndose a los trabajadores de oficina. No hay base legal para establecer, esa diferencia y solamente en los usos internacionales conviene conocer las expresiones para designar, como empleadores, a los patronos y con el segundo a los trabajadores. TRABAJOS DE MENORES La mayoría de edad en materia laboral es la de 16 años, pues aun cuando la propia Ley permite el trabajo de los niños mayores de 14 años, y menores de 16, establece una serie de taxativas, tanto para la celebración del contrato, como para el cumplimiento del mismo. Se requiere, ante todo, que el menor haya terminado su educación obligatoria, salvo los casos de excepción que apruebe la autoridad correspondiente en que, a su juicio, haya compatibilidad entre los estudios y el trabajo. Además, el contrato debe ser celebrado con la autorización del padre o tutor del menor. En su defecto, debe intervenir el sindicato correspondiente y, si no lo hubiere, la Junta de Conciliación y Arbitraje. Por último, si tampoco existe en el lugar esa autoridad, se requiere la autorización del Inspector del Trabajo o de la autoridad política. Los menores trabajadores pueden percibir el pago de sus salarios y ejercitar las acciones que les correspondan. Así lo dispone el segundo párrafo del artículo 23 de la Ley Federal del Trabajo, desapareciendo totalmente la duda que existió en el pasado sobre la capacidad para que el menor recibiera directamente su salario. La propia Ley establece ciertas limitaciones que es muy importante analizar, pues muchas veces al celebrar el contrato de trabajo el patrón olvida estos detalles, ante la insistencia del propio interesado o del sindicato, que generalmente aducen haber alcanzado, el primero, el adecuado desarrollo físico y, además, necesidades económicas. En efecto, los mayores de catorce años, pero menores de dieciséis, no pueden trabajar jornada extraordinaria de labores, ni desempeñar trabajo nocturno industrial ni labores insalubres o peligrosas. Los menores ni siquiera pueden trabajar la jornada ordinaria ya que para ellos la jornada máxima de labores será de seis horas (Arts. 175, 176 y 177 de la Ley). Se dispone por el artículo 173 que el trabajo de los mayores de 14 años y menores de 16 queda sujeto a vigilancia de la Inspección del Trabajo, denotándose con ello el propósito que persigue el Legislador de evitar que se violen las disposiciones protectoras para los trabajadores adolescentes, como se comprueba por las disposiciones que en seguida se incluyen. Dispone la Ley que estos jóvenes deben obtener un certificado médico que acredite su aptitud para el trabajo y someterse a los exámenes médicos que periódicamente ordene la Inspección del Trabajo. (Art. 174.) No nos parece muy acertada la expresión de “aptitud para el trabajo”, porque con ello se ha entendido generalmente la capacitación técnica o 86 profesional de un individuo para desempeñar un puesto y, seguramente, lo que se persigue en esta disposición legal, es más bien la relación que debe existir entre las condiciones físicas del menor trabajador y las labores para las cuales se le contrate. El mismo precepto dispone que sin el requisito del certificado ningún patrón podrá utilizar sus servicios, por lo que es de suponerse que si se viola esta disposición el contrato celebrado con el menor adolece de un vicio fundamental y debe declararse nulo, ya que se celebró contra el tenor de una ley prohibitiva. Sin embargo, la nulidad afectaría la relación de trabajo desde el momento en que se declare, pero de ningún modo podrá privar al menor de todos los derechos que le correspondan como trabajador durante el tiempo en que prestó sus servicios, aun cuando se le hubiere contratado con esta falla legal. El patrón que hubiere cometido esa violación a la Ley se haría acreedor a la sanción administrativa que establece el artículo 995 de la Ley Federal del Trabajo. Existen otras prohibiciones en el artículo 175, como son la de utilizar el trabajo de menores de 16 años en expendios de bebidas embriagantes de consumo inmediato o en trabajos susceptibles de afectar su moralidad o sus buenas costumbres. En el inciso c) de la fracción primera del citado artículo 175 se prohíben los trabajos ambulantes para los menores, salvo la autorización especial de la Inspección del Trabajo. Consideramos que por trabajo ambulante debe entenderse aquel que principalmente se realiza trasladándose la persona de un lugar a otro, como se desprende del sentido etimológico de la palabra “ambular”, por lo que se afectarían los mensajeros que se ocupan en muchas empresas y oficinas, y para los cuales el trabajo consiste principalmente en repartir documentos o llevar objetos de un lugar a otro. Posiblemente el propósito que guió al Legislador fue el de evitar el riesgo que tienen los trabajos ambulantes. La Exposición de Motivos de la Iniciativa de Reformas de 1962 enviada por el Ejecutivo a las Cámaras señala