Tema 15.- CREO EN LA VIDA ETERNA

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Tema 15.- CREO EN LA VIDA ETERNA
DOCUMENTO DE APOYO
LA RESURRECCIÓN DE LA CARNE
"Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna". Creemos que,
del mismo modo que Cristo ha resucitado de entre los muertos y
vive para siempre, también dará vida a nuestros cuerpos mortales
por medio de su Espíritu que habita en nosotros. "La resurrección de la carne significa
que no sólo habrá vida del alma inmortal, sino que también nuestros cuerpos mortales
volverán a tener vida", igual que el de Jesús.
¿Qué se indica con el término «carne» y cuál es su importancia?
El término «carne» designa al hombre en su condición de debilidad y mortalidad.
«La carne es soporte de la salvación» (Tertuliano). En efecto, creemos en Dios que
es el Creador de la carne; creemos en el Verbo hecho carne para rescatar la carne;
creemos en la resurrección de la carne, perfección de la Creación y de la redención
de la carne (Compendio nº 202)
La expresión «resurrección de la carne» significa que el estado definitivo del
hombre no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también
nuestros cuerpos mortales un día volverán a tener vida (Compendio nº 203)
Principales ideas a resaltar:
*La expresión “resurrección de la carne” significa que el estado definitivo del hombre
no será solamente el alma espiritual separada del cuerpo, sino que también nuestros
cuerpos mortales un día volverán a tener vida. Al fin del mundo todos los hombres
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resucitarán, es decir, que las almas volverán a juntarse con sus cuerpos respectivos. El
hombre es materia y espíritu, cuerpo y alma que la muerte separa y la resurrección
unirá para toda la eternidad. El término “carne” designa al hombre en su condición de
debilidad y mortalidad. Todos hemos de morir. El cuerpo es el ámbito donde reside el
alma del hombre y por ser espíritu simple no puede morir. El alma es eterna desde su
creación.
*La confesión de fe en la resurrección de la carne no es, pues, la fe en la inmortalidad;
no profesamos que el hombre es inmortal, sino la fe en Dios, que ama al hombre y le
libra de la muerte, resucitándolo. «El amor pide eternidad, y el amor de Dios no sólo la
pide, sino que la da y es» (Ratzinger).
*La esperanza cristiana en la resurrección no es el mero optimismo humano de que al
final todas las cosas acaban por arreglarse de alguna manera. La esperanza cristiana es
la certeza de que Dios no se deja vencer por el mal y la injusticia. «Remitir la justicia a
Dios» es «dar razón a todos los hombres de nuestra esperanza» (1 Pe 3,15).
Esta certeza no es ilusoria, ya ha comenzado a realizarse. Se ha cumplido en Jesucristo,
resucitado de entre los muertos (Rom 8,29; 1 Cor 15,20; Col 1,18), como garantía y
fundamento permanente y firme de nuestra esperanza. Unidos por la fe y el bautismo
a Cristo y a su muerte, esperamos participar igualmente de su gloriosa resurrección
(Rom 6,5)
¿Qué relación existe entre la resurrección de Cristo y la nuestra?
Así como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos y vive para
siempre, así también Él resucitará a todos en el último día, con un cuerpo
incorruptible: «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan
hecho el mal, para la condenación» (Jn 5, 29). (Compendio nº 204)
Principales ideas a resaltar:
*La resurrección de Jesucristo es el fundamento firme de la fe de la Iglesia en la
resurrección de los muertos (He 4,1-2;17,18.32): «Si el Espíritu del que resucitó a Jesús
de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo
Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por el mismo Espíritu, que habita
en vosotros» (Rom 8,11; 1 Cor 15,12-22). « ¡Se mantenga siempre fuerte en vuestro
corazón Cristo, quien quiso mostrar en la Cabeza lo que los miembros esperan! El es el
Camino: «corred de manera que lo alcancéis». Sufrimos en la tierra, pero nuestra
Cabeza está en el cielo, ya no muere ni sufre nada, después de haber padecido por
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nosotros, pues «fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra
justificación» (Rom 4,25) 14.
