Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005, 31-44. ISSN 0366-3272 ¿De qué hablamos cuando hablamos de diversidad ecosistémica? When talking about Ecosystem diversity, what are we talking about? Isabel Castro Parga Departamento Interuniversitario de Ecología. Universidad Autónoma de Madrid Cantoblanco, 28049 Madrid. PALABRAS CLAVE: Diversidad ecosistémica, Función, Procesos, Atributo funcional, Diversidad funcional. KEY WORDS: Ecosystem diversity, Function, Processes, Functional traits, Functional diversity. RESUMEN El término diversidad ecosistémica es un descriptor poco preciso, dada la amplitud de los temas que se engloban bajo esta denominación. Abarca desde el estudio de la variedad de hábitats existente en una región (diversidad estructural) hasta los múltiples procesos funcionales dentro de un ecosistema concreto (diversidad funcional). Este último aspecto, la componente funcional de la diversidad ecosistémica, será el objeto central de este trabajo. Bajo este prisma se revisan y discuten los distintos conceptos e hipótesis que relacionan diversidad con funciones en los ecosistemas. Se contempla la existencia de especies con distintos papeles funcionales en la naturaleza y se analizan los modelos teóricos que pretenden facilitar una explicación de la diversidad funcional en un territorio dado. ABSTRACT The term ecosystem diversity has a wide range of meanings. It embraces from the regional habitat diversity (structural diversity) to the diversity of functional processes in a given ecosystem (functional diversity). This last topic will be revised and discussed in this paper taking into account several hypotheses and concepts which relate diversity to ecosystem functions. The fact that some species play different functional roles in nature is examined as well as several theoretical models proposed to explain the functional diversity of a concrete territory. 1. INTRODUCCIÓN Existen múltiples definiciones de diversidad, tantas que resulta complejo elegir una a la hora de pensar en transmitir una idea que tenga que ver con este término. NOSS en 1990 decía que era improbable que se encontrase una definición simple, entendible y operativa de la diversidad. No es el simple número de especies, genes o ecosistemas o cualquier grupo de objetos en un área determinada, la diversidad tiene que ver con todos los niveles de orga- Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 32 nización biológica, desde los niveles genéticos o moleculares a los de población o comunidad. La diversidad ha de ser interpretada como un conjunto, un reflejo de eventos pasados y procesos varios expresados en el presente en forma de estado observado, siendo dinámicamente variable en espacio y tiempo (DRAKE et al., 1996). Toda la diversidad está conectada a través de ancestros comunes de especies. Esto proporciona un armazón para estudiar patrones de diversidad y para realizar análisis comparativos de varios niveles de organización jerárquica. Más allá de estos niveles, es importante desarrollar una comprensión o conocimiento de la diversidad en términos de sistemas funcionales complejos, dentro y entre niveles de organización. Aunque algunos investigadores dividen el amplio campo de estudio de la diversidad en múltiples apartados, en general, se aceptan tres niveles. Las fronteras entre estos niveles no son discretas y se produce solapamiento, pero se distinguen entre si lo suficiente como para poder estudiarlos como componentes diferentes. 1.1. Diversidad genética Se podría definir como la variedad presente a nivel de genes y genomas. Es una definición aparentemente sencilla para un campo de trabajo que puede desarrollarse a diferentes escalas, desde población a ecosistema. Sin entrar en detalles, diremos que en este nivel de aproximación se representa el material de la evolución de las especies. La mayor o menor diversidad genética tendrá consecuencias en la adaptación de las poblaciones y comunidades al ambiente cambiante. I. CASTRO PARGA 1.2. Diversidad de especies Es la variedad y abundancia de diferentes tipos de organismos que habitan en un área. Los estudios de diversidad típicamente se han enfocado desde las especies. No tanto porque sea más importante sino porque, independientemente de escuelas o criterios sistemáticos, las especies son fácilmente detectables y cuantificables en la naturaleza. 