LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA EN LA CORONA DE

Anuncio
LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA EN LA CORONA DE ARAGÓN
Fueron promulgados el rey Felipe V de España, tras su victoria en la Guerra de Sucesión sobre
el pretendiente Archiduque Carlos de Austria, pretendiente de la Casa de Austria. Imponen la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la antigua corona de Aragón. Su promulgación, más que una medida innovadora surgida de las coyunturas de la guerra, es la evolución de proyectos anteriores que habían fracasado, como el del Conde Duque de Olivares, causa de la guerra de
1640.
Casi todos los territorios de la Corona de Aragón habían sido partidarios del pretendiente Carlos. Los Decretos de Nueva Planta tuvieron la finalidad y el efecto de castigar a los que se habían alineado en contra del rey Felipe V, aludiendo al "derecho de conquista" como se cita en el primero de
los Decretos.
Abolieron casi todos los antiguos fueros propios de los reinos y condados de la Corona de Aragón (excepto en el Valle de Arán) y extendieron una nueva organización político-administrativa basada en la de Castilla para todos sus dominios y obligaron al uso del castellano como lengua administrativa a casi todas las instituciones que no la usaban, siguiendo el modelo centralista que la monarquía
absolutista francesa había adoptado desde el reinado de Francisco I.
Como consecuencia de un cambio en el escenario político internacional, al recibir Carlos de
Austria el Imperio por la muerte de su hermano y heredero José, las potencias europeas acuerdan que
Felipe V continue en el trono a cambio de una serie de contraprestaciones territoriales, que a la postre
supondrá la liquidación de los territorios Europeos del Imperio Hispánico.
Dentro de los avances y retrocesos de la contienda se publicaron el 29 de junio de 1707 los decretos de Aragón y Valencia, teniendo como resultado la abolición de todo el sistema legislativo e institucional de ambos reinos.
El 13 de abril de 1711 se dictó un segundo decreto por el que se restablecía parte del derecho
aragonés otorgándose una nueva organización planta a la Audiencia de Zaragoza. En el caso de Aragón la asimilación castellana fue menos traumática, puesto que el idioma propio, el aragonés, había sido sustituido en la administración por el castellano, a través de la influencia de los Trastámara que
ocupaban el trono aragonés.
El tercero, de 1715, el de Mallorca se publicó el 28 de noviembre de 1715, siendo más complaciente y fruto de una actitud más negociadora.
El cuarto decreto que afectaba sólo a Cataluña se dictó el 9 de octubre de 1715, despachado por
Real Cédula con fecha de 16 de enero de 1716.
DECRETOS DE NUEVA PLANTA Y REACCIÓN VALENCIANA
En el año 2007 se conmemora el tercer centenario de la promulgación de los Decretos de Nueva Planta para el histórico Reino de Valencia. Efeméride que servirá para que evoquemos lo que supuso el proceso de centralización, se analice las reacciones que se suscitaron en ciertas clases sociales y
se valore cómo afectaron a los valencianos las disposiciones dictadas.
Cabe recordar que los distintos reinos y territorios que configuraban la monarquía española
hasta el siglo XVIII habían conservado una organización propia sometida a un rey. Con la abolición de
las autonomías políticas a raíz de la Guerra de Sucesión a la Corona de España entre los partidarios de
los Austrias y de los Borbones, y la promulgación de los Decretos de Nueva Planta durante el reinado
de Felipe V, se transforma la situación política del Estado, perdiendo el Reino de Valencia la totalidad
de sus instituciones, “els Furs’’ (1707).
Una serie de Órdenes y Decretos emanados del poder central tendrán como objetivo esencial la
uniformidad y castellanización de Estado. Su estructura se semejará cada vez más a un Estado unitario.
El documento promulgado por Felipe V, en Buen Retiro, por el Decreto de 29 de junio de 1707 que recoge la “Derogación de los fueros de Aragón y Valencia”, es elocuente para comprometer y valorar
mejor la nueva situación política del Reino de Valencia, emanada de la aplicación de dicho Decreto.