*La resurrección de Cristo y la nuestra. El Apóstol Pablo escribía a los Corintios: «Pues os
trasmití en primer lugar lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados
según las Escrituras; y que fue sepultado; y que resucitó al tercer día según las
Escrituras» (1 Cor 15, 3-4). Ahora bien, Cristo no sólo resucitó de hecho, sino que es «la
resurrección y la vida» (Jn 11, 25) y también la esperanza de nuestra resurrección. Por
ello, los cristianos hoy, como en tiempos pasados, en el Credo NicenoConstantinopolitano, en la misma «fórmula de la tradición inmortal de la santa Iglesia
de Dios»[21], en la que profesan la fe en Jesucristo que «resucitó al tercer día según las
Escrituras», añaden: «Esperamos la resurrección de los muertos»[22]. En esta
profesión de fe resuenan los testimonios del Nuevo Testamento: «los que murieron en
Cristo, resucitarán» (1 Tes 4, 16).
*Que la muerte haya sido destruida, que la cruz haya triunfado sobre ella y que no
tenga ya fuerza sobre nosotros (1 Cor 15,54-57), sino que esté realmente muerta,
aparece evidente en el testimonio de los discípulos de Cristo que «desprecian la
muerte». ¡Todos sus discípulos caminan hacia ella sin temerla, pisoteándola mediante
el signo de la cruz y la fe en Cristo! Los que creen en Cristo la pisan como una nada,
prefiriendo morir a renegar de la fe en Cristo. Pues saben muy bien que muriendo no
perecen sino que viven y que la resurrección les hará incorruptibles. Así testimonian la
victoria sobre la muerte lograda por el Salvador en su resurrección. De tal modo ha
sido debilitada la muerte que hasta los niños y las mujeres se mofan de ella como de
un ser muerto e inerte... Así todos los creyentes en Cristo la pisan y, dando testimonio
de Cristo, se ríen de la muerte y la insultan: « ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15,55)...Quien dude sobre la victoria de
Cristo sobre la muerte, que reciba la fe en El y le siga: ¡Verá entonces la debilidad de la
muerte y la victoria lograda sobre ella! Muchos, que antes de creer se mofaban de la
resurrección de Cristo, después de creer, despreciaron la muerte, llegando a ser
también ellos mártires de Cristo 15.
*Ya la Eucaristía es experiencia gozosa del banquete del Reino y garantía de vida
eterna, según la Palabra del mismo Jesús: «El que come mi carne y bebe mi sangre
tiene vida eterna y yo le resucitaré el último día» (Jn 6,54).
¿Qué sucede con la muerte a nuestro cuerpo y a nuestra alma?
Con la muerte, que es separación del alma y del cuerpo, éste cae en la corrupción,
mientras el alma, que es inmortal, va al encuentro del juicio de Dios y espera volverse a
unir al cuerpo, cuando éste resurja transformado en la segunda venida del Señor.
Comprender cómo tendrá lugar la resurrección sobrepasa la posibilidad de nuestra
imaginación y entendimiento (Compendio nº 204)
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PRINCIPALES IDEAS A RESALTAR:
Origen y hecho de la muerte
* La muerte del hombre es consecuencia del pecado original (de fe)
*¿Cómo es la muerte?
La muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo de la Verdadera Vida. Para los que
mueren en Dios, la muerte es un paso a un sitio/estado mejor... mucho mejor que
aquí. No hay que pensar en la muerte con temor. La muerte no es tropezarnos con un
paredón donde se acabó todo. Es más bien el paso a través de esa pared para
vislumbrar, ver y vivir algo inimaginable.
Santa Teresa de Jesús decía que esta vida terrena es como pasar una mala noche en
una mala posada.
Para San Juan Crisóstomo, "la muerte es el viaje a la eternidad". Para él, la muerte es
como la llegada al sitio de destino de un viajero. También hablaba de la muerte como
el cambio de una mala posada, un mal cuarto de hotel (esta vida terrena) a una
bellísima mansión.
"Mansión" es la palabra que usa el Señor para describirnos nuestro sitio en el Cielo.
"En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar...
Volveré y los llevaré junto a mí, para que donde yo estoy, estén también ustedes" (Jn.
14,2-3).
Es en la Liturgia de Difuntos de la Iglesia donde tal vez encontramos mejor y más
claramente expresada la visión realista de la muerte. Así reza el Sacerdote Celebrante
en el Prefacio de la Misa de Difuntos: La vida de los que en Tí creemos, Señor, no
termina, se transforma; y al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una
mansión eterna en el Cielo.