como razón de esta prohibición, el que los trabajos ambulantes están universalmente considerados como peligrosos para la moralidad y las buenas costumbres de los menores, y se encuentran incluidos como tales en el artículo 383 del Código Internacional del Trabajo, por la Oficina Internacional del Trabajo. Esta prohibición creemos que puede dañar seriamente a los jóvenes menores de 16 años, porque en algunas empresas se preferirá evitar contratarlos para dichas labores, por las demoras y molestias que puede significar, el gestionar una autorización especial de la Inspección del Trabajo. También se prohíben los trabajos subterráneos o submarinos y las labores peligrosas e insalubres, lo cual se explica fácilmente. En la Ley se prohíbe el trabajo de menores de 16 años en establecimientos no industriales después de las 10 de la noche pero también se incluye a los menores de 18 años para prohibirles los trabajos nocturnos industriales. 87 Si la primera prohibición podría tener una explicación por tratarse de menores de 16 años, cuando todavía no se llega a la mayoría de edad en materia laboral y el organismo físico está en vías de desarrollo, la segunda prohibición nos parece fuera de toda realidad e inconveniente para los jóvenes de 16 a 18 años, pues a pesar de que, repetimos, después de los 16 años podría suponerse que se adquiere una mayoría de edad en materia de trabajo, la restricción que ahora se impone determinará que no podrán ser contratados jóvenes mayores de 16 y menores de 18 años en empresas que realicen trabajos nocturnos industriales. ARTÍCULO 176. Las labores peligrosas o insalubres a que se refiere el artículo anterior, son aquellas que, por la naturaleza del trabajo, por las condiciones físicas, químicas o biológicas del medio en que se prestan, o por la composición de la materia prima que se utiliza, son capaces de actuar sobre la vida, el desarrollo y la salud física y mental de los menores. Los reglamentos que se expidan determinarán los trabajos que queden comprendidos en la anterior definición. Como lo indicamos anteriormente, la jornada de trabajo de los menores es reducida, pues no puede exceder de seis horas diarias; pero, además, la Ley exige que se divida en periodos máximos de tres horas y que entre ellos disfruten los menores de reposos de una hora, por lo menos. La prohibición del trabajo fuera de las horas de la jornada normal, o sea de extraordinario, se extiende también a prohibir que laboren en días domingos y de descanso obligatorio. Se dispone que en caso de que se viole esta prohibición las horas extraordinarias se pagarán con un 200% más del salario que corresponde a las horas de la jornada y por el trabajo en días domingos y de descanso obligatorio, se pagará, el salario correspondiente al día de que se trate y un salario doble por el servicio prestado. Aun cuando se advierte que el propósito del Legislador fue el de restringir el trabajo en tiempo extraordinario y en los días domingos o festivos, pueden afectar estas limitaciones a la contratación de los menores pues si tratándose de adultos es factible, por las necesidades del trabajo, señalar un día de la semana y no el domingo como el de descanso, resulta que para los menores prácticamente la sanción del salario triple se aplica indefectiblemente para el séptimo día, a pesar de que él menor pudiera tener su descanso en otro día de la semana o bien no será posible implantar esa modalidad que responde, básicamente, a los requerimientos del trabajo. También amplía la Ley los periodos de vacaciones para los menores de 16 años ordenando que deben disfrutar anualmente de 18 días laborables, por lo menos. El patrón está obligado a exigir que el menor le exhiba el certificado médico que le acredite como apto para el trabajo; a llevar un registro de inscripción especial, con indicación de la fecha de nacimiento del menor, la clase de trabajo, 88 horario, salario y demás condiciones generales de trabajo. Por último debe distribuir el trabajo en condiciones tales que el menor disponga del tiempo necesario para cumplir sus programas escolares y asistir a escuelas de capacitación profesional. Naturalmente que constituye una obligación general del patrón suministrar los informes que le solicite la Inspección del Trabajo. Es incuestionable que desde un punto de vista teórico, resulte muy justificada la preocupación oficial por proteger a los menores; pero debemos pensar que el exceso de restricciones puede producir un efecto contraproducente, ya que es posible que algunos patronos, al observar estas situaciones traten, hasta donde sea posible, de no contratar menores y en un país como el nuestro, que presenta problema de desempleo, aunque no sea con caracteres agudos, será fácil encontrar adultos mayores de 16 o de 18 años, que puedan ser contratados y esto perjudicará a los adolescentes de 14 a 18 años. Por otra parte las estadísticas nos