1.3. Diversidad ecosistémica Es la más difícil de definir por la amplitud de la temática de los trabajos que se engloban bajo este término. Según MARGALEF (1991) es la diversidad medida en los ecosistemas. Tan extensa definición muestra a la diversidad ecosistémica como un descriptor poco preciso que, según palabras de su autor, se refiere tanto al número de especies presentes como a su abundancia relativa. Otros investigadores reducen la amplitud de este concepto, dividiendo en dos grandes grupos las definiciones posibles. Por un lado, se define como la variedad de hábitats que suceden dentro de una región o el mosaico de teselas que configuran un paisaje. Pero por otro, también se refiere a la interacción entre las especies y a la variedad de procesos funcionales en un ecosistema. Ambos grupos hablan indudablemente de que tanto la composición, la estructura como la función de un ecosistema determinan la biodiversidad de un área. La composición tiene que ver con la identidad y variedad de los elementos en una colección e incluye las listas de especies y las medidas, tanto de diversidad de especies como de diversidad genética y, por tanto, ya incluidas en los campos anteriores. Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DIVERSIDAD ECOSISTÉMICA? La estructura es la organización física o el patrón de un sistema, desde la complejidad de hábitats como medida de las diferentes comunidades que contiene, hasta la escala de paisaje. Estos aspectos se engloban bajo el término diversidad estructural (WARD et al., 2001). La diversidad estructural de un paisaje se mantiene por un conjunto de factores dinámicos que operan a diferentes escalas. La función implica procesos ecológicos y evolutivos incluyendo desde flujo genético a perturbaciones o ciclo de nutrientes (NOSS, 1990). El concepto de diversidad ecosistémica juega un papel aglutinador al reunir, bajo tan diversas acepciones, tanto niveles de organización como patrones y procesos a distintas escalas espacio-temporales. En cualquier trabajo será necesario precisar siempre, bajo qué líneas argumentales se tratará el término en uso, bien diversidad estructural bien diversidad funcional. Para no faltar a nuestra propia recomendación enfocaremos este trabajo desde la óptica funcional. Sabemos que existe una gran variedad de relaciones entre la diversidad y el funcionamiento de los ecosistemas. Como entre otros muchos aspectos funcionales, los límites que separan unos de otros son difusos y las interconexiones abundantes. Resulta interesante ver que, dado que diversidad y ecosistema (diversidad y funcionalidad) emergen como una consecuencia de los procesos que operan a través de los distintos niveles de organización, investigar en diversidad funcional es aproximarse al conocimiento de la dinámica de complejos sistemas adaptativos. Hay que tener en cuenta que es el aspecto menos estudiado de la diversidad ecosistémica, aunque su conocimiento haya experimentado un notable auge en los últimos diez años. 33 2. DIVERSIDAD Y COMPLEJIDAD EN EL ECOSISTEMA. ESPECIES Y PROCESOS Una función es una variable que representa el funcionamiento de un ecosistema. Se puede considerar un proceso determinado y elegir el conjunto de variables responsables de ese proceso. En este sentido, parece lógico suponer la existencia de algún tipo de relación entre el número de especies y el número de funciones en los ecosistemas, que expresen la complejidad de su funcionamiento. Hay muchas teorías acerca de cómo el número de especies afectan a las funciones de los ecosistemas pero, de manera general para todas ellas, se parte de la idea de que las funciones de los ecosistemas (los procesos) no son posibles sin los organismos. 2.1. Hipótesis lineal (VITOUSEK et al., 1993) El número de funciones de un ecosistema es lineal y directamente proporcional al número de especies. La adición de una nueva especie implica un aumento en la complejidad del funcionamiento, de la misma manera que la sustracción de una especie conlleva a la eliminación de una función a lo largo del tiempo. Según esta hipótesis se considera que cada especie aporta algo nuevo y único, siendo todas y cada una claves en el funcionamiento de los ecosistemas. 2.2. Hipótesis nula Por el contrario, indica que las funciones de un ecosistema no están afectadas por la adición o desaparición de especies en un sistema dado. En resumen, la diversidad de especies Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 34 I. CASTRO PARGA no afectaría en absoluto a los procesos y servicios de los ecosistemas. 