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Tema 8: Evolución psicológica de la vejez
Tema 8:
EVOLUCIÓN PSICOLÓGICA DE LA VEJEZ
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Unidad II: Modificaciones en las demandas de
autocuidado de la persona mayor
Índice
La personalidad en la vejez.
Cambios y rendimiento de las funciones intelectivas: razonamiento - memoria - lenguaje atención - imaginación - aprendizaje.
Relaciones, emociones y afectos - Comunicación con las personas mayores.
Enlaces y Bibliografía
Introducción
El envejecimiento psicológico implica los cambios en el comportamiento, la autopercepción y las
reacciones de la persona a medida que debe enfrentarse a esa nueva etapa del ciclo vital que es
la vejez. Así mismo, comprende también las modificaciones en el rendimiento intelectual, los
problemas de relación con los demás y los conflictos, las creencias y los valores del individuo, y de
su visión de la vida y de la muerte.
Más que de cambios psicológicos propios del envejecimiento, se puede hablar de la evolución
psicológica que experimenta la persona a medida que envejece. Esta evolución, lógicamente, no
es igual en todas las personas mayores, ya que el proceso de envejecimiento varía de un sujeto a
otro y depende del entrenamiento durante la vida, el medio cultural en el que la persona se ha
desenvuelto, su nivel intelectual, la actividad que ha desarrollado, etc.
La personalidad en la vejez
En los últimos años la mayoría de las investigaciones psicológicas sostienen que los cambios en la
personalidad debidos al proceso de envejecimiento indican una estabilidad con el paso del tiempo.
No obstante, numerosos trabajos se han centrado en el estudio de las dimensiones específicas de
la personalidad de los mayores, en un intento de descubrir qué aspectos mostraban cambios
relacionados con la edad y poder examinar el significado de dichos cambios. Entre las dimensiones
de la personalidad que han sido estudiadas se han incluido: el egocentrismo, la dependencia, la
introversión, el dogmatismo, la rigidez, la cautela, la conformidad, la fuerza del ego, el
arriesgarse, el tomar decisiones, la satisfacción de la necesidad, la creatividad y la esperanza. Así
mismo, se han estudiado también otros conceptos relacionados, tales como, la autoimagen, la
responsabilidad social, la felicidad, la moral, la satisfacción en la vida y las actitudes. Sin
embargo, los resultados obtenidos en las distintas investigaciones muestran principalmente su
falta de lógica, ya que con la excepción de la introversión, que parece incrementarse en la
segunda mitad de la vida de las personas, ninguna de las dimensiones señaladas anteriormente
ha mostrado de manera fiable que se modifique con la edad.
Algunos trabajos han evidenciado cambios relacionados con el género en algunas de las
dimensiones de la personalidad estudiada. En este sentido, los hombres aparecen como más
educados y las mujeres más agresivas y egocéntricas. Sin embargo, la principal conclusión que se
extrae de estos estudios sobre la personalidad y el envejecimiento es la estabilidad del
comportamiento, dado que en su mayoría las personas mayores mantienen la misma orientación y
estructura de la personalidad que en otras etapas de su ciclo vital. En definitiva, la personalidad
en su conjunto parece no alterarse con la vejez, a menos que se produzcan modificaciones
patológicas, que no podrían, por tanto, incluirse en el envejecimiento fisiológico. La expresión
popular "se envejece tal como se ha vivido", es la más clara demostración de que, si bien se
acentúan algunos rasgos del carácter, en su conjunto no se considera que aparezcan cambios de
comportamiento tan solo asociados al hecho de envejecer.
El involucionismo con el que se suele asociar a la persona mayor forma parte de su menor
capacidad de adaptación, cuya causa es el miedo ante las situaciones desconocidas. Este miedo
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está inducido por la limitación para resolver situaciones nuevas, de modo que los mayores desean
ante todo un entorno estable y conocido que les ofrezca seguridad.