Por eso la muerte no tiene que ser vista como algo desagradable. ¡Es el encuentro
definitivo con Dios! Los Santos (santo es todo aquél que hace la Voluntad de Dios,
aunque no sea reconocido oficialmente) esperaban la muerte con alegría y la deseaban
- no como una forma de huir de esta vida, que sería un pecado en vez de una virtudsino como el momento en que por fin se encontrarían con Dios. "Muero porque no
muero" (Sta. Teresa de Jesús). Charlas P. Antonio Rivero, L.C. 3
"Qué dulce es morir si nuestra vida ha sido buena" (San Agustín). San Agustín fue un
gran pecador hasta su conversión ya bien adulto. El problema no es la muerte en sí
misma, sino la forma como vivamos esta vida. Por eso no importa el tipo de muerte o
el momento de la muerte, sino el estado del alma en el momento de la muerte.
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*La muerte en el hombre no lleva consigo la muerte de su alma y esto es lo específico
de la muerte humana, que la distingue de los otros seres vivientes. El alma humana,
debido a su total inmaterialidad, no se agota en su función de informar al cuerpo y, por
tanto, al separarse de él no deja de existir, sino que persevera en la vida espiritual que
les es propia.
La separación del cuerpo no es obstáculo para la subsistencia individual del alma,
porque aunque el alma está individuada en función de su relación al cuerpo no es éste
por sí mismo el que produce esa individuación. El cuerpo es sólo la causa material de
la individuación, pero es Dios la causa eficiente que crea a cada alma humana con su
personalidad propia.
Las almas separadas de los fallecidos siguen teniendo una relación real a sus
respectivos cuerpos, y será precisamente esa tendencia a informar su propio cuerpo lo
que posibilitará la resurrección de la carne en los últimos tiempos.
*El alma separada continúa ejerciendo sus operaciones espirituales (de fe)
Aunque el alma, al separarse del cuerpo, no tiene la naturaleza perfecta propia de la
especie humana -cuerpo y alma-, como posee su propio acto de existir puede
continuar realizando sus operaciones espirituales. No cae el alma, como algunos
ortodoxos afirman, en una especie de inconsciencia o letargo. El alma, separada del
cuerpo, continúa conociendo, amando, sintiendo afectos, etc.
¿Qué significa morir en Cristo Jesús?
Morir en Cristo Jesús significa morir en gracia de Dios, sin pecado mortal. Así el
creyente en Cristo, siguiendo su ejemplo, puede transformar la propia muerte en un
acto de obediencia y de amor al Padre. «Es cierta esta afirmación: si hemos muerto
con Él, también viviremos con Él» (2 Tm 2, 11). (Compendio nº 206)
CREO EN LA VIDA ETERNA
La muerte abre la puerta de "la vida eterna", y la vida eterna, último artículo del Símbolo- es la meta del hombre, sabiendo por
la Revelación que la vida "no termina, se transforma"; de modo
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que los que creen en Cristo pueden adquirir una mansión eterna en el cielo. ¡Viviremos
eternamente!
¿Qué es la vida eterna?
La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte. Esta vida no
tendrá fin; será precedida para cada uno por un juicio particular por parte de Cristo,
juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final.(Compendio nº 207)
¿Qué es el juicio particular?
Es el juicio de retribución inmediata, que, en el momento de la muerte, cada uno
recibe de Dios en su alma inmortal, en relación con su fe y sus obras. Esta retribución
consiste en el acceso a la felicidad del cielo, inmediatamente o después de una
adecuada purificación, o bien de la condenación eterna al infierno. (Compendio nº 208)
PRINCIPALES IDEAS A RESALTAR:
*Qué es el Juicio Particular?
Nuestro destino para toda la eternidad queda definido en el instante mismo de
nuestra muerte. En ese momento nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro
cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios. Este momento se llama en Teología el
Juicio Particular, y consiste en una especie de radiografía o "scaneo" espiritual
instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la cual ésta sabe
exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para la eternidad, según
sus buenas y malas obras.