2.5. Hipótesis idiosincrásica o impredecible (STEEL, 1991) 2.3. Hipótesis de los remaches (EHRLICH et al., 1981) Postula que la relación entre la diversidad de especies y el funcionamiento de un ecosistema es cambiante. La función del ecosistema cambia con la riqueza pero la magnitud y dirección del cambio es impredecible debido a la gran variedad y complejidad de papeles de cada una de las especies que integran el sistema. Apunta en la dirección de que no hay un número fijo de relaciones y que las funciones de un ecosistema son el resultado de la interacción entre especies. Sugiere que los ecosistemas son como un aeroplano cuyo objeto, “volar”, es dependiente de la relación entre un número determinado de funciones. La pérdida sucesiva de remaches (especies) comprometerá la facultad de volar a partir de un determinado momento (siempre dependiente del número de partida). Muestra como la adición de especies en un ecosistema aumenta el número de funciones en el mismo, aunque el incremento de funciones puede ser menor cuanto mayor sea el total de especies añadido. 2.4. Hipótesis de la redundancia (WALKER, 1992) Asume que la tasa de funciones distintas en un ecosistema aumenta hasta un punto determinado a partir del cual la suma de especies no se traduce en un aumento de papeles en la compleja trama de interacciones. Sugiere la existencia de un grupo de especies “singulares” de las que depende el funcionamiento o integridad de los ecosistemas. Las restantes son denominadas análogas o “redundantes” y contribuyen poco en estos procesos al menos mientras la especie singular esté en funcionamiento. De alguna manera, apunta la existencia de entidades funcionales semejantes que tienen similares interacciones con el mismo proceso ecológico (CHAPIN et al., 1992). 2.6. Hipótesis de las especies “clave” Habla de que la ausencia de determinadas especies, en ocasiones una sola, sería suficiente para cambiar el funcionamiento de los ecosistemas. Se podría decir que unas cuantas especies interactúan tan fuertemente con un proceso ecológico, mediatizándolo, que su ausencia generaría un grave problema de funcionamiento, que provocaría un efecto dominó de pérdida de especies. Hasta un total de 50 hipótesis han sido desarrolladas en la literatura científica siendo, muchas de ellas, variaciones de los modelos mencionados, aunque alguna apunta la existencia de relaciones negativas entre la diversidad y procesos ecológicos, donde la adición de especies supone una merma en el número de funciones. De todas ellas se pueden extraer tres tendencias principales: a. Las especies son redundantes (hipótesis de los remaches y hipótesis de la redundancia). b. Las especies son singulares (hipótesis lineal e hipótesis de especies clave). Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DIVERSIDAD ECOSISTÉMICA? c. El impacto de las especies es dependiente del contexto en que se produzca (hipótesis idiosincrásica). Al margen de estas similitudes, un modelo sencillo pone de manifiesto las interconexiones entre ellas. La relación entre las hipótesis de especies clave e idiosincrásica es evidente. Los efectos en cascada de la pérdida o adición de una especie tienen que ver con el escenario que, en cuanto a las interacciones, postula la hipótesis idiosincrásica. Estos modelos con nuevos datos empíricos son continuamente puestos en tela de juicio y discutidos (LOREAU, 2004; GESSNER et al., 2004). Cuál de estas hipótesis es más acertada, no lo sabemos, entre otras cuestiones por inherentes problemas de escala y complejidad de medidas. Además se puede esperar que la complejidad funcional de un ecosistema aumente no solo con la riqueza de especies, sino también con la diversidad taxonómica (WILLIAMS et al., 1991) y con la complejidad multidimensional del ambiente. Pero siempre hay que tener en cuenta que sistemas que no son físicamente heterogéneos y que no tienen un elevado número de especies pueden ser considerados funcionalmente complejos (ROTHSCHILD et al., 2001). 