Actualmente la preocupación de los investigadores se centra en describir la evolución psicológica
del envejecimiento normal y predecir los ajustes individuales a este periodo del ciclo vital. En
relación con esto, es destacable la denominada Teoría de la Continuidad, que sugiere la existencia
de una gran variedad de modelos de envejecimiento mostrados por los individuos. Al describir los
modelos de adaptación a la vejez, los investigadores se centraron principalmente en los siguientes
aspectos: tipo de personalidad, actividad y satisfacción en la vida. Con un propósito descriptivo las
personas mayores estudiadas se clasificaron en cuatro tipos básicos de personalidad: integrada,
blindada o defendida, pasiva-dependiente y desintegrada. El nivel de actividad y el grado de
satisfacción en la vida fueron descritos para cada uno de los tipos de personalidad propuestos,
obteniéndose los siguientes modelos de adaptación a la vejez:
TEORÍA DE LA CONTINUIDAD
TIPO DE
PERSONALIDAD
n
MODELO
ACTIVIDAD
SATISFACCIÓN EN
LA VIDA
INTEGRADA
Reorganizadores
Enfocados
Desapegados
ALTA
MEDIA
BAJA
ALTA
ALTA
ALTA
BLINDADA O
DEFENDIDA
Agarrarse
Sujetar
ALTA-MEDIA
BAJA
ALTA
ALTA-MEDIA
PASIVA
DEPENDIENTE
Buscadores de auxilio
Apática
MEDIA
BAJA
MEDIA
MEDIA
DESINTEGRADA
Desorganizada
BAJA
BAJA
PERSONALIDAD INTEGRADA
Los sujetos que fueron clasificados como poseedores de una personalidad integrada, fueron
descritos como personas que funcionan bien, que tienen una vida interior compleja y al mismo
tiempo capacidades cognoscitivas intactas y egos competentes. Eran flexibles y conservaban un
grado confortable de control sobre sus vidas. Todos obtuvieron puntuaciones altas en cuanto a su
satisfacción en la vida, sin embargo presentaban distintos niveles de actividad. Este grupo de
individuos con personalidad integrada mostró tres modelos básicos de adaptación a la vejez.
Reorganizadores
Eran individuos competentes que estaban ocupados en muchas actividades.
Partidarios de sustituir las nuevas actividades por las antiguas, habían tenido éxito al
reorganizar sus modelos de actividad, ya que las necesidades sociales y físicas les
imposibilitaban para continuar desempeñando sus antiguos papeles.
Enfocados
Este segundo modelo de adaptación a la vejez se corresponde con el grupo de
individuos que presentan una alta satisfacción con la vida y muestran un nivel medio
de actividad. Como respuesta a los niveles de energía disminuidos con la vejez, se
habían convertido en selectivos en cuanto a sus actividades y en cómo gastaban su
energía. Frecuentemente limitaban su inversión de tiempo a uno o dos roles.
Desapegados
Los individuos de este grupo presentaron también un alto nivel de satisfacción con la
vida, aunque bajo en actividad. Estos individuos se habían retirado voluntariamente
de los compromisos a medida que envejecían, no a causa de enfermedad u otras
obligaciones, sino más bien por preferencia.
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PERSONALIDAD BLINDADA O DEFENDIDA
Un segundo tipo de personalidad incluía a los individuos blindados o defendidos. Los
investigadores los describieron como luchadores, ambiciosos, personalidades orientadas al éxito,
con altas defensas contra la ansiedad y con la necesidad de mantener fuertes controles sobre una
vida impulsiva. Este grupo mostró dos tipos básicos de modelos de adaptación a la vejez.
Agarrarse
Los individuos de este grupo consideraban el envejecimiento como una amenaza. Su
respuesta era agarrarse a las pautas de la edad madura mientras fuera posible.
Expresaban su deseo de "trabajar hasta que no puedan más". Mantenían niveles de
actividad altos y medios, y altos niveles de satisfacción con la vida.
Sujetarse
Un segundo tipo de individuo con personalidad blindada o defendida incluye a
aquellos que mostraban una pauta de ajuste de sujetar. Estos individuos intentaban
defenderse contra el envejecimiento y manifestaban su preocupación por las
pérdidas que éste conlleva. Su actitud era la de reducir sus energías e interacciones
sociales y cerrarse a sí mismos frente a la experiencia. Intentaban estructurar sus
mundos para evitar los disgustos y el fracaso. Aunque bajos en nivel de actividad,
muchos eran altos o medios en cuanto a la satisfacción en la vida.
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PERSONALIDAD PASIVA-DEPENDIENTE
El tercer tipo de personalidad se corresponde con los individuos pasivo-dependientes, en los que
se observan dos pautas básicas de envejecimiento.