indican que el porcentaje de población joven es muy alto en el país y también advertimos por ejemplo en las encuestas realizadas respecto de los salarios mínimos, que en la familia mexicana es normal que se integre un salario familiar con el sueldo del padre y de los hijos menores; pero capacitados para trabajar. Muchas veces, inclusive, los jóvenes desean prestar sus servicios para obtener ingresos que les permitan continuar estudios en escuelas superiores y poder capacitarse. TRABA JO DE MUJERES El desarrollo de conceptos ideológicos y de necesidades económicas, ha influido desde el siglo pasado para llevar a la mujer a los centros de trabajo, descartando el antiguo concepto que recluía a la mujer en el hogar. Así vemos que primero, en el campo del trabajo, se equiparó la mujer al hombre, concediéndole los mismos derechos y oportunidades, excepto en ciertos casos que quedaron especificados. Posteriormente, la mujer se consideró con iguales derechos al hombre en el aspecto civil y, finalmente, en nuestro país, se acordó la igualdad política para el hombre y para la mujer. Durante algún tiempo nuestra Ley Laboral estableció diversas restricciones para el trabajo de la mujer no obstante que le reconocían los mismos derechos y obligaciones que al hombre. Se contenían además, preceptos especiales tomando en cuenta la excelsa misión que la Naturaleza ha conferido a la mujer en el papel sublime de la maternidad y las características correspondientes a los periodos pre y postnatales. No cabe duda que las aptitudes psicológicas de la mujer, diferentes a las del varón, hacen que en cierta clase de trabajos en que se requiere la minuciosidad, la paciencia y el orden, se prefiera en algunas empresas al elemento femenino. Hay otras labores que siguen encomendadas al hombre y en las que desgraciadamente la experiencia observada hasta ahora no es muy 89 satisfactoria por lo que ve al trabajo de mujeres; pero en nuestro concepto, ello depende principalmente de una falta de educación y entrenamiento especial para el elemento femenino y es de esperarse que en el futuro pueda la mujer pasar airosamente las pruebas de aptitud que se requieran en toda clase de trabajos. Solamente las condiciones biológicas que se presentan para el sexo débil, determinarán necesariamente que en cierta clase de trabajo no pueda aceptarse que la mujer compita con el hombre en un plano de igualdad. Si recordamos algunos antecedentes de la historia del Derecho del Trabajo, encontraremos cómo fue precisamente el trabajo de mujeres y de menores en diversos países, principalmente en Inglaterra, lo que llamó poderosamente la atención e hizo que en la tribuna, en la prensa y en los libros se requiriera la intervención del Estado, para reglamentar la labor de esta clase de trabajadores, dando lugar a las primeras disposiciones proteccionistas de unas y otros. En la nueva Ley Federal del Trabajo se suprimieron muchas de las restricciones contenidas en la anterior y se explicó, en la Exposición de Motivos, que el propósito actual debe ser la protección de la maternidad, lo cual significa que las limitaciones al trabajo de las mujeres no se refieran a la mujer como ser humano, sino a la mujer en cuanto cumple la función de la maternidad. Por ese motivo se respetarán solamente las modalidades que para el trabajo femenino establece el Artículo 123 Constitucional y se suprimieron todas las disposiciones que restringían ese trabajo, enfocándolas ahora solamente para el caso de la mujer que sea madre. Dispone la Ley que las mujeres disfrutan de los mismos derechos y tienen las mismas obligaciones que los hombres, lo cual resulta lógico de acuerdo con los desarrollos históricos que hemos mencionado, pues pareció inadecuado, como lo hicimos notar en la edición anterior de esta obra, fijarle limitaciones que impedían a la mujer equipararse al hombre en el mundo del trabajo. El Legislador quiso ser tan categórico que, saliéndose de una estricta técnica jurídica, incluyó un precepto con el único objeto de señalar que las modalidades que se consignan para el trabajo de las mujeres, tienen como propósito fundamental la protección de la maternidad. En 1974 se reformaron tanto la Constitución Política como la Ley Federal del Trabajo para consignar las libertades que ahora se otorgan a la mujer en materia de trabajo, consecuentes con el criterio de equipararla al hombre en sus derechos. Se suprimió la prohibición para que las mujeres trabajen en labores insalubres o peligrosas, para el trabajo nocturno industrial y para cualquier trabajo después de las diez de la noche. Sin embargo, el artículo 166 de la Ley Federal del Trabajo mantiene tales prohibiciones para la mujer embarazada o cuando esté amamantando a su hijo, con la observación de que se toma tal medida cuando se ponga en peligro la salud de la madre o la del producto de la gestación. El siguiente artículo de la Ley, o sea