3. ¿SON TODAS LAS ESPECIES IGUALES? LAS ESPECIES REDUNDANTES Y LAS ESPECIES CLAVE De la sucinta discusión realizada se puede extraer, al margen de los aspectos comentados, que en la gran mayoría de las hipótesis planteadas, las especies no tienen la misma importancia a la hora de añadir nuevas funciones en el complejo entramado de 35 interacciones de un sistema natural. De alguna manera la existencia de especies redundantes, aquellas cuya adición o pérdida tendría escasos efectos en el funcionamiento de los ecosistemas, implica la existencia de especies clave, cuya eliminación o irrupción generaría el efecto contrario. El número de especies que interactúan fuertemente en un ecosistema o comunidad será pequeño comparado con el gran número de especies interactuantes (PAINE, 1992). Siguiendo la terminología de WALKER (1992) los ecosistemas estarían poblados de especies a las que podríamos atribuir el papel de “conductores” (especies clave) y aquellas a las que les atribuiríamos el de “pasajeros” (especies redundantes). Ahora bien, si como veremos a continuación puede haber un conjunto de especies con papeles funcionales semejantes, no por ello se puede extraer la conclusión general de que sean redundantes en la globalidad de los procesos. La idea de la existencia de especies redundantes ha sido continuamente puesta en tela de juicio y seriamente criticada tanto conceptual como metodológicamente (GITAY et al., 1996; NAVARRETE et al., 1996). Frente a esta idea cada vez más generalizada, persiste la concepción de determinadas especies como “claves” en el funcionamiento de una comunidad o ecosistema. El término tiene su origen en el trabajo de PAINE de 1966, pero la definición más utilizada es la de POWER et al., 1996, que la definen como aquella especie cuyo efecto en el funcionamiento de los ecosistema es grande, desproporcionadamente grande comparado a lo esperable por su abundancia. Para aplicar correctamente el concepto de especie clave hay que restringirse de forma pulcra a su definición. No debe Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 36 ampliarse a grupos de organismos (WILSON et al., 1995) ni a procesos abióticos (BOND, 1994). Definir el papel clave de una especie en el funcionamiento de un ecosistema no es tarea fácil. Se han desarrollado índices que permiten asignar esta función a una especie, habida cuenta de que términos tales como “gran efecto” o “desproporcionadamente grande” son difíciles de cuantificar (MILLS et al., 1993; POWER et al., 1995). Un importante punto de vista a tener en cuenta es que se demuestra que el status de especie clave es claramente dependiente del contexto de estudio (PAYTON et al., 2002). La importancia de la misma especie en una comunidad puede variar de una situación ecológica a otra. Incluso en contextos similares, la misión de especie clave puede ser asumida por distintas especies, con el mismo papel funcional. Una especie puede ser clave en un ecosistema y sin embargo no serlo en otro de características similares. 4. ¿QUÉ ES LA DIVERSIDAD FUNCIONAL? Dentro de la complicación habitual que supone otorgar una explicación a una nueva adjetivación de la palabra diversidad, cuando ésta se refiere al término funcional habrá de tener en consideración que las actividades, procesos o propiedades de los ecosistemas están influenciados por su biota. Se podría decir que el término diversidad funcional deberá necesariamente referirse al conjunto de funciones que son realizadas por los organismos de un sistema. Para no complicar la cuestión más de lo necesario, es importante distinguir siempre I. CASTRO PARGA los aspectos estructurales de los funcionales de la diversidad (NOSS, 1990) y por lo tanto tener en cuenta que función y/o funcional implica tanto procesos ecológicos como evolutivos incluyendo desde perturbaciones a ciclos de materiales. STEEL (1991) se refiere al término como la variedad de diferentes respuestas al cambio en el ambiente. Dado que la variedad de respuesta tiene que ver con interacciones con procesos ecológicos, MARTÍNEZ (1996) en una exhaustiva revisión de la terminología, precisa que diversidad funcional debe referirse exclusivamente a entidades que interactúan con procesos ecológicos. En consecuencia, entiende que hablar de diversidad funcional es referirse a la variedad de interacciones con procesos ecológicos. Por razones inherentes a los procesos, será importante hacer mención explícita de las escalas espacio-temporales a las que se refiere. De su caracterización dependerá de la correcta generalización de los resultados obtenidos. Uno de los mayores problemas a la hora de abordar la relación entre diversidad y funcionamiento ha estado centrado en el necesario