Es así como en el momento mismo de la muerte el alma recibe la sentencia de su
destino para toda la eternidad. Al decir, entonces, que alguien ha muerto, podría
también afirmarse que ese alguien también ha sido juzgado por Dios
Por ello ante la pregunta de si conviene esperar el momento de la muerte para
prepararnos para la vida eterna, la respuesta parece muy simple: No, no es
conveniente, pues no sabemos ni el día, ni la hora, ni el lugar, ni las condiciones de
nuestra muerte. Y es mucho, es demasiado, lo que nos estamos jugando en ese
instante: nada menos que nuestro destino para siempre, para una vida que nunca
tendrá fin.
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EL CIELO
¿Qué se entiende por cielo?
Por cielo se entiende el estado de felicidad suprema y definitiva. Todos aquellos
que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación,
son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles y a los santos, formando
así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios «cara a cara» (1 Co 13, 12), viven en
comunión de amor con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros.
(Compendio nº 209)
*El Cielo es una de las opciones que el ser humano tiene para la otra vida. En realidad
es la opción para la cual fuimos creados, pues Dios desea comunicarnos Su completa y
perfecta felicidad, que además es eterna - es decir, para siempre- llevándonos al
Cielo, la patria hacia la cual caminamos, nuestro verdadero hogar, el sitio de la
felicidad perfecta y total.
Lograr una descripción adecuada de lo que es el Cielo, con nuestras limitadas
categorías humanas de tiempo y espacio, con la limitación de ideas y de lenguaje, es
imposible. San Pablo, quien según sus escritos pudo vislumbrar el Cielo, sólo puede
referir que "oyó palabras que no se pueden decir: cosas que el hombre no sabría
expresar... ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar lo que
tiene Dios preparado para aquéllos que le aman" (2a. Cor.12, 2-4 y 1a. Cor. 2,9).
* El Papa Juan Pablo II tomaba para sus Catequesis sobre las "realidades últimas" la
descripción del Cielo que trae el Catecismo de la Iglesia Católica: "Esta vida perfecta
con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida de amor con ella, con la Virgen y
todos los bienaventurados se llama 'el Cielo'. El Cielo es el fin último y la realización de
las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de felicidad
Nos dice la Sagrada Escritura que el Cielo consiste en "conocer a Dios" (Jn. 17, 3 - Mt.
5,8), pero también en gozar de El: "Entra en el gozo de tu Señor" (Mt. 25, 21; "para que
vuestro gozo sea perfecto" (Jn. 15, 11).
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¿Qué es el purgatorio?
El purgatorio es el estado de los que mueren en amistad con Dios pero, aunque están
seguros de su salvación eterna, necesitan aún de purificación para entrar en la eterna
bienaventuranza. (Compendio nº 210)
En virtud de la comunión de los santos, los fieles que peregrinan aún en la tierra pueden
ayudar a las almas del purgatorio ofreciendo por ellas oraciones de sufragio, en particular
el sacrificio de la Eucaristía, pero también limosnas, indulgencias y obras de
penitencia.(Compendio nº 211)
Principales ideas a resaltar:
*De las opciones que tenemos para después de la muerte, el Purgatorio es la única que
no es eterna. Las almas que llegan al Purgatorio están ya salvadas, permanecen allí el
tiempo necesario para ser purificadas totalmente.
El Purgatorio es Dogma de Fe. Todo Católico debe creer en el Purgatorio. A pesar de
que la palabra purgatorio no aparece como tal en la Biblia, sí está descrita en 2
Macabeos 12, 41-40
*El Purgatorio es un regalo de la misericordia grandísima de Dios, y una señal de
esperanza, ya que las almas que llegan al Purgatorio ya están salvadas: la única opción
posterior que tienen es el Cielo.
Sin embargo, la purificación en el Purgatorio es "dolorosa". Tal vez la pena más
dolorosa de la etapa de purgatorio sea la tardanza en poder disfrutar de la gloria de
Dios. En el momento en que el alma se separa del cuerpo y se desprende de los lazos
de la tierra se siente irresistiblemente atraída por el Amor Infinito de Dios. Por
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consiguiente, el retraso en poder gozar de la "Visión Beatífica" causa un dolor
incomparable a cualquier dolor de la tierra. Ha llegado la hora de ver a Dios, pero al no
estar debidamente purificada el alma no puede verlo.
* La Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor,
en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan
llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las
indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos:
Toda esta interconexión entre la tierra, el Cielo y el Purgatorio y el flujo de gracias a
través de estas tres realidades es el misterio de la Comunión de los Santos.