Las consecuencias y reacciones originadas en los aspectos políticos, socioculturales y sociolingüísticos no se hicieron esperar. De nada sirvieron las respetuosas súplicas del pueblo valenciano que
veía perdidas las libertades forales instituidas por el rey Jaime I. El monarca Felipe V, vencedor del
conflicto sucesorio, originado a la muerte de Carlos II, decretó y mantuvo la derogación de los fueros
vigentes e instituciones tradicionales que se habían ido creando desde el siglo XIII. Entre otros actos,
se procedió al cese de justicias y jurados, se disolvió el popular Consejo General, se suspendió el derecho foral valenciano y se formaron ayuntamientos al estilo castellano. Para completar la desvalencianización del Reino, el idioma de Castilla fue reemplazando paulatinamente al propio, valenciano, en todos los actos de la vida oficial.
La actuación de muchos regidores valencianos, prestos a cumplir estrictamente las órdenes
emanadas del poder borbónico, coadyuvó a conseguir los objetivos marcados por el poder central.
No todo fueron parabienes para la política centralista impuesta por los Borbones, ni siempre los
gobernantes fueron ejemplos de virtudes, lo que originó que el pueblo llano manifestase su descontento acudiendo, en ocasiones, a la sátira política para denunciar la actuación de ciertos personajes corruptos en el desempeño de su función gubernativa. Las manifestaciones de descontento tenían su vía de
expresión en pasquines, folletos, gacetillas. Se llegó a afirmar: “En España [...] empiezan el oficio pobre y en breve tiempo se hacen ricos. A Valencia vienen sin ropa y en pocos días abundan de dinero,
familia y conveniencias”.
Con motivo de la proclamación de Fernando VI (1746) se prohibió que se cantaran cantinelas y
coplas injuriosas, y que se publicasen “papeles infamatorios [...] contra personas de carácter y empleos
públicos”.
Fueron años en que la situación política era propicia a la inspiración de la denominada literatura popular clandestina, poniendo de manifiesto el malestar reinante en parte del pueblo llano y de cierta intelectualidad. Esta sátira burlesca, paródica y sarcástica abordó temas clásicos del mal gobierno: el
fraude, el enriquecimiento ilícito, la violencia, etc. Otras cuestiones muy criticadas en la Valencia del
siglo XVIII fueron los impuestos, el servicio militar, el poder de ciertos jefes del ejército, la arbitrariedad administrativa, etc., muy extendidas en el nuevo régimen político borbónico.
El historiador decimonónico Vicente Boix, al estudiar los fueros del antiguo reino de Valencia,
se interrogó qué resta ya del antiguo régimen foral del Reino de Valencia? La respuesta fue patética:
“El tribunal de los Acequieros, o de las aguas; algunas costumbres populares; restos de trages [sic] en
nuestros labradores, y nada más. Todo ha ido desapareciendo desde que Felipe V abolió despóticamente la libertad de Valencia”. Para dicho cronista de la ciudad de Valencia “leyes, costumbres, tradiciones, dignidad, independencia; todo ha desparecido en el fondo de esa laguna, llamada centralización”.
EL RÉGIMEN DE NUEVA PLANTA EN CATALUÑA
Como resultado de la victoria militar de Felipe V sobre las tropas catalanas y la capitulación de
la ciudad de Barcelona el 11 de septiembre de 1714, el día siguiente fue suprimida la Diputación General, junto con el Consejo de Ciento barcelonés y el Brazo de la nobleza, siendo sus bienes incautados.
El hecho de haber jurado las constituciones de Cataluña a las Cortes de 1701-1702, poco antes de que
las autoridades autóctonas cambiasen de bando una vez iniciada la Guerra de Sucesión, permitió a Felipe V alegar el derecho de conquista y cerrar definitivamente los obstáculos que hasta entonces se
habían opuesto con un cierto éxito a la plena implantación de las corrientes cesaristas y absolutistas
cada vez más extendidas en el ámbito de las monarquías europeas del siglo XV.