estudio cuidadoso del diseño experimental, la adecuación de la estadística a utilizar y la correcta interpretación de los resultados (HUSTON, 1994, 1997; DOAK et al., 1998; FUKAMI et al., 2001; LOREAU et al., 2002). Pero, quizás, los avances más importantes se han logrado en experimentos realizados sobre todo en ecosistemas terrestres, concretamente en los pastizales. Han proporcionado la evidencia de la importancia funcional de la diversidad sobre las propiedades y los procesos característicos y propios de un ecosistema (ver por ejemplo NAEEM et al., 1994; TILMAN et al., 1997a; HECTOR et Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DIVERSIDAD ECOSISTÉMICA? al., 1999; SCHMID, 2002; CASADO et al., 2004). A continuación, no se entra a describir la diversidad funcional en ningún ecosistema concreto, sino que se pretende recopilar y analizar sucintamente el estado del conocimiento en torno a este tema. 5. DIVERSIDAD FUNCIONAL Y TIPOS FUNCIONALES Las especies de un ecosistema pueden ser funcionalmente equivalentes (análogas funcionales). Estas especies funcionalmente equivalentes pueden ser agrupadas en tipos funcionales. Un grupo funcional debería estar basado en una variedad de interacciones con un determinado proceso ecológico, y deberá expresar las interacciones con el proceso que define el grupo (MARTÍNEZ, 1996). La detección y estudio de los distintos tipos funcionales y el número de especies funcionalmente equivalentes en cada uno de ellos contribuyen al conocimiento de la diversidad funcional de los ecosistemas. Las especies pueden variar drásticamente en sus contribuciones al funcionamiento de los ecosistemas. En este sentido, el conocimiento de la composición específica de la comunidad es importante, sin embargo los mecanismos a través de los cuales pueden influir en el funcionamiento de los ecosistemas están más asociados a algunos atributos funcionales de las especies que a las especies en si mismas (GILLER et al., 2004). Los grupos funcionales han sido utilizados para reducir la complejidad funcional de un ecosistema por agregación de especies que a modo de corporaciones, comparten un determinado papel 37 en una particular función del ecosistema (SIMBERLOF et al., 1991). En numerosas ocasiones se les ha asignado o se les ha agrupado dentro de distintos tipos funcionales según las necesidades del proceso que se está investigando. A modo de ejemplo, las especies pueden ser divididas por su consumo o por su status trófico (NAEEM et al., 1997). Dentro de estos últimos pueden a su vez ser divididos por sus requerimientos físico-químicos o por sus necesidades de nutrientes. La asignación de especies a un grupo funcional determinado requiere cuidado y hay algunas aproximaciones objetivas que han sido recientemente desarrolladas (WARWICK et al., 2001; HOOPER et al., 2002; PETCHEY et al., 2002). Muchos experimentos sobre los efectos de la diversidad en el funcionamiento de los ecosistemas se han limitado a un número determinado de especies y grupos funcionales, con especies que explícita o implícitamente han sido usadas como representantes de entidades funcionales (DÍAZ et al.; 2001, HOOPER et al., 2002). La relativa importancia de las especies versus riqueza de grupos funcionales ha sido objeto de un considerable debate, en tanto que el ámbito, la escala de aproximación y el rango de facetas o rasgos de la diversidad que afectan al funcionamiento de un ecosistema ha sido más bien limitada. Aunque cada organismo contribuya a los procesos de los ecosistemas, la naturaleza y magnitud de las contribuciones individuales varían considerablemente. Muchos de los procesos que dirigen el funcionamiento de los ecosistemas son difíciles de asignar a una especie en concreto y a menudo no es posible determinar la contribución relativa de cada especie a un proceso o procesos concretos. El número Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 38 de atributos, representado por especies o grupos funcionales, forma la base para explicar las relaciones entre la diversidad y el funcionamiento de los ecosistemas (GILLER et al., 2004). De forma sucinta, el funcionamiento de los ecosistemas refleja el colectivo de actividades de plantas, animales y microorganismos y los efectos que estas actividades tienen en las condiciones físicas y químicas de su ambiente. En este contexto, ya que la diversidad funcional puede ser cuantificada determinando