el 167, define qué se entiende por labores peligrosas o insalubres, según las condiciones físicas, químicas y biológicas del medio en que se preste el trabajo o por la composición de la materia 90 prima que se utilice, tomando en cuenta que pueden actua r sobre la vida y la salud física y mental de la mujer en estado de gestación o del producto. Aun cuando todas estas excepciones se refieran tan sólo a las labores peligrosas e insalubres y podría suponerse que sigue en vigor la prohibición del trabajo nocturno industrial y en los establecimientos comerciales después de las 10 de la noche, para todas las mujeres, consideramos que una recta interpretación legal, tomando en cuenta la generalidad del artículo 165, constriñe a las citadas prohibiciones sólo a a l s mujeres encinta o que por razón de la maternidad no puedan atender estas labores sin perjudicar aquella función que indudablemente debe tener preeminencia. Impera sin embargo, la prohibición Constitucional. Se consideró como es debido, y ya lo hacía la Ley anterior, la noble misión de la maternidad y por ello el artículo 170 enumera una serie de derechos que corresponden a las madres trabajadoras. En primer lugar, durante el periodo del embarazo no podrán ser utilizadas en trabajos peligrosos para su salud o para la de su hijo, tales como los que exigen esfuerzo físico considerable, levantar, tirar o empujar grandes pesos, permanecer de pie durante largo tiempo o en operaciones que produzcan trepidación. Durante las seis semanas anteriores y seis semanas posteriores al parto disfrutarán de un descanso con goce de salario íntegro; pero si por razón de salud fuere necesario prorrogar el periodo de descanso tendrán derecho al 50% de su salario durante un periodo no mayor de 60 días y aún por un tiempo excedente; pero ya sin goce de salario. El plazo máximo de descanso para la mujer embarazada no podrá ser mayor de un año contado a partir de la fecha del parto. Si regresan durante este término el patrón tendrá la obligación de recibirlas. Los periodos pre y postnatales deberán computarse en la antigüedad de la mujer. En el periodo de lactancia las mujeres disfrutarán de dos reposos extraordinarios por día, de media hora cada uno, para amamantar a sus hijos, agregando la Ley una frase que resulta inadecuada, ya que pretende que la empresa designe el lugar adecuado e higiénico para que la madre amamante a su hijo y esto resulta absurdo, pues no compete a la empresa sino a la propia madre escoger el lugar adecuado. Si la Ley quiso referirse a que en las empresas exista un lugar higiénico para que las madres cumplan ese cometido, la redacción resultó poco feliz. En muchos lugares del país la madre dejará a su hijo en el hogar cuando la distancia de éste al centro de trabajo sea pequeña y pueda ir a amamantarlo y regresar a su lugar de trabajo dentro de la media hora concedida. Aunque la Ley no lo dispone entendemos que los dos periodos de media hora deben computarse dentro de la jornada normal de trabajo sin efectuar reducción del salario. Repite la Ley el precepto contenido en el ordenamiento anterior, en el sentido de que los servicios de guardería infantil se prestarán por el Instituto Mexicano del Seguro Social, de conformidad con su Ley y disposiciones reglamentarias. 91 La Ley del Seguro Social de 1973 incluyó un capítulo sobre el seguro de guarderías para hijos de aseguradas. Se tiene derecho a este servicio desde que el niño tenga 43 días hasta que cumpla cuatro años de edad. El sostenimiento del relacionado servicio se cubre con la cuota que deben pagar los patrone s, independientemente de que tengan o no trabajadoras a su servicio, insistiendo con ello en el criterio de solidaridad social: Esta cuota será el uno por ciento de la cantidad que por salario paguen a todos sus trabajadores en efectivo por cuota diaria, con un límite superior a diez veces el salario mínimo general vigente en el Distrito Federal. Infortunadamente la Ley nueva insiste en la disposición de la anterior para que en los establecimientos en que trabajen mujeres, el patrón mantenga un número suficiente de asientos y sillas a disposición de las madres trabajadoras. Creemos que a pesar de que, ahora se indica que las modalidades de la Ley llevan como finalidad la protección de la maternidad, la colocación de sillas o asientos donde trabajan mujeres y puedan estar sentadas, no debe circunscribirse al caso de las madres trabajadoras, sino a todas las mujeres. CONCEPTO DE “PATRÓN” De acuerdo con el sistema adoptado, vemos ahora que la Ley, en artículo 10, define al patrón- como “la persona física o mora l que utiliza los servicios de uno o varios trabajadores”. Añade un párrafo en el que dispone que si el trabajador, conforme a lo pactado o a la costumbre, utiliza los servicios de otros trabajadores, el patrón de aquél, lo será también de éstos. Por una parte tenemos ahora que deducir, de la