Buscadores de auxilio
Las personas de este grupo tenían fuertes necesidades de dependencia y buscaban la
simpatía en los demás. Mostraban niveles medios de actividad y de satisfacción con
la vida. Tenían éxito en conservarse a sí mismos y en su orientación hacia el mundo,
siempre que dispongan de uno o dos individuos con los cuales puedan relacionarse y
que satisfagan sus necesidades de dependencia.
Apáticos
Estos individuos se mostraban altamente pasivos, con muy baja puntuación de
actividad, y tenían niveles medios de satisfacción en la vida. El envejecimiento
parecía haber reforzado sus pautas de larga duración de pasividad y apatía.
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PERSONALIDAD DESINTEGRADA
El cuarto tipo de personalidad considerado por los investigadores fue el denominado personalidad
desintegrada. Aunque viviendo en la comunidad, estos individuos mostraban importantes
alteraciones psicológicas. Presentaban lo que los investigadores llamaron un modelo
desorganizado de adaptación a la vejez; bajo en actividad, escasa implicación en el papel y
extremadamente bajo en satisfacción con la vida. De nuevo sus pautas de conducta en la vejez
eran una continuación de las que habían mostrado a lo largo de su vida.
La teoría de la continuidad de la personalidad ha marcado un importante avance en la
psicogerontología, debido a su capacidad para explicar una amplia variedad de pautas de ajuste a
la vejez. Pautas que son prolongaciones lógicas o desarrollos de conducta y personalidad
establecidos en etapas anteriores de la vida de las personas.
Cambios y rendimiento de las funciones intelectivas
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Al analizar los cambios en el rendimiento intelectual nos centraremos en valorar las capacidades
sobre las que pueden obtenerse datos objetivos y fácilmente apreciables, es decir, la inteligencia
general y sus componentes principales: el razonamiento, la memoria, el lenguaje, la atención, la
imaginación y el aprendizaje
n
RAZONAMIENTO
Es de creencia general que la inteligencia se deteriora inevitablemente a medida que las personas
envejecen. Sin embargo, distintos estudios parecen indicar que este deterioro está limitado a los
últimos períodos de la vejez, cuando la degeneración de las estructuras se va generalizando. El
declive de las funciones intelectivas se debe en la mitad de los casos a la degeneración senil de las
neuronas, en una cuarta parte a la degeneración vascular, y el resto tiene un origen mixto. Sin
embargo, las personas de edad avanzada son capaces de soportar grandes cambios degenerativos
en las estructuras cerebrales sin que tengan repercusión directa sobre su inteligencia.
Aunque algunos autores mantienen que la plenitud mental se consigue alrededor de los 60 años
siendo su declive lento, salvo la aparición patológica de una demencia, otros sostienen que ya
desde los 30 años se inicia una disminución del rendimiento en las funciones intelectuales, que se
acelera a partir de los 60-65 años. En cualquier caso, este declive parece estar mediatizado por
los ambientes profesional y social que ha vivido y vive la persona, ya que en gran medida, la
sociedad que nos rodea acelera o frena nuestro propio envejecimiento.
En principio, con la vejez no se produce una disminución de la eficacia intelectual, aunque si
puede existir una reducción de la eficiencia, ya que faltan rapidez y espontaneidad en los procesos
de razonamiento. Sin embargo, este enlentecimiento, que está motivado porque la velocidad del
impulso nervioso es menor, se compensa durante no pocos años con una mayor experiencia y
conocimientos. La llamada inteligencia general se compone de un numeroso grupo de habilidades
distintas e independientes, cada una de las cuales puede deteriorarse de forma distinta durante la
vejez. Por otra parte, si bien es cierto que con la vejez disminuyen algunas habilidades intelectivas
hay otras que se incrementan, como la compresnsión, la fluidez verbal o la reflexividad.
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MEMORIA
La afectación más generalizada de las capacidades intelectuales en la persona mayor es la de la
memoria. La memoria es un proceso complejo que evoluciona en varios pasos. La información
sensorial obtenida se transfiere a la memoria a corto plazo o inmediata cuando la persona enfoca
conscientemente la información. El siguiente paso implica el almacenamiento de la información de
un modo más permanente, dando lugar a la memoria a largo plazo o remota. El paso final es la
recuperación de la información almacenada.