cuáles y cuantos grupos funcionales están representados en un sistema ecológico, resulta necesario hacer mención de los mecanismos que explican la diversidad de atributos funcionales o especies en los ecosistemas y se resumen a continuación: 5.1. Complementariedad Cada especie perteneciente a una comunidad es capaz de utilizar los recursos del medio de una manera ligeramente diferente a las otras (segregación de nichos) y eso permite a las especies de los ecosistemas más diversos, por ejemplo, ser más productivas. La explotación de un recurso en un espacio multidimensional deberá incrementar el número de atributos funcionales presentes (TILMAN et al, 1997b). Una comunidad es más diversa cuando puede utilizar los recursos con mayor eficacia (FRIEDLEY, 2001; TILMAN et al., 1997a). Este mecanismo es un importante principio para comprender la aproximación a los grupos funcionales, en el cual la diversidad de especies acaba dividida en componentes funcionales (TILMAN 1999). I. CASTRO PARGA 5.2. Facilitación Es un mecanismo por el cual ciertas especies ayudan o permiten a otras el crecimiento, modificando el ambiente en un camino que es favorable a la concurrencia de especies (VANDERMEER, 1989; MULDER et al., 2001). Existen ejemplos de sinergismos en la naturaleza pero ejemplos desde una perspectiva ecológico-funcional son raros (JONSSON et al., 2000; CARDINALE et al., 2002). 5.3. Identidad de las especies Una especie puede ser tremendamente influyente (clave) en un determinado proceso ecológico, tanto que la adecuación o dependencia del funcionamiento global del ecosistema respecto a ese proceso puede ser muy alta. La eficiencia de los procesos en los ecosistemas depende de las especies que están presentes (HOOPER et al., 1997) y por extensión de los atributos funcionales que concurren en ellas. 5.4. Patrones, escalas e intercambio de organismos Los sistemas naturales deben o pueden ser interpretados como un paisaje heterogéneo compuesto por un mosaico variado, que difieren entre si en sus atributos bióticos y abióticos. Todas estas manchas están relacionadas entre si a través de flujos (agua, transporte de materiales, transporte o movimiento activo de organismos…). Esta conectividad, de importancia relativa dependiente de la estructura del paisaje, implica que el funcionamiento individual de una mancha tiene que ver con el funcionamiento de otras y por tanto del conjunto (RAMÍREZ-SANZ et al., 2000). Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DIVERSIDAD ECOSISTÉMICA? 5.5. Flujo de organismos entre ecosistemas El intercambio de organismos y por tanto de atributos funcionales, incluyendo obviamente la dispersión de propágalos entre diferentes ecosistemas puede ser uno de los procesos que afecten más fuertemente a la relación diversidad-funcionamiento. Procesos de colonización y dispersión incluyendo especies alóctonas producen cambios importantes en los valores funcionales de los ecosistemas. La pérdida o adición de especies en los ecosistemas puede causar cambios funcionales cuando un conjunto de especies con un atributo en concreto son reemplazadas por otras especies con diferentes atributos. Estas sustituciones funcionales pueden generar cambios en las propiedades de los ecosistemas tales como la producción, tasas de descomposición, ciclos de nutrientes, resistencia y resiliencia ante las perturbaciones. 6. DIVERSIDAD FUNCIONAL Y ESTABILIDAD Si se ha definido diversidad funcional como la variedad de respuestas que las especies de un ecosistema muestran ante un ambiente cambiante, un ecosistema con mayor cantidad de grupos funcionales tendrá una mayor batería de respuestas frente a un cambio en el entorno, confiriéndole mayor estabilidad. Así, se puede llegar a definir estabilidad como la medida de la variabilidad del conjunto de las propiedades de una comunidad a lo largo del tiempo (DOAK et al., 1998). Los ecosistemas estables son normalmente identificados con ecosistemas saludables, que tienen procesos 39 relativamente constantes tales como producción, descomposición o retención de nutrientes. En ocasiones se identifica los ecosistemas estables como sistemas ricos en especies, siendo sistemas que resisten o reaccionan muy bien a la acción de un agente perturbador (MCCANN, 2000). Existen multiplicidad de trabajos que identifican la diversidad de especies como un mecanismo generador de estabilidad mientras coexisten con