definición de trabajador, la característica del patrón ya que, como lo establece el artículo 8°, se requiere la existencia de un trabajo personal subordinado. Repetimos los comentarios que hemos hecho en ediciones anteriores, en el sentido de que la Ley acepta como patrón a una persona moral, como puede serlo una sociedad civil o mercantil, lo que resulta normal, a diferencia del caso de un trabajador que forzosamente debe ser una persona física. La disposición referida a que otros trabajadores que presten servicios por medio de un tercer trabajador se consideran sometidos al mismo patrón, puede parecer alarmante; pero si consideramos la condición que la Ley señala de que tales actos deben realizarse conforme a lo pactado o a la costumbre, desaparece el peligro que pudiera avizorarse y solamente encontramos un deseo de proteger a trabajadores que aparentemente estuvieran desligados del verdadero patrón. En un precepto especial la Ley nos dice ahora que los directores, administradores, gerentes y en general, las personas que ejerzan funciones de dirección o administración en las empresas o establecimientos, serán consideradas representantes del patrón y en tal concepto lo obligan en sus relaciones con los trabajadores. (Art. 11.) Esta disposición resulta completamente lógica y necesaria en el caso de una persona moral, pues siendo los integrantes de la misma, como en el caso de los accionistas, personas a veces ignoradas, la representación de ellas ante los 92 trabajadores debe ejercerse por medio de los funcionarios que ejemplifica el Legislador, como directores, gerentes, administradores, etc. Desde luego que en una empresa encontramos invariablemente que los funcionarios van actuando, todos, en representación de su superior común que, en último análisis, viene a ser el gerente, quien puede ser, o bien el dueño o genuino patrón, o bien, a su vez, un representante de éste: tal es el caso de las personas morales que actúan como patronos. Pero al llegar a niveles muy inferiores en los que predominan las actividades técnicas sobre las de administración propiamente tales, no puede hablarse ya de un genuino representante del patrón, siendo así como al nivel de los cabos o de los sobrestantes, no cabría el concepto de representación a que se refiere el artículo de la Ley mencionado. La referencia legal a empresa o establecimiento nos obliga a señalar la diferencia que contempló el Legislador al respecto y así vemos que en la Exposición de Motivos se sostiene que el crecimiento de la ind ustria moderna obliga a numerosas empresas a crear sucursales, agencias, u otras unidades semejantes, independientes las unas de las otras, pero sujetas todas a la administración general. Por empresa debemos entender la unidad económica de producción de bienes o servicios, la organización total del trabajo y del capital bajo una sola dirección y para la realización de un fin, en tanto que el establecimiento es una unidad técnica, como las sucursales, agencias u otras semejantes que, aunque disfrutan de autonomía técnica, forman parte y contribuyen a la realización de los fines de la empresa considerada como unidad superior. Así lo dispone el artículo 16 de la Ley. CONCEPTO DE “EMPLEADO DE CONFIANZA”. Al llegar a este punto conviene que estudiemos la posición de un grupo muy importante de trabajadores de una empresa conocidos con el nombre de empleados de confianza. A diferencia del sistema establecido por la anterior Ley Federal del Trabajo, en que se deducía indirectamente la definición que hubiera de darse de estos trabajadores, la nueva Ley prefirió abordar abiertamente el caso, sosteniéndose en la Exposición de Motivos que el concepto de trabajador de confianza tenía gran importancia para la administración de las empresas y que, en lugar de establecer una lista de los puestos que típicamente deben considerarse de esa naturaleza, disponiendo también que podían incluirse otros por razón de analogía, se tomó en cuenta, por una parte, los elementos que ofrecían los artículos 48 y 126 fracción X de la Ley derogada, así como las tesis sostenidas por la doctrina y por la jurisprudencia y entonces se redactó el actual artículo noveno, que nos dice que la categoría de trabajador de confianza depende de la naturaleza de las funciones desempeñadas y no de la designación que se dé al puesto. En seguida establece las características de las funciones de confianza como son: dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, cuando tengan carácter general, y las que se relacionen con trabajos personales del patrón dentro de la empresa o establecimiento. 