Con fines analíticos, la memoria se clasifica en memoria inmediata, reciente y remota. La memoria
reciente es más bien un término impreciso en contraste con los demás, y realmente se refiere al
aprendizaje de datos recientemente recibidos, como por ejemplo los acontecimientos nuevos de
cada día. Debido a que los déficits en el aprendizaje de cosas nuevas son los indicadores más
sensibles de la pérdida cognoscitiva precoz, la mayor parte de las pruebas convencionales se
centran en este período.
Aunque las personas comienzan a demostrar una leve pérdida de memoria en su edad media, ésta
se describe con más frecuencia en los 60 y 70 años, y puede representar pérdidas de hasta un
30% sin signos acompañantes de patología cortical. Las quejas de pérdida de memoria pueden
realmente proceder de una percepción errónea debida a los problemas de atención dividida y de
denominación. El término olvido benigno abarca este tipo de pérdida aparente de memoria. Las
memorias inmediata y remota parecen afectarse poco con el envejecimiento fisiológico. La
evocación de los hechos pasados no es difícil, sin embargo, si lo es la retención de sucesos
recientes (Ley de Ribot).
Actualmente está en debate la influencia que puede ejercer la motivación individual en la
capacidad de recordar.
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LENGUAJE
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Las tareas del lenguaje, que requieren habilidades en relación con un amplio vocabulario,
información general y comprensión verbal, tienden incluso a resolverse con mayor facilidad a
medida que se envejece, en contraste con aquellas que requieren resolver pruebas abstractas,
analogías, etc. Si bien es verdad que son estas últimas las que habitualmente se ejercitan menos
a lo largo de la vida diaria, salvo si lo exige la profesión.
Las personas mayores muestran cambios a la hora de dar nombre a los objetos y a las personas.
Estos problemas de denominación comienzan a experimentarse en la edad media de la vida,
siendo un ejemplo común la incapacidad para nombrar a un amigo de hace muchos años cuando
se hace una presentación. La incapacidad para nombrar un objeto está separada de la capacidad
intacta para describir su uso o función con detalle. Además, el nombre puede acudir rápidamente
a la mente en otro momento.
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ATENCIÓN
La atención describe la capacidad para mantener la concentración de forma suficientemente
adecuada para seguir orientado en una tarea. Las personas mayores son capaces de atender bien
a tareas simples, sin embargo, en las tareas complejas, que implican tener que dividir la atención,
muestran un deterioro a medida que envejecen. Por este motivo, es necesario alentar a las
personas mayores a que ejecuten las tareas de forma seriada y no intenten trabajar en varias
tareas en paralelo.
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IMAGINACIÓN
La capacidad imaginativa y la creatividad decrecen muy tardíamente, dando paso, en muchos
casos, a períodos de florecimiento individual, de los que hay numerosos ejemplos a lo largo de la
historia. Para la mayoría de las personas la vejez significa la época de asentamiento de su vida en
lo relativo a conocimientos y creencias. Lo que se pierde en iniciativa se gana en clarividencia y
perspicacia.
n
APRENDIZAJE
La capacidad de aprender, junto con la de recordar, son los instrumentos más valiosos durante la
juventud, alcanzando su máximo nivel alrededor de los 20 años. Una disminución en la capacidad
de aprender o de adaptarse a las situaciones nuevas, quizás sea el carácter más constante y
precoz de la vejez. Se pierde aptitud para una reacción adecuada ante las nuevas situaciones,
disminuyendo la capacidad para comprender lo nuevo. Situación que puede llegar a la aversión
por lo nuevo, o bien, a la soledad en un mundo cuyos valores no se comparten. Sin embargo, el
factor tiempo, referido a la inmediatez, condiciona mucho la capacidad de respuesta, sin limitación
de tiempo, la capacidad de resolución de problemas disminuye poco.
Las personas mayores son capaces de aprender y participar en nuevas ideas. Los déficits
sensoriales pueden dificultar el aprendizaje, pero no hay duda de que las personas mayores
estudian, trabajan, perfeccionan, etc., si bien se implican en las nuevas tareas de una forma más
selectiva que los más jóvenes, centrándose en aquello que les interesa o mantiene un significado
especial para ellos.