Por el decreto de Nueva Planta, publicado en Cataluña el 16 de enero de 1716, Felipe V configuró un régimen político que excluía la representación de la sociedad catalana y reforzaba la preeminencia (ya característica del funcionamiento de las instituciones reales en el Principado a lo largo del
siglo XVII) de las autoridades militares sobre las civiles y una asignación casi sistemática del gobierno
de los corregimientos (demarcaciones substitutas de las veguerías) a oficiales del ejército del rey. El
gobierno provincial estaba basado en el dualismo entre capitán general y Real Audiencia (que recibió
como sede la Casa de la Diputación), donde la cabeza militar era a la vez el presidente del tribunal civil, reunidos constituían el Real Acuerdo y, en la práctica gubernamental, los capitanes generales tendieron a reducir la Audiencia a la condición de órgano consultivo. Las marcadas tensiones entre estas
dos autoridades, dirimidas ante el Consejo de Castilla con resultados variables, no modificaron el carácter eminentemente exógeno y la tonalidad siempre represiva del aparato gubernamental del Principado hasta el final de la vigencia de la monarquía absoluta (final intermitente entre 1808 y 1833).
El carácter discrecional de la política de los capitanes generales buscó la cooperación de la sociedad civil y dio paso a tímidos y discontinuos reconocimientos del principio representativo. En momentos de crisis, como el motín de Esquillace de 1766, el Ayuntamiento de Barcelona asumió, mediante la coordinación de los ayuntamientos de las ciudades cabeza de corregimiento, funciones de representación política del Principado, en relación directa con la Capitanía General o, incluso, con el
Consejo de Castilla y el rey. En 1773, la insubordinación de la sociedad barcelonesa contra las quintas,
con el trasfondo de un soporte general de las instituciones autóctonas del Principado, dio lugar a una
situación de doble poder, que duró más de un año, en que el Consejo General de los Colegios y Gremios, con el apoyo tácito o explícito de los estamentos privilegiados, se organizó como Diputación y
ejerció funciones fiscales y políticas. Después de la crisis, el mes de enero de 1755, fue necesario reafirmar las instituciones de la Nueva Planta y reequilibrar el poder entre capitán general y Audiencia.
Además, las nuevas Cortes unificadas de España, convocadas únicamente para ratificar las sucesiones dinásticas, mantuvieron la condición de ciudades con voto a favor de Barcelona, entre otras
ciudades y con ocasión del acceso al trono de Carlos III en 1760, la capital de Cataluña elevó al soberano un memorial firmado también por las otras capitales de la antigua Corona de Aragón –Zaragoza,
Valencia y Palma- que pedía la revisión del régimen de la Nueva Planta y un retorno parcial a la situación anterior a la Guerra de Sucesión.
MALLORCA Y EL ADVENIMIENTO DE LOS BORBONES
EL DECRETO DE NUEVA PLANTA (1715)
Pese a la oposición del Caballero de Aspheld, que recomendaba el mantenimiento de las instituciones
propias de Mallorca, el Consejo de Castilla acabó por imponer su opinión la cual consistía en la necesidad de reformar profundamente las instituciones. De este modo, el 28 de noviembre de 1715 el Rey firmó un decreto que
fue ratificado en una real cédula fechada el 16 de abril del año siguiente.
Las medidas adoptadas fueron:
- La derogación de las condiciones de extranjería existentes respecto a los naturales de las otras
regiones españolas.