93 El primer concepto nos parece inobjetable ya que, como lo había sostenido la Suprema Corte de Justicia de la Nación, no es lógico que la simple inclusión de un puesto dentro de los de confianza, hecho en un contrato colectivo, pudiera darle tal carácter. Realmente dentro de cualquier empresa existen, además de los representantes del patrón, un grupo de personas a través de las cuales el patrón maneja el negocio. Estas personas son como los ojos y los oídos del patrón; están estrechamente vinculados con el éxito o el fracaso de la negociación y tienen que conocer aspectos que, muchas veces, no es posible publicar para que todos los trabajadores se enteren de los mismos. Por eso cuando la Ley se refiere a las funciones desempeñadas creemos que actúa acertadamente. Veamos ahora las características de la función de confianza: “ARTÍCULO 9º La categoría de trabajador de confianza depende de la naturaleza de las funciones desempeñadas y no de la designación que se dé al puesto. Son funciones de confianza las de dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, cuando tengan carácter general, y las que se relacionen con trabajos personales del patrono dentro de la, empresa o establecimiento.” En materia de dirección podernos decir que los representantes del patrón la ejercen en su grado máximo; pero con la delegación de autoridad, que, es indispensable en todo negocio, los propios representantes tienen que entregar parte de su autoridad a sus inmediatos colaboradores y éstos, a su vez, repiten el proceso de la delegación hasta llegar a los niveles más bajos en la jerarquía administrativa. Entendemos que, más bien dentro de un nivel medio, quedarán enclavados los empleados de confianza. En el caso de la inspección, vigilancia y fiscalización nos parece que no puede haber los distingos que señalábamos en el párrafo anterior porque, inclusive los veladores, deben ser personas de absoluta confianza del patrón y la obligación que este grupo de trabajadores tiene de reportar al superior las anomalías encontradas, nos inducen a sostener que deben ser empleados de confianza. De lo contrario se puede observar el caso, varias veces repetido, de personas que, siendo sindicalizadas, se encuentran ante un dilema cuando el patrón, por una parte, les obli ga a reportar dichas, anomalías y el sindicato, por otra parte, les ordena no hacerlo. La Ley incluye una característica que ha sido objetada por los grupos empresariales cuando se dispone que las funciones de dirección, inspección, vigilancia y fiscalización, deben tener carácter general pues se manifestó que con ello se introduce elemento de duda y conflicto. En nuestro concepto el propósito que tuvo el Legislador fue el de referirse: a esas categorías superiores de empleados para no incluir a todos aquellos que ejerzan, así sea accidentalmente, alguna de tales funciones. Hubiera sido preferible establecer la distinción que nosotros señalamos entre dirección y las otras funciones, como también disponer que se trata de actividades realizadas en forma normal o sea que precisamente el ocupante de un puesto de tal naturaleza debe tener, como principal obligación inspeccionar, vigilar, o fiscalizar. 94 Además de las funciones señaladas se incluyen aquellas que se relacionen con trabajos personales del patrón dentro de la empresa o establecimiento. No puede abrigar este concepto a las personas que desempeñen trabajos para el patrón como individuo, fuera o dentro de la negociación, como sería el peluquero, el bolero, el masajista, etc., pues las últimas palabras limitan el contenido de la frase a trabajos dentro de la empresa. Entonces, colegimos que se está refiriendo la Ley al patrón como tal, a las actividades que le competen como patrón y estas actividades no pueden ser otras que las de dirección, administración, inspección, vigilancia y otras labores estrictamente confidenciales como las que competen a los secretarios particulares, ayudantes, etc., pues éstos también contribuyen al desarrollo de la función patronal, propia del jefe, que abriga tanto relaciones internas en la negociación, como externas respecto de otras empresas, de las autoridades o del público en general. Insistiendo en los conceptos ya expresados repetiremos que sin el grupo de empleados de confianza no se puede concebir la existencia de una empresa, sanamente organizada, y la experiencia ha demostrado que en aquellas empresas en donde la obcecación sindical limita a un mínimo absurdo el número de empleados de confianza, la administración es deficiente y el manejo del negocio se ve constantemente entorpecido. Esto, además, es fácilmente comprensible si se considera que en las empresas donde existe un sindicato, los trabajadores de base se encuentran sometidos a dos autoridades: la que es propia del patrón dentro del negocio y que le corresponde por ley, para planear, dirigir, controlar, supervisar, etcétera, y la que es propia del organismo sindical para que sus miembros sigan la línea de conducta adecuada a la mejor defensa de sus intereses. Por razón de la delegación de autoridad el personal de confianza verdaderamente, representa al patrón; pero al respecto debemos establecer una diferencia entre este