Voluntad de hierro y vapor Cuento corto Por Sergio Pellizza Asesoramiento literario y corrección profesor Raúl Ordóñez En algún lugar, muy alta en el cielo, debía brillar la luna y enviar sus rayos a la tierra, pero aquí, casi en el medio de la nada, una tormenta de junio había ocultado el cielo con la nevada. El viento soplaba con violencia haciendo bailar una helada y frenética danza a los copos que no terminaban de caer sobre las ya cubiertas vías. La máquina una Mitsubishi, incorporada en 1956 con su caldera al máximo de carga, resoplaba vapor por todos sus orificios en un supremo esfuerzo por vencer la resistencia de la nieve que se acumulaba en las vías. El fogonero y el maquinista, llamados pecho caliente y traste frío por su exposición al calor de la caldera enfrente y al frío de la inclemencia a sus espaldas; acompañaban estos casi inútiles empeños contra la nieve implacable que no dejaba de caer y lentificaba cada vez el avance del tren. Debían llegar a la estación Ramón Lista, kilómetro 201. Esto significaba abrigo, esperar que el temporal amaine y sobre todo el auxilio ya que la maquina había sufrido daños. A duras penas a fuerza de vapor y sudor delantero y frío trasero, llegaron… José el fogonero, un hombre rechoncho con chaqueta de lana sobre su mono de ferroviario apenas podía sostener un cigarrillo imparcial colgando de la comisura de los labios. El cansancio era casi mortal para todos… En Río Gallegos, un hombre grande del que se decía corría el ferrocarril por sus venas, Oscar Alexis Boichetta gastaba el linóleo del piso en un ir y venir incesante en la oficina de la jefatura de trenes, al mismo tiempo que corroía la poca paciencia que le quedaba para esperar se terminara de armar el tren de auxilio. Se armó el tren de auxilio y con Boicheta en la máquina, otra Mitsubishi algo más moderna, partieron al rescate. No era fácil. A penas llegaron a la segunda estación “Las Buitreras”… desde Río Gallegos, la nieve acumulada sobre las vías impedía el avance. Para avanzar de a poco tenían que retroceder un trecho, tomar velocidad y arremeter contra la nieve que no cedía fácilmente y al equilibrarse las fuerzas detenía el tren de auxilio. De esta manera a topetazos como carnero furioso llegaron al kilometro 201 e hicieron, según algunos, que poco saben de sudar vapor, su trabajo. Para muchos otros que dependíamos del carbón para calentar nuestras casas en las estufas de hierro octogonal pensamos en tarea cumplida con una cuota de heroísmo. No solamente importaba a la gente que vivía aquí el éxito de las toneladas exportadas. Se recuerda que hace mucho tiempo, en 1911, se fletó una nave de vela para traer desde Escocia a Rio Gallegos 1800 toneladas de carbón durante tres meses de viaje y cruzar casi todo el Océano Atlántico. Viaje éste, desafortunado ya que la nave se incendió a la entrada de la ría. Nuestro tren traía la misma cantidad en un viaje y en un solo día con voluntad de hierro, vapor y trabajadores de pecho caliente y traste frío. La Traza casi paralela a la ruta 40 El ramal que nace a 250 m de altura corre a través de la estepa del sur patagónico hacia el Mar Argentino, hasta el puerto de Punta Loyola (a nivel del mar) Corre cerca del paralelo 52° Sur en una zona con fuertes vientos y riguroso clima invernal (nieve y temperaturas de 20° bajo cero Tiene 290 curvas, 7 estaciones, 13 puentes y 238 alcantarillas. El ramal tiene una trocha de 75 cm y el riel que originalmente era de 17.36 kg/m fue reemplazado por otros de 32 kg/m. Tiene 1.400 durmientes/km.