otros que aseveran precisamente lo contrario (DODD et al., 1994, SILVERTOWN et al., 1994; TILMAN et al., 1994; RODRÍGUEZ et al., 1994). Todo este conjunto de resultados indica que la relación entre la diversidad y la estabilidad es un poco difícil de generalizar. Las hipótesis que se resumen a continuación debaten el grado con que la diversidad confiere estabilidad funcional a un ecosistema: 6.1. Efecto de seguridad (YACHI et al., 1999) Esta hipótesis propone que la diversidad de un territorio actúa como un seguro contra las fluctuaciones ambientales, ya que diferentes especies responden de formas distintas a las fluctuaciones. Un alto número de atributos aumenta la probabilidad de que el papel funcional de una especie que puede extinguirse es asumido por otras especies supervivientes, manteniendo el funcionamiento de los ecosistemas al nivel anterior a la pérdida de la especie (LAWTON et al., 1993; YACHI et al., 1999). En esta hipótesis las especies que son redundantes a una escala temporal determinada pueden no serlo a lo largo de un periodo de tiempo más amplio. Si un ecosistema contiene más especies entonces tendrá una gran probabilidad de tener muchas Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 40 especies redundantes y tendrá un gran número de especies potenciales que responderán de formas diferentes a distintas perturbaciones (NAEEM et al., 1997). Predice que comunidades que comprenden grupos funcionales con muchas especies, resultan, en términos de funcionamiento de los ecosistemas, más resistentes a la pérdida de especies porque otras especies del grupo pueden compensar la ausencia (IVES et al., 1999). 6.2. Efecto portafolio o efecto promediado. (TILMAN et al., 1998) Si todas las especies tienen diferentes respuestas a los cambios en el ecosistema a lo largo del tiempo, entonces el promedio de estas respuestas causará temporalmente mayor estabilidad en los ecosistemas si la diversidad es alta (DOAK et al., 1998). Si todas las especies no responden a la larga en la misma dirección y con la misma magnitud, el posible efecto negativo en el ecosistema será amortiguado con el aumento de la diversidad. Pero, la implicación de las especies en el mantenimiento del funcionamiento de un sistema disminuirá cuando un conjunto de especies sea mucho más abundante que otras (haciendo un símil con un portafolio de acciones bursátiles). Los sistemas donde pocas especies son claramente dominantes tendrán menor capacidad de amortiguar los efectos de un agente perturbador, que otro con mayor número de especies codominantes. 6.3. Efecto de covarianza negativa Si algunas especies crecen mejor cuando otras especies lo hacen peor, entonces cuanto mayor sea el número de especies en un ecosistema, su va- I. CASTRO PARGA rianza global será más baja que si hubiera menos especies (TILMAN et al, 1998) y por ende, a la larga un mayor número de especies no tendrá una relación positiva con la estabilidad. La diversidad, por tanto, no siempre es algo inherente a la estabilidad. Un aumento de la diversidad puede tener menor efecto estabilizador toda vez que el ajuste de la varianza relativa a la media disminuye. Estas dos últimas hipótesis originaron intensos debates a principios de esta década. SCHWARTZ et al. (2000) realizan un estudio con críticas y mejoras a estos modelos. 6.4. Resistencia a la invasión y a las enfermedades Las comunidades más diversas pueden usar los recursos más eficazmente que las comunidades más pobres en especies por efecto de la complementariedad, como ya se ha mencionado. Las especies invasoras pueden ver minimizado su éxito al tener reducida la probabilidad de introducir una nueva propiedad o proceso en un sistema diverso (CHAPIN et al., 1997). Un descenso en el número de especies competitivas por efecto de enfermedades, puede permitir el aumento de otras facilitando mayor resistencia al cambio (MITCHELL et al., 2002). A modo de resumen, se observa que la mayoría de las hipótesis formuladas hablan de la estabilidad en los ecosistemas como el resultado inevitable de su relación con la diversidad funcional. Sin embargo, la mayoría de las teorías y los experimentos, que dominan las investigaciones de las consecuencias funcionales de la variación de la diversidad, están basadas en Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE DIVERSIDAD ECOSISTÉMICA? modelos que comprenden un único nivel trófico (LOREAU et al., 