Relaciones, emociones y afectos. Comunicación con las personas mayores
A medida que se envejece, la persona va modificando sus relaciones con los demás, así como la
expresión de sus emociones y afectos. Esta evolución es debida, en gran parte, a que la vejez es
una etapa de pérdidas, se pierden la pareja y los amigos; los hijos dejan el hogar familiar; cesa la
actividad laboral; y, finalmente, la idea de la muerte se hace también más presente. Todo ello va
condicionar la interacción y comunicación con las perosnas mayores.
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SOLEDAD
Un aspecto a tener en consideración en el ámbito de las relaciones de la persona mayor es el
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sentimiento de soledad que muchas manifiestan. La soledad es una vivencia que ocasiona un gran
número de problemas en las esferas emocional y social y que, muy frecuentemente, tiene
repercusiones en la salud.
Los viudos y las viudas deben adaptarse a una nueva situación, y ello puede acarrear cambios en
su vida: alejamiento de los amigos, traslado de residencia, nuevas responsabilidades. Todavía
ahora, estos cambios adquieren diferentes matices en el hombre y en la mujer. Mientras que la
viuda, en general, deberá aprender tareas de contabilidad, transacciones bancarias, arreglos
domésticos o cuidados del automóvil; el viudo deberá acostumbrarse a las tareas del hogar e
incluso de su cuidado personal. A pesar de que hombre y mujer deben afrontar estos
aprendizajes, la mujer suele tener menos dificultades para ello.
El sentimiento de soledad es muy difícil de superar, por eso, muchas personas mayores deciden
formar de nuevo otras parejas, ya que las necesidades emocionales precisan la misma atención
que en otras etapas de la vida. El hombre suele tender más que la mujer a iniciar nuevas
relaciones afectivas, ya que les resulta más difícil vivir en soledad, y porque es mayor el número
de mujeres viudas. Suele ocurrir que estas nuevas parejas se forman con personas con las que ya
ha existido una relación de vecindad o amistad anterior. Es frecuente, que la sociedad y la familia
muestren reparos a la aceptación de estas nuevas uniones, porque no se entiende que la persona
mayor tenga sentimientos y necesite compartir sus emociones y estar acompañado.
En las personas mayores que no han tenido pareja varían los sentimientos asociados a la pérdida,
ya que durante toda su vida las causas de satisfacción social o emocional han sido otras. En estos
casos parece que se acepta mejor la soledad y se está más preparado para afrontar los problemas
que ésta comporta; sin embargo, se vive con mayor dolor la pérdida de los amigos.
Por otra parte, la soledad es algo subjetivo, uno puede vivir solo y no sentirse solo; además,
muchas personas mayores que viven con su familia, manifiestan un sentimiento de soledad. La
soledad se acentúa cuando la persona no asume la realidad de los cambios sociales que se van
produciendo en la última etapa del ciclo vital.
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PÉRDIDA DE LA PAREJA Y/O LOS AMIGOS
Ya se ha comentado que laa vejez es una etapa de la vida del hombre caracterizada
fundamentalmente por las pérdidas: pérdida de facultades físicas y/o psíquicas, pérdidas
afectivas, pérdidas económicas, etc. Aunque todas estas pérdidas van acompañadas de una serie
de sentimientos como tristeza, pesar o dolor, y de una serie de reacciones tanto emotivas como
de comportamiento de duelo, la pérdida afectiva, especialmente la relacionada con la pareja, es la
que adquiere mayor trascendencia.
Las pérdidas afectivas caracterizadas por la muerte de la pareja o de los amigos van acompañadas
de una gran tensión emocional y de un sentimiento de soledad. El superviviente pasa por períodos
de pena y dolor y por períodos de remordimiento, alternativamente unidos a reacciones de cólera
dirigidas tanto al desaparecido por haberle abandonado, como hacia las personas que le rodean
para desplazar sus sentimientos y frustración.
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CONCEPCIÓN DE LA VIDA Y DE LA MUERTE
En la última etapa de la vida de los individuos se hace patente la conciencia de que la muerte está
más cerca y es previsible que ocurra en un futuro más o menos inmediato. La concepción de la
vida y de la muerte adquiere en este momento un nuevo sentido. La respuesta individual de la
persona mayor frente a la vida y la muerte está condicionada por una serie de factores: creencias
religiosas, cultura, educación, las propias experiencias sobre la muerte vividas a lo largo de la
existencia y el estado físico en que se encuentre.