- La desaparición del Gran i General Consell, transfiriendo el gobierno de Mallorca a la Real
Audiencia, aunque de facto durara hasta 1717, fecha en que se designaron los componentes del
primer ayuntamiento de Palma. Este es el momento en el cual aparece la figura del Concejal,
delegado del Rey, quienes eran ciudadanos elegidos de forma vitalicia con el fin de encargarse
de la administración municipal. Dicha Audiencia estaba presidida, por otra parte, por un Capitán General, que sustituyó al Virrey (si bien no tendría voto en temas de justicia), y compuesta
por un Regente, cinco oidores (ministros) y un fiscal, dependiendo su actuación del Consejo
de Castilla.
- El establecimiento de un Veguer se encargaría de las causas civiles; mientras que en los pueblos el Baile sólo tendría competencia en causas civiles y criminales en primera instancia, pudiendo apelar a la Audiencia, la institución que asumió la justicia privada. Así, para las causas
criminales, debía rendirse cuenta a dicha Audiencia con objeto de que designara al juez de instrucción.
Todo ello es lo que se conoce como Real Acuerdo, presidido por el Capitán General, y formado por la
unión entre éste y la Audiencia.
Así pues, las figuras del Procurador Real y el Baile de la isla desaparecieron, pasando las competencias
del Gobierno de Justicia a la citada Audiencia; al tiempo que las de naturaleza fiscal traspasaron al Intendente,
figura creada en 1749, anulando definitivamente la autonomía financiera de la isla.
Dicho de otro modo: la Intendencia asumió las competencias del Procurador Real y algunas propias del
Baile de Mallorca, siendo además juez en la elaboración del inventario de los bienes del Patrimonio Real.
En materia de confiscación de bienes, el Intendente sería juez hasta el pronunciamiento de la sentencia;
y una vez pronunciada, se convertiría en el responsable de llevar a cabo su ejecución.
La conservación del Consulado del Mar. (Es harto curioso que los ingleses, en Menorca, abolieran el
Consulado y mantuvieran las otras instituciones).
La fijación de la duración del cargo de Veguer y sus asesores, que tendría carácter anual serían propuestos por la Audiencia y nombrados por el Rey. Por último, en el año 1717, el Rey resolvió que los Bailes de las
villas ejerciesen su cargo durante tres años.
El Mostassaf se mantuvo hasta 1718, fecha en que se decretó su desaparición y sus competencias se repartieron entre los regidores (nuevo término que designa a los extintos Jurados de los ayuntamientos).
La desaparición del sistema de sac i sort. De allí en más se nombraría a 20 Jurados para regir la Ciudad
de Mallorca -16 caballeros y 4 ciudadanos-; en Alcudia, reduciéndose el número a 12 Jurados; y en las otras villas de la isla la cifra variaría de acuerdo a su población. Tanto en Palma como en Alcudia, el rey era quien
nombraba dichos Jurados.
Todas estas reformas REFERIDAS deben enmarcarse en la política de centralización y unificación del
poder puesta en práctica por la nueva dinastía. Por ello, la Nueva Planta también se aplicó en otros reinos de la
Corona de Aragón (aunque no en todos); se desembarazó de contenido a los Consejos (excepto al de Castilla);
se suprimió las Cortes de la Corona de Aragón, al tiempo que a las castellanas se les redujo sus competencias;
etc.
Por otra parte, en esta época comenzaría un proceso de castellanización de la administración derivado de
la irrupción de numerosos funcionarios forasteros, y de las nuevas reglas burocráticas. De hecho, el 11 de septiembre de 1717 una resolución ordenaba que las sentencias de la Audiencia se redactaran en castellano, y no en
latín; sin embargo se realizarían en catalán. De igual modo se exigía la enseñanza del castellano en las escuelas.
En la misma línea que las reformas anteriores, Felipe V emprendió una profunda reestructuración tributaria con el objetivo de unificar los impuestos estatales (el catastro sería un impuesto que afectaría a todos), a
cuyo cargo estaba el Ministro de Hacienda, lo cual agravó aun más la presión fiscal sobre la población, además
de intensificar las relaciones económicas con el poder central.
Descargar