2002). Aunque los experimentos y la teoría que afecta a la diversidad de plantas está relativamente desarrollada, es todavía escaso el conocimiento acerca de los efectos que la diversidad de los consumidores tienen sobre los procesos de los ecosistemas. Es evidente que cambios en la diversidad de especies en los niveles superiores pueden tener complejas repercusiones en los inferiores y viceversa. Recientes experimentos muestran que este tipo de relaciones son tan complicadas como el número de niveles tróficos que se pueden identificar en un sistema natural. A pesar de la dificultad, resulta indispensable incorporar estudios multitróficos en relación con los trabajos de diversidad-funcionamiento de los ecosistemas (DUFFY, 2003). 7. CONCLUSIONES En este trabajo no hemos tratado de justificar el por qué de la necesidad de estudiar la diversidad. No hemos tratado de comprender por qué disminuyen o se extinguen algunas especies bajo determinadas condiciones. Si la diversidad es reducida en un área qué podemos hacer para conservarla o prevenir pérdidas futuras o cómo restaurar la diversidad perdida a través de diferentes acciones. Tampoco hemos entrado a ver cómo la actividad humana produce una inexorable pérdida de especies en el planeta y, sin embargo, son todos estos motivos los que han conducido a que en los últimos 10 años se haya avanzado considerablemente en el conocimiento de la componente funcional de la diversidad ecosistémica. La mejora y actualización de los estudios de diversidad eco- 41 sistémica es necesaria para predecir cambios en el tiempo y sus consecuencias. La forma en que un ecosistema responde a la pérdida de la diversidad es dependiente de su composición de especies pero las investigaciones no nos han permitido avanzar en predecir los impactos que produciría la eventual pérdida de una especie concreta. El descenso en el número de especies puede hacer que desciendan los niveles de funcionamiento de los ecosistemas. Este efecto sería particularmente importante en aquellos sistemas donde la baja diversidad es su característica más relevante. Al menos una especie por grupo funcional es imprescindible para el funcionamiento de los ecosistemas. Sin embargo, teniendo más de una especie por grupo funcional se puede alterar o no los niveles de funcionamiento, pero no se puede asegurar nunca que la pérdida de una especie, incluso de aquellas pertenecientes a un grupo funcional pluriespecífico, encontrará compensado su papel por otra. Los estudios más recientes han enfocado el impacto de la diversidad en un único nivel trófico, tanto desde un punto de vista teórico como experimental. Las plantas, como productores primarios, representan el componente basal en la mayoría de los ecosistemas, y han sido el punto de partida lógico para estudios detallados de diversidad funcional. Existe, sin embargo, una gran laguna en el conocimiento respecto a los niveles tróficos altos, al igual que en las repercusiones entre los distintos niveles tróficos. El conocimiento de la diversidad ecosistémica proporcionará a la sociedad el saber necesario que permita mantener los productos de las funciones de los ecosistemas (aire limpio, agua limpia, fertilidad de suelos) llamados los “servicios de los ecosiste- Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. (Sec. Biol.), 100 (1-4), 2005. 42 I. CASTRO PARGA mas” (DAILY, 1997). El mantenimiento de estas funciones dependerá de la persistencia de los niveles de diversidad correspondiente a cada tipo de sistema natural. Recibido el día 11 de julio de 2005 Aceptado el día 24 de julio de 2005 BIBLIOGRAFÍA BOND, W. J. 1994. Keystone species. In: Biodiversity and ecosystem function. E. D. SCHULZE & H. A. MOONEY, Eds., págs. 237-253. Springer-Verlag, New York. CARDINALE, B. J.; PALMER, M. A. & COLLINS, S. L. 2002. Species diversity enhances ecosystem functioning through interspecific facilitation. Nature, 415: 426-429. CASADO, M. A.; CASTRO, I.; RAMÍREZ-SANZ, L.; COSTA-TENORIO, M.; DE MIGUEL, J. M. & PINEDA, F. D. 2004. Herbaceous plant richness and vegetation cover in mediterranean grasslands and shrublands. Plant Ecology, 170: 83-91 CHAPIN, F. S.; SCHULZE, E-D. & MOONEY, H.A. 1992. Biodiversity and ecosystem processes. Trends in Ecology and Evolution, 7: 107-108. CHAPIN, F. S.; WALKER, B. H.; HOBBS, R. J.; HOOPER, D. U.; LAWTON, J. H.; SALA, O. 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