grupo de trabajadores y los llamados representantes del patrón mencionados en el artículo 11, pues en este último caso la Ley asigna a los representantes una verdadera calidad de mandatarios jurídicos en materia laboral, ya que establece que esos representantes obligan a los patronos en sus relaciones con los demás trabajadores. Es decir: que los compromisos que ellas tomen, aceptando peticiones o concediendo prestaciones, directamente dan nacimiento a una obligación del patrono. Esta situación no existe por lo que ve a los empleados de confianza, como lo representan en la función vital de dirección, pero no lo obligan en relación con los demás trabajadores. La distinción, aunque sutil, nos parece muy importante para entender los diversos preceptos de la Ley que traten de estos asuntos y no considerar que entre ellos hay redundancia, repetición o contradicción. Diremos por último que según el artículo 363 no pueden ingresar en los sindicatos de los demás trabajadores, los trabajadores de confianza. 95 SUBORDINACIÓN JURÍDICA Otro de los elementos del contrato individual y de la relación de trabajo es la subordinación. Esta característica es seguramente la más importante, como elemento distintivo que permite diferenciarlo de otras relaciones o contratos jurídicos que le son semejantes. Efectivamente, un hombre puede prestar a otro servidos personales y no estar ligado por una relación de trabajo como ocurre en comisiones mercantiles, en los de sociedad, etc. La ley anterior nos hablaba de dos conceptos: dirección y dependencia, lo que se prestó a que los tratadistas especularan acerca de que la dirección se refería a la facultad del patrono para ordenar cómo el trabajo debería hacerse y cómo realizarlo y la dependencia tenía un sentido económico, puesto que a través del salario el trabajador dependía de su patrono. Estos razonamientos no eran correctos del todo, pues un individuo puede prestar servicios a distintos patronos y la dependencia económica no podía atribuirse a uno de ellos. También es factible que una persona, teniendo rentas o elementos propios, celebre un verdadero contrato y no exista la dependencia económica que se ha pretendido invocar. Tampoco puede tratarse de la dirección solamente, ya que el patrono no es un mero maestro, sino que necesita que el obrero quede sujeto a su autoridad. Las siguientes tesis de la Suprema Corte que transcribimos, tienen importancia por precisar las características de la subordinación jurídica. “SUBORDINACIÓN, CONCEPTO DE. Subordinación significa, por parte del patrono, un poder jurídico de mando correlativo a un deber de obediencia por parte de quien presta el servicio. Esto tiene su apoyo en el artículo 134, fracción III, de la Ley Federal del Trabajo de 1970, que obliga a desempeñar el servicio bajo la dirección del patrono o de su representante, a cuya autoridad estarán subordinados los trabajadores en todo lo concerniente al trabajo.” Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. — Apéndice 1917-1985. Pág. 267.—Quinta Parte. Tesis 297. “SUBORDINACIÓN, ELEMENTO ESENCIAL DE LA RELACIÓN DE TRABAJO. La sola circunstancia de que un profesional preste servicios a un patrono y reciba una remuneración por ello, no entraña necesariamente que entre ambos exista una relación laboral, pues para que surja ese vínculo es necesaria la existencia de una subordinación, que es el elemento que distingue el contrato laboral de otros contratos de prestación de servicios profesionales, es decir, que exista por parte del patrono un poder jurídico de mando correlativo a un deber de obediencia por parte de quien presta el servicio, de acuerdo con el artículo 134, fracción III de la Ley Federal del Trabajo de 1970, que obliga a desempeñar el servicio bajo la dirección del patrono o de su representante a cuya autoridad estará subordinado el trabajador en todo lo concerniente al trabajo.” Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia. Apéndice 1917-1985.—Pág. 267. —Quinta Parte.—Tesis 298. La siguiente tesis de la Suprema Corte que transcribimos, aunque referida a la Ley derogada, tiene importancia por precisar las características de la subordinación jurídica. Ejecutoria 4856/52/23, de 12 de junio de 1953, Franco Borja, Jorge Dr. TESIS: “De conformidad con el artículo 17 de la Ley Federal del Trabajo, para que la prestación de servicios de una persona a otra en cambio de una retribución, se considere contrato individual de trabajo, es preciso que tales servicios se presten bajo la dirección y 96 dependencia de la persona que se beneficie con ellos, ya que el hecho de prestar servicios no es elemento exclusivo del contrato de trabajo, sino común a otros como sucede con el socio industrial de la sociedad mercantil, con el mandatario en el mandato, con el comisionista en la comisión, con el porteador en el transporte y con el profesionista en el contrato de prestación de servicios