En nuestra sociedad la muerte ha sido apartada de la vida cotidiana de los individuos, es un hecho
cada vez más integrado y más artificial, y en algunas ocasiones se convierte en un simple trámite,
especialmente cuando quien muere es una persona mayor. Las jóvenes generaciones no suelen
hablar de ella, simplemente la consideran algo reservado a los adultos y, más especialmente, a los
más mayores.
La actitud frente a la muerte varía con la edad. Para la persona mayor, que tiene más afianzado el
concepto de trascendencia, podría considerarse como un momento de afirmación de sus valores y
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creencias. Uno de los aspectos del desarrollo del individuo que envejece consiste en aceptar la
realidad de la muerte. Ésta, es vivida por una parte de las personas mayores como una liberación,
como el final de una vida de lucha, preocupaciones y problemas; para otros, significa una
alternativa mejor aceptada que el posible deterioro o la propia enfermedad. En unos y otros cabe
un atisbo racional de aceptación de la muerte. Se ha dicho que el envejecimiento ayuda a que los
ancianos tengan una mejor aceptación o pasividad ante la muerte al final de sus días; a diferencia
de la enfermedad crónica y/o mortal que desarrolla, la mayoría de las veces, un mayor y
paradójico apego a la vida. Acaso porque lo terrible no es morir, sino morir sin haber sido feliz.
Tomar decisiones con respecto a la muerte suele ser común en las personas mayores que la
aceptan como el último suceso de su vida, dejando muy claro a quienes les rodean cuáles son sus
deseos en cuanto a los aspectos prácticos del proceso (entierro, pólizas, funerales, testamento,
etc.). Sin embargo, en otras se produce una situación de rechazo al hecho de morir, ya que no lo
aceptan como algo inherente de la condición humana, sino que lo consideran incluso injusto, y se
aferran con todas sus fuerzas a la vida y a lo que ésta representa. El temor y la angustia que
rodean la muerte, y que la persona mayor suele verbalizar, están ligados a la imagen que cada
individuo tiene de este trance. La soledad, la oscuridad y el sufrimiento, son los componentes que
más preocupan a los mayores.
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COMUNICACIÓN CON LAS PERSONAS MAYORES
La evolución psicológica que acompaña al envejecimiento va a tener como resultado que la
comunicación y la interacción con las personas mayores no sea una tarea fácil. Envejecer requiere
de un tiempo de aprendizaje y de adaptación. Aprender a envejecer no es algo a lo que todos los
individuos están dispuestos, especialmente si lo que la sociedad entiende por envejecer es
renunciar a seguir pensando y opinando.
A todo ello, hay que añadir una cierta dificultad de las personas mayores para organizar
debidamente los múltiples estímulos sensoriales que reciben constantemente, especialmente si
viven en medios urbanos industrializados. Las modificaciones funcionales en los órganos de los
sentidos contribuyen sin duda a esta situación, pero parece que el factor principal consiste en
defectos de organización en el sistema nervioso central, precisamente en las estructuras
encargadas de la percepción. Esta dificultad de las personas mayores para integrar mentalmente
la gran cantidad de estímulos que reciben puede ser la causa de que adopten ciertos tipos de
actitudes defensivas como la de excluirse del ambiente. De esta manera, la persona mayor
prestará atención sólo a aquello por lo que muestra interés y se desconectará de lo que no
considera significativo, actitud que puede ser generadora de conflictos en las relaciones con los
demás.
El conocimiento de los cambios evolutivos que experimenta la persona en la esfera psicológica
como consecuencia del envejecimiento, unido a una actitud de respeto, evitando la impaciencia y
el paternalismo, favorecerán, sin duda, la interacción y la comunicación con las personas mayores.
BIBLIOGRAFÍA
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IMSERSO-CIS. Informe 2000. Las personas mayores en España.
RECURSOS ELECTRÓNICOS
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IMSERSO. CIS. Portal de mayores. Las personas mayores en España.
Informe 2000
IMSERSO. Observatorio de mayores. Envejecer en España. II
Asamblea mundial sobre el envejecimiento. Abril 2002
© M Luisa Martínez Martín
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Actualizado a 20/08/2005
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