*”Actualmente se suele pensar: qué es el pecado, Dios es grande, nos conoce, así que
el pecado no cuenta, al final Dios será bueno con todos. Es una bella esperanza. Pero
existe la justicia y existe la verdadera culpa. Quienes han destruido al hombre y la
tierra no pueden sentarse de inmediato en la mesa de Dios junto a las víctimas. Dios
crea justicia. Debemos tenerlo presente. Por ello me parecía importante escribir este
texto también [en “Spe Salvi”, ver a continuación] sobre el purgatorio, que para mí es
una verdad tan obvia, tan evidente y también tan necesaria y consoladora, que no
puede faltar.” (Benedicto XVI)
EL INFIERNO
La existencia del infierno es un dogma de fe, es decir, una
verdad de fe proclamada solemnemente por el Magisterio de la
Iglesia como perteneciente a la Revelación, y por tanto
irreformable. Además, la fe claramente nos dice que "las almas de los que mueren en
estado de pecado mortal van al infierno".
El infierno consiste en la condenación eterna de todos aquellos que mueren, por libre
elección, en pecado mortal. La pena principal del infierno consiste en la separación
eterna de Dios, en quien únicamente encuentra el hombre la vida y la felicidad para las
que ha sido creado y a las que aspira. Cristo mismo expresa esta realidad con las
palabras «Alejaos de mí, malditos al fuego eterno» (Mt 25, 41). (Compendio nº 212)
¿Cómo se concilia la existencia del infierno con la infinita bondad de Dios?
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Dios quiere que «todos lleguen a la conversión» (2 P 3, 9), pero, habiendo creado al
hombre libre y responsable, respeta sus decisiones. Por tanto, es el hombre mismo
quien, con plena autonomía, se excluye voluntariamente de la comunión con Dios si, en
el momento de la propia muerte, persiste en el pecado mortal, rechazando el amor
misericordioso de Dios. (Compendio Nº 213)
PRINCIPALES IDEAS A RESALTAR:
* El infierno es dogma de fe
*. Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre,
llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y
su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente
esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de
condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior,
sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida. La misma
dimensión de infelicidad que conlleva esta oscura condición puede intuirse, en cierto
modo, a la luz de algunas experiencias nuestras terribles, que convierten la vida, como
se suele decir, en «un infierno».
Con todo, en sentido teológico, el infierno es algo muy diferente: es la última
consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la
situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre
incluso en el último instante de su vida.
*La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas
de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos
inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego
eterno" (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12).
La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien
únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a
las que aspira.
*. Las imágenes con las que la sagrada Escritura nos presenta el infierno deben
interpretarse correctamente. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida
sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse
quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume
los datos de la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado
mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa
permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este
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estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados
es lo que se designa con la palabra infierno»
*Por eso, la «condenación» no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su
amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado.
En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación» consiste
precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y
confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios
ratifica ese estado.
EL JUICIO FINAL
La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los
pecadores" (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será "la
hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...]
y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que
hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su
gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las
naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las
cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).
El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la
hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará
por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia. Nosotros
conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de
la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia
habrá conducido todas las cosas a su fin último. El Juicio final revelará que la justicia de
Dios triunfa de todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más
fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).
La esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva
Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud.
Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con
Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será
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renovado:
La Iglesia [...] «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo [...] cuando llegue el
tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo
entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del
hombre, quede perfectamente renovado en Cristo» (LG 48).
Después del juicio final, el universo entero, liberado de la esclavitud de la
corrupción, participará de la gloria de Cristo, inaugurando «los nuevos cielos y la
tierra nueva» (2 P 3, 13). Así se alcanzará la plenitud del Reino de Dios, es decir,
la realización definitiva del designio salvífico de Dios de «hacer que todo tenga a
Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra» (Ef 1, 10).
Dios será entonces «todo en todos» (1 Co 15, 28), en la vida eterna. (Compendio
nº 216)
AMEN
La palabra hebrea Amén, con la que se termina también el último libro de la Sagrada
Escritura, algunas oraciones del Nuevo Testamento y las oraciones litúrgicas de la
Iglesia, significa nuestro «sí» confiado y total a cuanto confesamos creer,
confiándonos totalmente en Aquel que es el «Amén» (Ap 3, 14) definitivo: Cristo el
Señor. (Compendio nº 217)
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