profesionales regulados por los artículos 2606 y 2615 del Código Civil para el Distrito y Territorios Federales. Ahora bien, se ha interpretado que los términos 'dirección y dependencia' son sinónimos y significan subordinación del trabajador al patrón en lo tocante al trabajo contratado, por lo que si no existe una subordinación no se está en presencia de un contrato de trabajo.” De acuerdo con la lógica y con los diversos preceptos de la Ley derogada, la esencia de la relación de trabajo estriba en que el patrón se encuentra, en todo momento, en la posibilidad de disponer de la fuerza de trabajo de sus obreros, según convenga a los fines de su empresa. Así entendemos cómo la fracción III del artículo 134 de la Nueva Ley Federal del Trabajo señala como obligación de los trabajadores desempeñar el servicio contratado bajo la dirección del patrón o su representante, a cuya autoridad estarán sometidos en todo lo concerniente al trabajo. Brun y Galland ya mencionados, después de señalar las diversas tendencias según las cuales la característica de la relación laboral es la subordinación jurídica o la dependencia económica, concluyen exponiendo que la jurisprudencia francesa se ha inclinado en favor de la subordinación jurídica. Añaden que, aparte de que el concepto de dependencia económica pueda servir a los legisladores para conceder determinadas prestaciones a los trabajadores, el mismo no permite diferenciar correctamente el contrato de trabajo de otros semejantes. Afirman, para llegar al absurdo, que si se desarrollaran todas las consecuencias relativas a la dependencia económica, se llegaría a atribuir la calidad de asalariados a todos los franceses, por virtud de la solidaridad económica que existe necesariamente entre los miembros de la nación. Creemos muy correctas las conclusiones de los autores mencionados, pues en la práctica se habla de un contrato de trabajo cuando el patrón tiene el derecho de ordenar al trabajador que ejecute ciertas labores según los términos de la contratación y, el trabajador, por su parte, está obligado, legalmente, a obedecer las órdenes de su jefe. La negativa del trabajador produce consecuencias tan serias como la rescisión de su contrato de trabajo, según lo establece la Ley en diverso precepto. No podemos dejar de mencionar la opinión de algunos autores sudamericanos como Cabanellas y Deveali que reconocen, la existencia de zonas grises dentro del Derecho del Trabajo y por ello aconsejan que cuando se trate de determinar si un contrato tiene el carácter de laboral o no, además de tomar en cuenta de modo principal la característica de la subordinación jurídica, estudien las labores, los salarios, horas de trabajo y demás relaciones del supuesto trabajador con el supuesto patrón para finalmente concluir, con la suma de tales resultados, en el sentido de si se está en presencia verdaderamente de un contrato de trabajo. Nosotros pensamos que el desarrollo histórico del Derecho del Trabajo y la vinculación que es típica del obrero a diferencia del artesano o de otro tipo de 97 trabajadores, sirve en casos de duda para poder resolver cuándo una persona se encuentra ligada a otra por un contrato de trabajo; pero insistimos que el principal elemento en estos casos es la subordinación jurídica. RELACIÓN LABORAL, CARACTERÍSTICAS DE LA. Para que exista la relación laboral, no es necesario que quien presta sus servicios dedique todo su tiempo al patrón ni que dependa económicamente de él. El verdadero criterio que debe servir para dilucidar una cuestión como la presente es el concepto de subordinación jurídica establecida entre el patrono y el trabajador, a cuya virtud aquél se encuentra en todo momento en posibilidad de disponer del trabajo, según convenga a sus propios fines. Así pues, no se requiere la utilización efectiva de la energía y de la fuerza de trabajo, sino que basta con la posibilidad de disponer de ella. Correlativo a este poder jurídico es el deber de obediencia del trabajador a las órdenes del patrón. La facultad de mando presenta un doble aspecto: jurídico y real. En cuanto al primero, el patrón está siempre en aptitud de imponer su voluntad al trabajador y éste está obligado a obedecer acomodando su actividad a esa voluntad. En cuanto al segundo, debe tomarse en cuenta que, precisamente porque los conocimientos del patrón no son universales, existe la necesidad de confiar numerosas fases del trabajo a la iniciativa propia del trabajador, siendo más amplia esta necesidad cuando se trata de un término, de tal manera que la dirección del patrón pueda ir de un máximo a un mínimo. Por consiguiente, para determinar si existe relación de trabajo, debe atenderse menos a la dirección real que a la posibilidad jurídica de que esa dirección se actualice a través de la imposición de la voluntad patronal.” (Semanario Judicial de la Federación, Séptima Época, Vol. IX, página 55.) 98